jueves, 31 de enero de 2013

Ángeles Caídos #3: Veinte (Parte 1)

Mi primer pensamiento fue el estar arrodillada. No. Arrodillada dentro de mí. Encerrada en el mejor escondite de ataúdes. Enredada en una net. Indefensa y sin control de mi cuerpo.

Mi segundo pensamiento fue Peter.

Peter me estaba besando. Besándome de una forma que me aterrorizaba aún más que el cuerpo fantasma que no podía controlar. Su boca, por todos lados. La lluvia, cálida y suave. Y su cuerpo, tan cerca, irradiando calor.

Peter.

Atónita y temblorosa, clavé mis uñas en la memoria. Rogué por salir.

Jadeé como si hubiera tragado agua y la estuviera expulsando ahora. Al mismo tiempo, abrí los ojos.

-¿Qué pasó? – preguntó Jev, cogiéndome protectoramente de los hombros.

Estábamos de regreso en su habitación, las mismas velas brillando contra las paredes. La familiaridad de ello me hizo sentir alivio, estaba aterrada de estar atrapada, de la sensación de estar capturada dentro de un cuerpo que no podía controlar.

-Tu memoria fue de mí – solté – Pero no había un doble. Estaba atrapada dentro de mi cuerpo, pero sin control. No podía moverme. Fue…aterrador.
-¿Qué viste? – preguntó, su cuerpo tenso. 
-Estábamos ambos aquí, en el almacén. Cuando dije tu nombre, no dije Jev. Te llamé Peter. Y me estabas….besando – estaba tan sorprendida como para pensar en el sonrojo.

Jev quitó cabello de mi cara, acariciando mi mejilla.

-Nada está mal – murmuró – En ese entonces me conocías como Peter. Ese era el nombre que usaba cuando nos conocimos. Dejé el nombre cuando te perdí. He sido Jev desde entonces.

Me sentía estúpida por llorar, pero no pude evitarlo. Jev era Peter. Mi ex novio. De pronto, todo tenía sentido. Por eso nadie conocía el nombre Jev.

-Te devolví el beso – dije, aún llorando suavemente – En la memoria.
-¿Fue tan malo?

Me preguntaba si en algún momento le podría decir lo que ese beso me había hecho. Había sido tan placentero que me había sacado de la memoria.

-Más temprano me dijiste – empecé, evadiendo la respuesta – que intentaste traerme aquí una vez, pero Hank nos detuvo. Creo que fue la memoria que vi. Pero no vi a Hank, no llegué tan lejos. No estaba preparada para lo real que se sentía.
-La chica en control de tu cuerpo eras tú – me recordó – Tú en el pasado. Antes de perder tu memoria.

Salté, caminando por la habitación.

-Tengo que regresar.
-Lali…
-Tengo que enfrentar a Hank. No puedo hacerlo hasta verlo cara a cara ahí – dije.

Tenía que enfrentar la parte de mí que sabía la verdad.

-¿Quieres que te jale a tiempo? – preguntó Jev, mirándome.
-No. Esta vez, haré todo el camino.

En el momento en que volví dentro de la memoria de Jev, yo estaba reviviendo el recuerdo a través de los ojos de la chica que había sido antes que mi memoria fuera dañada. Su cuerpo tomó el mío y sus pensamientos ensombrecieron los míos. Respiré con pánico, abriéndome a ella…a mí.

Afuera, la lluvia formaba un sonido mientras golpeaba contra el almacén. Peter y yo estábamos mojados, y él succionó una gota de mi labio. Colgué mis dedos en la pretina de su jean y lo acerqué. Nuestras bocas se deslizaron sobre la otra, una caliente distracción del frío del aire.

-Te amo. Estoy tan feliz ahora mismo, como nunca recuerdo haberlo estado – murmuró.

Estaba por responder cuando la voz de un hombre, sin duda muy familiar, salió de las sombras.

-Qué conmovedor. Agarren al ángel.

Un grupo de hombres jóvenes y altos, sin duda Nephils, salieron de las sombras y rodearon a Peter, retorciendo sus brazos detrás de su espalda. 

Apenas tuve tiempo de absorber lo que estaba pasando cuando la voz de Peter se rompió entre mis pensamientos. Cuando empiece a pelear, corre. Llévate la camioneta. No vayas a casa. Quédate en la camioneta y sigue conduciendo hasta que te encuentre. 

El hombre que aún estaba escondido, el que ordenaba a los otros, dio un paso adelante. Era alto, delgado, guapo y muy joven para su edad, y estaba vestido impecablemente con un polo sport y pantalones de algodón.

-Señor Hank – susurré.
-Déjame introducirme apropiadamente – dijo – Soy La Mano Negra. Conocía a tu padre Harrisson muy bien. Estoy contento que no esté aquí ahora para verte devastándote a ti misma con uno de los hermanos del diablo. No eres la chica quién pensé que serías, Lali. Fraternizar con el enemigo, burlarte de tu herencia. Pero, puedo perdonar eso – se detuvo – Dime, Lali. ¿Fuiste tú quién asesinó a mi querido amigo, Chauncey?

Mi sangre se puso fría. Estuve atrapada entre el impulso de mentir y el conocimiento de que eso no haría nada bien. Él sabía que había matado a Chauncey. 

-¡Ahora! – gritó Peter en mi mente - ¡Corre!

Corrí hacia la puerta del cobertizo. Pero sólo logré dar unos cuantos pasos antes que un Nephil me coja del hombro. Así de rápido, colocó mi otro brazo detrás de mi espalda. Intenté liberarme, pero no pude. 

-Le debo esto a Chauncey – dijo Hank, cruzando detrás de mí. Compartimos una visión. Una que intentamos ver hasta el final – continuó - ¿Quién adivinaría que tú, de todas las personas, sería la que lo destruiría?

El Nephil me dio la vuelta al tiempo que Hank sacaba una pequeña daga de la cintura de su pantalón.

-Toca mi espalda – escuché la voz de Peter cortar el pánico – Entra a mi memoria. Toca el lugar donde mis alas se fusionan con mi espalda – continuó.

Era más fácil decirlo que hacerlo, porque un espacio de cinco o seis pies nos separaban y ambos estábamos atrapados por Nephils. 

-Déjame ir – le espeté al Nephil que me sostenía – Ambos sabemos que no me iré a ningún lado, no puedo escaparme de ustedes.

El Nephil miró a Hank, quién confirmó mi pedido con un ligero asentimiento.

-Lo siento por esto, Lali. Pero la justicia debe ser llevada a cabo – dijo Hank – Chauncey hubiese hecho lo mismo por mí.
-¿Justicia? ¿Y qué hay de la familia? Soy tu hija de sangre.
-Eres una plaga, una humillación.
-¿Estás aquí para vengar a Chauncey o este es un intento de salvar tu reputación? ¿No podía lidiar con que tu hija esté saliendo con un ángel caído y avergonzarte en frente de tu ejército de Nephils? 

Hank frunció el ceño ligeramente.

-Supongo que es una buena cosa que hayas escogido mantener a Paula como tu hija en lugar de mí – dije – Ella es dulce, popular, sale con los chicos correctos, y es muy tonta para hacerte preguntas. Pero sé que los muertos pueden regresar. Vi a mi papá esta noche, al verdadero.

El ceño fruncido de Hank se profundizó.

-Si él me puede visitar, no hay nada que lo prevenga de visitar a Paula, o a tu esposa. Y no me detendré ahí. Sé que estás saliendo con mi madre, le contaré la verdad de ti, muerta o viva. ¿Cuántas citas crees que puedas tener antes que le haga saber que tú me asesinaste?

Eso fue todo lo que alcancé a decir antes que Peter lance su rodilla contra el estómago del Nephil. Éste cayó y Peter le lanzó un puñetazo en su nariz. 

Corrí hacia Peter, lanzándome contra él.

-Apresúrate – dijo, llevando mi mano a la parte trasera de su espalda.

A ciegas, explayé mi mano en la espalda de Peter, esperando hacer contacto en el lugar correcto. Sus alas estaban hechas de espíritu y no podía verlas o sentirlas, pero ocupaban la mayor parte de su espalda. 

Alguien, Hank o uno de los Nephils, me cogió de los hombros, pero apenas me moví. Los brazos de Peter estaban a mí alrededor, encerrándome dentro de él. Sin tiempo para pensar, busqué de nuevo las cicatrices. Él besó mi frente y murmuró algo inentendible. No hubo tiempo para más. Una luz blanca explotó en la parte de atrás de mi mente. Al siguiente movimiento, estaba suspendida en un universo negro lleno de pedacitos de luz. Escuché el grito de Hank, y supe que no había cruzado por completo. Tal vez mi mano estaba cerca a la base de las alas de Peter, pero no lo suficiente. No podía bloquear las imágenes horribles y dolorosas de las que Hank podría terminar con mi vida, y peleé en la oscuridad, buscando mi camino, determinada a ver a Peter en sus memorias una última vez antes que todo termine.

Lágrimas nublaron mi visión. No quería que este sea el final. Había tanto que quería decirle a Peter. ¿Sabía lo mucho que significaba para mí? Lo que teníamos, apenas había empezado. No podía simplemente terminarse de pronto. 

Peter también estaba gritando, en el almacén. Dos palabras se escucharon distorsionadas en mis orejas, como si hubieran viajado una gran distancia. Trato. Compromiso. 

Fruncí el ceño, queriendo escuchar más. ¿Qué estaba diciendo Peter? De pronto tuve miedo que lo que sea que estuviera diciendo, no me gustaría. ¡No!, grité, tratando de detener a Peter. Pero no podía hacer nada, estaba atrapada. ¡Peter! ¿Qué le estás diciendo?

Sentí un extraño tirón de mi cuerpo, como si hubiera sido golpeada detrás de mi espina. El sonido de voces gritando empezaron a desvanecerse mientras me dirigía hacia una brillante luz y dentro de los pasillos de la memoria de Peter.

De nuevo.

miércoles, 30 de enero de 2013

Ángeles Caídos #3: Diecinueve

Mientras Jev conducía, incliné mi cabeza contra la ventana, quedándome en silencio. Al principio tenía una vaga idea de dónde estábamos, pero cuando dimos un par de vueltas más, sabía exactamente el lugar. La entrada al parque de atracciones se veía más allá. Jev se estacionó.

-¿Qué estamos haciendo aquí? – pregunté, sentándome derecha.

Apagó el motor y arqueó una ceja.

-Dijiste que querías hablar.
-Sí, pero este lugar está….Vacío.

Una sonrisa apareció en su boca.

-¿Aún no sabes si puedes confiar en mí? Y si te refieres a este parque, llámame sentimental.

No entendí. Lo seguí hacia las rejas de la entrada, observándolo subirlas. Al otro lado, abrió la reja para dejarme entrar. Lo seguí y empecé a sentirme insegura. Sólo porque Jev había salvado mi vida tres veces no significaba que fuera una buena idea estar a solas con él. Pero, se supone que estaba aquí en busca de respuestas y él me había prometido que hablaríamos.

Al final, Jev disminuyó el paso, desviándose del pasadizo y deteniéndose antes de un destartalado almacén de cobertizo. La montaña rusa le hacía sombra a un lado y una gigantesca rueda al otro lado. 

-¿Qué hay en el almacén? – pregunté.
-Casa.

¿Casa? O tenía un buen sentido del humor, o estaba refiriéndose a la vida simple. 

-Glamorosa.

Sonrió astutamente.

-Sacrifico estilo por seguridad.
-¿Seguridad? Probablemente podría abrir la puerta de un golpe.
-Segura de los arcángeles.

Insertando su llave, Jev abrió la puerta y la sostuvo para mí.

-¿Cuándo conoceré sobre los arcángeles? 
-Todo lo que tienes que saber ahora mismo, es que ellos no están de tu lado.
-¿Pero podrían estarlo más adelante?
-Soy optimista en ello.

Una vez que entré, el suelo crujió bajo mi peso, y olí el olor de aire pasado. El almacén era pequeño, sin ventanas. El espacio cayó en completa oscuridad cuando Jev dejó que la puerta se cierre detrás de nosotros. 

-¿Vives aquí? – pregunté, sólo para asegurarme.
-Esto es más como la antesala.

Antes que pueda preguntar a qué se refería, lo escuché cruzar el almacén. Escuché el leve sonido de una puerta abriéndose. 

-Dame tu mano – dijo.

Caminé, vagando sobre la oscuridad, hasta que lo sentí coger mi mano. Parecía que estaba de pie, debajo de mí, en un área empotrada. Sus manos se movieron a mi cintura. Me bajó, hacia un espacio debajo del almacén. ¿A dónde me estaba llevando?

-¿Qué es este lugar? – susurré.
-Hay un laberinto de túneles debajo del parque. Hace años, los ángeles caídos no se metían con los humanos; se separaban, viviendo aquí en la costa, yendo a la ciudad sólo durante el Cheshvan. Ellos hacían lo que querían, se llevaban lo que querían. Así empezaron a construir sus ciudades en lo subterráneo, como una precaución. Sabían que con el tiempo las cosas cambiarían, y lo hicieron. Los humanos se expandieron, la distancia entre ellos y los ángeles caídos se nubló. Los ángeles caídos construyeron este parque encima de su ciudad para esconderla y utilizaban las ganancias del mismo para sobrevivir. 

Su voz era tan medida, tan estable, que no sabía cómo se sentía sobre lo que había contado. En respuesta, yo no sabía qué decir. Era como escuchar un cuento de hadas, pero aún así era muy real. Sabía que Jev estaba diciendo la verdad, no porque su historia coincidía con la de Benjamín, sino porque cada palabra me sacudía, sacudiendo pequeños fragmentos de mi memoria. 

-Casi te traje una vez aquí – dijo Jev – Los Nephils de la casa segura a la que entraste, interfirieron.
-Sé que Hank es el Nephil del que estás hablando, es la razón por la que fui a la casa segura esta noche. Quería saber qué estaba escondiendo. Benjamín me dijo que si conseguíamos suficientes pruebas, podríamos averiguar qué estaba planeando y deducir una forma de derrotarlo.
-Hank no es un Nephil ordinario, Lali.
-Lo sé. Benjamín me contó que está creando un ejército. Quiere derribar a los ángeles caídos así no pueden poseer más cuerpos Nehpil. Sé que es poderoso y tiene conexiones. Lo que no entiendo es cómo tú estás involucrado. ¿Por qué estabas esta noche en la casa segura?
-Hank y yo tenemos un arreglo de negocios – dijo, después de un momento – No es inusual de mí darle una visita – dio un largo suspiro – Necesitamos hablar.

Tomó mi hombro, llevándome más en la oscuridad debajo del almacén. Nos movimos hacia abajo, entre corredores y alrededor de curvas. Al final, Jev disminuyó el paso, abrió una puerta y cogió algo del suelo.

De pronto, prendió un fósforo y una vela. 

-Bienvenida a mi casa.

Comparado a la completa oscuridad, la vela era sorprendentemente brillante. Nos mantuvimos en la abertura de un vestíbulo de granito negro, que llevaba a una amplia habitación, también negra. 

-Caray – dije.
-No traigo a muchas personas aquí. No es algo que quiero compartir con todo el mundo. Me gusta la privacidad.

Mientras continué observando la habitación, Jev prendió más velas.

-La cocina a la izquierda – dijo – La habitación en la parte de atrás.

Miré sobre mi hombro.

-¿Por qué, Jev, estás coqueteando conmigo?

Me observó con ojos brillantes.

-Me empiezo a preguntar si estás tratando de distraerme de nuestra conversación previa – dije.

Jev cayó en el sofá estilo francés, estirando sus brazos por la parte de atrás.

-Yo no soy la distracción en esta habitación – dijo.
-¿Y qué podría ser?

Sentí sus ojos devorarme mientras me movía por la habitación. Me observó de pies a cabeza sin parpadear, y un dolor caliente se sintió en mí. Un beso hubiera sido menos íntimo. Tratando de controlar la calentura de su mirada, me detuve frente a una pintura de óleo.

-La Caída de Phaeton – me informó – El hijo del Dios Griego Helios, tuvo un hijo, Phaeton, por una mujer mortal. Cada día Helios conducía un carruaje por el cielo. Phaeton logró que su padre le prestara el carruaje aunque él no era lo suficientemente fuerte. Y como se esperaba, los caballos se volvieron locos y cayeron a la Tierra, quemando todo en su camino – esperó, buscando mis ojos – Sin duda estás al tanto del efecto que tienes en mí.
-Ahora te estás burlando.
-Es cierto que me gusta hacerte bromas, pero hay cosas con las que nunca bromeo.

Atrapada en su mirada, acepté que él era un ángel caído. El poder que vibraba fuera de él era diferente del que sentía alrededor de Benjamín. Más fuerte y nítido. 

-Sé que eres un ángel caído – dije – Sé que fuerzas a los Nephils a jurar lealtad. Posees sus cuerpos y en esta guerra, estás en el lado opuesto que Benjamín. Se nota que no te gusta.
-Estás recordando.
-No lo suficiente. Si eres un ángel caído, ¿por qué hacer negocios con Hank, siendo un Nephil? ¿No se supone que son enemigos mortales?
-Sobre Hank – colocó sus manos en su rostro.
-¿Qué pasa con él? – lo miré, intentando entender porqué se le hacía difícil. 

Jev se puso de pie, caminó hacia la pared e inclinó un brazo contra ésta. Sus mangas estaban remangadas en sus hombros, su cabeza cabizbaja.

-Quiero saber todo – dije – Empezando por ti. Quiero que me hagas recordar lo nuestro. ¿Cómo nos conocimos? ¿Qué significábamos uno para el otro? Después de eso, quiero que me cuentes todo sobre Hank. Incluso si estás preocupado de que no me guste lo que tengas que decir. Ayúdame a recordar. No puedo seguir así, no puedo seguir adelante hasta saber qué he dejado atrás. No le tengo miedo a Hank. 
-Tengo miedo de lo que él sea capaz. Él no dibuja un límite; empuja hasta dónde puede. Y lo peor de todo, no se puede confiar en él. Con nada – dudó – Diré la verdad. Te contaré todo, pero sólo porque Hank me traicionó. Se supone que tú no deberías estar más en esto. Hice todo lo que pude para dejarte fuera de esto. Hank medio su palabra que se alejaría de ti, imagina mi sorpresa, cuando me contaste que está con tu mamá. Si está de vuelta en tu vida, es porque tiene algo en mente. Lo que significa que no estás a salvo. 
-Ayúdame a recordar, Jev.
-¿Es lo que quieres?
-Sí – dije, sonando más valiente que nunca.

Jev bajó hacia el borde del sofá. Se desabotonó su camisa con cuidado. Colocando sus hombros en sus rodillas, colgó su cabeza entre sus hombros desnudos. Cada músculo de su cuerpo estaba rígido. Tomé un paso, luego dos. Me quedé sin aliento. Dos rayas irregulares de carne desgarrada lo marcaban. Las heridas estaban en carne viva y rojas, y retorcieron mi estómago. No podía imaginar el dolor que estaba sintiendo, no podía imaginar qué le había pasado para crear esas heridas brutales.

-Tócalas – dijo Jev, alzando su mirada con nerviosismo – Concéntrate en lo que quieres saber.
-No…no entiendo.
-La noche que te salvé de Gabe, cortaste mi camisa y tocaste mis cicatrices. Viste una de mis memorias. 

Parpadeé. ¿Esa no había sido una alucinación? ¿Hank, Jev, la chica en la jaula, estaban en la memoria de Jev? 

-Te debo advertir que si vas dentro de mi memoria que te incluye, las cosas se tornarán complicadas – dijo – Puede que veas a un doble de ti y verás las cosas como una observadora invisible. El otro escenario es que seas transferida en tu propia versión de la memoria, significando que pueden experimentar mi memoria desde tu punto de vista. No verás a un doble si eso sucede, serás la única versión de ti misma. La primera es la más común.

Mis manos temblaron.

-Tengo miedo.
-Te daré cinco minutos. Si no has regresado, quitaré tus manos de mis cicatrices. Eso romperá la conexión.

Mordí mi labio. Esta es tu chance, me dije a mí misma. No escapes, no cuando has llegado tan lejos. La verdad da miedo, pero no saber nada es peor. 

-Dame media hora – le dije a Jev.

Luego aclaré mi mente, intentando calmar mis pensamientos. No tenía que entender todo ahora mismo, sólo dar un paso de fe. Estiré mi mano, cerré mis ojos, buscando coraje. Agradecí cuando la mano de Jev se encerró en la mía, guiándome en el resto del camino.

lunes, 28 de enero de 2013

Ángeles Caídos #3: Dieciocho

El chirrido de las llantas sonó detrás de nosotros. Hank estaría tan orgulloso, sus hombres no se rendían con facilidad. Jev me escondió detrás de una pared.

-Hay una discoteca a una cuadra de aquí. No es el lugar más limpio pero podemos escondernos ahí.

Tomó mi hombro y empezó a empujarme.

-Si los hombres de Hank revisan el club, me reconocerán. Las luces en el almacén estuvieron prendidas por cinco cincos antes que me sacaras. Alguien en esa habitación debió haberme visto. Puedo intentar esconderme en el baño, pero si empiezan a hacer preguntas, no podré esconderme por mucho tiempo.

-El almacén al que entraste es para nuevos reclutas. Dieciséis o diecisiete en años humanos, lo que hace menos de un año Nephil. Soy más fuerte que ellos, y tengo mucho más práctica cuando se trata de jugar con sus mentes. Voy a colocar un hipnotismo en ti. Si nos ven, van a ver a un chico con pantalones de cuero negro con un collar de púas, y una chica rubia platino en un corsé y botas de combate.

De pronto sentí una pequeña luz en la cabeza. Un hipnotismo. ¿Así era cómo funcionaban los trucos mentales? ¿A través de un encantamiento?

Jev alzó mi mentón, buscando mis ojos. 

-¿Confías en mí?

No importaba si lo hacía o no, debía hacerlo. La alternativa era enfrentar a los hombres de Hank. Así que asentí.

-Bien, sigue caminando.

Seguí a Jev hacia una antigua fábrica que ahora era una discoteca. Adentro, la ventilación era pobre e inmediatamente fui golpeada por una ola de olor de cuerpos mezclados con perfume, humo de cigarro y vómito. La gente tenía como quince años más que yo. Hicimos nuestro camino hacia el centro de la multitud, dónde pudimos escondernos y mantener vigilancia hacia las puertas.

-El Plan A es quedarnos aquí y esperarlos – gritó Jev sobre el sonido de la música – Eventualmente se rendirán y regresarán al almacén.
-¿Y, el Plan B?
-Si nos siguen hasta aquí, tendremos que irnos por la puerta trasera.
-¿Cómo sabes que hay una puerta trasera?
-He estado aquí antes. No es mi primera elección, pero es un favorito cuando se trata de mi estilo.

Miré alrededor.

-Pensé que podías hacerles trucos mentales a todos, ¿por qué siento que todos me miran?
-Porque somos las dos únicas personas que no están bailando.

Bailar. Hombres y mujeres estaban pegados unos a los otros, dándose besos, y asfixiándose.

-¿Me permites un baile? – preguntó Jev con un simpático tirón de su boca.
-¿No deberíamos de estar buscando la salida? ¿Tratando de pensar en otros planes?

Agarró mi mano derecha, y me jaló hacia él en un lento baile que no iba con la música. Como si leyera mi mente, me miró.

-Dejarán de mirarnos pronto. Están muy ocupados compitiendo por el baile más extremo esta noche. Intenta relajarte. 

Mi corazón empezó a latir desaforado, y no porque los hombres de Hank estuvieran cerca. Bailar de esta forma con Jev, apartaba cualquier oportunidad de mantener mis sentimientos controlados. Sus brazos eran fuertes, su cuerpo caliente. No estaba usando perfume, pero olía rico. Y esos ojos, profundos, misteriosos, indescifrables. A pesar de todo, quería inclinarme hacia él y….sólo dejarme ir.

-Mejor – murmuró en mi oído.

Antes que pueda responder, me dio una vuelta. Nunca antes había bailado así, y la habilidad de Jev me impresionó. La forma en que bailaba me hacía recordar a otro tiempo y lugar. Era confidente y elegante…suave y sexy.

-¿Crees que van a comprarse que un chico con pantalones negros de cuero baile así? – me burlé cuando me regresó a su abrazo.
-Mantelo así y yo te pondré en el estilo – no sonrió, pero sentí diversión en sus palabras.
-¿Cómo funciona el hipnotismo? ¿Cómo un hechizo?
-Es más complicado que eso, pero con el mismo resultado.
-¿Puedes enseñarme?
-Si te enseñara todo lo que sé, necesitaríamos una cantidad considerable de tiempo para estar a solas.
-Estoy segura que podemos mantenerlo en…lo profesional.
-Habla por ti misma – dijo en ese tono que me hizo difícil adivinar sus intenciones.

Su mano estaba en mi espalda, sosteniéndome contra él, y me di cuenta que estaba más nerviosa que como originalmente había pensado. Me encontré a mí misma preguntándome si la conexión entre los dos había sido así de eléctrica antes. ¿Estar cerca de él siempre se había sentido como el fuego? ¿Caliente, brillante, intensa y peligrosa?

Para mantener nuestra conversación fuera de un territorio incómodo, recosté mi cabeza contra su pecho, aunque sabía que no era seguro. Nada sobre él se sentía seguro. Mi cuerpo entero tarareó bajo su toque, una sensación completaba foránea. La parte sensible de mí quería disecar mis emociones, pero una parte más inmediata y física, estaba cansada que la lógica siempre me de vueltas, constantemente preguntándome sobre ese lapso en el tiempo que no recuerdo. 

Pieza por pieza, dejé que Jev rompa mis defensas. Estaba sobre caliente, mi cabeza llena de humo, y el momento empezó a sentirse irreal. Mientras estaba aquí, atrapada en el club, en los ojos de Jev, él hacía que todo fuera muy fácil.

Su boca rozó mi oreja.

-¿En qué estás pensando?

Cerré mis ojos brevemente, sintiendo ahogo. En lo caliente que me siento. Lo increíblemente viva y vibrante que me siento a tu lado, pensé.

Su boca se torció en una sonrisa perceptiva y sexy.

-Mmm.
-¿Mmm? – miré alrededor, sintiendo automáticamente irritación - ¿Qué significa Hmm? ¿Podrías usar más de cinco palabras? Pareces principiante.

Su sonrisa se amplió.

-Principiante.
-Eres imposible.
-Yo, Jev, tú Lali.
-Déjalo – pero casi sonrío. 
-Desde que estamos manteniéndolo en lo principiante, hueles bien – observó.

Se acercó, haciendo que advierta su tamaño, el subir y bajar de su pedo, la calidez de su piel contra la mía. Electricidad recorrió mi cuerpo y temblé de placer.

-Se llama ducha…. – empecé – Jabón, champú, agua caliente.
-Desnudez. Conozco el proceso – dijo. 

Insegura de cómo proceder, me reí.

-¿Estás coqueteando conmigo, Jev?
-¿A ti te parece que sí?
-No te conozco lo suficiente para tomar la decisión – intenté mantener mi voz neutral.
-Entonces tendremos que cambiar eso.

Aún insegura de sus motivos, aclaré mi garganta.

-¿Escapar juntos de chicos malos, es tu idea de jugar a conocerte?
-No. Esto es.

Inclinó mi cuerpo hacia atrás, llevándome a un lento arco hasta que me alzó y me chocó contra él. En sus brazos, mis articulaciones se debilitaron, mis defensas derritiéndose mientras me guiaba a través de apasionados pasos. Sus músculos se flexionaban por debajo de su ropa, sosteniéndome, guiándome. 

Mis rodillas se sentían débiles, pero no por bailar. Mi respiración era más rápida. Estar cerca de Jev, nuestras pieles rozándose, piernas tocándose ligeramente, miradas conectadas brevemente en la oscuridad, todo era sensación y calor intoxicante. 

-No tengo el cuerpo para esto -  objeté, alzando mi mentón hacia una voluptuosa mujer que sacudía sus caderas contra el ritmo – No tengo curvas.

Los ojos de Jev sostuvieron los míos.

-¿Estás pidiendo mi opinión?

Me sonrojé.

-Pedí eso.

Inclinó su cabeza hacia abajo, su respiración calentando mi piel. Sus labios rozaron mi frente con ligera presión. Cerré mis ojos, intentando sostener el absurdo deseo por él, para que baje su boca, hasta que encontrara la mía.

Jev, quise decir. Sólo que su nombre no salió. Jev, Jev, Jev, pensé. Repetí su nombre, un pedido silencioso, hasta que me sentí mareada. El pequeño espacio de aire entre nuestras bocas era una presencia vívida, burlona y tentadora. Él estaba tan cerca, mi cuerpo encajado al de él. Esperé, inclinándome en su abrazo, mi respiración ligera con anticipación.

De pronto, su cuerpo se tensó. El hechizo se rompió, el espacio entre nosotros se amplió y di un paso hacia atrás.

-Tenemos compañía – dijo.

Intenté apartarme por completo, pero Jev endureció su agarre en mí, forzándome a seguir pretendiendo que bailábamos. 

-Mantente calmada – murmuró, su mejilla rozando mi frente – Recuerda, si te miran, van a ver a una rubia con botas. No van a ver a la real Lali.
-¿Qué están haciendo? – pregunté, sin poder ver más allá de la multitud.
-Mirando alrededor. Baila conmigo y mantén tus ojos fuera de la puerta. Son cuatro. Se están expandiendo – Jev maldijo – Dos se están dirigiendo hacia aquí, creo que nos han atrapado. La Mano Negra los ha entrenado bien. Nunca he conocido a un Nephil que pueda ver a través de un truco mental en su primer año de lealtad, pero puede que lo logren. Camina hacia el baño y toma la salida al final del pasillo. No camines muy rápido y no mires hacia atrás. Si alguien intenta detenerte, ignóralo y sigue caminando. Voy a intentar retirarlos así ganamos tiempo. Te encuentro en el callejón en cinco minutos.

Jev fue en una dirección y yo en otra, con el corazón en la boca. Hice mi camino a través de la multitud. Seguí hacia el pasillo que llevaba a los baños, intentando pasar entre la gante que hacía cola. Como Jev prometió, una puerta apareció al final. La empujé y me encontré a mí misma afuera. Sin perder el tiempo, empecé a correr. No pensé que sería bueno estar de pie afuera, y preferí esconderme hasta que Jev viniera por mí. Estaba a medio camino cuando la puerta se abrió detrás de mí.

-¡Por ahí! – gritó una voz – ¡Se está escapando!

Volteé sólo para confirmar que eran Nephils. Luego, me quité. No sabía a dónde estaba yendo, pero Jev sabría cómo encontrarme. Corrí al otro lado de la calle, regresando al lugar dónde habíamos dejado la camioneta; seguramente Jev buscaría ahí como segunda opción al no encontrarme en el callejón. 

Los Nephils eran muy rápidos. Todo era mucho más fácil para ellos, me di cuenta con pánico. Cuando estaban sólo a momentos de distancia de mí, me volteé. Los dos Nephils bajaron la velocidad, preocupados de mis intenciones. Miré a los dos, respirando pesadamente. Podía seguir corriendo e ir hacia lo inevitable. O podía tratar de pelear. Podía gritar y esperar que Jev me escuchara. 

-¿Es ella? – preguntó uno de ellos.
-Es ella – dijo el otro – Está usando un truco mental. Enfócate en un detalle por cada momento, como nos enseñó la Mano Negra. Su cabello, para empezar. 

En un instante, estuvieron a mi lado, cada uno cogiendo con fuerza mis hombros. 

-¿Qué estabas haciendo en el almacén? – preguntó el más alto - ¿Cómo lo encontraste?
-Yo…– empecé, pero estaba muy aterrada para pensar en algo.
-¿Y tu lengua? – dijo el más bajo.
-Tenemos que llevarla de regreso al almacén – dijo el más alto – La Mano Negra o Blakely querrán hacerle preguntas.
-Recién mañana estarán de regreso. Puede que ahora obtengamos respuestas.
-¿Y si no habla?
-Nos aseguraremos que lo haga.
-Ella le contará a ellos todo.
-Borraremos su memoria cuando términos. No notará la diferencia.
-No somos lo suficientemente fuertes. 
-Podemos usar el devilcraft – sugirió el más bajo.
-Devilcraft es un mito. La Mano Negra lo dejó en claro.
-¿En serio? Si los ángeles en el cielo tienen poderes, tiene sentido que los demonios en el infierno también los tengan. Tú dices mito, yo digo, posiblemente una mina de oro. Imagina lo que podemos hacer con ello.
-Incluso si existiera, no sabemos por dónde empezar.
-Bien. Nos aseguraremos que nuestras historias sean iguales. La atrapamos en el almacén, la encontramos escondiéndose en el club, y mientras la traíamos de vuelta, se asustó y malogró todo. Así que diremos que ella está mintiendo, la Mano Negra nos creerá y no pensará en el Devilcraft. 
-Perfecto.
-Entonces, yo iré por nuestros compañeros, tú anda con ella. 

El más alto empezó a caminar en dirección contraria.

-Vas a venir conmigo – dijo el más bajo, forzándome a caminar hacia el otro lado.
-¡Suéltame! – grité, tratando de liberarme.
-Claro, tan sólo dime qué estabas haciendo en la casa segura.
-¡Suéltame ahora!
-La escuchaste.

Los ojos del Nephil se abrieron con impaciencia.

-¿Qué pasó ahora? – espetó, volteándose a ver quién se atrevía a interrumpir.
-Ha sido un pedido fácil – dijo Jev, sonriendo ligeramente.
-Estoy un poco ocupado por el momento, compañero – ladró el Nephil – Si no te importa.
-Resulta que sí me importa.

Jev cogió al Nephil por los hombros y lo lanzó contra el edificio. Colocó una mano en su garganta, quitándole el aire 

-Discúlpate – agregó, haciendo un gesto en mi dirección.

El Nephil luchó, su cara perdiendo color. Su boca se abrió y cerró como la de un pez, intentando buscar oxígeno.

-Dile lo mucho que lo sientes, o me aseguraré que no tengas nada qué decir durante mucho tiempo – con su mano libre, Jev sacó un cuchillo, listo para cortarle la lengua - ¿Qué vas a hacer?

Los ojos del Nephil quemaron con odio mientras nos miraba.

Lo siento, su voz se escuchó en mi mente.

-No ganará un Oscar, pero fue algo – dijo Jev – No fue tan difícil, ¿verdad?

Liberándose, el Nephil buscó aire y masajeó su garganta.

-¿Te conozco? Sé que eres un ángel caído, puedo sentir tu poder, lo que me hace pensar que debiste de tener un poder alto antes de caer, tal vez un arcángel. Pero, lo que quiero saber es si hemos cruzado caminos antes.
-Aún no – dijo Jev – Haré las instrucciones cortas.

Jev lanzó un puño en la garganta del Nephil, quién cayó de rodillas y quedó inconsciente.

Jev se volteó hacia mí, esperaba que me reclamara por no haberme quedado en el callejón como acordamos, pero simplemente quitó un pedazo de tierra de mi mejilla y abotonó los dos botones superiores de mi blusa.

-¿Estás bien? – preguntó silenciosamente.

Asentí, pero sentí lágrimas en la parte de atrás de mi garganta.

-Salgamos de aquí – dijo.

Por una vez, no protesté. 

domingo, 27 de enero de 2013

Ángeles Caídos #3: Diecisiete

Benjamín me dejó en casa, muerto de miedo. Sin duda alguna el Nephil le contaría a Hank lo que había sucedido ahora. Benjamín estaba seguro que Hank sabría que Benjamín había intentado entrar a su almacén, no sólo por la marca en su cuerpo (una que me enseñó, donde Hank lo había marcado con su anillo cuando lo unió a su ejército), sino también por sus habilidades de saltar edificios. Así que su decisión fue mantener un perfil bajo por un tiempo, hasta que las cosas se calmen. Pero, eso no me detendría a mí, no cuando mi posible secuestrador estaba saliendo con mi madre. Tenía que averiguar qué diablos quería él con mamá.

Dos días pasaron con poco entusiasmo. Fiel a su palabra, Benjamín desapareció. Él estaba haciendo lo que tenía que hacer y no podía culparlo. Mientras tanto, yo intentaba darle respuesta a mis preguntas, pero se estaba volviendo todo muy difícil. ¿Por qué, si Hank estaba ocupado con el tema de ángeles caídos, quería estar con mamá? ¿Por qué necesitaba su confianza? 

***

A las diez de la noche, mamá me dio las buenas noches y se fue a su habitación. Una hora después, la luz de su cuarto estaba apagada. Esperé unos minutos para asegurarme, antes de cambiarme y salir con mis llaves del auto. 

Estacioné a unas cuantas cuadras del almacén como había hecho Benjamín. Dado que el edificio de Hank estaba lleno de guardias, descarté la idea de acercarme. Iba a encontrar otra manera de mirar adentro. Una idea surgió. Probablemente podía ver el edificio de Hank desde el otro que estaba directamente detrás. 

Tomando la misma ruta que había hecho con Benjamín, troté hacia un lugar cercando al edificio. Escondiéndome entre las sombras, noté que la escalera de emergencia había sido removida. Hank era cuidadoso. Cada diez minutos, un guardia salía del edificio y caminaba por el perímetro.

Convencida que tenía suficiente información para seguir, circulé la cuadra y salí cerca del edificio que estaba detrás del de Hank. Apenas el guardia terminó de caminar y se metió dentro del edificio de Hank, salí. Sólo que esta vez, en lugar de esconderme en el callejón detrás del edificio de Hank, me escondí en un callejón más abajo.

Subiéndome encima de un contenedor de basura, llegué a la escalera de emergencia. Tenía miedo a las alturas, pero no iba a dejar que el miedo no me permite descubrir lo que Hank estaba escondiendo. Tomando respiraciones profundas, subí al primer nivel. Luego, a la siguiente hasta llegar a la tercera, donde me sentí nauseabunda. Probé con las primeras ventanas, pero todas estaban cerradas, sólo una logró abrirse. Con la cámara en mano, lista para capturar la evidencia, me metí dentro de la ventana.

Justo acababa de ponerme de pie cuando fui cegada por luces. Lancé mi brazo sobre mis ojos. Alrededor, escuché sonidos de cuerpos turbulentos. Cuando abrí mis ojos de nuevo, observé filas y filas de camas pequeñas. Un cuerpo durmiendo en cada cama. Todos hombres, y excepcionalmente altos.

Nephils.

Antes que pueda formar un pensamiento, un brazo envolvió mi cintura por detrás.

-¡Muévete! – ordenó una voz baja, sacándome fuera de la ventana.

Saliendo de mi estupor, sentí un par de fuertes brazos jalándome fuera de la ventana hacia la escalera de emergencia. Jev me dio una mirada rápida, sus ojos rebosantes de irritación. Mientras bajábamos por la escalera, gritos hicieron eco al frente del edificio. En cualquier minuto, nos encontraríamos atrapados. 

Haciendo un sonido impaciente, Jev me cogió en sus brazos, sosteniéndome contra él.

-Cualquier cosa que hagas, no me sueltes.

Apenas aseguré mi agarre cuando estuvimos volando. Hacia abajo. Sin molestarse en usar la escalera de emergencia, Jev saltó sobre la barandilla. Terminó antes que pueda gritar, mi cuerpo sacudiéndose con el impacto de aterrizar, y así estuve de pie de nuevo. 

Jev cogió mi mano y me jaló hacia la calle. 

-Estoy estacionado a tres cuadras.

Rodeamos la esquina, corrimos una cuadra. Más allá, estacionado en la curva, vi su camioneta blanca. Jev abrió las puertas y entramos. Empezó a conducir rápido y con fuerza, hasta que puso millas de distancia entre nosotros y los Nephils. Al final, se detuvo en una estación de gasolina y apagó el motor.

-¿Qué estabas haciendo ahí? – su tono era furioso.
-Subiendo por la escalera de emergencia, ¿qué parecía? – solté. 

Estar enojada era lo único que evitaba que explotara en lágrimas.

-Bueno, felicitaciones, subiste. Y casi te matas. No me digas que estuviste ahí por coincidencia. Nadie camina por ahí cuando está oscuro. Y esa era una casa segura para Nephils, así que de nuevo, no te creo que fue por accidente. ¿Quién te dijo que fueras ahí?

Parpadeé.

-¿Una casa segura de Nephils?
-¿Vas a hacerte la tonta? – sacudió su cabeza – Increíble.
-Pensé que el edificio estaba vacío. Pensé que el edificio de al lado era un almacén de Nephils.
-Ambos son adueñados de un Nephil, uno muy poderoso. Uno es un señuelo y el otro tiene como 400 Nephil todas las noches. ¿Adivina a cuál entraste?

Un señuelo. Qué inteligente Hank. Muy mal que no pensé en ello hace veinte minutos. Él recolocaría toda la locación para mañana y perdería mi única pista. Al menos ahora sabía qué estaba escondiendo. Era la casa donde dormía su ejército.

-Pensé que te había dicho que dejes de buscar problemas. Pensé que intentarías ser normal por un tiempo – dijo Jev.
-Normal no duró mucho. Justo después de verte, me encontré con un viejo amigo. Un viejo amigo Nephil – dejé que las palabras salgan sin pensarlas, pero no vi el daño que podía causar. 
-¿Qué amigo Nephil? – preguntó Jev, con sus ojos duros.
-No tengo que responder eso.
-Olvídalo, ya lo sé. El único Nephil del que tú serías capaz de llamar amigo, es Benjamín Amadeo.

No fui lo suficientemente rápida para esconder mi sorpresa.

-¿Conoces a Benjamín?

Jev no respondió. Pero pude decir por su mirada silenciosa y asesina, que él no pensaba muy bien de Benjamín. 

-¿Dónde se está quedando? – preguntó.

Pensé en la cueva, en que le había prometido a Benjamín que no diría nada.

-Él…no me lo dijo. Me encontré con él cuando estaba corriendo. Fue una conversación breve. No tuvimos tiempo de intercambiar nuestros números.
-¿Dónde estabas corriendo?
-Por el centro – mentí con facilidad – Él salía de un restaurante cuando yo pasé y me reconoció, y hablamos por un minuto.
-Estás mintiendo. Benjamín no estaría así en público, no cuando la Mano Negra lo está buscando. Apuesto a que lo viste en algún lugar remoto. ¿El bosque por tu casa? – adivinó.
-¿Cómo sabes dónde vivo? – pregunté con nerviosismo.
-Tienes a un Nephil no confiable siendo tu sombra. Si vas a preocuparte de algo, preocúpate sobre ello.
-¿No confiable? Me contó sobre Nephils y ángeles caídos, ¡y tú no me dijiste nada!
-¿Y qué te dijo? ¿Qué es una víctima? ¿Qué los ángeles caídos son malos? Puede culpar a los ángeles caídos por la existencia de su raza, pero él no es una víctima y no es inocente. Si está por ahí, es porque necesita algo de ti. Todo lo demás es una pretensión.
-Gracioso que lo digas, desde que él no me ha pedido ni un solo favor. Hasta ahora, todo se ha tratado de mí. Está intentando ayudarme a recuperar mi memoria. No te veas sorprendido, sólo porque seas un imbécil no significa que el resto del mundo lo sea. Después de contarme sobre los Nephils y ángeles caídos, me dijo que Hank Recca está construyendo un ejército de Nephils. Tal vez ese nombre no significa nada para ti, pero sí para mí, desde que Hank está saliendo con mi madre.
-¿Qué acabas de decir? – preguntó con voz amenazadora.
-Te llamé imbécil, y lo dije en serio. 

Entrecerró sus ojos más allá de la ventana, pensando con claridad, y tuve la ligera impresión que había encontrado algo que yo había dicho como importante. Un músculo en su mandíbula se apretó, una mirada oscura y amenazadora, trayendo un borde frío a sus ojos. 

-¿A cuántas personas les has contado de mí? – preguntó.
-¿Qué te hace pensar que he hablado de ti?
-¿Tu madre lo sabe?
-Puede que haya mencionado tui nombre, pero ella no lo reconoció. Así que regresemos, ¿cómo me conoces, Jev?
-Si te digo que hagas algo por mí, ¿supongo que no sabes escuchar? Voy a llevarte a casa, intenta olvidar esta noche. Intenta actuar normal, especialmente alrededor de Hank. No menciones mi nombre.

Por su forma de responder, le lancé una mirada oscura y salí de la camioneta. Él me siguió, viniendo a mi lado.

-¿Qué clase de respuesta es esa? – preguntó.

Me alejé de la camioneta, en caso que creyera que podía usar su fuerza para regresarme el auto. 

-No voy a ir a casa. Aún no. Desde que salvaste de Gabe, he estado pensando en todas las formas que pueda verte de nuevo. He pasado mucho tiempo especulando cómo me conocías antes. Puede que no te recuerde o nada más de los últimos cinco meses, pero aún puedo sentir, Jev. Y la primera vez que te vi, sentí algo que nunca antes había sentido. No podía mirarte y respirar al mismo tiempo. ¿Qué significa eso? ¿Por qué no quieres que te recuerdes? ¿Quién fuiste para mí?

Ante eso, dejé de caminar y me volteé para enfrentarlo. Sus ojos estaban dilatados, y sospeché toda clase de emociones escondidas ahí. Remordimiento, tormento, cautela. 

-La otra noche, ¿por qué me llamaste Ángel? – pregunté.
-Si estuviera pensando bien, te llevaría a casa ahora mismo – dijo, silenciosamente.
-¿Pero?
-Pero estoy tentando a hacer algo de lo que probablemente me arrepienta.
-¿Decirme la verdad? – esperé.
-Primero necesito sacarte de aquí. Los hombres de Hank no deben de tardar en llegar.

Ángeles Caídos #3: Dieciséis

Estaba soñando con Jev cuando mis ojos se abren ante un ruido en la ventana. Pensando que era él, como si mi sueño se pudiese hacer realidad, me acerco a la ventana. Pero, resulta que es Benjamín. Ha encontrado uno de los almacenes de Hank y quiere darse la oportunidad de espiarlo esta noche, aprovechando que mamá y el aludido están cenando. Al principio me niego, pero luego él me convence.

-Ese es el almacén de la Mano Negra – Benjamín apunta a un edificio muy viejo, mientras estamos escondidos en la oscuridad – Ha entrado cinco veces en la última semana. Siempre sale justo antes del amanecer, cuando el resto de la ciudad está durmiendo. Estaciona a unas cuantas cuadras de distancia y camina el resto a pie. ¿Aún crees que se dedica al negocio de autos?

Sin duda Benjamín tenía razón. Sentí escalofríos.

-¿Vamos a ser capaces de ver adentro? – pregunté.
-Vayamos una cuadra más allá y descubrámoslo.

Al final de la cuadra, estuvimos lo suficientemente cerca del edificio de Hank para ver que mientras las ventanas en los pisos más bajos estaban cubiertas con papel periódico, las de arriba habían sido dejadas sin construir.

-¿Estás pensando lo mismo que yo?
-¿Subir por la escalera de incendios y echarle un vistazo adentro?

Sin decir otra palabra, corrimos por la calle. Nos apresuramos hasta estar detrás del edificio, escondidos. Coloqué mis manos en las rodillas y busqué aire, no sabía si me faltaba el aire por haber corrido o por la ansiedad. Benjamín fue el primero en subir por la escalera de emergencia, y mientras yo esperaba, observé mi alrededor.

En la esquina adyacente, una sombra se esparció a través de la acera, y un hombre salió a la vista. Retrocedí.

-Benjamín – susurré.

Él estaba muy arriba como para escuchar. Observé de nuevo la esquina del edificio. El hombre estaba ahí, dándome la espalda. Entre sus dedos, se veía la llama de un cigarro. Sin duda, estaba cuidando el edificio de Hank. Lo que probaba aún más que lo que sea que Hank estaba escondiendo tenía valor.

-¡Benjamín! – siseé – Tenemos un problema.

Benjamín ya estaba por el segundo nivel, a tan solo unos pasos del tercer piso. La cámara que había decidido traer, estaba en su mano, lista para tomar fotos en el minuto que tuviera una vista clara. 

Dándome cuenta que no me iba a escuchar, cogí un pedazo de grava y se lo lancé. Pero, en lugar de golpearlo, la roca golpeó el escape de emergencia, sonando mientras rebotaba. 

Cubrí mi boca, paralizada por el miedo. Benjamín miró hacia abajo y se congeló. Señalé con mi dedo hacia el lado del edificio. Luego corrí atrás de un contenedor de basura, agazapándome. Desde ahí, observé al guardia, debió haber escuchado el sonido porque sus ojos inmediatamente viajaron hacia arriba, intentando encontrar la fuente del sonido.

“¡Ey!”, le gritó a Benjamín.

Corrió hacia la escalera y subió con una rapidez sobrehumana, sin duda era un Nephil. 

Benjamín siguió subiendo y en su apuro, la cámara se deslizó de su mano, cayendo y destrozándose. Le dio una breve mirada, sin poder creerlo, y siguió subiendo. Cuando llegó al cuarto piso, terminó de subir la escalera que se conectaba con la azotea, y desapareció. 

Corrí hacia el frente del edificio e intenté localizar a Benjamín. Mientras lo hacía, una sombra corrió arriba. No en el borde de la azotea, pero en el aire, entre este edificio y el otro al otro lado de la calle. Parpadeé, aclarando mi visión justo a tiempo de ver una segunda comenta correr a través del cielo, brazos y piernas moviéndose atléticamente. 

Mi mandíbula cayó. Benjamín y el Nephil estaban saltando edificios. Olvidé de preguntarme cómo lo estaban haciendo y seguí el sonido de sus zapatos. Mi amigo lanzó algo al suelo, cerca de mí y cuando lo vi, supe lo que tenía qué hacer: ir hacia su auto. 

A mitad de camino hacia el auto, Benjamín volteó a la derecha y el Nephil lo siguió. Sabía lo que él estaba haciendo, distrayendo al Nephil lo suficiente para que yo pueda entrar al auto antes que ellos. Tenía que apresurarme. Fui lo más rápido que pude, faltando solo una cuadra hacia el auto. La oscuridad ya estaba nublando mi visión. Finalmente llegué y me incliné contra el auto, buscando aire. Escaneé las azoteas, buscando alguna señal de los dos chicos.

Una figura salió del lado del edificio, piernas y brazos envolviéndose a través del aire mientras caía muerto. Benjamín golpeó el suelo y rodó. El Nephil aterrizó y cogió a Benjamín antes de lanzarle un golpe en el lado de su cabeza. Benjamín seguía inconsciente. 

Sin pensarlo, me metí dentro del auto. Coloqué las llaves de Benjamín en el encendido. Encendí también las luces e iluminé a Benjamín y el Nephil. Ambos voltearon la cabeza para verme, y mi amigo me gritó, pero yo no podía decir nada. El Nephil también gritó. Avancé hacia ellos con fuerza. En el último momento, el Nephil soltó a Benjamín y se alejó del auto. Benjamín no tuvo mucha suerte; voló hacia arriba, sobre el capó del auto. No tuve tiempo de preguntarme si se había herido antes que se metiera dentro del auto, a mi lado.

-¡Avanza!

Le hice caso y nos alejamos del lugar.

 -¿Qué fue eso? – solté - ¡Estaban saltando edificios!
-Te dije que era más fuerte de lo común.
-¡Sí, bueno, no mencionaste volar! ¡Y me dijiste que no te gustaba usar tus poderes!
-Tal vez me hiciste cambiar de parecer – sonrió - ¿Así que estuviste impresionada?
-¿Ese Nephil casi te captura y eso es todo lo que te importa?
-Lo supuse.
-¿Suponer qué?
-Te estás sonrojando.
-Estoy sudando – luego me di cuenta a qué se refería - ¡No estoy impresionada! Lo que hiciste ahí…lo que podría haber pasado…pienso que eres muy descuidado, y ¡me estás haciendo saltar de nervios cuando pones todo esto como una broma!

Su sonrisa se ensanchó.

-No hay más preguntas. Ya tengo mi respuesta. 

Ángeles Caídos #3: Quince

-Espera – dije - ¿Peter fue mi ex? 

Eso no cuadraba con la historia de Paula. O la de Cande.

-Ustedes cortaron. Algo que tuvo que ver con Paula, creo. Eso es todo lo que sé. Me mudé en medio del drama.
-¿Estás seguro que fue mi novio?
-Tus palabras, no las mías.
-¿Cómo se veía?
-Daba miedo.
-¿Dónde está ahora?
-Como dije, encontrarlo no será fácil.
-¿Sabes algo de un collar que él me pudo haber dado?
-Haces un montón de preguntas.
-Paula dijo que Peter era su novio. Dijo que él me había dado un collar que le pertenece a ella, y ahora lo quiere de vuelta. Dijo que él me había hecho ver lo bueno en ella y eso nos juntó.

Los ojos de Benjamín se rieron de mí.

-¿Y le creíste?

¿Por qué Paula mintió? ¿Para conseguir el collar? ¿Qué quería hacer con él? Si Peter era mi novio, explica los destellos que tenía cada vez que escuchaba su nombre, pero…si era mi novio, y yo significaba algo para él, ¿dónde estaba?

-¿Algo más que me puedas decir de Peter?
-Apenas lo conocía, y lo que sabía me daba miedo. Veré si puedo buscarlo, pero no prometo nada. Mientras tanto, hay que enfocarnos en una sola cosa. Necesitamos información de Hank, tal vez descubrir por qué tiene interés en ti y tu mamá y qué está planeando. Ambos ganamos algo con esto. ¿Estás adentro, Esposito?
-Claro que sí – dije, con fiereza.

sábado, 26 de enero de 2013

Ángeles Caídos #3: Catorce (Parte 2)

Estábamos sentados afuera de una cueva, escondidos por las sombras de los árboles. Benjamín había insistido en que no diría más hasta que estuviéramos cubiertos de los espías de la Mano Negra.

La cueva era la nueva casa de Benjamín, estaba su mochila junto a una sábana para dormir. Además de desodorante, rasuradora y cosas de aseo, había una pequeña cocina, con platos y cubiertos. ¿Qué clase de vida tenía, escondiéndose y escapando de un lugar a otro?

-He estado observando a Hank por meses – dijo Benjamín.
-¿Estás seguro que Hank es la Mano Negra? Sin ofender, pero no figura dentro de una imagen de un militar escondido o…un hombre inmortal. Él trabaja en una empresa de autos más exitosa de la ciudad, es miembro del club de yates, y apoya a diferentes beneficencias. ¿Por qué le importaría sobre lo que pasa en el mundo de los Nephils? 
-Porque él también es un Nephil. Durante el mes judío de Cheshvab, todos los Nephil hacen un juramento de lealtad de renunciar a su cuerpo por dos semanas. No tienen elección. Renuncian a él y alguien más lo posee, un ángel caído. Rixon fue el ángel caído que solía poseer a la Mano Negra, por eso ahora está en el infierno. La Mano Negra puede estar libre, pero no quiere perdonar. Por eso está creando su ejército, está tratando de vencer a los ángeles caídos.
-Espera. ¿Quiénes son los ángeles caídos? – sonaba a una banda - ¿Y a qué te refieres con poseer?

Benjamín respondió con paciencia. Me explicó sobre cómo poseían los cuerpos y lo que significaba estar dentro de uno. Fue ahí cuando comprobé lo que había visto la otra noche, cuando Jev vino a rescatarme de Gabe, fue ahí cuando comprobé que Gabe me había estado haciendo alucinar con sus trucos mentales.

-Es así como esos poderes son aditivos – siguió explicando – Hay momentos en que sólo tienes deseos de más poder. Todos los Nephil tenemos más fuerza, somos más poderosos que los humanos. Cuando uso este anillo que tengo  - sacó un anillo de su bolsillo, tenía una corona estampada con un puño – lleva esa fuerza a un nivel completamente diferente. La Mano Negra me lo dio después que me reclutó para su ejército. No sé qué clase de maldición o encanto tiene el anillo, pero hay algo. Alguien que tenga este anillo es casi físicamente imparable. Antes que tú desapareciera, me quitaste mi anillo y me desvelé buscándolo. Pero una noche entré a tu casa, cuando ya habías sido secuestrada, y lo encontré en tu habitación.

Intenté simpatizar con Benjamín, pero estaba un poco decepcionada. Necesitaba entender cómo Gabe me había hecho el truco mental en caso me lo volviese a cruzar, y si Hank era realmente la Mano Negra, tenía que preguntarme si él estaba en mi vida por razones mucho más oscuras. 

-Bueno, regresemos a la noche en que me secuestraron – dije - ¿Tienes idea de quién pudo haber sido?
-Al principio pensé que era Rixon, pero eso fue antes de saber que él estaba en el infierno. Igual, todo es muy extraño. Los policías debieron saber que yo estaba contigo y con Rixon esa noche, tú se lo hubieses dicho, probablemente también que estaba herido. ¿Entonces por qué no vinieron por mí? Parece como sí….como si alguien hubiera borrado todo. No me refiero a la evidencia física, estoy hablando de trucos mentales. Borrar memorias, alguien lo suficientemente poderoso para lograr que la policía mire hacia otro lado.
-Un Nephil, quieres decir.

Se encogió de hombros.

-Tiene sentido, ¿verdad? Tal vez la Mano Negra no quería que la policía me busque, tal vez él mismo quería hacerse cargo. Si él me encuentra, créeme, no me va a entregar a la policía, me va a encerrar en una de sus jaulas y me hará sentir remordimiento sobre el día en que me escapé de él.
-¿Cuántos Nephils tienen esta clase de poder? – pregunté.
-Quién sabe, definitivamente la Mano Negra.
-¿Alguna vez has escuchado de un Nephil llamado Jev? ¿O un ángel caído, en todo caso? – agregué.
-No. Pero eso no dice mucho. ¿Por qupe?
-La otra noche conocí a un chico llamado Jev, él sabía sobre los Nephils. Detuvo a tres chicos y a los ángeles caídos, aquellos de los que te hablé que los estaban haciendo jurar lealtad. Esto va a sonar loco, pero Jev me dio un poco de energía, se sentía como electricidad. Era más fuerte que cualquier otra cosa. 
-Probablemente un buen indicador de su poder – dijo Benjamín – Derribar a tres ángeles caídos dice mucho de ellos. 
-¿Es así de poderoso y nunca has escuchado de él?
-Créelo o no, sé tanto como tú cuando se tratan de estas cosas.

Hubo un silencio hasta que decidí hacerle una pregunta que había estado rondando por mi cabeza.

-¿Por qué te saliste del ejército de Hank?

Benjamín se quedó quieto un momento, antes de suspirar y mirarme fijamente a los ojos. Luego, entendí el porqué de su gesto. Me contó lo que decía que ya me había contado la noche antes que me secuestren, en la casa de la risa. Que él tuvo que seguir una orden de Hank, dejando que un inocente muera.

-Rixon apretó el gatillo – dijo Benjamín – Dejé que tu padre entre en la trampa, pero fue Rixon quién dio el destino final.
-Rixon – repetí.

En pequeños pedazos, todo empezó a venir. Rixon llevándome por la casa de la risa, admitiendo que él había matado a mi padre. Rixon alzando su pistola hacia mí.

-¿Si Rixon no me secuestró, quién fue?
-¿Recuerdas que te dije que empecé a seguir a la Mano Negra en verano? Al principio de Agosto, él hizo un viaje hacia una cabina remota en el bosque y se quedó menos de veinte minutos. No miré por las ventanas, pero si escuché la conversación que tuvo unos días después, por teléfono. Le decía a la persona al otro lado de la línea que la chica aún estaba en la cabina. Esas fueron sus palabras. Dijo que no podía haber error. Me estoy empezando a preguntar si la chica era…
-Era yo – completé.

Hank Recca, un inmortal. Hank Recca, la Mano Negra. Hank Recca, posiblemente mi secuestrador.

-Pero hay un chico que probablemente puede darnos respuestas – dijo Benjamín – Si alguien sabe cómo obtener información, es él. Rastrearlo puede ser difícil, no sabría dónde empezar. Y dadas las circunstancias, puede que no nos quiera ayudar, especialmente por lo que pasó la última vez que lo vi. Casi me rompe mi mandíbula por intentar besarte.
-¿Besarme? ¿Qué? ¿Quién es este chico?

Benjamín frunció el ceño.

-Cierto, supuse que no lo recordarías, tampoco. Es tú ex…Peter.

***
Mil perdones por la demora, estuve un poco ocupada.
Más tardecito les dejo otro :)

miércoles, 23 de enero de 2013

Ángeles Caídos #3: Catorce (Parte 1)

Después del almuerzo, subí a mi auto y empecé a conducir hacia la playa. Necesita tiempo a solas para relajarme. No sólo tenía que soportar la idea de mamá y Hank juntos, sino que resulta que parece que mamá cambiaría de trabajo y eso implicaba mudarnos de ciudad. ¿Por qué?

Estacioné el auto por la acera. Por el espejo retrovisor, un auto rojo brillaba detrás de mí. Vagamente recordaba haberlo visto en la carretera, siempre detrás de unos cuantos autos. El conductor probablemente quería hacer un paseo a la playa antes que el clima cambie por completo. Bajé del auto y sentí el aire chocar contra mí. Empecé a caminar entre las rocas, paralela al océano. Pero, pronto me tropecé con una roca y caí incómodamente hacia un lado. Murmurando, intenté a volverme parar y fue ahí cuando vi una sombra. 

Sorprendida, volteé. Reconocí al conductor del auto rojo. Era más alto del promedio y tenía uno o dos años más que yo. Su cabello estaba corto, con cejas castañas y ojos celestes. 

-Por fin saliste de casa – dijo, mirando alrededor – He estado tratando de comunicarme contigo por días.

Me puse de pie, balanceándome en una roca. Busqué familiaridad en su rostro, pero no encontraba nada.

-Lo siento, ¿nos conocemos?
-¿Crees que te han seguido? – sus ojos seguían mirando alrededor – Intenté mirar todos los autos, pero puede que me haya perdido de alguno. Hubiese sido mejor si dabas la vuelta a la manzana antes de estacionar.
-Honestamente, no tengo idea de quién eres.
-Eso es algo extraño de decirle al chico que te compró el auto con el que has venido.
-Espera. ¿Tú eres Benjamín?
-Escuché sobre tu amnesia. ¿Los rumores son ciertos, entonces? Se ve más malo de lo que decían.

¡Dios, qué optimista era! Crucé mis brazos sobre mi pecho.

-Ya que estamos en el tema, tal vez ahora es un buen momento para que me digas por qué dejaste el auto en mi casa la noche que desaparecí. Si sabes sobre mi amnesia, debes haber escuchado que fui secuestrada.
-El auto formaba parte de la disculpa por haber sido un idiota.
-Hablemos sobre esa noche – dije – Parece que ambos recibimos un disparo de Rixon esa misma noche. Eso fue lo que le dije a la policía. Tú, yo, y Rixon a solas en la casa de la risa. Si Rixon existe de verdad. No sé cómo lo hiciste, porque empiezo a creer que tú lo inventaste. Tú me disparaste y necesitabas a alguien más a quién echarle la culpa. ¿Me forzaste a decirle a la policía el nombre de Rixon? Y, siguiente pregunta, ¿me disparaste tú, Benjamín?
-Rixon está en el infierno ahora, Lali.

Temblé. Lo dijo sin ninguna duda. Si estaba mintiendo, merecía recibir un premio.

-¿Rixon está muerto?
-Está quemándose en el infierno, pero sí, es la misma idea. 
-¿Cómo sabes? ¿Le has dicho a la policía? ¿Quién lo asesinó?
-No sé a quién tenemos que agradecerle, pero sé que ya no está. 
-Vas a tener que mejorar con eso. Puede que al resto del mundo siempre lo convenzas, pero a mí. Dejaste un auto en mi casa la noche en que fui secuestrada. Luego te escondiste en otra ciudad. Perdóname si lo último que pienso de ti es que eres inocente. Creo que lo mejor que va contigo es “no confío en ti”

Suspiró.

-Antes que Rixon nos dispare, me convenciste que realmente era un Nephil. Tú fuiste la que me dijiste que yo no podía morir. Eres parte de la razón por la que escapé. Tenías razón, nunca iba a terminar como la Mano Negra. No había manera de ayudarlo a reclutar más Nephil para su armada.

Nephil. Esa palabra de nuevo. Siguiéndome a todos lados.

-¿Te dije que eras un Nephil? – pregunté nerviosa.

Cerré los ojos, queriendo que todo esto fuera una mentira. Pero en el fondo sabía que él estaba diciendo la verdad.

-Lo que quiero saber es por qué no recuerdas nada de esto – dijo – pensé que la amnesia no era así de permanente. 
-¡No sé por qué no puedo recordar! – espeté - ¿De acuerdo? No lo sé. Me desperté hace unas cuantas noches en un cementerio con nada. No podía recordar cómo había llegado ahí – empecé a sentir lágrimas formándose detrás de mis ojos – La policía me encontró y me llevó al hospital. Dijeron que había estado desaparecida por tres meses. Dijeron que tenía amnesia porque mi mente estaba bloqueando el trauma de protegerme a mí misma. ¿Pero quieres saber qué es lo loco? Estoy empezando a creer que no estoy bloqueando nada. Obtuve una nota. Alguien entró a mi casa y la dejó en mi almohada. Decía que aunque esté en casa, no estoy a salvo. Alguien está detrás de esto. Ellos saben lo que yo no sé. Saben lo que me pasó.

Por más que mi madre había insistido en que formaba parte de imaginación, estaba convencida que esa nota sí había estado ahí. 

Benjamín me estudió frunciendo el ceño.

-¿Ellos?

Alcé mis manos.

-Olvídalo.
-¿La nota decía algo más?
-Dije que lo dejes. ¿Tienes un pañuelo? – pequeñas lágrimas ya estaban cayendo.
-Ey – Benjamín dijo con gentileza, cogiéndome por los hombros – Va a estar bien. No llores, ¿de acuerdo? Estoy de tu lado. Te ayudaré a arreglar este desastre.

Cuando no me resistí, me jaló contra su pecho y golpeó suavemente mi espalda. Al principio fue incómodo, y luego se convirtió en un ritmo suave.

-La noche que desapareciste, yo me fui a esconder. No es seguro para mí el estar aquí, pero cuando vi en las noticias que habías vuelto y no podías recordar nada, tenía que venir. Tenía que encontrarte. Te debo mucho eso.

Sabía que debía apartarme. Sólo porque quería creerle a Benjamín no significaba que debía confiar en él por completo. O bajar la guardia. Pero estaba cansada de construir paredes, así que solté mis defensas. No podía recordar la última vez que me había sentido tan bien al ser sostenida. En su abrazo, casi podía hacerme creer que no estaba sola en esto. Benjamín me había prometido que atravesaríamos esto juntos, y quería creerle. Además, él me conocía y era un link a mi pasado y significaba mucho. 

-¿Por qué no es seguro que estés aquí? – finalmente pregunté.

-La Mano Negra está aquí. Sólo para asegurarme que estamos bien, ¿no recuerdas nada de esto? Quiero decir, ¿nada de nada?
-Nada.
-Apesta ser tú – dijo – La Mano Negra es el sobrenombre de un poderoso Nephil. Él está construyendo un ejército, y yo solía ser uno de sus soldados. Ahora soy un desertor, y si me atrapa no será nada bonito.
-Espera. ¿Qué es un Nephil?

Sonrió.

-Prepárate para sentir que tu mente explota, Esposito. Un Nephil – explicó pacientemente – es un inmortal. No puedo morir. Ninguno de nosotros.
-¿Cuál es el truco? – pregunté.

La palabra inmortal no podía ser literal. 

-Si salto – dijo, mostrando el choque de las olas con las rocas – Sobreviviré.

Bien, tal vez había sido un estúpido una vez para saltar. Y sobrevivir. Eso no probaba nada. Él no era inmortal, simplemente lo creía.

-No me crees – dijo, alzando las cejas – Anoche pasé dos horas en el océano, en busca de peces, y no me congelé. Puedo aguantar la respiración por ocho, nueve minutos. A veces me desmayo, pero cuando vuelvo, siempre floto y mis signos vitales funcionan.
-Eso no tiene sentido.

Tiene sentido para un inmortal.

Antes que pueda detenerlo, sacó un cuchillo y lo clavó en su muslo. Yo di un grito, insegura de qué hacer. Pero, rápidamente él sacó el cuchillo y maldijo por el dolor. Su jean llenándose de sangre.

-¡Benjamín! – grité.
-Regresa mañana – dijo – Estará como si nunca hubiese pasado nada.
-¿En serio? – espeté, ¿estaba loco?
-No es la primera vez que lo hago. He intentado quemarme vivo. Mi piel se quemó y se peló….unos días después estaba como nuevo.

Incluso ahora, la sangre en su jean estaba secando. La herida había dejado de sangrar. Él estaba…curándose. No quería confiar en mis ojos, pero verlo era creer. Fue ahí cuando recordé, Jev había jurado que Gabe no moriría.

-Bien… - susurré.
-¿Estás convencida? Todavía puedo hacer que un auto me atropelle…
-Creo que te creo – dije, intentando procesarlo - ¿Sabemos quién es la Mano Negra? – pregunté.
-La última vez que hablamos, los dos queríamos saber eso. Pasé el verano siguiendo pistas, que no fue fácil, dado que estoy viviendo a escondidas, sin dinero, trabajando solo, y la Mano Negra es cuidadoso. Pero he llegado a un hombre – sus ojos se enfocaron en los míos - ¿Estás lista? La Mano Negra es Hank Recca.

martes, 22 de enero de 2013

Ángeles Caídos #3: Trece

Sábado por la mañana y aquellos ojos aún me cazaban, esos que me estudiaban, que se volvían suaves y sensuales como la seda. Jev me había dicho que no lo busque, pero no podía dejar de fantasear sobre todas las formas diferentes en que podíamos encontrarnos de nuevo.

Decidí correr por la mañana, hacer un poco de ejercicio podía ayudar a aclarar mi mente de pensamientos problemáticos. Y sí que ayudó. Pero, cuando llegué a mi habitación, luego de bañarme, y empecé a buscar algo para ponerme, encontré la pluma negra que había cogido del cementerio. Y, otra vez, me vino la duda de si debía votarla o no; algo me decía que era importante. Le hice caso al pensamiento y la guardé más al fondo en el cajón.

Estaba con Cande en nuestra cafetería, favorita, poniéndole al día sobre lo que había sucedido con Hank y mi madre, sin contarle lo de Gabe. Y, como si fuera coincidencia, me llegó un mensaje de Paula al celular.

-El collar es una cadena de plata de hombre, ¿lo encontraste?
-¿Cómo conseguiste mi número? – le respondí a Paula.
-Nuestros padres comparten más que saliva, idiota.

Cerré el celular y devolví mi atención a Cande.

-¿Puedo hacerte una pregunta estúpida? – dije.
-Mi clase favorita.
-¿Fui a una fiesta de Paula en el verano?
-Sí, recuerdo eso. Me llevaste a mí también. Aún me debes por ello, por cierto.

No era la respuesta que esperaba.

-Pregunta extraña. ¿Era amiga de…Paula?

Ahora vino la reacción que esperaba. Cande casi se ahoga con la donut que estaba comiendo.

-Tú y la pu, amigas. ¿Escuché eso bien? Sé que has perdido temporalmente la memoria, pero, ¿cómo has podido olvidar once años de ella haciendo estupideces?
-¿Qué me estoy perdiendo? Si no éramos amigas, ¿por qué me invitó a su fiesta?
-Invitó a todos. Estaba buscando donaciones para sus nuevos uniformes de porristas. Ella quiso nuestro dinero en la puerta – explicó Cande – Casi nos fuimos en ese entonces, pero tú querías espiar a… - cerró la boca.
-¿Espiar a quién?
-Paula. Queríamos espiarla. Así fue – asintió muy enérgicamente.
-¿Y?
-Queríamos robar su diario – dijo Cande – Íbamos a imprimir todas las partes jugosas en la revista escolar. ¿Bastante épico, verdad?

La observé, sabiendo que algo andaba mal con eso, pero fallé en descubrirlo.

-¿Sabes lo mal que suena eso, verdad? Nunca obtendríamos permiso para publicarlo.
-Nunca duele intentar.

Apunté un dedo hacia ella.

-Sé que me estás escondiendo algo.
-¿Quién, yo?
-Suéltalo, Cande. Prometiste no esconderme nada – le recordé.
-De acuerdo, de acuerdo. Fuimos a espiar a – hizo una pausa dramática – Antonio Amore.

Antonio y yo habíamos compartido la misma clase de Educación Física el año pasado. Tenía la personalidad de un chancho. Sin mencionar que Cande ya había jurado que no había nada entre ellos.

-Estás mintiendo.
-Tuve…un amor a primera vista con él – se sonrojó.
-Tuviste un amor a primera vista con Antonio Amore – repetí.
-¿Podemos hablar de otra cosa, por favor?

Después de once años, Cande aún podía sorprender.

-Primero, jura que no me estás escondiendo nada. Porque toda esta historia suena extraña.
-Honor de exploradora – dijo Cande – Fuimos a espiar a Antonio, final de la historia. Por favor, mantén el abuso verbal hacia él al mínimo. Ya estoy lo suficientemente humillada.
-Bien, de regreso a Paula, entonces. Anoche ella me contó que su novio, Peter, me dio un collar que se supone que debía dárselo a ella.

Cande se atragantó con su bebida.

-¿Dijo que Peter era su novio?
-El término exacto fue “coqueteo de verano”. Dijo que Peter era amigo de nosotras dos.
-Huh.
-¿Por qué siento que no entiendo nada?
-No conozco a ningún Peter – dijo Cande – De todos modos, parece un nombre de perro. Tal vez lo inventó. Si Paula es buena en algo, es enredar las mentes de las personas. Mejor olvidar todo sobre Peter y Paula. 
-¿El nombre Jev te suena de algún lado? – solté.
-¿Jev? ¿Sólo Jev? ¿Es un sobrenombre o qué?

Parecía que nunca había escuchado el nombre.

-Me choqué con un chico – expliqué – Creo que nos conocíamos, tal vez del verano. Su nombre es Jev.
-No puedo ayudarte, bebé.
-Tal vez es el sobrenombre de alguien. 
-No, no.

Abrí mi celular.

-¿Qué haces? – preguntó Cande.
-Mandándole a Paula un mensaje.
-¿Qué le preguntarás? Escucha, Lali…

Sacudí mi cabeza, adivinando sus pensamientos. 

-Este no es el inicio de una cosa de largo plazo, créeme. Te creo a ti, no a Paula. Este será el último texto que le mande. Voy a decirle que buen intento con sus mentiras gordas.

La expresión de Cande perdió la tensión.

-Díselo, bebé. Dile que sus mentiras tramposas son inútiles conmigo cuidando tu espalda.
-Busqué por todos lados, no hay collar alguno. Depravada – le escribí.
-Sigue buscando – respondió al minuto.