miércoles, 12 de diciembre de 2012

Ángeles Caídos #2: Capítulo 6 (Parte 1)

Encontré a Benjamín apoyado en un palo de billar en una de las mesas. 

-¿Encontraste un cajero automático? – pregunté.
-Sí, pero antes tuve que tragarme diez galones de lluvia – bromeó.

Tal vez era cierto, pero seguramente también había terminado lo que tenía que hacer en el callejón; y por mucho que quisiera saber qué era lo que hacía, probablemente no lo averiguaría pronto. Apoyé mis manos en el borde de la mesa, esperando lucir como si éste fuera mi ambiente, pero la verdad era que mi corazón latía desbocado. No sólo acababa de tener una discusión con Peter, si no que nadie lucía normalmente amigable, y por más que lo intentaba, no podía alejar de mi mente la imagen de alguien sangrando en una de las mesas.

-Estábamos a punto de empezar un juego – dijo Benjamín – Cincuenta dólares y estás dentro, toma un palo.

No estaba de humor para jugar y hubiera preferido sólo observar, pero una rápida mirada al lugar me dejó ver que Peter estaba sentado en una mesa de póker en la parte de atrás. Aunque su cuerpo no estaba directamente hacia mí, sabía que estaba observándome. Estaba observando a todos en la habitación, él nunca iba a ningún lado sin hacer una evaluación cuidadosa y detallada del entorno. Sabiendo esto, intenté colocar la sonrisa más deslumbrante que tuviera dentro de mí. 

-Me encantaría.

No quería que Peter sepa lo triste que estaba o lo mucho que me estaba doliendo. No quería que crea que no estaba pasando un buen momento con Benjamín. Pero antes de que pueda continuar con mi juego, un pequeño hombre se colocó al lado de Benjamín. Todo sobre él se salía de lugar.

-¿Cuánto? – le preguntó a Benjamín con la voz casi muda.
-Cincuenta – respondió Benjamín, con algo de enojo – Como siempre.
-El juego se empieza con un mínimo de 100.
-¿Desde cuándo?
-Déjame volver a decir la frase. Para ti tiene como mínimo 100. 

Benjamín se puso rojo antes de alcanzar su bebida del borde la mesa y tomar un sobro. Luego sacó su billetera y sacó un fajo de billetes, colocándolos en el bolsillo del hombre. 

-Ahí están los cincuenta. Te pagaré el resto después del juego. Ahora saca tu mal aliento de mi cara así puedo concentrarme.
-Vas a tener que cumplir primero tu deuda con Darío. Se está volviendo impaciente. Ha sido generoso contigo y tú no le has devuelto el favor. 
-Dile que tendré el dinero para el final de la noche.
-Esa línea fue dicha hace una semana.

Benjamín se acercó al hombre.

-No soy el único chico aquí que le debe un poco de dinero a Darío.
-Pero él está preocupado porque tú no le pagues – el hombre sacó las monedas de su bolsillo que Benjamín le había dado y las lanzó al suelo – Como dije, Darío se está cansando – alzó las cejas y se fue.
-¿Cuánto le debes a Darío? – pregunté.

Benjamín me miró. De acuerdo, siguiente pregunta.

-¿Cómo es la competencia? – pregunté, en tono apurado.
-Estos chicos son principiantes – dijo Benjamín, bufando – Puedo vencerlos hasta en mi peor día. Mi verdadera competencia está ahí – su mirada se posó hacia un corredor.

El corredor era estrecho y largo, y llevaba hacia una habitación que brillaba con naranja. Una mesa de billar estaba situada justo detrás de la entrada.

-¿Ahí es dónde se juega con bastante dinero? – adiviné.
-Ahí, puedo ganar en un juego, lo que gano con cincuenta juegos aquí.

Por el rabillo del ojo, noté la mirada de Peter en mí. Pretendiendo no notarla, coloqué mi mano dentro del bolsillo de la parte de atrás y me acerqué a Benjamín.

-Necesitas 100 para el siguiente juego, ¿verdad? Aquí tienes….cincuenta – dije, contando el dinero que Peter me había dado. 

Benjamín miró entre el dinero y yo. 

-¿Es una broma?
-Si tú ganas, nos dividimos la ganancia.

Benjamín consideró el dinero con un dejo de lujuria que me agarró por sorpresa. Él necesitaba el dinero; no estaba aquí por entretenimiento. Apostar y jugar era su adicción. Cogió el dinero y trotó hacia el pequeño hombre. Lancé una mirada a Peter, para ver su reacción de lo que acababa de hacer, pero sus ojos estaban en el juego de póker, su expresión indescifrable. El hombre pequeño contó el dinero de Benjamín y cuando terminó, sonrió. Benjamín regresó, tizando su palo de billar.

-Tú sabes lo que dicen sobre la suerte. Tienes que besar mi palo.

Retrocedí. 

-No voy a besar tu palo de billar.

Benjamín cruzó sus brazos e hizo sonidos de gallina, demostrando que era cobarde. Miré hacia el final del pasillo, esperando confirmar que Peter no estuviera viendo la escena humillante, y fue ahí cuando vi a Paula acercarse a él, inclinándose hacia él, envolviendo sus brazos alrededor de su cuello. Mi corazón se detuvo. 

Benjamín estaba hablando, golpeando suavemente el palo contra mi frente, pero las palabras se habían ido. Peleé por regresar mi respiración y me enfoqué en la imagen borrosa en frente de mí. ¿Así que esto era a lo que él se refería cuando dijo que las cosas con Paula eran completamente sobre negocios? ¡Porque sin duda no se veía de esa forma! ¿Y qué estaba haciendo ella después de haber sido acuchillada en Bo? ¿Se sentía segura porque estaba con Peter? Por un segundo, me vino un segundo pensamiento, me preguntaba si él estaba haciendo esto para ponerme celosa.

Pero si fuera el caso, él tendría que haber sabido que yo iba a estar esta noche aquí. Lo cuál era imposible, a menos que me haya estado espiando. Enterré mis uñas en las palmas de mis manos, intentando enfocarme en el dolor y no en el sentimiento humillante que estaba creciendo dentro de mí. Me quedé así, inerte y sosteniendo las lágrimas, antes de que mi atención fuera llevada hacia la puerta, hacia el corredor. Un hombre con una camiseta roja se inclinó contra el marco de la puerta.

Algo andaba mal con un pedazo de piel en la base de su cuello, casi se veía deforme. Antes de que pueda tomar una mirada más de cerca, estuve paralizada por un deja-vu. Algo sobre él era familiar, aunque sabía que nunca lo había conocido. Sentía la urgencia de correr, pero al mismo tiempo estaba abrumada por la necesidad de complacerlo. 

-Vamos – dijo Benjamín, moviendo el palo de billar sobre la línea de mi visión – Hazlo, Lali. Sólo un besito, para la buena suerte.

Deslizó el palo debajo de del dobladillo de la blusa y lo alzó. Golpeé el palo.

-¡Basta ya!

Vi movimiento del hombre de la camiseta roja. Sucedió tan rápido que tomó dos latidos de mi corazón darme cuenta lo que estaba por suceder. Movió su brazo y lanzó la bola blanca a través de la habitación. Un instante después, el espejo colgante en la pared tembló, pedazos de vidrio cayendo al suelo. La habitación quedó en silencio, excepto por la música clásica sonando.

-Tú – dijo el hombre de la camiseta roja mientras apuntaba una pistola al hombre pequeño – Dame el dinero. Mantén tus manos donde pueda verlas.

Además de mí, Benjamín se empujó hacia el centro de la multitud.

-No hay forma, hombre. Ese es nuestro dinero.

Unos pocos gritos de acuerdo se alzaron en la habitación. El chico de la camiseta roja mantuvo su pistola en el hombre pequeño, pero sus ojos miraron de reojo a Benjamín. Él sonrió, enseñando los dientes.

-Ya no.
-Si tomas ese dinero, te mataré – dijo Benjamín, con un tono de voz furioso.

Me mantuve en mi sitio, casi respirando, aterrada de lo que pudiese pasar después.

-¿Y eso? – preguntó el hombre con la pistola, sonriendo.
-Hazte un favor y baja la pistola – dijo Benjamín.
-No – dijo, apuntando ahora a Benjamín – Colócate en la mesa.
-Piérdete.
-¡Colócate en la mesa!

El chico de la camiseta roja estaba cargando la pistola, apuntando hacia el pecho de Benjamín. Lentamente, Benjamín alzó sus manos y retrocedió hacia la mesa.

-No te irás vivo. Eres uno contra treinta – dijo Benjamín.

El hombre de la camiseta se acercó a Benjamín, se colocó directamente en frente de él, su dedo en el gatillo. 

-Estás cometiendo un gran error – dijo Benjamín, su voz con un poco de pánico.

Me preguntaba por qué nadie ayudaba. Como Benjamín había dicho, éramos treinta contra uno. Pero había algo vicioso y aterrador sobre este hombre. Algo de otro mundo. Me preguntaba también si la sensación intranquila dentro de mí significaba que era un ángel caído. O un Nephil.

De pronto, entre todas las personas de la multitud, me encontré mirando a Paula. Ella estaba con fascinación en su rostro. Sabía, entonces, que no tenía ni idea de lo que estaba por suceder. Ella no se daba cuenta que Benjamín era un Nephil y tenía más fuerza en una de sus manos que cualquier humano tuviese en todo su cuerpo. Ella no había visto a Chauncey, el primer Nephil que conocí. ¿Y el chico de la camiseta roja? Sea Nephil o ángel caído era igualmente de poderoso. Ella debió aprender su lección en Los Juegos de Bo y debió quedarse en casa. Y yo también.

El chico de la camiseta roja empujó a Benjamín con la pistola y él retrocedió en la mesa. Ante la sorpresa o el miedo, Benjamín movió a tientas su palo de billar y el chico de la camiseta lo arrojó. Sin detenerse, se alzó en la mesa y sostuvo el palo hacia el rostro de Benjamín. Perforó el palo en le mesa, a unos centímetros de la oreja de Benjamín. El palo de billar se enterró con tal fuerza, que perforó toda la mesa. 

Sostuve un grito.

-Estás loco, hombre – dijo Benjamín, tragando fuerte.

De pronto, un taburete voló por el aire, golpeando al hombre de la camiseta. Él cogió balance pero tuvo que agarrarse de la mesa para mantenerse en pie.

-¡Cójanlo! – alguien gritó entre la multitud.

Algo como una guerra empezó, y más personas empezaron a coger objetos del bar. Yo me agache, intentando pasar entre la multitud. Un hombre había sacado su pistola y empezaba a lanzar tiros al aire. Asustada y aterrada, en medio de los gritos, empecé a correr hacia la puerta trasera. Acababa de deslizarme a través de la salida cuando alguien me sostuvo por mis jeans y me arrastró. Peter.

-Toma la camioneta – ordenó, colocando las llaves en mi mano – ¿Qué estás esperando? - continuó cuando no reaccioné. 

Mis ojos se llenaron de lágrimas, pero las aparté, enojada.

-¡Deja de actuar como si fuera un gran inconveniente! ¡Nunca pedí por tu ayuda!
-Te dije que no vinieras esta noche. No serías un inconveniente si hubieses escuchado. Este no es tu mundo, es el mío. Estás tan metida en probar que puedes con esto, que vas a terminar haciendo algo estúpido y harás que te maten. El chico de la camiseta roja es un Nephil. La marca significa que está profundamente dentro de la sociedad de la sangre de la que te hablé más temprano. 
-¿Marca?
-Cerca de su cuello.

Un fuerte sonido pareció capturar mis oídos,  Peter me lanzó al suelo. Fragmentos de vidrio cayeron alrededor de nosotros. La ventana de la puerta trasera había sido rota.

-Sal de aquí – dijo Peter, empujándome en la dirección de la calle.
-¿A dónde estás yendo? – dije, volteándome.
-Paula sigue adentro. Iré con ella.

Mis pulmones parecieron cerrarse, sin aire entrando o saliendo.

-¿Y qué hay de mí? Eres mi ángel guardián.

Peter deslizó sus ojos en los míos.

-Ya no, Ángel.

Antes de que pueda decir algo al respecto, él se deslizó por la puerta, desvaneciéndose en el alboroto. 

5 comentarios:

  1. Odio a paula , a benjamín y que peter este tan estúpido!! Q esta buscando?' Lali también podría dejar su orgullo de lado no?? Más!

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  2. aaaaaaaai , peter que hijo de remilll, nananan ojala le pase algo a lali y se sienta culpable de por vida, esa paula diosss, no la puedo ver, shdaudhau que emocionante la nove, mas mas mas

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  3. naaaaaaaaaaa. peter no se puede enamorar de paula, como lo odios ehrfgvuirheghteruighirt otro .

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  4. es como muy bipolar esto, porque ahora en ves de odiar a peter lo amo, porque se que ama y le interesa lali. amo tu novela y estoy esperando el otro con ansias !
    cuando puedas pasame tu tw.
    @manutobalina

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    1. Es un lindo :)Gracias por leer y comentar.
      Mi twitter es: @Mais020291

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