martes, 11 de diciembre de 2012

Ángeles Caídos #2: Capítulo 5

Benjamín estaba de pie en la entrada con los brazos cruzados. 

-No me voy a ir hasta que me digas por qué está siguiéndome. Sé que soy un chico genial, pero esto parece una obsesión.

Estaba en el baño de chicas echándome agua a la cara, ignorando el hecho de que él no debería de estar aquí.

-También vas a decirme a quién estabas buscando en el baño de chicos.
-Pensé que había visto a mi padre. ¿Satisfecho?

Hice una bola con el papel y lo tiré a la basura. Me dirigí a la puerta, pero Benjamín la cerró y se apoyó en ella, bloqueándome.

-Una vez que encuentren al que hizo esto y lo envíen lejos de por vida, te sentirás mejor.
-Gracias por el peor consejo que he recibido en mi vida – dije, amarga.
-Créeme. Mi padre es policía, él vive por decirles a los familiares que encontró al asesino. Van a encontrar al que destrozó tu familia y va a pagar, ahí encontrarás la paz. Salgamos de aquí, me siento como un pervertido en el baño de chicas – se detuvo – se supone que eso te haría reír.
-No estoy de humor – dije, seca.

Se encogió de hombros, algo incómodo.

-Bueno, entonces salgamos esta noche. Jugaré billar, ¿quieres venir?
-Paso – no estaba de humor para jugar billar y menos cuando eso me recordaba a Peter.

Me encontré con Cande al terminar mi conversación con Benjamín. Paseamos por un par de tiendas y ella me regresó a casa. Había una fuerte tormenta y hacia bastante frío, por lo que primero que hice fue darme una ducha y colocarme mi piyama. Pensé en ver televisión pero cambié de idea cuando las luces empezaron a parpadear hasta quedarme completamente a oscuras. Era detestable que sucediese eso cuando estaba tan sola en casa. Llamé a Cande y ella me dio la idea de ir en busca de una vela; la mala noticia era que no recordaba dónde estaban los fósforos.

No es que estuviera tan oscuro que no podía ver, pero necesitaba iluminar el lugar tanto como sea posible, especialmente si estaba sola. Bajé las escaleras, hacia la cocina, seguramente ahí habían fósforos. 

Una sombra se movió en los campos detrás de la casa y giré la cabeza hacia la ventana de la cocina. La lluvia se derramaba por el vidrio, distorsionando el mundo exterior. Me acerqué para tener una mejor vista, lo que sea que había visto se había ido. Un animal, seguramente sería un animal.

El teléfono de la cocina sonó y lo agarré, ansiosa por escuchar una voz humana. Estaba rogando que fuera Cande para decir que mejor sería acompañarme en casa, en esta noche de tormenta.

-¿Aló? – esperé.
-¿Aló? – se escuchó entrecortado.
-¿Cande? ¿Mamá?

De reojo vi otra sombra esconderse a través del campo. Tomando una respiración profunda, recordé que no había forma que estuviera en peligro. Quizás Peter no era mi novio, pero seguía siendo mi ángel guardián. Si había un problema, él estaría aquí. ¿Verdad? Pero, él seguramente me odiaba. Seguramente estaba deseando no tener nada que ver conmigo; aún debía de estar furioso porque ni siquiera se había contactado conmigo. No había hecho nada para tratar de arreglar las cosas, ni un mensaje de texto o una llamada. Simplemente quería que me explicase que había estado haciendo hace dos noches en la casa de Paula. También quería que me explique por qué había corrido cuando le dije que lo amaba.

Eso alejó el susto que fue reemplazado por el enojo. Esta vez le haría caso a Cande y haría algo al respecto. Colgué el teléfono de la casa y llamé desde mi celular a Benjamín. Incluso si eran por las razones equivocadas, saldría con él. Quería que Peter sienta lo que yo sentía, si él creía que me iba a quedar sentada en la casa y llorar por él, estaba equivocado. Habíamos terminado y era libre de salir con otros chicos. Y, mientras lo hacía, iba a probar la habilidad de Peter para mantenerme a salvo. Quizás Benjamín era un Nephil, y si lo era significaba que tendría que mantenerme alejada; ahí intervendría Peter. 

-¿Ya te estás yendo a jugar billar? – le pregunté a Benjamín.
-¿Salir conmigo ya no es tan malo?
-Si vas a alardear sobre ello, entonces no voy.
-Tranquila Esposito – sentí su sonrisa – sólo estaba jugando contigo.
-Bueno, ¿entonces vas a recogerme?
-Voy por ti después de las ocho. 

Z era el lugar ideal para jugar billar, según Benjamín. Es una casa de un solo piso, con una ventana de cristal que ofrece una vista hacia adentro del billar y bar. Basura y hierbas decoran el exterior. Dos hombres, con cabello rapado, estaban fumando en la acera, justo en frente de la puerta principal. Tiraron sus cigarros al suelo y entraron. Justo en ese momento, Benjamín estacionó el auto. 

-Voy a caminar un par de cuadras a ver si encuentro un cajero automático – dijo, mientras apagaba el motor.
-¿Por qué este lugar me parece familiar? – pregunté, mirando el nombre.
-Hace un par de semanas un chico se desangró en una de las mesas. Fue una pelea en la barra, salió en todas las noticias. 
-Mejor voy contigo – dije, rápidamente.

Se bajó del auto y lo seguí.

-No – dijo – te empaparás, espera adentro, regreso en 10 minutos.

No tuve tiempo de decir nada, porque ya estaba corriendo bajo la lluvia, con las manos en sus bolsillos. Sin tener otra opción, ingresé. El aire de adentro era frío y plagado de humo y sudor. Me paseé por el pasillo central, entrando a una sala oscura y manteniendo mi respiración profunda, tratando de filtrar mi aire de sustancias cancerígenas. Cuando llegué al fondo del salón, dirigí mi vista hacia la puerta que daba al callejón trasero. Decidí que ese sería un buen lugar desde podía espiar a Benjamín, intentar descifrar si realmente se había ido a buscar un cajero automático. Así que, después de asegurarme que nadie me veía, abrí la puerta y asomé mi cabeza.

Unas manos agarraron el cuello de mi chaqueta, arrastrándome hacia afuera y colocándome contra la pared de afuera.

-¿Qué haces aquí? – era Peter, la lluvia chocando contra su espalda.
-Jugando billar – balbuceé, mi corazón acelerado por la sorpresa.
-Jugando billar – repitió, sonando incrédulo.
-Estoy aquí con un amigo. Benjamín Amadeo.

Su expresión se endureció.

-¿Tienes problema con eso? – dije – Terminamos, ¿recuerdas? Puedo salir con otros chicos si quiero.

Estaba enojada, con los arcángeles, con el destino, con las consecuencias. Estaba enojada por estar aquí con Benjamín y no con Peter. Enojada porque Peter no me abrazaba y me decía que quería dejar en el pasado todo lo que había sucedido hace veinticuatro horas. Todo lo que nos rodeaba se desvaneció, sólo estábamos él y yo.

Peter desvió su mirada y pude adivinar que estaba intentando tener paciencia.

-Benjamín es un Nephil, un purasangre, justo como lo era Chauncey o Jaime.

Parpadeé, era verdad entonces.

-Gracias por el dato, pero ya lo sospechaba.
-Deja de actuar como si fueras valiente. Él es un Nephil.
-No todos los Nephil son como Chauncey – dije, irritada – No todos los Nephil son malvados. Si le dieras a Benjamín una oportunidad, verías que…
-Benjamín no es cualquier Nephil – me interrumpió – él es miembro de la sociedad de sangre que ha estado tomando fuerza, la sociedad que quiere liberar a los Nephil de la esclavitud de los ángeles caídos en el Cheshvan; han estado reclutando miembros como locos para pelear contra los ángeles caídos, una guerra se aproxima, si la sociedad se vuelve lo suficientemente fuerte, los ángeles caídos se retirarán y comenzarán a usar a los humanos como juguetes.

Mordí mi labio y lo miré inquieta. Sin querer, comencé a recordar mi sueño. Cheshvan, Nephil, ángeles caídos, no podía escapar de eso.

-¿Por qué los ángeles caídos no poseen a los humanos? – pregunté - ¿Por qué usan Nephils?
-Los cuerpos humanos no son tan fuertes como los cuerpos Nephil. Una posesión de dos semanas los mataría. Miles de humanos morirían cada Cheshvan, además es más difícil poseer a un humano. 
-Es una triste historia, pero es difícil culpar a Benjamín o a cualquier Nephil por eso. Yo tampoco querría a un ángel caído posesionando mi cuerpo por dos semanas una vez al año. Esto no suena como un problema de Nephils, sino de ángeles caídos.
-Z no es un lugar para ti – dijo, con la mandíbula tensa – vuelve a casa.
-Acabo de llegar.
-Bo no es nada comparado con este lugar.
-Gracias por el dato, pero no estoy de humor para quedarme en casa sola sintiendo lástima por mí – Peter dobló su brazo y me miró fijamente, estudiando mi expresión.
-¿Te estás poniendo en peligro para volver conmigo? – adivinó – Por si no lo recuerdas, no fui yo quien terminó todo.
-No seas engreído, esto no es sobre ti – Peter buscó las llaves en sus bolsillos.
-Te llevaré a casa.
-No quiero que me lleves y no necesito tu ayuda – rió, sin dejo de humor.
-Te subirás a la camioneta, incluso si tengo que arrastrarte dentro, no te quedarás en este lugar. Es demasiado peligroso.
-No puedes darme órdenes – dije.
-Y, además – agregó, haciendo caso omiso a mi respuesta – también dejarás de ver a Benjamín.

¿Cómo se atrevía a sumir que yo era débil e inútil? ¿A controlarme y decirme a donde podía ir? ¿A decirme con quién salir? ¿A actuar como si yo no significara nada para él? Lo miré desafiante, sintiendo la ira crecer.  

-No me hagas ni un favor más. No te lo he pedido. Ya no te quiero como mi ángel guardián.

Peter se situó en frente de mí, una gota de lluvia cayó de su cabello, aterrizando en mi cuello. La sentí deslizarse por mi piel, desapareciendo en el cuello de mi blusa. Sus ojos siguieron la gota y empecé a temblar en mi interior. Quería decirle que lamentaba todo lo que dije, que no me importaba Paula o lo que los arcángeles pensaran. Que me importaba nosotros. Pero la cruda verdad era que nada que dijera o hiciera podría arreglar todo esto. No podía preocuparme por nosotros. No si quería permanecer cerca de Peter, si no quería que se hunda en el infierno. 

-Retráctate – dijo Peter, en voz baja.

No podía mirarlo, y no podía retractarme. Levanté mi barbilla y fijé mi vista en la lluvia. Maldito sea mi orgullo y el suyo también.

-Retráctate, Lali – repitió, con más fuerza.
-No puedo hacer lo correcto contigo en mi vida – dije, odiándome por permitir que tiemble mi barbilla – Esto será más fácil para todos si nosotros…quiero una ruptura limpia. He estado pensándolo – no, no lo había pensado para nada.

No quería decir esas palabras. Pero una pequeña, horrible y despreciable parte de mí quería lastimar a Peter tanto como él me había lastimado.

-Te quiero fuera de mi vida.

Después de un largo silencio, Peter se acercó más y metió algo dentro de mi bolsillo trasero del pantalón. 

-Efectivo – explicó – vas a necesitarlo.
-No quiero tu dinero – dije, sacándolo y colocándolo contra su pecho.

Él no lo quería y colocó su mano entre la mía, sosteniéndola contra su cuerpo.

-Tómalo. La mitad de los tipos de allá, tienen un arma. Si algo pasa, tira el dinero sobre la mesa y corre hacia la puerta, nadie va a seguirte cuando hay una pilar de dinero por coger. 

Lo quisiera o no como ángel guardián era irrelevante. El hecho era que nada de lo que dijera o hiciera le haría dejar su trabajo. Él tenía que mantenerme a salvo, el hecho de que estuviera aquí, en este momento, lo probaba. Soltó mi mano y giró la manija de la puerta, los músculos de su brazo se tensaron. La puerta se cerró detrás de él.

3 comentarios:

  1. No pq hace todo lo contrario a lo que quiere???? Más! Y ya odio y tengo una mal presentimiento de benjamín!

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  2. AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAW ME ENCANTOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO, AUSHDUYASHDYASUDA QUE TERNURITA PETER, LO AMOOOOOOOO

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  3. masssssss, ai dios esos tipos le van a hacer algoooooo , subi rapidoo :)

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