lunes, 28 de julio de 2014

Ángeles Caídos #4: Veintidós

De regreso a la casa encontré a Peter en la sala de estar, sobre el cuerpo de Baruch. Alivió pasó a través de mí al verlo. —¡Peter! —exclamé, corriendo hacia él.

—Ángel—. Su rostro estaba cubierto de preocupación. Se puso de pie, abriendo sus brazos mientras corrí hacia ellos. Me apretó fuerte.

Asentí para aliviar cualquier preocupación que podría tener sobre mí, y tragué el nudo en mi garganta. —Estoy bien. No estoy herida. Le hice un truco mental para que piense que vino un ejército de Nephils. Y le hice creer que lo golpeé con un atizador en sus cicatrices—. Solté un suspiro tembloroso. —¿Cómo supiste que los ángeles caídos interrumpieron la fiesta?

—Tu mamá me botó, pero no iba a dejarte desprotegida. Tomé guardia a unas cuantas casas de aquí. Había un montón de tráfico dirigiéndose hacia tu casa, pero asumí que era por la fiesta. Cuando vi a la gente corriendo y saliendo de la puerta de tu casa, asustados, vine tan rápido como pude. Había un ángel caído haciendo guardia afuera. Sin más que decir, lo tuve que golpear, y a unos cuantos otros, en las cicatrices de sus alas. Espero que tu mamá no note que rompí un par de ramas del árbol de afuera. Funcionan perfectamente como estacas—. Su boca se torció maliciosamente.

—Ella llegará a casa en cualquier momento.

Peter asintió. —Me encargaré del cuerpo. ¿Puedes hacer que funcione la electricidad? El encendedor está en el garaje. Revisa si alguno de los interruptores está caído. Si cortaron los cables, vamos a tener un montón de trabajo por hacer.

—Lo haré—. Me detuve a mitad de camino y me volteé. —Agustina vino. Me ofreció una fantasiosa historia, diciendo que tú le dijiste que me saque. ¿Crees que ella pueda haber estado ayudándoles?

Para mi sorpresa, él dijo: —La llamé. Estaba por acá. Fui detrás de los ángeles caídos y le dije que te saque.

Me quedé sin habla, tanto por el desconcierto como por irritación. No sabía si estaba enojada porque Agustina había estado diciendo la verdad, o que claramente ella estaba siguiente a Peter, desde que “cerca” era bastante vago. Probablemente tenga un dispositivo de rastreo en él. Cuando él la llamó, probablemente ella había estacionado a cien cuadras atrás, con un par de binoculares.

No dudada que Peter fuera fiel a mi. Asimismo, no dudaba que Agustina esperaba cambiar eso.

Dándome cuenta que no era el momento de convertir esto en discusión, dije: —¿Qué le vamos a decir a mi mamá?

—Yo…yo me encargaré de ello.

Peter y yo nos volteamos hacia el pequeño chirrido que vino desde la puerta. Paula estaba ahí, retorciendo sus manos. Como si hubiese sentido lo débil que la hacía ver, soltó sus manos a los lados de su cuerpo. Retirando el cabello de sus hombros, alzó su mentón.

—La fiesta fue mi idea, lo que hace que esto sea tanto mi desastre como el de ustedes. Le diré a tu mamá que algunos perdedores llegaron para malograr la fiesta y empezaron a destruir los muebles. Hicimos la única cosa responsable: cancelar la fiesta.

Parecía como si Paula estaba haciendo todo lo posible para evitar mirar el cuerpo de Baruch recostado boca abajo en la alfombra.

—Gracias Paula —dije, sinceramente.

—No suenes tan sorprendida Yo también estoy en esto, sabes. No soy…quiero decir…soy una no… —respiró profundo—, soy una como tú—. Abrió su boca para decir más, luego abruptamente la cerró. No la culpaba, “No-humana” era una palabra difícil de decir, en voz alta sobre todo.

Un golpe en la puerta hizo que Paula y yo saltemos. Intercambios una breve mirada de incertidumbre antes que Peter hable.

—Pretendan que nunca estuvimos aquí —dijo, colgando a Baruch sobre sus hombros y llevándolo hacia la puerta trasera—. ¿Y Ángel? —agregó en mi mente—. Borra la memoria de Paula, el hecho de haberme visto aquí esta noche. Necesitamos mantener nuestro secreto.

Considéralo hecho —le respondí.

Paula y yo fuimos a responder la puerta. Recién había cogido la manija cuando Cande entró, empujando a Benja con ella, sus dedos entrelazados.

—Siento estar tarde —anunció Cande—. Tuvimos una pequeña…em… —Compartía un secreto, su mirada se cruzó con la de Benja, y ambos explotaron en risas.

—Distracción —terminó Benja por ella, sonriendo.

Cande se hizo aire con la mano. —Puedes decir eso de nuevo.

Cuando Paula y yo simplemente los miramos en silencio sombrío, Cande miro alrededor, dándose cuenta de lo vacía y desastrosa que estaba la casa.

—Espera. ¿Dónde están todos? La fiesta no puede terminar todavía.

—Nos arruinaron la fiesta —dijo Paula.

—Estaban usando máscaras de Halloween —expliqué—. Podría haber sido cualquiera.

—Empezaron a destruir los muebles.

—Mandamos a todos a casa —agregué.

Cande examinó a casa con sorpresa, sin palabras.

¿Arruinaron? —Benja habló en mi mente, claramente no comprándose mis habilidades de actuación e intuyendo que había más historia.

Ángeles Caídos —respondí—. Uno en particular intentó lo mejor que pudo en hacerme jurar lealtad. Está todo bien —agregué rápidamente cuando vi su rostro lleno de ansiedad—. No tuvo éxito. Necesito que saques a Cande fuera de aquí. Si da vueltas, solo va a empezar a hacer preguntas que no puedo responder. Y necesito limpiar todo antes que llegue mi mamá.

¿Cuándo vas a decírselo?

Salté, la pregunta de Benja me atrapó fuera de guardia.

No puedo contarle a Cande. No si quiero mantenerla a salvo. Ella es mi mejor amiga, Benja. Nada puede sucederle.

Ella merece la verdad.

Merece mucho más, pero ahora mismo, su seguridad me importa más.

¿Qué crees que le importa más a ella? Ella se preocupa y confía en ti. Muéstrale el mismo respeto.

No tenía tiempo para discutir. —Por favor, Benja —le rogué.

Me dio una mirada larga y considerada. Podía decir que no estaba satisfecho, pero también podía decir que me iba a dejar ganar esta batalla…por ahora.

—Déjame decirte algo —le dijo a Cande—. Te lo recompensaré. Vayamos a ver una película. Tú escoges. No es por condicionar tu opinión, pero hay una nueva película de superhéroes. Comentarios malos, lo que siempre es una señal que va a ser dulce.

—Deberíamos quedarnos y ayudar a Lali a arreglar este desastre —dijo Cande—. Voy a descubrir quién hizo esto y enseñarles algunos modales. Y más les vale mantener un ojo en sus llantas porque tengo un cuchillo que quiere ser usado.

—Tómense la noche —le dije a Cande—. Paula me ayudará a limpiar, ¿verdad, Paula? —Colgué mi brazo sobre su hombro y lo dije lo suficientemente dulce, pero había una nota de arrogancia bajo mis palabras.

Cande atrapó mi mirada, y compartimos un momento de entendimiento.

—Bueno, eso no es mucho para ti —Cande le dijo a Paula—. El recogedor está bajo el lavadero de la cocina. Las bolsas de basura también. —Le dio un apretón a su hombro—. Diviértete y no te rompas muchas uñas.

Después que la puerta se cerró tras de ellos, Paula y yo nos caímos contra la pared. Al mismo tiempo, soltamos un suspiro de alivio.

Paula sonrió primero. —Duendecilla.

Aclaré mi garganta. —Gracias por la ayuda esta noche —dije, y honestamente lo sentía. Por una vez en la vida, Paula había sido…

De ayuda, me di cuenta. E iba a pagarle borrándole su memoria.

Se levantó del suelo, desempolvando sus manos. —La noche no se ha terminado todavía. ¿El recogedor está debajo del lavadero?

miércoles, 23 de julio de 2014

Ángeles Caídos #4: Veintiuno

No haría el juramento y no permitiría que él me obligue a decir las palabras. No importaba cuánto daño me haría, debía mantenerme fuerte. Pero defenderme sola no iba a ser suficiente para ello. Necesita una ofensa, y rápido.

Utiliza también tus trucos mentales, me comandé a mí misma. Maxi me había dicho que los trucos mentales eran mi mejor arma. Había dicho que yo era mejor en ello que casi todos los Nephil que él conocía. Lo había logrado con Peter, y ahora lo haría con Baruch.

Cerrando mis ojos para bloquear el chantaje de Baruch, me lancé dentro de su cabeza. Mi gran confianza vino al saber que había consumido devilcraft más temprano. No confiaba en mi propia fuerza, pero la bebida azul me hacía mucho más poderosa. Volé por la oscuridad, retorcí corredores de la mente de Baruch, plantando una explosión tras otra. Trabajé tan rápido como pude, sabiendo que si cometía un error, si le daba cualquier razón para pensar que estaba reconstruyendo sus pensamientos, si dejaba cualquier evidencia de mi presencia…

Escogí la única cosa que sabía que alarmaría a Baruch. Nephils.

¡El ejército de la Mano Negra! Pensé explosivamente en la mente de Baruch. Coloqué una imagen de Maxi corriendo hacia la habitación, seguido de veinte, treinta, no…cuarenta Nephils. Enfoqué las imágenes en los ojos llenos de rabia y duros puños. Para hacer que la visión sea aún más convincente, le hice pensar que estaba observando a sus propios hombres ser atrapados por Nephils.

A pesar de todo ello, sentí la resistencia de Baruch. Se mantuvo en su lugar, sin reaccionar como lo haría si de verdad estuviera rodeado de Nephils. Temí que sospechara que había algo extraño, y seguí.

Sí te metes con la líder, te metes con nosotros, con todos. Lancé las palabras venenosas de Maxi en la mente de Baruch. Lali no va a jurar lealtad ahora. No ahora, ni nunca. Creé una imagen de Maxi recogiendo el atizador de las herramientas de la chimenea y presionándolo en las cicatrices de Baruch.

Escuché a Baruch caer de rodillas antes de abrir mis ojos. Estaba totalmente echado, con sus hombros encorvados. Una expresión de trauma se veía en sus rasgos. Sus ojos vidriosos, y saliva en las esquinas de su boca. Sus manos alcanzaron su espalda, buscando aire. Estaba intentando retirar el atizador.

Exhalé con alivio. Se lo había comprado. Creía que mi truco mental era cierto.

Una figura se movió cerca de la puerta.

Me puse de pie y cogí el verdadero atizador de la chimenea. Lo alcé por encima de mi hombro, lista para moverlo, cuando Agustina apareció a mi vista. En la semi-oscuridad, su cabello brillaba con un color blanco glacial. Su boca era una línea sombría.

—¿Le hiciste un truco mental? —dijo—. Lindo. Pero tenemos que salir ahora mismo de aquí.

Casi reí, fría y sin poder creerlo. —¿Qué haces aquí?

Se detuvo sobre el cuerpo inamovible de Baruch. —Peter me pidió que te llevara a algún lugar seguro.

Sacudí mi cabeza. —Estás mintiendo. Peter no te mandó. Él sabe que eres la última persona con la que me iría—. Apreté más fuerte el atizador. Si daba otro paso más, estaría encantada de colocarlo en las cicatrices de sus alas. Y como Baruch, estaría en el mismo estado.

—No tuvo mucha opción. Entre perseguir a los otros ángeles caídos que malograron tu fiesta y borrar las mentes de todos tus amigos traumados que están corriendo por la calle mientras hablamos, debo decir que está un poco preocupado. ¿Acaso no tienen una palabra secreta como código para situaciones como esta? —me preguntó Agustina—. ¿Cuándo estuve con Peter, teníamos una. Hubiera confiado en cualquier que Peter se la hubiese dado.

No le quité los ojos de encima. ¿Palabra secreta? Mi dios, sí que era buena metiéndose bajo mi piel.

—De hecho, sí tenemos un código secreto —dije—. Es: “Agustina es una sanguijuela patética que no sabe cuándo moverse del camino” —Cubrí mi boca—. Ay, acabo de darme cuenta por qué probablemente Peter falló en compartir nuestro código secreto contigo—dije con sorna—. O me dices realmente para qué viniste aquí o voy a lanzar esto contra tus cicatrices —agregué.

—No tengo que seguir con esto —dijo Agustina, dándose la vuelta.

La seguí por la casa vacía y hacia afuera.

—Sé que estás chantajeando a Pepper Friberg —dije—. Él cree que Peter lo está haciendo y hará lo que sea para colocar a Peter en el camino rápido hacia el infierno. Eso va para ti Agustina. Dices que aún estás enamorada de Peter, pero tienes una forma muy divertida de demostrarlo. Por ti, está en peligro de ser eliminado. ¿Ese es tu plan? ¿Si no puedes tenerlo, nadie puede?

Agus presionó un botón de su llave y luces se prendieron en el auto deportivo más exótico que había visto.

—¿Qué es eso? —pregunté.

Me lanzó una mirada condescendiente. —Mi Bugatti.

Un Bugatti, un auto de lo más sofisticado, lujoso, de dos puertas, con lunas polarizadas…Justo como Agustina.

—Debes deshacerte de ese ángel caído antes que tu mamá regrese —dijo, mientras subía al auto—. Y deberías revisar la validez de tus acusaciones.

Empezó a cerrar la puerta, pero yo la abrí nuevamente. —¿Estás negando que eres la chantajista de Pepper? —pregunté, con enojo—. Los vi a los dos discutiendo afuera del bar.

—No deberías espiar, Lali. Y Pepper es un arcángel del que mejor te quedas alejada. Juega sucio.

—Yo también.

—No es que sea de tu incumbencia, pero Pepper me buscó esa noche porque él sabe que tengo conexión con Peter. Lo está buscando y pensó erróneamente que yo lo ayudaría.

Encendió el motor y me quedé mirando a Agustina, sin creerle que su interacción con Pepper había sido así de inocente.

—Eres muy mala juzgando —dijo.

Me acerqué al auto, golpeándolo con mis palmas.

—Cuando se trata de ti, no me equivoco —grite por encima del ruido—. Eres una convenida, egoísta y narcisista.

Con eso, me miró furiosa y salió del auto.

—Yo también quiero limpiar el nombre de Peter, para que sepas —dijo con voz fría.

—Ahora ahí hay una frase que te dará el Oscar.

—Le dije a Peter que eras inmadura e impulsiva y no podías sobrellevar tus celos de lo que él y yo y él hemos trabajado por mucho tiempo para hacer que esto funcione.

Mis mejillas se sonrojaron, y cogí su brazo antes que me evada.

—No le hables a Peter sobre mí de nuevo. Aún más, no le hables a él. Punto.

—Peter confía en mí. Eso debe ser suficiente para ti.

—Peter no confía en ti. Te está usando. Al final, serás reemplazable. Al minuto ya no serás útil, se habrá terminado.

La boca de Agustina se convirtió en algo horrible. —Desde que nos estamos dando consejos una a la otra, aquí está el mío. Sal de mi camino.

Me estaba amenazando.

Tenía algo que esconder.

Encontraría su secreto, y la haría caer.

Comunicado

¡Hola! Antes que nada, gracias por los comentarios, gracias por leer :)

¡Es posible que ahora suba un capítulo, esperemos que sí! Pero, no vine a contarles eso, sino a comentarles que he agregado dos links en cada pestaña. Es decir, si ingresan a la pestaña de "Saga Ángeles Caídos" van a encontrar un link para descargar la adaptación que realicé (eso siempre ha estado) y además, otro link para descargar la traducción en español. Ojo que esta no es oficial, es realizada por ciertos foros como "Paradise Summerland" o "Purple Rose" u otros. He participado y participo en uno de éstos foros y sé que las traducciones son bastante buenas; lo hacemos gratuitamente y por placer, pero con calidad (wow, promocionando al 100% el trabajo jajaja). 

En fin....eso quería decirles después de mucho palabreo...me voy a cenar y a adaptar-traducir :)

domingo, 20 de julio de 2014

Ángeles Caídos #4; Veinte

—No creo que sea la mejor persona para esto —grité, por encima de la música—. ¿Puedo pasar?

—No. —Paula me dio una mirada llena de fuerza, lo suficiente para mandarme de rodillas en frente de la vasija con manzanas.

Le lancé una mirada llena de pura indignación. Te haré pagar por esto.

—Ponte el pelo hacia atrás. Nadie quiere que tu asqueroso pelo flote.

—Buuuh —empezó a gritar la multitud.

—Las manzanas rojas están alineadas a nombres de chicos —agregó Paula—. Y las verdes, a las chicas.

¡Bien! ¡Como sea! Sólo supera esto, me dije a mí misma. No tenía nada que perder: a partir de mañana, estaría castigada. Hundí mi rostro en el agua helada. Mi nariz golpeaba contra una manzana y la otra, pero no podía enterrar mis dientes en ninguna de éstas. Salí en busca de aire, y mis oídos sonaban con silbidos y burlas.

—¡Dame un respiro! —dije—. No he hecho esto desde que tenía cinco. ¡Eso debería decir bastante sobre este juego! —agregué.

—Lali no ha tenido una cita a ciegas desde que tiene cinco —dijo Paula, malinterpretando lo que dije y agregando su propio comentario.

—Sin duda tú vienes después —le dije a Paula, mirándola.

—Si hay un siguiente después de ti. Me parece que vas a hundir tu rostro en manzanas toda la noche —respondió “dulcemente” y la multitud aulló con diversión.

Hundí mi cabeza en la vasija, tratando de morder manzanas. El agua salpicaba, mojando mi vestido rojo de diabla. Estuve bastante cerca de coger una manzana con mi mano y presionarla contra mi boca, pero me di cuenta que Paula descalificaría mi jugada. Justo cuando estaba por salir a respirar, mis dientes atraparon una manzana roja.

Salí a la superficie, sacudiendo agua de mi cabello ante los sonidos de felicitación y aplausos. Le lancé la manzana a Paula y cogí una toalla, secando mi rostro.

—Y el chico suertudo que obtiene una cita a ciegas con nuestra rata ahogada es…. —Paula retiró un tubo sellado del centro de la manzana. Abrió el papel que se encontraba dentro. —¿Baruch? ¿Solo Baruch? ¿Lo estoy diciendo bien? —preguntó a la audiencia.

Ninguna respuesta. Todas las personas ya se estaban yendo a otro lado y la diversión inmediata había terminado. Estaba agradecida con Baruch, quien sea que fuera, parecía ser un nombre falso. O era eso, o estaba muy mortificado de tener una cita conmigo.

Paula me miró, como esperando que yo admitiera que conocía al chico.

—¿No es ninguno de tus amigos? —le pregunté, mientras secaba las puntas de mi cabello.

—No. Pensé que era uno de los tuyos.

Estaba al borde de preguntarme si este era otro de sus juegos bizarros, cuando las luces en la casa parpadearon. Una vez, dos, hasta que se apagaron por completo. La música se apagó. Hubo un momento de confusión, y luego empezaron los gritos. Habían cuerpos siendo lanzados contra las paredes de la sala de estar.

—¡Lali! —chilló Paula—. ¿Qué está pasando?

No tuve oportunidad de responderle porque una fuerza invisible pareció empujarme hacia atrás, paralizándome. Una energía fría pareció llenar mi cuerpo. El aire empezó a romperse con el poder de múltiples ángeles caídos. Su aparición repentina en la casa era tan tangible como un viento del ártico. No sabía cuántos habían, o lo que querían, pero podía sentirlos moverse en lo más profundo de la casa, esparciéndose para llenar cada habitación.

—Lali, Lali. Sal y ven a jugar —una voz de hombre empezó a cantar. Bastante desconocida y falsa.

Tragué con fuerza. Al menos sabía lo que ellos querían.

—Te encontraré mi dulzura, mi mascota —continuó.

Estaba cerca, tan cerca. Me arrastré detrás del sillón familiar, pero alguien había encontrado mi escondite.

—¿Lali? ¿Eres tú? ¿Qué sucede? —me preguntó un amigo que se sentaba detrás de mí en matemática.

—Silencio —le dije suavemente.

—Si no vienes a mí, yo iré tras de ti —cantó el ángel caído.

Su poder mental se deslizó en mí como un cuchillo caliente. Jadeé mientras él sentía todo dentro de mi mente, analizando mis pensamientos y determinando dónde me estaba escondiendo. Yo lancé una pared tras otra para detenerlo, pero él lograba pasar, como si éstas fueran construidas de polvo. Intenté recordar cada mecanismo de defensa que Maxi me había enseñado, acerca de la invasión mental, pero el ángel caído se movía muy rápido. Siempre era demasiado peligroso y se encontraba mucho más en ventaja.

Sin advertencia, un destello naranja se encendió en mi mente. Una gran fuente de energía explotó a través de mi piel. Sentí el calor de éste derretir mi ropa. Las llamas empezaron a comerse la tela, rastillando mi piel con un tormento caliente. Con toda la agonía, me hice una bola. Enterré mi cabeza entre mis rodillas, apretando mis dientes para evitar gritar. El fuego no era real. Tenía que estar haciendo un truco mental. Pero realmente no lo creía. El calor era tan abrasador que estaba segura que me había prendido en fuego.

—¡Detente! —finalmente chillé, lanzándome afuera y retorciéndome en el suelo.

En ese instante, el calor insoportable se desvaneció, aunque no había sentido el agua que sin duda lo había extinguido. Me recosté en mi espalda, mi rostro bañado en sudor. Dolía respirar.

—Todos afuera —ordenó el ángel caído.

Casi me había olvidado que había otros en la habitación. Nunca olvidarían esto. ¿Cómo podrían hacerlo? ¿Entendían lo que estaba sucediendo? ¿Sabrían que esto no había sido parte de la fiesta? Rezaba para que alguien fuera por ayuda. Pero mi casa estaba tan lejos, tomaría tiempo traer ayuda.

Y la única persona que podía ayudar era Peter, y no tenía manera de alcanzarlo.

Piernas y pies se veía que caminaban hacia la salida. El chico de mi clase salió desde el escondite y siguió a la multitud. Yo alcé lo suficiente mi cabeza para ver al ángel caído. Estaba oscuro, pero vi una figura imponente, esquelética y semi-desnuda. Y dos ojos brillantes y salvajes. Era el mismo que había visto en el Bar y en el bosque.

—Soy Baruch —pronunció.

Me corrí hacia la esquina de la habitación, haciendo una mueca por el dolor.

—Ha empezado el Cheshvan, y no tengo un vasallo Nephil —dijo.

No tenía muchas opciones. No era lo suficientemente fuerte para derribarlo. No podía pelear con él, si lo intentaba, una llamada a sus amigos me dejaría fuera de combate en segundos. Maldije a mi mamá por botar a Peter. Lo necesitaba. No podía hacer esto por mí misma. Si Peter estuviera aquí, él sabría qué hacer.

Baruch trazó su lengua a lo largo de su labio interior. —La líder del ejército de la Mano Negra, ¿y qué haré con ella?

Se sumió en mi mente. Lo sentí hacerlo, pero estaba muy cansada como para pelear o prevenirlo. Lo siguiente que supe es que me había arrastrado obedientemente y me había recostado a sus pies como un perro. Me golpeó en la espalda, mirándome. Quería negociar con él, pero mis dientes estaban apretados con tanta fuerza que pareciera como si mi mandíbula hubiese sido cocida.

No puedes discutir conmigo —susurró hipnóticamente en mi mente—. No puedes rehusarme. Lo que sea que te ordene, debes hacerlo.

Intenté sin éxito, callar su voz. Si rompía su control, podía pelear. Era mi única oportunidad.

—¿Cómo se siente ser una nueva Nephil? —murmuró con voz fría, de desprecio—. El mundo no está hecho para ningún Nephil sin su maestro. De protegeré de otros ángeles caídos, Lali. Desde ahora, me perteneces.

—Yo no le pertenezco a nadie —espeté, las palabras saliendo de mí con gran esfuerzo.

Él exhaló, lento y deliberadamente. Salió como un susurro entre sus dientes. —Te romperé, mi mascota.

—Cometiste un gran error al venir esta noche, Baruch. Cometiste un gran error al venir tras de mí.

Sonrió, un destello de dientes blancos y afilados. —Voy a disfrutar esto.

Tomó un paso hacia adelante, el poder emanando de él. Era casi tan fuerte como Peter, pero había algo en su poder que nunca había sentido con Peter. No sabía hace cuánto tiempo que Baruch había caído del cielo, pero sabía, sin duda, que él se había ofrecido a la maldad, totalmente.

—Haz tu juramento de fidelidad, Lali Esposito —ordenó.

Ángeles Caídos #4: Diecinueve

Llegó el jueves por la tarde, y con este, la completa transformación de mi casa. Por dentro, música de terror sonaba desde el estéreo. Calaveras, murciélagos, telarañas y fantasmas adornaban los muebles.

Yo llegaba con dos bolsas de papel llenas de cosas de última hora, y las dejé en la cocina.

—¡Regresé! —grité—. Vasos de plástico, una bolsa con anillos de araña, dos bolsas de hielo, y más confeti de esqueletos, justo como pediste. La bebida está aún en el auto. ¿Algún voluntario para ayudar a traerla?

Paula apareció en la cocina, y se me cayó la mandíbula. Estaba usando un corpiño negro de vinil, y pantalones pegados. Nada más. Sus costillas se podía ver a través de su piel. —Pon la bebida en la refrigeradora, el hielo en el frízer, y esparce el confeti en la mesa del comedor, pero no lo pongas sobre la comida. Eso es todo por ahora. Mantente cerca en caso necesite algo más. Debo ir a terminar mi disfraz.

—Bueno, ese es un alivio. Por un minuto pensé que eso era todo lo que planeabas usar —dije.

—Lo es. Soy gatubela. Solo necesito pegarme orejas negras.

—¿Vas a usar un corpiño para la fiesta? ¿Sólo un corpiño?

—No es un corpiño es un top.

Genial, como si fuera diferente.

—¿Y quién es Batman?

—Roberto Boxler.

—¿Eso significa que Benja desertó?

Paula se encogió de hombros. —¿Quién es Benja? —dijo, y se dirigió al segundo piso.

—¡Escogió a Cande sobre ti! —grité triunfante.

—No me importa —respondió ella—. Probablemente lo obligaste. No es un secreto que él hace todo lo que tú dices. Pon la bebida en la refrigeradora antes que cambiemos de siglo.

Saqué mi lengua aunque ella no me pudiese ver. —¡Yo también debo alistarme, sabías!

A las siete, llegaron los primeros invitados. Romeo y Julieta, Cleopatra y Mark Antony, Elvis y Priscila. Incluso una botella de kétchup y mostaza entraron por la puerta principal. Dejé que Paula juegue a ser la anfitriona, movilizando la bebida y comida. Yo había estado muy ocupada con los preparativos de la fiesta como para comer. Eso, y la nueva fórmula de Devilcraft que Maxi me había dado, parecía haber llenado mi apetito. Había hecho un buen racionamiento de la bebida azul, así me había durado varios días. Los sudores de noche, los dolores de cabeza, y la sensación extraña en mi cuerpo ya no se sentían. Estaba segura que esto significaba que los peligros de adicción habían pasado y había aprendido a usar devilcraft de una manera segura. La moderación era la clave. Blakely podía haberme intentado meterme en este lío, pero yo era lo suficientemente fuerte para establecer mis límites.

Después de ingerir un poco de Sprite, me dirigí hacia la sala de estar, viendo si es que Cande o Benja  habían llegado.

—Me encanta el disfraz, Lali. Pero eres todo menos mala.

Miré de un lado a otro a Morticia Adams.

—Oh, ey, Bailey. Casi no te reconozco.

Bailey se sentaba a mi lado en matemática, y habíamos sido amigos desde siempre. Estaba vestida de diabla y tenía que estar recogiendo mi cola porque la paraban pisando.

—Gracias por venir esta noche —agregué.

—¿Terminaste la tarea de mate? No entendí nada de lo que explicó hoy el profesor. Cada vez que empieza un problema en la pizarra, se detiene a medio camino, borra lo realizado y vuelve a empezar. No creo que sepa lo que está haciendo.

—Sí, probablemente me quede horas haciéndolo mañana.

Sus ojos se alzaron.

—Deberíamos encontrarnos en la biblioteca y hacerlo, juntos.

—Le prometí a mamá que limpiaría el sótano después del colegio —dije, tratando de evitar este “encuentro”. Aunque en parte era verdad.

—Oh, tal vez para otro día —dijo Bailey, sonando decepcionado.

—¿Has visto a Cande?

—Aún no. ¿Cómo quién va a venir?

—Como una niñera. Su cita es Michael Myers, el actor de Halloween —expliqué—. Si la vez, dile que la estoy buscando.

Cuando atravesé la sala de estar, me choqué con Paula y su cita, Roberto.

—¿Estatus de la comida? —me preguntó Cande, con autoridad.

—Mi mamá lo está viendo.

—¿Música?

—Hay un DJ.

—¿Estás trabajando con la gente? ¿Todos están divirtiéndose?

—Acabo de terminar una ronda.

Paula me miró, con crítica en sus ojos. —¿Dónde está tu cita?

—¿Importa?

—Escuché que estás saliendo con un nuevo chico. Escuché que él no va al colegio. ¿Quién es?

—¿De quién escuchaste esto? —Lo mío con Maxi estaba expandiéndose por todos lados, al parecer.

—¿Importa? —repitió—. ¿Cómo qué estás vestida?

—Es una diabla —dijo Roberto—. Una horca, cuernos y un vestido rojo.

—No te olvides de las botas negras de combate —dije, mostrándolas.

—Puedo ver eso —dijo Paula—. Pero el tema de la fiesta es parejas famosas. Un diablo no va con nada.

Justo entonces, entró Peter por la puerta. Hice una doble revisión para asegurarme que era él. No esperaba que viniese. Nunca habíamos resuelto nuestra pelea y yo me estaba negando a tomar el primer paso, forzándome a mí misma a esconder mi celular cada vez que estaba tentada a llamarlo y disculparme. Mi orgullo inmediatamente se volvió alivio al verlo. Odiaba pelear. Odiaba no tenerlo cerca.

Una sonrisa se expandió por mi rostro al ver su disfraz: vaqueros negros, camisa negra, una máscara negra. Y su mirada fría y asesina.

—Ahí está mi cita —dije.

Paula y Roberto se voltearon. Peter me dio un pequeño saludo y le entregó su chaqueta a una pobre chica de primer año al que Paula le había dado la tarea de cuidar los sacos. El precio que eran capaces de pagar las chicas con tal de ir a estas fiestas, era casi vergonzoso.

 —No es justo —dijo Roberto, quitándose su máscara de Batman—. El chico ni siquiera está disfrazado.

—Lo que sea que hagas, no le digas chico —le dije a Roberto, sonriéndole a Peter mientras venía hacia nosotros.

—¿Lo conozco? —preguntó Paula—. ¿Quién se supone que es?

—Es un ángel —dije—. Un ángel caído.

—¡Así no se ven los ángeles caídos! —protestó Paula.

Muestra lo mucho que sabes —pensé, mientras Peter deslizaba su brazo alrededor de mi cuello y me empujaba hacia él para darme un beso.

Te he extrañado —habló por la mente.

Igual que yo. No peleemos más. ¿Podemos dejarlo atrás?

Considéralo hecho. ¿Cómo va la fiesta?

Aún no me siento como para saltar del techo. Así que vamos bien.

Qué bueno escuchar eso.

—Hola ahí —le dijo Paula a Peter, su tono más de coqueteo que lo que era con su cita.

—Ey —dijo Peter.

—¿Te conozco? —preguntó ella, ladeando su cabeza a un lado—. ¿Vas a nuestro colegio?

—No —dijo él, sin elaborar.

—¿Entonces cómo conoces a Lali?

—¿Quién no conoce a Lali? —respondió.

—Esta es mi cita, Roberto Boxler —le dijo Paula, con aires de superioridad—. Juega en el equipo de fútbol.

—Impresionante —respondió Peter, su tono educado—. ¿Cómo va la temporada?

—Hemos tenido un par de juegos duros, pero no es nada que no podamos manejar.

—¿A qué gimnasio vas? —le preguntó Roberto a Peter, mirando su físico con admiración. Y envidia.

—Últimamente no he tenido tiempo para ir al gimnasio.

—Bueno, te ves genial hombre. Si algún día quieres levantar peso, avísame.

—Buena suerte con el resto de la temporada —le dijo Peter a Roberto, dándole un apretón de manos.

Peter y yo nos insertamos más en la casa, paseando entre los pasillos y habitaciones, intentando encontrar alguna esquina segura. Al final, me empujó dentro de un baño de visitas, cerró la puerta de un golpe y le echó seguro. Me inclinó contra la pared y tocó una de mis orejas rojas, sus ojos negros profundos, llenos de deseo.

—Lindo disfraz —dijo.

—Igual que el tuyo. Puedo decir que no tuviste que pensar mucho para escogerlo.

—Si no te gusta, puedo quitármelo —dijo, con asombro en su boca.

Golpeé mi mentón, pensativa. —Esa ha sido la mejor propuesta que he tenido en toda esta noche.

—Mis ofertas siempre son las mejores, Ángel.

—Antes que empezara la fiesta, Paula me pidió que ate la parte de atrás de su traje de Gatúbela. Entre ambas ofertas, creo que es una decisión difícil.

Peter se quitó la máscara y rió suavemente contra mi cuello, retirando mi cabello fuera de mis hombros. Olía increíble. Se sentía caliente, sólido y bastante cerca. Mi corazón latía más rápido, temblando con culpa.

Le había mentido a Peter. No podía olvidarlo. Cerré mis ojos, dejando que su boca explore la mía, intentando perderme en el momento. Mientras tanto, las mentiras golpeaban, golpeaban y golpeaban en mi cabeza. Había tomado Devilcraft y le había hecho un truco mental. Aún estaba tomando Devilcraft.

—El problema con tu disfraz es que no esconde muy bien tu identidad —dije, apartándome—. Y se supone  que no deberíamos ser vistos en público, ¿recuerdas?

—Sólo he venido un ratito. No podía perderme la fiesta de mi novia —murmuró.

Bajó su cabeza para besarme de nuevo.

—Cande aún no está aquí —dije—. He llamado a su celular. Y el de Benja. En ambos casos, me envió al buzón de voz. ¿Debería preocuparme?

—Tal vez no quieren ser interrumpidos —habló en mi oído, su voz profunda y grave.

Peter subió mi vestido, acariciando mi muslo desnudo con su dedo gordo. La calidez de su caricia dejaba de lado mi mala consciencia. La sensación pasó a través de mí. Cerré mis ojos de nuevo, esta vez involuntariamente. Mi respiración empezó a salir un poco más rápida. Él sabía cómo tocarme. Peter me alzó sobre la repisa del lavadero, sus manos colocadas en mis caderas. Estaba caliente por dentro, y cuando colocó su boca sobra la mía, puedo jurar que solté estrellas. Su toque me cauterizaba con pasión. El calor y las mariposas que sentía al estar cerca de él nunca dejaba de sentirlas, sin importar cuántas veces nos tocáramos, coqueteáramos o besáramos. Aún mejor, esa sensación se intensificaba. Quería a Peter.

No sé cuánto tiempo estuvo abierta la puerta del baño antes que lo notara. Me alejé de golpe de Peter, mi boca abierta. Mi mamá estaba en la entrada, murmurando sobre cómo el pestillo nunca había funcionado correctamente, y que había querido arreglarlo por años, cuando sus ojos deben haberse ajustado a la oscuridad, porque dejó de quejarse.

Su boca se abrió de golpe. Su rostro se blanqueó…luego empezó a enrojecer. Nunca la había visto tan enojada. —¡Fuera! —gritó, señalando con un dedo hacia fuera de la puerta—. ¡Fuera de mi casa en este instante, y no pienses en regresar, o tocar a mi hija de nuevo! —le siseó a Peter.

Yo salté de la repisa. —Mamá….

Se volteó hacia mí. —¡Ni una palabra! Dijiste que habías terminado con él. Dijiste que…esta cosa…entre ustedes dos…había terminado. ¡Me mentiste!

—Puedo explicarlo —empecé.

—¿Es eso lo que haces? ¿Seducir a chicas jóvenes en sus propias casas, con sus propias madres a unos cuantos pasos? ¡Deberías estar avergonzado de ti mismo!

Peter entrelazó sus dedos con los míos, sosteniéndolos con fuerza. —Es bastante lo opuesto, señora. Tu hija significa todo para mí. Completamente. La amo…tan simple como eso. —Habló con calma y seguridad, pero su mentón estaba rígido.

—¡Destruiste su vida! Desde el momento en que te conoció, todo se vino abajo. Puedes negarlo todo, pero yo sé que tú estuviste involucrado en su secuestro. Sal de mi casa —rugió.

Me apreté a la mano de Peter con fuerza, murmurando “Lo siento, lo siento”, una y otra vez a través de la mente.

—Debería irme —me dijo Peter, dándole una sacudida a mi mano. —Te llamaré más tarde —agregó en privado en mi mente.

—¡Me parece muy bien! —gritó mamá.

Se hizo a un lado, dejando que Peter salga, pero cerró la puerta antes que pueda escapar.

—Estás castigada. Disfruta la fiesta mientras dure, porque será tú último evento social por un largo, largo tiempo.

—¿Estás interesada en escucharme siquiera? —grité, enojada por la forma en que había tratado a Peter.

—Necesito enfriarme. Te conviene darme un poco de espacio. Puede que mañana esté de humor para hablar, pero eso no importa ahora. Me mentiste. Y aún peor, tuve que encontrarte quitándote la ropa con él, en nuestro baño. ¡Nuestro baño! Él solo quiere una cosa de ti Lali, y la tomará donde sea. No hay nada especial en perder tu virginidad en un baño.

—No estaba…no estábamos….¿mi virginidad? —Sacudí mi cabeza e hice un gesto de disgusto—. Olvídalo. Tienes razón, no quieres escuchar. Nunca lo has querido. No cuando se trata de Peter.

—¿Todo bien por aquí?

Mi mamá y yo nos volteamos para encontrar a Paula justo fuera de la puerta.

—Siento interrumpir, pero nos hemos quedado sin ojos de monstruo y uvas.

—Lali y yo ya estábamos terminando. Puedo ir a la tienda para comprar las uvas. ¿Algo más que se necesite?

—Un poco de nachos y queso —dijo Paula, en esta voz tímida, totalmente falsa—. Pero no es gran cosa.

—Bien. Uvas, nachos y queso. ¿Algo más? —preguntó mamá.

—No, eso es todo.

Mi mamá sacó sus llaves del bolsillo y salió, sus movimientos duros y rígidos.

—Siempre puedes hacerle un truco mental, sabes. Hacerle creer que Peter nunca estuvo aquí.

—¿Cuánto has escuchado? —dije, mirándola con ojos fríos.

—Lo suficiente para saber que estás en serios problemas.

—No voy a hacerle un truco mental a mi propia mamá.

—Si quieres, puedo hablarle.

—¿Tú? —solté una risa—. A mi mamá no le importa lo que tú pienses, Paula. Ella te tomó bajo cierta idea de hospitalidad. Y probablemente para probarle algo a tu mamá. La única razón por la que estás viviendo bajo este techo es para que mi mamá le pueda decir a tu mamá que ella fue mejor amante, y ahora es mejor mamá. —Era algo horrible de decir. Sonaba mejor en mi cabeza, pero Paula no me dio tiempo de pensarlo.

—Estás tratando de hacerme sentir mal, pero no funcionará. No vas a arruinar mi fiesta. —Pero vi que su labio inferior tembló. De pronto, como si nada hubiese sucedido, dijo en tono bizarro: —Creo que es momento de jugar “En Busca de una Cita”.

—¿En Busca de una Qué?

—Debes morder una manzana, pero cada una de éstas tiene un nombre de alguien de la fiesta. La que saques será tu próxima cita a ciegas. Lo jugamos cada año en mi fiesta de Halloween.

Fruncí el ceño. —Suena feo.

—Es una cita a ciegas, Lali. Y desde que estás castigada por la eternidad, ¿qué tienes por perder? —Me empujó hacia la cocina, hacia el tubo gigante de agua lleno de manzanas rojas y verdes flotando. —Ey, todos, ¡escuchen! —dijo Paula, gritando sobre la música—. Es momento de jugar En Busca de una Cita. Lali será primero.

El aplauso rompió entre la música, junto a silbidos y gritos de entusiasmo. Me quedé inmóvil, con mi boca moviéndose pero no emitiendo sonido alguno.