domingo, 27 de enero de 2013

Ángeles Caídos #3: Diecisiete

Benjamín me dejó en casa, muerto de miedo. Sin duda alguna el Nephil le contaría a Hank lo que había sucedido ahora. Benjamín estaba seguro que Hank sabría que Benjamín había intentado entrar a su almacén, no sólo por la marca en su cuerpo (una que me enseñó, donde Hank lo había marcado con su anillo cuando lo unió a su ejército), sino también por sus habilidades de saltar edificios. Así que su decisión fue mantener un perfil bajo por un tiempo, hasta que las cosas se calmen. Pero, eso no me detendría a mí, no cuando mi posible secuestrador estaba saliendo con mi madre. Tenía que averiguar qué diablos quería él con mamá.

Dos días pasaron con poco entusiasmo. Fiel a su palabra, Benjamín desapareció. Él estaba haciendo lo que tenía que hacer y no podía culparlo. Mientras tanto, yo intentaba darle respuesta a mis preguntas, pero se estaba volviendo todo muy difícil. ¿Por qué, si Hank estaba ocupado con el tema de ángeles caídos, quería estar con mamá? ¿Por qué necesitaba su confianza? 

***

A las diez de la noche, mamá me dio las buenas noches y se fue a su habitación. Una hora después, la luz de su cuarto estaba apagada. Esperé unos minutos para asegurarme, antes de cambiarme y salir con mis llaves del auto. 

Estacioné a unas cuantas cuadras del almacén como había hecho Benjamín. Dado que el edificio de Hank estaba lleno de guardias, descarté la idea de acercarme. Iba a encontrar otra manera de mirar adentro. Una idea surgió. Probablemente podía ver el edificio de Hank desde el otro que estaba directamente detrás. 

Tomando la misma ruta que había hecho con Benjamín, troté hacia un lugar cercando al edificio. Escondiéndome entre las sombras, noté que la escalera de emergencia había sido removida. Hank era cuidadoso. Cada diez minutos, un guardia salía del edificio y caminaba por el perímetro.

Convencida que tenía suficiente información para seguir, circulé la cuadra y salí cerca del edificio que estaba detrás del de Hank. Apenas el guardia terminó de caminar y se metió dentro del edificio de Hank, salí. Sólo que esta vez, en lugar de esconderme en el callejón detrás del edificio de Hank, me escondí en un callejón más abajo.

Subiéndome encima de un contenedor de basura, llegué a la escalera de emergencia. Tenía miedo a las alturas, pero no iba a dejar que el miedo no me permite descubrir lo que Hank estaba escondiendo. Tomando respiraciones profundas, subí al primer nivel. Luego, a la siguiente hasta llegar a la tercera, donde me sentí nauseabunda. Probé con las primeras ventanas, pero todas estaban cerradas, sólo una logró abrirse. Con la cámara en mano, lista para capturar la evidencia, me metí dentro de la ventana.

Justo acababa de ponerme de pie cuando fui cegada por luces. Lancé mi brazo sobre mis ojos. Alrededor, escuché sonidos de cuerpos turbulentos. Cuando abrí mis ojos de nuevo, observé filas y filas de camas pequeñas. Un cuerpo durmiendo en cada cama. Todos hombres, y excepcionalmente altos.

Nephils.

Antes que pueda formar un pensamiento, un brazo envolvió mi cintura por detrás.

-¡Muévete! – ordenó una voz baja, sacándome fuera de la ventana.

Saliendo de mi estupor, sentí un par de fuertes brazos jalándome fuera de la ventana hacia la escalera de emergencia. Jev me dio una mirada rápida, sus ojos rebosantes de irritación. Mientras bajábamos por la escalera, gritos hicieron eco al frente del edificio. En cualquier minuto, nos encontraríamos atrapados. 

Haciendo un sonido impaciente, Jev me cogió en sus brazos, sosteniéndome contra él.

-Cualquier cosa que hagas, no me sueltes.

Apenas aseguré mi agarre cuando estuvimos volando. Hacia abajo. Sin molestarse en usar la escalera de emergencia, Jev saltó sobre la barandilla. Terminó antes que pueda gritar, mi cuerpo sacudiéndose con el impacto de aterrizar, y así estuve de pie de nuevo. 

Jev cogió mi mano y me jaló hacia la calle. 

-Estoy estacionado a tres cuadras.

Rodeamos la esquina, corrimos una cuadra. Más allá, estacionado en la curva, vi su camioneta blanca. Jev abrió las puertas y entramos. Empezó a conducir rápido y con fuerza, hasta que puso millas de distancia entre nosotros y los Nephils. Al final, se detuvo en una estación de gasolina y apagó el motor.

-¿Qué estabas haciendo ahí? – su tono era furioso.
-Subiendo por la escalera de emergencia, ¿qué parecía? – solté. 

Estar enojada era lo único que evitaba que explotara en lágrimas.

-Bueno, felicitaciones, subiste. Y casi te matas. No me digas que estuviste ahí por coincidencia. Nadie camina por ahí cuando está oscuro. Y esa era una casa segura para Nephils, así que de nuevo, no te creo que fue por accidente. ¿Quién te dijo que fueras ahí?

Parpadeé.

-¿Una casa segura de Nephils?
-¿Vas a hacerte la tonta? – sacudió su cabeza – Increíble.
-Pensé que el edificio estaba vacío. Pensé que el edificio de al lado era un almacén de Nephils.
-Ambos son adueñados de un Nephil, uno muy poderoso. Uno es un señuelo y el otro tiene como 400 Nephil todas las noches. ¿Adivina a cuál entraste?

Un señuelo. Qué inteligente Hank. Muy mal que no pensé en ello hace veinte minutos. Él recolocaría toda la locación para mañana y perdería mi única pista. Al menos ahora sabía qué estaba escondiendo. Era la casa donde dormía su ejército.

-Pensé que te había dicho que dejes de buscar problemas. Pensé que intentarías ser normal por un tiempo – dijo Jev.
-Normal no duró mucho. Justo después de verte, me encontré con un viejo amigo. Un viejo amigo Nephil – dejé que las palabras salgan sin pensarlas, pero no vi el daño que podía causar. 
-¿Qué amigo Nephil? – preguntó Jev, con sus ojos duros.
-No tengo que responder eso.
-Olvídalo, ya lo sé. El único Nephil del que tú serías capaz de llamar amigo, es Benjamín Amadeo.

No fui lo suficientemente rápida para esconder mi sorpresa.

-¿Conoces a Benjamín?

Jev no respondió. Pero pude decir por su mirada silenciosa y asesina, que él no pensaba muy bien de Benjamín. 

-¿Dónde se está quedando? – preguntó.

Pensé en la cueva, en que le había prometido a Benjamín que no diría nada.

-Él…no me lo dijo. Me encontré con él cuando estaba corriendo. Fue una conversación breve. No tuvimos tiempo de intercambiar nuestros números.
-¿Dónde estabas corriendo?
-Por el centro – mentí con facilidad – Él salía de un restaurante cuando yo pasé y me reconoció, y hablamos por un minuto.
-Estás mintiendo. Benjamín no estaría así en público, no cuando la Mano Negra lo está buscando. Apuesto a que lo viste en algún lugar remoto. ¿El bosque por tu casa? – adivinó.
-¿Cómo sabes dónde vivo? – pregunté con nerviosismo.
-Tienes a un Nephil no confiable siendo tu sombra. Si vas a preocuparte de algo, preocúpate sobre ello.
-¿No confiable? Me contó sobre Nephils y ángeles caídos, ¡y tú no me dijiste nada!
-¿Y qué te dijo? ¿Qué es una víctima? ¿Qué los ángeles caídos son malos? Puede culpar a los ángeles caídos por la existencia de su raza, pero él no es una víctima y no es inocente. Si está por ahí, es porque necesita algo de ti. Todo lo demás es una pretensión.
-Gracioso que lo digas, desde que él no me ha pedido ni un solo favor. Hasta ahora, todo se ha tratado de mí. Está intentando ayudarme a recuperar mi memoria. No te veas sorprendido, sólo porque seas un imbécil no significa que el resto del mundo lo sea. Después de contarme sobre los Nephils y ángeles caídos, me dijo que Hank Recca está construyendo un ejército de Nephils. Tal vez ese nombre no significa nada para ti, pero sí para mí, desde que Hank está saliendo con mi madre.
-¿Qué acabas de decir? – preguntó con voz amenazadora.
-Te llamé imbécil, y lo dije en serio. 

Entrecerró sus ojos más allá de la ventana, pensando con claridad, y tuve la ligera impresión que había encontrado algo que yo había dicho como importante. Un músculo en su mandíbula se apretó, una mirada oscura y amenazadora, trayendo un borde frío a sus ojos. 

-¿A cuántas personas les has contado de mí? – preguntó.
-¿Qué te hace pensar que he hablado de ti?
-¿Tu madre lo sabe?
-Puede que haya mencionado tui nombre, pero ella no lo reconoció. Así que regresemos, ¿cómo me conoces, Jev?
-Si te digo que hagas algo por mí, ¿supongo que no sabes escuchar? Voy a llevarte a casa, intenta olvidar esta noche. Intenta actuar normal, especialmente alrededor de Hank. No menciones mi nombre.

Por su forma de responder, le lancé una mirada oscura y salí de la camioneta. Él me siguió, viniendo a mi lado.

-¿Qué clase de respuesta es esa? – preguntó.

Me alejé de la camioneta, en caso que creyera que podía usar su fuerza para regresarme el auto. 

-No voy a ir a casa. Aún no. Desde que salvaste de Gabe, he estado pensando en todas las formas que pueda verte de nuevo. He pasado mucho tiempo especulando cómo me conocías antes. Puede que no te recuerde o nada más de los últimos cinco meses, pero aún puedo sentir, Jev. Y la primera vez que te vi, sentí algo que nunca antes había sentido. No podía mirarte y respirar al mismo tiempo. ¿Qué significa eso? ¿Por qué no quieres que te recuerdes? ¿Quién fuiste para mí?

Ante eso, dejé de caminar y me volteé para enfrentarlo. Sus ojos estaban dilatados, y sospeché toda clase de emociones escondidas ahí. Remordimiento, tormento, cautela. 

-La otra noche, ¿por qué me llamaste Ángel? – pregunté.
-Si estuviera pensando bien, te llevaría a casa ahora mismo – dijo, silenciosamente.
-¿Pero?
-Pero estoy tentando a hacer algo de lo que probablemente me arrepienta.
-¿Decirme la verdad? – esperé.
-Primero necesito sacarte de aquí. Los hombres de Hank no deben de tardar en llegar.

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