viernes, 8 de febrero de 2013

Ángeles Caídos #3: Veintitrés (Parte II)

Esa noche a Hank se le ocurrió la grandiosa idea de decirle a mi madre que lo mejor sería que Paula y yo intentemos ser amigas, así que podíamos ir juntas a comprar el vestido para el evento anual del colegio. Al principio me rehusé, diciéndole a mi madre que Hank estaba loco, pero cuando ella me dio a conocer que Hank pagaría todo, pues salió el lado malo de mí y decidí aprovecharme de la situación.

Así que se supone que debía encontrarme con Paula en una tienda boutique de vestidos. A las 7:20 de la noche, estacioné, buscando el auto de Paula. Ella llegó unos minutos después.

-Siento haber llegado tarde – dijo – Mi perro no quería dejarme ir.
-¿Tu perro?
-Boomer. Los perros son como las personas, sabes.
-No te preocupes. Ya miré en las tiendas y también escogí el vestido. Podemos hacer esto muy rápido, y podrás regresar con Boomer.
-¿Y qué hay de mí? Dijiste que valorabas mi opinión.

En realidad valoro la tarjeta de crédito de tu papá, pensé.

-Sí, sobre eso. Tenía toda la intención de esperarte pero luego vi el vestido. Me hizo ojitos.
-¿En serio?
-Sí, Paula. El cielo se abrió y los ángeles cantaron un Aleluya.
-Muéstrame el vestido. ¿Te diste cuenta que tienes la piel morena, verdad? El color equivocado va a malograr tu vista.

Adentro, caminé junto a Paula hacia el vestido. Aquel que había escogido con Cande hace unos días. Era un vestido completamente verde marino y una falda acanalada. La vendedora de la tienda dijo que mis piernas se lucían. Cande dijo que me hacía ver como si tuviera bastante pecho.

-Muy de colegiala – dijo Paula.
-Bueno, es el que quiero.

Buscó entre el grupo de vestidos, cogiendo uno de mi talla.

-Tal vez se verá mejor puesto. Pero no creo que cambie de idea.

Cogí el vestido y me moví hacia el probador. Este era el vestido, Paula no cambiaría mi opinión. Me quité mi jean y me metí dentro del vestido. No podía subir el cierre, lo volteé y busqué la talla. Talla cuatro. Tal vez Paula se había equivocado honestamente, o tal vez lo había hecho al propósito. 

-¿Paula? – la llamé.
-¿Mmm?
-Talla equivocada – dije, pasándole el vestido.
-¿Muy grande? 
-Una talla seis hará bien, muchas gracias.
-Oh. Muy pequeño.

Por suerte estaba en ropa interior, porque si no hubiese salido a estrangularla. Un minuto después, Paula me pasó una talla seis, era uno rojo largo.

-No es para influir en el voto, pero creo que el rojo es el camino a seguir. Más glamour.

Colgué el vestido en el gancho, le saqué la lengua y me metí dentro de aquel vestido. Me moví frente al espejo, y lancé un chillido silencioso; me encantaba. Me imaginé descendiendo las escaleras de mi casa la noche del evento, mientras Benja me miraba desde abajo. De pronto, ya no estaba imaginando a Benja. Peter se inclina en la barandilla, vestido en un traje negro y una corbata plateada. 

Le lanzo una sonrisa coqueta. Él estira su brazo y me escolta a la puerta. Sin poder controlarme, cojo las mangas de su chaqueta y lo jalo hacia un beso. 

-Podría hacerte sonreír así, y sin pagar el impuesto.

Me volteé para encontrar al verdadero Peter detrás de mí en el probador. Estaba usando un jean y una ajustada camiseta blanca. Sus brazos estaban doblados sobre su pecho y sus ojos me sonreían.

-Podría hacer cualquier tipo de chistes pervertidos en este momento – dije con sarcasmo.
-Podría decirte lo mucho que me gustas en ese vestido.
-¿Cómo entraste?
-Me muevo de maneras misteriosas.
-Dios se mueve de maneras misteriosas. Tú te mueves como la luz, aquí en un momento, desaparecido al otro. ¿Hace cuánto tiempo estás aquí? – me moriría de vergüenza si me había visto intentando entrar en un vestido talla cuatro.
-Hubiese tocado, pero no quería arriesgarme a encontrarme con Paula. Hank no puede saber que tú y yo hemos regresado. Tengo noticias – continuó – Llegué hasta Agustina. Ella acordó ayudarnos con el tema de Hank, pero primero necesito aclarar. Agus es más que una vieja amiga. Nos conocimos antes que yo cayera. Fue una relación de conveniencia, pero no hace mucho, ella te hizo presenciar una escena inconveniente para ti – se detuvo – Es una forma bonita de decir que ella intentó matarte.

Caray.

-Ya superó sus celos, pero quería que lo sepas – terminó.
-Bueno, ahora ya se – dijo algo cortante - ¿Cómo vamos a saber que no volverá a querer asesinarme de nuevo?

Sonrió.

-He sacado una póliza de seguros.
-Eso suena vago.
-Ten un poco de fe.
-¿Cómo se ve? – pasé de estar insegura a ser superficial.
-Fea, con el cabello sin lavar, pálida, de una sola ceja – sonrió - ¿Satisfecha?

Me preguntaba si eso se traducía a llena de curvas y hermosa con el cerebro de un astrofísico. 

-¿Ya te has encontrado con ella personalmente?
-No es necesario. Lo que quiero de ella no es complicado. Antes que cayera, Agus era un ángel de la muerte y podía ver el futuro. Ella clama que aún tiene el don y obtiene dinero por ello de sus clientes, que lo creas o no, son Nephils.
-Ella mantendrá la oreja parada. Va a escuchar a sus clientes y ver qué puede escuchar sobre Hank – intuí hacia donde iba su plan.
-Buen trabajo, Ángel.
-¿Cómo espera Agustina ser pagada
-Déjame lidiar con ello.

Coloqué mis manos en mi cadera.

-Respuesta equivocada, Peter.
-Agus ya no tiene interés en mí. Está motivada por dinero. 

Cerró el espacio entre los dos, corriendo su dedo afectuosamente por mi collar.

-Y yo ya no estoy interesado en ella. He colocado mis ojos en otro lado.
-¿Podemos confiar en ella?
-Fui yo quién le arrancó sus alas cuando cayó. Tengo una de sus plumas en caso de seguridad, y ella lo sabe. A menos que quiera pasar el resto de la eternidad haciéndole compañía a Rixon, va a estar motivada a quedarse de nuestro lado.

Ese era el seguro de póliza. Bingo.

Sus labios rozaron los míos.

-No puedo quedarme mucho tiempo. Estoy trabajando en otras pistas. ¿Estarás esta noche en casa?
-Sí –dije, dudando - ¿Pero no estás preocupado de Hank? En estos días, ha estado pegado como una mosca en mi casa.
-No puedo trabajar a su alrededor – dijo, con un misterioso brillo en sus ojos – Iré a ti a través de tus sueños.

Incliné mi cabeza, evaluándolo.

-¿Es una broma?
-Para que trabaje, tienes que abrirte a la idea. Estamos lejos de un inicio prometedor.

Esperé a que empezara a reír, pero realmente hablaba en serio.

-¿Cómo funciona? – pregunté.
-Tú sueñas y yo me inserto en él. No intentes bloquearme, y funcionará.

Me pregunté si debía decirle que tenía un record estelar de no bloquearlo cuando se trataba de mis sueños.

-Una última cosa – dijo – Sé que Hank sabe que Benjamín está en la ciudad. No pensaría dos veces si tuviera que secuestrarlo, pero sé que significa algo para ti. Dile que se mantenga fuera de vista. Hank no piensa bien de los desertores.

Al otro lado, escuché a Paula discutiendo con la vendedora. Probablemente algo trivial sobre suciedad en los espejos.

-¿Paula sabe quién es realmente su padre?
-Paula vive en una burbuja, pero Hank mantiene amenazándola con reventar esa burbuja.
Inclinó su cabeza hacia mi vestido.
-¿Cuál es la ocasión?
-El evento anual del colegio – dije, dándome una vuelta - ¿Te gusta?
-Lo último que escuché es que ese evento requiere de una cita.
-Sobre eso…digamos que…estoy yendo con Benjamín. Ambos nos dimos cuenta que el baile del colegio es el último lugar al que Hank iría.

Peter sonrió, pero fue forzado.

- Retiro lo antes dicho. Si Hank quiere dispararle a Benjamín, tiene mi bendición.
-Sólo somos amigos.

Peter alzó mi mentón y me besó.

-Mantenlo de esa forma.

Sacó sus anteojos de aviador de su camiseta y los deslizó sobre sus ojos.

-Que no diga Benjamín que no le advertí. Tengo que irme, pero estaré en contacto.

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