jueves, 31 de mayo de 2012

El Designio del Ángel: Veintitrés

Repelente para osos (parte uno)

A la mañana siguiente suena mi celular a una hora no “adecuada”. Gruño y lo busco a ciegas en la mesa de noche.

- ¿Qué? – contesto alegremente
- Bien. Estás levantada – Peter
- ¿Qué hora es?
- Las cinco
- Voy a matarte
- Estoy en camino – dice – llego en media hora. Pensé que si te llamaba te daría tiempo a cepillarte el pelo
- Como si me fuera a maquillar para ir de excursión contigo
- ¿Ves? Eso es lo que me gusta de ti, Zanahoria. Que no eres delicada

Cuelgo y me quedo tumbada contemplando el techo. Fuera está oscuro como boca de lobo. Caigo en la cuenta de que estaba soñando con él, aunque no recuerdo los detalles. Bostezo y hago un esfuerzo para levantarme y vestirme. Unos quince minutos después, Peter ha llegado. Le dejo una nota a mi madre diciendo que me voy a ver el amanecer con unos amigos.

Esta vez estoy nerviosa, pero Peter actúa como siempre, de un modo tan natural que me pregunto si no me habré imaginado toda la tensión de ayer entre nosotros. Me relajo con las bromas que siempre hacemos y su sonrisa es contagiosa.

- ¿Vas a decirme qué día es hoy? – le pregunto cuando estamos por la carretera
- ¿Eh?
- Dijiste que era un día especial
- Ah. En un momento lo sabrás

Llegamos al lago Jackson. Estaciona y salta de la camioneta; espero a que dé la vuelta y me abra la puerta.

- Tenemos que darnos prisa – dice, mirando su reloj – el sol saldrá en veintiséis minutos

Nos ponemos a caminar. Lo sigo mientras salimos del estacionamiento y nos adentramos en el bosque.

- ¿Qué cursos piensas llevar el año que viene? – me pregunta
- Los que tocan – respondo – Cálculo Matemático, Literatura, Francés, Física
- ¿Física?
- Bueno, mi padre es profesor de Física
- ¿En serio? ¿Dónde?
- En la Universidad de Nueva York – silba
- Eso está muy lejos. ¿Cuándo se separaron tus padres?
- ¿Por qué de pronto estás tan conversador? – le pregunto en un tono un poco arisco

Algo impide que me sienta cómoda cuando se trata de contarle mi vida. Como si supiera que una vez que empiece a hablar no podré parar. Se lo contaré todo: mamá es medio ángel, yo soy un cuarto de ángel, tengo visiones, poderes y un designio que cumplir, Thiago.

Se detiene, se da la vuelta y me mira.

- Tenemos que conversar por los osos – dice en voz baja, sobreactuando
- Los osos
- Tenemos que hacer un poco de ruido. No quiero encontrarme con un oso pardo
- No, supongo que no queremos eso – seguimos caminando - entonces, cuéntame eso que pasó con tu abuelo cuando tu familia perdió el rancho – digo, antes que vuelva al tema – Cande me dijo que ésa es la razón por la que odias a la gente de California. ¿Qué fue lo que pasó?
- Yo no odio a la gente de California – noto la tensión en su voz – que te quede claro
- Me alegro saberlo
- Es una larga historia – dice
- Lo siento. No quise…
- No pasa nada, Zanahoria. Algún día te la contaré, pero no ahora

Después de unos minutos de escalar, llegamos a un claro en la cima de una pequeña colina. El cielo está bañado de tonos grises y amarillos. A sus pies está el lago Jackson, tan cristalino que ofrece una réplica perfecta del cielo y las montañas. Peter mira su reloj.

- Sesenta segundos. Hemos llegado justo a tiempo

No puedo dejar de mirar las montañas, nunca he visto algo tan hermoso.

- Allá – Peter me hace girar la cabeza hacia la dirección opuesta, donde el sol está emergiendo

Estamos completamente solos, el sol está asomando sólo para nosotros. Una vez que se eleva sobre la cima de las montañas, Peter me coge suavemente de los hombros y vuelve a girarme hacia las montañas Teton, donde ahora se ven un millón de reflejos dorados sobre el lago.

- Oh – digo emocionada
- Te hace creer en Dios, ¿verdad?
- Sí

Nos quedamos durante un rato largo en completo silencio, contemplando cómo la luz del sol se extiende y baila con las montañas. Se levanta una brisa suave que sopla mis cabellos hacia un costado, donde golpean los hombros de Peter. Él se voltea hacia mí, traga saliva. Parece a punto de decirme algo realmente importante. El corazón se me atraganta.

- Creo que tú…. – se lanza

En ese preciso instante, los dos oímos un ruido. Nos damos la vuelta. Una osa acaba de salir al camino. Detrás de ella, dos cachorros salen tropezando.

- No corras – me advierte Peter y lo veo buscando algo en su mochila – no corras – vuelve a decirme Peter, en voz alta

La osa mira directo hacia él, mientras Peter rebusca algo en su mochila. Sus hombros se tensan mientras se prepara para abalanzarse.

- No – murmuro en angélico – no

La osa se detiene. Ahora me mira a mí, sus ojos marrones totalmente vacíos de sentimientos o comprensión. Se levanta sobre sus patas traseras y resopla con furia.

- No queremos hacerte daño – le digo en angélico

La osa emite un sonido que es mitad rugido, mitad ladrido. Me mantengo firme y la miro a los ojos.

- Vete de aquí – le ordeno

Siento un poder extraño que me invade; observo mi brazo extendido y veo un brillo débil que asciende debajo de mi piel. La osa vuelve a ponerse a cuatro patas, baja la cabeza y les gruñe a sus crías. En unos segundos, ya se ha ido. Me fallan las rodillas, pero los brazos de Peter me rodean. Durante un rato me abraza con fuerza, una mano apoyada en el hueco de la espalda, sosteniéndome, la otra en mi nuca. Me pega la cabeza a su pecho, su corazón retumba.

- Repelente para osos – me dice, cuando me he separado y noto algo en su mano
- Entonces, podías arreglártelas
- Estaba intentando leer las instrucciones – dice sonriendo a pesar de estar pálido – no sé si me habría dado tiempo
- Fue culpa nuestra. Por dejar de hablar
- Sí
- Tengo sed – digo

Vuelve a guardar el tubo en la mochila y saca una botella de agua, la abre y se arrodilla a mi lado. Sostiene la botella en mis labios, aún sigue tenso.

- Me advertiste sobre los osos – tartamudeo – tuvimos suerte
- Sí. Mucha suerte sí

En sus ojos hay una pregunta que no puedo responder. No hablamos de lo ocurrido, más bien, bajamos andando y regresamos en auto a Jackson a desayunar. A última hora de la mañana, vamos a su casa, cogemos su bote y pasamos la tarde pescando. Sin embargo, cuando estamos en la cocina de su casa, destripando un pescado que él pescó, él saca el tema de la osa.

- ¿Qué fue lo que hiciste hoy con la osa?
- Esto es un asco – me quejo, al cortarle la barriga al pescado, como él me ha enseñado

Se voltea y me mira con dureza, como siempre que intento hacerme la tonta. Decido probar con una mentira que parezca ridícula.

- Le canté
- Lo que hiciste fue hablarle
- Fue una especie de tarareo – digo – eso es todo
- No soy estúpido
- Lo sé. Pitt…

El cuchillo se me escapa. Siento que se me clava en la parte carnosa de la mano, desgarrando piel y músculo. Sale sangre. Peter me da un paño para que lo ponga en la mano y apriete fuerte mientras él va por utensilios médicos. El problema surge cuando empiezo a sentir un calor que se dirige a mi mano y cuando la abro, ya no tengo ningún corte. Se ha curado la herida. Cuando Peter regresa e insiste en que le enseñe el corte para curarlo, las cosas se ponen tensas.

- Estoy bien – digo
- Déjame ver
- Es sólo un rasguño. Estoy bien
- Es un corte profundo. Hay que cerrarlo

Sin nada más que hacer, le ofrezco mi mano. La observa lentamente, me doy cuenta que estoy conteniendo el aliento.

- Estaba seguro de que ibas a necesitar puntos
- Falsa alarma
- ¿Qué pasa contigo Mar?
- ¿De qué…de qué estás hablando? – tartamudeo
- No sé – empieza a decir – no sé de qué estoy hablando. Es sólo que … tú….

No dice nada más y se produce el más grande e incómodo de los silencios.

miércoles, 30 de mayo de 2012

El Designio del Ángel: Ventidós

De excursión con Peter (parte dos)

Mamá vuelve aquella noche, está bastante contenta de verme y me ha extrañado tanto que según ella he crecido y me veo mayor con mis diecisiete años. Me preguntó acerca de mi cumpleaños, con quién la había pasado; le dije la verdad, que Cande me había “regalado” a Peter, pero no le conté que había salido con él los otros días. Por algún motivo, he estado dudando si contarle lo de Peter, los saltos desde el árbol y todo el tiempo que he pasado con él, haciendo senderismo, recogiendo arándanos, navegando en bote por aguas rápidas, hablando coreano con la gente delante de él. Tal vez temo que me llame la atención sobre algo que yo ya sé de sobra: que Peter es una distracción.

A la mañana siguiente, bajo a escondidas las escaleras y me sirvo rápido un poco de cereal. Mamá me asusta al aparecer de golpe mientras me estoy sirviendo un vaso de zumo de naranja.

- Has madrugado – se fija en mi ropa campestre, botas, shorts, polo y mochila - ¿a dónde vas?
- A pescar – digo, atragantándome con el zumo

Levanta las cejas. No he ido a pesar nunca en mi vida.

- ¿Con quién?
- Con algunos chicos del colegio – no le estás mintiendo, pienso, Peter es un chico del colegio
- ¿Y, ese olor?
- Insecticida. Todos los chicos lo llevan – le explico – dicen que el mosquito es el ave de Wyoming por excelencia
- Ahora sí que te estás integrando
- Bueno, no es que antes no tuviera amigos – respondo, un poco arisca
- No digo eso. Pero me parece que hay algo nuevo. Algo está cambiando – se ríe y me sonrojo
- Bueno, ahora hablo más como los chicos del colegio; Stefano hace lo mismo
- Eso está bien. Integrarse
- Me tengo que ir, mamá – digo, cuando veo la camioneta de Peter

Le doy un abrazo y salgo. Subo a la camioneta antes que él pare. Grita sorprendido y frena.

- Vámonos – le lanzo una sonrisa inocente
- ¿Qué te pasa?
- Nada – frunce el ceño, siempre sabe cuándo miento - mi madre ha vuelto - confieso
- ¿Y, no quieres que te vea conmigo? – me pregunta ofendido
- No, tonto – le digo – me muero de ganas de aprender a pescar, eso es todo

Sigue sin creerme, pero deja el tema.

- Pescar es fácil – dice Peter al cabo de dos horas, después de haberme enseñado todos los elementos de la pesca – sólo tienes que pensar como un pez
- Claro. Pensar como un pez
- No te burles – me advierte – mira el río. ¿Qué ves?
- Agua. Piedras, ramas y barro
- Mira con atención. El río es en sí mismo un mundo de prisas y calmas, dónde se encuentra lo profundo y lo llano, lo luminoso y lo sombrío. Si lo miras así, como un paisaje habitado por el pez, te será más fácil pescar uno
- Te ha quedado precioso. ¿Eres un poeta? – se sonroja, lo que lo vuelve absolutamente atractivo
- Sólo observa – dice

Miro río arriba. Si que parece un pequeño paraíso: la luz solar, sombras, el río, vivo, torrencial.

- Vamos allá – levanto la caña de pescar – te lo juro, estoy pensando como un pez – pone los ojos en blanco
- Muy bien pececito – dice señalando el río – allá tienes un banco de arena donde te puedes colocar
- A ver si he entendido bien. ¿Quieres que me coloque en un banco de arena en medio del río?
- Sí – responde – tendrás un poco de frío, pero podrás con ello. No tengo botas de goma de tu talla
- Ése es otro de tus trucos para rescatarme, ¿verdad? – entrecierro los ojos – porque no creas que he olvidado cuando me hiciste saltar del árbol
- Nada que ver – dice, sonriendo
- Muy bien

Meto un pie en el río y doy un paso y otro hasta que me encojo a la altura de las rodillas. Me detengo al llegar al borde del banco de arena. Enderezo los hombros y sujeto bien la caña entre las manos como él me enseñó antes, luego tiro la línea y espero, mientras él entra al agua, viene hasta mí y engancha el señuelo.

- Mañana tengo el día libre – dice, al cabo de un rato, cuando sigo intentando pescar algo - ¿quieres quedar conmigo temprano y escalar para ver el amanecer desde el mejor lugar de Teton? Para mí es un día especial
- Claro – tengo que reconocer que en materia de distracción, Peter es el mejor – no puedo creer que el verano se esté pasando tan rápido. ¡Espera, creo que he visto un pez!
- Espera. Lo estás espantando

Se acerca a mí en el momento exacto en que lanzo la línea hacia atrás. El señuelo se engancha en su sombrero y se lo arranco de la cabeza. Intenta agarrarlo, pero se le escapa.

- ¡Ay! Lo siento

Recupero su sombrero y se lo devuelvo intentando no reírme. Me mira con su ceño fruncido, burlón y lo quita de la mano. Los dos nos empezamos a reír.

- Creo que he tenido suerte de que fuera mi sombrero y no mi oreja – dice – quédate quieta un ratito, por favor. Te voy a ayudar

Se mete en el río y da la vuelta para pararse detrás de mí. De pronto lo siento tan cerca que casi puedo olerlo. Sonrío, nerviosa. Se acerca y coge un mechón de mi cabello entre sus dedos.

- Tu pelo no es rojo natural, ¿verdad? – me pregunta y el aire se congela en mis pulmones
- ¿Qué quieres decir?
- Tus cejas. Son más bien doradas
- ¿Ahora te fijas en mis cejas?
- Me fijo en ti. ¿Por qué estás siempre tratando de ocultar lo bonita que eres?

Parece tener la mirada clavada en mí. Quiero contarle la verdad; es una locura, lo sé. Intento dar un paso atrás, pero resbalo y él me coge.

- ¡Ey! – dice, rodeándome por la cintura con ambos brazos - ¿has encontrado tus piernas? – me pregunta, su boca pegada a mi oreja

Se me pone la piel de gallina por todo el brazo. Me giro y noto que está sonriendo. Su pulso se intensifica en el cuello. Siento su cuerpo caliente contra mi espalda.

- Sí – consigo decir – estoy bien

Aquella noche, practico el volar con la mochila, peso que sustituye al de Thiago. Estiro mis brazos y mis alas. Cierro los ojos. Ligero, me digo, vuélvete ligera. Trato de imaginar el rostro de Thiago, pero no lo consigo. En cambio, consigo ver imágenes de Peter. Su boca manchada de rojo mientras estamos en cuclillas en la ladera de la montaña llenando tarinas de helado vacías con arándanos. Su risa ronca, sus manos sobre mi cintura en el río. Sus ojos grises, cálidos.

- Mierda – susurro

Abro los ojos, estoy flotando. Esto no está bien, se supone que es Thiago el que debería hacerme sentir así. El pensamiento me abruma y vuelvo a tierra, pero no puedo quitarme a Peter de la cabeza. ¿Qué le ves a un chico como Thiago Bedoya?, me preguntó la noche en que me trajo del baile de graduación. Lo que en realidad me estaba diciendo era: ¿Por qué no te fijas en mí? Conozco perfectamente ese sentimiento. 

El Designio del Ángel: Veintiuno

De excursión con Peter (parte uno)

El viaje a Yellowstone sólo se vio estropeado accidentalmente por mí, que le hablé en coreano a un turista que había perdido a su hijo de cinco años. Tuve que mentirle a Peter que tenía a una amiga coreana en California y que me iba bien con los idiomas. No esperaba volver a verlo después de eso, porque suponía que el regalo de cumple de Cande ya se había terminado. Sin embargo, el sábado se aparece de nuevo en mi casa y una hora más tarde me veo a bordo en un bote enorme con un grupo de turistas; todos con chalecos salvavidas naranjas. Peter y yo nos sonreímos mientras él intenta controlar el bote con los remos, salpicándonos agua por todos lados.

En la noche, me lleva a la fiesta de Bea y se queda a mi lado todo el tiempo, presentándome a gente que no conozco. Mientras Peter va a la cocina a buscarme una copa, Bea me coge del brazo.

- ¿Hace cuánto que tú y Peter están juntos? – me pregunta con una sonrisa maliciosa
- Sólo somos amigos – tartamudeo
- Ah – frunce el ceño – perdona, pensé que…
- ¿Qué pensaste? – pregunta Peter, apareciendo de pronto a mi lado con un vaso de plástico en cada mano
- Pensé que ustedes eran pareja – dice Bea
- Sólo somos amigos – confirma él
- ¿Qué es? – pregunto cuando me pasa uno de los vasos
- Ron con Coca-Cola. Espero que te guste

Nunca he bebido ron, ni tequila, ni vodka, ni whisky, ni nada, salvo una copita de vino en alguna ocasión especial. Bebo un sorbo.

- Está bueno. Gracias – digo
- Bonita fiesta Bea – dice Peter – no se te escapa nada
- Gracias – responde ella – me alegra que hayas venido. Y, tú también, Mar. Por fin te conozco
- Sí. Es bueno que a uno la conozcan – respondo

Peter y Thiago son tan diferentes, reflexiono mientras regresamos de la fiesta. Peter es popular en un sentido completamente distinto, no por ser adinerado, ni guapo (que definitivamente lo es). Thiago es popular porque, como siempre dice Cande, es una especie de Dios. Guapo, perfecto y un poco distante. Peter es popular porque tiene el don de hacer que la gente se relaje.

- ¿En qué estás pensando? – me pregunta
- Eres diferente de lo que yo creía

Mantiene la vista fija en la carretera, pero sonríe.

- ¿Qué creías que era?
- Un chico poco sofisticado y grosero
- ¡Qué directa! – dice riendo
- No hagas como que no sabías. Era lo que querías que pensara de ti

No responde.

- Tú también eres diferente de lo que yo creía que eras – dice
- Pensabas que era una chica mimada de California
- Sigo pensando que lo eres – le doy un puñetazo fuerte en el hombro - ¡ay! ¿Lo ves?
- ¿En qué sentido soy diferente? – pregunto

Intento cubrir mis nervios. Es sorprendente cuánto me importa ahora lo que él piense de mi. Miro por la ventana, con el brazo colgando hacia fuera mientras atravesamos el bosque rumbo a mi casa. Los grillos cantan. Una noche perfecta.

- Vamos, dime. ¿En qué sentido soy diferente?
- Es difícil de explicar – se frota la nuca – es mucho lo que ocultas bajo la superficie
- Mmmm…cuánto misterio – digo, intentando mantener la voz tranquila
- Bueno, sí. Eres como un iceberg
- Gracias. Creo que el problema es que tú siempre me subestimas

Llegamos a mi casa y tengo ganas de quedarme en el auto. No estoy preparada para dar por terminada la noche.

- Eso no es cierto – dice

Estaciona la camioneta y me mira con ojos tristes.

- No me sorprendería que pudieras volar hasta la luna – respiro hondo - ¿quieres venir a recoger arándanos conmigo mañana? – me pregunta

Foto: Arándanos

- ¿Arándanos?
- Los venden en la ciudad. Conozco un sitio dónde hay más de cien arbustos. Voy ahí un par de veces al año
- Está bien – digo, sorprendida de mí misma – iré

Baja de la camioneta y da la vuelta para abrirme la puerta. Me tiende la mano y me ayuda a bajar.

- Gracias – murmuro
- Buenas noches, Zanahoria
- Buenas noches, Pitt

martes, 29 de mayo de 2012

El Designio del Ángel: Veinte

Saltando del árbol (parte dos)

Al tiempo que Peter cae, da un grito en el aire. La cuerda vuelve y yo la cojo; miro hacia abajo y veo a Peter, moviéndose en el agua y saludándome con la mano mientras la corriente se lo lleva río abajo.

- ¡Vamos! ¡Te va a encantar! – grita desde abajo

Tomo aire, sujeto la cuerda entre mis manos con más fuerza y salto. La diferencia entre caer y volar es asombrosa. El agua está tan fría que suelto todo el aire de golpe. Salgo a la superficie tosiendo y por un instante no sé qué hacer. Trago agua, sabe a barro y hielo. Doy algunas brazadas discontinuas y luego empiezo a nadar en serio hacia la orilla, antes de ser arrastrada río abajo hasta desaparecer. No veo a Peter; el pánico llena mi cuerpo.

Un brazo me agarra por la cintura. Me volteo y casi choco mi cabeza con la de Peter. Me tiene bien agarrada y nada con fuerza hacia la orilla. En poco tiempo ya estamos jadeando en la ribera arenosa. Me tumbo de espaldas y veo pasar una nube.

- Bien – dice Peter – eres valiente

Lo miro, el cabello le gotea por la nunca. Vuelvo a mirarlo a los ojos, grises profundos. Quiero darle un puñetazo.

- Fue una idiotez. Los dos podríamos habernos ahogado
- Qué exagerada – dice – hoy el río está tranquilo. Ha estado peor

Me levanto y lanzo una mirada río arriba: veo el árbol que parece estar a medio kilómetro de distancia.

- Supongo que lo siguiente es regresar al árbol – digo y Peter se ríe de mi irritación
- Sí
- Descalzos
- Todo es arena, no pasa nada. ¿Tienes frío? – me pregunta

Puedo ver en sus ojos que si tuviera frío, él estaría feliz de abrazarme; pero, no tengo frío, no cuando ya brilla el sol y me he secado. Intento no pensar en el pecho desnudo de Peter, tan cerca, sudando de calor, ni en mí en este bikini diminuto y carne de gallina en mi barriga.

Lucho por ponerme de pie y empiezo a caminar por la orilla. Peter se levanta de un salto y camina a mi lado.

- Lo siento – dice – debería haberte avisado que el río venía rápido
- Sí – coincido, pero estoy harta de enfadarme con él, sobre todo después que bailó conmigo en el baile de graduación – no pasa nada
- ¿Quieres intentarlo de nuevo? – me pregunta, sonriendo – la segunda vez es mucho más fácil
- De verdad que estás intentando matarme. Estás loco
- En los veranos trabajo para una empresa donde tengo que meterme al río cinco días a la semana
- ¡Peter! – grita alguien desde más adelante - ¿Cómo está el río?

En el árbol hay por lo menos cuatro o cinco personas que nos ven regresar por la orilla. Peter los saluda con la mano.

- Está bien – grita Peter – tranquilo

Cuando llegamos al árbol otras dos personas han subido y han saltado al río. Ninguno parece tener problemas para alcanzar la orilla. Ver eso es lo que me lleva a subir de nuevo. Esta vez hago el esfuerzo de gritar al caer, como lo hizo Peter, y de dirigirme a la costa nada más tocar el agua. Al cuarto salto ya no tengo miedo y me siento invencible. Ahora entiendo cuál es la atracción de un lugar como este.

- Tú eres Mar, ¿verdad? – me pregunta una chica que espera subir al árbol. Asiento - soy Bea – es la chica que vi una vez con Peter en la cabaña de esquiadores – el sábado hay una fiesta en mi casa, por si quieres venir
- Ah, sí – digo sorprendida – iré encantada. Gracias

Le lanzo una sonrisa a Peter, que inclina la cabeza como si se tocara el ala de un sombrero. Por primera vez siento que quizá, podríamos ser amigos.

                                                                              ***

Esa noche Peter me lleva a cenar a Bubba´s, un restaurante de carnes. Me siento un poco nerviosa porque parece una cita de verdad. Pero, una vez que llega la comida, todo está tan delicioso que me relajo y como todo. Tengo miedo de lo que pueda pensar él de mí, ya tengo una respuesta planeada en caso me diga algo sarcástico acerca de la manera en que me devoré la comida.

- Prueba el pastel de crema de vainilla – dice, sin juzgarme – te lo traen con una rodaja de limón y cuando comes un trozo y luego muerdes el limón, sabe exactamente como pastel de limón
- ¿Y, por qué no pedir directamente pastel de limón?
- Confía en mí – dice y descubro que lo hago
- Está bien

Le pido al camarero el postre. Y, realmente está espectacular.

- Estoy llenísima – comento cuando termino – tendrás que llevarme a casa rodando

Hay un silencio.

- Gracias por este día – digo, finalmente, sin poder mirarlo a los ojos
- ¿Lo has pasado bien?
- Sí. Y, gracias por no hablar con los del restaurante para que vengan a cantarme a la mesa
- Cande dice que es algo que detestas. ¿Qué vas a hacer mañana?
- ¿Eh?
- Mañana tengo que ir fuera, y si quieres puedo llevarte a Yellowstone (1) y enseñarte el lugar
- Nunca he estado ahí
- Lo sé

Él es el regalo que nunca se agota. Yellowstone suena mucho mejor que pasar el día en casa viendo televisión, preocupándome por Stefano y tratando de aprender a volar con un peso. 
- Me encantaría conocer el Old Faithful – confieso
- Genial. Empezaremos por ahí

Foto: Old Faithful

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(1) Parque nacional cercano al estado de Wyoming, y se extiende hasta Montana e Idaho
(2) Tipo de fuente termal que erupciona periódicamente, expulsando una columna de agua caliente y vapor al aire

domingo, 27 de mayo de 2012

El Designio del Ángel: Diecinueve

Saltando del árbol (parte uno)

El 20 de Junio, cumplo diecisiete años. Para ese entonces, ya sé volar, bueno al menos sé lo básico…me costó bastante hacerlo, pero me dejé llevar, me olvidé de todo alrededor y me elevé como nunca antes. Pero, todavía me falta práctica, si voy a salvar a Thiago, debo ser capaz de volar cargando algo; debo de empezar a probar cargando mochilas pesadas.

Esa mañana me levanto y encuentro la casa vacía, mi madre se ha ido a California por trabajo; Stefano ha estado ausente toda la semana. Es la primera vez, que recuerde, que no habrá fiesta por mi cumpleaños, ni torta, ni regalos. Mi madre me regaló antes de irse, un vestido amarillo; eso fue todo.

Cerca del mediodía, tocan la puerta. Es Peter, no esperaba encontrarlo. Pero ahí está, con una caja de zapatos debajo del brazo.

- Hola - digo
- Hola – aprieta los labios para ocultar una sonrisa - ¿te acabas de levantar?

Me doy cuenta que llevo puesto un ridículo pijama de tela escocesa con la palabra “Princesa” bordada en el lado izquierdo del pecho. No es que me encanten estos pijamas, pero son abrigados y cómodos. Doy un paso atrás, plantándome debajo del marco de la puerta.

- ¿Puedo ayudarte en algo? – alarga el brazo con la caja
- Cande quería que te diera esto – dice – hoy

Recibo la caja de zapatos con desconfianza.

- ¿Seguro que no hay una serpiente? – sonríe
- Eso ya lo verás

Entro a la casa y Peter no se va. Lo miro ansiosa, está esperando algo.

- ¿Qué, quieres una propina? – le pregunto
- Claro
- No llevo nada. ¿Quieres pasar?
- No esperaba ese ofrecimiento – le hago un gesto para que entre
- Espera aquí – le digo

Dejo la caja sobre el mármol de la cocina y subo corriendo a mi habitación para cambiarme de ropa. Al bajar las escaleras, encuentro a Peter sentado en el sofá, con las botas encima de la mesita del café. Está mirando por la ventana del álamo del jardín, el árbol que se sacude frenéticamente.

- Bonito árbol – comenta – ábrela – dice después

Cojo la caja y levanto la tapa. Dentro, envueltas en un papel de seda blanco, hay un par de botas de excursionismo. Se nota que están usadas, pero están limpias y en buen estado.

- Hay una nota – dice Peter

Dentro de una de las botas hay una tarjeta con la caligrafía de Cande por las dos caras. Empiezo a leer.

Querida Mar, lamento mucho no poder estar contigo el día de tu cumpleaños. Mientras lees esto es probable que yo esté levantando excrementos secos de caballo con la pala o haciendo algo peor, ¡así que no te compadezcas! Las botas no son un regalo de cumpleaños. Son un préstamo, así que cuídalas. Tu regalo de cumpleaños es Peter. Ahora, antes de que pongas mala cara, presta atención. La última vez que hablamos parecías solitaria, como si no salieras mucho. No te permito que andes triste por tu casa cuando está rodeada del paisaje más precioso. Nadie en el mundo conoce tan bien esa zona del país como Peter. Probablemente es el mejor guía turístico que vayas a encontrar. Así que te aguantas, te pones las botas y dejas que te lleve a conocer la región durante algunos días. Probablemente sea el mejor regalo que puedo hacerte. ¡Un abrazote!

Te quiero,
Cande

Levanto la vista, Peter sigue mirando el árbol. No sé qué decir.

- También quería que te entonara una canción, como si fuera un mensajero cantarín – me mira por encima del hombro, insinuando una sonrisa – la mandé a freír papas
- Dice….
- Ya sé lo que dice

Suelta un suspiro, como si tuviera que ocuparse de algo desagradable, y se pone de pie. Me mira de arriba abajo, como si no acabara de creerme capaz para lo que tiene en mente, cualquiera que sea el plan.

- ¿Qué pasa? – le pregunto
- Lo que llevas está muy bien. Pero, tendrías que volver a subir y ponerte un traje
- ¿Un traje?
- Un traje de baño – me aclara
- ¿Vamos a nadar? – pregunto y lo miro fijamente

Peter no responde a mi pregunta de si vamos a nadar. Supongo que es parte de la experiencia. Vuelve a señalarme las escaleras. Sonrío y subo corriendo. Escojo el bikini menos humillante para esta ocasión, saco una toalla y bajo para encontrarme con Peter. Me dice que me ponga las botas.

Una vez equipada, me lleva hasta la camioneta y me abre la puerta para que suba antes de dar la vuelta y subir del otro lado. Avanzamos dando sacudidas por el camino de tierra que sale de mi casa, en completo silencio. Tengo calor con mi camisa de franela; es un auténtico día de verano, el cielo azul, completamente despejado.

- ¿Esta cosa tiene aire acondicionado? – la camisa ya se me está pegando a la espalda

Peter se estira sobre mí y baja la ventana.

- Eso lo podría haber hecho yo – digo y el sonríe con aquella sonrisa tranquila y relajada que me hace sentir cómoda
- Esa ventana tiene un truco – es todo lo que dice
- ¿A dónde vamos? – pregunto cuando entramos a la carretera
- A Hoback


Foto: Entrada a Hoback, Jackson Hole


He escuchado sobre el sitio. Está el Cañón de Hoback, el Paso de Hoback y la ciudad de Hoback Junction. Cuando llegamos, estacionamos en una valla de troncos azotada por la tormenta, con un cartel que dice “Propiedad Privada, se dispara a los intrusos”. Peter me mira y levanta las cejas, como si me estuviera tentando irresistiblemente. Pasa por una abertura que hay en la valla y me extiende la mano; se la cojo. Una vez que estamos al otro lado de la valla, la colina desciende hasta el río en un ángulo empinado. Peter me lleva de la mano y empieza a bajar por un camino serpenteante rumbo a un árbol enorme que se eleva justo a la orilla del agua.

Una vez abajo, Peter deja su toalla al pie del árbol y empieza a quitarse la ropa. Me doy la vuelta y lentamente me voy desabrochando mi camisa de franela. Es un bañador bonito, pienso para tranquilizarme. Respiro hondo y dejo mis hombros al descubierto, y una vez que me he quitado la camisa me apresuro a quitarme las botas y el pantalón. Me volteo hacia Peter, para mi alivio está contemplando el río. Su bañador negro y rojo le llega hasta las rodillas.

- ¿Y ahora qué? – le pregunto
- Ahora subiremos al árbol

Levanto la vista hacia las ramas, agitadas suavemente por el viento. Hay una serie de tablas clavadas en el tronco, a modo de escalera. En una de las ramas más grandes alguien ha atado una larga cuerda. Vamos a saltar al vacío desde esa cuerda, para caer en el río. Vuelvo a mirar el río, que parece endemoniado de tan turbulento.

- Creo que me quieres matar el día de mi cumpleaños – bromeo y Peter sonríe

La verdad es que los ángeles de sangre podemos ahogarnos. Necesitamos tanto del oxígeno como los humanos corrientes, aunque es probable que podamos contener la respiración por más tiempo.

- ¿Qué te parece si yo voy primero?

Sin decir nada más, empieza a trepar el árbol, apoyando manos y pies en los lugares correctos, como si ya lo hubiera hecho mil veces, lo cual me tranquiliza un poco. Cuando llega a las ramas más altas ya casi no puedo verlo. Luego dejo de verlo por completo, aunque de repente la soga se sacude.

- Sube – me grita – hay sitio para los dos

Comienzo a escalar el árbol con torpeza. En el intento consigo pelarme la rodilla y la palma de la mano, pero no me quejo. La mano de Peter aparece delante de mi cara y la agarro para que él me suba de un tirón a las ramas más altas. Desde arriba podemos ver un largo tramo del río.

- A este sitio lo llaman el solárium – dice
- ¿Te refieres a donde estamos ahora? ¿A la copa del árbol?
- Sí. Los chicos del colegio han venido aquí durante generaciones
- Por eso el cartel de propiedad privada – digo
- Creo que el dueño vive en California – añade Peter con ironía
- Genial para nosotros. No me dispararán el día de mi cumple
- Pues no – Peter coge la cuerda con más fuerza. Dobla las rodillas – sólo te darás un chapuzón – dice y salta del árbol

sábado, 26 de mayo de 2012

El Designio del Ángel: Dieciocho

Viajes


Thiago ha estado intentando comunicarse conmigo. Me ha llamado tanto al celular como al número de mi casa; pero, lo ignoro. Mi madre me intenta convencer que hable con él, pero no quiero saber nada. No quiero ser esa chica que deja que el chico la trate como una mierda y sigue a sus pies. Fui al baile de promoción con Thiago Bedoya. No tenía por qué ser mágico, ni romántico, pienso. Podría decir que fue parte de mi trabajo. Pero tampoco tenía por qué acabar la noche tirada en la camioneta de Peter.

Así qué decido que se ha acabado. De ahora en adelante, lo de Thiago será un asunto estrictamente laboral. Voy al bosque, lo rescato, lo llevo hacia dónde sea que él quiera ir, y se terminó. No tengo que ser su amiga ni intentar estar con él.

Aquel día, Ángela me llama para levantar mis ánimos. Me invita a su casa y me muestra otro de sus descubrimientos: ha aprendido a cambiar la forma y el color de sus alas, es increíble...dice que se consigue con la práctica y con el control de la mente. Cuando llego a casa, encuentro a Thiago sentado en los escalones de la entrada. En la mano sostiene una taza que sólo puede ser un té de frambuesa de mi madre. Se pone de pie de un salto.

- Perdóname - dice - fui un tonto, un estúpido, un idiota - suspiro

Tengo que admitir que está guapísimo ahí de pie, reconociendo lo estúpido que es. No es justo.

- ¿Cuánto tiempo llevas aquí? - le pregunto
- No mucho - responde - unas tres horas - alza la taza - recargando el té gratis han parecido sólo dos

Me niego a reírme e ingreso a la casa, donde mi madre inmediatamente se levanta del sofá y se dirige hacia su habitación sin decir nada.

- Entra - le pido y me sigue hasta la cocina - está bien. El trato es este - continúo - no volveremos a hablar del baile, nunca, nunca más

Sus ojos brillan de alivio, cojo su taza y la dejo en el fregadero.

- Empecemos de cero - le propongo
- Está bien
- Soy Mar - le tiendo la mano y sonríe
- Soy Thiago - murmura tomando y mano y estrechándola suavemente
- Encantada, Thiago - digo, como si él fuera un chico normal y no el que veo en mi visión
- Lo mismo digo

Salimos otra vez a la entrada de la casa. Hago más té y llevo una manta para él y otra para mí, y nos sentamos en los escalones a mirar el cielo.

- Las estrellas nunca brillaban tanto en California - dice

A la hora en que mi madre vuelve a salir de su habitación y amablemente nos informa de que ya es tarde y que mañana tenemos colegio, yo ya sé mucho más acerca de él. Sé que vive con su tío, que es dueño del Banco de Jackson. No mencionó a sus padres, y asumí que están muertos, desde hace mucho tiempo. Quiere mucho al ama de llaves, Marta, que ha estado con él desde que tenía diez años. Le encanta la comida mexicana, esquiar y tocar la guitarra.

- Ya hemos hablado mucho de mí - dice al cabo de un rato - hablemos de ti. ¿Por qué viniste aquí? - me pregunta
- Bueno.... - busco una respuesta - por mi madre. Ella quería irse de California, mudarse a otro sitio con menos gente, cambiar de aires. Pensó que sería bueno para nosotros.
- ¿Y lo fue? Me refiero a si ha sido bueno para ti
- En cierto modo sí. El colegio no ha sido fácil, tratar de hacer amigos y eso - me sonrojo - pero, me gusta...me siento integrada
- Sé lo que se siente - dice
- ¿Qué?
- Quiero decir que cuando me mudé aquí, lo pasé mal un tiempo. No encajaba
- ¿No tenías sólo cinco años?
- Sí, pero aún así. Éste es un lugar extraño para mudarse, por un montón de razones, sobre todo si vienes de California. Recuerdo la primera tormenta de nieve, pensé que el cielo se derrumbaba.

Río y me muevo un poco; nuestros hombros se tocan. Siento una descarga, incluso a través de nuestras ropas. Me aparto, pensando: Es trabajo, Mar, trabajo y nada más. 

- Pero ahora te sientes integrado, ¿verdad? – asiente 
- Sí, claro. No me quedan dudas de que éste es mi lugar 

Entonces me cuenta que está pensando irse a Nueva York en verano, por un programa de prácticas empresariales para estudiantes de colegio. Su tío quiere que saque un título en administración de empresas, y que algún día se haga cargo del banco. 

Las dos semanas restantes de colegio, pasan volando. Thiago me llama casi siempre y hablamos sobre cualquier tema. Se sienta a mi lado en clase y bromea todo el tiempo. Un par de veces hasta se sienta a comer en mi mesa, lo que vuelve completamente locas a las Invisibles. En una semana, todos se preguntan si hay algo entre nosotros y yo me pregunto lo mismo. Estoy confundida porque lo de Thiago de pronto se vuelve muy intenso. Justo cuando había decidido tomármelo como un asunto profesional, como un trabajo de ángel y nada más, él parece estar interesado en mí de un modo que me marea. Pero no me invita a salir, no me toca. 

- ¡Camioneta plateada acercándose! – grita Stefano desde arriba 
- ¿Tú quién eres, el de seguridad? – le respondo 
- Algo así 
- Hola forastero – saludo cuando salgo a la entrada de la casa. Thiago sonríe 
- Hola 
- Qué casualidad encontrarte aquí 
- Quería despedirme. Mañana me mandan a Nueva York 
- Genial, vas a la Gran Manzana en busca de aventura. Mi padre vive en Nueva York, pero fui una sólo una vez. Él no hacía más que trabajar, así que me pasé una semana en el sofá viendo televisión. 
- ¿Tu padre? Nunca me hablaste de él 
- Sí, bueno, no hay mucho que contar – se encoge de hombros 
- De mi padre tampoco 
- Esto es un asco – digo – hace sólo dos días que se ha acabado el colegio y todo el mundo se fuga. Tú, Cande, Ángela, hasta mi madre. La semana que viene se va a California por trabajo. Me siento como la única rata lo bastante tonta como para quedarse en este barco que se hunde 
- Lo siento. Te escribiré, ¿te parece? 
- Está bien 

Suena el celular de su bolsillo. Bufa y no contesta. Se acerca un paso hacia mí, acortando distancias. Es como en la visión, como si fuera a cogerme la mano. 

- Mar – dice – voy a extrañarte 

¿De verdad? , pienso. 

- ¡Bluebell acercándose! – grita Stefano desde la ventana de arriba 
- ¡Gracias! – respondo 
- ¿Quién es ese? ¿Tu hermano? - pregunta Thiago 
- Sí. Parece un perro guardián 
- ¿Quién es Bluebell? 
- Pues… 

La camioneta oxidada de Peter estaciona detrás de la de Thiago. Cande se baja y cuando ve a Thiago, disimula una sonrisa. 

- Hola Thiago – saluda 
- Hola 
- Quería verte – dice ella – Peter me está llevando al aeropuerto 
- ¿Ahora? Creí que te ibas mañana. Todavía no he envuelto tu regalo de despedida. Espera aquí – entro corriendo a la casa y regreso con el iPod que le compré – no se me ocurría qué te podía faltar 
- Mar – dice – esto es demasiado… 
- Ya he cargado algunas canciones que te gustarán 

Cande se queda mirando el iPod por unos segundos, y lo guarda. 

- Gracias 
- De nada 

Peter toca el claxon. Cande me mira como pidiendo disculpas. 

- No tengo tiempo, lo siento. Tengo que irme – nos abrazamos 
- Voy a extrañarte mucho – susurro 
- En la veterinaria hay una cabina. Te llamaré 
- Más te vale. Aquí me sentiré completamente abandonada 

Peter saca la cabeza por la ventana del auto. 

- Perdona, hermanita, pero tenemos que irnos ahora mismo. No puedes perder el vuelo 
- Sí, sí – Cande me abraza por última vez y regresa corriendo hacia la camioneta 
- Oye, Thiago – dice Peter - me estás bloqueando la salida – dice – podría girar pero no quiero malograr el césped 
- Está bien, no hay problema – Thiago me mira – yo también tengo que irme 
- Está bien, pero, ¿no quieres quedarte un rato más? – pregunto, intentando que no suene como un ruego 
- No, de verdad, tengo que irme 

Me abraza y durante los primeros segundos es embarazoso, pero enseguida la conocida fuerza magnética se impone y nuestros cuerpos se amoldan a la perfección. Apoyo la cabeza en su hombro y cierro los ojos. Peter acelera el motor, me aparto bruscamente. 

- Está bien, llámame 
- Regresaré la primera semana de agosto – me informa – y, entonces nos veremos más 
- Parece un buen plan 
- Adiós Mar – dice Thiago 

Le hace una seña a Peter y se sube a la camioneta. Saludo a los dos que dan la vuelta y desaparecen en el bosque.

jueves, 24 de mayo de 2012

El Designio del Ángel: Diecisiete

Cierra el pico y baila (parte tres)

- Ey, Zanahoria – dice una voz que conozco
- Ahora no, Peter. No puedo ocuparme de ti en este momento
- Baila conmigo
- No
- Vamos, das pena aquí de pie, mirando a tu pareja bailar con otra

Me volteo y lo fulmino con la mirada. Pero tengo que decir algo a su favor, está decente. La camisa blanca resalta su color de piel; con el traje, sus hombros parecen anchos y fornidos. Lleva el pelo corto y bien peinado. Sus ojos grises se iluminan bajo la luz.

- Está bien – acepto

Me ofrece la mano, la cojo y camino con él hasta el borde de la pista y enredo mis brazos en su cuello. No dice nada, solo mueve los pies y me mira a los ojos. Se me pasa la ira, Peter me está haciendo un favor, o al menos eso parece.

- ¿Dónde está tu pareja? – le pregunto
- Bueno, es una pregunta complicada. No sé a qué te refieres
- ¿Con quién viniste esta noche?
- Con ella – dice, señalando a la pelirroja que está junto a la mesa del ponche – y, con ella – añade, mirando hacia la mesa del DJ, hacia una morena – y, con ella – dice finalmente, señalando a una rubia que está bailando
- ¿Has venido con tres chicas?
- Ninguna de ellas tenía pareja, y supuse que era bastante hombre como para manejarme con las tres
- Eres increíble
- Y tú viniste con Thiago Bedoya – dice – tu sueño se hizo realidad

Más que un sueño, ahora parece una pesadilla. Lanzo una mirada a Thiago y Luna. Como era de esperarse, ella está llorando, aferrada a los hombros de Thiago. Él se acerca más a ella y le susurra algo. Ella rompe a llorar aún más fuerte.

- No me gustaría estar en su lugar por nada del mundo – dice Peter y lo asesino con la mirada – perdón, me callo – dice, reprimiendo una sonrisa

Terminamos de bailar, sin decir nada más.

- Gracias por bailar conmigo – dice
- Gracias por pedírmelo – respondo, sin dejar de mirar a Thiago, que estrecha a Luna en sus brazos antes de llevarla hacia una mesa

De pronto, Thiago se acerca a mí, parece preocupado.

- Lo siento – dice – no sabía que esto pasaría
- Lo sé – digo – Está bien. ¿Dónde está la pareja de Luna?
- Se ha ido
- Se ha ido – repito, sin poder creerlo
- Así que estaba pensando – dice, sonrojándose – que debería llevar a Luna a casa – lo miro fijamente, alucinada – volveré a buscarte enseguida – añade – he pensado en llevarla a ella y luego venir por ti
- Yo llevaré a Mar – dice Peter, que no se ha apartado de mí ni un segundo
- No, sólo tardaré un minuto – protesta Thiago
- El baile acabará en diez minutos – dice Peter - ¿Quieres que te espere en el estacionamiento?
- Ve y llévala a casa – digo – yo me iré con Peter
- ¿Estás segura?
- Sí. Tengo que estar en casa antes de medianoche, ¿recuerdas?
- Te debo una
- Está bien – me volteo hacia Peter - ¿podemos irnos?
- Lo que tú digas

Después de encontrarme con Cande y Ángela y despedirme de ellas, espero en la puerta a que Peter reúna a sus parejas. Viajamos en la camioneta oxidada de Peter, cuatro chicas vestidas de gala, aprisionadas. Primero deja a la rubia, después a la pelirroja. Luego a la morena. Cuando nos detenemos en la entrada, ya han pasado quince minutos de mi toque de queda. Abro la puerta, hago una pausa y lo miro.

- ¿Puedes…no mencionar el fiasco de esta noche a todo el mundo?
- Ya están todos enterados – responde Peter – si hay algo que define a nuestro colegio, es que todos se meten en la vida de todos – suspiro – no le des importancia
- Seguro que el lunes ya me habrán olvidado, ¿verdad?
- Segurísimo – no sé si está burlando de mí o no
- Gracias por traerme, Peter – sonríe
- Un placer
- Nos vemos – salgo de la camioneta, cierro la puerta con fuerza y me dirijo hacia la casa
- Ey, Zanahoria – me llama y me volteo
- ¿Sabes? Tú y yo podríamos llevarnos mejor si dejaras de llamarme así - digo
- Si te gusta
- No
- ¿Qué le ves a un chico como Thiago? – me pregunta
- No lo sé – respondo, cansada - ¿algo más? – sonríe y aparece un hoyuelo en su mejilla
- No
- Entonces, buenas noches
- Buenas noches – dice y la camioneta se pierde en la oscuridad

El Designio del Ángel: Dieciséis

Cierra el pico y baila (parte dos)

El baile se celebra en el museo de arte de Jackson. Al acercarnos a la puerta, las chicas recibimos delicados laureles de hojas plateadas y los chicos, unas bandas largas de tela blanca, a modo de toga. Después de hacernos una foto, empieza a sonar una canción lenta. Veo a Agustín que le propone bailar a Cande; con su vestido rosado parece una princesa. También veo a Peter bailando en una esquina con una pelirroja que no conozco. Me ve y está a punto de saludarme cuando ve a Thiago. Rápidamente nos mira a los dos, como preguntándose qué ha pasado desde el sábado cuando le dije que no tenía pareja.

- Vamos a bailar – dice Thiago

Con una felicidad repentina, lo sigo hasta la pista de baile, que está envuelta de rosas blancas. Toma mi mano, me hace girar y me coge en sus brazos, sujetando siempre mi mano con delicadeza. Siento una electricidad impresionante que recorre todo mi cuerpo.

- Así que sabes bailar – digo, mientras me conduce entre la gente
- Un poco – sonríe

Trato de no mirarlo a los ojos; a veces es difícil hacerlo.

- Así que tu tío te llevó de campamento. ¿Acampaste por aquí?
- Sí. En uno de esos lugares apartados
- Así que no fuiste en auto
- No, hicimos senderismo
- Te pregunto porque este verano me gustaría ir de campamento. También me gustaría hacer senderismo. Y dormir bajo las estrellas. Nunca hacemos eso en California.
- En ese caso te has mudado al sitio perfecto. Hay un montón de libros que hablan sobre lugares formidables para acampar por aquí

Durante los coros finales de la canción, bailamos pegados, luego ésta se termina y tomamos distancia entre nosotros, un poco incómodos.

- ¿Sabes lo que me provoca? – digo – ponche

Nos dirigimos hacia la mesa de las bebidas y servimos lo que deseamos. Luego, nos sentamos en una de las mesas. Veo a Ángela girando en pleno baile con un chico alto y rubio. El vestido rojo sangre que su madre cosió para ella le queda hermoso. De ahí en adelante, todo va perfecto. Thiago es el acompañante modelo: es encantador, atento, considerado. Sin duda estoy viviendo el gran momento de mi vida, hasta que llega Luna. Lleva un vestido de encaje que le ciñe los hombros y acentúa su cintura; su pelo está recogido y cae en una cascada de rizos sobre la nuca. Entra tomando a su pareja de la cintura, riendo con él.

Thiago me estrecha, nuestros cuerpos se unen. Mi cabeza encuentra el apoyo perfecto en su hombro. Cierro los ojos y aspiro su olor. Es entonces cuando vuelvo a tener la visión, con más intensidad que nunca. Estoy caminando por un camino de tierra del bosque. El auto de Thiago está estacionado al costado del camino. Huelo el humo y empiezo a adentrarme entre los árboles. No estoy preocupada porque sé exactamente dónde encontrarlo. Cuando lo veo, de espaldas a mí, me llena aquella tristeza de siempre.

- Thiago – lo llamo y voltea, mirándome con pena y alivio
- Eres tú – dice y empieza a caminar hacia mí
- Sí, soy yo – respondo – ya estoy aquí

Sostengo su mano y él levanta la otra para tocarme la mejilla. Por un momento nos quedamos así, como si el tiempo se hubiera detenido, como si el fuego no avanzara hacia nosotros. De pronto, nos abrazamos, estrechándonos con fuerza y el suelo desaparece bajo nuestros pies.

Estoy de nuevo en el baile, y me falta el aliento. Miro a Thiago, sus ojos verdes y grandes. Hemos dejado de bailar y estamos de pie en medio de la pista, mirándonos. Siento un mareo y me tambaleo, las rodillas se me aflojan; Thiago me sostiene con sus brazos.

- ¿Estás bien?
- Necesito tomar aire – me suelto y corro hacia la puerta que da al balcón

Me apoyo en la pared, cierro los ojos e intento apaciguar mi corazón. Estoy frustrada, nada de lo mío con Thiago va a funcionar. Mi función es salvarlo del fuego y que él haga lo que tenga que hacer con el mundo.

- ¿Mar? – abro los ojos y veo a Thiago, en frente de mí
- Estoy bien – digo y sonrío – es sólo que el ambiente está un poco cargado adentro
- Debería traerte algo para tomar
- Estoy bien
- Iré a buscar un poco de ponche – dice Thiago y sacudo la cabeza
- Ha sido una mala idea
- ¿El qué? – empiezo a sentirme estúpida
- Tú no quieres estar aquí conmigo – digo, mirándolo a los ojos – todo sigue girando en torno a Luna – se queda en silencio – creí que había una conexión entre nosotros pero…quería gustarte eso es todo, gustarte de verdad. Lo que tenías, lo que tienen tú y Luna, yo nunca lo he tenido – siento las lágrimas en mis ojos
- Lo siento – dice y me mira serio – me gustas, Mar
- Ni siquiera sabes quién soy – digo
- Me gustaría saberlo

Antes que pueda decir algo más, se abre la puerta. Gastón Dalmau sale del balcón.

- Van a nominar al rey del baile – anuncia, mirando a Thiago
- Deberías entrar – digo, al verlo dudar

Niego con la cabeza cuando me deja la puerta abierta en caso me anime a entrar. Al cerrar los ojos y volverlos a abrir, Thiago ya se ha ido. El profesor va anunciando los candidatos a ser rey, por supuesto que gana Thiago. Luego, menciona a las nominadas para reina. Sale nada más y nada menos que Luna. Cuando decido entrar, momento menos indicado para hacerlo, Luna y Thiago están bailando en medio de la pista, junto a los aplausos y parloteos de la gente alrededor.

lunes, 21 de mayo de 2012

El Designio del Ángel: Quince

Cierra la boca y baila (parte uno)

El lunes todo vuelve a la normalidad; sigo yendo al colegio, asistiendo a las mismas clases aburridas, y babeo por Thiago, logrando que de pronto lo del Alas Negras parezca un mal sueño. Sin embargo, decido que debo tomarme en serio el asunto del designio: soy un ángel de sangre y tengo una misión que cumplir. Tengo que dejar de lloriquear y de hacerme tantas preguntas. Tengo que actuar.

Así que el miércoles después de clase, me acerco al casillero de Thiago. Le toco el hombro y él se da la vuelta, clavándome esa mirada de ojos verdes. Parece que no tiene ganas de hablar.

- Ey, Mar – dice - ¿puedo ayudarte en algo?
- He pensado que quizá yo pueda ayudarte. La última semana no viniste a clase
- Mi tío me llevó de campamento
- ¿Quieres que te deje mis apuntes de Historia Británica?
- Claro, gracias - dice

Sin duda no es el mismo de siempre: no hace chistes, no se muestra seguro de sí mismo, no se balancea sutilmente al caminar. Hasta tiene ojeras. Le doy mi cuaderno y justo cuando lo coge, pasa un grupo de chicas, amigas de Luna. Le lanzan miradas asesinas y él se pone tieso.

- Lo olvidarán – le digo – ahora no paran de hablar de ti, pero espera una semana más. Todo volverá a la normalidad
- ¿Tú crees? ¿Cómo puedes estar tan segura?
- Bueno…soy el centro de atención. Parece que, desde que he llegado, cada semana corre un rumor sobre mí. Supongo que es el precio por ser la chica nueva.
- Los rumores sobre mí no son ciertos – dice Thiago – yo terminé con Luna, ésa es la verdad y no otra
- Bueno. Sé por experiencia que los rumores por lo general no son…
- Creía que era lo mejor. No soy lo que ella necesita, y me pareció lo mejor hacerlo de esa manera
- La verdad es que no es asunto mío – digo
- No sabía que todo iba a acabar así

Estamos en el pasillo mientras los demás estudiantes van y vienen en manada. Del techo, cuelga un cartel del baile de graduación. El sábado, desde las siete hasta la medianoche.

- ¿Quieres ir conmigo al baile? – suelto, de frente
- ¿Qué?
- No tengo pareja, y tú tampoco, así que deberíamos ir juntos

Se me queda mirando; estoy a punto de desmayarme, mi corazón late desaforado. Trato de parecer tranquila.

- ¿Nadie te lo ha propuesto? – me pregunta
- No – se le iluminan los ojos
- Claro. ¿por qué no? Una cita con la reina Isabel – sonríe y me contagia
- Al parecer es el sábado, desde las siete hasta la medianoche – señalo el cartel y él sigue la mirada
- Ni siquiera sé por dónde tengo que pasar a recogerte – dice

Le doy mi dirección y le explico cómo llegar, hablando atolondradamente. Me interrumpe con una carcajada. Sacude la cabeza y mete la mano en su casillero para sacar un lapicero. Luego me coge la muñeca y siento un calor eléctrico que recorre todo mi cuerpo.

- Envíame un correo con tu dirección – dice, abriendo mi mano y escribiendo su correo en mi palma
- Está bien

Thiago guarda el lapicero y se cuelga la mochila al hombro.

- ¿A las siete?
- Está bien – vuelvo a decir, aún aturdida
- Bueno, tengo que irme – dice, sacándome de mi ensueño

Sonríe de lado y de pronto vuelve a ser él, olvidando lo de Luna por un momento.

- Te veo el sábado – dice
- Nos vemos

Voy a ir al baile de graduación con Thiago Bedoya. Soy un genio.

Mamá está llorando otra vez. Estoy delante del espejo gigante de su habitación, cuando faltan pocos minutos para las siete.

- Mamá – digo con impotencia
- Es que me siento tan feliz por ti – dice, avergonzada
- Bueno. Feliz. Controla la emoción, ¿está bien? Que debe de estar por llegar – sonríe
- La camioneta está en la puerta – grita Stefano desde el primer piso
- Quédate aquí – dice mi madre, secándose las lágrimas – para él será mejor tener que esperar

Me acerco a la ventana y algo oculta veo a Thiago parar delante de la casa y estacionar. Me miro una vez más al espejo. He dejado que el pelo caiga ondulado por mi espalda y tengo un aire griego, que es el tema de la fiesta.

- Ahí viene – dice mi madre cuando aparezco en lo alto de la escalera

Thiago y mi madre me miran desde abajo. Sonrío y empiezo a bajar las escaleras con cuidado.

- Guau! – dice Thiago, cuando me sitúo delante de él – una preciosidad

Él está vestido con un esmoquin negro con chaleco plateado y corbata, además de una camisa blanca con gemelos. Está para comérselo. Ni siquiera mamá puede quitarle los ojos de encima.

- Estás muy guapo – le digo
- Thiago me estaba contando que vive cerca de aquí – dice mi madre - ¿dijiste a unos cuatro kilómetros hacia el este?
- Más o menos – responde Thiago sin dejar de mirarme – en línea recta
- ¿Tienes hermanos o hermanas? – pregunta mi madre
- No, soy hijo único
- Deberíamos ir yendo – digo, con miedo a que mi madre lo espante
- Hacen una pareja preciosa – dice ella - ¿puedo tomarles una foto?
- Claro – dice Thiago

Mi madre corre a su habitación para traer su cámara. Thiago y yo la esperamos en silencio. Sonrío.

- Gracias por ser tan paciente. Ya sabes cómo se ponen las mamás

No responde. Mamá regresa con la cámara y me hace posar contra la puerta blanca para sacarnos una foto. Thiago me pasa el brazo por detrás, su mano apenas posada en la mitad de mi espalda, y no puedo explicar por qué, pero me hace sentir débil y fuerte al mismo tiempo. Es como si mi cuerpo reconociera al suyo. No sé qué significa, pero me siento a gusto.

- Ah, se me olvidaba – digo después de la foto – tengo una flor para que lleves en tu camisa

Voy corriendo a la cocina y la saco de la refrigeradora.

- Aquí está – digo, al regresar

Me acerco para enganchársela, una rosa blanca sencilla con algunas hojas, y enseguida me clavo el alfiler en el dedo.

- Ay – dice, estremeciéndose, como si el alfiler se hubiera clavado en su dedo

Thiago toma mi mano y la examina. Se me corta la respiración; debería ir acostumbrándome.

- ¿Crees que sobrevivirás? – pregunta, mirándome a los ojos
- Creo que sí. Ya ni siquiera sangra
- Intentémoslo otra vez – digo

Esta vez, nuestros alientos se mezclan mientras le coloco con cuidado la flor. Es la misma sensación que tuve cuando estábamos tumbados sobre la pista de esquí, a un paso de distancia. Como si pudiera inclinarme y besarlo, incluso delante de mi madre. Doy un paso atrás, con el pensamiento de que esta noche las cosas pueden salir muy bien o muy mal.

- Gracias – dice – yo también tengo una para ti, pero está en la camioneta – se dirige hacia mi madre – encantado de conocerla, señora
- Regresa antes de medianoche – dice mi madre y la miro. No puede pedirme eso
- ¿Vamos? – pregunta Thiago

domingo, 20 de mayo de 2012

El Designio del Ángel: Catorce

Idaho Falls (parte dos)

Es gracioso, en realidad realmente frustrante, que hayamos ido al centro comercial en busca de accesorios para las chicas, y terminemos comprando un vestido para mí, que ni siquiera voy a ir al baile. Al menos me enamoré del vestido: es uno de inspiración griega, sin tirantes, con cintura de corte imperio y una franja de tela que sube desde el pecho hasta uno de los hombros. Es azul oscuro, algo más vivo que el azul marino.

Luego de varios paseos por diferentes tiendas, empiezo a sentirme mareada, así que Ángela y yo entramos a Starbucks y pedimos un café para cada una, con la esperanza que me ayude a mejorar mi ánimo. El centro comercial está repleto y no hay sitio donde sentarse, así que nos apoyamos en la pared mientras tomamos el café, mirando a la gente entrar y salir de las tiendas. Es entonces cuando lo veo. Un hombre que me observa desde la puerta de una de las tiendas. Es alto, de pelo oscuro peinado hacia atrás con una cola. Lleva unos pantalones gastados y una chaqueta marrón que le queda ancha por lo hombros. Entre toda la cantidad de gente, no me habría dado cuenta de él si no fuese por la intensidad de su mirada.

- Ángela – digo con voz débil

Me invade una tristeza horrible. Tengo que luchar para que la intensidad de la emoción no me gane. Mis manos se cierran en puños y me pongo a llorar.

- Dios, Mar. ¿qué te pasa? – dice Ángela

Intento responderle. Intento vencer la pena para articular una frase. Las lágrimas caen por mi rostro.

- Ese hombre – susurro

Ángela mira en la misma dirección que yo y se le corta la respiración.

- Vámonos – pide – tenemos que encontrar a tu madre

Me rodea los hombros y me conduce por el centro comercial. Después de caminar unos pasos, nos encontramos con mi madre y Cande, que salen de una tienda con bolsas de compras.

- ¿Qué ha pasado? – dice mi madre
- ¿Podemos hablar contigo un segundo? – Ángela coge a mamá del brazo y la aparta de Cande, quién no entiende nada – hemos visto a un hombre – susurra – nos estaba mirando y Mar, de pronto…de pronto…
- Es tan triste – logro decir
- ¿Dónde? – pregunta mi madre
- Detrás de nosotras – dice Ángela – lo he perdido de vista, pero seguro que está ahí atrás

Mamá regresa dónde Cande e intenta sonreír.

- ¿Todo bien? – pregunta Cande
- Mar se siente mal – dice mi madre – tenemos que irnos

Salimos rapidísimo del estacionamiento. Cuando estamos a unos pocos kilómetros de Idaho, la tristeza comienza a irse, como un telón que se levanta. Respiro profundamente.

- ¿Estás bien? – pregunta Cande, que sigue confundida
- Sólo necesito llegar a casa
- En casa tiene la medicina – dice Ángela – se trata de una enfermedad
- Una enfermedad – repite Cande - ¿qué clase de enfermedad?
- Eh…es un caso raro de anemia – continúa Ángela – a veces hace que se sienta débil y con nauseas
- Como aquella vez que se desmayó en el colegio – dice Cande
- Exacto. Necesita tomar las pastillas
- ¿Por qué no me lo dijiste? – me pregunta Cande, parece herida
- Por lo general no suele ser grave – digo – ya me siento mejor

Cuando llegamos a casa, tres horas más tarde, después de dejar a Cande en su casa, Ángela y yo nos acurrucamos en la cama, mientras mamá saca a pasear un rato a Stefano y de ahí regresa.

- No quiero que tengan miedo – dice mi madre cuando regresa e ingresa a mi habitación – aquí estamos seguras
- ¿Quién era? – pregunta Ángela y mamá suspira
- Era un Alas Negras. Existe la posibilidad de que sólo estuviera de paso
- ¿Un ángel caído rondando por el centro comercial de Idaho? – pregunta Ángela
- Cuando lo vi… - al recordarlo me quedo sin habla
- La pena que sentiste es su pena
- ¿Su pena? – repite mi amiga
- Los ángeles no tienen la capacidad de libre albedrío que tenemos nosotras. Actuar en contra de su designio les causa un enorme dolor físico y psicológico. Todos los Alas Negras lo sienten
- ¿Por qué’ tú y Ángela no sintieron nada? – pregunto
- Algunos son más susceptibles que otros a su presencia – dice
- ¿Y, si los vemos, ¿qué tenemos que hacer?
- Hacer lo que hicieron hoy. Correr

Nos quedamos en silencio un momento.

- La forma de protección más segura es no ser descubierta – dice mi madre
- ¿Y por qué no querías que supiera nada sobre ellos? – pregunto - ¿por qué no quieres que Stefano lo sepa?
- Porque ese conocimiento los atrae, Mar. Si eres consciente de su existencia tienes más probabilidades de ser descubierta

Se queda mirando a Ángela, que sostiene la mirada por unos segundos, antes de desviarla. Ella fue quién me habló de los Alas Negras.

- Lo siento – murmura mi amiga
- No te preocupes – dice mi madre – no lo sabías