domingo, 27 de enero de 2013

Ángeles Caídos #3: Dieciséis

Estaba soñando con Jev cuando mis ojos se abren ante un ruido en la ventana. Pensando que era él, como si mi sueño se pudiese hacer realidad, me acerco a la ventana. Pero, resulta que es Benjamín. Ha encontrado uno de los almacenes de Hank y quiere darse la oportunidad de espiarlo esta noche, aprovechando que mamá y el aludido están cenando. Al principio me niego, pero luego él me convence.

-Ese es el almacén de la Mano Negra – Benjamín apunta a un edificio muy viejo, mientras estamos escondidos en la oscuridad – Ha entrado cinco veces en la última semana. Siempre sale justo antes del amanecer, cuando el resto de la ciudad está durmiendo. Estaciona a unas cuantas cuadras de distancia y camina el resto a pie. ¿Aún crees que se dedica al negocio de autos?

Sin duda Benjamín tenía razón. Sentí escalofríos.

-¿Vamos a ser capaces de ver adentro? – pregunté.
-Vayamos una cuadra más allá y descubrámoslo.

Al final de la cuadra, estuvimos lo suficientemente cerca del edificio de Hank para ver que mientras las ventanas en los pisos más bajos estaban cubiertas con papel periódico, las de arriba habían sido dejadas sin construir.

-¿Estás pensando lo mismo que yo?
-¿Subir por la escalera de incendios y echarle un vistazo adentro?

Sin decir otra palabra, corrimos por la calle. Nos apresuramos hasta estar detrás del edificio, escondidos. Coloqué mis manos en las rodillas y busqué aire, no sabía si me faltaba el aire por haber corrido o por la ansiedad. Benjamín fue el primero en subir por la escalera de emergencia, y mientras yo esperaba, observé mi alrededor.

En la esquina adyacente, una sombra se esparció a través de la acera, y un hombre salió a la vista. Retrocedí.

-Benjamín – susurré.

Él estaba muy arriba como para escuchar. Observé de nuevo la esquina del edificio. El hombre estaba ahí, dándome la espalda. Entre sus dedos, se veía la llama de un cigarro. Sin duda, estaba cuidando el edificio de Hank. Lo que probaba aún más que lo que sea que Hank estaba escondiendo tenía valor.

-¡Benjamín! – siseé – Tenemos un problema.

Benjamín ya estaba por el segundo nivel, a tan solo unos pasos del tercer piso. La cámara que había decidido traer, estaba en su mano, lista para tomar fotos en el minuto que tuviera una vista clara. 

Dándome cuenta que no me iba a escuchar, cogí un pedazo de grava y se lo lancé. Pero, en lugar de golpearlo, la roca golpeó el escape de emergencia, sonando mientras rebotaba. 

Cubrí mi boca, paralizada por el miedo. Benjamín miró hacia abajo y se congeló. Señalé con mi dedo hacia el lado del edificio. Luego corrí atrás de un contenedor de basura, agazapándome. Desde ahí, observé al guardia, debió haber escuchado el sonido porque sus ojos inmediatamente viajaron hacia arriba, intentando encontrar la fuente del sonido.

“¡Ey!”, le gritó a Benjamín.

Corrió hacia la escalera y subió con una rapidez sobrehumana, sin duda era un Nephil. 

Benjamín siguió subiendo y en su apuro, la cámara se deslizó de su mano, cayendo y destrozándose. Le dio una breve mirada, sin poder creerlo, y siguió subiendo. Cuando llegó al cuarto piso, terminó de subir la escalera que se conectaba con la azotea, y desapareció. 

Corrí hacia el frente del edificio e intenté localizar a Benjamín. Mientras lo hacía, una sombra corrió arriba. No en el borde de la azotea, pero en el aire, entre este edificio y el otro al otro lado de la calle. Parpadeé, aclarando mi visión justo a tiempo de ver una segunda comenta correr a través del cielo, brazos y piernas moviéndose atléticamente. 

Mi mandíbula cayó. Benjamín y el Nephil estaban saltando edificios. Olvidé de preguntarme cómo lo estaban haciendo y seguí el sonido de sus zapatos. Mi amigo lanzó algo al suelo, cerca de mí y cuando lo vi, supe lo que tenía qué hacer: ir hacia su auto. 

A mitad de camino hacia el auto, Benjamín volteó a la derecha y el Nephil lo siguió. Sabía lo que él estaba haciendo, distrayendo al Nephil lo suficiente para que yo pueda entrar al auto antes que ellos. Tenía que apresurarme. Fui lo más rápido que pude, faltando solo una cuadra hacia el auto. La oscuridad ya estaba nublando mi visión. Finalmente llegué y me incliné contra el auto, buscando aire. Escaneé las azoteas, buscando alguna señal de los dos chicos.

Una figura salió del lado del edificio, piernas y brazos envolviéndose a través del aire mientras caía muerto. Benjamín golpeó el suelo y rodó. El Nephil aterrizó y cogió a Benjamín antes de lanzarle un golpe en el lado de su cabeza. Benjamín seguía inconsciente. 

Sin pensarlo, me metí dentro del auto. Coloqué las llaves de Benjamín en el encendido. Encendí también las luces e iluminé a Benjamín y el Nephil. Ambos voltearon la cabeza para verme, y mi amigo me gritó, pero yo no podía decir nada. El Nephil también gritó. Avancé hacia ellos con fuerza. En el último momento, el Nephil soltó a Benjamín y se alejó del auto. Benjamín no tuvo mucha suerte; voló hacia arriba, sobre el capó del auto. No tuve tiempo de preguntarme si se había herido antes que se metiera dentro del auto, a mi lado.

-¡Avanza!

Le hice caso y nos alejamos del lugar.

 -¿Qué fue eso? – solté - ¡Estaban saltando edificios!
-Te dije que era más fuerte de lo común.
-¡Sí, bueno, no mencionaste volar! ¡Y me dijiste que no te gustaba usar tus poderes!
-Tal vez me hiciste cambiar de parecer – sonrió - ¿Así que estuviste impresionada?
-¿Ese Nephil casi te captura y eso es todo lo que te importa?
-Lo supuse.
-¿Suponer qué?
-Te estás sonrojando.
-Estoy sudando – luego me di cuenta a qué se refería - ¡No estoy impresionada! Lo que hiciste ahí…lo que podría haber pasado…pienso que eres muy descuidado, y ¡me estás haciendo saltar de nervios cuando pones todo esto como una broma!

Su sonrisa se ensanchó.

-No hay más preguntas. Ya tengo mi respuesta. 

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