domingo, 11 de mayo de 2014

Ángeles Caídos #4: Cinco

—No —solté automáticamente. —No, no, no. No puedes simplemente…mudarte conmigo.

Una sensación de puro pánico escaló desde mis dedos de los pies hasta la punta de mis oídos. Necesitaba un argumento ahora.

—Ya me hice la idea —dijo Paula, y desapareció adentro.

—¿Y qué hay de mí? —grité.

Pateé la puerta, pero en realidad quería golpearme a mí misma por lo menos durante una hora. Le había hecho un favor a Cande y mira en qué había terminado.

Abrí la puerta de un envión y entré. Encontré a Cande.

—¿Por dónde se fue? —demandé.

—¿Quién?

—¡Paula!

—Pensé que estaba contigo.

Le lancé una mirada a Cande. —¡Todo esto es tu culpa! Necesito encontrarla.

Sin darle más explicación, me empujé entre la gente, mis ojos alertas ante cualquier señal de Paula. Te está probando, me dije a mí misma. Además, mi mamá tenía la palabra final en esto. Y ella no dejaría que Paula se mude con nosotras. Paula tenía su propia familia. Con este pensamiento, sentí que mi respiración se relajaba.

Las luces se atenuaron y el líder del grupo de música cogió el micro. El baterista tocó una introducción y Benjamín junto al otro guitarrista siguieron la canción. La gente se volvió loca, moviendo sus cabezas y cantando las letras.

Di una última frustrada mirada, buscando a Paula, luego me cansé. Más tarde hablaría bien con ella. El inicio del espectáculo era mi señal para encontrarme con Peter en el bar, así que mi corazón estaba de nuevo dando tumbos en mi pecho.

Hice mi camino hacia el bar y me senté en el primer asiento que encontré. Me senté un poco fuerte, perdiendo mi equilibrio en el último segundo. Mis piernas se sentían como si estuvieran hechas de caucho, y mis dedos temblaban. No sabía cómo sobreviviría a esto.

—¿Querida, identificación? —preguntó el del bar. Sentí una vibración por mi cuerpo lo que me indicaba que él era un Nephil, justo como Peter me dijo que sería.

Sacudí mi cabeza. —Sólo una Sprite, por favor.

Ni un momento después, sentí a Peter moviéndose detrás de mí. La energía saliendo de él era mucho más fuerte que la del chico del bar, sintiéndose caliente debajo de mi piel. Siempre había tenido ese efecto en mí, pero a diferencia de siempre, esta noche me hacía sentir enferma de ansiedad. Significaba que Peter había llegado, y estaba fuera de tiempo. No quería seguir con esto, pero entendía que no tenía otra opción. Tenía que jugar inteligentemente para mantener mi seguridad.

¿Lista? —me preguntó Peter en la privacidad de nuestros pensamientos.

Si sentirme como si fuera a vomitar en cualquier minuto significa lista, entonces seguro.

Iré más tarde a tu casa y lo hablaremos. Ahora mismo, tenemos que pasar esto.

Asentí.

Justo como ensayamos —habló calmadamente en mi mente.

¿Peter? Sea lo que sea que suceda, te amo —quería decirle más, esas tres palabras era inadecuadas para la forma en que me sentía sobre él.

Sin remordimientos, Ángel.

Sin.

El chico del bar terminó con un cliente y se acercó a tomar la orden de Peter. Sus ojos inspeccionaron a Peter y por la mueca que apareció en su rostro, era obvio que se había dado cuenta que Peter era un ángel caído.

—Dame una hermosa pelirroja, preferentemente baja y delgada—Trazó un dedo por mi mejilla, yo me tensé y me alejé.

—No estoy interesada —dije, tomando un poco de Sprite y manteniendo mis ojos en la pared detrás del bar.

El del bar se inclinó, recostando sus masivos antebrazos en el granito, mirando a Peter.

—La próxima vez mira el menú antes de hacer perder mi tiempo. No ofrecemos mujeres desinteresadas, pelirrojas o cualquiera.

—Y si es Nephil mejor —dijo Peter.

El del bar se detuvo, sus ojos brillando con malicia.

—¿Te importa callarte la boca? Estamos en una compañía mixta. Este lugar también está abierto para humanos.

Peter lo calló con un movimiento de su brazo.

—Dulce de tu parte preocuparte sobre los humanos, pero un rápido truco de mente y no recordarán una palabra de lo que he dicho. He hecho este truco tantas veces que puedo hacerlo durmiendo —dijo Peter.

—¿Quieres que este sin vida se vaya? —me preguntó el del bar —Di la palabra y se lo llevarán.

—Aprecio la oferta, pero puedo arreglármelas sola —le dije. —Tienes que excusar a mi ex por ser un imbécil total.

Peter se rió. —¿Imbécil total? Así no me llamaste la última vez que estuvimos juntos —dijo, sugestivamente.

Me quedé mirándolo, disgustada.

—No siempre fue Nephil, sabes —informó Peter. —Tal vez has escuchado de ella. La heredera de la Mano Negra. Me gustaba más cuando era humana, pero hay cierta autenticidad al salir con la Nephil más famosa de la Tierra.

El del bar me miró especulativamente. —¿Eres la hija de la Mano Negra?

Miré a Peter. —Gracias por eso.

—¿Es verdad que la Mano Negra está muerto? —preguntó el del bar. —Casi no puedo comprenderlo. Un gran hombre, que su alma descanse. Mis respetos a tu familia. Pero muerto….¿de verdad?

—Así es —murmuré. No podía obligarme a botar una lágrima por mi padre, pero si hable con melancólica reverencia que pareció satisfacer al del bar.

—Una ronda libre de bebidas para el ángel caído que lo atrapó —interrumpió Peter, alzando mi vaso. —Creo que todos acordamos que eso fue lo que sucedió —se rió.

—¿Y dices que salías con este cerdo? —me preguntó el del bar.

Miré a Peter y fruncí el ceño. —Queda un vago recuerdo de él.

—¿Sabes que es un… —el del bar bajó su voz —ángel caído, verdad?

Otro sorbo de bebida y tragué fuerte. —No me lo recuerdes. He hecho mejoras, mi nuevo enamorado es Maxi Recca, cien por ciento Nephil. ¿Tal vez has escuchado de él? —Mejor momento para hacer correr un rumor.

Sus ojos se alzaron, impresionado. —Claro, claro. Gran chico. Todos conocen a Maxi.

Peter cerró su mano sobre mi muñeca con mucha firmeza. —Ella lo tiene todo mal. Aún estamos juntos. ¿Qué dices si salimos de aquí, azúcar?

Salté ante su toque, como si estuviera asustada. —Quita tus manos de mí.

—Tengo mi moto atrás. Déjame llevarte para un viaje. Por los viejos tiempos. —Se mantuvo fijo, luego me jaló del bar con fuerza.

—Llama a seguridad —le ordené al del bar, dejando que la ansiedad llene mi voz. —Ahora.

Peter me jaló hacia la puerta principal, y mientras reflejaba un espectáculo convincente de intentar liberarme de él, sabía que lo peor estaba por venir.

El de seguridad, un Nephil que era mucho más alto que Peter y también con muchos más kilos, nos siguió. Agarró a Peter del cuello, quitándolo de mi camino y haciendo que vuele hacia la pare. Se formó un círculo de curiosos alrededor.

Peter alzó sus manos a la altura de sus hombros. Lanzó una breve e intoxicada sonrisa. —No quiero problemas.

—Muy tarde —dijo el de seguridad, y golpeó a Peter con su puño. La piel debajo de la ceja de Peter se abrió, botando sangre y me forcé a no ir tras él. —Si vuelves a mostrar tu cara por aquí, tú y tus problemas serán grandes amigos. ¿Entiendes?

Peter se tambaleó haca la puerta, dándole un saludo a de seguridad. —Ya, ya, señor.

El de seguridad plantó su pie en la rodilla de Peter, mandándolo contra el cemento.

Un hombre cerca de la puerta se rió, bajo y con rudeza y el sonido atrajo mi atención. Esta no era la primera vez que escuchaba esa risa. Cuando era humana, no la hubiese reconocido, pero todos mis sentidos estaban alzados ahora. Intenté mirar en la oscuridad, intentando hacer un match entre el sonido de la risa y un rostro.

Ahí estaba.

Sombrero de vaquero. No estaba usando sombrero o lentes de sol esta noche, pero reconocía esos hombros y esa risa en cualquier lugar.

¡Peter! —grité, sin poder ver si era capaz de escuchar mi voz en su mente, ya que la gente se había cerrado a mí alrededor. —Uno de los Nephil de la cabina, ¡está aquí! Está por la puerta, usando una camisa roja y negra, jeans y botas de vaquero.

Esperé, pero no hubo respuesta.

¡Peter! —intenté de nuevo, usando todo el poder mental que poseía. No pude seguirlo hasta afuera, no si quería seguir el espectáculo.

Cande apareció a mi lado. —¿Qué sucede aquí? Todos hablan de una pelea. No puedo creer que me la haya perdido. ¿Viste algo?

La aparté a un lado. —Necesito que hagas algo por mí. ¿Ves a ese hombre justo por la puerta, con una camisa roja y negra? Necesito que descubras su nombre.

Cande frunció el ceño. —¿De qué se trata todo esto?

—Te lo explicaré después. Coquetea con él, roba su billetera, lo que sea. Solo no menciones mi nombre, ¿de acuerdo?

—Si hago esto, quiero un favor. Una doble cita. Tú y tu novio, y yo y Benja.

Sin tiempo para explicarle que yo y Peter habíamos terminado le dije que sí.

—Ahora apúrate antes que lo perdamos entre la gente.

Cande desapareció entre la multitud. No me quedé para ver cómo iba. Hice mi camino entre la gente, saliendo por la puerta trasera y trotando hacia lo alto del callejón. Rodeé el lugar, buscando a ambos lados a Peter.

¡Peter! —grité a las sombras.

¿Ángel? ¿Qué estás haciendo? No es seguro para nosotros que nos vean juntos.

Me di la vuelta, pero Peter no estaba ahí.

¿Dónde estás?

Al otro lado de la calle. En la camioneta.

Miré al otro lado de la calle, y sin duda, ahí estaba estacionada una camioneta. Las ventanas estaban oscurecidas por lo que no se podía ver lo suficiente por dentro.

—¡Uno de los Nephils que me secuestró está dentro del bar!

¿Vio la pelea? —preguntó luego de un silencio.

Sí.

¿Cómo se ve?

Está usando una camisa roja y negra y botas de vaquero.

Haz que abandone el lugar. Si los otros de la cabina están con él, también haz que se vayan Quiero hablarles.

Viniendo de Peter sonaba siniestro, pero se lo merecían. Ellos me habían hecho perder mi simpatía dese el momento en que me metieron en su camioneta.

Troté de nuevo hacia el bar e hice mi camino entre la multitud. La banda aún sonaba. No sabía cómo hacer para que el chico del Sombrero de Vaquero deje el lugar, pero sabía que una persona me ayudaría a limpiar todo el lugar.

¡Benjamín! —grité en silencio. Pero no tenía sentido, no podía escuchar sobre la música estridente. Probablemente no ayudaba a que estuviera totalmente concentrado en tocar.

Me alcé en puntas de pie y busqué a Cande. Se acercaba hacia mí.

—Use toda mi simpatía sobre él, pero no ayudó en nada —me dijo ella—Tal vez necesito un nuevo corte de pelo—. Luego olía debajo de sus brazos. —Hasta donde puedo decir, el desodorante aún funciona.

—¿No te hizo caso?

—Sip, y no obtuve su nombre, tampoco. ¿Esto quiere decir que no habrá doble cita?

—Volveré enseguida —dije, y una vez más hice mi camino entre la multitud.

Tenía toda la intención de acercarme lo más que podía a Peter, así podía hablarle en silencio; le diría que sería más difícil de lo que pensaba sacar a nuestro amigo Nephil del bar, pero justo dos figuras aparecieron conversando, cerca de donde estaban. Conversaban con voz baja.

Pepper Friberg y…Agustina.

Agustina solía de un ángel de la muerte, y salía con Peter antes que ambos fueran expulsados del cielo. Peter había jurado que la relación era aburrida, sin gusto, y más de conveniencia que otra cosa más. Aun así, después de decidir que yo era una amenaza para sus planes de volver a tener su relación con Peter aquí en la Tierra, Agustina había tratado de matarme. Era fría, rubia y sofisticada. Ahora era un ángel caído, y trabajaba en estafar a víctimas con la falsa pretensión de darles el regalo de ver el futuro. Era una de las ángeles caídas más peligrosas que había conocido, y no tenía duda que era la primera en su lista de odios.

Inmediatamente me escondí. Mantuve mi respiración por cinco segundos, pero ni Pepper ni Agustina parecieron notar mi presencia. Ambos hablaron por unos minutos antes que Agustina diera la vuelta y se fuera por el callejón.

Esperé a que Pepper también se fuera antes de salir de las sombras. Entré directamente al bar de nuevo y encontré a Cande.

—Necesito que este lugar se quede sin gente ahora mismo —dije.

Cande parpadeó. —¿Dime de nuevo?

—¿Y si grito fuego? ¿Funcionará?

—Gritar fuego suena a algo de colegio para mí. Podrías tratar gritando policía, pero eso cae en la misma categoría. No es que tenga nada en contra del colegio. ¿Pero cuál es el apuro? No creo que la banda de Benja sea tan mala…

—Te lo explicaré….

—Después —terminó Cande por mí y asintió. —Sabía que eso vendría. Si fuera yo gritaría policía. Seguro que hay unos cuantos aquí que hacen actividades ilegales.

Me mordí mi labio nerviosamente, debatiendo. —¿Estás segura?

—Treinta y cinco por ciento segura…

Su voz se desvaneció mientras sentí un aire frío llenar el lugar. AL principio no pude decir si de pronto la temperatura había bajado, o mi propia intuición de problemas se hacía presente. Ángeles caídos entraron al bar. Perdí la cuenta de ellos cuando llegué a diez, sin señal de terminar de contar. Se movieron rápidamente, habían venido a pelear. Tenían cuchillos en sus manos y estaban obligando a unos cuantos Nephils a rendirse.

Un ángel caído, huesudo y pálido como la luna, golpeó con tanta fuerza el cuello de una chica Nephil que se lo rompió en mitad de un grito. Inspeccionó el rostro de la chica, que se parecía a la mía a la distancia. Estudió su rostro y gruñó impacientemente. Sus ojos fríos escanearon la multitud, y tuve el presentimiento que estaba cazando su próxima víctima.

—Necesitamos salir de aquí —dijo Cande, urgentemente, agarrando con fuerza mi mano. —Por aquí.

Antes que pueda preguntarme si Cande también había visto al ángel caído romperle el cuello a la chica, y cómo podía permanecer tan calmada, me jaló hacia la multitud.

—No mires hacia atrás —gritó en mi oído. —Y apresúrate.

Apresurarme. Claro. El problema era que, estábamos peleando con al menos cien otras personas para ir hacia la puerta. En cuestión de segundos, la multitud se había convertido en pánico, moviéndose para encontrar una salida. La banda había detenido su música, no había tiempo para regresar por Benja. Solo podía esperar que haya logrado escapar por las puertas del escenario.

La tentación de regresar y pelear de pronto explotó dentro de mi. Los Nephils tenían derechos. Yo tenía derechos. Nuestros cuerpos no pertenecían a los ángeles caídos. Ellos no tenían derecho a poseernos. Había prometido a los arcángeles que detendría la guerra, pero personalmente tenía una lucha en esta guerra. La quería, porque también quería libertad, así nunca, nunca tendría que arrodillarme o jurar cuerpo sobre alguien más.

Al final, Cande y yo salimos hacia la noche fría. La multitud corrió hacia la oscuridad a ambos lados de la calle. Sin detenernos para poder respirar, corrimos hacia el auto.


No se olviden de pasar por mi otro blog.

sábado, 10 de mayo de 2014

Ángeles Caídos #4: Cuatro

Doce horas después estaba rígida y con dolor por el ejercicio de la mañana; subir y bajar las escaleras le había dado el mayor dolor a ms piernas. Pero cualquier momento de relajación tenía que esperar, Cande me recogería en diez minutos, y aún no me había cambiado.

Peter y yo habíamos decidido hacer pública nuestra pelea esta noche, así no habría preguntas sobre el estado de nuestra relación. Diríamos que habíamos separado nuestros caminos y estábamos en lados opuestos de esta guerra. También habíamos optado realizar la pelea en el bar, sabiendo que era popular entre los Nephils.

Me quité la ropa y me puse un saco largo, mallas y botas con taco. Me até el pelo en un moño bajo, dejando suelto un poco de pelo para que de forma a mi rostro. Exhalando, me quedé observando mi reflejo en el espejo y creé una sonrisa. En general, no me veía tan mal para una chica que estaba por enfrascarse en una pelea devastadora con el amor de su vida.

Las consecuencias de la pelea de esta noche solo tienen que durar unas cuantas semanas, me dije a mi misma. Sólo hasta que todo este desorden del Cheshvan se solucione.

Además, la pelea no era real. Peter me había prometido que encontraríamos formas de encontrarnos. En momentos secretos y miradas robadas. Sólo teníamos que ser muy cuidadosos.

—¡Lali! —mi mamá llamó. —Cande está aquí.

—Deséame suerte —murmuré hacia mi reflejo, luego agarré mi abrigo y bufanda antes de apagar la luz de mi habitación.

—Quiero que regreses a la casa a las nueve —me dijo mamá cuando bajé al vestíbulo. —Sin excepciones.

La besé en la mejilla y corrí hacia la puerta.

Cande tenía las ventanas de su auto hacia abajo, y su radio estaba sonando con Rihanna. Me senté en el asiento del copiloto y me habló por encima de la música. —Estoy sorprendida que tu mamá te dejara salir día de semana.

—Tenía que viajar. Su tío murió—. Cande miró alrededor y su sonrisa reflejó travesura.

—Así que tu mamá tuvo que dejarte ir.

—Supongo que la idea de obtener algo del dinero de su tío la suavizó.

Cande condujo mientras cantábamos las canciones y bailábamos en nuestros asientos. Estaba ansiosa y nerviosa pero pensé que sería mejor actuar como si todo estuviera bien.

El bar El Bolso del Diablo estaba moderadamente lleno esta noche, una multitud decente. Cande y yo nos deslizamos entre la gente, dejamos nuestras carteras y abrigos y ordenamos Coca Cola. Miré alrededor por Peter, pero él no había llegado. Ya había ensayado mis líneas demasiadas veces, pero mis palmas aún estaban sudorosas. Me las limpié en mis muslos, deseando ser una mejor actriz. Deseando que me gustara el drama y la atención.

—No te ves muy bien —dijo Cande.

Estaba por soltar que probablemente estaba enferma por su forma de conducir, cuando los ojos de Cande miraron detrás de mí y su expresión se agrió. —Ay, diablos no. Dime que no es Paula coqueteando con mi hombre.

Estiré mi cuello hacia la pista. Benjamín y los otros miembros estaban en la pista esperando el espectáculo, mientras Paula le buscaba conversación a Benja.

—¿Tu hombre? —le pregunté a Cande.

—Pronto lo será. Es lo mismo.

—Paula coquetea con todos. No me preocuparía por ello.

Cande respiró profundamente que provocó que se abran sus orificios nasales. Paula, como si sintiera la vibra negativa de Cande, bloqueó nuestro paso. Nos dio su mejor saludo pagante.

—Haz algo —me dijo Cande. —Sepáralo de él. Ahora.

Me puse de pie de un salto y me dirigí hacia Paula. En el camino, elaboré una sonrisa. Para cuando llegué hacia ella, estaba bastante segura que se veía casi verdadera. —Ey —le dije.

—Oh, ey, Lali. Justo le estaba contando a Benja lo mucho que amo la música independiente. Nadie en esta ciudad jamás busca agrandar los proyectos. Creo que es muy bueno que él esté intentando lograr el éxito.
Benja me guiñó el ojo. Tuve que cerrar por un momento mis ojos para evitar rodarlos.

—Así que… —dije, luchando por llenar el espacio de la conversación. Ante el comando de Cande, había venido aquí, ¿y ahora qué? Simplemente no podía alejar a Paula de Benjamín. ¿Y por qué estaba yo aquí? Este era el asunto de Cande, no mío.

—¿Podemos hablar? —preguntó Paula, salvándome de tener que decir algo.

—Claro, tengo un minuto —dije. —¿Por qué no vamos a un lugar más calmado?

Como si leyera mi mente, Paula me agarró de la muñeca y me llevó hacia la parte trasera de la puerta y hacia el callejón. Después de mirar hacia ambos lados y asegurarme que estábamos a solas, ella dijo: —¿Mi papá te dijo algo sobre mí? Sobre ser una Nephil, quiero decir. Me he estado sintiendo muy graciosa últimamente. Cansada y con calambres. ¿Esto tiene que ver con un periodo menstrual extraño? Porque creo que ya pasé por eso.

¿Cómo se supone que le iba a decir a Paula que los Nephils de raza pura como sus padres raramente copulaban exitosamente, y cuando lo hacían, su descendencia era débil y enfermizos, y que algunas de las últimas palabras de su padre incluían una sombría verdad en la que Paula no viviría mucho tiempo?

En resumen, no podía.

—A veces yo también me siento cansada y con calambres —dije. —Creo que es normal…

—Sí, ¿pero mi papá no dijo nada sobre ello? —presionó. —Qué esperar, cómo copular, esa clase de cosas.

—Creo que tu papá te amaba y quería que sigas viviendo tu vida, no estresarla con todo este rollo de los Nephils. Él quería que seas feliz.

Paula me miró sin poder creerlo. —¿Feliz? Soy una cosa rara, ni siquiera soy humana. Y no pienses ni por un minuto que me he olvidado que tu tampoco lo eres. Estamos en esto, juntas —me dirigió un dedo acusador. Oh dios, justo lo que necesitaba. Solidaridad….con Paula.

—¿Qué es lo que realmente quieres de mí Paula? —pregunté.

—Quiero asegurarme que entiendas que si le das alguna pista a alguien que no soy humana, te quemaré. Te enterraré viva.

Me estaba quedando sin paciencia. —Primero que nada, si quisiera anunciarle al mundo que eres una Nephil, ya lo hubiera hecho. Y segundo, ¿quién me creería? Piénsalo. Nephil no es una palabra común en el vocabulario.

—Bien —bufó Paula, aparentemente satisfecha.

—¿Terminamos?

—¿Y qué pasa si necesito hablar con alguien? —persistió. —No es como si pudiese hablarlo con un psiquiatra.

—¿Eh…tu mamá? —sugerí. —Ella también es una Nephil, ¿recuerdas?

—Desde que mi papá desapareció, ella se ha rehusado a aceptar la verdad sobre él. Está convencida que él volverá, pero aún la ama, que anulará el divorcio y nuestras vidas volverán a ser como antes.

Cosas de negación, tal vez. Pero existía la posibilidad que Hank haya hecho una especie de truco a su ex esposa para que su mente se vea alterada luego de su muerte. Hank y su vanidad iban más allá. Él no quería que la gente vaya hablando mal de él, y hasta el momento no había sucedido. Nadie se había hecho la gran pregunta de qué había pasado con él, no había ni una sola historia de él en la ciudad. La gente, cuando hablaba de él, simplemente murmuraban:

—Qué sorpresa. Que su alma descanse. Pobre familia…

Paula continuó: —Pero él no volverá, está muerto. No sé cómo, o por qué, o quién lo hizo, pero no hay manera de que mi papá haya desaparecido a menos que algo haya sucedido. Está muerto, lo sé.

Intenté mantener mi expresión simpática, pero mis palmas empezaron a sudar de nuevo. Peter era la única otra persona en la Tierra que sabía que yo había mandado a Hank a su tumba. No tenía intención de agregar el nombre de Paula en la lista.

—No suenas muy triste por el tema —dije.

—Mi papá estaba metido en cosas malas. Se merecía lo que sucedió.

Pude haberme abierto hacia Paula, pero algo no se sentía bien. Su mirada cínica nunca dejó mi rostro, y tuve el presentimiento que ella sospechaba que yo sabía información vitar sobre la muerte de su padre, y su indiferencia era un acto para que yo hable.

No iba a caer en su trampa, y si esta lo era.

—No es fácil perder a un padre, créeme —dije. —El dolor nunca se va, pero eventualmente se hace soportable. Y de alguna forma, la vida continúa.

—No estoy buscando consuelo, Lali.

—Está bien —dije, encogiéndome de hombros. —Si necesitas hablar en algún momento, supongo que puedes llamarme.

—No tendré que hacerlo. Me estoy mudando contigo —anunció. —Llevaré mis cosas más tarde esta semana. Mi mamá me está volviendo loca y ambos acordamos que necesito explotar en otro lugar por un tiempo. Tu casa es el mejor lugar. Bueno, estoy contenta que hayamos tenido esta conversación. Si hay algo que mi papá me enseñó es que los Nephils se mantienen juntos.

domingo, 4 de mayo de 2014

Nuevo Post

¡No dejen de entrar a mi otro blog con recomendaciones de libros!
Hay un nuevo post.

Próximamente

¡Pronto, más de Ángeles Caídos #4!

:)

Heart Beats Fast

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Un mix de mis parejas favoritas

Ángeles Caídos #4: Tres

Cuando me desperté, el lado de mi cama estaba frío. Sonreí ante el recuerdo de haberme quedado dormida envuelta en los brazos de Peter, concentrándome más en eso que en Pepper, el arcángel que se había quedado fuera de mi casa, espiando.
Pensé en cómo eran las cosas hace un año. En ese entonces, a la justas había besado a un chico. Nunca me imaginé lo que podría venir. Peter significaba más para mí de lo que podía colocar en palabras. Su amor y lealtad en mí, hacían que me olvide de las decisiones difíciles que había sido forzada a tomar últimamente. Apenas la duda y el remordimiento se insertaban en mi consciencia, en todo lo que tenía que pensar era en Peter. No siempre estaba segura de haber tomado la decisión correcta, pero algo sabía con seguridad. Había elegido bien a Peter. No podía dejarlo nunca.
Al mediodía, Cande llamó.
—¿Qué te parece sobre ir a correr? —preguntó—. Me acabo de comprar un par de zapatillas nuevas, y necesito que los chicos se me queden mirando.
—Cande, tengo ampollas por haber bailado anoche. Y espera, ¿desde cuándo te gusta correr?
—No es un secreto que soy demasiado flaca y necesito tonificar. Además, hay un chico llamado Benjamín Amadeo ahí afuera. Quiero que él me mira como Peter te mira a ti. Y yo sé que a él le gusta correr. Así que desde hoy, me encanta el ejercicio. Es mi nuevo mejor amigo.
—¿Ah sí? ¿Y yo?
—Una vez que logre tonificarme, tú serás de nuevo mi mejor amiga. Te recogeré en 20 minutos. No te olvides de ponerte una banda elástica para el cabello. Si no se va a poner como loco.
Colgué, me estreché en la cama, y me cambié.
Justo a tiempo, Cande me recogió. Y apenas unos minutos después, me di cuenta que estábamos yendo en una dirección diferente.
—¿ A dónde vamos? —dije.
—Estaba pensando que deberíamos correr colinas, son buenas para los glúteos.
—Espera —dije, recordando algo del camino—, Benjamín vive por aquí.
—Pensándolo bien, tienes razón.
—¿Vamos a correr por su casa? Eso no es algo…no lo sé…¿muy acosador?
—Esa es una manera triste de vero, Lali. ¿Por qué no lo ves como una motivación?
—¿Y si nos ve?
—Eres amiga de Benja. Si nos ve, probablemente vendrá a hablarnos. Y sería rudo no detenernos y darle unos minutos de nuestro tiempo.
—En otras palabras, esto no se trata de correr, sino de ir a buscarlo.
—No eres divertida —dijo Cande.
Benja vivía con su mamá en un edificio que se vio apenas dimos la vuelta en una callecita. Cande se estacionó cerca, y se me vino a la mente un recuerdo de cuando Cande me ayudó a meterme a la habitación de Benjamín, cuando pensaba que era un imbécil y peligroso. Caray, cómo había cambiado las cosas.
Salimos del auto y nos estiramos por unos cuantos minutos.
—No me siento segura dejando el auto solo por tanto tiempo en este vecindario. Tal vez debamos correr por aquí nomás. Así puedo mantener un ojo en mi bebé —dijo Cande.
—Ah ja. También le da más oportunidades a Benja de vernos —dije.
Empezamos a trotar lentamente alrededor del edificio. El sol había salido, y después de tres vueltas, ya estaba acalorada. Cande buscó una banca, en el parque cercano y se sentó, buscando aire.
—Pareció como una hora —dijo.
Justo entonces, un auto apareció en el edificio, saliendo Benjamin. Hoy estaba usando pantalones cortos y una camiseta.
—Caray —dijo Cande, echándose aire con las manos.
Alcé mi mano en el aire, tratando de llamar la atención de Benja, cuando se abrió la puerta del copiloto. Maxi salió.
—Mira —djo Cande—. Es Maxi. Haz el cálculo. Dos de ellos, y dos de nosotras. Sabía que me gustaría correr.
—Estoy sintiendo el repentino deseo de seguir corriendo —murmuré. Y no detenerme hasta poner la suficiente distancia entre Maxi y yo.
—Muy tarde. Ya estamos aquí.
Cande empezó a mover sus brazos por encima de su cabeza. Sin duda, Benja y Maxi nos vieron y sonrieron.
—¿Me estás acosando, Esposito? —dijo Benja.
—Es todo tuyo —le dije a Cande—. Voy a seguir corriendo.
—¿Y qué hay de Maxi? Se sentirá como el violinista.
—Será algo bueno para él, créeme.
—¿Dónde está el fuego, Esposito? —dijo Benja.
Ambos empezaron a venir hacia nosotras.
—Estoy entrenando —dije, cuando se acercaron—. Estoy pensando en empezar a hacerlo.
Cuando se acercaron lo suficiente, empecé a trotar en la dirección contraria. Sentí a Benja trotando detrás de mí. Un minuto después, jaló apenas mi camiseta, de forma juguetona.
—¿Quieres decirme qué está pasando?
Me volteé para enfrentarlo.
—¿Qué parece?
—Parece que tú y Cande vinieron a verme bajo el pretexto de correr.
Le di un golpecito en su hombro, a modo de felicitaciones.
—Buen trabajo.
—¿Entonces por qué te estás escapando? ¿Y por qué Cande huele a puro perfume?
Me quedé callada, dejando que él solo se diera cuenta.
—Ah —dijo finalmente.
—Mi trabajo aquí ha terminado —dije.
—No te lo tomes a mal, pero no estoy seguro e estar preparado para salir con Cande todo el día. Ella es bastante…intensa.
Antes que pueda darle un sabio consejo, Maxi llegó a mi lado.
—¿Puedo hablar contigo? —preguntó.
—Ay Dios —dije, sin aliento
—Esa es la señal para irme —dijo Benja, y para mi mala suerte, se alejó, dejándome a solas con Maxi.
—¿Puedes correr y hablar al mismo tiempo? —le pregunté a Maxi, pensando que era mejor no tener que verlo a los ojos.
A modo de respuesta, él empezó a trotar a mi lado.
—Qué bueno verte corriendo —dijo.
—¿Por qué? —jadeé—. ¿Te gusta verme desastrosa?
—Eso, y que es un buen entrenamiento para lo que tengo preparado para ti.
—¿Tienes algo preparado? ¿Por qué tengo el presentimiento que no quiero escuchar más?
—Puedes ser una Nefil ahora, Lali, pero estás en desventaja. A diferencia de los Nefils que han sido así toda su vida, tú no tienes la ventaja de la altura, y tampoco el poder físico.
—Soy más fuerte de lo que crees —argumenté.
—Más fuerte de lo que eras. Pero no tan fuerte como una mujer Nefil. Tienes el mismo cuerpo que tenías cuando eras humana, y mientras eso era adecuado en ese entonces, no es suficiente ahora. Eres muy delgada. Comparado conmigo, eres demasiado baja. Y tu tono muscular es patético.
—Qué halago.
—Puedo decirte lo que creo que quieres escuchar, en lugar de lo que necesitas escuchar, pero entonces, ¿realmente sería tu amigo?
—¿Por qué crees que necesitas decirme todo esto?
—No estás preparada para pelear. No tienes una oportunidad contra un ángel caído. Es tan simple como eso.
—Estoy confundido. ¿Por qué necesito pelear? Pensé que había dejado claro ayer que no hay necesidad de ir a la guerra. Estoy llevando a los Nefils a la paz.
Se detuvo, cogiéndome por la muñeca así podía verme directamente.
—No puedes controlar todo lo que sucede —dijo, tranquilo, y un escalofrío pasó por todo mi cuerpo—. Sé que piensas que quiero que te vaya mal, pero en realidad le prometí a Hank que cuidaría de ti. Te digo una cosa. Si la guerra inicia, o incluso una revuelta, no lo lograrás. No en este estado actual. Si algo te sucede y eres incapaz de liderar el ejército, habrás roto el juramento, y ya sabes lo que ello significa.
Claro que sabía lo que significaba. Saltar a mi propia tumba. Y llevar a mi mamá conmigo.
—Quiero enseñarte suficientes tácticas, a modo de precaución —dijo Maxi—. Es todo lo que sugiero.
Tragué.
—¿Crees que si entreno contigo, puedo llegar al punto donde seré lo suficientemente fuerte para arreglármelas sola?
Seguro que sí contra los ángeles caídos. ¿Pero contra los arcángeles? Entrenarme para una batalla no estaba alineado con esa meta.
—Creo que vale la pena.
La idea de una guerra hizo que se me formara un nudo en el estómago, pero no quería mostrar miedo en frente de él.
—¿Entonces, cuál es? ¿Eres mi enamorado deseado o mi entrenador personal?
Su boca se torció. —Ambos.

Ángeles Caídos #4: Dos II

Cuando me desperté, el lado de mi cama estaba frío. Sonreí ante el recuerdo de haberme quedado dormida envuelta en los brazos de Peter, concentrándome más en eso que en Pepper, el arcángel que se había quedado fuera de mi casa, espiando.
Pensé en cómo eran las cosas hace un año. En ese entonces, a la justas había besado a un chico. Nunca me imaginé lo que podría venir. Peter significaba más para mí de lo que podía colocar en palabras. Su amor y lealtad en mí, hacían que me olvide de las decisiones difíciles que había sido forzada a tomar últimamente. Apenas la duda y el remordimiento se insertaban en mi consciencia, en todo lo que tenía que pensar era en Peter. No siempre estaba segura de haber tomado la decisión correcta, pero algo sabía con seguridad. Había elegido bien a Peter. No podía dejarlo nunca.
Al mediodía, Cande llamó.
—¿Qué te parece sobre ir a correr? —preguntó—. Me acabo de comprar un par de zapatillas nuevas, y necesito que los chicos se me queden mirando.
—Cande, tengo ampollas por haber bailado anoche. Y espera, ¿desde cuándo te gusta correr?
—No es un secreto que soy demasiado flaca y necesito tonificar. Además, hay un chico llamado Benjamín Amadeo ahí afuera. Quiero que él me mira como Peter te mira a ti. Y yo sé que a él le gusta correr. Así que desde hoy, me encanta el ejercicio. Es mi nuevo mejor amigo.
—¿Ah sí? ¿Y yo?
—Una vez que logre tonificarme, tú serás de nuevo mi mejor amiga. Te recogeré en 20 minutos. No te olvides de ponerte una banda elástica para el cabello. Si no se va a poner como loco.
Colgué, me estreché en la cama, y me cambié.
Justo a tiempo, Cande me recogió. Y apenas unos minutos después, me di cuenta que estábamos yendo en una dirección diferente.
—¿ A dónde vamos? —dije.
—Estaba pensando que deberíamos correr colinas, son buenas para los glúteos.
—Espera —dije, recordando algo del camino—, Benjamín vive por aquí.
—Pensándolo bien, tienes razón.
—¿Vamos a correr por su casa? Eso no es algo…no lo sé…¿muy acosador?
—Esa es una manera triste de vero, Lali. ¿Por qué no lo ves como una motivación?
—¿Y si nos ve?
—Eres amiga de Benja. Si nos ve, probablemente vendrá a hablarnos. Y sería rudo no detenernos y darle unos minutos de nuestro tiempo.
—En otras palabras, esto no se trata de correr, sino de ir a buscarlo.
—No eres divertida —dijo Cande.
Benja vivía con su mamá en un edificio que se vio apenas dimos la vuelta en una callecita. Cande se estacionó cerca, y se me vino a la mente un recuerdo de cuando Cande me ayudó a meterme a la habitación de Benjamín, cuando pensaba que era un imbécil y peligroso. Caray, cómo había cambiado las cosas.
Salimos del auto y nos estiramos por unos cuantos minutos.
—No me siento segura dejando el auto solo por tanto tiempo en este vecindario. Tal vez debamos correr por aquí nomás. Así puedo mantener un ojo en mi bebé —dijo Cande.
—Ah ja. También le da más oportunidades a Benja de vernos —dije.
Empezamos a trotar lentamente alrededor del edificio. El sol había salido, y después de tres vueltas, ya estaba acalorada. Cande buscó una banca, en el parque cercano y se sentó, buscando aire.
—Pareció como una hora —dijo.
Justo entonces, un auto apareció en el edificio, saliendo Benjamin. Hoy estaba usando pantalones cortos y una camiseta.
—Caray —dijo Cande, echándose aire con las manos.
Alcé mi mano en el aire, tratando de llamar la atención de Benja, cuando se abrió la puerta del copiloto. Maxi salió.
—Mira —djo Cande—. Es Maxi. Haz el cálculo. Dos de ellos, y dos de nosotras. Sabía que me gustaría correr.
—Estoy sintiendo el repentino deseo de seguir corriendo —murmuré. Y no detenerme hasta poner la suficiente distancia entre Maxi y yo.
—Muy tarde. Ya estamos aquí.
Cande empezó a mover sus brazos por encima de su cabeza. Sin duda, Benja y Maxi nos vieron y sonrieron.
—¿Me estás acosando, Esposito? —dijo Benja.
—Es todo tuyo —le dije a Cande—. Voy a seguir corriendo.
—¿Y qué hay de Maxi? Se sentirá como el violinista.
—Será algo bueno para él, créeme.
—¿Dónde está el fuego, Esposito? —dijo Benja.
Ambos empezaron a venir hacia nosotras.
—Estoy entrenando —dije, cuando se acercaron—. Estoy pensando en empezar a hacerlo.
Cuando se acercaron lo suficiente, empecé a trotar en la dirección contraria. Sentí a Benja trotando detrás de mí. Un minuto después, jaló apenas mi camiseta, de forma juguetona.
—¿Quieres decirme qué está pasando?
Me volteé para enfrentarlo.
—¿Qué parece?
—Parece que tú y Cande vinieron a verme bajo el pretexto de correr.
Le di un golpecito en su hombro, a modo de felicitaciones.
—Buen trabajo.
—¿Entonces por qué te estás escapando? ¿Y por qué Cande huele a puro perfume?
Me quedé callada, dejando que él solo se diera cuenta.
—Ah —dijo finalmente.
—Mi trabajo aquí ha terminado —dije.
—No te lo tomes a mal, pero no estoy seguro e estar preparado para salir con Cande todo el día. Ella es bastante…intensa.
Antes que pueda darle un sabio consejo, Maxi llegó a mi lado.
—¿Puedo hablar contigo? —preguntó.
—Ay Dios —dije, sin aliento
—Esa es la señal para irme —dijo Benja, y para mi mala suerte, se alejó, dejándome a solas con Maxi.
—¿Puedes correr y hablar al mismo tiempo? —le pregunté a Maxi, pensando que era mejor no tener que verlo a los ojos.
A modo de respuesta, él empezó a trotar a mi lado.
—Qué bueno verte corriendo —dijo.
—¿Por qué? —jadeé—. ¿Te gusta verme desastrosa?
—Eso, y que es un buen entrenamiento para lo que tengo preparado para ti.
—¿Tienes algo preparado? ¿Por qué tengo el presentimiento que no quiero escuchar más?
—Puedes ser una Nefil ahora, Lali, pero estás en desventaja. A diferencia de los Nefils que han sido así toda su vida, tú no tienes la ventaja de la altura, y tampoco el poder físico.
—Soy más fuerte de lo que crees —argumenté.
—Más fuerte de lo que eras. Pero no tan fuerte como una mujer Nefil. Tienes el mismo cuerpo que tenías cuando eras humana, y mientras eso era adecuado en ese entonces, no es suficiente ahora. Eres muy delgada. Comparado conmigo, eres demasiado baja. Y tu tono muscular es patético.
—Qué halago.
—Puedo decirte lo que creo que quieres escuchar, en lugar de lo que necesitas escuchar, pero entonces, ¿realmente sería tu amigo?
—¿Por qué crees que necesitas decirme todo esto?
—No estás preparada para pelear. No tienes una oportunidad contra un ángel caído. Es tan simple como eso.
—Estoy confundido. ¿Por qué necesito pelear? Pensé que había dejado claro ayer que no hay necesidad de ir a la guerra. Estoy llevando a los Nefils a la paz.
Se detuvo, cogiéndome por la muñeca así podía verme directamente.
—No puedes controlar todo lo que sucede —dijo, tranquilo, y un escalofrío pasó por todo mi cuerpo—. Sé que piensas que quiero que te vaya mal, pero en realidad le prometí a Hank que cuidaría de ti. Te digo una cosa. Si la guerra inicia, o incluso una revuelta, no lo lograrás. No en este estado actual. Si algo te sucede y eres incapaz de liderar el ejército, habrás roto el juramento, y ya sabes lo que ello significa.
Claro que sabía lo que significaba. Saltar a mi propia tumba. Y llevar a mi mamá conmigo.
—Quiero enseñarte suficientes tácticas, a modo de precaución —dijo Maxi—. Es todo lo que sugiero.
Tragué.
—¿Crees que si entreno contigo, puedo llegar al punto donde seré lo suficientemente fuerte para arreglármelas sola?
Seguro que sí contra los ángeles caídos. ¿Pero contra los arcángeles? Entrenarme para una batalla no estaba alineado con esa meta.
—Creo que vale la pena.
La idea de una guerra hizo que se me formara un nudo en el estómago, pero no quería mostrar miedo en frente de él.
—¿Entonces, cuál es? ¿Eres mi enamorado deseado o mi entrenador personal?
Su boca se torció. —Ambos.