miércoles, 16 de mayo de 2012

El Designio del Ángel: Seis

A esquiar se ha dicho (parte uno)

El domingo por la mañana vamos a Teton Village, una famosa estación de esquí a pocos quilómetros de Jackson. Stefano duerme en el asiento trasero. Cuando hemos pasado delante de restaurantes, comercios y algunas cabañas para turistas, aparece a un costado la estación de esquí, la montaña se eleva por detrás, junto al telesquí que asciende hasta la cima.

- Date prisa mamá – dice Stefano, cuando se levanta - ¿tienes que conducir como una abuelita?
- ¿Necesitas dinero? – pregunta mamá, ignorando el comentario – le he dado algo a Mar para las clases
- No quiero clases. Sólo quiero llegar antes del próximo milenio
- Déjalo ya, pesado – le digo – llegaremos cuando lleguemos. Falta menos de un kilómetro
- Deberías dejarme aquí. Llegaría antes caminando
- Stefano deja de.. – empieza a decir mamá

En ese instante, resbalamos sobre el hielo. Ella pisa el freno y nos deslizamos de costado, cogiendo velocidad. Mamá y yo gritamos cuando el auto da una vuelta brusca para salirse del camino y se estrella contra un banco de nieve. Acabamos en el borde de un prado pequeño. Mamá, temblorosa, respira hondo.

- Tú eras la que decía que la pasaríamos increíble en invierno – le recuerdo
- Genial – dice Stefano, con sarcasmo. Se desabrocha el cinturón y abre la puerta – ha sido genial
- ¿Llegas tarde a un reunión importante o qué? – le pregunto y él me lanza una mirada furiosa – seguro has quedado con una chica. ¿Cómo se llama?
- No es asunto tuyo

Mamá suspira y pone la marcha atrás. El auto no hace nada, las ruedas empiezan a dar vueltas. Lo intenta de nuevo, no hay suerte. Estamos atascados en un banco de nieve.

- Podría bajar y empujar – dice Stefano
- Espera – dice mamá – ya vendrá alguien

En ese instante, una camioneta se detiene al costado del camino. Un chico se baja del auto y camina hacia nosotros. Mamá baja la ventanilla.

- Vaya, vaya, vaya, pero qué tenemos aquí – dice el chico

Abro la boca ante la sorpresa. Peter se inclina sobre la ventana, con una sonrisa de oreja a oreja.

- Hola zanahoria – dice – Stefano, hola – saluda a mi hermano como si fueran buenos amigos. Mamá le sonríe
- Creo que no nos conocemos. Soy Maria José
- Peter Lanzani – contesta
- Eres el hermano de Cande
- Sí, señora
- Una ayuda no nos vendría mal – dice mi madre, amablemente
- Claro. Solo un momento

Se dirige hacia su camioneta y regresa con dos cables de remolque que rápidamente engancha en la parte de abajo del auto, como si ya lo hubiera hecho un millón de veces. Se sube a su auto y estaciona en frente de nosotros, enganchando los cables a su vehículo. Luego, nos saca de la nieve; en total tarda cinco minutos. Mi madre sale del auto y me hace un gesto para que yo también lo haga.

- Tienes que darle las gracias – me insiste
- Mamá
- Hazlo
- Está bien – salgo del auto
- Por si no lo crees, mi camioneta oxidada acaba de sacarte de un banco de nieve – dice, sonriendo
- Muchas gracias – dice mamá y me mira fijamente
- Sí, gracias – digo, apretando los dientes
- De nada – dice cordialmente, y en ese instante me doy cuenta que Peter puede ser encantador cuando quiere
- Saluda a Cande de nuestra parte – añade mamá
- Lo haré. Encantado de conocerla, señora

Sube a su auto y se aleja sin decir nada más. Miro hacia el cerro de esquí, la misma dirección de la que vino Peter, reconsiderando toda esta idea de venir a esquiar. Lo hicimos porque Thiago es esquiador, lo descubrí en una de sus conversaciones con sus amigos. Así que a esquiar se ha dicho.

Quince minutos después, estoy en la zona donde los alumnos se encuentran con sus instructores, la cual está llena de niños gritones con cascos y lentes. Llevo unos esquís y botas alquiladas que son incómodas y me aprietan, haciéndome caminar de un modo extraño. Del cuello para abajo cada centímetro de mi piel está cubierto y acolchado; no sé si puedo moverme, mucho menos esquiar. Mi instructor, ya lleva cinco minutos de retraso.

- Perdona el retraso – dice una voz grave a mis espaldas – tuve que remolcar a unos californianos que se quedaron atascados en un banco de nieve

El destino no puede ser tan cruel. Me doy la vuelta para encontrarme con los ojos grises de Peter.

- Qué afortunados – respondo – así que te dedicas a rescatar a idiotas de la nieve y a enseñarles a esquiar – Peter se encoge de hombros
- A cambio recibo un pase para toda la temporada
- ¿Lo haces bien?
- ¿Lo de rescatar idiotas de la nieve? Soy el mejor – río sarcásticamente
- Divertidísimo. No, lo de enseñarles a esquiar
- Pronto lo sabrás

Empieza directamente con la lección sobre cómo mantener el equilibrio, posicionar los esquís, girar y frenar. Está todo bien hasta que me dice que me suba al telesquí.

Foto: Telesquí

- Es fácil. Sólo agárrate y déjate remolcar hasta arriba. Cuando llegues a la cima, te sueltas

Aparentemente me toma por una tonta. Avanzo torpemente hacia la cola, arrastrando los pies, hasta llegar al cable negro grasiento. Me agacho y lo cojo. Me da una sacudida de brazos, avanzo dando tumbos y estoy a punto de caerme, pero de algún modo consigo enderezarme. En la cima suelto el cable y me quedo mirando un momento hacia abajo. Peter espera al pie de la colina.

- Vamos! – me grita Peter – la nieve no hace daño

Cree que estoy asustada, y lo estoy, pero la idea que él piense que soy una cobarde me hace apretar los dientes con determinación. Coloco los esquís formando una V, tal como él me ha enseñado. Finalmente, me doy impulso. Siento una ráfaga de viento de aire frío en la cara, que me enreda el pelo y lo hace ondear como una bandera. Oscilando de un lado a otro voy bajando la cuesta; es fácil. Mientras me voy acercando a Peter, reparto el peso entre ambos pies y freno.

- Tal vez podría intentarlo del otro modo – digo – con los esquís rectos – me mira fijamente, frunciendo las cejas
- Supongo que quieres que me crea que ésta es tu primera vez

Me doy la vuelta y miro a los demás principiantes. Parecen un conjunto de patitos confundidos, tratando de no chocar entre sí. Ahora debería mentirle a Peter, decirle que no es mi primera vez. Sería lo más discreto, pero no quiero mentirle a otro Lanzani.

- ¿Vuelvo a intentarlo?
- Sí – dice – creo que deberías

Esta vez sube detrás de mí y cuando bajo esquiando, él está a mi lado. Me pone tan nerviosa que estoy a punto de caerme, pero finalmente consigo recuperar el equilibrio. Cuando llegamos al pie de la cuesta me pide que volvamos a lanzarlos, esta vez al estilo clásico (con los esquís en paralelo). Es más elegante y divertido.

- Llevo dos años como instructor – dice después de la quinta bajada – y es la primera vez que alguien consigue no caerse durante toda la hora de clase
- Tengo buen equilibrio – digo – antes bailaba. En California, hacia ballet – hay un silencio
- Bueno, eso es todo – anuncia – la clase ha terminado – se da media vuelta
- ¿Qué hago ahora? – le grito
- Coge una telesilla – contesta y se aleja esquiando

1 comentario:

  1. No termino de entender le papel de peter, pero me encanta como se llevan estos dos! Más nove!

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