viernes, 22 de febrero de 2013

Ángeles Caídos #3: Epílogo

El sol había quemado durante la mitad del día cuando Peter aparcó la moto en frente de mi casa. Me deslicé fuera de la misma, con una sonrisa tonta en mi rostro, un brillo cálido permeando cada pulgada de mi piel. Perfección.

No podía decir que iba a durar, pero quería vivir el momento. Ya había decidido lidiar con mi nueva sangre pura Nephil, y todas las consecuencias que traería consigo, incluyendo cómo mi transformación se manifestarían, junto a liderar el ejército de Hank. 

Ahora mismo, tenía todo lo que podía pedir. No era una lista larga, pero era una muy satisfactoria, empezando con el amor de mi vida de regreso a mis brazos.

-Me divertí anoche – le dije a Peter, quitándome el casco – Oficialmente estoy enamorada de tus sábanas.
-¿Sólo de eso estás enamorada?
-No. También de tu colchón.

Una sonrisa atravesó los ojos de Peter.

-Mi cama es una invitación abierta.

No había dormido con la “Línea de No Cruzar” por el medio de la cama, porque no habíamos dormido juntos, punto final. Yo tomé la cama y Peter el sofá. Yo sabía que él quería más de mí, pero yo también sabía que él quería que mi cabeza estuviera en el lugar correcto. Él dijo que podía esperar, y le creía.

-Dame una pulgada, yo tomaré una milla – le advertí – Deberías preocuparte que tal vez te lo confisque.
-Me considero un hombre de buena suerte.
-El único inconveniente de tu casa es la falta de elementos de aseo. ¿No hay acondicionador? ¿No hay lápiz labial? ¿Protector solar? – apunté la puerta con mi pulgar – Tengo que lavarme los dientes y necesito una ducha.

Él sonrió, saltando fuera de la moto.

-Ahora, esa si es una invitación.

Poniéndome de puntitas de pie, lo besé.

-Cuando termine, será EL día. Iré donde Cande a recoger a mamá, y les contaré a ambas la verdad. Hank se ha ido, y es tiempo de decir las cosas claras.

Abrí la puerta de mi casa, dejando mis llaves en la encimera. Apenas había dado tres pasos cuando Peter me agarró por el hombro. Una mirada a su cara y supe que algo andaba mal. Antes que Peter pueda protegerme detrás de su cuerpo, Benjamín salió de la cocina. Hizo una seña con sus manos y dos Nephil se movieron por el pasillo a su lado. Ambos parecían de la edad de Benja. Me miraron con curiosidad.

-Benja – dije, acercándome hacia él.

Lancé mis brazos a su alrededor, abrazándolo con fuerza.

-¿Qué sucedió? ¿Cómo escapaste?
-Dadas las circunstancias, estaba decidido que sería más efectivo que estuviera el frente que encerrado. Lali, conoce a Maxi y a Tono – dijo – Ambos son los primeros tenientes del ejército de la Mano Negra.

Peter cruzó hacia nosotros.

-¿Trajiste a estos hombres a la casa de Lali? – dijo él, mirando a Benjamín, como si quisiera romperle el cuello.
-Tranquilo, hombre. Ellos son geniales, se puede confiar.

Peter rió bajo y de forma depredadora.

-Noticias tranquilizadoras viniendo de un conocido mentiroso.
-¿Seguro que quieres jugar así? Tú también tienes tantos o más esqueletos en tu armario.
-Hank está muerto – le dije a Benja.

Él asintió.

-Lo sabemos. Muéstrale la señal, Maxi.

Maxi dio un paso hacia adelante. Era alto y musculoso, moreno y de rulos. Extendió su mano, un anillo idéntico al que Benjamín había arrojado al océano encajaba perfectamente en su dedo. Brillaba de un color azul salvaje, y la luz parecía permanecer detrás de mis ojos a pesar que los cerraba.

-La Mano Negra me dijo que eso sucedería si él moría – explicó Maxi – Benjamín tiene razón. Es una señal.
-Por eso es que fue liberado – dijo Benja – El ejército es un pandemonio. Nadie sabe qué hacer. Cheshvan ya está por llegar y los planes que había hecho la Mano Negra, están en el aire. Los hombres de Hank han perdido a su líder, están empezando a entrar en pánico.
-¿Te liberaron porque sabían dónde podías encontrarme? – pregunté.
-Como dije, estos chicos son de confiar. Ellos ya han confiado ser fieles a ti, así que no te obligarán a nada. Tenemos que conseguir a aquellos Nephils que estén detrás de ti, antes que esto enloquezca. 
-Antes a su muerte, la Mano Negra me notificó que tu acordaste tomar el rol de líder después de su muerte – dijo Maxi.

Tragué con fuerza, sin esperar que este momento llegara tan rápido. Sabía lo que tenía que hacerse, pero esperaba más tiempo. 

-Sí, juré lealtad de liderar el ejército de Hank. Esto es lo que va a suceder. No va a ver una guerra. Regresa donde tus hombres y diles que abandonen. Entrar en guerra en este punto sería un suicidio. Los ángeles caídos ya están planeando la retribución, y nuestra única esperanza es dejar en claro que no vamos a pelear contra ellos. No de esta forma. Se ha terminado y puedes decirle a tus hombres que ésa es una orden.

Maxi sonrió, pero su expresión tenía un filo.

-Prefiero no discutir esto con un ángel caído dando vueltas por aquí – dijo, nivelando sus ojos hacia Peter - ¿Nos das un minuto?
-Creo que es bastante obvio que decirle a Peter que se vaya, es bastante inútil. Voy a contarle todo – dije – Cuando juré ante Hank, nunca dije nada sobre terminar con Peter. Así es: Tú líder Nephil está de novia con un ángel caído.

El cortante asentimiento de Maxi fue una aceptación.

-Entones dejemos en claro una cosa. Esto no ha terminado. Paralizado, quizás. La Mano Negra estimuló una revolución, y terminarla no va a ser suficiente para calmar los ánimos. 

-No estoy preocupada por ello, sino por la raza Nephil como un todo. Estoy pensando en qué es lo mejor para todos.

Benja, Maxi y Tono compartieron una mirada silenciosa. 

-Entonces tenemos un problema más grande –agregó Maxi – Porque los Nephil creen que la rebelión es lo mejor para ellos.
-¿Cuántos Nephils? – preguntó Peter.
-Cientos. Suficientes para llenar una ciudad – dijo Maxi – Si no los lideras hacia la libertad, romperás tu promesa. En poco tiempo, tu cabeza estará en discusión, Lali.

Miré a Peter. 

-Mantén tu posición – habló en mi mente – Diles que la guerra se ha terminado y no hay lugar para una negociación.
-Juré lealtad a Hank, de liderar su ejército – le dije a Maxi – Nunca prometí libertad.
-Si no declaras la guerra a los ángeles caídos, instantáneamente vas a crear enemigos, con cientos de Nephils – él respondió. 

Y si lo hago, pensé, también le declararé la guerra a los arcángeles. Ellos permitieron que Hank muera porque Peter prometió que yo calmaría a los rebeldes.

Regresé mi atención a Peter y supe que él compartía el mismo pensamiento que yo. De cualquier forma, la guerra estaba viniendo. Todo lo que tenía que hacer ahora era decidir mi oponente.

***

Fin del libro!!!
Pronto estaré posteando el último del Designio del Ángel, para después continuar con el final de esta saga.
Gracias por estar!

Ángeles Caídos #3: Treintaitrés

Mil perdones por la demora, estos días han sido caóticos.
Aquí les dejo el capítulo.
Disfruten :)

PD: Mil Gracias por los comentarios!! En un ratito subo el Epílogo.

***


Peter no se molestó en cavar una tumba para el cuerpo. Estaba oscuro, una hora o dos antes que amanezca, y él lo arrastró hacia la costa, más allá de las rejas del Parque, y con un golpe de su bota, lo hizo rodar por el barranco, hacia el océano.

-¿Qué le pasará? – pregunté, acurrucándome en él, buscando calidez.

-La corriente lo arrastrará, y los tiburones tendrá una presa fácil.

Sacudí mi cabeza, para darle a entender que me había malentendido.

-¿Qué le pasará a su alma? 

Peter se quedó en silencio, pero me sostuvo con más fuerza, cerrando sus brazos protectoramente a mí alrededor. Corrió sus manos por mis brazos.

-Estás congelada. Déjame llevarte de regreso a mi casa.
-¿Qué sucede ahora? – susurré – Maté a Hank. Tengo que liderar a estos hombres, ¿pero, qué les haré?
-Lo descubriremos – dijo Peter – Pensaremos en un plan, y estaré a tu lado hasta que logremos superarlo.
-¿Realmente crees que será así de fácil?

Peter un corto sonido de sorpresa.

-Si quisiera algo fácil, me encadenaría en el infierno al lado de Rixon.

Me quedé mirando las olas, que se deshacían en pedazos cuando chocaban contra las rocas.

-¿Cuándo hiciste el trato con los arcángeles, no estaban preocupados de que tú hablaras? Esto no debe verse bien para ellos. Todo lo que tendrías que hacer es expandir los rumores que el devilcraft no puede ser utilizado, y tendrías que incitar un frenético festín ilegal entre Nephils y ángeles caídos.
-Hice un juramento de no hablar. Eso fue parte del trato.
-¿Podrías haber pedido algo a cambio por tu silencio? – pregunté.

Peter se tensó, y sentí que había adivinado la dirección de mis pensamientos.

-¿Importa? 

Lo hacía. Ahora que Hank estaba muerto, la neblina rodeando mi memoria, se estaba quemando como nubes debajo del sol. No podía recordar completamente las memorias, pero las imágenes estaban ahí. Estaba empezando a recordar por todo lo que Peter y yo habíamos pasado y luchado. Las pruebas de traición, lealtad, confianza. Sabía lo que le hacía reír, lo que lo enojaba. Conocía su profundo deseo. 

-¿Podrías haberles pedido que te conviertan en humano?

Lo sentí exhalar lentamente, y cuando habló, hubo una cruda honestidad en su voz.

-La respuesta corta a esa pregunta es sí. Podría haberlo hecho.

Lágrimas nublaron mi visión. Estaba aturdida por mi propio egoísmo, aunque racionalmente, sabía que yo no había hecho que Peter tome sus decisiones por mí. Pero, aún así, él las había hecho por mí, y me sentía culpable.

-No, escúchame – dijo Peter, al ver mi desacuerdo – La respuesta larga a esa pregunta es que todo sobre mí ha cambiado desde que te conocí. Lo que quise por cinco meses atrás es diferente a lo que quiero ahora. ¿Quiero un cuerpo humano? Sí, mucho. ¿Es mi prioridad más alta? No – me miró con ojos serios – Dejé todo lo que quería por algo que necesito. Y te necesito a ti, Ángel. Más de lo que creo que algún día sabrás. Eres inmortal ahora. Y yo también. Eso es algo.
-Peter… - empecé, cerrando mis ojos.

Su boca rozó el lóbulo de mi oreja, mandando un aleteo por todo mi cuerpo.

-Te amo – dijo, con voz afectiva – Me haces recordar quién solía ser. Me haces querer ser ese hombre de nuevo. Ahora mismo, sosteniéndote, siento que tenemos una chance te combatir todo, juntos. Soy tuyo, si me aceptas.

Así de simple, me olvidé que estaba completamente empapada, temblando y por ser la próxima líder de una sociedad Nephil con la que no tenía nada que ver. Peter me amaba. Nada más importaba.

-Yo también te amo – dije.

Inclinó su cabeza hacia mi garganta, gruñendo suavemente.

-Te amo antes que tú me amaras. Es la única cosa en la que te he vencido, y la sacaré a relucir cada vez que pueda.

Su boca, presionada contra mi piel, tomó una curva diabólica.

-Vayámonos de aquí. Te llevaré a mi casa, esta vez para bien. Tenemos negocios inconclusos, y creo que es tiempo de hacer algo con ello.

Dudé, una gran pregunta en mi mente. El sexo era un gran dilema. No estaba segura si estaba lista para complicar nuestra relación, o mi vida, de esa forma. Si un ángel caído se acostaba con una humana, creaba un Nephil, ¿qué sucedía cuándo un ángel caído se acostaba con un Nephil? 

-Aún no – dije.

Peter arqueó una ceja.

-¿Aún no quieres irte, o aún no quieres vivir conmigo?
-Tengo preguntas.

Una sonrisa colgó en su boca, pero se notó la duda en él.

-Debería haber sabido que sólo me tenías aquí para responder preguntas.
-Bueno, eso y tus besos. ¿Alguien alguna vez te ha dicho que eres un increíble besador?
-La única persona cuya opinión me importa, está acá mismo – alzó mi mentón para nivelar nuestros ojos – No tenemos que regresar a mi casa, Ángel. Puedo llevarte a casa, si es lo que quieres. O si decides que quieres dormir en mi casa, en lados opuestos de mi cama, con una “Línea de No Cruzar” por el medio, entonces hazlo. No me gustará, pero lo haré.

Influenciada por su sinceridad, metí mi dedo debajo de su camisa, intentando encontrar el gesto correcto para mostrarle mi apreciación. Mi nudillo acarició la piel que estaba debajo, y el deseo me estremeció. ¿Por qué, por qué él hacía que fuese tan fácil sentir tanto, sensaciones completas, devoción y fuego, y olvidara la razón?

-Si no lo has adivinado todavía – dije – Yo también te necesito.
-¿Ese es un sí? – preguntó, empujando sus dedos a través de mi pelo, llegando hasta mis hombros y buscando mi rostro – Por favor, que sea un sí. Quédate conmigo esta noche. Déjame sostenerte, aunque eso sea todo. Déjame mantenerte a salvo.

Como respuesta, deslicé mis dedos entre los suyos, entrelazándonos. Acepté su beso con una atrevida rebeldía, ávidamente y despreocupada, sintiendo que su toque debilitaba mis extremidades, derritiéndome en lugares que no sabía que existían. Rompiéndome, un beso a la vez, llevándome más y más allá, fuera de control, fundiéndome en un calor sólido, oscuro y provocativo, hasta que sólo quedó él, y sólo quedé yo. Hasta que no supe dónde yo terminaba y él empezaba.

martes, 19 de febrero de 2013

Ángeles Caídos #3: Treintaidós

Mi respiración se calmó mientras los brazos de Peter estaban a mí alrededor, protegiéndome. Estábamos sentados en el suelo de su habitación, yo inclinada contra él. Peter me estaba arrullando gentilmente, murmurando suaves sonidos en mi oído.

-Vi todo. Usaste a Gabe y a sus amigos para que no quede nadie en el almacén y lograr que ella quede a solas.
-Sí.
-¿Gabe encontró a Hank y lo hizo jurar lealtad?
-No. Él lo hubiese hecho, pero yo atrapé primero a Hank. Tenía a Agus esperando afuera del almacén. Cuando Hank salió, ella lo atrapó. Cuando regresé aquí y vi que no estabas, pensé que él te tenía. Llamé a Agus y traje aquí a Hank para interrogarlo. Siento lo de Agus – se disculpó – La llevé conmigo porque no me importa lo que le suceda a ella. Ella es desechable, tú no.
-No estoy enojada – dije.

Agustina era la menor de mis preocupaciones. Tenía una preocupación mucho mayor. 

-¿Los arcángeles votaron? ¿Qué le va a suceder a Hank?
-Antes de votar, querían hablar conmigo. Dado todo lo que ha sucedido, no confían en mí. Les dije que si me dejaban matar a Hank, ya no tendrían que preocuparse por el devilcraft. También les recordé que si Hank muere, tú te convertirás en el líder de su ejército Nephil. Les prometí que detendrías la guerra.
-No importa lo que tome – dije – quiero que Hank desaparezca. ¿El voto fue unánime?
-Ellos querían este desorden detrás. Me han dado luz verde contra Hank. Tenemos hasta que salga el sol.

Fue ahí cuando noté la pistola en el suelo, al lado de su pierna.

-Prometí que no te quitaría este momento, y si aún deseas eso, entonces cerraré mi argumento en el tema para siempre. Pero no puedo dejarte ir sola. La muerte de Hank se quedará contigo para siempre. No podrás retroceder el tiempo y nunca lo olvidarás. Lo mataré yo, Lali. Lo haré si me lo permites. La opción está ahí. Tú debes hacer la elección y me mantendré a tu lado sea cual sea la decisión que tomes, pero quiero que estés preparada.

No temblé. Cogí la pistola.

-Quiero verlo. Quiero verlo a los ojos y ver su remordimiento cuando se de cuenta dónde lo han dejado sus decisiones. 

Peter aceptó mi decisión con asentimiento. Me guió por el corredor secreto. Sólo había una luz que parpadeaba. Las llamas iluminaban los primeros pasos del corredor, pero después de eso, no podía ver nada más que la sofocante negrura. Seguí a Peter hacia lo profundo hasta que al final apareció una puerta. 

Adentro, Hank estaba listo. Se lanzó hacia Peter, pero esposas cortaron su camino, con sus puños en el aire. 

-No seas tonto, no creas que vas a salirte con la tuya – dijo Hank, riéndose.
-¿Así como pensaste que podrías burlarte de los arcángeles? – fue la respuesta de Peter.

Los ojos de Hank se entrecerraron. Su mirada cayó a la pistola en mi mano, registrándola por primera vez. 

-¿Qué es eso? – él preguntó.

Alcé la pistola, apuntando hacia Hank. Me dio satisfacción al ver su cara nublarse en confusión, luego hostilidad.

-¿Alguien me puede decir qué está sucediendo? – espetó.
-Tu tiempo se ha terminado – le dijo Peter.
-Hemos hecho nuestro acuerdo con los arcángeles – dije.
-¿Qué acuerdo? – gruñó Hank, lleno de ira.

Apunté a su pecho.

-Ya no eres inmortal, Hank. La muerte vino a tocar la puerta después de todo.

Él dio una risa incrédula y corta, pero el aterrado brillo en sus ojos me dijo que él me creía.

-Me pregunto cómo será para ti tú próxima vida – murmuré – Me pregunto si ahora mismo estás arrepintiéndote de la vida que construiste. Me pregunto si estás volviendo a pensar en cada decisión, e intentando descubrir en qué momento todo salió mal. ¿Recuerdas las incontables personas que utilizaste y heriste? ¿Recuerdas cada uno de sus nombres? ¿Ves a mi madre? Eso espero. Espero que su cara te cace. La eternidad es un largo tiempo, Hank.

Hank se movió contra las cadenas violentamente.

-Quiero que recuerdes mi nombre – continué – Quiero que recuerdes que te hice lo que tú me hubieras hecho a mí. Mostrar poca piedad. No voy a liderar tu ejército, porque tú no morirás. De hecho, vas a vivir un poquito más de tiempo. Garantizado, no vivirás donde siempre. A menos que Peter intente subirte de nivel – alcé mis cejas hacia Peter, pidiéndole que pese mis palabras.

-¿Qué estás haciendo Ángel? – dijo en mi mente.

Sorprendida, pude hablarle en su mente, vino naturalmente. Un movimiento instintivo se sintió en mi cerebro, y canalicé mis palabras con poder mental.

-No voy a matarlo. Y tú tampoco, así que no idees nada.
-¿Y los arcángeles? Tenemos un trato.
-Esto no está bien. Su muerte no debería ser nuestra culpa. Pensé que esto era lo que quería, pero tienes razón. Si lo mato, nunca me olvidaré y no quiero eso. Quiero continuar con mi vida. Estoy tomando la decisión correcta. 

Para mi sorpresa, Peter no discutió.

-Prefiero frío, oscuridad y apretado – dijo Peter, mirando a Hank – Y haré una prueba de sonido. De esa manera, no importa cuánto grites, sólo tendrás tu propia miseria de compañía.
-Gracias – le dije a Peter.

Una sonrisa débil se expandió en su cara.

-La muerte era demasiado buena para él. Más divertido de esta forma.
-Esto es lo que te pasa por creerle a Agustina – le dije a Hank – Ella no es una profetisa, es una psicópata. Vive y aprende.

Le di a Hank una oportunidad para sus palabras finales, pero como esperé, no dijo nada. En lugar de eso, el último intercambio de Hank vino en forma de una sonrisa extraña y débil. El efecto me puso nerviosa, pero supuse que eso es lo que él quería.

Un silencio llenó la pequeña celda. La tensión en el aire se escapó. Desvaneciéndose todo pensamiento sobre Hank, estuve completamente al tanto de Peter, a mi lado. Hubo un cambio distintivo en el aire, cambiando de incerteza a alivio. El cansancio se drenó dentro de mí. Mis manos empezaron a temblar. Mis rodillas también, luego mis piernas. Las paredes de la celda, el aire, incluso Hank, parecían dar vueltas. La única cosa manteniéndome de pie, era Peter.

Sin advertencia, caí en sus brazos. Él me presionó contra la pared con la fuerza de un beso. Un temblor de alivio onduló a través de él, y yo hundí mis dedos en su camisa, trayéndolo contra mí, con la necesidad de tenerlo tan cerca como nunca antes. Su boca presionó y probó la mía. No había nada experto sobre la forma en que me estaba besando ahora; en la fría oscuridad de la celda, la urgencia caliente nos juntaba.

-Salgamos de aquí – murmuró en mi oído.

Estaba por aceptar, cuando vi un fuego por el rabillo del ojo. Al principio pensé que una de las antorchas se había caído. Pero la llama bailaba en la mano de Hank, un brillo fascinante y resplandeciente. Me tomó un momento entender lo que mis ojos estaban viendo, pero me rehusaba a creerlo.

Hank tenía una bola de fuego azul en una mano y la pluma negra de Peter en la otra. Dos objetos vastamente diferentes; una blanca, la otra oscura. Moviéndose, acercándose. 

No hubo tiempo de gritar, de advertir. No hubo tiempo de nada. En ese pequeño instante, alcé la pistola. Apreté el gatillo.

El golpe hizo volar a Hank contra la pared, sus brazos estirados, su boca abierta ante la sorpresa.

No se volvió a mover.

***

A dos capítulos del final!

domingo, 17 de febrero de 2013

Ángeles Caídos #3: Treintaiuno

Eran cerca de las 3 de la madrugada cuando dejé a Paula y a mi mamá al cuidado de Cande sin dar ninguna explicación. Me fui sin decir nada, luego de haberle negado respuestas a Cande, intentando buscar algún lugar donde pudiera estar sola. Pero pronto se hizo claro hacia donde sería mi destino.

Apenas vi el camino mientras conducía hacia el Parque de Atracciones. Me estacioné y me sentí completamente sola. No me había permitido contemplar lo que había hecho, pero ahora, rodeada de la oscuridad y la quietud, ya no podía sentirme valiente. No era lo suficientemente fuerte para sostener la situación. Inclinando mi cabeza contra el timón, empecé a sollozar.

Lloré por la alternativa que había tenido que tomar y por el costo. Mayormente, lloré porque estaba por perder a Peter. Serían noticias que tendría que decirle en persona, pero estaba aterrada. ¿Cómo, cuando finalmente habíamos reconciliado nuestra relación, podía explicarle que me había convertido en aquella cosa que él odiaba por encima de todo?

Usando el celular de Paula, llamé a Peter. Dio con el contestador y me sentí tanto aliviada como mortificada. ¿No estaba respondiendo porque no sabía que era yo quien llamaba? ¿Podía saber lo que había hecho? ¿Me estaba evadiendo hasta que pudiese ver cuáles serían sus sentimientos? ¿Me estaba maldiciendo por haber cometido tal estúpida decisión, aunque no tenía otra alternativa?

No, me dije a mí misma. No sería ninguna de esas cosas. Peter no evadía la confrontación, ese era mi problema. 

Salí del auto y caminé hacia las rejas. Presioné mi cabeza contra las barras, el frío metal punzando mi piel, pero el dolor no se comparaba contra el remordimiento y quemazón dentro de mí. ¡Peter!, grité en silencio. ¿Qué he hecho?

Sacudí las barras, viendo que no había otra forma de entrar, cuando un gruñido metálico me alertó. El acero en mis manos se dobló como si estuviera hecho de arcilla. Parpadeé confundida antes que me golpeara la noticia. Ya no era humana. Era verdaderamente Nephil, y tenía la fuerza y poder de una. Una fascinación horrible se sintió por mi espina dorsal ante el prospecto de mis nuevos poderes. Había estado buscando una manera de convencerme a mí misma que podía deshacer el juramento. 

Abriendo las rejas lo suficiente para poderme meter, troté hacia adentro, bajando la velocidad cuando me acerqué al almacén que llevaba al estudio de Peter. Mis dedos temblaban mientras daba vuelta a la manija. Con los pies pesados, crucé el almacén y empecé a bajar por la puerta escondida.

Usando prueba y error, y tratando de recordar, encontré la puerta correcta. Me metí dentro del estudio de Peter e inmediatamente supe que algo andaba mal. Sentí los ligeros trazos de una violenta confrontación en el aire. No era algo que pudiese explicar, pero la evidencia estaba ahí, tan palpable como si lo leyera en un papel.

Siguiendo un rastro invisible de energía, me moví cautelosamente a través del estudio de Peter, aún insegura de qué hacer con las extrañas vibraciones. Abrí la puerta de su habitación con mi pie y fue ahí cuando vi la puerta secreta. Una de las paredes negras de granito estaba arrollada ligeramente hacia la derecha, abriéndose hacia un corredor ensombrecido. 

El sonido de pasos hacía eco en el corredor y mi estómago se apretó. La antorcha iluminaba las líneas cinceladas del rostro de Peter y las esquinas de sus ojos, que me estaban mirando directamente. No pude hacer nada más que quedarme paralizada. No podía verlo. Estaba llena de esperanza y vergüenza. Justo cuando estaba por cerrar mis ojos llenos de lágrimas, su mirada se movió y nuestros ojos se encontraron. Una mirada de él y el peso se esfumó. Mis defensas se disolvieron.

Caminé hacia él, lentamente al principio, mi cuerpo temblando con emoción, luego corrí hacia sus brazos, incapaz de estar alejada de él por más tiempo.

-Peter…yo…¡no sé por dónde empezar! – dije, explotando en lágrimas.

Me aferró a él.

-Lo sé todo – murmuró contra mi oído.
-No, no lo sabes – protesté – Hank me hizo jurar lealtad. No soy…ya no soy… - no podía decírselo, no podría tolerarlo si él me rechazaba.

Me dio una ligera sacudida. 

-Está todo bien, Ángel. Escúchame. Sé sobre el Juramento de Cambio. Créeme cuando digo que sé todo.

Sollocé en su camisa, retorciendo mis dedos en ésta.

-¿Cómo?
-Regresé y tú ya no estabas.
-Lo siento mucho. Benja estaba en problemas. Tuve que ayudar. ¡Y arruiné todo!
-Salí a buscarte. El primero lugar donde busque fue donde Hank. Pensé que él te había hecho un truco para que salgas. Lo traje aquí y lo hice confesar – exhaló – Cuando llegué aquí y no te vi, me encontré con Gabe y sus amigos; los convencí de ayudarme a destruir a la Mano Negra, ellos tienen sus razones para odiarlo también. Juntos fuimos al almacén, tú ya no estabas, pero Hank seguía ahí, con la arcángel en la jaula y una Paula muy aterrorizada con el collar en su mano. Paula se rehusó a darle el collar a Hank y salió corriendo, encontrándose conmigo. La convencí de darme el collar.
-Unos minutos después fue que me la encontré – empecé a armar la historia.
-Luego, con Gabe y los chicos, empezamos a pelear con Hank y sus hombres. Hasta que finalmente lograron distraerlo y todos salieron del almacén, persiguiendo a Hank. Mientras tanto, yo me quedé adentro y logré liberar al arcángel. Con ella hicimos un trato, ella irá a hablar con los arcángeles. Irá a contarles lo que sabemos, que Hank ha estado usando devilcraft y que éste debe regresar a dónde pertenece, al infierno. Si me permiten matar a Hank, podrán lograr que él se vaya al infierno junto al devilcraft y ambos lograremos nuestros objetivos.

***

Faltan tres capítulos!

sábado, 16 de febrero de 2013

Ángeles Caídos #3: Treinta (Parte II)

-Sé que tu planeaste el accidente de auto. Sé que tus hombres fueron quiénes nos golpearon. ¿Por qué?
-Eso estaba en mi lista de discusiones. Mientras estabas desmayada, te hice una transfusión de sangre. Llené tus venas con mi sangre, Lali.

Un silencio crujió entre nosotros.

-Esta clase de operación nunca antes ha sido realizada, al menos no con éxito, pero he encontrado una forma de violar las leyes del universo. Hasta ahora, las cosas han salido mejor de lo que esperaba. ¿Debería decirte que mi mayor preocupación era que la transfusión te matara en el camino?

Busqué respuestas, alguna forma de darle sentido a estas horribles cosas que me estaba diciendo, pero mi cabeza estaba aturdida. Una transfusión de sangre. ¿Por qué? Podía explicar por qué Hank había aparecido tan golpeado y exhausto. 

-Utilizaste devilcraft – anuncié nerviosamente.

Alzó una ceja.

-Así que has escuchado sobre ello. ¿El ángel lo descubrió? – adivinó, sin verse satisfecho. 
-¿Por qué hiciste la transfusión? – mi mente buscaba una respuesta, él me necesitaba para un sacrificio, un experimento, supuse. ¿Si no, para qué?
-Has tenido mi sangre dentro de ti desde el día en que tu mamá dio a luz, pero no era lo suficientemente pura. No eras un Nephil de primera generación, y yo necesitaba que fueras de sangre pura, Lali. Ahora estás tan cerca. Todo lo que falta es que jures lealtad ante el cielo y el infierno. En ese momento, la transformación será completada.
-¿Pensaste que podías convertirme en uno de tus obedientes y soldados Nephil sin cerebro? – me retorcí en la silla, intentando liberarme.
-He visto una profecía futurista sobre mi muerte. He estado usando un dispositivo con devilcraft para mirar hacia el futuro y, solo para asegurarme, obtuve una segunda opinión.

Apenas lo escuché. Estaba aturdida con su confesión, temblando con ira. Hank me había violado de la peor forma posible. Se había metido con mi vida, atentando con retorcerla y moldearme como él quería. ¡Había inyectado su vil y asquerosa sangre en mis venas!

-Eres un Nephil, Hank. No puedes morir. Por más que lo desee tanto – agregué.
-Tanto el dispositivo como un ángel de la muerte lo han visto. Sus profecías concuerdan. No tengo mucho tiempo. Mis últimos días en la Tierra serán destinados a prepararte para que lideres a mi ejército contra los ángeles caídos – dijo.
-¿Estás haciendo todo esto bajo la palabra de Agustina? Ella no tiene un don, ella necesita dinero. ¿Nunca se te ocurrió que podría estar burlándose de ti?
-Lo dudo – dijo secamente – Necesito que seas un Nephil de sangre pura, Lali, para liderar mi ejército, mi sociedad. Después de este Cheshvan, seremos nuestros propios dueños, ya no regidos por ángeles caídos. 
-Estás loco. No voy a hacer nada por ti. Especialmente, jurar lealtad.
-Tienes la marca, ya has sido preordenada. ¿Realmente crees que yo quiero que te vuelvas líder de todo lo que he construido? – dijo con voz dura – No eres la única que no puede escoger. El destino nos clama, no al revés. Primero estaba Chauncey. Luego yo. Ahora la responsabilidad recae en ti.

Lo miré, tratando de controlarme.

-¿Quieres que un pariente de sangre lidere tu ejército? Consigue a Paula. A ella le gusta ordenar a las personas, lo hará natural.
-Su mamá es un Nephil de sangre,
-No esperaba eso, aún mejor. ¿Seguramente eso hace que Paula también sea de sangre pura?

La risa de Hanl sonó cautelosa.

-Nunca esperamos que Susanna quede embarazada. Los pura sangre no se emparejan exitosamente. Entendimos desde el principio que Paula era una especie de milagro y no viviría mucho. Ella no tenía mi marca. Siempre fue pequeña, frágil y luchó por sobrevivir. No le queda mucho…su madre y yo lo sentimos.
-Por eso no te importó esconder a Paula de Rizon. Por eso te deshiciste de mí y no de ella. Nunca pensaste que ella podía vivir lo suficiente para ser usada como un sacrificio.

Cerré mis ojos con fuerza, deseando poder bloquear la verdad.

-Lali – dijo Hank – Abre tus ojos. Mírame.

Sacudí mi cabeza.

-No juraré lealtad a nada. No ahora, ni en diez minutos, ni nunca.

Mi nariz estaba goteando, y no podía limpiarla. No sabía qué era más humillante, eso o el temblor en mi labio.

-Admiro tu valentía – dijo – Pero hay toda clase de valentías, y esta no va contigo.

Salté cuando su dedo se enredó en un pedazo de cabello detrás de mi oreja, casi un gesto paternal.

-Jura lealtad para convertirte en un pura sangre y lidera mi ejército, y te dejaré en paz a ti y a tu madre. No quiero hacerte daño, Lali. La elección es tuya – desató los nudos de mis muñecas; la cuerda cayó al suelo.

Mis manos temblaban y las coloqué en mi regazo. 

-¿Mi mamá?
-Así es. Ella está aquí. En una de las habitaciones, durmiendo.
-¿Le hiciste daño?
-Soy La Mano Negra. Soy un hombre ocupado, y seré honesto, este es el último lugar en el que quiero estar. Esta es la última cosa que quiero estar haciendo. Pero mis manos están atadas, tú tienes el poder. Jura lealtad y tú y tu madre podrán ser libres.
-¿Alguna vez la amaste?

Parpadeó ante la sorpresa.

-¿A tu madre? Por supuesto que la amé. Una vez, la amé mucho. El mundo es diferente ahora. Mi visión ha cambiado. Tengo que sacrificar mi propio amor por el interés de mi raza entera.
-Vas a matarla, ¿verdad? Si no juro lealtad, eso es lo que harás.
-Mi vida ha sido definida por decisiones difíciles. No dejaré de hacerlas esta noche – dijo.
-Déjame verla.

Hank hizo un gesto a una fila de ventanas al otro lado de la habitación. Me puse de pie lentamente, con miedo de lo que encontraría. Mi mamá estaba acurrucada en una cama, observada por tres Nephil armados. 

-¿Pretendiste amarla así podías llegar a mí? ¿Todas esas mentiras por este único momento?
-Estás fría – dijo Hank – Cansada. Hambrienta. Jura lealtad y terminemos con esto.
-Si juro, y tú terminas viviendo, como sospecho que sucederá, quiero que jures tu propia lealtad. Quiero que dejes la ciudad y desaparezcas de la vida de mi madre para siempre.
-Hecho.
-Y quiero que llames a Peter primero.

Rió.

-No. Veo que finalmente estás diciendo la verdad sobre él. Puedes darle las noticias después que jures lealtad.

No me sorprendió, pero tenía que intentarlo.

-No juraré lealtad por ti – dije, antes de mirar hacia la ventana una vez más – Pero lo haré por ella.
-Córtate – instruyó Hank, colocando una cuchilla en mi mano – Jura en tu sangre para convertirte en un Nephil pura sangre y lidera mi ejército cuando muera. Si rompes el juramento, confiesa tu castigo. Tu muerte….y la de tu madre.
-Ese no fue el trato.
-Lo es ahora. Y expira en cinco segundos. El siguiente trato incluirá la muerte de tu amiga también.

Lo miré con ira y sin poder creerlo, pero era lo peor que podía hacer. Él me tenía atrapada.

-Tú primero – ordené.
-Si vivo más de un mes, juro dejar esta ciudad y nunca más contactarte a ti o a tu madre. Si rompo este juramento, comando a mi cuerpo a convertirse en tierra.

Tomando la cuchilla, corté mi palma, soltando unas pocas gotas de sangre, como recordé a Peter haciéndolo en su memoria. Dije un rezo silencioso para que él pudiese perdonarme por lo que estaba por hacer. 

-Juro ahora, con esta nueva sangre corriendo por mis venas, que ya no soy humana, sino un Nephil pura sangre. Y si tú mueres, lideraré tu ejército. Mi rompo esta promesa, entiendo que mi madre y yo estaremos muertas – terminé y miré a Hank – ¿Lo hice bien? ¿Es todo lo que tenía qué decir?

Con un asentimiento, me dijo todo lo que tenía que saber.

Mi vida como humana había terminado.

***

No recordaba dejar a Hank o alejarme del almacén con mi mamá, quién estaba tan drogada que apenas podía caminar. La forma en qué llegué de esa pequeña habitación a las calles oscuras estaba nubloso. Un carro estaba abandonado en la calle. Intenté abrir la puerta, por suerte, estaba abierta. Coloqué gentilmente a mi madre en la parte de atrás, luego traté de prender el auto. Después de varios intentos, finalmente vivió.

-No te preocupes – le murmuré a mi madre – Estamos yendo a casa. Ha terminado. Todo ha terminado.

Empecé a avanzar hasta que un objeto pálido apareció en medio del camino y tuve que detenerme. Un par de ojos me miraban. La chica se tambaleó, y se tambaleó hacia el otro lado del camino, claramente intentando correr, pero muy traumada para coordinar sus movimientos. La ropa de la chica estaba destrozada, su cara congelada con horror.

-¿Paula? – grité.

Automáticamente, abrí la puerta del copiloto.

-¡Entra! – le ordené.

Paula se quedó ahí, sacudiendo sus manos, sollozando. Salí del auto, corrí hacia ella y la metí dentro del auto. Ella colocó su cabeza entre sus rodillas, respirando rápidamente.

-Voy…a…vomitar.
-¿Qué estás haciendo aquí?

Siguió buscando aire mientras que yo empecé a conducir, sin ningún deseo de seguir ahí.

-¿Tienes tu celular?

Hizo un sonido ahogado en la parte de atrás de su garganta.

-En caso te hayas perdido de algo, estamos en un aprieto – dije, más duro de lo que quise.

Ella era la hija de Hank. Mi hermana. Mi mentirosa, traicionera y tonta hermana.

-¿Celular? ¿Sí o no?

Movió su cabeza, pero no pude decir si era un no o un sí.

-Estás molesta conmigo por haber robado el collar – dijo, entre hipos – Mi papá me mintió. Me hizo pensar que era una burla que te haríamos. Dejé la nota en tu almohada esa noche, para asustarte, la de “No estás a salvo”. Mi papá me puso una especie de encantamiento para que no me puedas ver. También le hizo algo a la tinta para que esta desapareciera después que leyeses la nota. Pensé que sería gracioso. Quería verte sufrir. No estaba pensando en nada. Fui con todo lo que dijo mi papá. Era como si él tuviese poder sobre mí.
-Escúchame, Paula – le dije firmemente – Voy a sacarnos de aquí. Pero si tienes un celular, realmente podría utilizarlo ahora.

Con manos temblorosas, abrió su cartera. Buscó adentro, luego sacó su celular.

-Él se burló de mí – dijo, lágrimas en el borde de sus ojos – Pensé que era mi papá, pensé que…me quería. Si hace diferencia, no le di el collar. Lo iba a hacer. Lo traje esta noche al almacén, justo como dijo que hiciera. Pero luego….al final…cuando vi a esa chica en la jaula… - se quebró.

No quería sentir ninguna simpatía por Paula. No la quería en el auto, tampoco. No quería que se apoye en mí o viceversa. No quería ninguna clase de lazo entre nosotras.

-Por favor, dame el celular – dije suavemente.

Paula colocó el celular en mi mano. Colocando sus pies contra su pecho, sollozó silenciosamente contra sus rodillas.

Llamé a Peter. Tenía que decirle que Hank no tenía el collar y también contarle sobre la horrible verdad de lo que había hecho. Con cada timbrada, sentí la barrera empezar a crecer. Me imaginé la cara de Peter cuando le dijera la verdad, la imagen me congelaba. Mi labio tembló y me quedé sin aliento.

Salió el buzón de voz y llamé a Cande.

-Necesito tu ayuda – le dije – Necesito que cuides de mi mamá y de Paula – alejé el celular de mi oreja ante su grito de respuesta – Sí, Paula Recca. Te lo explicaré todo más tarde.

***

Quedan 4 capítulos!

Ángeles Caídos #3: Treinta (Parte I)

Estaba agolpada en la maletera de un audi negro, con mis manos atadas y a ciegas. Grité, aunque nadie mi hiciera caso.

No sabía dónde estaba Benjamín. Los hombres de Hank nos habían rodeado en la playa, arrastrándonos en diferentes direcciones. Me imaginé a Benja encadenado en una prisión subterránea, a merced del enojo de Hank…

Golpeé mis zapatos contra el techo. Rodé a un lado. Grité y grité, luego me disolví en sollozos.

Finalmente, el auto bajó la velocidad y se cortó el motor. Se escucharon pasos y una llave en el maletero antes de que éste sea abierto. Dos manos me sacaron, colocándome duramente sobre el suelo. Mis piernas se habían dormido en el camino y sentía como si algo me estuviera hincando.

-¿Dónde quieres a este, Blakely? –preguntó uno de mis secuestradores.
-Adentro – un hombre, seguramente Blakely, respondió.

Fui subida por una rampa y luego a través de una puerta. El espacio adentro era frío y silencioso. El aire olía a gasolina. Me preguntaba si estaba en uno de los almacenes de Hank.

-Me estás haciendo daño – le dije al hombre a mi lado – Obviamente no voy a ir a ningún lado. ¿Al menos puedes desatar mis manos?

Sin decir nada, me subieron por unas escaleras y hacia un segundo piso. Me forzaron a sentarme en una silla de metal desplegable, asegurando mis tobillos. Minutos después que se fueron, la puerta se abrió de nuevo. Sabía que era Hank antes que hablara. El olor de su colonia me llenó de pánico y repulsión.

Sus dedos quitaron lo que cubría mis ojos, y cayó contra mi cuello. Parpadeé, dándole sentido a la habitación. Además de una mesa, y una segunda silla desplegable, la habitación estaba vacía.

-¿Qué quieres? – demandé, mi voz temblando ligeramente.
-Hablar – dijo, sentándose en la otra silla.
-No estoy de humor, gracias de todos modos – dije, cortamente.

Se inclinó hacia mí, las duras líneas de sus ojos profundizándose mientras entrecerraba sus ojos.

-¿Sabes quién soy, Lali?
-Eres un  pequeño puerco, mentiroso, manipulador, que….

Su mano golpeó mi mejilla con fuerza. Retrocedí, muy aturdida para llorar.

-¿Sabes que soy tu padre biológico? – preguntó.
-Padre es una palabra arbitraria. 
-Entonces déjame preguntarte, ¿hay alguna manera de hablarle a tu padre?

Lágrimas se juntaron en mis ojos.

-Nada de lo que has hecho te da el derecho de llamarte mi padre.
-Como quieras que sea, tú tienes mi sangre, mi marca. No puedo negarlo por más tiempo, Lali, y tampoco tú puedes negar tu destino.
-Mi destino no tiene nada que ver con el tuyo. Cuando me dejaste siendo una bebé, dejaste también tu derecho de tener palabra en mi vida.
-A pesar de lo que crees, he estado activamente involucrado en cada aspecto de tu vida desde que naciste. Te dejé cuando eras bebé para protegerte. Por los ángeles caídos. Tuve que sacrificar a mi familia…
-No empieces con esa rutina de consuelo – dije, cortándolo y riéndome – Deja de culpar tus decisiones en los ángeles caídos. Tú tomaste la decisión de dejarme, tal vez te preocupabas por mí en ese entonces, pero tu sociedad de sangre Nephil es la única cosa de la que te preocupas ahora. 

Su boca se adelgazó. 

-Debería matarte ahora mismo por burlarte de mí, de mi sociedad, de toda la raza Nephil.
-Entonces hazlo – espeté.

Alcanzando su abrigo, sacó una larga pluma negra que se veía similar a la que había puesto en mi cajón.

-Uno de mis consejeros encontró esto en tu habitación. Es la pluma de un ángel. Imagina mi sorpresa cuando me di cuenta que alguien de mi propia carne y sangre está en compañía con el enemigo. Tú te has burlado de mí. Salir con ángeles caídos  hace que aprendas a mentir. ¿El ángel caído es Peter?
-Tu paranoia es increíble. Encontraste una pluma entre mis cajones, ¿y qué? ¿Qué prueba? ¿Qué eres un pervertido?

Se sentó de nuevo, cruzando sus piernas.

-¿Realmente vas a actuar así? No tengo duda que el ángel es Peter. Lo sentí en tu habitación la otra noche. Lo he sentido en ti por un tiempo.

-Irónico que me estés interrogando cuando sabes más que yo. ¿Tal vez deberíamos cambiar de asiento? – sugerí.
-¿Y de quién esperabas que pensara que era la pluma? – inquirió Hank.
-Tu adivinanza es tan buena como la mía – dije – Encontré la pluma en el cementerio justo después que me dejaste ahí.

Una débil sonrisa se expandió por su cara. 

-Mis hombres le arrancaron las alas a Peter en el mismo cementerio. Debo decir que es su pluma.

Tragué discretamente. Hank tenía la pluma de Peter. No sabía si él sabía el poder que le daba esa pluma sobre Peter. Sólo podía rogar que no lo supiera. 

jueves, 14 de febrero de 2013

Ángeles Caídos #3: Veintinueve

Caminé alrededor de la casa de Peter, evitando correr detrás de él. Me había prometido que no destrozaría a Hank por su cuenta; esta también era mi pelea. Yo también quería mandarlo a la otra vida. Coloqué mis manos en el sofá de Peter, respirando profundamente, tratando de calmarme.

Mi celular sonó y lo saqué de mi mochila para contestar.

-¿Dónde estás?
-Estás encima de mí, Esposito – dijo Benjamín, con una voz corta y dura – Los vi en el bar. A los hombres de Hank. Salí disparado.
-¡Benjamín! ¿Dónde estás?
-No quiero decirlo por aquí. Necesito salir de la ciudad. Cuando fui a la estación del bus, Hank tenía a sus hombres ahí, los tiene en todas partes. Tiene amigos en la fuerza policial y creo que les ha dado mi foto. Dos policías me persiguieron, pero logré escaparme. Tuve que dejar el auto, estoy a pie y necesito dinero, nuevas prendas. Te pagaré apenas pueda. ¿Puedes encontrarme en treinta minutos en mi escondite?

¿Qué podía decir? Peter me había dicho que me quede aquí. Pero no podía quedarme sentada y no hacer nada mientras el tiempo corría para Benjamín. Hank estaba ocupado en su almacén y era la mejor oportunidad para sacar a Benjamín de la ciudad. Rogaré por perdón después, pensé.

-Estaré ahí en treinta – dije.
-¿Recuerdas cómo llegar?
-Sí – en realidad, más o menos.

Apenas colgué, corrí dentro de la casa de Peter, abriendo y cerrando cajones, cogiendo lo que sea que sería útil para Benjamín. Jeans, camisas, medias, zapatos. En el baño, cogí una rasuradora, jabón y una crema de afeitar. Luego un sombrero, guantes, y lentes de sol. En los cajones de la cocina, encontré varias tarjetas de identificación falsas y un rollo de dinero con más de cinco mil dólares. 

No tenía auto, pero la cueva de Benjamín no podía estar tan lejos, así que empecé a trotar. Traté de no atraer mucha atención, colocándome la capucha que me había prestado de Peter sobre mi rostro. Mientras las luces del parque se empezaron a hacer más pequeñas, y el camino se curvaba hacia la carretera, salté la barandilla y me dirigí hacia la playa. Saqué mi linterna y empecé a buscar entre las rocas, cerca a dónde Benjamín me había llevado, hasta que lo encontré.

-¡Apaga la luz! – siseó.
-Siento llegar tarde – dije, soltando el equipaje y tratando de recuperar el aliento – Estaba en el parque de atracciones cuando llamaste. No tengo mi auto, pero sí ropa y un sombrero de invierno para cubrir tu cabello. Hay cinco mil dólares también. Es lo mejor que pude conseguir.
-Gracias Esposito – dijo, en mi oído, mientras me abrazaba.
-¿Vas a estar bien? – susurré.
-Las cosas que trajiste ayudarán. Tal vez pueda pedirle a alguien en la carretera que me saque de la ciudad.
-Si te pidiera que hagas algo por mí primero, ¿lo considerarías? Deja el anillo de La Mano Negra. Lánzalo en el océano. Creo que el anillo te está llevando hacia Hank. Él le ha puesto una especie de maldición y cuando lo usas, le da un poder sobre ti – estaba segura que estaba encantando con devilcraft – Es la única explicación. Piénsalo. Hank quiere encontrarte, quiere que te dirijas hacia él y ese anillo está haciendo un trabajo estelar.

Esperaba que protestara, pero su expresión me dijo que en el fondo, él había llegado a la misma conclusión. Sólo no quería admitirlo. 

-¿Y los poderes?
-No valen la pena. Estuviste tres meses bajo tus propias fuerzas. Cualquiera sea la maldición que Hank haya puesto en el anillo, no es buena.
-¿Es importante para ti? – preguntó silenciosamente.
-Tú eres importante para mí.
-¿Si digo que no?
-Haré lo que sea posible para sacarlo de tu mano. No puedo ganarte en una pelea, pero no puedo vivir conmigo misma si al menos no lo intento.
-¿Pelearías conmigo, Esposito?
-No me hagas probarlo.

Para mi sorpresa, Benjamín se quitó el anillo. Lo sostuvo entre sus dedos, mirándolo.

- Aquí está tu momento Kodak – dijo, luego lo lanzó al océano.

Solté un largo aliento.

-Gracias, Benja.
-¿Algún otro pedido?
-Sí, vete – le dije, intentando no sonar tan triste como me sentía.
-¿Puedes estar al tanto de mi mamá de vez en cuando, asegurarte que está bien?
-Por supuesto.
-No puedes contarle de mí. La Mano Negra la dejará en paz mientras ella no sepa nada de esto.
-Me aseguraré que esté a salvo – le di un ligero empujón – Ahora vete de aquí antes que me hagas llorar.

Benja se quedó ahí por un momento, una mirada extraña cruzando sus ojos. Era nerviosa, pero no del todo. Más de expectativa, menos ansiedad. Se inclinó y me besó, su boca cerrándose sobre la mía gentilmente. Estaba muy atónita como para hacer algo más que dejarlo terminar.

-Has sido una buena amiga – dijo – Gracias por cuidarme.

Había tanto por decir, pero las palabras correctas se esfumaron. Ya no estaba mirando a Benja, sino detrás de él. A la línea de Nephils subiendo por las rocas, con sus armas, sus ojos enfocados y endurecidos.

-¡Manos arriba, manos arriba! – gritaron.

Las palabras sonaron complejas en mis oídos, casi como si fueran dichas en cámara lenta. Un extraño zumbido llenó mis oídos, escalando a un rugido. Vi sus labios enojados moviéndose, sus armas brillando en la luz de la luna. Volaron en todas direcciones, atrapándome a mí y a Benja en un pequeño círculo.

El brillo de esperanza se drenó de los ojos de Benjamín, reemplazado por terror.

Soltó el equipaje, colocando sus manos detrás de su cabeza. Un objeto sólido, tal vez un codo, o un puño, salió en el aire de la noche, golpeando contra su cráneo. Cuando Benja colapsó, yo todavía estaba buscando las palabras. Incluso un grito no podía cortar mi horror.

Al final, lo único entre los dos era el silencio.

miércoles, 13 de febrero de 2013

Ángeles Caídos #3: Veintiocho

A pesar de estar debajo de la tierra, la casa de Peter estaba caliente cuando llegamos. Me tomé tiempo para preguntarme si las tuberías corriendo debajo del parque ayudaban a calentar el lugar. También había una chimenea, que Peter prendió. Tomó mi chaqueta, colocándola en el armario.

-¿Hambrienta? – preguntó.

Alcé las cejas.

-¿Compraste comida? ¿Para mí?

Él me había dicho que los ángeles no saborean y no requieren de comida.

-Hay una tienda de comestibles orgánicos justo en la salida de la carretera. No puedo recordar la última vez que fui a comprar comida – una sonrisa brilló en sus ojos.

Entré a la cocina. Fui primero a la refri. Botellas de agua, espinaca, hongos, quesos, crema de maní, y leche a un lado. Salchichas, coca cola, chocolate, copa de pudín, y crema pastelera al otro lado. Cogí una copa de pudín y le ofrecí a Peter una también, pero el sacudió su cabeza en gesto de no. Se sentó en una de las sillas de la barra, inclinando su hombro en la encimera.

-¿Recuerdas algo más del accidente con Hank antes de desmayarte?

Encontré una cuchara en uno de los cajones y tomé un poco de budín.

-No – fruncí el ceño – Aunque esto puede servir de algo. El accidente ocurrió antes del almuerzo. Originalmente pensé que no podía haber estado inconsciente por más de unos pocos minutos, pero cuando me desperté en el hospital, era de noche. Eso significa que me he perdido de seis horas…¿Estaba con Hank? ¿Inconsciente en el hospital?
-Sé que no te va a gustar esto, pero si logramos que Agustina se acerque a Hank, ella podría ser capaz de leer algo. Puede ver dentro de su pasado, pero si aún tiene poderes, podrá ver su futuro. Puede darnos una pista de en qué anda. Pero lograr eso no será fácil. Él está siendo cuidadoso.
-Hablando de Agustina, ella estaba en el bar esta noche – dije – Fue lo suficientemente buena para introducirse.

Miré directamente a Peter. No estaba segura qué estaba buscando, eran una de esas cosas donde sabía cuando miraba. Para su crédito y mi frustración, él no mostró ninguna emoción o interés.

-Ella dijo que hay una recompensa por Hank – continué – Diez millones de dólares para el primer ángel caído que exitosamente lo agarre. Dijo que hay personas que prefieren no ver a Hank liderando una rebelión Nephil. 
-Diez millones suena bien.
-¿Vas a venderme, Peter? ¿Me estás utilizando para llegar a la Mano Negra? ¿Quieres ese dinero para pagarle a tus enemigos? – estaba llena de dudas, y todo por culpa de Agustina.

No dijo nada por un momento, y cuando habló, sus palabras vibraron.

-Te das cuenta que esto es lo que Agustina quiere, ¿verdad? Ella te siguió al bar esta noche con una sola intención: plantar en tu cabeza que yo quiero traicionarte. ¿Te ha dicho que he perdido mi fortuna apostando? No, por tu cara puedo decir que no es eso. Tal vez te dije que tengo mujeres en cada esquina del mundo y planeo usar dinero para mantenerlas al tanto de mí. Los celos son más de su gusto, por lo que apuesto que sí no he dado en el tema, al menos estoy cerca.

Alcé mi mentón, para enmascarar mi inseguridad.

-Ella dijo que has juntado una lista de enemigos y planeas pagarles.

Peter rió.

-Tengo una larga lista de enemigos, no lo negaré. ¿Podré pagarles a todos? Puede que sí, puede que no. Ese no es el punto. He estado a un paso más allá que mis enemigos por siglos, y planeo seguir así. El que Hank esté en recompensa significa más para mí que un solo pago, y cuando aprendí que tú compartías mi deseo, sólo fortaleció mis ganas de encontrar una manera de matarlo. 

No sabía qué responder. Peter tenía razón, Hank no merecía pasar el resto de su vida en una prisión. Él había destruido mi familia, y nada más que la muerte era la solución. 

Peter alzó un dedo a sus labios, silenciándome. Un momento después hubo un toque brusco en la puerta. Compartimos miradas, y Peter habló en mis pensamientos.

-No estoy esperando a nadie. Anda a la habitación y cierra la puerta.

Asintiendo, señalé que había entendido. Moviéndome silenciosamente, crucé la habitación, encerrándome en el cuarto de Peter. A través de la puerta, escuché a Peter dar una risa abrupta. 

-¿Qué estás haciendo? – dijo Peter, sus palabras amenazantes.
-¿Mal momento? – respondió una voz. Femenina y familiar.
-Tus palabras, no las mías.
-Es importante.

Alarma y enojo cruzó mi pecho cuando entendí quién era. Agustina había llegado sin avisar.

-Tengo algo para ti – le dijo a Peter, su voz muy suave, sugerente.

Estaba tentada a salir y darle una cálida bienvenida, pero me mantuve quieta. Lo más probable es que dijera más cosas si no sabía que yo estaba escuchando. 

-Tuvimos algo de suerte. La Mano Negra me contactó más temprano - continuó – Quería una reunión y yo acepté.
-Quería que leas su futuro – dijo Peter.
-Por segunda vez en dos días. Tenemos a un Nephil en nuestras manos. Está cometiendo pequeños errores. Esta vez a él no le importó traer a sus guardias. Dijo que no quería que nuestra conversación sea escuchada, me dijo que lea su futuro por segunda vez, para asegurarme que ambas versiones combinaban. 
-¿Qué le dijiste?

Normalmente mis visiones son profetisas, privilegiadas para el cliente, pero puede que haga un cambio – dijo, su tono algo coqueto.

-¿Profetisas?
-Tiene una especie de caché, ¿no crees?
-¿Cuánto? – preguntó Peter.
-El primero que menciona un precio, pierde. Tú me enseñaste eso.

Pensé escuchar a Peter rodar sus ojos.

-Diez mil.
-Quince.
-Doce. No presiones.
-Siempre es gracioso hacer negocios contigo, Jev. Como los viejos tiempos. Hacemos un gran equipo.

Ahora fue mi turno de rodar mis ojos.

-Empieza a hablar – dijo Peter.
-Vi la muerte de Hank, y se lo dije. No pude darle especificaciones, pero le dije que habrá al menos un Nephil menos en el mundo muy pronto. Estoy empezando a creer que la palabra inmortal no sirve. Primero Chauncey ahora Hank.
-¿Cuál fue la reacción de Hank?
-No tuvo una. Se fue sin decir palabra.
-¿Algo más?
-Deberías saber que tiene un collar de un arcángel. Lo sentí.

Me preguntaba si Paula había tenido éxito robando el collar. 

-¿Sabes de algún arcángel que haya perdido su collar? – preguntó Agustina.
-Mañana te daré tu dinero – fue la respuesta corta de Peter.
-¿Qué quiere Hank con ese collar? A su salida, le escuché decir a su chofer que lo lleve a su almacén. ¿Qué hay ahí? – presionó Agustina.
-Tú eres la profetisa.

Agustina rió.

-Tal vez debería mirar en tu futuro. Tal vez se conecta con el mío.

Eso hizo que me levantara. Salí, sonriendo.

-Hola Agustina. Qué linda sorpresa.

Ella se volteó, indignación en su rostro mientras me miraba. Estiré mis manos sobre mi cabeza.

-Estaba tomando una siesta cuando el sonido placentero de tu voz me despertó.

Peter sonrió.

-Creo que ya conociste a mi novia, ¿Agustina?
-Oh, claro que sí – dije, alegremente – Afortunadamente, viví para contarlo.

Agustina abrió su boca, luego la cerró. Sus mejillas se sonrojaron.

-Parece que Hank consiguió un collar de un arcángel – Peter me dijo.
-Gracioso cómo ello funcionó.
-Ahora descubriremos cómo planea hacerlo – dijo Peter.
-Cogeré mi abrigo.
-Tú te quedas aquí, Ángel – dijo Peter, dijo con un tono firme y preocupado.
-¿Llevarás esto a solas?
-Primero, Hank no nos puede ver juntos. Segundo, no me gusta la idea de llevarte a algo que puede desordenarse rápidamente. Si necesitas otra razón más, te amo. Este es un territorio difícil para mí, pero necesito que sepas, que al final de la noche, te tendré a ti como motivo suficiente para regresar a casa.

Parpadeé. Nunca había escuchado a Peter hablarme con esta clase de afecto. 

-Lo prometiste – dije.
-Y mantendré mi promesa – respondió, colocándose su chaqueta.

Cruzando hacia mí, recostó su cabeza contra la mía.

-No piensen en mover un pie fuera de esta puerta, Ángel. Estaré de regreso apenas pueda. No puedo dejar que Hank coloque el collar en el arcángel sin escuchar qué es lo que desea. Terminaremos con esto de una vez - dijo en mi mente -Prométeme que te quedarás aquí, donde sé que estarás a salvo – dijo en voz alta – La alternativa es ordenarle a Agustina que se quede y juegue a cuidarte – alzó sus cejas.

Ambas intercambiamos una mirada, disgustadas.

-Apresúrate – dije.

martes, 12 de febrero de 2013

Ángeles Caídos #3: Veintisiete

El viernes por la noche, aprovechando que mamá y Hank estaban mirando una película en la sala – realmente repugnante la escena – salí con Cande. Decidí que era momento de encontrarme con Benjamín y arreglar las cosas; y así fue. Fuimos al bar dónde él estaría tocando con aquella banda a la que había ingresado. Todo estuvo bien hasta que tuve la mala suerte de encontrarme con Agustina. Por supuesto que yo no la reconocí, pero ella dejó en claro quién era desde el principio; y por supuesto, me restregó en la cara cosas sobre Peter que me pusieron celosa.

Desde entonces, las cosas anduvieron mal. Un chico, quién pensaba que era un ángel caído, me estuvo persiguiendo y siguiendo mis pasos dentro del bar. Mi idea fue distraerlo y logré noquearlo justo antes que Peter llegue a mi encuentro, luego de haberle enviado un mensaje notificándole la emergencia. Pero, cuando Peter llegó, concluimos que el chico no era un ángel caído, sino un Nephil y era uno de los que estaba en el otro auto, el día en que mi madre se cayó de las escaleras.

Y como si eso fuera poco, quedé con Peter en que Cande me llevaría a casa y luego nosotros dos nos encontraríamos para conversar sobre lo sucedido. Pero apenas llegamos, se me salió decir que estaba con Peter, que habíamos vuelto a escondidas y Cande no hizo más que hacer un escándalo.

-No puedo creer que estés de nuevo con él – empezó ella – Te mentí sobre él porque, a diferencia de él, yo sí me preocupo por lo que te suceda. Él no está bien de la cabeza. Desde que apareció en tu vida, nada ha sido lo mismo. Mi vida tampoco, por cierto. 
-Sí lo vieras de la misma forma que yo… - empecé.
-¡Si eso sucede alguna vez, te apuesto que me arrancaré los ojos!
-Me mentiste, Cande. Me miraste a los ojos y me mentiste – abrí la puerta del auto - ¿Cómo ibas a explicarte cuando tuviera mi memoria de regreso? – demandé.
-Esperaba que nunca la recobraras – dijo Cande, alzando sus manos – Ahí está, lo dije. Estabas mejor sin ella, sin recordar toda esta locura. No piensas bien cuando estás cerca de él. Es como si vieras ese 1% de él que puede ser bueno y te olvidas del otro 99% de pura maldad.
-¿Algo más? – espeté, con la boca abierta.
-No.

Salí del auto y cerré la puerta con un golpe. Cande bajó la ventana y sacó su cabeza.

-¡Cuando recobres el sentido, me llamas! – gritó.

Luego condujo lejos de casa, acelerando entre la oscuridad. Me quedé en la sombra de mi casa, intentando mantener mis emociones. Estaba tan abrumada, que casi me olvido que me tenía que encontrar con Peter. Tratando de alejar el enojo, me alejé de la casa, manteniendo mis ojos abiertos, esperando alguna señal de Peter. Cuando su forma lentamente se visualizó en las sombras, me sentí un poco mejor. 

Peter estaba estacionado al frente, en una moto. Me entregó un casco cuando caminé hacia él.

-¿Dónde está la camioneta? – pregunté.
-Tuve que deshacerme de ella. Muchas personas sabían que la conducía, incluyendo los hombres de Hank. La dejé estacionada en un campo abandonado. Un hombre sin casa está viviendo ahí ahora.

A pesar de mi humor, incliné mi cabeza hacia atrás y me reí.

-Después de la noche que he tenido, necesitaba eso.

Me besó, luego ajustó la correa del casco debajo de mi mentón.

-Estoy feliz de haber ayudado. Sube, Ángel. Te voy a llevar a casa.

domingo, 10 de febrero de 2013

Ángeles Caídos #3: Veintiséis (Parte II)

Quince minutos después hubo un suave golpecito en la puerta de mi habitación. Llevando a un lado el aparador, abrí la puerta y encontré a Peter al otro lado. Cogí sus manos y lo jalé hacia adentro.

-Hank está abajo viendo televisión – susurré.

Hank había tenido razón, dormir me había hecho muy bien. Al despertar, mi proceso mental de pensamientos había regresado; Hank me había hecho un truco mental para entrar en sumisión. Le había dejado llevarme a casa sin quejarme, entrar a la casa, y todo porque pensaba que quería protegerme. Nada podía estar más allá de la verdad.

Peter cerró gentilmente la puerta.

-Vine por el ático – me miró de pies a cabeza - ¿Estás bien? 

Su dedo trazó un vendaje cubriendo un pequeño corte en mi frente, y sus ojos brillaron con enojo. 

-Hank me ha estado controlando mentalmente toda la noche.
-Empezando con la caída de tu madre.

Tragué profundamente, luego volví a contar mi historia.

-¿Cómo se veía el auto de los ángeles caídos? – preguntó.
-Color café, era una camioneta 4x4.

Peter acarició su mentón con preocupación.

-¿Crees que fue Gabe? Usualmente no conduce, pero eso no significa nada.
-Había tres hombres en el auto. No podía ver sus caras. Podría haber sido Gabe y sus amigos.
-O cualquier ángel caído buscando a Hank. ¿Cuánto tiempo te desmayaste antes que Hank te lleve al hospital?
-Si tengo que adivinar, unos pocos minutos. Cuando volví, Hank estaba cubierto de sangre,  y se veía exhausto. Apenas pudo meterme dentro del auto. No creo que sus cortes y heridas hayan sido por el accidente. Ser obligado a jurar lealtad suena creíble. 

Una verdadera mirada salvaje cruzó las facciones de Peter.

-Esto termina aquí. Te quiero fuerta de esto. Sé que quieres destruir a Hank, pero no puedo arriesgar a perderte – se detuvo y caminó por la habitación, claramente enojado – Déjame hacer esto por ti, déjame ser quién lo haga pagar.
-Esta no es tu pelea, Peter – dije, silenciosamente.

Sus ojos quemaron con una intensidad que nunca antes había visto.

-Tú eres mía, Ángel, y no lo olvides. Tus peleas son las mías. ¿Y si algo hubiese pasado ahora? Fue lo suficientemente malo cuando pensé que tu fantasma me estaba cazando; no creo poder soportar si eso fuera verdad.

Me coloqué detrás de él, enroscando mis brazos debajo de los suyos.

-Algo malo pudiese haber sucedido, pero no lo hizo – dije gentilmente –Incluso si fue Gabe, obviamente no obtuvo lo que quiso.
-¡Olvida a Gabe! Hank tiene algo planeado para ti y tal vez también para tu mamá. Concentrémonos en eso. Quiero que te escondas, si no quieres quedarte en mi casa, está bien. Encontraremos algún otro lugar. Te quedarás ahí hasta que Hank muera, enterrado y podrido.
-No puedo irme. Inmediatamente Hank sospechará que he desaparecido. Además, no puedo hacerla pasar a mi madre por eso otra vez. Si desaparezco ahora, la romperé. Mírala, no es la misma persona que hace tres meses. Tal vez en parte por la influencia de Hank, pero tengo que enfrentar el hecho que mi desaparición la debilitó. Desde que se despierta, está aterrada. Para ella, ya no hay nada seguro.
-De nuevo, Hank lo está haciendo.
-No puedo controlar lo que Hank hizo, pero sí lo que yo haga ahora. No voy a irme. Y tienes razón, no voy a dar un lado al lado dejarte a solas con Hank. Prométeme que sea lo que sea que suceda, no me mentirás. Prométeme que no irás tras mi espalda y silenciosamente lo harás desaparecer, incluso si honestamente crees que lo haces por mi bien.
-Él no se irá silenciosamente – dijo Peter, en tono asesino.
-Prométemelo Peter.

Me observó durante largo tiempo en silencio. Ambos sabíamos que él era más rápido, con más habilidades en lucha, y más rudo. Me había salvado muchas veces en el pasado, pero aquí solo había una vez, una oportunidad para pelear.

-No te veré ir sola contra él, pero tampoco lo mataré en privado – dijo, a regañadientes – Antes que ponga una mano en él, me aseguraré que eso es lo que tú quieres.

Su espalda estaba contra mí, pero presioné mi mejilla contra su hombro.

-Gracias.
-Si te atacan de nuevo, busca las cicatrices del ángel caído. Golpéalo con un bate de béisbol o insértale algo en sus cicatrices si es todo lo que tienes. Nuestras cicatrices son nuestro talón de Aquiles. No podemos sentir dolor, pero eso nos paraliza. 
-¿Peter?
-Mmm
-No quiero pelear – tracé un dedo a través de sus omóplatos – Hank ya se ha llevado a mi madre lejos de mí, y no quiero que también te lleve a ti. ¿Puedes entender por qué tengo que hacerlo? ¿Por qué no puedo mandarte a pelear mis batallas, aunque ambos sabemos que tú ganas en esta sección?

Exhaló, largo y lento.

-Sólo hay una cosa que sé con seguridad – se volteó – Que haría cualquier cosa por ti, incluso si eso significa ir contra mis instintos o mi verdadera naturaleza. Dejaría todo lo que poseo, incluso mi alma, por ti. Si eso no es amor, es lo mejor que tengo.

No sabía qué decir en respuesta, nada parecía adecuado. Así que tomé su rostro entre mis manos y besé su fija y determinada boca. Lentamente, la boca de Peter se moldeó a la mía. Saboreé la deliciosa presión cruzando a través de mi piel mientras su boca se alzaba y se profundizaba contra la mía. No quería que él esté enojado. Quería que confíe en mí de la forma en que yo lo hacía.

-Ángel – dijo, ni nombre silenciado cuando nuestros labios se encontraron.

Se apartó apenas, sus ojos juzgando lo que yo quería de él. Sin poder soportar tenerlo tan cerca sin sentir su toque, deslicé mi mano a la parte trasera de su cuello, guiándolo para que me bese de nuevo. Su beso fue más duro, escalando mientras sus manos corrían por mi cuerpo, mandando calientes escalofríos, temblando como electricidad debajo de mi piel.

Su dedo abrió un botón de mi piyama, luego dos, tres, cuatro. Cayó de mis hombros, dejándome en camisola. Él subió el dobladillo, acariciando mi estómago con su pulgar. Mi respiración se aceleró. Una sonrisa pirata brilló en sus ojos mientras concentraba su atención más arriba, en la curva de mi garganta, plantando besos. 

Me inclinó hacia atrás, contra la suavidad de mis almohadas. Saboreó profundamente, sosteniéndose contra mí, y de pronto estaba por todos lados; su rodilla atrapando mi pierna, sus labios rozando con calidez, ásperos, sensuales. Explayó su mano en mi espalda, sosteniéndome con fuerza, haciéndome enterrar mis dedos profundamente en él, aferrándome a él como si dejarlo ir significara perder una parte de mí misma.

-¿Lali?

Miré a la puerta, y grité. Hank estaba en la entrada, inclinando su antebrazo en la manija de la puerta. Sus ojos inspeccionaron la habitación.

-¡Qué estás haciendo! – le grité.

No respondió, sus ojos aún buscando en toda la habitación. No sabía dónde estaba Peter, es como si él hubiese sentido a Hank justo antes que la manija se retorciera. Podía estar a pasos de mí, escondiéndose. Segundos antes de ser descubierto. 

-¡Sal! – salí de la cama – No puedo hacer nada con la llave de la casa que te dio mi mamá, pero aquí es donde cruzaste una línea. Nunca vuelva a entrar a mi habitación.
-Pensé que escuché algo.
-Sí, bueno, ¿adivina qué? ¡Soy una persona viviente, y de vez en cuando hago bulla! 

Con eso, cerré la puerta de un golpe. Mi pulso estaba acelerado. Escuché a Hank quedarse quieto por un momento hasta que finalmente se alejó. Me asustó tanto que solté lágrimas. Las aparté con furia.

Dejé que cinco largos minutos pasen antes de abrir mi puerta. El pasillo estaba vacío y regresé mi atención a la habitación.

-¿Peter? – susurré.

Pero estaba sola. 

***

No vi a Peter hasta que me quedé dormida. Soñe que estaba caminando sobre un campo de jardín que estaba a la altura de mi cadera mientras caminaba. Más allá, un árbol apareció, retorcido y con una forma extraña. Peter estaba inclinado contra éste, sus manos en los bolsillos. Estaba vestido de negro. 

Corrí el resto del camino hacia él. Él envolvió su chaqueta de cuero a nuestro alrededor, más con un acto de íntima posesión que para conservar el calor.

-Quiero quedarme contigo esta noche – dije – Tengo miedo que Hank intente hacer algo.
-No voy a dejarte a ti o a él fuera de mi vista, Ángel – dijo, con voz territorial.
-¿Crees que él sabe que estuviste en mi habitación?
-Sólo una cosa es segura, él sintió algo. Ahora puede sentirme a varios pasos de distancia. La única explicación es el devilcraft, aquello lo ha hecho ganar más poder, invocando poderes del infierno.

Temblé. Ambos nos quedamos en silencio por un momento hasta que Peter buscó algo en su bolsillo y sacó una cadena. Estaba hecha de plata.

-En verano yo te di mi collar de arcángel. Me lo devolviste, pero ahora quiero que lo vuelvas a tener. Ya no funciona para mí, pero puede ser útil para otros.
-Hank hará cualquier cosa por tener tu collar – protesté, empujando las manos de Peter – Mantenla tú. Necesitas esconderlo. No podemos dejar que Hank lo encuentre.
-Si Hank pone mi collar en el arcángel, ella no tendrá más remedio que decirle la verdad. Tienes razón sobre eso. Pero el collar también imprimirá el encuentro, para siempre. Tarde o temprano, Hank va a conseguir un collar, mejor que se lleve el mío que el de otro.
-¿Imprimir?
-Quiero que encuentres la forma de darle esto a Paula – instruyó, colocando el collar en mi cuello – No puede ser obvio. Ella tiene que pensar que te lo robó. ¿Puedes hacerlo?

Me alejé, dándole una mirada amonestadora.

-¿Qué estás planeando?
-No llamaría a esto planear. Lo llamaría rezar un Ave María con segundos para que termine la oportunidad. 
-Puedo invitar a Paula a la casa – le dije – Le diré que necesito ayuda escogiendo joyas para mi vestido. Ella tomará ventaja de eso y tendrá acceso a mi habitación. No me gusta mucho que esté buscando en mi cuarto, pero lo haré  - me detuve antes de continuar – Pero primero quiero saber exactamente por qué lo estoy haciendo.
-Hank necesita que el arcángel hable. Así que lo haremos. Necesitamos una forma que los arcángeles en el cielo se enteren que Hank está practicando con el devilcraft. Soy un ángel caído y ellos no me van a escuchar, pero si Hank toca mi collar, se imprimirá en éste. Si está usando devilcraft, el collar grabará eso también. 
-¿Y si no funciona? ¿Y si Hank obtiene la información que necesita, y no obtenemos nada?

Acordó con un ligero asentimiento.

-¿Qué te gustaría que haga en lugar de eso?

Pensé en ello pero no se me ocurrió nada. Peter tenía razón. No teníamos tiempo ni opciones, era la mejor alternativa.