domingo, 9 de diciembre de 2012

Ángeles Caídos #2: Capítulo 3

Me bajé de la cama, mirando al vacío. Traté de darle sentido a lo que había sucedido pero mis pensamientos eran un desastre. ¿Realmente habíamos terminado? ¿Qué había hecho? Nada permanente, definitivamente sólo duraría un tiempo pequeño. Mañana nos veríamos de nuevo y todo regresaría a la normalidad. Sólo había sido una pelea, una estúpida pelea. Mañana nos daríamos cuenta de lo insignificante que había sido y nos disculparíamos.

¿Pero qué hay con los arcángeles? ¿Cómo podía tener Peter una relación normal cuando ellos constantemente nos miraban? Ellos podrían estar mirándonos ahora, buscando cualquier excusa para mandar a Peter al infierno, lejos de mí para siempre. Cerré los ojos, sintiendo una lágrima bajar por mi nariz. Quise desesperadamente llamar a Peter pero no sabía si eso lo pondría en riesgo. ¿Los arcángeles podían escuchar conversaciones telefónicas?

El timbre me sacó de mis pensamientos. Seguramente era Benjamín y su mamá; y mi mamá aún estaba en el supermercado…y definitivamente no tenía ganas de conversar con nadie. Pero tampoco podía dejarlos afuera. Sin mucho ánimo, caminé hasta la puerta y quité el seguro. El chico que apareció ante mí era alto y musculoso; un aro de plata se encontraba en su oreja derecha y sus jeans los tenía ajustados. Llevaba puestos unos lentes de sol de una marca cara y una camisa azul de rayas. 

-Tú debes ser Lali – dijo, sonriendo.
-Tú debes ser Benjamín.

Entró a la casa y se quitó los lentes, mostrando sus ojos celestes. 

-¿Dónde está tu mamá?
-En camino a casa con la cena.
-¿Qué cenaremos?

No me gustó su repentina pregunta y mucho menos su confianza. Mientras pensaba en lo que mamá había dicho que cenaríamos, Benjamín se dirigió a la cocina, abriendo el refrigerador.

-¿Tienes cerveza?
-¿Qué? No.

La puerta de la casa se había quedado abierta así que escuchamos voces. Mi mamá entró, cargando dos bolsas con comida. Una mujer robusta con un mal corte de cabello y un maquillaje rosa cargado, la siguió.

-Lali, ella es Lucía de Amadeo – dijo mamá – Lucía, ella es Lali.
-¡Dios mío! – dijo Lucía – Es igual a ti. ¡Mira esas piernas! Tan sexys.
-Se que es un mal momento, pero no me siento muy bien, así que iré a recostarme – dije.

Mamá me lanzó una mirada de odio. 

-Benjamín ha crecido mucho, ¿verdad Lali? – dijo mamá.
-Muy observadora.
-Lali y yo estábamos un poco nostálgicas esta mañana, recordando todas las cosas que ustedes dos solían hacer – agregó mamá, mientras colocaba las bolsas en la cocina – Lali me dijo que solías tratar de hacerla comer animalitos.
-Él solía freírlos vivos – dije – Y, me obligaba a comerlos. Se sentaba sobre mí y apretaba mi nariz hasta que necesitara aire y tenía que abrir la boca, aprovechando de lanzar el animal adentro.
-Benja siempre fue muy persuasivo – dijo Lucía – Él puede lograr que las personas hagan cosas que nunca soñarían hacer. Es hábil para eso. 
-Bueno – interrumpió Benjamín - ¿Qué hay para cenar?
-Lasaña, pan al ajo y áspic  - dijo mamá, sonriendo – Lali hizo el áspic.
-¿Lo hice?
-Tú compraste las cajas de gelatina – me recordó mamá.
-Eso no cuenta.
-Lali hizo el áspic – insistió mamá – Pienso que todo está listo. ¿Por qué no comemos?

Foto: Áspic

Asentimos y nos sentamos a la mesa. 

-Cuéntanos Lali – dijo Lucía, al tiempo que le servía un pedazo de lasaña a su hijo - ¿Cómo es tu colegio? Benja peleó de nuevo en Portland. Su equipo ganó las estatales los últimos tres años. ¿Ahí tienen un buen equipo de lucha?
-No sé nada acerca de luchas – dije – pero el equipo de básquet fue a las estatales una vez.
-¿Una vez?
-Hay una foto del equipo cruzando la oficina principal del colegio – dije – por la apariencia de la foto, fue hace como sesenta años.
-¿Sesenta años? – dijo Lucía, ampliando sus ojos - ¿Hay algo malo con el colegio? ¿El entrenador? ¿El director de atletismo?
-No es importante – dijo Benja – me tomaré el año.
-Pero tú amas la lucha – dijo Lucía y Benjamín se encogió de hombros – Y además es tu último año.
-¿Y? – dijo Benjamín, revolviendo su comida.
-Que no entrarás a la universidad con las notas que tienes. Tú única esperanza en este juego es que una universidad comunitaria te acepte.
-Tengo otras cosas que quiero hacer.
-¿Qué? – las cejas de Lucía se alzaron - ¿Cómo repetir el último año?

Benjamín masticó dos veces más y después tragó con dificultad.

-¿Me pasas el áspic, por favor? – le pidió a mamá. 
-¿Qué pasó el último año? – preguntó mamá, mientras le pasaba el áspic a Benjamín.
-Tú sabes cómo es esto. Benja se metió en unos cuantos problemas, cosas usuales – rió, pero su tono era apagado.
-Mamá – dijo Benjamín, en un tono que sonó como advertencia.
-Tú sabes cómo son los chicos – continuó Lucía – ellos no piensan. Viven el momento. Alégrate de tener una hija. Oh, Dios. Ese pan al ajo me está mirando, ¿me pasas una rebanada?
-No debí decir nada – murmuró mamá, dándole el pan – No puedo expresar lo encantados que estamos de tenerlos de regreso aquí. 
-Nosotros estamos contentos de regresar, y en una pieza – dijo Lucía.

Miré a Benjamín y a su mamá, tratando de entender qué estaba pasando. Los problemas que había mencionado Lucía respecto a su hijo parecían salirse de lo normal…y también era rara la forma en que Benjamín medía cada palabra que decía su madre. 

-Benjamín, ¿robaste señales de tránsito para colgarlas en tu habitación?

Lucía rió. 

-Bueno – dijo mamá, con una sonrisa – me imagino que lo que haya sido quedó en el pasado. ¿Ya te registraste en las clases, Benja? Algunas de ellas se llenan rápido, especialmente las clases avanzadas.
-Clases avanzadas – dijo Benjamín – sin ofender, pero no aspiro tan alto como mamá – golpeó suavemente su hombro, para hacer el gesto amistoso – así que, si voy a la universidad no será por mis notas.
-Vamos, Benjamín. Me estás matando – dije, retomando el tema - ¿Qué hay de malo con tu pasado? No puede ser tan horrible como para que no lo compartas con viejas amistades.
-Lali – empezó mamá.
-¿Arrestos por manejar con alcohol o drogado? ¿Robar un auto?

Bajo la mesa, sentí el pie de mamá sobre el mío, advirtiéndome.

-¿El baño? – preguntó Benjamín, poniéndose de pie – Indigestión.
-Subiendo las escaleras – dijo mamá.
-Cuéntame – dijo Lucía, intentando disipar la conversación incómoda - ¿Lali tiene novio?
-No – dije al mismo tiempo que mamá – algo así.
-Eso es confuso – dijo Lucía.
-Su nombre es Peter – dijo mamá. 
-Qué raro nombre – murmuró Lucía.
-Al igual que su estilo de vida. Peter se mete en muchas peleas.
-¿Un pandillero?
-Peter no es un pandillero – dije, rodando los ojos.
-Eso es lo que tú crees – dijo Lucía – las pandillas son para los chicos de la ciudad, son cucarachas que salen sólo de noche – se quedó en silencio, mirando la silla vacía de Benjamín – Los tiempos están cambiando, cada vez hay más pandillas o al menos eso fue lo que dijo el papá de Benja. Él debe saber, siendo policía.
-¿Tu esposo es policía? – pregunté.
-Ex-esposo. Su trabajo pudre su alma.

Es suficiente. La voz se Benjamín se escuchó desde el vestíbulo, y di un salto. Estaba por preguntarme si él había ido al baño o si se había quedado fuera del comedor, espiando, cuando me di cuenta que él no había hablado fuerte. Estaba segura que había hablado en mis…pensamientos. No. No en mis pensamientos, en los de su madre. Y de alguna manera yo lo había podido escuchar.

-Lo que decía no era que su alma…. – continuó Lucía – no estoy tomándolo tan mal, es sólo como me siento.
-Dije que pararas de hablar – dijo Benjamín, con voz misteriosa y tranquila.

Mi madre giró, encontrando a Benjamín en el comedor. ¿Realmente había escuchado a Benjamín hablar en los pensamientos de su madre? Porque…Benjamín era humano, ¿verdad?

-¿Así es como le hablas a tu propia madre? – dijo Lucía, agitando su dedo hacia él.

Su hijo mantuvo su mirada fría sobre la de su madre, antes de dirigirse hacia la puerta y azotarla tras su espalda. Lucía limpió su boca con una servilleta.

-El lado desagradable del divorcio – dijo, dejando escapar un suspiro – Benja no es temperamental, seguramente está creciendo y experimentando nuevas cosas. En fin, éste es un tema desagradable e inapropiado para la cena. ¿Peter lucha, Lali? Apuesto a que Benja puede enseñarle unas cuantas cosas.
-Él juega billar – dije, un poco cansada. No tenía ganas de hablar de Peter.
-Los pandilleros también juegan billar, Lali – insistió Lucía – Mejor mantén un ojo sobre ese Peter, Lali. Podría haber una cara de él que mantiene oculta de ti. Una cara que mantiene en la oscuridad.
-No es un pandillero  repetí, tratando de sonar cortés.
-Ya veremos – dijo Lucía – Ya veremos.



2 comentarios:

  1. No me gusta nada esto!! Veo problemas!! más!

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  2. que onda con benja? quiero que subas mas seguido , no puedo vivir con intriga

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