domingo, 23 de diciembre de 2012

Ángeles Caídos #2: Capítulo 12

Aquella noche después de la fiesta de Paula y llegar a casa, tomé una decisión: tenía que continuar. Era eso o insertarme en una completa depresión. Al día siguiente, me forcé a mí misma a bañarme y cambiarme, y fui al colegio. No iba a dejar que los arcángeles ganen. Iba a volver a caminar, conseguir un trabajo, pagar mis gastos, terminar el curso de verano con un buen promedio, y mantenerme ocupada toda la noche para no pensar en Peter.

Decidí preguntar en la cafetería donde Cande y yo siempre vamos, ya que había visto que buscaban una cajera. 

-Disculpa, escuché que necesitan ayuda con el puesto de cajera – le dije a una de las señoras que ayudaba – me gustaría llenar mis datos – agregué.
-¿Cajera? Ya no.

La miré, aguantando la respiración, sintiendo que toda esperanza se esfumaba. 

-Pero aún estamos buscando una mesera, trabajo de noche, de seis a diez – agregó la señora.
-Oh – dije, sorprendida – Eso es…bueno.
-En la noche bajamos las luces, y tocamos un poco de música. No suele haber mucha gente después de las cinco, pero esperamos eso mejore. Tú estarías a cargo de saludar a los clientes y apuntar sus órdenes, luego mandarlo a la cocina. Cuando la comida esté lista, la llevarías a las mesas.
-Eso…suena perfecto – dije, con una sonrisa.
-¿Tienes experiencia?
-Bueno, sé el menú de memoria – dije, sintiéndome feliz. 
-Eso me gusta escuchar. ¿Cuándo puedes empezar?
-¿Esta noche?

Aquí estaba yo, con esta señora, llamada Roberta, dándome una oportunidad. Sacudí su mano, y le sonreí en agradecimiento. 

-Bueno, entonces llega aquí a las 5:45 y te daré un uniforme antes de tu turno.
-Muchas gracias.

Seis horas y treinta minutos después, ya estaba con mi uniforme. Consistía en una blusa blanca, pantalón gris y un chaleco del mismo color, y una gorra. Lo peor de todo, la cafetería estaba repleta y yo sudando a sobremanera.

-¡Chica nueva! – uno de los chicos me estaba gritando - ¡Ya está tu orden!

Cogí los tres platos, cuidadosamente los coloqué en una fila en mi brazo, y los empecé a cargar fuera de la cocina. En mi camino, una de mis compañeras de trabajo me hizo un gesto para que atendiera una de las mesas. Serví la comida y me dirigí hacia la mesa 15. El problema fue cuando vi a Paula con unos amigos del colegio ahí. Pensé en decirle a mi compañera que asigne a otra persona, pero Paula alzó la mirada y supe que estaba perdida. 

Ella sonrió y me quedé sin aliento. ¿Por qué tenía tan mala suerte? Casi sentía que ella sabía que yo tenía su diario, aquel que estaba en el suelo de mi habitación, intacto.

-Qué dulce tu uniforme – dijo Paula – Creo que Lali usurpó en tu armario Erick, porque me parece haberte visto usando ese mismo chaleco en la fiesta de promoción.

Mientras se reían, alcé mi lapicero para apuntar.

-¿Puedo traerles algo de tomar? El especial de esta noche es un jugo de coco.
-La última vez que vine aquí, fue el cumpleaños de mi mamá – dijo Paula – Nuestra mesera le cantó el Feliz Cumpleaños.

Me tomó tres segundos darme cuenta de qué hablaba.

-No…
-Quiero que me cantes el Feliz Cumpleaños.

Me quedé paralizada, buscando alguna escapatoria. No podía creer que Paula estuviera pidiendo que me humille de esta forma. 

-Déjame ver tu identificación – dije, alzando una mano.
-Me la olvidé – dijo, alzando un hombro.

Ambas sabíamos que no se había olvidado su identificación, y que no era su cumpleaños.

-Realmente estamos ocupados esta noche – dije, fingiendo disculpas – Mi jefe no quiere que pierda tiempo y deje olvidados a los demás clientes.
-Tu jefe quiere que mantengas felices a tus clientes. Ahora canta.
-Y mientras estás en ello – dijo Erick – tráenos esas tortas de chocolates gratis.
-Se supone que sólo traemos un pedazo – dije.
-Se supone que sólo traemos un pedazo – me imitó el otro chico, y todos rieron.

Paula buscó en su bolso y sacó su cámara. La apuntó hacia mí.

-No puedo esperar más para subir este video y que todo el colegio lo vea. 

Ella sabía del diario, tenía que saberlo. Esta era su forma de hacerme pagar. 

-Escucha, mis órdenes están….
-Erick, dile a la chica de allá que deseamos habla con el jefe. Dile que nuestra mesera está siendo completamente inútil – me interrumpió Paula.

No podía creerlo. Menos de tres horas con el trabajo y Paula iba a hacer que me despidan. 

-El tiempo se terminó – dijo Paula cuando no dije nada – Erick, busca al jefe.
-Espera – dije – Lo haré – respiré profundamente y empecé – Feliz Cumpleaños a ti…
-¡Más fuerte! – gritaron.
-Feliz Cumpleaños a ti – canté más fuerte, demasiado avergonzada – Feliz Cumpleaños querida Paula. Feliz Cumpleaños a ti.
-Bueno, eso fue aburrido – dijo Paula, apagando la cámara.
-Eso sonó…normal – dijo Erick.

Sonreí falsamente, intentando borrar la humillación. 

-¿Alguno quiere algo de tomar? – insistí.

Escribí sus órdenes y corrí de regreso a la cocina, justo cuando Paula volvió a llamarme.

-¿Lali? ¿Podrías apurar las órdenes? Tenemos que ir a una fiesta. Nos vamos a encontrar con Peter en la fiesta de la playa y no quiero llegar tarde – se cubrió su boca, haciéndose la tonta – Lo siento, me olvidé que no debía de  mencionar a Peter. Será difícil verlo con alguien más.

¿Qué? Así que todo regresaba a lo normal, Peter estaba con Paula. ¿Qué diablos le pasaba?

-Está bien, ya lo superé – mentí.
-Bien por ti – dijo Paula antes de que yo desaparezca a la cocina.

Unos minutos después, Benjamín apareció en la cafetería, buscándome.

-Ey – lo saludé.
-Cande me dijo que te encontraría aquí.
-¿Llamaste a Cande?
-Sí. No me respondías ningún mensaje.
-Lo siento, mi celular está guardado y no he tenido tiempo de revisarlo.
-No te preocupes. ¿A qué hora termina tu turno?
-A las diez, ¿por qué?
-Hay una fiesta en la playa, me gustaría llevarte.
-Cada vez que salgo contigo, algo malo sucede. La pelea en Z, el Bolso del Diablo. Las dos veces me tuve que regresar sola a casa.
-La tercera la vencida – sonrió. 

Era la misma fiesta a la que estaba yendo Paula. Misma fiesta donde estaba yendo Peter. Quería ver a Peter, pero necesitaba determinar si podía verlo. ¿Podría soportar verlo con Paula? ¿Especialmente después de todo lo que me había dicho ayer?

-Lo pensaré – dije.
-¿Quieres que te venga a recoger?
-No, si voy, Cande puede llevarme. Lo siento – agregué cuando me llamaron de la cocina – tengo que regresar al trabajo.
-Espero verte – dijo, sonriendo antes de partir.

Al terminar el turno, Cande me estaba esperando en el estacionamiento.

-Gracias por recogerme – le dije, colapsando en su auto, cansada.
-Estas no son recogidas gratis – dijo Cande, sonriendo – ya te cobraré.
-En serio, Cande. Eres la mejor amiga del mundo.
-Aw, tal vez deberíamos de celebrar esto con un helado. 
-¿Quieres ir a la playa a comernos uno? Me invitaron a la fiesta que se está organizando ahí, tú estás más que invitada – no podía evitar las ganas de ver a Peter, definitivamente no era una persona fuerte.
-¿Quién está yendo?
-Benjamín y otros chicos del colegio – no necesitaba mencionarle a Paula. 
-Creo que iré con Rixon a ver una película. Le preguntaré si tiene algún amigo que pueda salir contigo y hacemos una cita doble. 
-Paso – no quería a nadie más, quería a Peter.

Cuando Cande estacionó en la playa, el cielo estaba completamente negro. Sólo las luces que iluminaban el puerto, aquel donde se encontraba el juego del arcángel, era lo que se veía. Salí del auto y me despedí de Cande, mientras ella coordinaba por teléfono su salida con Rixon. A la distancia se escuchaba la música de la fiesta y caminé hacia ésta. Pasé grupos pequeños de gente, aún jugando en el agua, bajo la oscuridad de la noche. 

-Yo – dijo Benjamín, cuando lo llamé.
-Lo hice – dije - ¿Dónde estás?
-Justo al sur de la fogata. ¿Tú?
-Justo al norte.
-Te encontraré.

Dos minutos después, Benjamín y yo nos sentamos en la arena.

-¿Vas a estar así de seria toda la noche? – preguntó él, emanando olor a alcohol de su boca.
-No soy una gran fan del 99% de las personas aquí.

Asintió, comprendiendo.

-Entonces dime Esposito. ¿Qué estás haciendo aquí? Debo decirte que pensé que me cancelarías, diciendo que tenías tarea. 

Se recostó en la arena y lo imité. 

-Esa línea se está volviendo común – dije – Así que soy aburrida. ¿Te importa?

Sonrió.

-Me gusta lo aburrido. Lo aburrido me ayudará a pasar de año. Particularmente Inglés.
-Si esa fue una pregunta, entonces la respuesta es no. No haré tus ensayos de Inglés.
-Eso es lo que crees. Aún no utilizo mi lado encantador – bromeó.

Me reí y su sonrisa se amplió.

-¿Qué? ¿No me crees?
-No creo que tú seas encantador.
-Nadie puede resistirme a mis encantos. Te digo, las chicas se vuelven locas. Aquí están mis bases: estoy borracho las veinticuatro horas del día de los siete días de la semana, no tengo trabajo, no puedo pasar mate básica, y paso mis días jugando video juegos.

Reí, mis hombros temblando mientras lo hacía. Empezaba a creer que me gustaba la versión ebria de Benjamín más que la sobria. 

-Deja de reírte – dijo Benjamín – Se me va a subir a la cabeza.
-Conduces un auto de marca – dije, sonriendo – Eso te debe dar al menos diez puntos.
-Genial. Diez puntos. Todo lo que necesito es conseguir doscientos puntos para salir de la zona de peligro.
-¿Por qué no dejas de tomar? – sugerí.
-¿Dejar? ¿Bromeas? Mi vida apesta. Si dejo de tomar, me daré cuenta de mi realidad y probablemente salté de un precipicio.

Hubo un silencio.

-Cuando estoy tomado – continuó – Casi me olvido de quién soy. Sé que aún estoy ahí, pero apenas. Es un buen lugar en donde estar. 
-Sí, bueno, mi vida tampoco es tan genial.
-¿Tú papá? – adivinó – Eso no fue tu culpa.
-Lo que lo hace aún peor.
-¿Cómo?
-Si no fuera mi culpa, eso implicaría que lo arruiné. Me culparía por un largo tiempo pero eventualmente continuaría con mi vida. Ahora mismo estoy atracada, enfrentando la misma pregunta. ¿Por qué mi papá?

Benjamín asintió, comprendiendo una vez más. Pequeñas gotas de lluvia empezaron a caer, recordándonos del verano con lluvias pasivas.

-¿Qué diablos? – escuché a Paula quejarse más allá en la playa, cerca de la fogata.
-¡Todos a mi departamento! – gritó Benjamín, levantándose de un envión – Calle sesenta y dos, cerca del ministerio. Departamento 201. Mucha cerveza en la refri. ¡Ah, y…mi madre está de viaje!

Todos gritaron con alegría y empezaron a recoger sus cosas antes de salir hacia el estacionamiento. Benjamín me ayudó a ponerme de pie aunque él era el que necesitaba un apoyo para dejar de balancearse.

-¿Necesitar que te lleve? Vamos, dejaré que tú manejes.
-Gracias por la oferta, pero creo que iré a casa – después de todo Peter no estaba aquí.
-Los amigos no dejan que los amigos manejen borrachos – agregó Benjamín.
-¿Estás intentando hacerme sentir mal y manejar mi consciencia?
-¿Cómo puedes rechazar el manejar mi gran auto? – bromeó.
-¿Qué te parece si me lo regalas a partir de ahora?

Rió, deslizando su brazo sobre mis hombros.

-Borracho, pero no tan borracho, Esposito. 

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