martes, 25 de diciembre de 2012

Ángeles Caídos #2: Capítulo 13 (Parte 2)

Abrí mi boca pero no tenía argumento. No estaba aquí porque quisiera. Estaba para darle a Peter “una lección”. Lo sabía y él también.

-Hubiese podido golpearlo si no estuviera borracho – dijo Benjamín - ¿Quién diablos se cree que es? Ni siquiera lo conozco. ¿Tú?
-Lo siento – dije - ¿Estás bien? – sonrió.
-Nunca mejor.
-Él estaba fuera de control. Creo que debo irme – agregué – Mañana te traeré tu auto, después del colegio. 

Benjamín agarró mi blusa, sosteniéndome.

-No te vayas, Lali. Aún no.
-Benjamín… - dije, quitando su mano.
-Dime si estoy yendo muy lejos – dijo, quitándose la camisa por segunda vez.
-Estás yendo muy lejos – dije.
-Eso no sonó convincente – quitó el cabello de mi cuello y enterró su cara ahí.
-No estoy interesada en ti de esta forma – dije, colocando mis manos entre los dos. 
-¿Cómo lo sabes? Nunca me has probado de este modo.
-Me voy – dije, prendiendo la luz.

Estaba por irme cuando mis ojos se enfocaron en un pedazo de piel en el pecho de Benjamín, entre su tetilla y su clavícula. Era una marca. Tenía forma de un puño. Era idéntica, en forma y tamaño, a la estampa en el anillo del sobre que me habían entregado misteriosamente. 

-¿Qué es esa marca en tu piel? – pregunté, mi boca seca.

Benjamín se vio un poco sorprendido, luego deslizó su mano para cubrir la marca.

-Algunos amigos y yo estuvimos haciendo tonterías una noche. Nada serio. Es sólo una cicatriz.
-Tú me diste el sobre – dije, sin dudar – La cafetería, el sobre con el anillo.

Los ojos de Benjamín se entrecerraron y me miraron fijamente. Ya no me sentía segura estando aquí a solas con él.

-¿De qué estás hablando?
-¿Crees que esto es gracioso? Sé que tú me diste el anillo.
-¿El…anillo?
-¡El anillo que hizo esa marca en tu pecho!

Sacudió su cabeza, con fuerza. Luego su brazo se estiró, encerrándome contra la pared.

-¿Cómo sabes sobre el anillo?
-Me estás haciendo daño – dije, temblando con miedo. 

Me di cuenta que él no estaba fingiendo, a menos que fuera muy buen actor. Él no sabía sobre el sobre, pero sí sobre el anillo.

-¿Cómo se veía? – cogió mi blusa y me sacudió – El chico que te dio el anillo, ¿cómo se veía?
-Saca tus manos de mí – ordené – No lo vi, mandó el anillo con el mesero.
-¿Él sabe dónde estoy? ¿Sabe que estoy en esta ciudad?
-¿Él?¿Quién es él? ¿Qué sucede?
-¿Por qué te dio el anillo?
-¡No lo sé! ¡No sé nada de él! ¿Por qué no me lo dices tú?
-¿Qué sabes tú?
-El anillo estaba en el sobre con una nota que decía que la Mano Negra había asesinado a mi padre. Y que el anillo le pertenecía a él. ¿Tú eres la Mano Negra?

La expresión de Benjamín se llenó de disgusto, sus ojos juzgando si me creían o no.

-Olvida que tuvimos esta conversación, si sabes lo que es bueno para ti.
Intenté liberar mi brazo, pero él aún me estaba sosteniendo.
-Sal – dijo – Y aléjate de mí – esta vez, me liberó.

Me detuve en la puerta y limpié mis manos sudorosas en mi pantalón.

-No hasta que me digas sobre la Mano Negra.

Sonrió amenazante. Lanzó su camisa hacia la cama. Se soltó la correa, bajó el cierre de su pantalón, y se los quitó, quedando en nada más que bóxers. 

-Tienes el anillo de la Mano Negra marcado en tu piel. No esperes que crea que no sabes nada sobre ello, incluyendo cómo llegó ahí.

No respondió.

-Apenas salga de aquí, llamaré a la policía. Si no me vas a hablar, tal vez vas a querer hablar con ellos. Tal vez ellos han visto la marca antes. 

Benjamín se sentó en la cama, su rostro inclinado contra sus manos. Su espalda estaba temblando, y me di cuenta que estaba llorando en silencio, sollozos convulsivos. Primero pensé que estaba fingiendo, pero los sonidos en su pecho eran reales. 

-Acumulé una gran deuda en juegos en Portland – dijo – El administrador en la sala de billar estaba demandándome el dinero, y tuve que cuidar mi espalda cada vez que dejaba la casa. Estaba viviendo con miedo, sabiendo que un día él me encontraría. Una noche, de camino a casa, me asaltaron por detrás, me llevaron a una casa, y me ataron a una mesa. Estaba muy oscuro para ver al chico, pero me imaginé que el administrador lo había mandado. Le dije que le pagaría lo que él quiera si me dejaba ir, pero él rió y dijo que no quería mi dinero, de hecho, él ya había pagado mis deudas. Antes de que pueda descubrir si esta idea era un chiste, él me dijo que era la Mano Negra, y la última cosa que necesitaba era más dinero. Prendió un fósforo y sostuvo la llama contra el anillo en su mano izquierda, quemándolo. Le dije que hiciera lo que quisiera, pero que me deje salir de la mesa. Él rompió mi camisa y clavó el anillo contra i pecho. Mi piel estuvo en llamas, y grité todo lo que pude. Cogió mi dedo, me lo rompió y me dijo que me rompería todos los dedos si no dejaba de gritar. También me dijo que me había dado su marca – la voz de Benjamín se había vuelto rasposa – Me hice pis en mi pantalón, ahí mismo en la mesa. Haré lo que sea para verlo de nuevo, es por eso que me mudé aquí. Dejé de ir al colegio y me escondía en el gimnasio todo el día, formando músculos en caso él viniera a buscarme; ya estaría listo. 

No sabía si podía confiar en él. Peter me había puesto en claro que él no confiaba, pero Benjamín estaba temblando. Estaba sudoroso, y pasó sus manos por su cabello, respirando profundamente. ¿Podría mentir con algo así?

-¿Cómo se veía? – pregunté – La Mano Negra.

Sacudió su cabeza.

-Estaba oscuro. Era alto, es todo lo que recuerdo.
-¿Dijo algo más?
-Intento no recordar esa noche – dijo.

Abrió su mesa de noche y sacó un paquete de cigarros. Prendió uno, exhalando el humo lentamente, y cerró sus ojos. Mi mente se retorcía con tres preguntas. ¿La Mano Negra realmente había asesinado a mi padre? 
¿Quién era él? ¿Dónde podía encontrarlo? ¿La Mano Negra era el líder la sociedad de sangre de los Nephil?

-¿Dijo por qué te dio su marca? – pregunté. 

Benjamín sacudió su cabeza, tomando otra calada.

-¿No te dio ninguna razón?
-No – espetó.
-¿Ha venido a buscarte desde esa noche?
-No.
-¿Alguna vez has visto la marca de la Mano Negra en alguien más?

Benjamín no respondió. Simplemente se lanzó hacia atrás, contra la cama, complemente exhausto. Su respiración era fuerte y olía a alcohol y cigarro.

-¿Benjamín? – lo sacudí gentilmente - ¿Qué me puedes decir de la sociedad? – golpeé sus mejillas con suavidad – Benjamín, despierta. ¿La Mano Negra te dijo que eres un Nephil? ¿Te dijo lo que significa?

Pero él se había insertado en un sueño profundo y ebrio. 

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