La primera vez que sucede es el 6 de noviembre. Me despierto
a las dos de la mañana con un hormigueo en la cabeza, como si hubiese un baile
de luciérnagas detrás de mis ojos. Siento un olor a humo. Me levanto y recorro las
habitaciones una por una, asegurándome que la casa no se está incendiando. Me doy
cuenta que el humo es más de una hoguera de campamento, un olor fuerte y
silvestre.
Intento volver a dormir, pero no puedo así que bajo al
primer piso. De pronto, mientras estoy tomando un vaso de agua, me encuentro en
medio del bosque en llamas. No es un sueño, es como si realmente estuviese ahí.
Me quedo apenas, no más de treinta segundos; luego, regreso a la cocina, con un
charco de agua debajo de mí: el vaso se me ha caído.
Corro enseguida a despertar a mi madre.
- No recuerdo todo – digo, intentando calmarme
- Si lo hicieras, sería abrumador. Por eso lo recuerdas así,
por fragmentos
- ¿Eso mismo te ocurrió a ti al recibir tu designio?
- A la mayoría le ocurre de esa manera – responde, evadiendo
mi pregunta
Sin duda, no me va a contar nada acerca de su designio, es
un tema prohibido. Eso me enoja porque hay una parte de su vida que ella se
niega a compartir.
- Cuéntame acerca de los árboles que aparecen en la visión –
dice - ¿Cómo son?
- Creo que son pinos
Asiente pensativa, como si fuese una pista importante. Pero
yo no estoy pensando en los árboles, sino en el chico.
- Ojalá le hubiese visto la cara – digo
- Se la verás
- Me pregunto si tengo que protegerlo
Todos los ángeles de sangre tienen designios diferentes
(algunos son mensajes, otros testigos), pero ser un ángel custodio como yo,
tiene algo. Me agrada la idea de ser su salvadora.
- No puedo creer que ya estés en edad de recibir tu designio –
dice mi madre – me hace sentir vieja
- Lo eres
Eso no puede discutirlo pues tiene más de cien años, aunque
no aparenta más de cuarenta. Por mi parte, yo tengo unos dieciséis y todavía voy
al colegio por la mañana. Por el momento no siento que llevo un ángel dentro de
mí.
- ¿Crees…? – digo al cabo de un momento - ¿Crees que es
posible que el fuego me mate?
- Mar
- En serio
- ¿Por qué preguntas eso?
- Es que cuando estaba ahí, detrás de él, me sentía muy
triste. Y no sé por qué
Mi madre me rodea con los brazos y me estrecha tanto que puedo
oír el latido fuerte y constante de su corazón.
- Quizás el motivo de mi tristeza es que voy a morir –
susurro y ella me aprieta más entre sus brazos
- Sería raro – dice, bajito
- Pero puede suceder
- Lo resolveremos juntas. Ahora tienes que descansar
Nunca me he sentido tan despierta en toda mi vida, pero me
tumbo sobre su cama y dejo que ella nos cubra a las dos con la manta. Al cerrar
los ojos, veo al chico. Me está esperando.
Me despierto con el sonido de la lluvia y una suave luz grisácea
se cuela por las persianas. Encuentro a mi madre en la cocina preparando el
desayuno, ya vestida y lista para irse a trabajar. Tararea para sí misma,
parece contenta.
- Buenos días – saludo
Se voltea y se acerca para abrazarme. Sonríe orgullosa como
aquella vez que gané el concurso de ortografía en primaria.
- ¿Cómo estás hoy?
- Bien
- ¿Qué sucede? – pregunta mi hermano Stefano desde la puerta
Está despeinado, con cara de sueño, sucio y malhumorado como
de costumbre. Nos mira fijamente y en su rostro se puede ver un poco de miedo,
como si estuviese preparado para una mala noticia.
- Tu hermana ha recibido su designio – mi madre sonríe de
nuevo
- ¿Has tenido una visión? – pregunta mi hermano
- Sí. Había un bosque en llamas. Y, un chico
- ¿Cómo sabes que no era un sueño?
- Estaba despierta
- ¿Y, qué significa? – me pregunta
Para él toda esta nueva información relacionada a los ángeles
es nueva. Lo envidio.
- No lo sé – respondo – es lo que tengo que averiguar
Dos días después, la visión se repite. Estoy leyendo un
libro cuando de pronto me asalta, sin previo aviso. El mundo conocido por mí,
desaparece rápidamente. Estoy en el bosque y esta vez puedo ver las llamas
formando una cresta sobre la cadena de montañas. El suelo de bosque bajo mis
pies, está cubierto de piedras y agujas de pino. El chico de espaldas a mí,
mientras observa el fuego, se acerca. Mi corazón se acelera.
¿Qué hace él ahí? ¿Se sorprenderá al verme? ¿Quién es él?
Cuando la visión se esfuma, me recuesto unos segundos en la
cama y bajo a la cocina. Encuentro a mamá viendo televisión al tiempo que
sostiene un libro en las manos: Guía de campo de los árboles de América del
Norte.
- Puede que mi árbol no se encuentre en Norteamérica – le digo
- Empecemos de una vez
Lo hojeamos juntas, en busca de la especie exacta del pino
que aparece en mi visión.
- Es este – digo finalmente, señalando una foto del libro –
El Pinus contorta
- ¿Piñas marrones con forma de huevo?
- No llegué a ver de cerca las piñas mamá. Pero esa es la
forma. A mí me parece que es el mismo
- Está bien – dice mientras sigue consultado su libro –
parece que se encuentra sólo en las Montañas Rocosas y en la costa noroeste de
Estados Unidos y Canadá. Y aquí dice que las piñas requieren de un calor
extremo, supongamos que el de un incendio forestal, para abrirse y liberar sus
semillas.
- Muy educativo – bromeo
- Bien. Ya sabemos más o menos dónde ocurrirá
- ¿Y, después qué?
- Después nos mudaremos
- ¿Qué? ¿De California?
- Sí – dice mi madre y no bromea
- Pero… - balbuceo - ¿Y, la escuela? ¿Mis amigos? ¿Tu
trabajo?
- Irás a un nuevo colegio, supongo y tendrás nuevos amigos. Yo
conseguiré trabajo nuevo o encontraré la manera de trabajar a distancia
- ¿Y, Stefano? – ríe, como si hubiese hecho una pregunta
tonta
- Él también vendrá
- Sí, claro, le encantará – digo, sarcásticamente
Stefano tiene su ejército de amigos y su interminable lista
de actividades: partidos de béisbol, combates de lucha libre, entrenamiento de
fútbol y demás.
Mamá cierra el libro y me mira con seriedad.
- Esto es lo importante, Mar. La visión, el designio. Por eso
estás aquí
- Lo sé. Es solo que nunca había pensado que teníamos que
mudarnos
Observo por la ventana el jardín en el que he crecido
jugando, mi viejo columpio. Observo más allá, la ciudad, la música típica, los
vecinos. Parecía imposible que algún día dejáramos este sitio.
- ¿Pensaste que simplemente cogías un vuelo a alguna parte un
fin de semana, cumplías tu designio y regresabas?
- Sí – aparto la mirada avergonzada - ¿cuándo piensas decírselo
a Stefano?
- Creo que debería esperar hasta saber a dónde iremos
- ¿Puedo estar presente cuándo se lo digas?
- Al él le llegará su turno. Cuando él reciba su designio, tú
también deberás enfrentarte a ello
- ¿Y, entonces, nos volveremos a mudar?
- Iremos a donde haya que ir
- Es una locura – digo, negando con la cabeza – todo esto
parece una locura
- Los caminos son misteriosos, Mar
La visión se repite cada dos o tres días durante las semanas
siguientes. Estoy pensando en mis cosas y de repente aparece; me ocurre en
cualquier momento. La última visión que tuve fue distinta. No veo el fuego, ni
al chico. Una ráfaga de viento arenoso libera mi pelo de la coleta. Veo una
camioneta plateada. Estoy a pocos pasos de donde está estacionada, al borde de
una carretera sucia; es la del chico. No sé cómo, pero lo sé.
Mira la matrícula, me
digo a mí misma, fíjate en ella. Es
una matrícula bonita. Es prácticamente de color azul. En el lado derecho
destacan unas montañas rocosas sin pico. En el izquierdo se ve la silueta negra
de un cowboy montando un caballo, agitando su sombrero en el aire. Trato de
leer los números de la matrícula. Al principio todo lo que distingo es un número
grande en el lado izquierdo: 22. Luego, los cuatro dígitos al otro lado del vaquero: 99CX.
Me alejo de la camioneta y me adentro rápidamente entre los árboles.
El humo vaga por el bosque. Cerca escucho un crujido, como el de una rama que
cae. Entonces veo al chico, lo veo en su posición de siempre: de espaldas. El
peligro evidente, tan próximo. Una tristeza aplastante cae sobre mí. Se me
cierra la garganta. Quiero pronunciar su nombre. Me acerco a él.
-Mar, ¿Estás bien?
Stefano interrumpe mi visión.
Wow! Muy buena Más nove!
ResponderEliminarinteresante .......
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