martes, 4 de diciembre de 2012

Ángeles Caídos #2: Capítulo 1 (Parte 2)

Luego de ir al baño para tratar de recomponerme y lanzar algunas lágrimas para después limpiarlas de mi rostro, me dirigí hacia la multitud, buscando a Peter, y lo encontré en uno de los juegos de lanzar la pelota tipo bowling, con su espalda hacia mí. Rixon estaba a su lado. Él era un ángel caído que tenía una larga historia con Peter y, sus lazos eran tan fuertes, que se los podía considerar como hermanos. Si había alguien que conocía todos los secretos de Peter, ése era Rixon. 

Mi celular sonó, era el tono de llamada de mi mejor amiga Cande, pero dejé que el buzón de voz tomara su llamada. Mañana la vería a primera hora, sin falta. Ahora, tenía que disfrutar de Peter, cada minuto con él, porque no lo vería hasta por la tarde. Lo observé tirar la pelota a una mesa con seis pinos alineados, mi corazón se agitó un poco cuando su camisa se deslizó por su espalda. Su espalda era suave y perfecta, las cicatrices de cuando cayó del cielo fueron reemplazadas por alas, alas que ni yo ni los demás humanos no podíamos ver. 

-Cinco dólares a que no puedes hacerlo de nuevo – dije, apareciendo detrás de él. 

Peter volteó la mirada, sonriendo. 

-No quiero tu dinero, Ángel. 
-Ey, chicos, mantengamos esta conversación en el rango de sólo besos, ¿sí? – dijo Rixon. 
-Todos los tres pinos restantes – reté a Peter. 
-¿De qué clase de premio estamos hablando? – dijo Peter. 
-Maldición – dijo Rixon - ¿No pueden esperar a estar solos? 

Peter me dio una sonrisa secreta y luego cambió su peso hacia atrás, acunando la pelota contra su pecho. Luego, lanzó la pelota lo más fuerte que pudo, derribando los tres pinos. 

-Ya te metiste en problemas – dijo Rixon 

Peter se inclinó contra la cabina y me arqueó sus cejas. El gesto decía todo: págame. 

-Tuviste suerte – dije. 
-Estoy a punto de tener suerte. 
-Escoge un premio – le dijo el señor encargado del puesto. 
-El oso morado – dijo Peter y aceptó un peluche horrible, antes de entregármelo. 
-Para mí – dije, presionando una mano en mi corazón. 
-Te gustan los rechazados. En el supermercado siempre eliges las latas abolladas, he estado tomando nota – enganchó sus dedos en mi jean y me jaló hacia él – salgamos de aquí. 
-¿Qué tienes en mente? – sabía exactamente lo que tenía en mente. 
-Tú casa – sacudí la cabeza. 
-No va a suceder, mi mamá está en casa. Podríamos ir a la tuya. 

Habíamos estado juntos dos meses y aún no sabía dónde vivía Peter. Dos meses era excesivo. Estaba intentando ser paciente pero mi curiosidad seguía creciendo. 

-Déjame adivinar – dije – Vives en un componente secreto debajo de la ciudad. 
-Ángel. 
-¿Hay platos en el lavadero? ¿Ropa interior sucia en el piso? Es mucho más privado que mi casa. 
-Es cierto, pero la respuesta todavía es no. 
-¿Rixon conoce tu casa? 
-Rixon necesita conocerla. 
-¿Y yo no? – su boca se torció en una mueca. 
-Hay un lado oscuro que no necesitas conocer. 
-Si me la muestras, ¿tendrías que matarme? – adiviné. 

Envolvió sus brazos alrededor de mí y besó mi frente. 

-Casi cerca. ¿A qué hora tienes que regresar a casa? 
-A las diez, el curso de verano empieza mañana – además, mamá no aceptaba a Peter como novio, desconfiaba de él. 
-Es momento de irnos – dijo Peter, mirando su reloj. 

A las 10:04 Peter se estacionó frente a mi casa. Apagó el motor y las luces de los faros, dejándonos en plena oscuridad. Nos sentamos así por mucho tiempo, hasta que él habló. 

-¿Por qué estás tan callada, Ángel? 
-¿Estaba callada Sólo prestaba atención a mis pensamientos – sonrió apenas. 
-Mentirosa. ¿Qué anda mal? 
-Eres bueno – dije y él sonrió aún más. 
-Realmente bueno. 
-Huí de Paula Recca del puesto de las hamburguesas – admití. 

Antes, eran puros besos con Peter, en nuestros carros, fuera de los mismos, encima de la mesa de la cocina. También incluía un montón de manos perdidas en el cuerpo del otro, cabellos despeinados. Pero ahora era mucho más que eso. Me sentía conectada emocionalmente con él. Su amistad significaba más para mí que cien encuentros de besos. 

-Ella tuvo el suficiente tacto como para recordarme que mi papá está muerto. 
-¿Quieres que hable con ella? ¿Cómo empezó la guerra entre ustedes dos? 
-Esa es la cosa. Ni siquiera lo sé. De pronto un día en el colegio ella pintó con spray “puta” en mi casillero. 
-¿Ella se volvió loca de pronto? ¿Sin razón? 
-Sip – ninguna razón de la que tuviera conciencia de todos modos. 
-¿Quién va ganando la guerra? 
-Paula, pero no por mucho – amplió su sonrisa. 
-Ve por ella, tigre. 
-Esa es otra cosa. ¿Puta? En el colegio ni siquiera había besado a alguien. 
-Empiezas a sonar como si estuvieras sola, Ángel – dijo, deslizando su dedo debajo del tirante de mi top, enviando electricidad por mi piel – Apuesto que puedo alejar tu mente de Paula. 

Desabroché mi cinturón y me estiré para encontrar la boca de Peter en la oscuridad. Lo besé lentamente, saboreando el sabor de sal de mar en su piel. Él se había afeitado esta mañana, pero ahora su barba raspó mi barbilla, su boca rozó mi garganta y sentí un toque de su lengua, causando que mi corazón latiera con más fuerza. 

Su beso se movió a mi hombro desnudo, él movió el tirante de mi top hacia abajo, y frotó su boca hacia abajo por mi brazo. Justo entonces quería estar lo más cerca de él que pudiera, lo necesitaba en mi vida, todos los días, como nunca había necesitado a alguien. Me arrastré, sentándome con una pierna a cada lado de su regazo. Deslicé mis manos por arriba de su pecho, agarrándolo por el cuello y empujándolo hacia mí. Sus brazos abrazaron mi cintura. 

Deslicé mis manos por debajo de su camisa, pensando en cómo amaba la sensación de calor de su cuerpo extendiéndose por mis manos. Tan pronto como mis dedos rozaron el lugar en su espalda donde sus alas solían estar, una luz distante explotó en la parte de atrás de mi mente. Oscuridad, perfecta, rota por la luz segadora. Sentí mi mente siendo aspirada dentro de la de Peter, cuando repentinamente lo sentí tomar mi mano y deslizarla hacia abajo, lejos del lugar de sus alas y todo volvió a la normalidad. 

-Buen intento – murmuró, aún con sus labios rozando los míos. 

Mordí su labio inferior. 

-Si pudieras ver mi pasado con solo tocar mi espalda, también tendrías un momento difícil resistiendo la tentación. 
-Tengo un momento difícil manteniendo mis manos alejadas de ti en estos momentos. 

Me reí, pero mi expresión rápidamente se volvió seria. Difícilmente podía recordar cómo había sido mi vida sin Peter. Tal vez porque esos recuerdos palidecían en comparación con Peter. O tal vez porque no había nada bueno en absoluto. 

-Nunca me dejes – le dije a Peter, enredando un dedo en el collar de su camisa, jalándolo hacia mí. 
-Eres mía, Ángel – murmuró, besando mi mandíbula – Me tienes para siempre. 
-Demuéstralo – dije. 

Me estudió por un momento, luego buscó debajo de su cuello y quitó la cadena de plata que usaba desde el día que lo conocí. No tenía idea de dónde salió la cadena o el significado, pero sentí que era importante para él. Era la única pieza de joyería que usaba y la mantenía debajo de su camisa y nunca se la había visto quitar. 

Sus manos se deslizaron por mi nuca, donde abrochó la cadena. 

-Me dieron esto cuando era un arcángel – dijo – para ayudarme a percibir la verdad de la decepción. 
-¿Todavía funciona? 
-No para mí – entrelazó nuestros dedos y giró mi mano para besar mis nudillos – Es tu turno. 

Me quité el pequeño anillo del dedo medio y lo sostuve para él, un corazón estaba tallado en el suave lado debajo del anillo. Peter sostuvo el anillo, examinándolo silenciosamente. 

-Mi papá me lo dio la semana antes de que fuera asesinado – dije. 

Los ojos de Peter se cerraron de pronto. 

-No puedo aceptar esto. 
-Es la cosa más importante en el mundo para mí, quiero que lo tengas – cerré sus dedos, envolviéndolos alrededor del anillo. 
-Lali – dudó – No puedo aceptarlo. 
-Prométeme que lo guardarás. Prométeme que nunca nada se interpondrá entre nosotros – mantuve la mirada en sus ojos – no quiero estar sin ti. No quiero que esto acabe nunca. 

Los ojos de Peter eran negros, más oscuros que un millón de secretos apilados encima de nosotros. Él bajó la mirada al anillo en su mano, volteándolo lentamente. 

-Júrame que nunca dejarás de amarme – susurré y él asintió ligeramente. 

Me apoderé de su cuello y lo empujé hacia mí, besándolo con mayor fervor, sellando la promesa entre nosotros, cerré mis dedos contra los suyos, el agudo borde del anillo cortando nuestras palmas. El anillo se enterró más profundamente en mi mano, hasta que estuve segura que había roto nuestra piel. Una promesa de sangre. 

Cuando pensé que me quedaría sin aire, me alejé, descansando mi frente contra la suya. Mis ojos cerrados, mi respiración causaba que mis hombros se elevaran y cayeran. 

-Te amo – murmuré – Más de lo que creo que debería. 

Esperé a que respondiera, pero en vez de eso, su agarre en mí se apretó, casi de manera protectora. Volteó su cabeza hacia los bosques a través de la carretera. 

-¿Qué pasa? – pregunté. 
-Escuché algo. 
-Esa era yo diciendo que te amo – dije, sonriendo mientras trazaba su boca con mi dedo. 

Esperé a que me devolviera la sonrisa, pero sus ojos seguían fijos en los árboles. 

-¿Qué hay ahí afuera – pregunté. 
-Algo no está bien. 

Mi sangre se congeló y me deslicé fuera de su regazo. 

-Estás empezando a asustarme. ¿Es un oso? Prende las luces de los faros y toca la bocina – dije, orientando mis ojos a los bosques. 

Detrás de mí, las luces del porche se encendieron. No necesitaba girarme para saber que mi mamá estaba parada en la puerta, frunciendo l ceño y golpeando el suelo con el pie. 

-¿Qué es? – le pregunté una vez más a Peter – Mi mamá está saliendo. ¿Está segura? 

Peter prendió el motor. 

-Entra, hay algo que debo hacer. 
-¿Entrar? ¿Estás bromeando? ¿Qué está pasando? 
-¡Lali! – gritó mi mamá, bajando los escalones, haciéndome señas para que baje del auto. 
-¿Peter? – intenté de nuevo. 
-Te llamo más tarde. 

Mi mamá tiró de la puerta para abrirla. 

-Peter – dijo, secamente. 
-Hola – dijo él, dando un asentimiento distraído. 
-Llegas cuatro minutos tarde – me dijo mamá. 
-Estuve cuatro minutos más temprano que ayer. 
-Adentro. Ahora. 

Sin querer hacer más problema, miré a Peter. 

-Llámame. 

Él asintió, pero la concentración en sus ojos me dijo que sus pensamientos estaban en otro lado. Tan pronto como salí del auto, él aceleró. 

-Cuando te doy un toque de queda, espero lo cumplas – dijo mamá. 
-Cuatro minutos tarde – dije, informándole que estaba exgerando. 
-El año pasado tu papá fue asesinado. Hace un par de meses, tú tuviste tu propio roce con la muerte. Creo que me he ganado el derecho de ser sobreprotectora – dijo, caminando hacia la casa. 

Volteé mi atención hacia los árboles. Nada se veía fuera de lo común. Si había algo, era que el bosque se veía pacífico debajo del plateado brillo de luz de la luna. Peter no había visto nada en los bosques. Él se fue porque yo dije dos muy grandes, y muy estúpidas palabras. ¿En qué había estado pensando? No, ¿qué había pasado con Peter ahora? ¿Se había ido para huir de tener que responderme? Estaba segura de que conocía la respuesta.

5 comentarios:

  1. esta es la continuación de angeles caidos 1? o es otra historia?

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  2. Feliz de poder seguir leyendo esta historia!!! Me encanta!! Quiero más!!!

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  3. me encantaaaaaaa, esta mejor q la primera tempo :) subi mass

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  4. AAAAAAAAAI PORFAVOR, QUE INTERESANTE, ME ENCANTAAAAAAA, SUBÍ RÁPIDO QUE NO AGUANTO LA INTRIGAA

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