lunes, 24 de diciembre de 2012

Ángeles Caídos #2: Capítulo 13 (Parte 1)

Benjamín vivía en un edificio con diez pisos y dos departamentos por cada piso. Desde afuera, se veía los grandes balcones y la cantidad de metros cuadrados que tenía cada departamento, suficientemente grande para la cantidad de personas que vivían en su casa.

Estacioné el auto justo afuera de su edificio.

-Gracias por traerme – dijo, deslizando su brazo en mi asiento.
-¿Puedes entrar solo?
-No quiero entrar – murmuró – Todo huele a orina de perro y el baño no está limpio. Quiero quedarme aquí, contigo.
-Tengo que irme a casa. Es tarde, y aún no he llamado a mi mamá. Ella se va a volver loca si no me reporto pronto – me estiré sobre él y le abrí la puerta.

Mientras lo hacía, enredó un cabello suelto en su dedo.

-Hermosa.

Decide el dedo de mi cabello.

-Esto no va a suceder. Estás borracho – sonrió.
-Sólo un poco.
-No vas a recordar esto mañana.
-Pensé que tuvimos un momento de unión en la playa.
-Lo hicimos. Y hasta ahí es lo máximo dónde podemos llegar. Hablo en serio, voy a botarte de este auto. Anda adentro.
-¿Y mi auto?
-Me iré con él a casa, te lo traigo de vuelta mañana por la tarde.

Benjamín exhaló y se relajó en su asiento.

-Quiero que entres y te diviertas. ¿Le dirás a todos que terminó la fiesta?

Rodé mis ojos.

-Acabas de invitar a sesenta personas aquí. No voy a ir y decirle que se canceló.

Benjamín abrió la puerta de pronto y vomitó. Qué asco. Salí del auto, hacia el lado de Benjamín y lo saqué del auto, recostándolo en mis brazos, tratando de evitar que el resto de vómito caiga en mi cuerpo. Él colocó su brazo en mi hombro y me ayudó a llevarlo.

-¿Cuál es tu departamento? – pregunté.
-901.

Lo llevé por el ascensor, abrí la puerta de su departamento, que ya estaba lleno de gente bailando, riendo y con la música demasiado alta.

-Mi habitación está en la parte de atrás – murmuró en mi oído.

Me empujé entre la multitud, abrí la puerta al final del pasillo y lancé a Benjamín en la cama. Había una pequeña mesa en la esquina, un colgador de ropa, una guitarra, y un par de pesas.

-Mi habitación – dijo y palmeó a su lado en el colchón – Ponte cómoda.
-Buenas noches, Benjamín.

Empecé a salir y cerrar la puerta, cuando volvió a hablar.

-¿Puedes traerme algo de beber? Agua. Tengo que sacar el horrible sabor de mi boca.

Estaba ansiosa por irme pero no podía dejar de sentir un poco de simpatía por Benjamín. Si me iba ahora, probablemente él se despertaría mañana con una piscina de su propio vómito. Tal vez también debería de limpiarlo y darle alguna pastilla. Así que fui a la cocina, luego de empujarme entre la multitud, a buscar un vaso con agua. Empecé a buscar en los gabinetes, hasta que encontré un vaso y el agua en la refrigeradora. Apenas la terminé de llenar y guardé las cosas, fue cuando lo vi. Mi corazón saltó cuando vi a Peter a unos pasos de mí, inclinado contra la pared. Estaba separado de la multitud, y su gorra escondía sus ojos, señalando que no estaba interesado en socializar.

Estaba inquieto y no dejaba de mirar su reloj. Viendo que no había forma de evadirlo y sintiendo que le debía civilización, y con la idea que ambos ¿somos maduros?, lamí mis labios y caminé hacia él.

-¿Te estás divirtiendo? – sonrió.
-Se me ocurre al menos una cosa que podría estar haciendo en lugar de estar aquí.

Me alcé sobre la encimera de la cocina, sentándome y dejando colgar mis pies.

-¿Te quedas toda la noche? – pregunté.
-Si me tengo que quedar, dispárame ahora.
-Lo siento, no tengo ningún arma – sonrió de nuevo.
-¿Eso es todo lo que te detiene?
-Dispararte no te mataría – apunté – Una de las desventajas de ser inmortal.

Asintió, una sonrisa fiera debajo de la sombra de su gorra.

-¿Pero qué harías si pudieses hacerlo?
-No te odio, Peter. Aún no.
-¿El odio no es lo suficientemente fuerte? – adivinó - ¿Algo más profundo?

Sonreí, pero no lo suficiente para mostrar los dientes. Ambos nos dimos cuenta que nada bueno saldría de esta conversación, especialmente aquí, y Peter nos rescató al inclinar su cabeza hacia la multitud.

-¿Y tú? ¿Te quedarás por mucho?

Me bajé de la encimera.

-No. Le estoy llevando agua a Benjamín, y lo limpiaré si puedo, luego me voy.

Peter me sostuvo del hombro.

-Me dispararías, ¿pero estás en tu camino a cuidar a Benjamín borracho?
-Él no me rompió el corazón.

Hubo un silencio antes de que Peter volviera a hablar.

-Vámonos.

La forma en que me miró, me dijo exactamente lo que quería. Quería que me escape con él, que desafíe a los arcángeles. No podía pensar en lo que ellos le harían sin sentir ningún remordimiento. Peter nunca me había dicho cómo sería el infierno, pero él lo sabía. Y el hecho de que no me lo estaba diciendo, hacía que me imaginase algo demasiado oscuro.

-Le prometí el vaso de agua a Benjamín.
-Estás gastando un montón de tiempo con un chico que llamo oscuro, y dado mi estándar, ese es un título difícil de ganar.
-¿Sólo los príncipes oscuros conocen a ese tipo de persona?
-Me gusta que tengas sentido del humor, pero hablo en serio. Ten cuidado – asentí.
-Aprecio tu preocupación, pero sé lo que estoy haciendo.

Lo pasé y me dirigí a través de la multitud. Tenía que alejarme, estaba muy cerca de él, sintiendo la pared de hielo tan gruesa e impenetrable. Sabiendo que ambos queríamos lo que no podíamos tener. Hice medio camino a través de la gente cuando alguien me sostuvo por la blusa. Me volteé, esperando ver a Peter listo para darme más de su opinión, o aún peor, con ganas de besarme, pero era Benjamín, sonriéndome. Quitó el cabello de mi rostro y se inclinó, sellando su boca contra la mía. Sabía a pasta dental y dientes recién lavados. Empecé a alejarme, luego pensé: ¿qué pasaba si Peter nos veía? No estaba haciendo algo que él no hubiese hecho. Yo tenía el mismo derecho de continuar con mi vida como él lo hizo. Él estaba usando a Paula para llenar el vacío de su corazón, y ahora era mi turno, con Benjamín.

Deslicé mis manos por el pecho de Benjamín y las coloqué detrás de su cuello. Él aprovechó y me abrazó con más fuerza, trazando sus manos por el contorno de mi espina dorsal. Así que esto era lo que sentía besar a alguien más. Mientras Peter era lento, con experiencia y tomaba su tiempo, Benjamín era juguetón y un poco rudo. Era completamente diferente y nuevo…y no del todo malo.

-Mi habitación – susurró Benjamín en mi odio, entrelazando sus dedos con los míos.

Me jaló por el pasillo. Miré alrededor, buscando a Peter. Nuestros ojos se encontraron. Su mano estaba rígida, en la parte de atrás de su cuello, como si estuviera perdido en un pensamiento profundo y se hubiese congelado al verme besándome con Benjamín. Esto es lo que se siente, pensé por él. Sólo que no me sentía del todo bien después de pensarlo. Me sentía triste y desilusionada. No era la clase de personas que hacía esos juegos o caía en trucos sucios para consolarse a sí misma. Pero aún había un dolor latiendo dentro de mí, y por ello, dejé que Benjamín me guíe por el pasillo.

Con su pie, abrió la puerta de su habitación. Apagó las luces y sombras suaves se situaron a nuestro alrededor. ¿Realmente iba a hacer esto sólo para confirmar un punto? ¿Esta era la forma de mostrarle a Peter la magnitud de mi enojo y dolor? ¿Qué decía eso de mí?

Benjamín me cogió de los hombros y me besó con más fuerza. Empecé a pensar en qué podía hacer. Decirle a Benjamín que me estaba sintiendo mal, podía decirle que había cambiado de idea. Simplemente podía decir que no…

Se quitó su camisa y la lanzó a un lado.

-Eh… -empecé.

Miré alrededor, en busca de un escape. Y cómo si alguien leyera mis pensamiento, la puerta de abrió y una sombra apareció en el pasillo, iluminado apenas por la luz. La sombra dio un paso hacia adentro y cerró la puerta. Mi mentón se aflojó.

Peter le lanzó su camisa a Benjamín, contra su cara.

-¿Qué diablos? – demandó él, quitando la camisa de su cara y colocándosela.
-Desaparece – le dijo Peter.
-¿Qué estás haciendo? No puedes venir aquí. Estoy ocupado. ¡Y esta es mi habitación!
-¿Estás loco? – le dije a Peter, enrojeciéndome.
-Tú no quieres estar aquí – dijo Peter, mirándome – No con él.
-¡No es de tu incumbencia!
-Déjame encargarme de esto – dijo Benjamín, colocándose en frente de mí.

Camino apenas dos centímetros antes de que Peter lo golpee con su puño en la mandíbula.

-¿Qué estás haciendo? – le grité a Peter - ¿Le rompiste su mandíbula?
-¡Auuu! – gimió Benjamín, tocándose la zona golpeada.
-No se la rompí, pero si coloca una mano en ti, será la primera de muchas cosas que le romperé.
-¡Fuera! – le grité a Peter, señalando la puerta.
-Voy a matarte – gruñó Benjamín.

Pero en lugar de irse, Peter se acercó a Benjamín en tres pasos. Lo cogió de la camisa y lo arrinconó contra la pared. Benjamín intentó soltarse, pero Peter lo golpeó contra la pared de nuevo.

-Tócala – dijo en el odio de Benjamín, su voz baja y amenazante – y será el peor remordimiento de tu vida.

Antes de irse, Peter me miró una vez más.

-Él no vale la pena – se detuvo – Y yo tampoco.

2 comentarios:

  1. aaaaaaaaaai que biennnn! vamos peter todavia! impone respeto arre jajaja, maaaaaaaaas

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  2. Wow!! no me gusta lo que hace lali, pero insisto sigo sin entender a peter!!! Más Me encanta!

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