domingo, 20 de mayo de 2012

El Designio del Ángel: Trece

Idaho Falls (parte uno)

Fue idea de mamá que invite a Ángela y Cande a la casa, dijo que sería bueno que fuéramos a un centro comercial, que queda en Idaho Falls, para ayudar a Cande a buscar unos zapatos para el baile de graduación. Yo acepté que Ángela venga pero con la condición que ella no hablara nada acerca de ángeles; y, por más que ella me aseguró que no lo haría…ya llevaba como diez minutos charlando con mamá acerca de la gloria y los ángeles de sangre.

- Lo llamamos gloria – responde mamá cuando Ángela le pregunta acerca del brillo que emanamos
- ¿Y, para qué sirve? – pregunta Ángela
- Sirve para muchas cosas
- Apuesto a que es muy útil – dice mi amiga – como una linterna personal. Y te hace parecer un ángel. Nadie lo pondría en duda si enseñas tus alas y el brillo. Pero se supone que eso no se hace, ¿verdad?
- Nunca debemos revelar nuestra naturaleza – dice mi madre, mirándome por un instante – aunque hay excepciones. La gloria tiene un extraño efecto en los humanos
- ¿Qué efecto?
- Los aterra

Eso no lo sabía y Ángela tampoco.

- Entiendo – dice mi amiga - ¿pero qué es exactamente la gloria? Tiene que ser algo más que un simple brillo, tiene que tener alguna clase de efecto, ¿verdad?
Mamá se aclara la garganta, ahora si está incómoda. Es algo de lo que nunca me ha hablado.
- Tú siempre dices que me sería mucho más fácil volar si pudiera acceder a la gloria – suelto – lo dices como si fuera una fuente de energía
- Es así como nos conectamos con Dios – dice, suspirando
- ¿Cómo? – pregunta Ángela - ¿cómo cuando la gente reza?
- Cuando alcanzar la gloria estás conectada con todo. Puedes oír la respiración de los árboles. Puedes contar las plumas del ala de un pájaro. Sabes si va a llover. Eres parte de eso, de esa fuerza que uno todo lo viviente
- ¿Nos enseñarás cómo lo haces? – pregunta Ángela
- Eso no se enseña. Tienes que aprender tú sola a relajarte, a despojarte de todo menos de aquello que te convierte en lo que eres, tú esencia. No son tus pensamientos ni tus sentimientos. Es el ser que está por debajo de todo eso.
- Bueno, parece difícil
- A mí me llevó cuarenta años antes de conseguirlo – dice mi madre – algunos ángeles de sangre nunca llegan a alcanzar ese estado. Aunque puede desencadenarse por hechos o emociones intensas
- Como le ocurre a Mar con su pelo, ¿verdad? – mamá se levanta de la mesa y se acerca a la ventana
- Hay una camioneta azul en la entrada – dice mi madre al cabo de un rato – Cande ya ha llegado

Dejo a mamá con Ángela y corro a recibir a Cande, que sin darse cuenta, me rescata de esta conversación de ángeles. Peter la ha traído, está apoyado en la camioneta, con la mirada fija en el bosque.

- Hola Zanahoria – dice cuando me ve – bonito día para ir de compras – añade
- Supongo que sí – digo

Cande cierra con fuerza la puerta de la camioneta y sube al porche justo cuando Ángela sale de la casa.

- Hola Ángela! – dice sonriendo - ¿cómo estás?
- Muy bien – contesta la aludida
- Tengo tantas ganas de ir a Idaho Falls…nunca he estado ahí
- Yo tampoco

Peter sigue ahí y sigue contemplando mi bosque. Bajo los peldaños del porche y me acerco a él.

- ¿Así que comprando vestido para el baile? – comenta cuando me sitúo a su lado
- Mm…algo así. Cande necesita zapatos. Ángela sólo algunos accesorios, porque su madre le hizo el vestido. Y yo sólo voy de paseo, supongo
- ¿No vas al baile?
- No – aparto la mirada, incómoda
- ¿Y, por qué no? – lo miro como diciendo ¿tú qué crees? - ¿nadie te lo ha propuesto? – me pregunta y niego con la cabeza

Se frota la nuca y desvía la mirada hacia el bosque; se aclara la garganta. Por un instante se me cruza la absurda idea de que va a invitarme al baile de graduación, y mi corazón da un estúpido vuelco del miedo que me provoca sólo pensarlo. Porque tendría que rechazarlo delante de Cande y Ángela, y sería humillante para él. De verdad que no quiero verlo humillado.

- Ve sola – dice en cambio – es lo que yo haría – casi río del alivio
- Bueno
- Ya me voy – le grita a Cande – ven aquí un momento
- Mar me llevará a casa, así que por hoy ya no necesitaré de tus servicios – le dice Cande, como si fuera su chofer

Peter asiente y la coge del brazo, apartándola de la camioneta para hablarle en voz baja.

- No sé cuánto cuestan unos zapatos, pero esto podría ayudar – le dice Peter
- Peter Lanzani – dice Cande – sabes que no puedo aceptarlo
- Yo no sé nada – Cande bufa
- Eres un amor. Pero esto es dinero de tu trabajo. No puedo aceptarlo
- Conseguiré más
- Bueno, está bien – dice, un poco enojada

Peter abraza a su hermana y sube a la camioneta, da la vuelta en círculo y se detiene para bajar la ventana.

- Diviértanse en Idaho. Ah, y Zanahoria…
- Dime
- Si finalmente decides ir al baile, resérvame una pieza, ¿está bien?

Antes de que me dé tiempo a procesar su petición, ya se ha marchado.

- Hombres – dice Ángela a mi lado
- Yo creo que ha sido un lindo detalle – dice Cande y yo bufo, confundida
- Vámonos de una vez

No hay comentarios:

Publicar un comentario