martes, 31 de julio de 2012

Santificado: Dieciocho

Canta una canción de dolor

- La casa es segura – dice mi madre

Hemos llegado a casa después de una larga noche en el hospital, asegurándonos que Cande está bien. Mi profesor de historia me acompañó a casa y se encargó de explicarme a mi madre lo que había sucedido, momento donde me enteré que Sam quiere matarme porque él tuvo que matar a mi madre hace muchos años, pero no lo logró. Cuando insisto en que deberíamos escapar de la casa por miedo a que Sam venga, mi madre responde que el Alas Negras me encontrará donde sea que esté y cuánta la razón tiene.

- El colegio también es seguro – dice mi profesor
- Esperen – los interrumpo - ¿a qué se refieren cuando dicen que son lugares seguros?
- Santificados – responde mi profesor – el suelo ha sido consagrado. Un Alas Negras no puede poner pie en tierra sagrada, es muy doloroso para ellos
- ¿Así que la casa está santificada?
- Sí – responde mi madre
- Emi y yo podemos dejar y recoger a los chicos del colegio, todos los días – dice mi profesor, dirigiéndose a mi madre
- Está bien – dice mamá – trabajaremos en un calendario. Lo siento, Mar, pero se va a sentir como si estuvieses castigada
- ¿Y qué hay de mi? – pregunta Stefano

Me había olvidado que él estaba ahí, de pie en la esquina de la habitación, con sus brazos cruzados contra el pecho.

- También tendrás que quedarte en casa. Lo siento – dice mi madre
- Fantástico – murmura – justo lo que necesitaba. ¿Por cuánto tiempo?
- Hasta que me vaya – dice mi madre

Stefano me mira, enojado, echándome la culpa. Luego, desaparece hacia su habitación cerrando su puerta de un portazo.

- Y, para ti – dice Emi – no mas viajes a la casa de Peter. Te juro que estaré vigilando tu ventana

Peter. Sigo recordando su mirada cuando Sam estaba a punto de hacerle daño. La forma en que me sentí en ese momento, sin poder hacer nada. Pero lo hice, pienso. Pero, ¿qué pasará la próxima vez? ¿Y qué pasa con Cande? Ella que se levantó confundida, sin entender nada, mientras nosotros le decíamos que nos habíamos chocado contra una ardilla. ¿Una ardilla?, no recuerdo, insistía mi amiga.

Todo mi culpa. Ellos no estarían en peligro si no fuese por mí.

- Creo que debería ir a la cama. Buenas noches – digo, cansada
- Buenas noches – dice mi madre – realmente estoy orgullosa de ti – agrega cuando ya estoy subiendo las escaleras – te amo, no lo olvides

Sé que lo hace. Pero me sigue ocultando algo. Los secretos nunca acaban.

El sol está saliendo cuando me levanto por la mañana para tomar una ducha. Cuando termino de cambiarme, siento un ruido afuera. Al principio me asusto, pensando en Sam, pero luego me acuerdo que estoy segura en casa. Es Thiago quien toca y le abro la ventana.

- No es un buen momento – digo
- ¿Estás bien? Vine más temprano para disculparme por ser tan idiota en la fiesta pero tu madre me dijo que estuviste en un accidente

No tengo la energía para contarle la historia así que coloco mi mano en su hombro y desbloqueo mi mente para él, permitiendo que vea los sucesos de anoche. Cuando termino, su rostro está pálido.

- ¿Estás bien? – pregunto
- Nunca hice eso antes – dice – ver algo que no es mío, directamente en mi cabeza. Es mucho…¿y tú mamá está segura que es seguro aquí?
- Está segura, estamos en suelo santificado
- Me hubiese gustado estar ahí para ti – dice – ayudarte – es lindo y lo dice en serio pero no tengo ganas de ser cortés – debería irme – dice, cuando nota mi cansancio
- Sí
- Siento mucho lo que pasó en el baile – agrega – no quiero que pienses que soy esa clase de chico
- ¿Qué tipo de chico?
- Que intenta ligar con la novia de un compañero
- No lo pienso. Así que está todo bien, en serio
- No quiero que seamos amigos, Mar. Me gustas. Me gustarías así no fueses un ángel. Quiero que lo sepas

Realmente estoy muy cansada para tener esta conversación.

- Somos amigos. Y ahora mismo tengo que decirte, como amiga, anda a casa Thiago. Porque realmente necesito que este día se termine.

Santificado: Diecisiete

Salida (parte tres)

El profesor de historia.

- Buenas Noches – dice mi profesor - ¿cómo está todo el mundo?
- Está herida – apunto hacia Cande – los paramédicos están en camino
- ¿Cuál es el problema aquí? – pregunta, dirigiéndose hacia Sam
- ¿Quién es usted? – pregunta Sam
- Soy un profesor. Ellos son mis estudiantes
- Tengo asuntos con la chica
- Me temo que no puedo permitir que le hagas nada – dice mi profesor – seguramente puedes aplastarme como un bicho, si me atrapas. Pero he venido en nombre del Señor para regresarte de donde viniste

Sam no se mueve.

- ¿Tienes problemas al escucharme? – Continúa mi profesor – veo que tienes una herida en tu oreja. ¿Eso se lo hiciste tú, Mar?
- Eh, sí
- Bueno, bien por ti – me dice, mirándome, antes de voltearse y fijarse en Sam – ten cuidado

Sam empieza a alzar su mano, ocasionando un pequeño viento pero mi profesor es más rápido y alza su mano también, pero emitiendo una luz. A través de ella, aparece un arco con una flecha, completamente llena de luz, aquella que es lanzada hacia Sam. La flecha cae en su hombro y eso hace que Sam gruña con todas sus fuerzas. Antes de desaparecer y convertirse en un fantasma, me mira fijamente a los ojos. Estos me dicen que está triste. Cuando mi profesor suelta un suspiro de alivio, suelto la gloria y esta se desvanece.

- Bueno, ahora sabemos que está enojado conmigo, ¿verdad? – bromea
- ¿Cómo hiciste eso? – chillo – fue increíble
- David y Goliath, mi amor, los mejores profesores. Aunque la verdad, le estaba apuntando a su corazón, pero fallé

De pronto Peter empieza a vomitar, completamente exhausto por la situación.

- Por lo visto los humanos y la gloria no se llevan bien – bromea mi profesor
- ¿Estás bien? – le pregunto a Peter
- ¿Estará de regreso? – pregunta mi novio
- Asumo que sí – dice mi profesor
- Pero lo heriste – digo - ¿no les toma tiempo recuperarse?
- Debí darle en el corazón – responde
- ¿Eso lo hubiese matado?
- No. No puedes matar a un ángel – dice
- Mira – Peter apunta hacia la distancia donde aparecen carros policías y la ambulancia
- Les tomó mucho tiempo – digo
- ¿Estará bien? – pregunta Peter cuando mi profesor se acerca a Cande
- Sí, eso creo

Luego, todos los callamos mientras las sirenas se acercan, hasta que estamos rodeados de luces rojas y azules con gente que no conocemos, gente que viene a ayudarnos. 

sábado, 14 de julio de 2012

Santificado: Dieciséis

Salida (parte dos)

- Vamos, llámala – me dice Sam

Asiento, luego camino hacia él para tomar el teléfono. Intento bloquear la tristeza mientras me acerco. Las lágrimas queman mis ojos. Las aparto con parpadeos. Sigo caminando. Me sitúo en frente de él y lo miro a los ojos. Sam pone el celular en mi mano.

Presiono el número dos. Suena por un tiempo largo, tan largo que creo que va a saltar el mensaje de voz, pero luego escucho la voz de mamá.

 -¿Mar? – sé por el sonido de su voz que sabe que algo anda mal
- Mamá…. – por un momento no puedo hablar – Sam está aquí
- ¿Estás segura?
- Está de pie en frente de mí – hay un silencio
- ¿Dónde estás?
- No lo sé – miro alrededor, desorientada
- La ruta 55 – dice Peter y le repito aquello a mi madre
- Choqué el auto – digo
- Mar, escúchame – susurra – sabes que no puedo ir
- ¿Qué está diciendo? – pregunta Sam - ¿qué está diciendo? – pregunta de nuevo, su mente presionando la mía pero lo mantengo alejado
- Está en camino – miento
- Sé valiente, querida – dice mi madre – recuerda lo que te dije sobre combatir contra él con tu mente y corazón. Eres más fuerte de lo que crees. Te amo
- Está bien – cuelgo el teléfono
- Ahora esperaremos – dice – nunca he sido bueno esperando

El pánico sube por mi pecho, pero lo ignoro.

- Necesitamos llamar a una ambulancia para mi amiga – señalo hacia Cande
- No lo creo – trago fuerte
- Está herida. Necesita ayuda. Nosotros o tú y yo y mi madre podríamos irnos antes de que lleguen los paramédicos
- Por favor – pide Peter – ella es mi hermana. Puede estar muriendo. Por favor, señor

La tristeza empieza a disiparse y siento algo humano, tal vez compasión. Mira el celular que ahora yace en su mano y lo abre. Sus ojos observan los botones, pero parece que no sabe usarlo.

- Lo haré yo – digo – puedes verme. Solo digitaré los número 9, 1 y 1. Si algo más, puedes matarme o lo que quieras hacer – sonríe
- Pero si te mato no obtendré lo que quiero, ¿verdad? ¿Qué te parece esto? Llamas, y si intentas hacer algo gracioso, lo mato a él – señala a Peter
- Está bien – susurro
- Hazlo rápido

Me da el celular. Digito los números y lo sujeto contra mi oreja.

- 911, ¿cuál es su emergencia? – responde una mujer
- Ha habido…. – aclaro mi garganta – ha habido un accidente automovilístico en la ruta 55. Por favor, manden una ambulancia

Pregunta mi nombre pero no le puedo decir eso, así que tengo que mentir.

- Yo, eh…eh…

Sam alarga su mano. Le devuelvo el celular, hice lo que tenía que hacer, llamar.

- Hola – dice Sam
- ¿Hola? – dice la señora - ¿quién es?
- Acabo de llegar a la escena. Terrible, un accidente terrible. Tengo miedo que la chica esté ahora inconsciente. Y un chico. Están vestidos como para una fiesta. Por favor, dense prisa. Ambos están heridos.
- Pero mi madre…
- Ella no va a venir – dice, decepcionado – tendré que satisfacerme contigo

Se empieza voltear hacia Peter. Veo el rostro de Peter, sus ojos comprendiendo lo que Sam pretende hacer. Aceptándolo. Tengo que traer la gloria. Este es el momento para el que he estado practicando todo el año. Ahora.

Miro a Peter pero no siento nada más que mi corazón latiendo, tan lentamente que lo siento por todo mi cuerpo, en mis pulmones, llenándome de energía, de vida, luego de algo más que mi cuerpo. Algo más que humano. Mi espíritu, mi alma. La luz explota alrededor de mí. Me volteo, mirando a Sam y él se da cuenta de lo que sucede. Gruñe pero no tiene tiempo de reaccionar. Se mueve, lejs de la gloria.

Tomo un gran respiro, dejo que me llene, sintiendo la luz en mis dedos, en mi cuerpo, mi cabello, saliendo de mi cuerpo, mi pecho llenándose de calidez. Miro a Peter quién se está tapando los ojos por la luz. Tomo su otra mano entre la mía. Se siente fría, contra mi piel caliente. Salta por mi contacto, pero luego se relaja. Pongo mi dedo en el corte de su cabeza, y veo mientras la luz lo cura.

- Está bien – susurro

Escucho una risa, es Sam, riéndose a la distancia.

- Sigo subestimándote – dice – eres un pajarito muy listo
- Vete – vuelve a reír
- Quiero saber qué sucede después, ¿tú no?
- Vete
- No puedes sostener eso por mucho tiempo – cierra sus ojos – casi puedo escuchar las sirenas, viniendo hacia aquí. Las cosas se pondrán interesantes cuando lleguen

Sacudo la mano de Peter. Él intenta sonreírme, y yo intento lo mismo.

- ¿Por qué simplemente no cortas esta tontería? – dice Sam – no es que esté impresionado. Deberías detenerlo, te cansarás al cabo de unos minutos – habla relajado, pero se nota que se está enojando

Las luces se ven a la distancia. Mi respiración se corta en mis pulmones.

- Vamos, basta de tonterías – dice Sam, impaciente – tú y yo debemos irnos – es demasiado tarde, un auto se acerca

Se detiene y rechinan los frenos. Pero no es una ambulancia. Es un hombre con cabello blanco y barba. 

martes, 10 de julio de 2012

Santificado: Quince

Salida (parte uno)

Todo empezó a suceder bastante rápido. Mi madre dejó su trabajo, y pasa bastante tiempo en frente de la televisión, envuelta en colchas, o en la terraza hablando con Emi por horas. Toma largas siestas, deja de cocinar. Ese es el principio del final porque mamá ama cocinar. Hemos planeado decirles a nuestros amigos que mi madre tiene cáncer, no me parece lo justo decir eso, pero ¿qué más se puede decir? La gente está empezando a preguntarse qué sucede con mi madre, por qué está tan pálida y débil; la noticia de que mi madre está enferma se expande por el colegio en menos de un segundo y debo aguantar las miradas de tristeza y palabras como “lo siento”, como si eso pudiese detener lo que está por suceder.

Y, por si fuera poco, como si no tuviese problemas en mi vida, me aceptan en Standford. Y no, no puedo estar feliz, no cuando mi mamá está por morir y no sé qué va a ser de la vida de Stefano. No puedo irme. Lo peor de todo es que Ángela dice que en su visión me ha visto junto a ella en Standford, la misma universidad a la que ella va…¿por qué el destino tiene que decidir por mí?

Al menos tengo un momento de felicidad cuando llega la fiesta de promoción.

- Te ves hermosa, Mar – dice Emi cuando ingreso a la habitación de mi madre con mi vestido

Es uno rojo, largo hasta el suelo y amarrado al cuello. Un poco extremo a mi parecer, pero cuando lo vimos con Emi y Ángela, simplemente nos enamoramos de él.

- ¿No se ve hermosa? – le pregunta Emi a mi madre - el rojo es tu color, Mar
- Sí – dice mi madre, cansada – estás hermosa
- Créeme, la boca de Peter se va a abrir hasta el suelo cuando te vea – bromea Emi – se va a sentir como un millonario contigo en sus brazos
- Soy un dulce espléndido, ¿es lo que intentas decir?
- Esta noche, sí – dice Emi – así que aprovéchalo

Tengo que ir a recoger a Peter desde que este año está sin auto. Cande también viene con nosotros desde que el auto de Agus se malogró hace dos días y quedaron en encontrarse en la fiesta.

- Regresa a casa a las doce y media o iré a buscarte – dice Emi, en la entrada de la casa
- Sí – murmuro
- Diviértete – dice, con una sonrisa

Peter está muy atractivo. Normalmente lo suelo ver con sus jeans apretados, su camisa a cuadros y sus botas y con eso me conformo. Pero ahora, está irresistible. Con su traje negro, afeitado y con el cabello corto y peinado, parece un actor de película.

- Te están mirando – le susurro cuando llegamos a la fiesta
- Nah – dice – te están mirando a ti. Que está con un vestido increíble.

Bailamos. Peter no es un gran bailarín, pero la falta de baile lo convierte en chistes y diversión. Me ha hecho reír todo el tiempo. Noto a Thiago mirarme antes de verlo. Está con una chica de mi promoción, al otro lado de la pista de baile. Presiono mi mejilla en el hombro de Peter y cierro mis ojos. Pero, cuando los abro de nuevo, automáticamente busco a Thiago y cuando lo encuentro, me mira directamente, encuentra mi mirada y la sostiene.

¿Bailarías conmigo, Mar? – pregunta - ¿tan sólo una vez esta noche?

Antes de responder, Peter se aparta. Toma mi mano y la besa, me agradece por el baile. Le sonrío.

- Vamos a tomar algo – dice – hace calor aquí

Dejo que me guíe hacia el tumulto de gente para conseguir un vaso. Nos quedamos unos minutos en la puerta, el aire frío chocando contra nuestros cuerpos.

- ¿Te estás divirtiendo? – pregunta
- Sí – sonrío - pero, me preguntaba, ¿dónde están tus otras citas?
- ¿Mis otras citas?
- Recuerdo perfectamente, el año pasado trajiste a tres chicas diferentes a la fiesta
- Este año solo tengo ojos para ti
- Buena respuesta – enredo mis brazos en su cuello y le robo un beso

Luego de un instante, voy al baño y me encuentro con Luna. Se está mirando al espejo, comprobando su maquillaje y retocando sus labios.

- Siento lo de tu mamá – dice
- Eh, gracias
- Mi padre murió de cáncer, también – dice – tenía tres años, no me acuerdo
- Lo siento. No sabía
- Muchas personas no lo saben. Tengo un padrastro, y todos asumen que es mi padre – asiento, sin saber por qué me cuenta aquello – como sea, quería ofrecerte mis condolencias

Hay un silencio.

- Thiago está preocupado por ti – continúa – perdió a su madre cuando era niño, también. Esa es una de las cosas que comprendemos del otro
- Lo sé
- No deberías ser dura con él, él merece ser feliz
- Él no es mi enamora….
- Lo estás mirando – me interrumpe – puede que estés toda tierna con tu novio, pero lo estás mirando
- No lo hago – voltea sus ojos
- Él me dejo por ti. No me lo dijo, claro. Me dijo un par de cosas por teléfono sobre ser justo conmigo. Como si no lo hubiese visto venir, él había estado actuando muy raro. Y luego me di cuenta cómo lo mirabas y cómo él te miraba a ti
- Él no me miraba – protesto
- Si tú lo dices
- Thiago y yo somos amigos – intento explicar – tengo novio
- Tal vez lo tengas. Pero aún lo sigues viendo. Vas a tener que pensarlo si quieres estar con él
- Métete en tus asuntos, Luna – digo, molesta

Y justo cuando salgo del baño, me encuentro con Thiago. Empiezo a sentir que la fiesta está maldita para mí.

- Hola – dice Thiago - ¿bailas conmigo, Mar?

Nos pertenecemos, no sé si es él o mi mente quién piensa aquello.

- Qué…..Dios – suspiro - ¿y tu pareja?
- No tengo pareja. Vine solo
- ¿Sólo? ¿Por qué?
- Así mi pareja no se ofendía cuando te invitara a bailar – dice

Ahí es cuando veo a Peter, bastante cerca, escuchando.

- Te estás olvidando una cosa – dice Peter, poniéndose a mi lado y colocando un brazo en mi cintura – Mar tiene pareja. Yo
- Es solo un baile – dice – Mar y yo somos amigos. ¿Cuál es el problema?
- Tuviste tu oportunidad – dice Peter – la perdiste. Así que pídele a otra persona

Thiago duda. Me mira.

- Amigo, evita que te lance un puñete. No quiero malograr mi traje – dice Peter

Me sitúo entre los dos.

- Sin ofender, Pitt – digo – pero no soy un pedazo de carne, ¿está bien? Deja de gruñir por mí, puedo encargarme de esto, sola, Y, no – me volteo, mirando a Thiago – gracias por la oferta, pero tengo una pareja. Yo decido a dónde pertenezco – susurro en su mente

Thiago asiente y se aleja. Lo sé.

Luego, tomo la mano de Peter y lo alejo de la pista de baile, dejando a Thiago de pie solo. Después de eso, todo es muy tenso. Me paso todo el tiempo intentando bloquear a Thiago lo que resulta imposible. Peter y yo estamos tensos el resto de la noche, en silencio, acercándonos cuando bailamos, sosteniéndonos como si tuviésemos miedo de alejarnos.

Me enoja todo esto. Thiago no está interesado en mí por cómo me veo o por mi personalidad. Él me quiere porque le han dicho que así es. Siento cosas por él porque él es como el gran misterio para mí, y porque me han dicho que debo desearlo. ¿Y, por qué la gente de allá arriba se preocupa por a quién amo, cuando solo tengo diecisiete años? Peter es mi elección, mi corazón tomando mis propias decisiones.

De pronto, siento la urgencia de llorar, la más grande que he sentido en un largo tiempo.

- ¿Qué es eso? – pregunta Peter de pronto

Estamos en medio del camino, de regreso a casa. Peter a mi lado y Cande en el asiento de atrás. Me detengo y veo a alguien de pie en medio del camino. Esperando por nosotros, parece. Un hombre alto usando un abrigo. Sé quién es, puedo sentirlo.

Samjeeza.

- Mar, ¿quién es él? – pregunta Peter
- Malas noticias – murmuro - ¿todos están bien amarrados?

No espero una respuesta. No sé qué hacer, así que acelero sin miedo. Peter empieza a gritar. Acelero hacia el cuerpo de Sam, con la idea de derribarlo. Pero noto que él sonríe y es ahí cuando todo se vuelve negro. Cuando empiezo a ver colores de nuevo, Peter está a mi lado, respirando fuerte.

- ¿Peter? – susurro

Coloca una mano temblorosa en su cabeza, la toca y mira sus dedos. La sangre empieza a salir por montón.

- ¿Peter? – noto el pánico en mi voz
- ¿En qué diablos estabas pensando?
- Lo siento, Pitt. Yo…
- ¿Cómo estás? ¿Estás herida?
- No creo
- ¿Cande? – la llama

Miro apenas hacia atrás y sólo puedo ver su pelo en frente de su rostro. Peter intenta abrir la puerta, para poder salir, pero esta no se abre. Intento abrir mi puerta y lo logro. Rápidamente salgo del auto y abro de un tirón la puerta de Peter. Él se queda mirándome por unos segundos, con su boca medio abierta. Nunca me ha visto hacer algo así antes. Lo ayudo a salir del auto y él se mueve hacia la puerta de Cande. Intenta sacarla, pero algo se lo impide.

- El cinturón de seguridad – digo

Ella no dice nada mientras Peter la saca del auto hacia la pista, la recuesta gentilmente en el suelo.

- Despiértate, Cande – le ordena, pero nada sucede
- Está respirando – le digo a Peter, cuando me arrodillo a su lado – su pulso está bien
- Tenemos que llamar a la ambulancia. Ahora mismo. ¿Dónde está tu teléfono?

Regreso al auto. Mi celular está completamente desaparecido, Y no hay señal del Alas Negras.

- No sé dónde está – lloro – sé que lo tenía cuando salimos de la fiesta
- Mar – Peter dice, lentamente
- Sólo dame un minuto. Sé que está aquí
- Mar – dice de nuevo

Algo en su voz hace que me detenga. Es la misma voz que utilizó cuando vimos el oso en el bosque. Eso hace que me enderece y lo mire. Me congelo. Sam está al lado de Peter y está sosteniendo mi celular.

- Hola, pajarito – dice – que lindo verte de nuevo

Siento un nudo en el estómago y mi cuerpo entero empieza a temblar.

- Me golpeaste con tu auto – continúa - ¿este es tu novio? – de pronto, ríe – está considerando si me golpea a o no – humanos – se burla

Trago fuerte hasta que me duele la garganta. Me rehúso a mirar a Cande y a Peter. No puedo sentir miedo, debo ser fuerte.

- ¿Qué quieres? – pregunto
- Una excelente pregunta, una que me he hecho por largo tiempo. Estaba enojado contigo, desde que …. – me enseña su oreja quemada
- Yo no intenté… - digo – yo no quise…
- Claro que lo hiciste. Pero no vale la pena enojarse por eso
- ¿Por qué estás aquí? – pregunto – si vas a destruirme, hazlo de una vez
- No – dice – quiero hablar contigo. He estado observándote, y te ves muy infeliz, querida. Confundida, me preguntaba si podía ayudarte
- Tú no quieres ayudarme
- Claro que sí. Te he encontrado muy interesante, fascinante, desde que te vi. Hay algo que tu madre te está escondiendo, creo
- Ella me contó todo sobre ti
- ¿Todo sobre mí? – dice, alzando las cejas – de verdad. Bueno, esa es una buena historia. Lo que me interesa es saber lo que vas a hacer, tu propósito. Tus visiones. Tus sueños.
- Mi propósito no tiene nada que ver contigo
- ¿O es algo más? – empieza a hurgar en mi mente – ella no te ha dicho – dice, desilusionado – lo sentiría si lo supieras
- ¿Ella me ha dicho qué? – pregunto, sin poder aguantarme
- Preguntémosle – dice, alzando su celular

Tengo que hacer algo. Cualquier cosa para salir de aquí.

- ¿Este es algún plan de tomarme como rehén? Porque estoy segura que mi madre va a pensar que es muy romántico
- No me hagas hacer algo de lo que me voy a arrepentir – dice, su rostro escureciéndose, y acercándose a Peter

Me encuentro con los ojos de Peter, que traga fuerte. Está asustado. Sam lo va a matar, pienso. Es por eso que no está en el cementerio. ¿Por qué soy tan estúpida? ¿Por qué no lo vi antes? He pasado todos estos meses intentando pensar cómo protegerlo, luego dejando todo atrás cuando me enteré que mi madre iba a morir.

Desearía poder decirle que lo siento por haberlo involucrado en mi vida de locura. 

Santificado: Catorce

La tormenta está llegando

El año pasado cuando empezaba a desaparecer la nieve, era genial el guardar nuestros trajes de invierno, respirar aquel aire que empezaba a ser cálido, y sentir que el calor estaba regresando. Pero este año, esos fenómenos me llenan de dolor. Es primavera, entre ahora y verano, mi madre nos dejará.

Mi visión se ha ampliado. Ahora puedo ver lo que sucede un poco después que llego al entierro. Hay más personas sentadas en las bancas, personas que ahora reconozco de la congregación, como Emi. Todos me miran mientras llego a la colina, junto a Thiago…eso es algo que aún no entiendo, ¿qué razón tendría Peter para no venir? De pronto, mi vista se nubla y mis rodillas tiemblan. Pero, Thiago suelta mi mano y se acerca a mi cuerpo, colocando sus brazos en mi cintura, enderezándome. Luego, su mano derecha, regresa a la mía y la sacude apenas.

¿Quieres sentarte? – pregunta gentilmente en mi mente
No – respondo

El padre que está al lado del ataúd, me mira, preocupado.

Quiere saber si estás lista – Thiago dice en mi mente
¿Lista?
- Para que él pueda empezar
- Sí, por favor
- Queridos amigos – empieza el padre

Ahí es cuando empiezo a sentir algo extraño. No escucho lo que dice el padre, pero estoy segura que está diciendo cosas buenas de mi madre. Sobre su generosidad, su fuerza. Pocas palabras para describirla. Me enfoco en la rosa blanca que está encima del ataúd. La pena aumenta, expandiéndose como un lago helado dentro de mí. Pronto bajarán el ataúd hacia el suelo. Lo cubrirán con tierra. Mi hermosa, espiritual, y dulce madre se irá para siempre…..

Mi corazón da un salto. Esta no es la pena que siempre he tenido. Estas son palabras, y no son mías. No es mi pena, o mis sentimientos. Hay un Alas Negras aquí. Samjeeza.

De pronto, empiezo a buscarlo. Pero no lo encuentro por ningún lado, debe estar a metros de distancia. Es él, estoy segura que es él. Ha venido a decirle adiós a mi madre en sus últimos momentos en la tierra. Él la amaba, piensa. La amaba y está furioso de haberla perdido, después de todos estos años esperándola. Nos odia.

Cuando comento acerca de lo nuevo en mi visión en la congregación, todos se alarman. Al principio no creen que un Alas Negras se presente, el único que lo hace es Thiago y me da su soporte. Pero, cuando mi madre explica que quizá Sam no está del todo desaparecido (luego de haberlo destrozado con la gloria), todos empiezan a creerme y a formar planes para protegerme a mí y a Stefano en caso decida atacar en el entierro. Emi sentencia que estamos en una guerra, una batalla contra los Alas Negras, y no puedo estar más de acuerdo. 

sábado, 7 de julio de 2012

Santificado: Trece

La ausencia de certeza (parte dos)

- ¿Hay algo que quieras preguntarme? No puedo prometerte que te voy a dar una buena respuesta, pero lo intentaré
- ¿Tú…amabas a Luna? – pregunto lo primero que se me viene a la mente
- Sí – suspira – la amaba
- ¿Entonces, por qué terminaste con ella?
- Porque iba a descubrir la verdad sobre mí
- ¿No le contaste?
- Tengo la idea desde siempre de que no debemos contarle a los humanos. Es imposible tener una relación con un humano, una verdadera relación…cuando notan que hay algo raro en ti…se complica. Supongo que podríamos escoger personas realmente tontas para formar una relación – sonríe
- Luna no es tonta – digo
- No, Luna no es tonta – acuerda – y eventualmente hubiese sido imposible no decirle la verdad. Pero, ella iba a salir lastimada

Pienso en la noche en que Peter se enteró, sus preguntas, sus suposiciones. Él no me creyó hasta que me mostré.

- Lo entiendo – digo, suavemente, mirando mis guantes
- ¿Cuánto sabe Peter? – pregunta – porque él no es ningún tonto - ¿mucho? – vuelve a preguntar al ver mi expresión
- Le he contado…bastante
- ¿Sobre mí?
- Sí

Sus ojos son más fríos cuando me mira.

- Te dije, no soy buena con los secretos
- Bueno, sí le escondiste algo. ¿no estás feliz de haberlo hecho? – está hablando de mi visión, por supuesto
- Sí – admito – aunque no sé si feliz es la palabra adecuada
- Lo sé

Junta sus manos en un aplauso. La silla está aproximándose a la cima de la montaña.

- Bueno, la charla seria ha terminado. Te traje aquí para divertirnos

Nos ajustamos los ski´s y nos lanzamos a la nieve, saliendo de la silla.

- Hagámoslo – dice, sonriendo

Casi ni pienso en mi madre durante toda la mañana. Thiago y yo formamos figuras mientras bajamos la colina. Jugamos como niños, chocándonos y haciendo carreras. Incluso subimos hasta la colina que él suele esquiar, la que es para profesionales. Me reta a esquiarla y lo hago bien durante un instante, pero cuando cojo demasiada velocidad, termino golpeándome.

- Para que sepas, es la última vez que confío en ti y en mis habilidades – digo
- Pero te ves tan linda llena de nieve
- Cállate y ayúdame a encontrar mi ski

Buscamos mis cosas por un momento, pero no hay rastro. Después de diez minutos, me convenzo a mí misma que la montaña se lo ha comido.

- Muchas gracias, Thiago
- No te preocupes, puede que la encuentren en el verano – bromea

No espera la bola de nieve que le lanzo a continuación. Explota en su pecho.

- ¡Ey! – protesta

Le lanzo otra, esta vez cae en su cabeza.

- Lo siento. No estaba apuntándote…

De pronto, empieza a quitarse los ski´s y sus elementos.

- ¿Qué estás haciendo? - pregunto
- Preparándome
- ¿Para qué?
- Para esto – dice antes de gritar y correr hacia mí

Empiezo a gritar cuando me coge y me lanza en la nieve.

- ¡No en mi abrigo! – chillo mientras inserta nieve dentro de mí

La nieve empieza a derretirse por mi cuello. Cojo un puñado de nieve y la lanzo contra su rostro. Luego, utilizo parte de mi fuerza de ángel para apartarlo de mí y terminar encima de él. Logro meter un poco de nieve dentro de su traje.

- Tiempo de rendirte – río
- Está bien – dice, sonriendo

Me detengo. Ambos estamos respirando fuerte, con nieve entre nuestros cabellos, mojando nuestras ropas. Lo miro. Hay nieve alrededor. Sus ojos brillan. Él ya no está intentando apartarse o pelearme. Se muerde el labio inferior por un segundo. Todo lo que tengo que hacer es cerrar los ojos y dejarme llevar.

- Inténtalo – dice en mi mente – descubramos que pasa después

Pero él también está dudando, lo siento. Me aparto, incómoda y hago lo mejor para pretender que lo que estuvo a punto de suceder casi no pasa. Él se sienta, quitando la nieve de sus hombros. Luego, alguien nos llama desde arriba; una persona de seguridad.

- ¿Todo bien ahí abajo?
- Sí – Thiago grita de vuelta – estamos bien – me mira, cambiando su expresión – lo encontré – dice – siempre estuvo aquí
- ¿Qué?
- Tu ski

Eso y algo más.

- Parece que te estás divirtiendo – es Peter, que me ha encontrado en el restaurante en el almuerzo

Mis mejillas se tornan rosadas y por suerte, Thiago está comprando la comida.

- Sí, diversión, diversión, diversión – respondo – creo que sé lo que estoy haciendo ahora. En la colina
- Me alegra que finalmente hayas decidido venir – sonríe
- Sí, bueno, he estado preocupada últimamente
- ¿Todo bien? – pregunta - ¿cómo está tu mamá?
- Está bien. Supongo que teniendo un tiempo difícil
- Cualquier cosa que pueda hacer, me gritas – dice – estoy aquí para ti
- Gracias
- ¿Quieres esquiar más tarde? Tengo que dictar clase hasta las cuatro, pero después podemos subir la montaña. Te apuesto que aún puedo enseñarte un par de cosas
- Eso suena genial pero…
- Probablemente tienes que ir a casa a ver a tu mamá – asume
- No, yo…

No necesito explicar nada, Thiago aparece detrás de Peter.

- Lo siento por tardarme tanto – dice, señalando mi hamburguesa – no sabía qué es lo que te gusta

Peter se voltea, mira a Thiago y luego me mira a mí. Repite la acción.

- A ella no le gusta la cebolla – dice - ¿viniste aquí con él?
- Eh, me dijo para venir y me pareció una buena idea. Necesitaba salir de casa

Peter asiente, ausente. De pronto noto que mi cabello sigue húmedo, mis mejillas rosadas, mi piel brillante, y no es por el frío. Nada pasó, me digo a mí misma. Tú y Thiago son amigos, y Peter lo entiende. Está bien ir a esquiar con tu amigo. Nada pasó.

- Lo siento - Thiago dice en mi mente – te estoy metiendo en problemas, ¿verdad?
- No, está todo bien
- De hecho tenía miedo de preguntarle – Thiago le dice a Peter
- ¿Es verdad? – pregunta Peter, cruzando sus brazos
- Fui a esquiar con ella el año pasado y casi nos mata a los dos
- Bueno, justo me estaba diciendo que ahora está mucho mejor – dice Peter
- La llevé a la colina más alta – dice Thiago – deberías haber visto la caída que tuvo
- ¿En serio? No sabía que se había caído
- Fue un golpe a lo grande – se burla Thiago
- ¿Aló? Estoy aquí – lo golpeo en el brazo
- Fue bastante –
- No fue gracioso – lo interrumpo – hacía frío
- Se supone que deberías de ser inmune al frío – dice – forma parte de la práctica
- Claro – intento no sonreír – práctica
- Suena increíble – dice Peter, mirando su reloj – está bien, tengo que irme. Algunos tenemos que trabajar

Se inclina y besa mi mejilla.

- Así que nos encontramos a las cuatro, ¿está bien? Puedo llevarte a casa si a Thiago no le importa
- No hay problema – dice Thiago – a las cuatro ella será toda tuya. Eso nos deja, ¿qué, tres horas para esquiar?
- Genial – dice Peter – intenta no hacerte daño, ¿está bien?

***

- ¿Estás bien? – le pregunto a Peter en el camino de regreso cuando no emite palabra
- Terminan la oración del otro – dice, estacionando al lado del camino – tú y Thiago. Cada uno termina la oración del otro
- Pitt. No es gran….
- Sí, si lo es. Es más que eso. Es como si pudieran leer la mente del otro – acaricio su brazo – te estaba haciendo sonreír – dice, suavemente, sin mirarme a los ojos
- Somos amigos. Estamos conectados – admito – siempre hemos estado algo conectados. Es por la visión. Sólo somos amigos
- ¿Sales con él como amigos? ¿Fuera del Club de Ángela?
- Un par de veces
- Un par de veces – repite, lentamente - ¿cuántas? ¿tres? ¿cuatro?
- Tal vez cinco o seis. No llevo la cuenta, Pitt
- Seis – dice – mira, eso es más que un par de veces
- Peter…
- ¿Y no me dijiste porque…? – suspiro
- No te dije porque no quería que estuvieses…. – no puedo decirlo
- Celoso – termina la frase – no lo estoy

Se recuesta contra el asiento, cierra sus ojos por un minuto y suelta un soplido,

- ¿Sabes qué? Estoy completamente celoso – abre sus ojos y me mira – wow, odio ser ese chico. Toda la tarde he estado a punto de romper algo, como Hulk. ¿Supongo que es atractivo, verdad?

No sé si está hablando en serio así que lo tomo como broma.

- De hecho, es tierno. El verde definitivamente es tu color
- Aunque no puedes culparme. Estabas muerta por Bedoya el año pasado
- Pero eso fue porque pensé que él era….
- Tu destino. ¿Por qué eso no me hace sentir mejor?
- ¿Quién está terminando mis oraciones ahora? Él y yo somos amigos – insisto – admito que estuve obsesionada con la idea de Thiago el año pasado. Pero esa fue una idea. Ni siquiera lo conozco. Tú eres el verdadero reto – ríe
- Soy el verdadero reto – tose
- Thiago es mi pasado. Tú eres mi futuro. Tú eres mi presente – digo, rápidamente, pero no ayuda
- Mierda Zanahoria – resiste la sonrisa - ¿acabas de decir que soy El Correcto ahora?
- Lo siento
- Así que tú y Thiago son amigos. Eso está bien. Puedo soportarlo. Pero dime una cosa: ¿algo ha pasado entre tú y Thiago, de verdad. No en tus visiones, sino en la vida real, algo que deba de saber? ¿Incluso antes de que empezáramos a salir?
- No. Nada ha pasado – y él me cree

jueves, 5 de julio de 2012

Santificado: Doce

La ausencia de certeza (parte uno)

Cierro mi libro de física, he estado intentando resolver un problema sin éxito. Tantas cosas que hay que hacer para obtener buenas notas; pero, ¿a quién le importan las notas ahora? Ya he aplicado a distintas universidades, pero tal vez no debería ir. Stefano cumplirá dieciséis cerca a la muerte de mi madre y él me va a necesitar para ese entonces. Soy su única familia.

Me recuesto en mi cama y cierro los ojos. Los días han empezado a ser como un borrón. Semanas han pasado desde que mi madre me confirmó su muerte. Voy al colegio como si nada hubiese cambiado. Regreso a casa, hago mi tarea, me baño y me lavo los dientes. Hemos tenido pocas reuniones del Club del Ángel, pero eso ya no parece importante ahora. Incluso Stefano ha dejado de asistir. Intento pretender que todo está más que bien, saliendo en citas dobles con Peter, Cande y Agus. Pero es como si alguien hubiera apretado el botón de pausa en mi vida. 

Algo golpea contra mi ventana. Abro mis ojos, asustada. Me toma unos segundos darme cuenta que hay alguien lanzando bolas de nieve contra mi ventana. Me apuro para abrirla y justo una bola es lanzada en mi dirección, pero logro evitarla.

-¡Ey! - grito
-Lo siento - es Thiago que está en la entrada de la casa - no quería lanzarla hacia ti
-¿Qué estás haciendo? - pregunto
-Intentando atraer tu atención
-¿Qué quieres? - pregunto, al ver su camioneta estacionada
-He venido a sacarte de la casa
-¿Por qué?
-Has estado aquí toda la semana, aburrida - dice - necesitas salir. Necesitas divertirte
-Y tú te has apuntado como la diversión
-Sí - responde, sonriendo
-¿A dónde me vas a llevar? Asumiendo que esté tan loca para aceptar salir
-A la montaña, por supuesto

La montaña. Claro, como si sólo hubiese una. Pero mi corazón empieza a latir rápido porque sé exactamente a qué se refiere.

-Vamos, iremos a esquiar

Bueno, no puedo decirle que no a esquiar. Así que una hora después, estoy sentada al lado de Thiago en una de las sillas voladoras, comiendo uno de sus caramelos famosos. 

-Ahí está - dice Thiago, mirándome
-¿Ahí está qué?
-La sonrisa. Siempre sonríes cuando esquías
-¿Cómo lo sabes? - lo reto, aunque sé que es verdad
-Te vi el año pasado
-Bueno sí. Y, cuando tu esquías haces una mueca divertida con tu boca - me mira, perplejo
-No
-Claro que sí. También te he visto

Aparto la mirada de sus ojos. Recuerdo el año pasado, todo fue mágico cuando de pronto terminé hablando con él, en verdad hablando, por primera vez. Ahora no quiero hablar y él nota aquello.

-Puedes hablar conmigo, Mar
-¿No sería más fácil que leas mi mente?
-No escaneo tu mente cuando quiero, Mar
-Pero, podrías - se encoge de hombros
-Mi poder es impredecible cuando se trata de ti
-Es increíble que cualquier cosa en tu vida puede ser impredecible - digo
-Leer mentes no es tan divertido. Quiero decir, ¿cómo te puede gustar sabiendo que al caminar por los pasillos del colegio vas a saber exactamente lo que la gente piensa de ti?
-Eso apesta
-Pero, contigo es diferente - agrega - es como si, a veces, simplemente me hablaras sin saber que lo estás haciendo. No sé como bloquear eso, no quiero hacerlo
-Bueno, no es justo. Ni siquiera tengo la oportunidad de saber lo que piensas. Eres el Señor Misterioso que sabe más que lo yo sé pero que no me dice nada
-La mayor parte del tiempo, cuando escucho lo que piensas, es que quieres que me aleje - suspiro
-Thiago
-Si quieres saber que pasa por mi mente, pregúntame - dice - pero tengo la ligera impresión que no quieres saberlo
-Ey, quiero saber todo - protesto, aunque no es del todo cierto

Porque no quiero entender cómo hubiese sido nuestro futuro si no hubiera escogido a Peter. No quiero sentir lo que él siempre me hace sentir: confusión, miedo, emoción, culpabilidad, al tanto de todo lo que él y yo sentimos. No quiero necesitarlo.

-Quiero saber cuál era mi verdadero propósito - continúo - ¿por qué simplemente alguien no puede venir y decirme: este es tu propósito? ¿Sería mucho pedir? ¿O dónde estaba mi hermano esa noche en el bosque? ¿O el novio secreto de Ángela? También quiero saber por qué un Alas Negras está enamorado de mi madre, y cuál es su propósito y por qué a pesar de que se está muriendo no me cuenta toda la verdad. ¿Todo esto es un castigo por fallar con mi propósito? Lo que me regresa a: ¿cuál es mi maldito propósito? Porque en serio quiero saber - Thiago sacude su cabeza
-Wow. Así que Ángela tiene un novio secreto....
-Mierda, no debí decirte eso
-No, no debiste - ríe - pero no le diré, aunque ahora me da curiosidad
-No soy buena con los secretos - digo, gruñiendo
-No creo que estés siendo castigada - dice, mirándome - ni siquiera sé cuál es mi propósito. Pero sí sé que si no hubieses tenido tu visión sobre el incendio, nunca hubieses venido aquí. No estaríamos sentados en este momento aquí. Si tu madre te contaba acerca de la congregación antes, hubieras estado en la última reunión, a la que fui, y nos hubiésemos encontrado ahí, después del incendio. Todo sería diferente, ¿verdad?
-Se siente como una prueba - digo, recostándome en la silla, mirando las nubes - como si fuera un largo examen y ahora ésta visión del cementerio es la siguiente pregunta. Aunque parece que no tengo que hacer nada. Al menos, en el incendio, sabía que tenía que hacer algo
-¿Qué se supone que tenías que hacer? - pregunta
-Salvarte. Solo que parece que no tenía que hacer eso, ¿verdad?
-Esa es la parte difícil - dice - la ausencia de la certeza - y, si fuese un examen, ¿cuál crees que es la respuesta?

Tú, pienso, la respuesta se supone que deberías de ser tú, pero no lo digo. Supongo que aún sigo combatiendo mi propósito, aunque ahora sé que es mi madre quién va a morir y no Peter. Aún parece como si tuviera que elegir entre Peter y Thiago. 

-No tengo idea - finalmente respondo

miércoles, 4 de julio de 2012

Santificado: Once

Paraíso perdido (parte tres)

- Así que una emergencia – digo

Ángela nos ha citado con urgencia en su casa, a todo el club: Stefano, Thiago y yo.

- He estado investigando acerca de la duración de la vida de los ángeles de sangre – dice mi amiga
- ¿Esto tiene algo que ver con la edad del profesor de historia? – pregunto
- Sí. Después de verlo en la congregación la semana pasada, me dio curiosidad. El profesor es un Quartarius, estoy casi segura, pero se ve más viejo que tu madre, que es un Dimidius. Así que por eso estoy confundida. O el profesor es mucho mayor que tu madre – continúa con la explicación – o tu madre tiene una edad distinta. Lo que me hace pensar que los Quartarius deben vivir alrededor de doscientos y veinte y cinco años…
- Continúa – digo, cuando se detiene a pensar
- Pensé que los Dimidius, que eran mitad humanos, podían vivir al menos el doble, entre doscientos y doscientos cincuenta y cinco años. Así que tu madre estaría a la mitad de esa edad – continúa sin mirarme a los ojos
- Suena como si supieras todo – dice Thiago
- Pensé que sí – dice, tragando fuerte – pero luego leí esto – sostiene su libro entre sus manos y empieza a leer – “Cuando los hombres empezaron a aumentar en número en la tierra, y sus hijas nacieron, los hijos de Dios vieron que las hijas de los hombres eran hermosas, y se casaron con las que escogieron. El señor dijo, Mi espíritu no se quedará en el hombre para siempre, porque es mortal, sus días serán ciento y veinte años….”

Luego continúa leyendo todo el pasaje hasta que finalmente lo comprendo.

- Dios quiere que seamos mortales – digo
- No importa si somos capaces de vivir cientos de años. No vivimos más de ciento y veinte – concluye Ángela – he estado investigando toda la noche y no he encontrado ningún ángel de sangre que haya vivido más de eso
- Estás loca Ángela – dice Stefano, levantándose de pronto
- Stefano.. – dice mi amiga
- No es verdad – dice él - ¿cómo puede ser posible? Está completamente sana
- Está bien – digo lentamente – hay que calmarnos todos. Así que tenemos ciento y veinte años. ¿No hay problema, verdad?
- Mar – susurra Thiago

Ahí lo entiendo. He sido una estúpida. ¿Cómo pude no haberme dado cuenta? Aquí estoy, pensando que todo estará bien, que ciento y veinte años están bien, porque al menos podemos ser jóvenes y fuertes. Como mi madre. Mi madre que nació en 1890, aquella que cumplió ciento y veinte años hace unas semanas.

Me empiezo a marear.

- Me tengo que ir – digo, poniéndome de pie tan rápido que casi lanzo la silla
- ¡Mar! – me llama Ángela – Stefano..¡esperen!
- Déjalos ir – escucho que dice Thiago – tienen que ir a casa

No recuerdo cómo es que conducimos de regreso. Sólo sé que estaba de pronto ahí, estacionada en la entrada, con mis manos apretando fuerte el timón del auto. Parte de mi quiere irse de aquí, no quiero entrar. Pero tengo que hacerlo, tengo que saber la verdad. Ángela no está mal, no está loca. No es el funeral de Peter en mi sueño, es el de mi madre.

Por un lado tengo el alivio que Peter no va a morir, pero al mismo tiempo, quiero llorar, vomitar, lanzarme al vacío y dejar de sentir el dolor en el pecho. Mi madre va a morir.

Salgo del auto y camino lentamente hacia la entrada de la casa. Stefano está a mi lado y entra primero, pasando la cocina y hacia la oficina de mi madre. Cuando abro la puerta, veo a mi madre leyendo algo en la computadora, su rostro en plena concentración.

- Hola, mi amor – dice cuando me ve – estoy feliz de que hayas vuelto. Realmente necesito hablar contigo…
- ¿Los ángeles de sangre sólo viven ciento y veinte años? – suelto de pronto

Su sonrisa se esfuma. Me mira a mí y a Stefano, que está detrás. Luego regresa a su computadora y la apaga.

- ¿Ángela? – pregunta
- ¿Qué importa cómo lo sé? ¿Es verdad? – suelto
- Entren – dice – siéntense

Me siento en una de las sillas. Stefano cruza sus brazos sobre su pecho.

- Así que te estás muriendo – dice Stefano, con voz monótona
- Sí

Stefano suelta sus brazos, dolido. Creo que esperaba que le negara la afirmación.

- ¿O sea que, vas a morir porque Dios decidió que no deberías vivir tanto tiempo?
- Es más complicado que eso – dice – pero en resumen es eso
- Pero no es justo. Aún eres joven
- Stefano – dice mi madre – cálmate
- ¿Cómo es que sucede? – pregunto
- No estoy segura. Varía de acuerdo a la persona. Pero me he estado poniendo más débil conforme pasan los días, desde el invierno pasado

Los dolores de cabeza que ha estado teniendo. La fatiga que decía que era por problemas en el trabajo. La frialdad en sus manos y pies. Las ojeras debajo de sus ojos. No puedo creer que no me haya dado cuenta antes.

- Así que te estás poniendo más débil – digo – y, ¿luego qué, desaparecerás?
- Mi espíritu dejará este cuerpo
- ¿Cuándo? – pregunta Stefano
- No lo sé – nos dice con tristeza
- Invierno – digo, es lo único que sé - ¿cuándo planeabas decirlo?
- Tenías que enfocarte en tu propósito no en mí – sacude su cabeza – y supuse que estaba siendo muy egoísta. No quería morirme todavía, te iba a decir ahora. Intenté decírtelo esta mañana….
- Pero hay algo que podemos hacer – interrumpe Stefano – algún poder superior al que podamos acudir, ¿verdad?
- No, mi amor – responde, gentilmente
- Podemos rezar o algo – insiste
- Todos morimos, incluso los ángeles de sangre – se levanta y coloca sus manos encima de las de Stefano – es mi turno ahora
- Pero te necesitamos – suelta - ¿qué nos va a pasar?
- He estado pensando mucho en eso – dice mi madre – creo que lo mejor para ustedes es que se queden aquí, que terminen el colegio. Así que le diré a Emi que los cuide, ella está de acuerdo. Si es que está bien para ustedes
- ¿Y papá? – pregunta Stefano - ¿Papá sabe?
- Tu padre, él no…él no tiene los recursos para cuidar de ustedes
- No tiene tiempo, querrás decir – agrego
- No puedes morirte, mamá – dice Stefano – no puedes

Ella lo abraza y por un segundo, él se resiste pero luego se deja caer, temblando mientras ella lo mima. Siento un nudo en la garganta, pero no lloro. Quiero estar molesta con ella, acusarla por ser una mentirosa durante toda mi vida, gritarle que nos está abandonando, pero no lo hago. Me acuerdo de lo que me dijo esta mañana sobre la muerte. Pensé que estaba hablando de mí y Peter, pero ahora entiendo que estaba hablando de nosotras.

Me muevo de mi silla, hacia Stefano. Mi madre me mira, sus ojos brillando con lágrimas. Abre sus brazos para que entre y me estrecho contra su cuerpo, junto a Stefano. No puedo sentir nada, es como si estuviera flotando, de alguna manera, desconectada. No puedo respirar.

- Los amo – dice mi madre, contra mi pelo – han hecho que mi vida sea extraordinaria. Vamos a hacer esto, juntos. Todos vamos a estar bien

En la noche, sin poder contener más mi angustia y aquellos pensamientos de no ver más a mi madre, llamo a Peter.

- Necesito hablar con Peter – digo, cuando Cande contesta
- Eh…digamos que ha perdido sus privilegios con el teléfono
- Can, por favor – digo y mi voz se quiebra – necesito hablar con Peter
- Está bien

Escucho que corre hacia Peter y que le dice que algo anda mal conmigo.

- Hola, Zanahoria – dice cuando contesta - ¿qué pasó?
- Es mi madre – susurro – es mi madre

Hay un movimiento afuera en mi ventana. Thiago. Puedo sentir su preocupación, quiere decirme que lo entiende. Él también perdió a su madre, no estoy sola. Pero está intentando no decirlo, porque sabe que últimamente aquellas palabras son inútiles en momentos como éste. Él sólo quiere sentarse conmigo por horas, si es lo que necesito. Él me va a escuchar, me va a abrazar. Peter no dejó de decir que lo sentía, una y otra vez, y supe que no sabía que más decir; así que le dije que tenía que irme.

Me levanto y me acerco a la ventana, mirando por un instante a Thiago. Él está aquí para mí, siempre ha estado, de alguna u otra manera. Tengo la urgencia de llamarlo, pero luego me alejo de la ventana. Me digo a mí misma que no quiero sentirme mejor. No debería de haber felicidad o consolación en todo eso, quiero está devastada. Así que me alejo de Thiago hacia el baño para ponerme la ropa de dormir. Ignoro la presencia de Thiago cuando salgo del baño y él sigue ahí. Se debe de estar congelando ahí afuera, con la nieve cayendo; pero alejo aquel pensamiento.

Me recuesto en la cama, mi espalda contra la ventana, y las lágrimas finalmente llegan, corriendo por mi rostro, en mis ojos, en mi almohada. Me recuesto por un rato largo, tal vez por horas, y cuando estoy a punto de quedarme dormida, escucho el aleteo de las alas de Thiago, mientras se va volando.