miércoles, 30 de enero de 2013

Ángeles Caídos #3: Diecinueve

Mientras Jev conducía, incliné mi cabeza contra la ventana, quedándome en silencio. Al principio tenía una vaga idea de dónde estábamos, pero cuando dimos un par de vueltas más, sabía exactamente el lugar. La entrada al parque de atracciones se veía más allá. Jev se estacionó.

-¿Qué estamos haciendo aquí? – pregunté, sentándome derecha.

Apagó el motor y arqueó una ceja.

-Dijiste que querías hablar.
-Sí, pero este lugar está….Vacío.

Una sonrisa apareció en su boca.

-¿Aún no sabes si puedes confiar en mí? Y si te refieres a este parque, llámame sentimental.

No entendí. Lo seguí hacia las rejas de la entrada, observándolo subirlas. Al otro lado, abrió la reja para dejarme entrar. Lo seguí y empecé a sentirme insegura. Sólo porque Jev había salvado mi vida tres veces no significaba que fuera una buena idea estar a solas con él. Pero, se supone que estaba aquí en busca de respuestas y él me había prometido que hablaríamos.

Al final, Jev disminuyó el paso, desviándose del pasadizo y deteniéndose antes de un destartalado almacén de cobertizo. La montaña rusa le hacía sombra a un lado y una gigantesca rueda al otro lado. 

-¿Qué hay en el almacén? – pregunté.
-Casa.

¿Casa? O tenía un buen sentido del humor, o estaba refiriéndose a la vida simple. 

-Glamorosa.

Sonrió astutamente.

-Sacrifico estilo por seguridad.
-¿Seguridad? Probablemente podría abrir la puerta de un golpe.
-Segura de los arcángeles.

Insertando su llave, Jev abrió la puerta y la sostuvo para mí.

-¿Cuándo conoceré sobre los arcángeles? 
-Todo lo que tienes que saber ahora mismo, es que ellos no están de tu lado.
-¿Pero podrían estarlo más adelante?
-Soy optimista en ello.

Una vez que entré, el suelo crujió bajo mi peso, y olí el olor de aire pasado. El almacén era pequeño, sin ventanas. El espacio cayó en completa oscuridad cuando Jev dejó que la puerta se cierre detrás de nosotros. 

-¿Vives aquí? – pregunté, sólo para asegurarme.
-Esto es más como la antesala.

Antes que pueda preguntar a qué se refería, lo escuché cruzar el almacén. Escuché el leve sonido de una puerta abriéndose. 

-Dame tu mano – dijo.

Caminé, vagando sobre la oscuridad, hasta que lo sentí coger mi mano. Parecía que estaba de pie, debajo de mí, en un área empotrada. Sus manos se movieron a mi cintura. Me bajó, hacia un espacio debajo del almacén. ¿A dónde me estaba llevando?

-¿Qué es este lugar? – susurré.
-Hay un laberinto de túneles debajo del parque. Hace años, los ángeles caídos no se metían con los humanos; se separaban, viviendo aquí en la costa, yendo a la ciudad sólo durante el Cheshvan. Ellos hacían lo que querían, se llevaban lo que querían. Así empezaron a construir sus ciudades en lo subterráneo, como una precaución. Sabían que con el tiempo las cosas cambiarían, y lo hicieron. Los humanos se expandieron, la distancia entre ellos y los ángeles caídos se nubló. Los ángeles caídos construyeron este parque encima de su ciudad para esconderla y utilizaban las ganancias del mismo para sobrevivir. 

Su voz era tan medida, tan estable, que no sabía cómo se sentía sobre lo que había contado. En respuesta, yo no sabía qué decir. Era como escuchar un cuento de hadas, pero aún así era muy real. Sabía que Jev estaba diciendo la verdad, no porque su historia coincidía con la de Benjamín, sino porque cada palabra me sacudía, sacudiendo pequeños fragmentos de mi memoria. 

-Casi te traje una vez aquí – dijo Jev – Los Nephils de la casa segura a la que entraste, interfirieron.
-Sé que Hank es el Nephil del que estás hablando, es la razón por la que fui a la casa segura esta noche. Quería saber qué estaba escondiendo. Benjamín me dijo que si conseguíamos suficientes pruebas, podríamos averiguar qué estaba planeando y deducir una forma de derrotarlo.
-Hank no es un Nephil ordinario, Lali.
-Lo sé. Benjamín me contó que está creando un ejército. Quiere derribar a los ángeles caídos así no pueden poseer más cuerpos Nehpil. Sé que es poderoso y tiene conexiones. Lo que no entiendo es cómo tú estás involucrado. ¿Por qué estabas esta noche en la casa segura?
-Hank y yo tenemos un arreglo de negocios – dijo, después de un momento – No es inusual de mí darle una visita – dio un largo suspiro – Necesitamos hablar.

Tomó mi hombro, llevándome más en la oscuridad debajo del almacén. Nos movimos hacia abajo, entre corredores y alrededor de curvas. Al final, Jev disminuyó el paso, abrió una puerta y cogió algo del suelo.

De pronto, prendió un fósforo y una vela. 

-Bienvenida a mi casa.

Comparado a la completa oscuridad, la vela era sorprendentemente brillante. Nos mantuvimos en la abertura de un vestíbulo de granito negro, que llevaba a una amplia habitación, también negra. 

-Caray – dije.
-No traigo a muchas personas aquí. No es algo que quiero compartir con todo el mundo. Me gusta la privacidad.

Mientras continué observando la habitación, Jev prendió más velas.

-La cocina a la izquierda – dijo – La habitación en la parte de atrás.

Miré sobre mi hombro.

-¿Por qué, Jev, estás coqueteando conmigo?

Me observó con ojos brillantes.

-Me empiezo a preguntar si estás tratando de distraerme de nuestra conversación previa – dije.

Jev cayó en el sofá estilo francés, estirando sus brazos por la parte de atrás.

-Yo no soy la distracción en esta habitación – dijo.
-¿Y qué podría ser?

Sentí sus ojos devorarme mientras me movía por la habitación. Me observó de pies a cabeza sin parpadear, y un dolor caliente se sintió en mí. Un beso hubiera sido menos íntimo. Tratando de controlar la calentura de su mirada, me detuve frente a una pintura de óleo.

-La Caída de Phaeton – me informó – El hijo del Dios Griego Helios, tuvo un hijo, Phaeton, por una mujer mortal. Cada día Helios conducía un carruaje por el cielo. Phaeton logró que su padre le prestara el carruaje aunque él no era lo suficientemente fuerte. Y como se esperaba, los caballos se volvieron locos y cayeron a la Tierra, quemando todo en su camino – esperó, buscando mis ojos – Sin duda estás al tanto del efecto que tienes en mí.
-Ahora te estás burlando.
-Es cierto que me gusta hacerte bromas, pero hay cosas con las que nunca bromeo.

Atrapada en su mirada, acepté que él era un ángel caído. El poder que vibraba fuera de él era diferente del que sentía alrededor de Benjamín. Más fuerte y nítido. 

-Sé que eres un ángel caído – dije – Sé que fuerzas a los Nephils a jurar lealtad. Posees sus cuerpos y en esta guerra, estás en el lado opuesto que Benjamín. Se nota que no te gusta.
-Estás recordando.
-No lo suficiente. Si eres un ángel caído, ¿por qué hacer negocios con Hank, siendo un Nephil? ¿No se supone que son enemigos mortales?
-Sobre Hank – colocó sus manos en su rostro.
-¿Qué pasa con él? – lo miré, intentando entender porqué se le hacía difícil. 

Jev se puso de pie, caminó hacia la pared e inclinó un brazo contra ésta. Sus mangas estaban remangadas en sus hombros, su cabeza cabizbaja.

-Quiero saber todo – dije – Empezando por ti. Quiero que me hagas recordar lo nuestro. ¿Cómo nos conocimos? ¿Qué significábamos uno para el otro? Después de eso, quiero que me cuentes todo sobre Hank. Incluso si estás preocupado de que no me guste lo que tengas que decir. Ayúdame a recordar. No puedo seguir así, no puedo seguir adelante hasta saber qué he dejado atrás. No le tengo miedo a Hank. 
-Tengo miedo de lo que él sea capaz. Él no dibuja un límite; empuja hasta dónde puede. Y lo peor de todo, no se puede confiar en él. Con nada – dudó – Diré la verdad. Te contaré todo, pero sólo porque Hank me traicionó. Se supone que tú no deberías estar más en esto. Hice todo lo que pude para dejarte fuera de esto. Hank medio su palabra que se alejaría de ti, imagina mi sorpresa, cuando me contaste que está con tu mamá. Si está de vuelta en tu vida, es porque tiene algo en mente. Lo que significa que no estás a salvo. 
-Ayúdame a recordar, Jev.
-¿Es lo que quieres?
-Sí – dije, sonando más valiente que nunca.

Jev bajó hacia el borde del sofá. Se desabotonó su camisa con cuidado. Colocando sus hombros en sus rodillas, colgó su cabeza entre sus hombros desnudos. Cada músculo de su cuerpo estaba rígido. Tomé un paso, luego dos. Me quedé sin aliento. Dos rayas irregulares de carne desgarrada lo marcaban. Las heridas estaban en carne viva y rojas, y retorcieron mi estómago. No podía imaginar el dolor que estaba sintiendo, no podía imaginar qué le había pasado para crear esas heridas brutales.

-Tócalas – dijo Jev, alzando su mirada con nerviosismo – Concéntrate en lo que quieres saber.
-No…no entiendo.
-La noche que te salvé de Gabe, cortaste mi camisa y tocaste mis cicatrices. Viste una de mis memorias. 

Parpadeé. ¿Esa no había sido una alucinación? ¿Hank, Jev, la chica en la jaula, estaban en la memoria de Jev? 

-Te debo advertir que si vas dentro de mi memoria que te incluye, las cosas se tornarán complicadas – dijo – Puede que veas a un doble de ti y verás las cosas como una observadora invisible. El otro escenario es que seas transferida en tu propia versión de la memoria, significando que pueden experimentar mi memoria desde tu punto de vista. No verás a un doble si eso sucede, serás la única versión de ti misma. La primera es la más común.

Mis manos temblaron.

-Tengo miedo.
-Te daré cinco minutos. Si no has regresado, quitaré tus manos de mis cicatrices. Eso romperá la conexión.

Mordí mi labio. Esta es tu chance, me dije a mí misma. No escapes, no cuando has llegado tan lejos. La verdad da miedo, pero no saber nada es peor. 

-Dame media hora – le dije a Jev.

Luego aclaré mi mente, intentando calmar mis pensamientos. No tenía que entender todo ahora mismo, sólo dar un paso de fe. Estiré mi mano, cerré mis ojos, buscando coraje. Agradecí cuando la mano de Jev se encerró en la mía, guiándome en el resto del camino.

5 comentarios: