domingo, 30 de diciembre de 2012

Ángeles Caídos #2: Capítulo 16 (Parte 2)

Llegué a casa a eso de las nueve y me deslicé en mi piyama de algodón. Después de tomar una taza de leche, me metí a la cama. Era muy temprano para dormir, e igual no podía hacerlo; mis pensamientos aún estaban deshaciéndose en pedazos. Miré al techo, intentando borrar los últimos dieciséis años y empezar de nuevo. No podía imaginar a Hank, el papá de Paula, como el mío.

Coloqué la sábana hasta mi mentón y cerré los ojos, intentando dormir. Imágenes de Paula, de su padre, de mis padres. Las imágenes vinieron con mayor rapidez, hasta que se juntaron y formaron un collage extraño. De pronto, las imágenes parecieron ir al revés, yendo hacia atrás en el tiempo. Todo el color se desvaneció y sólo se veía en blanco y negro. 

Ahí fue cuando supe que estaba soñando.

Estaba de pie en la puerta delantera. Un viento fuerte movía las hojas hacia mis tobillos. Peter estaba en la escalera del porche, su cabeza agachada, sus manos en sus rodillas.

-Sal de mi sueño – le grité sobre el viento.

Sacudió su cabeza.

-No hasta que te diga qué está sucediendo.
-No quiero escuchar lo que tienes por decir.
-Los arcángeles no nos pueden escuchar aquí.

Reí.

-¿No fue suficiente manipularme en la vida real, ahora lo tienes que hacer aquí también?

Alzó su cabeza.

-¿Manipularte? Estoy intentando decirte qué está sucediendo.
-Estás forzando tu camino dentro de mis sueños. Lo hiciste después del Bolso del Diablo, y lo estás haciendo ahora.
-Después del bar, en la camioneta, me dijiste que tuviste un sueño sobre el padre de Paula. La noche que tuviste el sueño, yo estaba pensando en él. Estaba recordando la memoria exacta sobre la que había soñado, deseando que hubiese alguna forma que pudiese decirte la verdad. No sabía que me estaba comunicando contigo.
-¿Tú me hiciste tener ese sueño?
-No un sueño. Una memoria.

Si el sueño era real, entonces el papá de Paula había estado viviendo en Inglaterra hace cientos de años. Dile que mande ayuda, había dicho él. Dile que no hay un hombre, dile que es uno de los ángeles del diablo, ha venido a poseer mi cuerpo y arrancar mi alma.

¿Hank, el papá de Paula, era un Nephil?

-No sé cómo hice para irme a tu sueño – dijo Peter – pero he estado intentando comunicarme contigo de la misma forma y últimamente no puedo hacerlo. Tengo suerte de estar aquí ahora. Creo que eres tú, no me estás dejando entrar.
-¡Porque no te quiero dentro de mi cabeza!

Se puso de pie, caminando hacia mí.

-Necesito que me dejes entrar.

Me volteé.

-Fui reasignado a Paula – dijo.

Cinco segundos pasaron antes que todo caiga en su lugar. El sentimiento enfermo y caliente que había quemado en mi estómago desde que Paula me dijo lo de mi madre.

-¿Eres el ángel guardián de Paula?
-Ha sido una tortura.
-¿Los arcángeles hicieron esto?
-Cuando me asignaron como tu guardián, me dejaron en claro que se suponía que yo debía de desear lo mejor para ti. Involucrarme contigo no estaba dentro de eso. Lo sabía, pero no me gustaba la idea que los arcángeles me dijeran qué hacer con mi vida personal. Nos estaban observando la noche en que me diste tu anillo. 

En la camioneta. La noche antes que termináramos. Recordé.

-Apenas me di cuenta que nos estaban observando, me fui. Pero el daño ya estaba hecho. Me dijeron que estaría fuera apenas encontraran un reemplazo. Luego me asignaron a Paula. Fui a su casa esa noche para forzarme a mí misma a enfrentar lo que había hecho.
-¿Por qué Paula? ¿Para castigarme?
-El papá de Paula es un Nephil de primera generación, un puro. Ahora que Paula tiene dieciséis, está en peligro de ser sacrificada. Hace dos meses, cuanto intenté sacrificarte para conseguir un cuerpo humano, pero terminaste salvando tu vida, no había ningún ángel caído que creyera que podía cambiar lo que eran. Ahora soy un ángel guardián, todos lo saben y todos saben que es porque te salvé de morir. Ahora, muchos saben y creen que pueden hacerle trampa al destino. Ya sea por salvar a un humano y obtener sus alas de regreso – exhaló – o al asesinar a un vasallo Nephil y transformar su cuerpo de ángel caído a humano. 

Recordé en mi mente todo lo que había leído sobre ángeles caídos y Nephil. El Libro de Enoch decía que un ángel caído se volvía humano después de asesinar el vasallo de un Nephil – al sacrificar a uno de los descendientes femeninos del vasallo. Hace dos meses, Peter había atentado hacer esto mismo al usarme para matar a Chauncey. Ahora, si el ángel caído que había forzado a Hank a jurar lealtad quería ser humano, bueno, él solo tenía que….Sacrificar a Paula.

-Quieres decir que es tu trabajo asegurarte que el ángel caído que forzó a Hank a jurarle lealtad, no sacrifique a Paula para obtener un cuerpo humano. 
-Sí, y Paula no lo sabe. Ella está completamente en la oscuridad.

No quería hablar de esto. No quería a Peter aquí. Él había asesinado a mi padre. Lo había arrancado de mi vida, para siempre, alguien a quién amaba. Peter era un monstruo. Nada que dijera podía hacerme sentir lo contrario.

-Chauncey formó la sociedad de sangre Nephil – dijo Peter.
-¿Qué? ¿Cómo lo sabes
-He accedido a unas pocas memorias. Memorias de otras personas.
-¿Memorias de otras personas?

¿Cómo podía hablar de esto con tanta serenidad? ¿Cómo podía justificar todas estas horribles cosas que había hecho?

-Un sucesor se encargó del tema cuando Chauncey murió. No he sido capaz de obtener un nombre aún, pero el rumor dice que él no está feliz sobre la muerte de Chauncey, lo que no tiene sentido. Él está a cargo ahora. Lo que me hace preguntarme si el sucesor era un amigo cercano de Chauncey o pariente.

Sacudí la cabeza.

-No quiero escuchar esto.
-El sucesor quiere venganza – Peter y yo compartimos una mirada – Quiere que el asesino pague.
-Quieres decir que quiere que yo pague – dije.
-Nadie sabe que tú mataste a Chauncey. No sabía que tú eras su descendiente femenino hasta momentos antes de morir, así que hay poca chance que alguien más sepa. Cuando despiertes, necesito que digas que me quieres como tu ángel guardián de nuevo. Dilo como si lo quisieras, así lo escuchan los arcángeles, y con suerte cederán a tu requerimiento. Estoy haciendo todo lo que puedo para mantenerte a salvo, pero estoy restringido. Necesito acceso mayor a las personas a tu alrededor, tus emociones, todo en tu mundo.

¿Qué estaba diciendo? ¿Qué los arcángeles finalmente habían encontrado mi ángel guardián de reemplazo? ¿Era por eso que había forzado su entrada en mi sueño esta noche? ¿Por qué le habían restringido la entrada y ya no tenía acceso a lo que quería de mí? 

Sentí sus manos deslizarse a mis caderas, sosteniéndome protectoramente contra él.

-No voy a dejar que nada te pase.

Me moví y me liberé. Mi mente era una tempestad. Él quiere que el asesino pague, no podía dejar atrás esas palabras. La idea de alguien queriendo matarme era horrible. No quería estar aquí, no quería saber estas cosas, quería sentirme segura de nuevo.

Dándome cuenta que Peter no tenía intenciones de dejar mi sueño, hice mi propio movimiento. Luché contra las barreras invisibles de mi sueño al forzarme a despertarme. Abre tus ojos, me dije a mí misma. ¡Ábrelos!

-¿Qué estás haciendo? – dijo Peter.

Empecé a sentirme más lúcida, podía sentir la calidez de mis sábanas, la almohada contra mi mejilla. Todos los aromas familiares asociados con mi habitación.

-No despiertes, Ángel – pasó con suavidad sus manos por mi cabello, sosteniendo mi rostro, forzándome a mirarlo a los ojos – Hay más que debes saber. Hay una razón importante por la que necesitas ver esas memorias. Estoy intentando decirte algo que no puedo decirte de otra forma. Necesito que descubras lo que intento decirte. Necesito que dejes de bloquearme.

Aparté mi cara. Mis pies parecían alzarse del césped. Peter me cogió, jurando bajo su respiración, pero su agarre ya era imaginario. Despierta, me ordené a mí misma. Despierta.

***

Último capítulo del año!! Nos vemos el 03 de Enero :)
FELIZ AÑO!!

sábado, 29 de diciembre de 2012

Ángeles Caídos #2: Capítulo 16 (Parte 1)

Después que Peter se fue, decidí ahora más que nunca que debía ir a su casa. Ahí estarían todas las pistas escondidas. Fue estúpida al decirle que sabía quién era la Mano Negra, había salido en un momento de debilidad. Mis ojos se llenaron de lágrimas y parpadeé con fuerza para apartarlas.

Encontré una linterna debajo de mi cama y la sostuve en mi mano. Estaba por salir de la habitación cuándo encontré el diario de Paula. Sentí un hueco quemar en mi consciencia. Con un suspiro, tomé el diario y salí. Caminé hacia la parada del bus y luego llegué hasta el barrio de Paula. Era mi deber devolverle el diario.

El auto de Paula estaba estacionado al frente de la casa de Paula, pero sabía que ella no estaba en casa. Seguramente Peter ya la había recogido para ir al cine con Cande y Rixon. Estaba caminando hacia la casa cuando la puerta se abrió. Paula llevaba su cartera en mano, llaves colgando, claramente lista para salir. Se congeló cuando me vio.

-¿Qué estás haciendo aquí? – preguntó.

Abrí mi boca, tres segundos largos antes que pudiese decir algo.

-Yo…yo…no pensé que estarías en casa.

Entrecerró los ojos.

-Bueno, lo estoy.
-Pensé que tú y…Peter…. – el diario estaba en mis manos, en cualquier momento ella lo vería.
-Él canceló – espetó, como si no fuera de mi incumbencia.

Casi ni la escuché. En cualquier momento vería el diario. Como nunca antes, quería retroceder el tiempo, debí pensar en esto antes de venir. 

-¿Qué estás haciendo con mi diario?

Mis mejillas se sonrojaron al tiempo que ella caminaba hacia mí. Agarró el diario de un tirón y lo colocó contra su pecho.

-¿Tú…tú lo tomaste?
-Lo tomé la noche de tu fiesta – sacudí mi cabeza – Fue una cosa estúpida. Lo siento mucho…
-¿Lo leíste?
-No.
-Mentirosa – se burló – Lo leíste, ¿verdad? ¿Quién no lo haría? ¡Te odio! ¿Tu vida es tan aburrida que tienes que ir rebuscando en la mía? ¿Leíste todo o sólo las partes sobre ti?

Estaba por negar todo cuando me di cuenta de lo último que había dicho.

-¿Yo? ¿Qué has escrito sobre mí?
-¿Qué me importa? – dijo, cruzando sus brazos y mirándome – Ahora ya sabes la verdad. ¿Cómo se siente saber que tu mamá está metiéndose con los esposos de otras personas?

Me reí, incrédula.

-¿Disculpa?
-¿Realmente pensaste que tú mamá está fuera de la ciudad todas las noches? ¡Ja!
-De hecho, sí - ¿qué intentaba insinuar?
-¿Entonces cómo explicas por qué su auto se estaciona una cuadra más allá una noche por semana?
-Te has equivocado de persona – dije, sintiendo la ira llenar mi cuerpo.

¿Cómo se atrevía de acusar a mi madre de tener un amante? Y con su papá, de todas las personas. Así fuera el último hombre del planeta, mi mamá no estaría con él. Odiaba a Paula, y mi madre lo sabía. Ella no estaba durmiendo con el papá de Paula, nunca me haría eso, ni a mi papá. Nunca.

-Despierta Lali. Nuestros padres se conocieron en la secundaria. Tú mamá y mi papá. Estuvieron juntos.

Sacudí mi cabeza.

-Es mentira. Mi mamá nunca me ha dicho nada sobre tu papá.
-Porque ella no quiere que lo sepas. Porque ella aún está con él. Su pequeño sucio secreto.

Sacudí mi cabeza con más fuera, sintiéndome una muñeca rota.

-Tal vez mi mamá conoció a tu papá en la secundaria, pero eso fue hace mucho, antes que conociera a mi papá. Te has equivocado de persona. Viste el auto de alguien más. Cuando no está en casa, ella está fuera de la ciudad, trabajando.
-Los vi juntos, Lali. Era tu mamá, así que ni siquiera intentes poner excusas. Fui al colegio ese día y escribí en tu casillero con un mensaje para tu mamá. ¿No lo entiendes? Estaban durmiendo juntos. Todos estos años lo han hecho. Lo que significa que mi papá podría ser tu papá. Y tú podrías ser mi…hermana.

Envolví mis brazos a mi alrededor y me volteé, sintiéndome como si me fuera a enfermar. Las lágrimas se ahogaron en mi garganta, quemando la parte de atrás de mi nariz. Sin decir palabra, caminé por la acera. 

No fui donde Peter.

Debo de haber camino todo el regreso a mi casa, porque lo siguiente que recuerdo es que estaba sentada en una banca en frente de la biblioteca pública. Era una noche cálida, pero envolví mis rodillas contra mi pecho, mi cuerpo temblando. Mis pensamientos un cúmulo de teorías.

¿A dónde iría ahora? ¿A casa? Mi casa ya no se sentía como una. Ya no sentía segura. Me sentía en una caja de mentiras. Mis padres me habían vendido una historia de amor, cariño y familia. Pero si Paula me estaba diciendo la verdad, mi familia era un chiste. Una gran mentira que nunca había visto venir. 

Le timbré a Cande, mis lágrimas cayendo por mis mejillas.

-Hola, bebé. ¿Es importante? Estoy con Rixon…
-Me voy de casa – dije, sin importarme que mi voz sonara aguda por llorar - ¿Puedo quedarme en tu casa por un tiempo? Hasta que averigüe a dónde iré. Mi mamá llega a casa el Sábado, quiero estar lejos para ese entonces. ¿Puedo quedarme el resto de la semana contigo?
-Eh…¿puedo preguntar…?
-No.
-Está bien, claro. Puedes quedarte, no hay problema. Me dirás lo que sucede cuando estés lista.

Ahora mismo, Cande era la única persona en la que podía confiar. Ella nunca me mentía.

viernes, 28 de diciembre de 2012

Ángeles Caídos #2: Capítulo 15

Tres horas después, las caderas de Cande estaban rojas, junto a sus pies y su rostro lleno de sudor y calor. Rixon se había ido hace una hora, y Cande y yo estábamos ordenando las cosas para irnos. Yo también me sentía caliente pero en un sentido completamente distinto. Aún no podía procesar lo de la Mano Negra, Peter no podía serlo.

-¿Qué es eso?

Habíamos llegado al estacionamiento y un pedazo de metal estaba amarrado a la rueda izquierda del auto.

-Supongo que por estacionarte donde no debes, remolcarán tu auto.
-No seas mala conmigo – dijo Cande - ¿Qué vamos a hacer ahora?
-¿Llamar a Rixon? – sugerí. 
-Él no va a estar muy feliz de conducir hasta aquí de nuevo. ¿Tu mamá ya está en la ciudad?
-Aún no. ¿Tus padres?
-Probablemente cueste una fortuna recuperar un auto remolcado. Mis papás me van a matar. 

Cande se sentó en la acera y la acompañé.

-¿No tenemos amigos? – continuó Cande - ¿Alguien a quién podamos llamar? ¿Crees que Benjamín pueda venir? Espera un segundo….¿esa no es la camioneta de Peter?

Seguí la mirada de Cande hacia el otro lado de la calle. Sin duda, la camioneta de Peter estaba estacionada. Las ventanas eran polarizadas, un destello de sol reflejándose en ellas. Mi corazón se aceleró, no podía correr hacia Peter. No aquí, no ahora. No cuando él podía ser la Mano Negra. 

-Debe estar en algún lugar – dijo Cande – mándale un mensaje de texto y dile que estamos sin auto. Puede que no me guste, pero lo usaré si me lleva a casa.
-Le mandaría un mensaje a Paula antes que a Peter – dije. 
-¿A quién más podemos llamar?

Sabíamos que a nadie. Éramos tontas, sin amigos, nadie nos debía un favor. La única persona que haría cualquier cosa para ayudarme estaba sentada a mi lado. Y, viceversa. Dirigí mi atención a la camioneta. Sin ninguna razón en especial, me puse de pie.

-Conduciré la camioneta – dije, sin tener un motivo en especial.
-¿Peter no se molestará cuándo se dé cuenta que robaste su camioneta?
-No me importa. No me voy a quedar sentada aquí toda la tarde.
-Tengo un mal presentimiento de esto – dijo Cande – No me gusta Peter en un día normal, no quiero saber cómo es cuando está enojado.
-¿Qué pasó con tu sentido de la aventura? – un fiero deseo se había apoderado de mí, y sólo quería subirme a la camioneta y mandarle un mensaje a Peter. 
-Mi sentido de la aventura se queda corto y se detiene cuando hay peligro – dijo Cande – No va a ser lindo cuando él se entere que fuiste tú.

La parte lógica de mi cabeza me decía que me aleje, pero toda la lógica se había ido de mí. Si él le había hecho daño a mi familia, si él la había destruido, si él me había mentido…

-¿Sabes siquiera cómo robar un auto?
-Peter me enseñó.
-¿Quieres decir que viste a Peter robar un auto y ahora crees que harás un intento?

Caminé hacia la camioneta, con Cande trotando detrás de mí. Intenté abrir la puerta, cerrada.

-No hay nadie en casa – dijo Cande, aplastando su cara contra la ventana para intentar mirar – Creo que deberíamos irnos. Vamos, Lali. Lejos de la camioneta.
-Necesitamos ir a casa. Estamos varadas.
-Aún tenemos dos pies. Los míos están con humor para hacer ejercicio. 

Empecé a apuntar la ventana con la sombrilla que llevaba en la mano. Cande me miró cómo diciendo, ¿estás loca?

-¿Qué? – dije – Tenemos que entrar.
-¡Baja la sombrilla! Vas a atraer un montón de atención negativa si rompes la ventana. ¿Qué tienes? – dijo, mirándome con los ojos abiertos.

Una visión destelló en mi mente. Vi a Peter parado sobre mi papá, una pistola en su mano. El sonido de un disparo rompió el silencio. Coloqué mis manos en mis rodillas y me incliné, sintiendo las lágrimas detrás de mis ojos. El suelo empezó a girar y el sudor recorría mi cara. Mis pulmones dejaron de circular aire. Cande me estaba gritando, pero la escuchaba a lo lejos. 

De pronto, la tierra se detuvo. Tomé tres respiros profundos. Cande me estaba ordenando que me siente, gritando algo sobre el cansancio por el sol. Me solté de su agarre.

-Estoy bien – dije, poniéndome de pie – Estoy bien.

Para mostrarle que estaba bien, me incliné para coger mi botella de agua. Fue ahí cuando vi la llave de la camioneta brillando en mi botella. La que le había robado a Paula en su habitación la noche de la fiesta.

-Tengo la llave – dije, sorprendiéndonos a ambas.
-¿Peter nunca la pidió de vuelta?
-Nunca me la dio. La encontré en la habitación de Paula.
-Wow.

Abrí la puerta, entré y me senté en el asiento del conductor.

-¿No pensarás en hacerle daño en tu camino hacia casa, verdad? – preguntó Cande, sentándose al otro lado – Porque la vena en tu cuello está palpitando, y la última vez que la vi hacer eso fue cuando golpeaste el mentón de Paula en el Bolso del Diablo. 
-Él le dio a Paula una entrada a su camioneta, debería estacionar esta cosa en el fondo del océano.
-Tal vez tenía una buena razón – dijo Cande, con nerviosismo.
-No haré nada hasta que te deje – dije, riendo. 

Conduje apenas unos segundos antes de detener el auto con fuerza.

-¿Qué pasó?

Cande siguió mi mirada. Paula. Sin duda, ella estaba aquí con Peter. Ahora mismo, en la playa. Recostada en la arena. Haciendo sabe qué diablos. Una ira violenta atravesó mi cuerpo. Odiaba a Peter, y me odiaba a mí misma por dejarme entrar a la lista de chicas que él había seducido, luego traicionado. 

***

Horas después, estaba en frente de la refrigeradora, la puerta abierta, buscando algo que pudiese pasar como cena. Finalmente encontré fideos con salsa verde y tardé apenas diez minutos en preparar todo. Mientras estaba cargando los platos y cubiertos para llevarlos a la mesa, encontré a Peter recostado en ésta. El plato con fideos casi se me cae.

-¿Cómo entraste? – pregunté.
-Quizás quieras echarle pestillo a la puerta. Especialmente cuando estás sola en casa.

Estaba relajado, pero sus ojos no. Sin duda sabía que me había robado la camioneta. Sobre todo desde que estaba estacionado frente a mi casa. 

-Te llevaste la camioneta – dijo, calmado pero no feliz.
-Cande estacionó en una zona ilegal y le pusieron un aviso de remolcar su auto. Teníamos que regresar a casa, y fue ahí cuando vi tu camioneta al otro lado de la calle.
-¿No pudiste llamar y decírmelo?
-No tenía mi celular.
-¿Y Cande?
-Ella no tiene tu número en su celular. Y no podía recordar tu nuevo número, de todos modos. No teníamos manera de hablar contigo.
-No tienes llave para el auto. ¿Cómo entraste?
-La copia de tu llave.

Lo vi intentar calcular a dónde estaba yendo con esto. Ambos sabíamos que no me había dado una copia. Lo observé, buscando alguna señal que dijera que dijera que se había dado cuenta que había cogido la llave de Paula, pero la luz de comprensión no prendió en sus ojos. Todo sobre él estaba controlado, impenetrable, imposible de leer.

-¿Qué copia? – preguntó.

Eso sólo me enojó más, porque esperaba que supiera exactamente de qué llave hablaba. ¿Cuántas copias tenía? ¿A cuántas otras chicas le había dado una copia?

-Tú novia – dije - ¿O esa no es suficiente clarificación?
-Déjame ver si entiendo esto. ¿Robaste mi camioneta para vengarte de mí por darle una copia de mi llave a Paula?
-Robé la camioneta porque Cande y yo la necesitábamos – dije fríamente - Hubo un tiempo cuándo tu siempre estabas cuando te necesitaba. Pensé que tal vez eso aún era cierto, pero aparentemente estaba equivocada.
-¿Quieres decirme realmente de qué se trata todo esto?

Cuando no respondí, jaló una de las sillas de la cocina debajo de la mesa. Se sentó, sus brazos cruzados, piernas estiradas.

-Tengo tiempo.

La Mano Negra. De eso se trataba realmente. Pero, tenía miedo de enfrentarlo, por lo que podía aprender y cómo podía reaccionar él. 

-¿Ley del hielo? – preguntó, alzando las cejas.
-Esto se trata de hablar con la verdad – dije – Algo que tú nunca has hecho. 
-¿Algo que nunca he hecho? Desde que nos conocimos, nunca te he mentido. A ti no siempre te gustaba lo que tenía que decir, pero siempre dije la verdad.
-Me dejaste creer que me amabas. ¡Una mentira!
-Siento si se sentía como una mentira – no lo sentía, había una furia en su mirada.

Él quería que yo fuera como todas las otras chicas y desaparecer en su pasado, sin decir nada.

-Si sentiste algo por mí, no hubieses ido donde Paula en tiempo récord.
-¿Y tú no fuiste donde Benjamín en tiempo récord? ¿Prefieres tener a un medio hombre en lugar de mí?
-¿Medio hombre? Benjamín es una persona.
-Es un Nephil. La camioneta tiene más valor.
-Tal vez él siente de la misma forma sobre los ángeles.

Se encogió de hombros, perezoso y arrogante.

-Lo dudo. Si no fuera por nosotros, su raza nunca existiría.
-La raza Nephil ya está buscando venganza en los ángeles. Tal vez este es sólo el principio.

Peter alzó su gorra de béisbol y corrió una mano por su cabello. Por la mirada en su cara, obtuve la impresión que la situación estaba más lejos de ser peligrosa que lo que originalmente había creído. ¿Qué tan cerca estaba la raza Nephil de pasar en poder a los ángeles caídos? Grupos de ángeles caídos atacarían, y eventualmente asesinarían humanos, docenas de ellos.

-¿Qué haremos sobre ello? – pregunté, aterrada.

Cogió el vaso con agua que había llenado para mí, y tomó un trago.

-Me han dicho que quede lejos del tema.
-¿Los arcángeles?
-La raza Nephil es mala. Se supone que no deberían de habitar la Tierra. Existen por el orgullo de los ángeles caídos. Los arcángeles no quieren tener nada que ver con ellos. 
-¿Y todos los humanos que morirán?
-Los arcángeles tienen su propio plan. A veces, cosas malas tienen que suceder antes que las cosas buenas.
-¿Plan? ¿Qué plan? ¿Para observar morir a personas inocentes?
-Los Nephil están caminando directo en una trampa. Si las personas tienen que morir para aniquilar la raza Nephil, los arcángeles se arriesgarán.
-¿Y tú estás de acuerdo con ellos?
-Soy un ángel guardián ahora. Mi alianza está con los arcángeles.
-¿Qué tan fuertes son los Nephil?
-Lo suficiente.
-Tienes que hacer algo.

Cerró sus ojos.

-Si los ángeles caídos no pueden poseer Nephil, ellos se moverán hacia los humanos – dije, intentando entrar a su consciencia – Eso es lo que dijiste. Cientos de humanos. Tal vez Cande, tal vez mamá, tal vez yo.
Aún no dijo nada.
-¿Siquiera te importa?

Sus ojos se movieron a su reloj y se puso de pie. 

-Tengo que salir de aquí siempre que tenemos asuntos pendientes, pero estoy tarde.

La copia de la llave de su camioneta estaba en la mesa, y él la guardó en su bolsillo.

-Gracias por llave. 
-Agregaré la camioneta a tu lista de préstamos.
-¿Préstamos?
-Te traje a casa de Z, te salvé del techo de Paula, y ahora dejo que uses mi auto. No doy favores gratis.

Estaba segura que no estaba bromeando. De hecho, estaba segura que estaba hablando completamente en serio.

-Podemos trabajarlo así me pagas después de cada favor, pero creo que hacer una lista es más fácil – sonrió.

Entrecerré los ojos.

-De hecho estás disfrutando de esto, ¿verdad?
-Uno de estos días, voy a venir a recolectar mis favores, y ahí realmente los disfrutaré.
-No me prestaste la camioneta – argumenté – La robé. Y no fue un favor.

Peter miró su reloj por segunda vez.

-Vamos a terminar esto más tarde. Tengo que correr.
-Claro – espeté – Una película con Paula. Anda y diviértete mientras mi mundo cuelga.

Me dije a mí misma que quería que se vaya, se merecía a Paula. No me importaba. Estaba tentada a lanzarle algo, pensé que golpear la puerta contra su espalda. Pero no iba a dejar que se fuera sin responder mi pregunta. Enterré mis dientes contra mi lengua para evitar que mi voz tiemble.

-¿Sabes quién asesinó a mi padre? – mi voz fue fría y controlada.

Peter se detuvo, su espalda hacia la mía.

-¿Qué sucedió esa noche? – no me importó esconder la desesperación en mi voz.

Después de un momento de silencio, habló.

-Me estás preguntando como si pensarás que yo sé algo.
-Sé que eres la Mano Negra – cerré mis ojos brevemente, sintiendo todo mi cuerpo lleno de naúsea.
-¿Quién te dijo eso? – preguntó, mirándome sobre su hombro.
-¿Entonces es verdad? – mis manos eran dos puños a los lados de mi cuerpo – Eres la Mano Negra.

Observe su rostro, rezando que lo refute de alguna manera.

-Sal de aquí – dije, no iba a llorar en frente de él, no le iba a dar la satisfacción.

Se quedó en su lugar, su rostro frío ensombrecido, casi satánico.

-Haré que pagues – dije, mi voz aún extraña – Encontraré una forma. Te mereces ir al infierno. La única cosa que haría que me arrepiente es si los arcángeles me obligan. Te mereces todo lo que te va a tocar. Cada vez que me besaste y me sostuviste, sabiendo lo que le hiciste a mi papá – me detuve y me volteé, sintiendo que me derrumbaba – Vete – mi voz silenciosa pero no lineal.

Alcé la mirada, buscando, esperando que Peter se vaya por la intensidad de odio en mis ojos, pero estaba sola en el pasillo. Miré alrededor, esperando que salga de mi vista, pero ya no estaba ahí. Un extraño silencio se estableció entre las sombras. 

***

Perdón por la demora, en estos días no estado bien de salud.
Espero hayan disfrutado del capi :)

miércoles, 26 de diciembre de 2012

Ángeles Caídos #2: Capítulo 14

Aprovechando el sol resplandeciente del día, Cande me llevó a la playa. Su insistencia en estrenar su bikini nuevo fue suficiente para convencerme. Nunca podías lidiar con una Cande insistiéndote con algo. Rixon se nos unió unos minutos después, y estuve agradecida cuando Cande me susurró al oído que podía aprovechar de conversar de Peter con él. No entendí hasta que ella anunció que iría a comprar un par de gaseosas para los tres.

-¿Cómo están las cosas? – preguntó Rixon.
-¿Con Peter o en general?
-Ambas.
-Han estado mejor. Estoy en la fase de superarlo. ¿Puedo hacerte una pregunta personal? Es sobre Peter, pero sólo si no te sientes incómodo respondiéndola. 
-Lanza.
-¿Él aún es mi ángel guardián? Hace un tiempo, después de une pelea, le dije que no quería que lo fuera. Pero no estoy segura de cómo estamos. ¿Él ya no es mi ángel guardián simplemente porque dije que no lo quería?
-Él aún está asignado a ti.
-¿Y por qué nunca está cerca?
-Terminaste con él, ¿recuerdas? Es incómodo para él. Eso y también porque me dijo que los arcángeles lo siguen a todas partes. Está intentando hacer las cosas profesionalmente.
-¿Así que aún me está protegiendo?
-Claro. Sólo que detrás de escena.
-¿Quién estuvo a cargo de emparejarlo conmigo? – Rixon se encogió de hombros.
-Los arcángeles.
-¿Hay alguna forma de decirle que me gustaría ser reasignada? No está funcionando muy bien. No desde que terminamos.
-Puedo decirte lo que sé, pero hay una buena oportunidad que la información sea actual. Ha sido un tiempo desde que estuve en el bucle. Irónicamente, ¿estás lista para esto? Tienes que hacer un juramento de sangre.
-¿Es broma?
-Cortas tu palma y sacudes un par de gotas de sangre en el suelo de la tierra. No puede ser alfombra o concreto, sino tierra. Luego haces el juramento, reconociendo al cielo que no tienes miedo de derramar tu propia sangre. Ahí entregas tu derecho de tener un ángel guardián y anuncias que aceptas tu destino, sin la ayuda del cielo. 
-¿Qué pasa si la persona que está detrás de mí es también mi ángel guardián? – pregunté, lentamente.
-¿Peter? – rió, dando entender que era imposible.
-Si él estuviera intentando hacerme daño, ¿alguien lo sabría? ¿Los arcángeles? ¿Los ángeles de la muerte? ¿Cualquier ángel de la muerte podría detener a Peter antes de que sea demasiado tarde?
-Si estás dudando de Peter, tienes al chico equivocado – su tono se enfrió – Lo conozco mucho mejor que tú. Él toma su trabajo de guardián con seriedad.

Rixon tenía razón, era ridículo. Él había entregado lo que más quería, un cuerpo humano, para salvar mi vida. No haría eso si me quisiera muerta. ¿Verdad?

-¿Es feliz con Paula? – pregunté, mis mejillas enrojeciéndose.
-Peter es lo más cercano a familia que he tenido, y lo amo como un hermano, pero él no es el correcto para ti. Lo sé, él lo sabe, y en lo profundo, creo que tú también lo sabes. Tal vez no quieres escuchar esto, pero él y Paula son parecidos. Están cortados de igual manera. Peter debe permitirse un poco de diversión. Y él puede….Paula no lo ama. Nada de lo que siente por él va a molestar a los arcángeles.

Nos sentamos en silencio, mientras luchaba con mis emociones. Yo había enojado a los arcángeles, en otras palabras. Mis sentimientos por Peter era lo que nos exponía. No era nada que él hubiese hecho o dicho, todo era mi culpa. De acuerdo a la explicación de Rixon, Peter nunca me había amado. No quería aceptarlo, quería que Peter se preocupara por mí tanto como yo por él. No quería pensar en mí como un entrenamiento, o algo para pasar el tiempo. 

Había una pregunta que desesperadamente quería preguntarle a Rixon. Si Peter y yo aún estábamos en buenos términos, le preguntaría, pero esa no era la situación. 

-¿Alguna vez has escuchado de la Mano Negra?

Rixon se tensó. Me estudió en silencio un momento antes de que su rostro se llenara de sorpresa.

-¿Es broma? No he escuchado ese nombre hace mucho. Pensé que a Peter ya no le gustaba que lo llamasen así. Entonces, ¿te contó?

Un leve frío llegó a mi corazón. Estaba por decirle a Rixon sobre el sobre con el anillo y la nota que la Mano Negra había asesinado a mi padre, pero me encontré a mí misma buscando una respuesta.

-¿La Mano Negra es el sobrenombre de Peter?
-No lo ha usado por años. No desde que lo empecé a llamar Peter. Nunca le gustó la Mano Negra. Esos fueron los días cuando tomábamos trabajos como mercenarios para el rey francés. Buen dinero.

Era como darme un golpe en la mejilla. Todo el momento se sentía desbalanceado. Las palabras de Rixon corrían sobre mí borrosas, como si estuviera hablando un idioma extranjero. Inmediatamente fui bombardeada de dudas. No Peter, él no había asesinado a mi padre. Cualquiera, menos él. Luego, las dudas empezaron a ser reemplazadas por pensamientos. Me encontré a mí misma analizando la evidencia. La noche que le di a Peter mi anillo: El momento en que había dicho que mi padre me lo había dado, él insistió que no podía tomarlo. 

-¿Sabes de lo que me arrepiento más? – dije como pude – Es la cosa más estúpida, y probablemente te rías – reí, tratando de no hacer evidente mi estrategia – Dejé mi chaqueta favorita en su casa. Es de Oxford, mi universidad soñada. Mi padre me la regaló cuando fue a Inglaterra, así que significa un montón.
-¿Estuviste en la casa de Peter? – sonaba sorprendido.
-Sólo una vez. Mi mamá estaba en casa, así que conducimos a su casa a ver una película. Dejé mi chaqueta en el sofá – sabía que estaba sobre una línea peligrosa.
-Estoy impresionado. A él le gusta mantener su casa fuera de radar.
¿Y por qué era eso? Me pregunté. ¿Qué estaba escondiendo? ¿Por qué Rixon era el único permitido entrar ahí? ¿Había algo ahí que revelaba que él había asesinado a mi padre?
-Tener la chaqueta de regreso significaría mucho para mí – dije.
-Lo mejor es por la mañana. Peter se va temprano, pero si estás ahí a las seis y treinta, podrías encontrarlo.
-No quiero hacerlo cara a cara.
-¿Quieres que lo recoja la próxima vez que vaya para ahí? Estoy seguro que estaré ahí mañana por la noche. 
-Peter me ha dado una llave, y mientras no haya cambiado la cerradura, aún puedo entrar. El problema es que, estaba oscuro cuando me llevó y no recuerdo como llegar. No presté atención, porque no tenía planeado regresar.
-Calle México, cerca del distrito industrial.

Sonreí, aparentando relajación.

-Sabía que estaba cerca del río. ¿Planta de arriba, verdad? – pregunté, sabía que a Peter no le gustaba la bulla.
-Sí. Número treinta y cuatro.
-¿Crees que Peter estará esta noche en casa? No quiero encontrarme con él. Especialmente si está con Paula. Sólo quiero mi chaqueta cuánto antes ya que mamá está que me pregunta por ella todo el tiempo.
-Eh no, no creo que haya problema – se rascó la mejilla, nervioso – De hecho Cande y yo nos encontraremos con Peter y Paula esta noche en el cine.

Sentí mi espina temblar. El aire en mis pulmones pareció evaporarse…

-¿Cande lo sabe? – susurré, casi sin poder hablar.
-Aún estoy intentando cómo decirle las noticias.
-¿Qué noticias?

Rixon y yo nos volteamos  mientras Cande se sentaba a nuestro lado con las gaseosas.

-Eh…una sorpresa – dijo Rixon – Tengo algo planeado para esta noche.

Cande sonrió.

-¡Dame una pista! ¡Dame una pista! ¿Por favoooorr?

Rixon y yo compartimos una mirada, pero luego miré hacia otro lado. No quería ser parte de esto. Además, ya estaba pensando en otra cosa. Esta noche, Paula y Peter. Una cita. El departamento de Peter estaría vacío. Tenía que entrar.

martes, 25 de diciembre de 2012

Ángeles Caídos #2: Capítulo 13 (Parte 2)

Abrí mi boca pero no tenía argumento. No estaba aquí porque quisiera. Estaba para darle a Peter “una lección”. Lo sabía y él también.

-Hubiese podido golpearlo si no estuviera borracho – dijo Benjamín - ¿Quién diablos se cree que es? Ni siquiera lo conozco. ¿Tú?
-Lo siento – dije - ¿Estás bien? – sonrió.
-Nunca mejor.
-Él estaba fuera de control. Creo que debo irme – agregué – Mañana te traeré tu auto, después del colegio. 

Benjamín agarró mi blusa, sosteniéndome.

-No te vayas, Lali. Aún no.
-Benjamín… - dije, quitando su mano.
-Dime si estoy yendo muy lejos – dijo, quitándose la camisa por segunda vez.
-Estás yendo muy lejos – dije.
-Eso no sonó convincente – quitó el cabello de mi cuello y enterró su cara ahí.
-No estoy interesada en ti de esta forma – dije, colocando mis manos entre los dos. 
-¿Cómo lo sabes? Nunca me has probado de este modo.
-Me voy – dije, prendiendo la luz.

Estaba por irme cuando mis ojos se enfocaron en un pedazo de piel en el pecho de Benjamín, entre su tetilla y su clavícula. Era una marca. Tenía forma de un puño. Era idéntica, en forma y tamaño, a la estampa en el anillo del sobre que me habían entregado misteriosamente. 

-¿Qué es esa marca en tu piel? – pregunté, mi boca seca.

Benjamín se vio un poco sorprendido, luego deslizó su mano para cubrir la marca.

-Algunos amigos y yo estuvimos haciendo tonterías una noche. Nada serio. Es sólo una cicatriz.
-Tú me diste el sobre – dije, sin dudar – La cafetería, el sobre con el anillo.

Los ojos de Benjamín se entrecerraron y me miraron fijamente. Ya no me sentía segura estando aquí a solas con él.

-¿De qué estás hablando?
-¿Crees que esto es gracioso? Sé que tú me diste el anillo.
-¿El…anillo?
-¡El anillo que hizo esa marca en tu pecho!

Sacudió su cabeza, con fuerza. Luego su brazo se estiró, encerrándome contra la pared.

-¿Cómo sabes sobre el anillo?
-Me estás haciendo daño – dije, temblando con miedo. 

Me di cuenta que él no estaba fingiendo, a menos que fuera muy buen actor. Él no sabía sobre el sobre, pero sí sobre el anillo.

-¿Cómo se veía? – cogió mi blusa y me sacudió – El chico que te dio el anillo, ¿cómo se veía?
-Saca tus manos de mí – ordené – No lo vi, mandó el anillo con el mesero.
-¿Él sabe dónde estoy? ¿Sabe que estoy en esta ciudad?
-¿Él?¿Quién es él? ¿Qué sucede?
-¿Por qué te dio el anillo?
-¡No lo sé! ¡No sé nada de él! ¿Por qué no me lo dices tú?
-¿Qué sabes tú?
-El anillo estaba en el sobre con una nota que decía que la Mano Negra había asesinado a mi padre. Y que el anillo le pertenecía a él. ¿Tú eres la Mano Negra?

La expresión de Benjamín se llenó de disgusto, sus ojos juzgando si me creían o no.

-Olvida que tuvimos esta conversación, si sabes lo que es bueno para ti.
Intenté liberar mi brazo, pero él aún me estaba sosteniendo.
-Sal – dijo – Y aléjate de mí – esta vez, me liberó.

Me detuve en la puerta y limpié mis manos sudorosas en mi pantalón.

-No hasta que me digas sobre la Mano Negra.

Sonrió amenazante. Lanzó su camisa hacia la cama. Se soltó la correa, bajó el cierre de su pantalón, y se los quitó, quedando en nada más que bóxers. 

-Tienes el anillo de la Mano Negra marcado en tu piel. No esperes que crea que no sabes nada sobre ello, incluyendo cómo llegó ahí.

No respondió.

-Apenas salga de aquí, llamaré a la policía. Si no me vas a hablar, tal vez vas a querer hablar con ellos. Tal vez ellos han visto la marca antes. 

Benjamín se sentó en la cama, su rostro inclinado contra sus manos. Su espalda estaba temblando, y me di cuenta que estaba llorando en silencio, sollozos convulsivos. Primero pensé que estaba fingiendo, pero los sonidos en su pecho eran reales. 

-Acumulé una gran deuda en juegos en Portland – dijo – El administrador en la sala de billar estaba demandándome el dinero, y tuve que cuidar mi espalda cada vez que dejaba la casa. Estaba viviendo con miedo, sabiendo que un día él me encontraría. Una noche, de camino a casa, me asaltaron por detrás, me llevaron a una casa, y me ataron a una mesa. Estaba muy oscuro para ver al chico, pero me imaginé que el administrador lo había mandado. Le dije que le pagaría lo que él quiera si me dejaba ir, pero él rió y dijo que no quería mi dinero, de hecho, él ya había pagado mis deudas. Antes de que pueda descubrir si esta idea era un chiste, él me dijo que era la Mano Negra, y la última cosa que necesitaba era más dinero. Prendió un fósforo y sostuvo la llama contra el anillo en su mano izquierda, quemándolo. Le dije que hiciera lo que quisiera, pero que me deje salir de la mesa. Él rompió mi camisa y clavó el anillo contra i pecho. Mi piel estuvo en llamas, y grité todo lo que pude. Cogió mi dedo, me lo rompió y me dijo que me rompería todos los dedos si no dejaba de gritar. También me dijo que me había dado su marca – la voz de Benjamín se había vuelto rasposa – Me hice pis en mi pantalón, ahí mismo en la mesa. Haré lo que sea para verlo de nuevo, es por eso que me mudé aquí. Dejé de ir al colegio y me escondía en el gimnasio todo el día, formando músculos en caso él viniera a buscarme; ya estaría listo. 

No sabía si podía confiar en él. Peter me había puesto en claro que él no confiaba, pero Benjamín estaba temblando. Estaba sudoroso, y pasó sus manos por su cabello, respirando profundamente. ¿Podría mentir con algo así?

-¿Cómo se veía? – pregunté – La Mano Negra.

Sacudió su cabeza.

-Estaba oscuro. Era alto, es todo lo que recuerdo.
-¿Dijo algo más?
-Intento no recordar esa noche – dijo.

Abrió su mesa de noche y sacó un paquete de cigarros. Prendió uno, exhalando el humo lentamente, y cerró sus ojos. Mi mente se retorcía con tres preguntas. ¿La Mano Negra realmente había asesinado a mi padre? 
¿Quién era él? ¿Dónde podía encontrarlo? ¿La Mano Negra era el líder la sociedad de sangre de los Nephil?

-¿Dijo por qué te dio su marca? – pregunté. 

Benjamín sacudió su cabeza, tomando otra calada.

-¿No te dio ninguna razón?
-No – espetó.
-¿Ha venido a buscarte desde esa noche?
-No.
-¿Alguna vez has visto la marca de la Mano Negra en alguien más?

Benjamín no respondió. Simplemente se lanzó hacia atrás, contra la cama, complemente exhausto. Su respiración era fuerte y olía a alcohol y cigarro.

-¿Benjamín? – lo sacudí gentilmente - ¿Qué me puedes decir de la sociedad? – golpeé sus mejillas con suavidad – Benjamín, despierta. ¿La Mano Negra te dijo que eres un Nephil? ¿Te dijo lo que significa?

Pero él se había insertado en un sueño profundo y ebrio. 

lunes, 24 de diciembre de 2012

Ángeles Caídos #2: Capítulo 13 (Parte 1)

Benjamín vivía en un edificio con diez pisos y dos departamentos por cada piso. Desde afuera, se veía los grandes balcones y la cantidad de metros cuadrados que tenía cada departamento, suficientemente grande para la cantidad de personas que vivían en su casa.

Estacioné el auto justo afuera de su edificio.

-Gracias por traerme – dijo, deslizando su brazo en mi asiento.
-¿Puedes entrar solo?
-No quiero entrar – murmuró – Todo huele a orina de perro y el baño no está limpio. Quiero quedarme aquí, contigo.
-Tengo que irme a casa. Es tarde, y aún no he llamado a mi mamá. Ella se va a volver loca si no me reporto pronto – me estiré sobre él y le abrí la puerta.

Mientras lo hacía, enredó un cabello suelto en su dedo.

-Hermosa.

Decide el dedo de mi cabello.

-Esto no va a suceder. Estás borracho – sonrió.
-Sólo un poco.
-No vas a recordar esto mañana.
-Pensé que tuvimos un momento de unión en la playa.
-Lo hicimos. Y hasta ahí es lo máximo dónde podemos llegar. Hablo en serio, voy a botarte de este auto. Anda adentro.
-¿Y mi auto?
-Me iré con él a casa, te lo traigo de vuelta mañana por la tarde.

Benjamín exhaló y se relajó en su asiento.

-Quiero que entres y te diviertas. ¿Le dirás a todos que terminó la fiesta?

Rodé mis ojos.

-Acabas de invitar a sesenta personas aquí. No voy a ir y decirle que se canceló.

Benjamín abrió la puerta de pronto y vomitó. Qué asco. Salí del auto, hacia el lado de Benjamín y lo saqué del auto, recostándolo en mis brazos, tratando de evitar que el resto de vómito caiga en mi cuerpo. Él colocó su brazo en mi hombro y me ayudó a llevarlo.

-¿Cuál es tu departamento? – pregunté.
-901.

Lo llevé por el ascensor, abrí la puerta de su departamento, que ya estaba lleno de gente bailando, riendo y con la música demasiado alta.

-Mi habitación está en la parte de atrás – murmuró en mi oído.

Me empujé entre la multitud, abrí la puerta al final del pasillo y lancé a Benjamín en la cama. Había una pequeña mesa en la esquina, un colgador de ropa, una guitarra, y un par de pesas.

-Mi habitación – dijo y palmeó a su lado en el colchón – Ponte cómoda.
-Buenas noches, Benjamín.

Empecé a salir y cerrar la puerta, cuando volvió a hablar.

-¿Puedes traerme algo de beber? Agua. Tengo que sacar el horrible sabor de mi boca.

Estaba ansiosa por irme pero no podía dejar de sentir un poco de simpatía por Benjamín. Si me iba ahora, probablemente él se despertaría mañana con una piscina de su propio vómito. Tal vez también debería de limpiarlo y darle alguna pastilla. Así que fui a la cocina, luego de empujarme entre la multitud, a buscar un vaso con agua. Empecé a buscar en los gabinetes, hasta que encontré un vaso y el agua en la refrigeradora. Apenas la terminé de llenar y guardé las cosas, fue cuando lo vi. Mi corazón saltó cuando vi a Peter a unos pasos de mí, inclinado contra la pared. Estaba separado de la multitud, y su gorra escondía sus ojos, señalando que no estaba interesado en socializar.

Estaba inquieto y no dejaba de mirar su reloj. Viendo que no había forma de evadirlo y sintiendo que le debía civilización, y con la idea que ambos ¿somos maduros?, lamí mis labios y caminé hacia él.

-¿Te estás divirtiendo? – sonrió.
-Se me ocurre al menos una cosa que podría estar haciendo en lugar de estar aquí.

Me alcé sobre la encimera de la cocina, sentándome y dejando colgar mis pies.

-¿Te quedas toda la noche? – pregunté.
-Si me tengo que quedar, dispárame ahora.
-Lo siento, no tengo ningún arma – sonrió de nuevo.
-¿Eso es todo lo que te detiene?
-Dispararte no te mataría – apunté – Una de las desventajas de ser inmortal.

Asintió, una sonrisa fiera debajo de la sombra de su gorra.

-¿Pero qué harías si pudieses hacerlo?
-No te odio, Peter. Aún no.
-¿El odio no es lo suficientemente fuerte? – adivinó - ¿Algo más profundo?

Sonreí, pero no lo suficiente para mostrar los dientes. Ambos nos dimos cuenta que nada bueno saldría de esta conversación, especialmente aquí, y Peter nos rescató al inclinar su cabeza hacia la multitud.

-¿Y tú? ¿Te quedarás por mucho?

Me bajé de la encimera.

-No. Le estoy llevando agua a Benjamín, y lo limpiaré si puedo, luego me voy.

Peter me sostuvo del hombro.

-Me dispararías, ¿pero estás en tu camino a cuidar a Benjamín borracho?
-Él no me rompió el corazón.

Hubo un silencio antes de que Peter volviera a hablar.

-Vámonos.

La forma en que me miró, me dijo exactamente lo que quería. Quería que me escape con él, que desafíe a los arcángeles. No podía pensar en lo que ellos le harían sin sentir ningún remordimiento. Peter nunca me había dicho cómo sería el infierno, pero él lo sabía. Y el hecho de que no me lo estaba diciendo, hacía que me imaginase algo demasiado oscuro.

-Le prometí el vaso de agua a Benjamín.
-Estás gastando un montón de tiempo con un chico que llamo oscuro, y dado mi estándar, ese es un título difícil de ganar.
-¿Sólo los príncipes oscuros conocen a ese tipo de persona?
-Me gusta que tengas sentido del humor, pero hablo en serio. Ten cuidado – asentí.
-Aprecio tu preocupación, pero sé lo que estoy haciendo.

Lo pasé y me dirigí a través de la multitud. Tenía que alejarme, estaba muy cerca de él, sintiendo la pared de hielo tan gruesa e impenetrable. Sabiendo que ambos queríamos lo que no podíamos tener. Hice medio camino a través de la gente cuando alguien me sostuvo por la blusa. Me volteé, esperando ver a Peter listo para darme más de su opinión, o aún peor, con ganas de besarme, pero era Benjamín, sonriéndome. Quitó el cabello de mi rostro y se inclinó, sellando su boca contra la mía. Sabía a pasta dental y dientes recién lavados. Empecé a alejarme, luego pensé: ¿qué pasaba si Peter nos veía? No estaba haciendo algo que él no hubiese hecho. Yo tenía el mismo derecho de continuar con mi vida como él lo hizo. Él estaba usando a Paula para llenar el vacío de su corazón, y ahora era mi turno, con Benjamín.

Deslicé mis manos por el pecho de Benjamín y las coloqué detrás de su cuello. Él aprovechó y me abrazó con más fuerza, trazando sus manos por el contorno de mi espina dorsal. Así que esto era lo que sentía besar a alguien más. Mientras Peter era lento, con experiencia y tomaba su tiempo, Benjamín era juguetón y un poco rudo. Era completamente diferente y nuevo…y no del todo malo.

-Mi habitación – susurró Benjamín en mi odio, entrelazando sus dedos con los míos.

Me jaló por el pasillo. Miré alrededor, buscando a Peter. Nuestros ojos se encontraron. Su mano estaba rígida, en la parte de atrás de su cuello, como si estuviera perdido en un pensamiento profundo y se hubiese congelado al verme besándome con Benjamín. Esto es lo que se siente, pensé por él. Sólo que no me sentía del todo bien después de pensarlo. Me sentía triste y desilusionada. No era la clase de personas que hacía esos juegos o caía en trucos sucios para consolarse a sí misma. Pero aún había un dolor latiendo dentro de mí, y por ello, dejé que Benjamín me guíe por el pasillo.

Con su pie, abrió la puerta de su habitación. Apagó las luces y sombras suaves se situaron a nuestro alrededor. ¿Realmente iba a hacer esto sólo para confirmar un punto? ¿Esta era la forma de mostrarle a Peter la magnitud de mi enojo y dolor? ¿Qué decía eso de mí?

Benjamín me cogió de los hombros y me besó con más fuerza. Empecé a pensar en qué podía hacer. Decirle a Benjamín que me estaba sintiendo mal, podía decirle que había cambiado de idea. Simplemente podía decir que no…

Se quitó su camisa y la lanzó a un lado.

-Eh… -empecé.

Miré alrededor, en busca de un escape. Y cómo si alguien leyera mis pensamiento, la puerta de abrió y una sombra apareció en el pasillo, iluminado apenas por la luz. La sombra dio un paso hacia adentro y cerró la puerta. Mi mentón se aflojó.

Peter le lanzó su camisa a Benjamín, contra su cara.

-¿Qué diablos? – demandó él, quitando la camisa de su cara y colocándosela.
-Desaparece – le dijo Peter.
-¿Qué estás haciendo? No puedes venir aquí. Estoy ocupado. ¡Y esta es mi habitación!
-¿Estás loco? – le dije a Peter, enrojeciéndome.
-Tú no quieres estar aquí – dijo Peter, mirándome – No con él.
-¡No es de tu incumbencia!
-Déjame encargarme de esto – dijo Benjamín, colocándose en frente de mí.

Camino apenas dos centímetros antes de que Peter lo golpee con su puño en la mandíbula.

-¿Qué estás haciendo? – le grité a Peter - ¿Le rompiste su mandíbula?
-¡Auuu! – gimió Benjamín, tocándose la zona golpeada.
-No se la rompí, pero si coloca una mano en ti, será la primera de muchas cosas que le romperé.
-¡Fuera! – le grité a Peter, señalando la puerta.
-Voy a matarte – gruñó Benjamín.

Pero en lugar de irse, Peter se acercó a Benjamín en tres pasos. Lo cogió de la camisa y lo arrinconó contra la pared. Benjamín intentó soltarse, pero Peter lo golpeó contra la pared de nuevo.

-Tócala – dijo en el odio de Benjamín, su voz baja y amenazante – y será el peor remordimiento de tu vida.

Antes de irse, Peter me miró una vez más.

-Él no vale la pena – se detuvo – Y yo tampoco.

domingo, 23 de diciembre de 2012

Ángeles Caídos #2: Capítulo 12

Aquella noche después de la fiesta de Paula y llegar a casa, tomé una decisión: tenía que continuar. Era eso o insertarme en una completa depresión. Al día siguiente, me forcé a mí misma a bañarme y cambiarme, y fui al colegio. No iba a dejar que los arcángeles ganen. Iba a volver a caminar, conseguir un trabajo, pagar mis gastos, terminar el curso de verano con un buen promedio, y mantenerme ocupada toda la noche para no pensar en Peter.

Decidí preguntar en la cafetería donde Cande y yo siempre vamos, ya que había visto que buscaban una cajera. 

-Disculpa, escuché que necesitan ayuda con el puesto de cajera – le dije a una de las señoras que ayudaba – me gustaría llenar mis datos – agregué.
-¿Cajera? Ya no.

La miré, aguantando la respiración, sintiendo que toda esperanza se esfumaba. 

-Pero aún estamos buscando una mesera, trabajo de noche, de seis a diez – agregó la señora.
-Oh – dije, sorprendida – Eso es…bueno.
-En la noche bajamos las luces, y tocamos un poco de música. No suele haber mucha gente después de las cinco, pero esperamos eso mejore. Tú estarías a cargo de saludar a los clientes y apuntar sus órdenes, luego mandarlo a la cocina. Cuando la comida esté lista, la llevarías a las mesas.
-Eso…suena perfecto – dije, con una sonrisa.
-¿Tienes experiencia?
-Bueno, sé el menú de memoria – dije, sintiéndome feliz. 
-Eso me gusta escuchar. ¿Cuándo puedes empezar?
-¿Esta noche?

Aquí estaba yo, con esta señora, llamada Roberta, dándome una oportunidad. Sacudí su mano, y le sonreí en agradecimiento. 

-Bueno, entonces llega aquí a las 5:45 y te daré un uniforme antes de tu turno.
-Muchas gracias.

Seis horas y treinta minutos después, ya estaba con mi uniforme. Consistía en una blusa blanca, pantalón gris y un chaleco del mismo color, y una gorra. Lo peor de todo, la cafetería estaba repleta y yo sudando a sobremanera.

-¡Chica nueva! – uno de los chicos me estaba gritando - ¡Ya está tu orden!

Cogí los tres platos, cuidadosamente los coloqué en una fila en mi brazo, y los empecé a cargar fuera de la cocina. En mi camino, una de mis compañeras de trabajo me hizo un gesto para que atendiera una de las mesas. Serví la comida y me dirigí hacia la mesa 15. El problema fue cuando vi a Paula con unos amigos del colegio ahí. Pensé en decirle a mi compañera que asigne a otra persona, pero Paula alzó la mirada y supe que estaba perdida. 

Ella sonrió y me quedé sin aliento. ¿Por qué tenía tan mala suerte? Casi sentía que ella sabía que yo tenía su diario, aquel que estaba en el suelo de mi habitación, intacto.

-Qué dulce tu uniforme – dijo Paula – Creo que Lali usurpó en tu armario Erick, porque me parece haberte visto usando ese mismo chaleco en la fiesta de promoción.

Mientras se reían, alcé mi lapicero para apuntar.

-¿Puedo traerles algo de tomar? El especial de esta noche es un jugo de coco.
-La última vez que vine aquí, fue el cumpleaños de mi mamá – dijo Paula – Nuestra mesera le cantó el Feliz Cumpleaños.

Me tomó tres segundos darme cuenta de qué hablaba.

-No…
-Quiero que me cantes el Feliz Cumpleaños.

Me quedé paralizada, buscando alguna escapatoria. No podía creer que Paula estuviera pidiendo que me humille de esta forma. 

-Déjame ver tu identificación – dije, alzando una mano.
-Me la olvidé – dijo, alzando un hombro.

Ambas sabíamos que no se había olvidado su identificación, y que no era su cumpleaños.

-Realmente estamos ocupados esta noche – dije, fingiendo disculpas – Mi jefe no quiere que pierda tiempo y deje olvidados a los demás clientes.
-Tu jefe quiere que mantengas felices a tus clientes. Ahora canta.
-Y mientras estás en ello – dijo Erick – tráenos esas tortas de chocolates gratis.
-Se supone que sólo traemos un pedazo – dije.
-Se supone que sólo traemos un pedazo – me imitó el otro chico, y todos rieron.

Paula buscó en su bolso y sacó su cámara. La apuntó hacia mí.

-No puedo esperar más para subir este video y que todo el colegio lo vea. 

Ella sabía del diario, tenía que saberlo. Esta era su forma de hacerme pagar. 

-Escucha, mis órdenes están….
-Erick, dile a la chica de allá que deseamos habla con el jefe. Dile que nuestra mesera está siendo completamente inútil – me interrumpió Paula.

No podía creerlo. Menos de tres horas con el trabajo y Paula iba a hacer que me despidan. 

-El tiempo se terminó – dijo Paula cuando no dije nada – Erick, busca al jefe.
-Espera – dije – Lo haré – respiré profundamente y empecé – Feliz Cumpleaños a ti…
-¡Más fuerte! – gritaron.
-Feliz Cumpleaños a ti – canté más fuerte, demasiado avergonzada – Feliz Cumpleaños querida Paula. Feliz Cumpleaños a ti.
-Bueno, eso fue aburrido – dijo Paula, apagando la cámara.
-Eso sonó…normal – dijo Erick.

Sonreí falsamente, intentando borrar la humillación. 

-¿Alguno quiere algo de tomar? – insistí.

Escribí sus órdenes y corrí de regreso a la cocina, justo cuando Paula volvió a llamarme.

-¿Lali? ¿Podrías apurar las órdenes? Tenemos que ir a una fiesta. Nos vamos a encontrar con Peter en la fiesta de la playa y no quiero llegar tarde – se cubrió su boca, haciéndose la tonta – Lo siento, me olvidé que no debía de  mencionar a Peter. Será difícil verlo con alguien más.

¿Qué? Así que todo regresaba a lo normal, Peter estaba con Paula. ¿Qué diablos le pasaba?

-Está bien, ya lo superé – mentí.
-Bien por ti – dijo Paula antes de que yo desaparezca a la cocina.

Unos minutos después, Benjamín apareció en la cafetería, buscándome.

-Ey – lo saludé.
-Cande me dijo que te encontraría aquí.
-¿Llamaste a Cande?
-Sí. No me respondías ningún mensaje.
-Lo siento, mi celular está guardado y no he tenido tiempo de revisarlo.
-No te preocupes. ¿A qué hora termina tu turno?
-A las diez, ¿por qué?
-Hay una fiesta en la playa, me gustaría llevarte.
-Cada vez que salgo contigo, algo malo sucede. La pelea en Z, el Bolso del Diablo. Las dos veces me tuve que regresar sola a casa.
-La tercera la vencida – sonrió. 

Era la misma fiesta a la que estaba yendo Paula. Misma fiesta donde estaba yendo Peter. Quería ver a Peter, pero necesitaba determinar si podía verlo. ¿Podría soportar verlo con Paula? ¿Especialmente después de todo lo que me había dicho ayer?

-Lo pensaré – dije.
-¿Quieres que te venga a recoger?
-No, si voy, Cande puede llevarme. Lo siento – agregué cuando me llamaron de la cocina – tengo que regresar al trabajo.
-Espero verte – dijo, sonriendo antes de partir.

Al terminar el turno, Cande me estaba esperando en el estacionamiento.

-Gracias por recogerme – le dije, colapsando en su auto, cansada.
-Estas no son recogidas gratis – dijo Cande, sonriendo – ya te cobraré.
-En serio, Cande. Eres la mejor amiga del mundo.
-Aw, tal vez deberíamos de celebrar esto con un helado. 
-¿Quieres ir a la playa a comernos uno? Me invitaron a la fiesta que se está organizando ahí, tú estás más que invitada – no podía evitar las ganas de ver a Peter, definitivamente no era una persona fuerte.
-¿Quién está yendo?
-Benjamín y otros chicos del colegio – no necesitaba mencionarle a Paula. 
-Creo que iré con Rixon a ver una película. Le preguntaré si tiene algún amigo que pueda salir contigo y hacemos una cita doble. 
-Paso – no quería a nadie más, quería a Peter.

Cuando Cande estacionó en la playa, el cielo estaba completamente negro. Sólo las luces que iluminaban el puerto, aquel donde se encontraba el juego del arcángel, era lo que se veía. Salí del auto y me despedí de Cande, mientras ella coordinaba por teléfono su salida con Rixon. A la distancia se escuchaba la música de la fiesta y caminé hacia ésta. Pasé grupos pequeños de gente, aún jugando en el agua, bajo la oscuridad de la noche. 

-Yo – dijo Benjamín, cuando lo llamé.
-Lo hice – dije - ¿Dónde estás?
-Justo al sur de la fogata. ¿Tú?
-Justo al norte.
-Te encontraré.

Dos minutos después, Benjamín y yo nos sentamos en la arena.

-¿Vas a estar así de seria toda la noche? – preguntó él, emanando olor a alcohol de su boca.
-No soy una gran fan del 99% de las personas aquí.

Asintió, comprendiendo.

-Entonces dime Esposito. ¿Qué estás haciendo aquí? Debo decirte que pensé que me cancelarías, diciendo que tenías tarea. 

Se recostó en la arena y lo imité. 

-Esa línea se está volviendo común – dije – Así que soy aburrida. ¿Te importa?

Sonrió.

-Me gusta lo aburrido. Lo aburrido me ayudará a pasar de año. Particularmente Inglés.
-Si esa fue una pregunta, entonces la respuesta es no. No haré tus ensayos de Inglés.
-Eso es lo que crees. Aún no utilizo mi lado encantador – bromeó.

Me reí y su sonrisa se amplió.

-¿Qué? ¿No me crees?
-No creo que tú seas encantador.
-Nadie puede resistirme a mis encantos. Te digo, las chicas se vuelven locas. Aquí están mis bases: estoy borracho las veinticuatro horas del día de los siete días de la semana, no tengo trabajo, no puedo pasar mate básica, y paso mis días jugando video juegos.

Reí, mis hombros temblando mientras lo hacía. Empezaba a creer que me gustaba la versión ebria de Benjamín más que la sobria. 

-Deja de reírte – dijo Benjamín – Se me va a subir a la cabeza.
-Conduces un auto de marca – dije, sonriendo – Eso te debe dar al menos diez puntos.
-Genial. Diez puntos. Todo lo que necesito es conseguir doscientos puntos para salir de la zona de peligro.
-¿Por qué no dejas de tomar? – sugerí.
-¿Dejar? ¿Bromeas? Mi vida apesta. Si dejo de tomar, me daré cuenta de mi realidad y probablemente salté de un precipicio.

Hubo un silencio.

-Cuando estoy tomado – continuó – Casi me olvido de quién soy. Sé que aún estoy ahí, pero apenas. Es un buen lugar en donde estar. 
-Sí, bueno, mi vida tampoco es tan genial.
-¿Tú papá? – adivinó – Eso no fue tu culpa.
-Lo que lo hace aún peor.
-¿Cómo?
-Si no fuera mi culpa, eso implicaría que lo arruiné. Me culparía por un largo tiempo pero eventualmente continuaría con mi vida. Ahora mismo estoy atracada, enfrentando la misma pregunta. ¿Por qué mi papá?

Benjamín asintió, comprendiendo una vez más. Pequeñas gotas de lluvia empezaron a caer, recordándonos del verano con lluvias pasivas.

-¿Qué diablos? – escuché a Paula quejarse más allá en la playa, cerca de la fogata.
-¡Todos a mi departamento! – gritó Benjamín, levantándose de un envión – Calle sesenta y dos, cerca del ministerio. Departamento 201. Mucha cerveza en la refri. ¡Ah, y…mi madre está de viaje!

Todos gritaron con alegría y empezaron a recoger sus cosas antes de salir hacia el estacionamiento. Benjamín me ayudó a ponerme de pie aunque él era el que necesitaba un apoyo para dejar de balancearse.

-¿Necesitar que te lleve? Vamos, dejaré que tú manejes.
-Gracias por la oferta, pero creo que iré a casa – después de todo Peter no estaba aquí.
-Los amigos no dejan que los amigos manejen borrachos – agregó Benjamín.
-¿Estás intentando hacerme sentir mal y manejar mi consciencia?
-¿Cómo puedes rechazar el manejar mi gran auto? – bromeó.
-¿Qué te parece si me lo regalas a partir de ahora?

Rió, deslizando su brazo sobre mis hombros.

-Borracho, pero no tan borracho, Esposito. 

jueves, 20 de diciembre de 2012

Ángeles Caídos #2: Capítulo 11 (Parte 2)

Peter colocó un cabello suelto detrás de mi oreja.

-¿Quieres regresar a la fiesta? – murmuró.

Sacudí mi cabeza. 

-Te llevaré a casa – hizo un gesto con su mentón hacia la camioneta, porque aún me mantenía en sus brazos.
-Vine con Cande – dije – Debería irme con ella.
-Cande no va a comprar comida China para llevar a casa.

Comida China. Eso involucraría a Peter entrando a casa para comer. Mi mamá no estaba en casa, lo que significaba que estaríamos completamente a solas…

Dejé que mi guardia se relaje un poco. Probablemente estábamos a salvo. Probablemente los arcángeles no estaban cerca. Peter no parecía preocupado, así que yo tampoco debería de estarlo. Y sólo era una cena. 

-Sólo cena – dije, más para convencerme a mí misma.

Asintió y sonrió, esa sonrisa de chico malo. La sonrisa encantadora de un chico que besó hace dos noches a Paula, y que estaba ofreciéndome cenar esta noche con él, con la idea y esperanza que la cena llevaría completamente a algo más. Él pensaba que esta sonrisa roba corazones era todo lo que necesitaba para borrar mi dolor. Para hacerme olvidar que había besado a Paula. 

Mis especulaciones murieron, reemplazadas por un sentimiento inquieto repentino, que no tenía nada que ver con Peter, o el domingo por la noche. Piel de gallina se formó en mi piel. Estudié las sombras tocando el suelo.

-¿Mmm? – murmuró Peter, detectando mi preocupación, apretando sus brazos protectoramente alrededor de mí.

Y luego lo sentí de nuevo. Un cambio en el aire. Una niebla invisible, extrañamente caliente, presionando alrededor, moviéndose cerca como cientos de serpientes en el aire. La sensación era tan disruptiva, que tuve un tiempo difícil creyendo que Peter ni siquiera había notado que algo andaba mal.

-¿Qué pasa, Ángel? – su voz era suave, interrogativa.
-¿Estamos a salvo?
-¿Importa?

Moví mis ojos alrededor del patio. No estaba segura de porqué, pero me mantuve pensando. Los arcángeles. Ellos están aquí.

-Quiero decir…los arcángeles – dije, tan bajito que apenas pude escuchar mi propia voz – ¿Están observando?
-Sí.

Intenté alejarme, pero Peter se rehúso a dejarme.

-No me importa lo que vean. Estoy cansado de fingir – dejó de respirar en mi cuello y vi un desafío en sus ojos.
-Déjame ir – dije, luchando contra su agarre.
-¿No me quieres? – su sonrisa era complemente sensual.
-Ese no es el problema. No quiero ser responsable si algo te pasa. Déjame ir. 

Acarició los costados de mis brazos, pero mientras intenté tomar la oportunidad de romper su agarre, él me sostuvo por las manos. Su voz rompió en mi mente. 

- Podríamos irnos ahora, y podríamos dejar de jugar bajo las reglas de los arcángeles. 

Lo dijo tan decidido, tan fácil, sabía que no era la primera vez que él lo pensaba. Este era un plan con el que él había fantaseado secretamente, muchas veces. ¿Irnos? ¿Dejar de jugar bajo reglas?

-¿De qué estás hablando?
-Siempre he vivido de acuerdo a lo inesperado, constantemente escondiéndome, esperando que los arcángeles no me encuentren. 
-¿Si lo hicieran?
-Seré juzgado. Sería encontrado culpable, pero nos daría un par de semanas a solas, mientras ellos deliberan.
-¿Y luego?
-Me mandarían al infierno – se detuvo y luego continuó – No tengo miedo del infierno, me merezco lo que viene. He vivido, estafado y engañado. He herido a personas inocentes. He cometido más errores que los que pueda recordar. De una manera u otra, he estado pagando por ello en la mayoría de mi existencia. El infierno no será muy diferente. Pero estoy seguro que los arcángeles tiene un par de cartas debajo de sus mangas – su sonrisa se desvaneció, y me miró con honestidad – Estar contigo nunca se sintió mal. Es la única cosa que he hecho bien. Eres la única cosa que he hecho bien. No me importan los arcángeles. Dime lo que quieres que haga. Di la palabra. Haré lo que tú quieras. Podemos irnos ahora mismo.

Me tomó un momento para que sus palabras sean comprendidas. Miré hacia la camioneta. La pared de hielo entre los dos, se desvaneció. La pared sólo estaba ahí por los arcángeles. Sin ellos, todo por lo que Peter y yo habíamos estado peleando, no valía nada. Ellos eran el problema. Quería dejarlos, a ellos y a todo, irme con Peter. Podíamos olvidar las consecuencia, podríamos pensar en el ahora. Nos reiríamos de las reglas, de los límites y del mañana. Pero, lo que pasaría después sería peor.

Tenía dos alternativas, pero la respuesta estaba clara. La única manera en que podía mantener a Peter sería dejarlo ir. No tener nada con él. No me di cuenta que estaba llorando hasta que Peter corrió sus pulgares debajo de mis ojos. 

-Shh – murmuró – Va a estar todo bien. Te quiero. No puedo seguir haciendo lo que estoy haciendo ahora, viviendo a la mitad.
-Pero ellos te mandarán al infierno – dije, incapaz de controlar el temblor en mis labios.
-He tenido mucho tiempo para llegar a un acuerdo.

Estaba determinada a no mostrarle a Peter lo difícil que esto era para mí, pero me atraganté ante las lágrimas corriendo por mi garganta. Mis ojos estaban húmedos e hinchados, y mi pecho dolía. Todo esto era mi culpa. Si no fuese por mí, él no sería un ángel guardián. Si no fuera por mí, los arcángeles no querrían destruirlo. Yo era responsable por traerlo a este punto.

-Necesito un favor – fije finalmente – Dile a Cande que fui caminando a casa. Necesito estar a solas.
-¿Ángel? – Peter atrapó mi mano, pero me liberé.

Sentí mis pies caminando lejos, un paso en frente del otro. Cada vez me llevaban más lejos de Peter, como si mi mente estuviera en pausa y sólo existía la acción sobre mi cuerpo.