domingo, 11 de mayo de 2014

Ángeles Caídos #4: Cinco

—No —solté automáticamente. —No, no, no. No puedes simplemente…mudarte conmigo.

Una sensación de puro pánico escaló desde mis dedos de los pies hasta la punta de mis oídos. Necesitaba un argumento ahora.

—Ya me hice la idea —dijo Paula, y desapareció adentro.

—¿Y qué hay de mí? —grité.

Pateé la puerta, pero en realidad quería golpearme a mí misma por lo menos durante una hora. Le había hecho un favor a Cande y mira en qué había terminado.

Abrí la puerta de un envión y entré. Encontré a Cande.

—¿Por dónde se fue? —demandé.

—¿Quién?

—¡Paula!

—Pensé que estaba contigo.

Le lancé una mirada a Cande. —¡Todo esto es tu culpa! Necesito encontrarla.

Sin darle más explicación, me empujé entre la gente, mis ojos alertas ante cualquier señal de Paula. Te está probando, me dije a mí misma. Además, mi mamá tenía la palabra final en esto. Y ella no dejaría que Paula se mude con nosotras. Paula tenía su propia familia. Con este pensamiento, sentí que mi respiración se relajaba.

Las luces se atenuaron y el líder del grupo de música cogió el micro. El baterista tocó una introducción y Benjamín junto al otro guitarrista siguieron la canción. La gente se volvió loca, moviendo sus cabezas y cantando las letras.

Di una última frustrada mirada, buscando a Paula, luego me cansé. Más tarde hablaría bien con ella. El inicio del espectáculo era mi señal para encontrarme con Peter en el bar, así que mi corazón estaba de nuevo dando tumbos en mi pecho.

Hice mi camino hacia el bar y me senté en el primer asiento que encontré. Me senté un poco fuerte, perdiendo mi equilibrio en el último segundo. Mis piernas se sentían como si estuvieran hechas de caucho, y mis dedos temblaban. No sabía cómo sobreviviría a esto.

—¿Querida, identificación? —preguntó el del bar. Sentí una vibración por mi cuerpo lo que me indicaba que él era un Nephil, justo como Peter me dijo que sería.

Sacudí mi cabeza. —Sólo una Sprite, por favor.

Ni un momento después, sentí a Peter moviéndose detrás de mí. La energía saliendo de él era mucho más fuerte que la del chico del bar, sintiéndose caliente debajo de mi piel. Siempre había tenido ese efecto en mí, pero a diferencia de siempre, esta noche me hacía sentir enferma de ansiedad. Significaba que Peter había llegado, y estaba fuera de tiempo. No quería seguir con esto, pero entendía que no tenía otra opción. Tenía que jugar inteligentemente para mantener mi seguridad.

¿Lista? —me preguntó Peter en la privacidad de nuestros pensamientos.

Si sentirme como si fuera a vomitar en cualquier minuto significa lista, entonces seguro.

Iré más tarde a tu casa y lo hablaremos. Ahora mismo, tenemos que pasar esto.

Asentí.

Justo como ensayamos —habló calmadamente en mi mente.

¿Peter? Sea lo que sea que suceda, te amo —quería decirle más, esas tres palabras era inadecuadas para la forma en que me sentía sobre él.

Sin remordimientos, Ángel.

Sin.

El chico del bar terminó con un cliente y se acercó a tomar la orden de Peter. Sus ojos inspeccionaron a Peter y por la mueca que apareció en su rostro, era obvio que se había dado cuenta que Peter era un ángel caído.

—Dame una hermosa pelirroja, preferentemente baja y delgada—Trazó un dedo por mi mejilla, yo me tensé y me alejé.

—No estoy interesada —dije, tomando un poco de Sprite y manteniendo mis ojos en la pared detrás del bar.

El del bar se inclinó, recostando sus masivos antebrazos en el granito, mirando a Peter.

—La próxima vez mira el menú antes de hacer perder mi tiempo. No ofrecemos mujeres desinteresadas, pelirrojas o cualquiera.

—Y si es Nephil mejor —dijo Peter.

El del bar se detuvo, sus ojos brillando con malicia.

—¿Te importa callarte la boca? Estamos en una compañía mixta. Este lugar también está abierto para humanos.

Peter lo calló con un movimiento de su brazo.

—Dulce de tu parte preocuparte sobre los humanos, pero un rápido truco de mente y no recordarán una palabra de lo que he dicho. He hecho este truco tantas veces que puedo hacerlo durmiendo —dijo Peter.

—¿Quieres que este sin vida se vaya? —me preguntó el del bar —Di la palabra y se lo llevarán.

—Aprecio la oferta, pero puedo arreglármelas sola —le dije. —Tienes que excusar a mi ex por ser un imbécil total.

Peter se rió. —¿Imbécil total? Así no me llamaste la última vez que estuvimos juntos —dijo, sugestivamente.

Me quedé mirándolo, disgustada.

—No siempre fue Nephil, sabes —informó Peter. —Tal vez has escuchado de ella. La heredera de la Mano Negra. Me gustaba más cuando era humana, pero hay cierta autenticidad al salir con la Nephil más famosa de la Tierra.

El del bar me miró especulativamente. —¿Eres la hija de la Mano Negra?

Miré a Peter. —Gracias por eso.

—¿Es verdad que la Mano Negra está muerto? —preguntó el del bar. —Casi no puedo comprenderlo. Un gran hombre, que su alma descanse. Mis respetos a tu familia. Pero muerto….¿de verdad?

—Así es —murmuré. No podía obligarme a botar una lágrima por mi padre, pero si hable con melancólica reverencia que pareció satisfacer al del bar.

—Una ronda libre de bebidas para el ángel caído que lo atrapó —interrumpió Peter, alzando mi vaso. —Creo que todos acordamos que eso fue lo que sucedió —se rió.

—¿Y dices que salías con este cerdo? —me preguntó el del bar.

Miré a Peter y fruncí el ceño. —Queda un vago recuerdo de él.

—¿Sabes que es un… —el del bar bajó su voz —ángel caído, verdad?

Otro sorbo de bebida y tragué fuerte. —No me lo recuerdes. He hecho mejoras, mi nuevo enamorado es Maxi Recca, cien por ciento Nephil. ¿Tal vez has escuchado de él? —Mejor momento para hacer correr un rumor.

Sus ojos se alzaron, impresionado. —Claro, claro. Gran chico. Todos conocen a Maxi.

Peter cerró su mano sobre mi muñeca con mucha firmeza. —Ella lo tiene todo mal. Aún estamos juntos. ¿Qué dices si salimos de aquí, azúcar?

Salté ante su toque, como si estuviera asustada. —Quita tus manos de mí.

—Tengo mi moto atrás. Déjame llevarte para un viaje. Por los viejos tiempos. —Se mantuvo fijo, luego me jaló del bar con fuerza.

—Llama a seguridad —le ordené al del bar, dejando que la ansiedad llene mi voz. —Ahora.

Peter me jaló hacia la puerta principal, y mientras reflejaba un espectáculo convincente de intentar liberarme de él, sabía que lo peor estaba por venir.

El de seguridad, un Nephil que era mucho más alto que Peter y también con muchos más kilos, nos siguió. Agarró a Peter del cuello, quitándolo de mi camino y haciendo que vuele hacia la pare. Se formó un círculo de curiosos alrededor.

Peter alzó sus manos a la altura de sus hombros. Lanzó una breve e intoxicada sonrisa. —No quiero problemas.

—Muy tarde —dijo el de seguridad, y golpeó a Peter con su puño. La piel debajo de la ceja de Peter se abrió, botando sangre y me forcé a no ir tras él. —Si vuelves a mostrar tu cara por aquí, tú y tus problemas serán grandes amigos. ¿Entiendes?

Peter se tambaleó haca la puerta, dándole un saludo a de seguridad. —Ya, ya, señor.

El de seguridad plantó su pie en la rodilla de Peter, mandándolo contra el cemento.

Un hombre cerca de la puerta se rió, bajo y con rudeza y el sonido atrajo mi atención. Esta no era la primera vez que escuchaba esa risa. Cuando era humana, no la hubiese reconocido, pero todos mis sentidos estaban alzados ahora. Intenté mirar en la oscuridad, intentando hacer un match entre el sonido de la risa y un rostro.

Ahí estaba.

Sombrero de vaquero. No estaba usando sombrero o lentes de sol esta noche, pero reconocía esos hombros y esa risa en cualquier lugar.

¡Peter! —grité, sin poder ver si era capaz de escuchar mi voz en su mente, ya que la gente se había cerrado a mí alrededor. —Uno de los Nephil de la cabina, ¡está aquí! Está por la puerta, usando una camisa roja y negra, jeans y botas de vaquero.

Esperé, pero no hubo respuesta.

¡Peter! —intenté de nuevo, usando todo el poder mental que poseía. No pude seguirlo hasta afuera, no si quería seguir el espectáculo.

Cande apareció a mi lado. —¿Qué sucede aquí? Todos hablan de una pelea. No puedo creer que me la haya perdido. ¿Viste algo?

La aparté a un lado. —Necesito que hagas algo por mí. ¿Ves a ese hombre justo por la puerta, con una camisa roja y negra? Necesito que descubras su nombre.

Cande frunció el ceño. —¿De qué se trata todo esto?

—Te lo explicaré después. Coquetea con él, roba su billetera, lo que sea. Solo no menciones mi nombre, ¿de acuerdo?

—Si hago esto, quiero un favor. Una doble cita. Tú y tu novio, y yo y Benja.

Sin tiempo para explicarle que yo y Peter habíamos terminado le dije que sí.

—Ahora apúrate antes que lo perdamos entre la gente.

Cande desapareció entre la multitud. No me quedé para ver cómo iba. Hice mi camino entre la gente, saliendo por la puerta trasera y trotando hacia lo alto del callejón. Rodeé el lugar, buscando a ambos lados a Peter.

¡Peter! —grité a las sombras.

¿Ángel? ¿Qué estás haciendo? No es seguro para nosotros que nos vean juntos.

Me di la vuelta, pero Peter no estaba ahí.

¿Dónde estás?

Al otro lado de la calle. En la camioneta.

Miré al otro lado de la calle, y sin duda, ahí estaba estacionada una camioneta. Las ventanas estaban oscurecidas por lo que no se podía ver lo suficiente por dentro.

—¡Uno de los Nephils que me secuestró está dentro del bar!

¿Vio la pelea? —preguntó luego de un silencio.

Sí.

¿Cómo se ve?

Está usando una camisa roja y negra y botas de vaquero.

Haz que abandone el lugar. Si los otros de la cabina están con él, también haz que se vayan Quiero hablarles.

Viniendo de Peter sonaba siniestro, pero se lo merecían. Ellos me habían hecho perder mi simpatía dese el momento en que me metieron en su camioneta.

Troté de nuevo hacia el bar e hice mi camino entre la multitud. La banda aún sonaba. No sabía cómo hacer para que el chico del Sombrero de Vaquero deje el lugar, pero sabía que una persona me ayudaría a limpiar todo el lugar.

¡Benjamín! —grité en silencio. Pero no tenía sentido, no podía escuchar sobre la música estridente. Probablemente no ayudaba a que estuviera totalmente concentrado en tocar.

Me alcé en puntas de pie y busqué a Cande. Se acercaba hacia mí.

—Use toda mi simpatía sobre él, pero no ayudó en nada —me dijo ella—Tal vez necesito un nuevo corte de pelo—. Luego olía debajo de sus brazos. —Hasta donde puedo decir, el desodorante aún funciona.

—¿No te hizo caso?

—Sip, y no obtuve su nombre, tampoco. ¿Esto quiere decir que no habrá doble cita?

—Volveré enseguida —dije, y una vez más hice mi camino entre la multitud.

Tenía toda la intención de acercarme lo más que podía a Peter, así podía hablarle en silencio; le diría que sería más difícil de lo que pensaba sacar a nuestro amigo Nephil del bar, pero justo dos figuras aparecieron conversando, cerca de donde estaban. Conversaban con voz baja.

Pepper Friberg y…Agustina.

Agustina solía de un ángel de la muerte, y salía con Peter antes que ambos fueran expulsados del cielo. Peter había jurado que la relación era aburrida, sin gusto, y más de conveniencia que otra cosa más. Aun así, después de decidir que yo era una amenaza para sus planes de volver a tener su relación con Peter aquí en la Tierra, Agustina había tratado de matarme. Era fría, rubia y sofisticada. Ahora era un ángel caído, y trabajaba en estafar a víctimas con la falsa pretensión de darles el regalo de ver el futuro. Era una de las ángeles caídas más peligrosas que había conocido, y no tenía duda que era la primera en su lista de odios.

Inmediatamente me escondí. Mantuve mi respiración por cinco segundos, pero ni Pepper ni Agustina parecieron notar mi presencia. Ambos hablaron por unos minutos antes que Agustina diera la vuelta y se fuera por el callejón.

Esperé a que Pepper también se fuera antes de salir de las sombras. Entré directamente al bar de nuevo y encontré a Cande.

—Necesito que este lugar se quede sin gente ahora mismo —dije.

Cande parpadeó. —¿Dime de nuevo?

—¿Y si grito fuego? ¿Funcionará?

—Gritar fuego suena a algo de colegio para mí. Podrías tratar gritando policía, pero eso cae en la misma categoría. No es que tenga nada en contra del colegio. ¿Pero cuál es el apuro? No creo que la banda de Benja sea tan mala…

—Te lo explicaré….

—Después —terminó Cande por mí y asintió. —Sabía que eso vendría. Si fuera yo gritaría policía. Seguro que hay unos cuantos aquí que hacen actividades ilegales.

Me mordí mi labio nerviosamente, debatiendo. —¿Estás segura?

—Treinta y cinco por ciento segura…

Su voz se desvaneció mientras sentí un aire frío llenar el lugar. AL principio no pude decir si de pronto la temperatura había bajado, o mi propia intuición de problemas se hacía presente. Ángeles caídos entraron al bar. Perdí la cuenta de ellos cuando llegué a diez, sin señal de terminar de contar. Se movieron rápidamente, habían venido a pelear. Tenían cuchillos en sus manos y estaban obligando a unos cuantos Nephils a rendirse.

Un ángel caído, huesudo y pálido como la luna, golpeó con tanta fuerza el cuello de una chica Nephil que se lo rompió en mitad de un grito. Inspeccionó el rostro de la chica, que se parecía a la mía a la distancia. Estudió su rostro y gruñó impacientemente. Sus ojos fríos escanearon la multitud, y tuve el presentimiento que estaba cazando su próxima víctima.

—Necesitamos salir de aquí —dijo Cande, urgentemente, agarrando con fuerza mi mano. —Por aquí.

Antes que pueda preguntarme si Cande también había visto al ángel caído romperle el cuello a la chica, y cómo podía permanecer tan calmada, me jaló hacia la multitud.

—No mires hacia atrás —gritó en mi oído. —Y apresúrate.

Apresurarme. Claro. El problema era que, estábamos peleando con al menos cien otras personas para ir hacia la puerta. En cuestión de segundos, la multitud se había convertido en pánico, moviéndose para encontrar una salida. La banda había detenido su música, no había tiempo para regresar por Benja. Solo podía esperar que haya logrado escapar por las puertas del escenario.

La tentación de regresar y pelear de pronto explotó dentro de mi. Los Nephils tenían derechos. Yo tenía derechos. Nuestros cuerpos no pertenecían a los ángeles caídos. Ellos no tenían derecho a poseernos. Había prometido a los arcángeles que detendría la guerra, pero personalmente tenía una lucha en esta guerra. La quería, porque también quería libertad, así nunca, nunca tendría que arrodillarme o jurar cuerpo sobre alguien más.

Al final, Cande y yo salimos hacia la noche fría. La multitud corrió hacia la oscuridad a ambos lados de la calle. Sin detenernos para poder respirar, corrimos hacia el auto.


No se olviden de pasar por mi otro blog.

2 comentarios:

  1. me encantoooooooooo el capituloooooooo massssssssss

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  2. Me encantaaa quieroooo masss
    Cuando vas a subir mas?
    Bessitos
    @zairasantos7

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