Ángeles Caídos #2: Capítulo 6 (Parte 2)

Estacioné la camioneta en frente de mi casa. Mis piernas aún estaban temblando, y mi respiración temblaba un poco cuando exhalaba.

Estaba atenta al completo silencio alrededor. La camioneta siempre había sido un lugar de refugio; esta noche se sentía extraña y desolada, y muy grande para una sola persona. Bajé mi cabeza contra el timón y lloré. No pensé en Peter llevando a Paula en su auto, simplemente dejé que el aire caliente de los respiraderos corra sobre mi piel y respiré el aroma de Peter.

Me quedé así, doblada y sollozando, hasta que la aguja que marcaba el gas ya estaba casi por la mitad. Me sobé los ojos para secarlos y solté un gran suspiro. Estaba por apagar el auto cuando vi a Peter de pie en el porche. Por un momento pensé que él había venido a ver cómo estaba, lágrimas de alivio se acumularon en mis ojos. Pero yo estaba conduciendo su camioneta, así que seguramente la quería de vuelta. Después de la manera en que me había tratado esta noche, no podía creer que hubiese otra razón.

Caminó hacia dónde estaba el auto y abrió mi puerta.

-¿Estás bien?

Asentí rígidamente. Hubiese dicho sí, pero mi voz aún estaba escondida en lo profundo de mi estómago. Los ojos fríos del Nephil aún estaban en mis pensamientos, y no podía dejar de preguntarme qué le había sucedido cuando había dejado el bar. ¿Benjamín había logrado escapar? ¿Paula? Claro que ella lo había hecho. Peter se había asegurado de ello.

-¿Por qué el Nephil de la camiseta roja quería dinero? – pregunté, sentándome en el asiento del pasajero.

Después de unos segundos, él se sentó detrás del timón, cerrando el espacio entre los dos, dentro de la camioneta. Hace dos noches, el gesto hubiese sido lindo, hubiese sido íntimo. Ahora se sentía tenso e incómodo. 

-Estaba recaudando fondos para la sociedad de sangre de los Nephils. Desearía tener una idea mejor de lo que están planeando. Si necesitan dinero, es para comprar recursos. O eso, o comprar ángeles caídos. Pero cómo, quién, y por qué, no lo sé – sacudió su cabeza – Necesito a un infiltrado. Por primera vez, ser un ángel me coloca en desventaja. Ellos no van a dejar que me acerque ni una milla. 

-Tú dijiste que Benjamín y el Nephil de la camiseta roja pertenecen a la sociedad de la sangre, pero ellos parecían no conocerse. ¿Estás seguro que Benjamín está involucrado?

-Lo está.

-¿Entonces, cómo es que no se conocen?

-Mi mejor adivinanza, es que, quién sea que esté haciendo funcionar la sociedad, está separando a los miembros individuales para mantenerlos en la oscuridad. Sin la solidaridad, las oportunidades de un ataque son bajas. Además, si no saben lo fuertes que son, los Nephil no pueden andar hablando sobre ello al enemigo. Los ángeles caídos no pueden obtener información de los miembros de la sociedad si ellos no saben nada.

A estas alturas, no estaba segura de qué lado estaba yo. Parte de mí aborrecía la idea de los ángeles caídos poseyendo los cuerpos de los Nephil en cada Cheshvan. Una parte menos noble de mí, estaba contenta que fueran objetivos de los Nephil y no de los humanos. Al menos no yo o alguien a quién amaba.

-¿Y Paula? – dije, intentando mantener mi voz neutral.

-A ella le gusta el póker – dijo Peter, al tiempo que colocaba la camioneta en reversa – Debería irme. ¿Estarás bien esta noche? ¿Tú mamá está en casa?

-Paula tenía sus brazos alrededor de ti.

-La sensación de espacio personal de Paula es nula.

-¿Así que eres un experto en ella ahora?

Sus ojos se oscurecieron, y supe que no debí hacer esa pregunta, pero no me importaba. 

-¿Qué está sucediendo entre ustedes dos? Lo que vi no parecía ser negocios.

-Estaba en mitad de un juego y ella vino detrás de mí. No es la primera vez que una chica hace eso, y probablemente no sea la última.

-Podrías haberla apartado.

-Ella tenía los brazos alrededor de mí un momento, al siguiente momento, el Nephil lanzó la bola. No estaba pensando en Paula. Corrí para chequear el perímetro en caso él no estuviese solo.

-Volviste por ella.

-No iba a dejarla ahí.

Me quedé en mi asiento, el nudo en mi estómago tan estrecho que dolía. ¿Qué se supone que debía de pensar? ¿Él había regresado por Paula por pura cortesía? ¿Un sentido de deber? ¿O algo completamente diferente, y mucho más preocupante?

-La otra noche soñé con el papá de Paula – ni siquiera sé porqué lo dije, pero ya lo había soltado.

-¿Soñaste con el papá de Paula? – la voz de Peter era calma, pero algo en su mirada me hizo pensar que estaba sorprendido, incluso desconcertado.

-Creo que era en Inglaterra. Hace mucho tiempo. El papá de Paula estaba siendo cazado en el bosque y no pudo escapar, porque su capa se quedó atrapada en los árboles. Se mantuvo diciendo que un ángel caído estaba intentando poseerlo.

Peter midió esto por un momento. Una vez más, su silencio me dijo que algo lo había interesado. Pero no podía descifrar qué. Miró su reloj.

-¿Necesitas que te acompañe hasta la puerta?

Alcé la mirada hacia la oscuridad, las ventanas vacías de la casa. No podía decir qué era peor, entrar a la casa sola, o sentarme aquí afuera con Peter, asustada de que pueda seguir…hacia Paula.

-Estoy dudando porque no quiero mojarme. Además, obviamente tienes que irte a otro lado – abrí la puerta – Eso y que nuestra relación se ha terminado. No me debes ningún favor.

Nos miramos. 

Lo había dicho para que le duela, pero yo era la que tenía el nudo en la garganta. Antes de que pueda decir algo que sea más profundo, corrí hacia el porche, sosteniendo mis brazos sobre mi cabeza, para evitar que la lluvia empape mi cabello. Adentro, me incliné contra la puerta y escuché a Peter conducir el auto. Mi visión se llenó de lágrimas y cerré mis ojos. Deseaba que Peter regresara, lo quería aquí. Quería que me empuje contra él y me bese, apartando la fría sensación que me estaba abrumando. Pero el sonido de sus pasos nunca se escuchó.