domingo, 20 de enero de 2013

Ángeles Caídos #3: Once

Cuando abrí los ojos ya no estaba en la calle. Estaba dentro de un edificio de concreto que olía a aserrín y algo ligeramente metálico, como óxido. Estaba temblando, pero no por el frío.

Había cogido la camisa de Jev, había escuchado que se rompía. Debo haber tocado su espalda. Y ahora…estaba en lo que parecía ser un almacén vacío.

Más allá, vi dos figuras. Jev y Hank. Aliviada de no estar sola, me acerqué hacia ellos, esperando que me dijeran dónde estaba, y cómo había llegado aquí.

-¡Jev! – lo llamé.

Ninguno de los dos miró en mi dirección, pero seguramente me habían escuchado. Estaba por abrir mi boca por segunda vez, cuando me quedé estática. Detrás de ellos, las barras de una jaula se asomaron por debajo de una lona. Todo me vino de repente. La jaula. La chica. El baño en el colegio. Cuando me había desmayado momentáneamente. Mis palmas estaban sudorosas. Sólo podía significar una cosa. Estaba alucinando.

De nuevo.

-¿Me trajiste aquí para mostrarme esto? - Jev le dijo a Hank con un silencioso disgusto - ¿Entiendes el riesgo que toma cada vez que nos vemos? No me llames aquí para charlar. No me llames para tener un hombro en el cual llorar. Ni siquiera me llames aquí para mostrarme tu última conquista.
-Paciencia, chico. Te mostré al arcángel porque necesitaba tu ayuda. Obviamente ambos tenemos preguntas – miró a la jaula – Bueno, ella tiene respuestas.
-Mi curiosidad por esa vida murió hace mucho.
-Lo quieras o no, esta vida es tuya. He intentado de todo para persuadirla a hablar, pero ella está enjaulada – sonrió – Haz que me diga lo que necesito saber, y te la daré. Dudo que necesite recordarte los problemas que te han causado los arcángeles. Si hay una manera de buscar venganza…bueno, seguramente no necesito decir más.
-¿Cómo has hecho para mantenerla enjaulada? – preguntó Jev, fríamente.

La boca de Hank se retorció con sorpresa. 

-Le corté sus alas. Sólo porque no puedo verlas no significaba que no tenga una buena idea de dónde están. Tú pusiste esa idea en mi cabeza. Antes de ti, nunca hubiera imaginado que un Nephil pudiese quitarle las alas a un ángel.

Algo oscuro se colocó en los ojos de Jev.

-Una sierra ordinaria no podría haber cortado sus alas.
-No usé una sierra ordinaria.
-En lo que sea que esté metido Hank, te aconsejo que te salgas. Rápido.
-Si supieras en lo que estoy metido, me rogarías que te meta en ello. El imperio de los arcángeles no durará para siempre. Hay poderes ahí afuera que superan los de ellos. Poderes esperando ser usados, si sabes dónde buscar.

Con un gesto de disgusto, Jev se volteó para irse.

-Nuestro acuerdo, chico – dijo Hank.
-Esto no formaba parte.
-Entonces tal vez podamos llegar a un nuevo acuerdo. Me dicen que no has forzado a un Nephil a jurar lealtad. Cheshvan sólo está a unas cuantas semanas…. – dejó colgada la oración.

Jev se detuvo.

-¿Me estás ofreciendo a unos de tus hombres?
-Por tu bien, sí – Hank estiró sus manos, riendo suavemente - ¿Esta oferta todavía está fácil de rechazar?
-Me pregunto qué pensarán tus hombres si se enteraran que los has estado vendiendo al licitador más grande.
-Trágate tu orgullo. Déjame decirte porqué he conseguido lo que tengo en esta vida. No me tomo las cosas personalmente. Tú tampoco deberías. No dejes que esto se trate de ti y de mí, y las diferencias del pasado. Ambos tenemos algo que ganar. Ayúdame, y yo ye ayudaré. Es tan simple como eso.

Se detuvo, dándole tiempo a Jev para pensar.

-La última vez que te alejaste de una oferta mía, terminó desastrosamente – agregó Hank.
-He terminado con los tratos contigo – respondió Jev – Pero te daré un consejo. Déjala ir. Los arcángeles van a notar que ella está desaparecida. Secuestrar puede que sea tu fuerte, pero esta vez estás tentando a la suerte. Ambos sabemos cómo va a terminar. Los arcángeles no pierden.
-Pero lo hacen – corrigió Hank – Perdieron cuando tu clase cayó. Perdieron de nuevo cuando ustedes crearon la raza Nephil. Pueden volver a perder, y lo harán. Y con más razón deberían actuar ahora. Tenemos a una de su clase. Juntos, tú y yo podemos voltear el juego. Juntos, chico. Pero debemos actuar ahora.

Me recosté contra la pared y abracé mis rodillas contra mi pecho. Dejé que mi cabeza se incline hacia atrás, contra el concreto. Respiraciones profundas. Había salido de una alucinación con anterioridad, podía hacerlo de nuevo. Tenía que regresar con Jev.

-Sé sobre el collar.

Ante la voz de Hank, mis ojos se abrieron. ¿Él sabía sobre el collar? ¿El que estaba buscando Paula?

Jev alzó la ceja.

-Prefiero no revelar mi fuente – dijo Hank – Obviamente todo lo que necesito tener es un collar actual. Eres lo suficientemente inteligente para saber que aquí es dónde tú entras. Ayúdame a encontrar un collar de un arcángel. 
-Prueba con tu fuente – dijo Jev.

La boca de Hank se presionó en una línea severa.

-Dos Nephil. Tú elección, por supuesto – chantajeó – Puedes alternarte entre ellos….

Jev sacudió su mano.

-Ya no tengo mi collar, si es a dónde estás yendo. Los arcángeles me lo confiscaron cuando caí.
-Eso no es lo que me dice mi fuente.
-Tú fuente mintió.
-Una segunda fuente confirma haberte visto usándolo recientemente, este verano.

Jev inclinó su cabeza hacia atrás y rió.

-No lo hiciste – su risa murió abruptamente – Dime que no metiste a tu hija en medio de esto.
-Ella vio la cadena de plata en tu cuello. Este Junio.
-¿Cuánto sabe ella?
-¿Sobre mí? Está aprendiendo. No me gusta, pero mi espalda está contra la pared. Ayúdame, y no la usaré de nuevo.
-Estás asumiendo que me preocupo por tu hija.
-Te preocupas por una de ellas – dijo Hank, retorciendo sus labios – O solías hacerlo.

Un músculo en la mandíbula de Jev se retorció, y Hank rió.

-Después de todo este tiempo, aún estás jugando con fuego. Una lástima que ella no sepa que existes. Hablando de mi otra hija, también escuché que ha sido vista usando tu collar en Junio. Ella lo tiene – afirmó.
-Ella no lo tiene.
-Hubiera sido un plan ingenioso – dijo Hank – No la puedo torturar más, ella no sabe nada – rió – Ahora eso podría ser irónico. La única pieza de información que necesito es buscar en una mente que efectivamente borré.
-Una lástima.

Hank alzó la lona de la jaula. Pateó la caja de metal. El cabello de la chica cubría su cara y sus ojos empezaron a mirar alrededor del almacén, como si intentara memorizar cada detalle de su prisión.

-¿Y bien? – Hank le preguntó a la chica - ¿Qué piensas, mi mascota? ¿Crees que podemos encontrarte un collar de arcángel a tiempo?

Ella se volteó hacia Jev, y no hubo error de reconocimiento cuando abrió sus ojos. Sus manos sacudieron las barras de la jaula tan fuerte que su piel se volvió traslúcida. Soltó una palabra que sonaba a traidor y miró entre los dos hombres, con su boca abierta, gritando.

La fuerza del grito me hizo retroceder. Mi cuerpo se golpeó contra la pared del almacén. Volé a través de la oscuridad. Mi estómago dio vueltas, una gran ola de náusea golpeando contra mí.

Y luego estaba boca abajo, tirada en la pista, mis manos curvadas en la grava. Gateé para poderme sentar. El aire estaba pesado con el olor del aserrín. Todo estaba exactamente como había sido. No sabía cuánto tiempo había estado en esa escena. ¿Diez minutos? ¿Media hora? 

-¿Jev? – llamé.

Pero él se había ido. 

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