miércoles, 12 de agosto de 2015

Predestinado: Capítulo Dos (Parte 1)

Lali

Cuando Peter aparcó en el estacionamiento de la escuela, hice mi revisión diaria en busca del auto de Pablo. Igual que los días anteriores, no estaba en su sitio. En lugar de que alguien tome el espacio vacío del chico más popular en la escuela, permanecía vacío. Era como si todos estuviéramos esperando. Preguntándonos.

La última vez que había visto a Pablo fue el día en que pensé que había perdido a Peter para siempre. Rochi, una transportadora que intentaba asesinar mi cuerpo y forzar la mano de la Muerte, pero extrañamente se volvió mi amiga, había logrado sacar mi alma de mi cuerpo sin ayuda de la Muerte. El problema era que, fue demasiado tarde. La Muerte ya había roto las reglas y él tuvo que pagar por ello. Quedé con la decisión de volverme un alma que deambulaba por la tierra o volver en cuerpo y vida. Aunque el único chico que había amado estaba quemándose en el Infierno como un ángel caído por no hacer su trabajo cuando era momento de tomar mi vida. Rochi explicó que Peter sería atormentado incluso más en el Infierno si él sabía que yo era un alma perdida. Él hubiera querido saber que yo había vivido. Que su sacrificio era por algo. Yo haría cualquier cosa para aliviar su dolor. Regresé a mi cuerpo esa mañana y escogí la vida. Por él. 

Luego él había estado en la escuela esa mañana y yo ni siquiera me había tomado un momento para hablarle a Pablo y explicarle. Solo había corrido hacia Peter. Después que Peter explicó todo y luego me lanzó la noticia que Pablo no era humano, habíamos ido a buscarlo. Pero Pablo Martinez estaba desaparecido. Eso fue hace un mes atrás.

—No frunzas el ceño. —La voz de Peter rompió mis pensamientos mientras su mano ahuecaba mi rostro y me estudiaba. 

Él puede escuchar mis miedos. No había razón para explicar mi repentino cambio de humor.

—¿Volverá alguna vez?

Peter soltó un suspiro mientras miraba sobre mi hombro.

—Me temo que sí.

—¿Por qué parece que eso te molesta? Sé que dices que Pablo no tiene alma pero lo conozco. He pasado tiempo con él. No es malo. Es increíblemente dulce.

Esos ojos verdes que amo se encendieron y el brillo al que me estaba acostumbrando me advirtió que había dicho lo incorrecto. Peter no estaba lidiando bien con la emoción de los celos. Era completamente nuevo para él y no era algo que pudiera controlar.

—Pablo es lo que debe ser. Fue creado Lali. Hizo su trabajo. No es dulce. No tiene alma.

Me incliné hacia adelante y besé su mandíbula, luego susurré:

—Tranquilo, chico. Ambos sabemos quién es dueño de mi alma.

—Eso es correcto —replicó Peter, luego mordió mi oreja—, y no lo olvides.

Me estremecí por su aliento caliente contra mi piel.

Un golpe en mi ventana me asustó y me aparté de mi sensual novio y me volteé para ver a Candela, mi mejor amiga, mirándome a través de la ventana con una expresión de sorpresa.

—Salvada por la mejor amiga —murmuró Peter, presionando un último beso en mi cuello antes de buscar mi mochila y abrir la puerta de su auto.

Salió hacia el sol de la mañana viéndose como un dios griego. Sus vaqueros que colgaban perfectamente de sus caderas ahuecaban su culo deliciosamente. Y Peter se veía increíble con una camiseta apretada y la usaba todos los días. Hoy, esa camiseta que mostraba su impresionante pecho, era de color azul oscuro. Sus botas negras nunca cambiaban pero me gustaban. Eran totalmente sensuales. Se veía como un chico malo incluso con mi mochila roja colgada sobre su hombro izquierdo. Lo observé con fascinación mientras caminaba al frente de su auto para abrir mi puerta. Había aprendido a la mala a no abrir mi propia puerta del auto. A él no le gustaba. Podía sentir los ojos de Candela en mí, pero no me importaba. Ella podía observar cómo me comía a mi novio. Además, ella entendía completamente. Candela pensaba, como el resto del mundo, que Peter Lanzani era el cantante líder de la banda de rock Alma Fría. Irónico, ya sabes. Peter sí cantaba con la banda pero no estaba con ellos regularmente. Candela era una fan total.

Peter abrió mi puerta y yo salí finalmente, retirando mis ojos de él para encontrar la mirada de mi amiga.

—Bueno, buenos días a ustedes dos —bromeó Candela, deslizando un brazo dentro del mío—. Me pregunto cuánto tiempo te iba a tomar a ti dejar de mirar a tu novio rockero como un cachorro honorable y notarme a mí.

Le di un codazo.

—Cállate.

Ella rió.

—Chica, por favor, dime que no estás intentado ser sutil con tus miradas lujuriosas porque has fallado. Ese chico sabe que quieres su cuerpo.

—Detente —siseé.

Peter vino detrás de mí, causando que por dentro me ponga caliente y con hormigueos.

—Ella no puede querer más mi cuerpo de lo que yo quiero el suyo.

Candela empezó a abanicarse a sí misma con su mano.

—Querido Señor, ten piedad, creo que me voy a desmayar.

La mano de Peter cubrió la mía y la apretó.

—Te encontraré dentro. Voy a llevar esto a tu casillero.

Siempre era tan bueno sobre darme tiempo con Candela. Asentí con la cabeza, sin que me importe tener una sonrisa idiota en mi rostro.

Candela alzó sus lentes de sol y los recostó encima de su cabeza. Sus rulos eran de un estilo perfecto que conocía por la experiencia, que le tomaba horas en hacer. La chica dormía con ruleros como si fuera 1980 o algo. Sus ojos marrones brillaron mientras observaba el trasero de mi novio mientras él hacía su camino hacia la escuela.

—Ese es un buen pedazo de…

—¡Cande! —La empujé con una sonrisa porque, por supuesto, ella tenía razón. Pero aun así, ella no tenía por qué decirlo en voz alta.

—¿Muchos celos? —bromeó.

Solo rodé mis ojos.

La mirada de Candela se movió hacia el lugar vacío de Pablo. No podía explicarle sobre él. Ella no sabía que yo veía gente muerta o como a Peter le gustaba ponerles, «almas que deambulan». Hasta Peter, había tenido que vivir con mi secreto.

—Me pregunto en dónde estará.

Cuando Pablo había desaparecido, Peter y yo decidimos tener un perfil bajo en nuestra relación. No fue hasta la semana pasada en que empezamos a salir abiertamente. Cuando las autoridades y los padres de Pablo me habían hecho preguntas, yo les había dicho que Pablo y yo habíamos terminado. Que fue su decisión. Lo que no era una mentira en su totalidad; él sí se había desvanecido sin rastro. Esa era una manera de romper las cosas. Al principio sus padres me llamaban todos los días para preguntarme si sabía algo de él. Se detuvieron cuando Pablo llamó y les aseguró que estaba bien. Aparentemente, él había dicho que necesitaba tiempo lejos para lidiar con algunos temas. Extrañamente después de esa llamada, sus padres parecieron haberse tranquilizado con su desaparición. Ya no venían a mi casa. Había visto a su madre en el supermercado la semana pasada y ella me había sonreído como si no le preocupara nada en el mundo. Los chicos en la escuela lentamente estaban haciendo lo mismo. Ya nadie hablaba de él. Era…raro.

—Así que… ¿estudiaste para el examen de trigonometría? —preguntó Candela, sonriendo, como si no acabara de estar preocupada por Pablo. De nuevo…raro.

—Sip. Hasta tarde anoche.

Candela gruñó y colocó su cabello sobre su hombro. Era una de sus manías dramáticas que me hacían reír.

—Si fallo, mis padres van a encarcelarme en un ático de por vida. Tendrás que venir a deslizarme comida debajo de la puerta.

—Dudo que sea así de malo. Además tú sí estudiaste, ¿verdad?

Rodó sus ojos y me miró.

—Un poco. Sip.

—¿Viste Pretty Little Liars anoche, verdad?

Con un profundo suspiro que causa que sus hombros se alcen hacia arriba y abajo, respondió:

—Sip. El de la semana pasada y el de esta. No pude evitarlo. Tengo algo por Caleb.

Cogiendo su brazo, la empujé dentro de la escuela.

—Vamos. A la biblioteca. Tenemos treinta minutos y no vas a terminar encerrada en un ático de por vida.

Candela me sonrió.

—Te amo.

—Yo también.

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