domingo, 16 de diciembre de 2012

Ángeles Caídos #2: Capítulo 8 (Parte 2)

El día domingo empezó con una Lali preocupada, para terminar con una Lali nerviosa. Decidí buscar en Internet información acerca de la Mano Negra, preocupada del mensaje que, alguien que aún no sabíamos, me había enviado. Pero, no encontré nada; simplemente era como si todo esto fuera una broma de mal gusto. Y así fue cómo lo tomé…alguien que quería herirme me había hecho una mala broma.

El momento de nerviosismo llegó mientras buscaba en la refrigeradora algo para comer. Eran las 7:30 de la noche y empezaba a sacar comida que había quedado del almuerzo. El timbre sonó cuando menos lo esperaba. Al otro lado de la puerta, estaba Benjamín.

-¡Guerra de bandas! – grité, golpeándome la frente con la palma de la mano, me había olvidado por completo.

Corrí hacia mi habitación e intenté arreglarme lo mejor posible, secándome el cabello recién lavado. Pero no tuve tiempo de cambiarme mi pantalón de piyama.

-Te olvidaste – me dijo Benjamín, cuando abrí la puerta.
-¿Estás bromeando? He estado esperando todo el día, sólo estoy un poco tarde – mentí – Iré a cambiarme, ¿por qué no….te sientas y pones cómodo? Hay un poco de torta de chocolate en la refrigeradora.

Volví a correr hacia mi habitación, cerré la puerta y llamé a Cande.

-Necesito que vengas ahora – dije – Estoy por salir con Benjamín a una guerra de bandas.
-¿Y el punto de esta llamada es ponerme celosa?
-No. Sólo que no quiero ir sola.
-Entonces dile que no puedes ir.
-La cosa es que…digamos que si quiero ir.

No tenía idea de dónde había venido este deseo repentino. Todo lo que sabía es que no quería pasar la noche a solas. Merecía tener algo de diversión. Benjamín no era la mejor cita, pero él tampoco era del todo aburrido.

-¿Vienes o no?
-Tengo que admitir, suena mucho mejor que conjugar verbos en español toda la noche. Puedo llamar a Rixon y preguntarle si quiere ir.

Colgué e hice un rápido inventario de mi armario. Decidí por una blusa de seda, una minifalda, pantis color piel, y zapatos chatos. No sé por qué me alistaba tanto para Benjamín; él y yo no teníamos nada en común. La verdad era que, todo llevaba a Peter. Quería salir con Benjamín por una razón de desafío y revancha ya que Peter me había dicho que me aleje. Aunque no quería admitirlo, esperaba que Peter se entere que había ido a la guerra de bandas con Benjamín. Esperaba que al pensar en mí y otro chico, lo volviese loco.

-Lista – le dije a Benjamín.

Él me miró de pies a cabeza. 

-Te ves bien, Esposito – dijo.
-Lo mismo para ti – sonreí, tratando de sonar casual, pero me sentí nerviosa.

Aquello era ridículo. Benjamín y yo éramos amigos, ni siquiera eso. Conocidos.

-La entrada cuesta diez dólares.
-Claro. Sabía eso. ¿Podemos parar en un cajero? 

Benjamín colocó una licencia de conducir en el mostrador, con mi foto del colegio pegada. 

-¿Lista, Marlene? No estaba bromeando sobre el carné de identificación falso. No estás pensando en retractarte, ¿verdad? – sonrió, como si supiera cómo el corazón empezaba a acelerarse ante la idea de usar una identificación falsa.
-Lista – dije, cogiendo la identificación.

Benjamín condujo hacia el centro de la ciudad. Se detuvo frente a una casa de cuatro pisos. Una larga línea de personas estaba esperando afuera. El nombre del local era: El Bolso del Diablo.

-Te dejaré aquí – dijo Benjamín, mientras yo me bajaba del auto – Iré a estacionar. Encuentra buenos sitios, cerca al escenario, en el centro.

Caminé hacia la línea. Nunca había estado en un club; mi vida consistía en películas con Cande. Como si leyera mis pensamientos, sonó mi celular.

-Escucho música, pero todo lo que veo son las vías del tren y furgonetas abandonadas – era Cande.
-Estás a un par de cuadras. ¿Estás con auto o caminando?
-En el auto.
-Iré a encontrarte.

Salí de la línea, que empezaba a crecer con cada minuto. Al final de la cuadra, bordeé la esquina, dirigiéndome hacia el lugar del que hablaba Cande. Las casas estaban oscuras, las ventanas vacías, llenas de grafiti. Envolví mis brazos alrededor de mi cuerpo y caminé más rápido. A dos cuadras, una forma se materializó en medio de la oscuridad.

-¿Cande? – llamé.

La figura continuó viniendo hacia mí, la cabeza hacia abajo, sus manos en los bolsillos. No era Cande, era un hombre, alto y delgado, con hombros gruesos y un caminar vagamente familiar. No me sentía muy cómoda pasando al lado de un hombre que estaba solo en una acera estrecha, así que busqué mi celular. Estaba por llamar a Cande y preguntarle exactamente dónde estaba, cuando el hombre pasó bajo la luz del poste. Estaba usando la chaqueta favorita de papá.

Me detuve en seco. 

Completamente inconsciente de mí, caminó un par de pasos hacia la derecha y despareció entre un grupo de casas abandonadas. Los vellos de mi cuello se erizaron.

-¿Papá? 

Empecé a trotar. Crucé la pista sin molestarme en mirar, sabiendo que no había ningún auto. Cuando llegué al grupo de casas, estaba segura que él había ingresado la más grande. Intenté abrir las puertas, pero estaba con seguro. Cubriendo mis ojos con mis manos, intenté ver por una de las ventanas. Las luces estaban apagadas, pero pude ver un montón de muebles cubiertos de sábanas pálidas. Mi corazón estaba latiendo desaforado. ¿Mi papá estaba vivo? ¿Había estado viviendo aquí todo este tiempo?

-¡Papá! – lo llamé, a través del vidrio - ¡Soy yo…Lali!

En lo alto de las escaleras dentro de la casa, sus zapatos se desvanecieron por el pasillo.

-¡Papá! – grité, golpeando el vidrio - ¡Estoy aquí!

Retrocedí apenas, alcé la cabeza mirando hacia las ventanas del segundo piso, observando mientras pasaba su sombra. La puerta de atrás, pensé. Troté hacia el estrecho pasaje entre las dos casas. Por supuesto. Había una puerta trasera. Si estaba sin seguro, podría entrar y encontrar a mi papá…

Una sensación helada se sintió en la parte de atrás de mi cuello. El escalofrío recorrió mi espina dorsal, momentáneamente paralizándome. Me quedé al final del pasaje, los ojos enfocados en el patio trasero. Los arbustos se balanceaban con el viento. La reja principal crujió.

Lentamente, retrocedí. Sin poder creer que estaba sola. Me había sentido así antes, y siempre había significado peligro. 

Lali, no estamos a solas. Alguien más está aquí. ¡Regresa!

-¿Papá? – susurré.

Anda a encontrar a Cande. ¡Necesitas irte. Te encontraré de nuevo. ¡Apresúrate! 

No me importaba lo que él dijera, no me iba a ir. No hasta que supiera qué estaba pasando. No hasta que lo viera. ¿Cómo podía esperar que me fuera? Él estaba aquí. 

-¿Papá? ¿Dónde estás?

Nada.

-¿Papá? – intenté de nuevo – No me voy a ir.

Esta vez hubo respuesta. La puerta de atrás estaba sin seguro. Toqué mi cabeza, sintiendo sus palabras haciendo un eco. Algo era diferente sobre su voz esta vez, pero no lo suficiente para darme cuenta que algo andaba mal. ¿Tal vez era más fría? ¿Más dura?

-¿Papá? – susurré.

Estoy adentro. 

Su voz era más fuerte ahora, un sonido real. No sólo en mi cabeza, sino en mis oídos también. Volteé hacia la casa, segura que él había hablado a través de la ventana. Saliendo del pasadizo, tentativamente, coloqué mi palma en el marco de la ventana. Desesperadamente quería que sea él, pero al mismo tiempo, todos esos escalofríos sobre mi piel me advertían esto era un truco. Una trampa.

-¿Papá? – mi voz tembló – Tengo miedo.

Al otro lado del vidrio, una mano se colocó sobre la mía, cinco dedos alineados a los míos. El anillo de bodas de mi papá estaba en el dedo medio de su mano izquierda. Mi pulso latía con tanta fuerza que me sentí mareada. Era él. Mi papá estaba a unos centímetros de distancia. Vivo.

Entra. No te haré daño. Ven, Lali.

La urgencia en sus palabras me asustó. Clavé las uñas en la ventana, más fuerte esta vez. 

-¡Estoy aquí, Papá!

Esta vez, el vidrio se congeló ante mi toque. Pedazos pequeños de hielo empezaron a formarse en la ventana. Salté hacia atrás ante el repentino frío que subió por mi brazo, pero mi piel estaba atrapada al vidrio. Congelada. Llorando, intenté liberarme usando mi otra mano. La mano de mi padre empezó a derretirse a través de la ventana, y se cerró alrededor de la mía, sosteniéndome así no podía correr. Me jaló con fuerza, los bloques arañando mi ropa, mi brazo desvaneciéndose en la ventana. Mi reflexión aterrada me mirada, mi boca abierta en un grito ahogado. El único pensamiento corriendo a través de mí era que este no podía ser mi padre.

-¡Ayuda! – grité - ¡Cande! ¿Me escuchas? ¡Ayuda! 

Intenté usar mi peso para liberarme. Un dolor punzante se deslizó en el antebrazo que él mantenía capturado, y una imagen de un cuchillo se colocó en mi mente con tanta intensidad que pensé que mi cabeza se abriría en dos. Fuego se sentía en mi antebrazo, me estaba cortando.

-¡Detente! – chillé - ¡Me estás haciendo daño!

Sentí su presencia eclipsar mi mente, su propia semblanza eclipsando la mía. Había sangre por todos lados. Negra y viscosa…era mía. La bilis subió por mi garganta. 

-¡Peter! – grité, con terror y absoluta desesperación.

La mano se disolvió, y la solté hacia el suelo. Instintivamente, coloqué mi brazo contra mi blusa para detener el sangrado, pero para mi sorpresa, no había sangre. Ningún corte. Buscando aire, miré hacia la ventana. Perfectamente intacta, reflejaba el árbol detrás de mí, que se movía por el viento. Aterrada, corrí en dirección hacia El Bolso del Diablo, mirando hacia atrás cada cierto tiempo. 

Miré hacia ambos lados antes de cruzar la calle y vi a la persona antes de que pueda chocarme contra ella.

-Ahí estás – dijo Cande, tratando de estabilizarme – Creo que perdimos la conexión. Llegué aquí y perdí tu rastro. ¿Estás bien? Parece que vas a vomitar.

No quería quedarme ahí por más tiempo. 

-Pensé – dije, aguantando las lágrimas – Pensé que había visto a mi padre de nuevo.

Cande envolvió sus brazos a mí alrededor.

-Bebé.
-Lo sé. No fue real. No fue real – repetí, recordando las visiones falsas que había tenido cuando recién conocí a Peter. 

Parpadeé varias veces, tratando de reprimir las lágrimas. Pero se había sentido tan real. Tan real.

-¿Quieres hablar de ello?

¿De qué podíamos hablar? Estaba siendo cazada. Alguien estaba jugando con mi mente. ¿Un ángel caído? ¿Un Nephil? ¿El fantasma de mi padre? ¿O era mi mente traicionándome? Lo que sea que haya pasado ahí, no era real. No era mi padre, él nunca me haría daño. Él me amaba. 

-Regresemos al local – dije, exhalando.

Necesitaba distanciarme de la casa lo más rápido posible. Necesitaba distraerme. A pesar de lo que había pasado, no quería ir a casa, y no quería estar sola. Quería insertarme en medio de la multitud. Cande agarró mi muñeca, acercándome a ella.

-¿Ella es quién creo que es?

A media cuadra, Paula estaba subiendo a un auto. Su cuerpo estaba dentro de un vestido tan pequeño que se veía su trusa negra. Pero no fue su vestido lo que atrajo mi atención, fue el auto. Una camioneta negra, la misma que tenía Peter. 

5 comentarios:

  1. ai noooooo, ensima que es domingo me subis este capitulo que es orrible, no se que me angustia mas, que lali este en peligro y que peter ni se entere, o que paula y peter siempre esten juntos :S , subi otro porque sino me corto las venassss, arre jajajaj porfa porfa

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  2. uuuuuuuuu Va a haber muchos caps asi? no lo soporto :S pobre la

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  3. Quien es el que juega con la mente de lali??? Peter que hace con paula???? No me gusta que esten distanciados!! Más!

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  4. que peter cambie su actitud ! ajjajajajaja

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