domingo, 4 de mayo de 2014

Ángeles Caídos #4: Dos II

Cuando me desperté, el lado de mi cama estaba frío. Sonreí ante el recuerdo de haberme quedado dormida envuelta en los brazos de Peter, concentrándome más en eso que en Pepper, el arcángel que se había quedado fuera de mi casa, espiando.
Pensé en cómo eran las cosas hace un año. En ese entonces, a la justas había besado a un chico. Nunca me imaginé lo que podría venir. Peter significaba más para mí de lo que podía colocar en palabras. Su amor y lealtad en mí, hacían que me olvide de las decisiones difíciles que había sido forzada a tomar últimamente. Apenas la duda y el remordimiento se insertaban en mi consciencia, en todo lo que tenía que pensar era en Peter. No siempre estaba segura de haber tomado la decisión correcta, pero algo sabía con seguridad. Había elegido bien a Peter. No podía dejarlo nunca.
Al mediodía, Cande llamó.
—¿Qué te parece sobre ir a correr? —preguntó—. Me acabo de comprar un par de zapatillas nuevas, y necesito que los chicos se me queden mirando.
—Cande, tengo ampollas por haber bailado anoche. Y espera, ¿desde cuándo te gusta correr?
—No es un secreto que soy demasiado flaca y necesito tonificar. Además, hay un chico llamado Benjamín Amadeo ahí afuera. Quiero que él me mira como Peter te mira a ti. Y yo sé que a él le gusta correr. Así que desde hoy, me encanta el ejercicio. Es mi nuevo mejor amigo.
—¿Ah sí? ¿Y yo?
—Una vez que logre tonificarme, tú serás de nuevo mi mejor amiga. Te recogeré en 20 minutos. No te olvides de ponerte una banda elástica para el cabello. Si no se va a poner como loco.
Colgué, me estreché en la cama, y me cambié.
Justo a tiempo, Cande me recogió. Y apenas unos minutos después, me di cuenta que estábamos yendo en una dirección diferente.
—¿ A dónde vamos? —dije.
—Estaba pensando que deberíamos correr colinas, son buenas para los glúteos.
—Espera —dije, recordando algo del camino—, Benjamín vive por aquí.
—Pensándolo bien, tienes razón.
—¿Vamos a correr por su casa? Eso no es algo…no lo sé…¿muy acosador?
—Esa es una manera triste de vero, Lali. ¿Por qué no lo ves como una motivación?
—¿Y si nos ve?
—Eres amiga de Benja. Si nos ve, probablemente vendrá a hablarnos. Y sería rudo no detenernos y darle unos minutos de nuestro tiempo.
—En otras palabras, esto no se trata de correr, sino de ir a buscarlo.
—No eres divertida —dijo Cande.
Benja vivía con su mamá en un edificio que se vio apenas dimos la vuelta en una callecita. Cande se estacionó cerca, y se me vino a la mente un recuerdo de cuando Cande me ayudó a meterme a la habitación de Benjamín, cuando pensaba que era un imbécil y peligroso. Caray, cómo había cambiado las cosas.
Salimos del auto y nos estiramos por unos cuantos minutos.
—No me siento segura dejando el auto solo por tanto tiempo en este vecindario. Tal vez debamos correr por aquí nomás. Así puedo mantener un ojo en mi bebé —dijo Cande.
—Ah ja. También le da más oportunidades a Benja de vernos —dije.
Empezamos a trotar lentamente alrededor del edificio. El sol había salido, y después de tres vueltas, ya estaba acalorada. Cande buscó una banca, en el parque cercano y se sentó, buscando aire.
—Pareció como una hora —dijo.
Justo entonces, un auto apareció en el edificio, saliendo Benjamin. Hoy estaba usando pantalones cortos y una camiseta.
—Caray —dijo Cande, echándose aire con las manos.
Alcé mi mano en el aire, tratando de llamar la atención de Benja, cuando se abrió la puerta del copiloto. Maxi salió.
—Mira —djo Cande—. Es Maxi. Haz el cálculo. Dos de ellos, y dos de nosotras. Sabía que me gustaría correr.
—Estoy sintiendo el repentino deseo de seguir corriendo —murmuré. Y no detenerme hasta poner la suficiente distancia entre Maxi y yo.
—Muy tarde. Ya estamos aquí.
Cande empezó a mover sus brazos por encima de su cabeza. Sin duda, Benja y Maxi nos vieron y sonrieron.
—¿Me estás acosando, Esposito? —dijo Benja.
—Es todo tuyo —le dije a Cande—. Voy a seguir corriendo.
—¿Y qué hay de Maxi? Se sentirá como el violinista.
—Será algo bueno para él, créeme.
—¿Dónde está el fuego, Esposito? —dijo Benja.
Ambos empezaron a venir hacia nosotras.
—Estoy entrenando —dije, cuando se acercaron—. Estoy pensando en empezar a hacerlo.
Cuando se acercaron lo suficiente, empecé a trotar en la dirección contraria. Sentí a Benja trotando detrás de mí. Un minuto después, jaló apenas mi camiseta, de forma juguetona.
—¿Quieres decirme qué está pasando?
Me volteé para enfrentarlo.
—¿Qué parece?
—Parece que tú y Cande vinieron a verme bajo el pretexto de correr.
Le di un golpecito en su hombro, a modo de felicitaciones.
—Buen trabajo.
—¿Entonces por qué te estás escapando? ¿Y por qué Cande huele a puro perfume?
Me quedé callada, dejando que él solo se diera cuenta.
—Ah —dijo finalmente.
—Mi trabajo aquí ha terminado —dije.
—No te lo tomes a mal, pero no estoy seguro e estar preparado para salir con Cande todo el día. Ella es bastante…intensa.
Antes que pueda darle un sabio consejo, Maxi llegó a mi lado.
—¿Puedo hablar contigo? —preguntó.
—Ay Dios —dije, sin aliento
—Esa es la señal para irme —dijo Benja, y para mi mala suerte, se alejó, dejándome a solas con Maxi.
—¿Puedes correr y hablar al mismo tiempo? —le pregunté a Maxi, pensando que era mejor no tener que verlo a los ojos.
A modo de respuesta, él empezó a trotar a mi lado.
—Qué bueno verte corriendo —dijo.
—¿Por qué? —jadeé—. ¿Te gusta verme desastrosa?
—Eso, y que es un buen entrenamiento para lo que tengo preparado para ti.
—¿Tienes algo preparado? ¿Por qué tengo el presentimiento que no quiero escuchar más?
—Puedes ser una Nefil ahora, Lali, pero estás en desventaja. A diferencia de los Nefils que han sido así toda su vida, tú no tienes la ventaja de la altura, y tampoco el poder físico.
—Soy más fuerte de lo que crees —argumenté.
—Más fuerte de lo que eras. Pero no tan fuerte como una mujer Nefil. Tienes el mismo cuerpo que tenías cuando eras humana, y mientras eso era adecuado en ese entonces, no es suficiente ahora. Eres muy delgada. Comparado conmigo, eres demasiado baja. Y tu tono muscular es patético.
—Qué halago.
—Puedo decirte lo que creo que quieres escuchar, en lugar de lo que necesitas escuchar, pero entonces, ¿realmente sería tu amigo?
—¿Por qué crees que necesitas decirme todo esto?
—No estás preparada para pelear. No tienes una oportunidad contra un ángel caído. Es tan simple como eso.
—Estoy confundido. ¿Por qué necesito pelear? Pensé que había dejado claro ayer que no hay necesidad de ir a la guerra. Estoy llevando a los Nefils a la paz.
Se detuvo, cogiéndome por la muñeca así podía verme directamente.
—No puedes controlar todo lo que sucede —dijo, tranquilo, y un escalofrío pasó por todo mi cuerpo—. Sé que piensas que quiero que te vaya mal, pero en realidad le prometí a Hank que cuidaría de ti. Te digo una cosa. Si la guerra inicia, o incluso una revuelta, no lo lograrás. No en este estado actual. Si algo te sucede y eres incapaz de liderar el ejército, habrás roto el juramento, y ya sabes lo que ello significa.
Claro que sabía lo que significaba. Saltar a mi propia tumba. Y llevar a mi mamá conmigo.
—Quiero enseñarte suficientes tácticas, a modo de precaución —dijo Maxi—. Es todo lo que sugiero.
Tragué.
—¿Crees que si entreno contigo, puedo llegar al punto donde seré lo suficientemente fuerte para arreglármelas sola?
Seguro que sí contra los ángeles caídos. ¿Pero contra los arcángeles? Entrenarme para una batalla no estaba alineado con esa meta.
—Creo que vale la pena.
La idea de una guerra hizo que se me formara un nudo en el estómago, pero no quería mostrar miedo en frente de él.
—¿Entonces, cuál es? ¿Eres mi enamorado deseado o mi entrenador personal?
Su boca se torció. —Ambos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario