Peter estaba detrás de mí, sus manos en mis caderas, su cuerpo relajado. El color de su cabello hacía que la medianoche perdiera sentido. Su sonrisa era sexy y advertía problemas, pero decidí que no todos los problemas eran malos. Por encima de nosotros, se extendían los fuegos artificiales, mientras la multitud se deleitaba. Era el mes de junio y todo el pueblo estaba celebrando el comienzo del sol, arena y turistas con bolsillos llenos. Yo estaba celebrando lo mismo pero agregando una cantidad de tiempo exclusivo para Peter. Me inscribí en un curso de verano en el colegio, química, y tenía toda la intención de dejar que Peter monopolizara el resto de mi tiempo libre.
-Voy a buscar una hamburguesa de queso – le dije a Peter - ¿Quieres algo?
-Nada de lo que está en el menú – sonreí.
-¿Por qué? ¿Peter, estás coqueteando conmigo?
Besó mi cabeza.
-Todavía no. Yo iré por tu hamburguesa de queso. Disfruta del resto de los fuegos artificiales.
Lo cogí de su correa para detenerlo.
-Gracias, pero yo voy por él. No puedo soportar la culpa – frunció el ceño, interrogativo -¿Cuándo fue la última vez que la chica en el puesto de hamburguesas te dejó pagar por comida? – agregué.
-Hace mucho.
-Nunca ha pasado. Quédate aquí. Si te ve, pasaré el resto de la noche sintiéndome culpable.
Peter abrió su billetera y me dio un billete.
-Déjale buena propina – alcé las cejas.
-¿Estás tratando de redimirte por todas las veces que no pagaste?
-La última vez que pagué, ella me persiguió y empujó el dinero en mi bolsillo.
Sonaba inventando, pero conociendo a Peter, probablemente era verdad. Me acerqué al puesto de hamburguesas y me coloqué detrás de la larga cola. Después de unos minutos de espera, apareció Paula Recca, de pie a dos puestos detrás de mí, mi antagónica de toda la vida.
-Ey – dije, atrapando su mirada sin querer.
-Ey – dijo - ¿Podríamos movernos un poquito más rápido? – gritó, luego de un silencio – Algunos estamos muriendo de hambre.
-Sólo hay una persona trabajando en el mostrador – dije.
-Entonces deberían de contratar a más personas. Oferta y Demanda.
Finalmente, diez minutos después, llegó mi turno.
-Una hamburguesa de queso y una coca cola – le dije a la chica del puesto.
Mientras iba a la parrilla para hacer la orden, me concentré en Paula.
-¿Con quién estás aquí? – no me importaba realmente, sólo quería ser cortés y curiosa.
-Sin ofender, pero no estoy de ánimo para conversar. He estado en esta fila por lo que ha parecido cinco horas, esperando a una chica completamente incompetente que no puede cocinar más de una hamburguesa a la vez.
-¿A tu papá no le molesta que estés pasando un rato por aquí? – le pregunté, sabiendo que ella venía de familia rica y no solía concurrir estos lugares – Podrías arruinar la reputación de tu familia.
-Me sorprende que a tu papá no le importe que estés aquí – dijo, fríamente – Oh, espera. Está muerto.
Un nudo de ira se formó en mi garganta.
-¿Qué? – dijo ella, encogiéndose de hombros – Está muerto. ¿Quieres que mienta sobre ello?
-¿Qué te he hecho?
-Naciste.
Su completa falta de sensibilidad me sacudió por completo, así que no tuve respuesta a su insulto. Cogí mi hamburguesa de queso y coca cola del mostrador, furiosa, dejando el billete en su lugar. Tomando un momento a sola para recobrarme, encontré un banco cerca y me senté lo más elegante que pude, sin querer darle la satisfacción a Paula de haber arruinado mi noche. Tomé un mordisco de mi hamburguesa, pero tuvo un mal sabor. Sólo podía pensar en mi padre muerto. Boté la hamburguesa a la basura y seguí caminando, sintiendo las lágrimas deslizarse por la parte de atrás de mi garganta.
ay pobre lali
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