jueves, 31 de enero de 2013

Ángeles Caídos #3: Veinte (Parte 1)

Mi primer pensamiento fue el estar arrodillada. No. Arrodillada dentro de mí. Encerrada en el mejor escondite de ataúdes. Enredada en una net. Indefensa y sin control de mi cuerpo.

Mi segundo pensamiento fue Peter.

Peter me estaba besando. Besándome de una forma que me aterrorizaba aún más que el cuerpo fantasma que no podía controlar. Su boca, por todos lados. La lluvia, cálida y suave. Y su cuerpo, tan cerca, irradiando calor.

Peter.

Atónita y temblorosa, clavé mis uñas en la memoria. Rogué por salir.

Jadeé como si hubiera tragado agua y la estuviera expulsando ahora. Al mismo tiempo, abrí los ojos.

-¿Qué pasó? – preguntó Jev, cogiéndome protectoramente de los hombros.

Estábamos de regreso en su habitación, las mismas velas brillando contra las paredes. La familiaridad de ello me hizo sentir alivio, estaba aterrada de estar atrapada, de la sensación de estar capturada dentro de un cuerpo que no podía controlar.

-Tu memoria fue de mí – solté – Pero no había un doble. Estaba atrapada dentro de mi cuerpo, pero sin control. No podía moverme. Fue…aterrador.
-¿Qué viste? – preguntó, su cuerpo tenso. 
-Estábamos ambos aquí, en el almacén. Cuando dije tu nombre, no dije Jev. Te llamé Peter. Y me estabas….besando – estaba tan sorprendida como para pensar en el sonrojo.

Jev quitó cabello de mi cara, acariciando mi mejilla.

-Nada está mal – murmuró – En ese entonces me conocías como Peter. Ese era el nombre que usaba cuando nos conocimos. Dejé el nombre cuando te perdí. He sido Jev desde entonces.

Me sentía estúpida por llorar, pero no pude evitarlo. Jev era Peter. Mi ex novio. De pronto, todo tenía sentido. Por eso nadie conocía el nombre Jev.

-Te devolví el beso – dije, aún llorando suavemente – En la memoria.
-¿Fue tan malo?

Me preguntaba si en algún momento le podría decir lo que ese beso me había hecho. Había sido tan placentero que me había sacado de la memoria.

-Más temprano me dijiste – empecé, evadiendo la respuesta – que intentaste traerme aquí una vez, pero Hank nos detuvo. Creo que fue la memoria que vi. Pero no vi a Hank, no llegué tan lejos. No estaba preparada para lo real que se sentía.
-La chica en control de tu cuerpo eras tú – me recordó – Tú en el pasado. Antes de perder tu memoria.

Salté, caminando por la habitación.

-Tengo que regresar.
-Lali…
-Tengo que enfrentar a Hank. No puedo hacerlo hasta verlo cara a cara ahí – dije.

Tenía que enfrentar la parte de mí que sabía la verdad.

-¿Quieres que te jale a tiempo? – preguntó Jev, mirándome.
-No. Esta vez, haré todo el camino.

En el momento en que volví dentro de la memoria de Jev, yo estaba reviviendo el recuerdo a través de los ojos de la chica que había sido antes que mi memoria fuera dañada. Su cuerpo tomó el mío y sus pensamientos ensombrecieron los míos. Respiré con pánico, abriéndome a ella…a mí.

Afuera, la lluvia formaba un sonido mientras golpeaba contra el almacén. Peter y yo estábamos mojados, y él succionó una gota de mi labio. Colgué mis dedos en la pretina de su jean y lo acerqué. Nuestras bocas se deslizaron sobre la otra, una caliente distracción del frío del aire.

-Te amo. Estoy tan feliz ahora mismo, como nunca recuerdo haberlo estado – murmuró.

Estaba por responder cuando la voz de un hombre, sin duda muy familiar, salió de las sombras.

-Qué conmovedor. Agarren al ángel.

Un grupo de hombres jóvenes y altos, sin duda Nephils, salieron de las sombras y rodearon a Peter, retorciendo sus brazos detrás de su espalda. 

Apenas tuve tiempo de absorber lo que estaba pasando cuando la voz de Peter se rompió entre mis pensamientos. Cuando empiece a pelear, corre. Llévate la camioneta. No vayas a casa. Quédate en la camioneta y sigue conduciendo hasta que te encuentre. 

El hombre que aún estaba escondido, el que ordenaba a los otros, dio un paso adelante. Era alto, delgado, guapo y muy joven para su edad, y estaba vestido impecablemente con un polo sport y pantalones de algodón.

-Señor Hank – susurré.
-Déjame introducirme apropiadamente – dijo – Soy La Mano Negra. Conocía a tu padre Harrisson muy bien. Estoy contento que no esté aquí ahora para verte devastándote a ti misma con uno de los hermanos del diablo. No eres la chica quién pensé que serías, Lali. Fraternizar con el enemigo, burlarte de tu herencia. Pero, puedo perdonar eso – se detuvo – Dime, Lali. ¿Fuiste tú quién asesinó a mi querido amigo, Chauncey?

Mi sangre se puso fría. Estuve atrapada entre el impulso de mentir y el conocimiento de que eso no haría nada bien. Él sabía que había matado a Chauncey. 

-¡Ahora! – gritó Peter en mi mente - ¡Corre!

Corrí hacia la puerta del cobertizo. Pero sólo logré dar unos cuantos pasos antes que un Nephil me coja del hombro. Así de rápido, colocó mi otro brazo detrás de mi espalda. Intenté liberarme, pero no pude. 

-Le debo esto a Chauncey – dijo Hank, cruzando detrás de mí. Compartimos una visión. Una que intentamos ver hasta el final – continuó - ¿Quién adivinaría que tú, de todas las personas, sería la que lo destruiría?

El Nephil me dio la vuelta al tiempo que Hank sacaba una pequeña daga de la cintura de su pantalón.

-Toca mi espalda – escuché la voz de Peter cortar el pánico – Entra a mi memoria. Toca el lugar donde mis alas se fusionan con mi espalda – continuó.

Era más fácil decirlo que hacerlo, porque un espacio de cinco o seis pies nos separaban y ambos estábamos atrapados por Nephils. 

-Déjame ir – le espeté al Nephil que me sostenía – Ambos sabemos que no me iré a ningún lado, no puedo escaparme de ustedes.

El Nephil miró a Hank, quién confirmó mi pedido con un ligero asentimiento.

-Lo siento por esto, Lali. Pero la justicia debe ser llevada a cabo – dijo Hank – Chauncey hubiese hecho lo mismo por mí.
-¿Justicia? ¿Y qué hay de la familia? Soy tu hija de sangre.
-Eres una plaga, una humillación.
-¿Estás aquí para vengar a Chauncey o este es un intento de salvar tu reputación? ¿No podía lidiar con que tu hija esté saliendo con un ángel caído y avergonzarte en frente de tu ejército de Nephils? 

Hank frunció el ceño ligeramente.

-Supongo que es una buena cosa que hayas escogido mantener a Paula como tu hija en lugar de mí – dije – Ella es dulce, popular, sale con los chicos correctos, y es muy tonta para hacerte preguntas. Pero sé que los muertos pueden regresar. Vi a mi papá esta noche, al verdadero.

El ceño fruncido de Hank se profundizó.

-Si él me puede visitar, no hay nada que lo prevenga de visitar a Paula, o a tu esposa. Y no me detendré ahí. Sé que estás saliendo con mi madre, le contaré la verdad de ti, muerta o viva. ¿Cuántas citas crees que puedas tener antes que le haga saber que tú me asesinaste?

Eso fue todo lo que alcancé a decir antes que Peter lance su rodilla contra el estómago del Nephil. Éste cayó y Peter le lanzó un puñetazo en su nariz. 

Corrí hacia Peter, lanzándome contra él.

-Apresúrate – dijo, llevando mi mano a la parte trasera de su espalda.

A ciegas, explayé mi mano en la espalda de Peter, esperando hacer contacto en el lugar correcto. Sus alas estaban hechas de espíritu y no podía verlas o sentirlas, pero ocupaban la mayor parte de su espalda. 

Alguien, Hank o uno de los Nephils, me cogió de los hombros, pero apenas me moví. Los brazos de Peter estaban a mí alrededor, encerrándome dentro de él. Sin tiempo para pensar, busqué de nuevo las cicatrices. Él besó mi frente y murmuró algo inentendible. No hubo tiempo para más. Una luz blanca explotó en la parte de atrás de mi mente. Al siguiente movimiento, estaba suspendida en un universo negro lleno de pedacitos de luz. Escuché el grito de Hank, y supe que no había cruzado por completo. Tal vez mi mano estaba cerca a la base de las alas de Peter, pero no lo suficiente. No podía bloquear las imágenes horribles y dolorosas de las que Hank podría terminar con mi vida, y peleé en la oscuridad, buscando mi camino, determinada a ver a Peter en sus memorias una última vez antes que todo termine.

Lágrimas nublaron mi visión. No quería que este sea el final. Había tanto que quería decirle a Peter. ¿Sabía lo mucho que significaba para mí? Lo que teníamos, apenas había empezado. No podía simplemente terminarse de pronto. 

Peter también estaba gritando, en el almacén. Dos palabras se escucharon distorsionadas en mis orejas, como si hubieran viajado una gran distancia. Trato. Compromiso. 

Fruncí el ceño, queriendo escuchar más. ¿Qué estaba diciendo Peter? De pronto tuve miedo que lo que sea que estuviera diciendo, no me gustaría. ¡No!, grité, tratando de detener a Peter. Pero no podía hacer nada, estaba atrapada. ¡Peter! ¿Qué le estás diciendo?

Sentí un extraño tirón de mi cuerpo, como si hubiera sido golpeada detrás de mi espina. El sonido de voces gritando empezaron a desvanecerse mientras me dirigía hacia una brillante luz y dentro de los pasillos de la memoria de Peter.

De nuevo.

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