domingo, 17 de febrero de 2013

Ángeles Caídos #3: Treintaiuno

Eran cerca de las 3 de la madrugada cuando dejé a Paula y a mi mamá al cuidado de Cande sin dar ninguna explicación. Me fui sin decir nada, luego de haberle negado respuestas a Cande, intentando buscar algún lugar donde pudiera estar sola. Pero pronto se hizo claro hacia donde sería mi destino.

Apenas vi el camino mientras conducía hacia el Parque de Atracciones. Me estacioné y me sentí completamente sola. No me había permitido contemplar lo que había hecho, pero ahora, rodeada de la oscuridad y la quietud, ya no podía sentirme valiente. No era lo suficientemente fuerte para sostener la situación. Inclinando mi cabeza contra el timón, empecé a sollozar.

Lloré por la alternativa que había tenido que tomar y por el costo. Mayormente, lloré porque estaba por perder a Peter. Serían noticias que tendría que decirle en persona, pero estaba aterrada. ¿Cómo, cuando finalmente habíamos reconciliado nuestra relación, podía explicarle que me había convertido en aquella cosa que él odiaba por encima de todo?

Usando el celular de Paula, llamé a Peter. Dio con el contestador y me sentí tanto aliviada como mortificada. ¿No estaba respondiendo porque no sabía que era yo quien llamaba? ¿Podía saber lo que había hecho? ¿Me estaba evadiendo hasta que pudiese ver cuáles serían sus sentimientos? ¿Me estaba maldiciendo por haber cometido tal estúpida decisión, aunque no tenía otra alternativa?

No, me dije a mí misma. No sería ninguna de esas cosas. Peter no evadía la confrontación, ese era mi problema. 

Salí del auto y caminé hacia las rejas. Presioné mi cabeza contra las barras, el frío metal punzando mi piel, pero el dolor no se comparaba contra el remordimiento y quemazón dentro de mí. ¡Peter!, grité en silencio. ¿Qué he hecho?

Sacudí las barras, viendo que no había otra forma de entrar, cuando un gruñido metálico me alertó. El acero en mis manos se dobló como si estuviera hecho de arcilla. Parpadeé confundida antes que me golpeara la noticia. Ya no era humana. Era verdaderamente Nephil, y tenía la fuerza y poder de una. Una fascinación horrible se sintió por mi espina dorsal ante el prospecto de mis nuevos poderes. Había estado buscando una manera de convencerme a mí misma que podía deshacer el juramento. 

Abriendo las rejas lo suficiente para poderme meter, troté hacia adentro, bajando la velocidad cuando me acerqué al almacén que llevaba al estudio de Peter. Mis dedos temblaban mientras daba vuelta a la manija. Con los pies pesados, crucé el almacén y empecé a bajar por la puerta escondida.

Usando prueba y error, y tratando de recordar, encontré la puerta correcta. Me metí dentro del estudio de Peter e inmediatamente supe que algo andaba mal. Sentí los ligeros trazos de una violenta confrontación en el aire. No era algo que pudiese explicar, pero la evidencia estaba ahí, tan palpable como si lo leyera en un papel.

Siguiendo un rastro invisible de energía, me moví cautelosamente a través del estudio de Peter, aún insegura de qué hacer con las extrañas vibraciones. Abrí la puerta de su habitación con mi pie y fue ahí cuando vi la puerta secreta. Una de las paredes negras de granito estaba arrollada ligeramente hacia la derecha, abriéndose hacia un corredor ensombrecido. 

El sonido de pasos hacía eco en el corredor y mi estómago se apretó. La antorcha iluminaba las líneas cinceladas del rostro de Peter y las esquinas de sus ojos, que me estaban mirando directamente. No pude hacer nada más que quedarme paralizada. No podía verlo. Estaba llena de esperanza y vergüenza. Justo cuando estaba por cerrar mis ojos llenos de lágrimas, su mirada se movió y nuestros ojos se encontraron. Una mirada de él y el peso se esfumó. Mis defensas se disolvieron.

Caminé hacia él, lentamente al principio, mi cuerpo temblando con emoción, luego corrí hacia sus brazos, incapaz de estar alejada de él por más tiempo.

-Peter…yo…¡no sé por dónde empezar! – dije, explotando en lágrimas.

Me aferró a él.

-Lo sé todo – murmuró contra mi oído.
-No, no lo sabes – protesté – Hank me hizo jurar lealtad. No soy…ya no soy… - no podía decírselo, no podría tolerarlo si él me rechazaba.

Me dio una ligera sacudida. 

-Está todo bien, Ángel. Escúchame. Sé sobre el Juramento de Cambio. Créeme cuando digo que sé todo.

Sollocé en su camisa, retorciendo mis dedos en ésta.

-¿Cómo?
-Regresé y tú ya no estabas.
-Lo siento mucho. Benja estaba en problemas. Tuve que ayudar. ¡Y arruiné todo!
-Salí a buscarte. El primero lugar donde busque fue donde Hank. Pensé que él te había hecho un truco para que salgas. Lo traje aquí y lo hice confesar – exhaló – Cuando llegué aquí y no te vi, me encontré con Gabe y sus amigos; los convencí de ayudarme a destruir a la Mano Negra, ellos tienen sus razones para odiarlo también. Juntos fuimos al almacén, tú ya no estabas, pero Hank seguía ahí, con la arcángel en la jaula y una Paula muy aterrorizada con el collar en su mano. Paula se rehusó a darle el collar a Hank y salió corriendo, encontrándose conmigo. La convencí de darme el collar.
-Unos minutos después fue que me la encontré – empecé a armar la historia.
-Luego, con Gabe y los chicos, empezamos a pelear con Hank y sus hombres. Hasta que finalmente lograron distraerlo y todos salieron del almacén, persiguiendo a Hank. Mientras tanto, yo me quedé adentro y logré liberar al arcángel. Con ella hicimos un trato, ella irá a hablar con los arcángeles. Irá a contarles lo que sabemos, que Hank ha estado usando devilcraft y que éste debe regresar a dónde pertenece, al infierno. Si me permiten matar a Hank, podrán lograr que él se vaya al infierno junto al devilcraft y ambos lograremos nuestros objetivos.

***

Faltan tres capítulos!

3 comentarios:

  1. Estoy en shock, si lo manda al infierno a hank ella tiene que cumplir su parte?? Más! Me encanta!

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  2. por dios, cada vez mas ostaculos entre estos 2, será q nunca van a ser felices?

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