domingo, 20 de mayo de 2012

El Designio del Ángel: Catorce

Idaho Falls (parte dos)

Es gracioso, en realidad realmente frustrante, que hayamos ido al centro comercial en busca de accesorios para las chicas, y terminemos comprando un vestido para mí, que ni siquiera voy a ir al baile. Al menos me enamoré del vestido: es uno de inspiración griega, sin tirantes, con cintura de corte imperio y una franja de tela que sube desde el pecho hasta uno de los hombros. Es azul oscuro, algo más vivo que el azul marino.

Luego de varios paseos por diferentes tiendas, empiezo a sentirme mareada, así que Ángela y yo entramos a Starbucks y pedimos un café para cada una, con la esperanza que me ayude a mejorar mi ánimo. El centro comercial está repleto y no hay sitio donde sentarse, así que nos apoyamos en la pared mientras tomamos el café, mirando a la gente entrar y salir de las tiendas. Es entonces cuando lo veo. Un hombre que me observa desde la puerta de una de las tiendas. Es alto, de pelo oscuro peinado hacia atrás con una cola. Lleva unos pantalones gastados y una chaqueta marrón que le queda ancha por lo hombros. Entre toda la cantidad de gente, no me habría dado cuenta de él si no fuese por la intensidad de su mirada.

- Ángela – digo con voz débil

Me invade una tristeza horrible. Tengo que luchar para que la intensidad de la emoción no me gane. Mis manos se cierran en puños y me pongo a llorar.

- Dios, Mar. ¿qué te pasa? – dice Ángela

Intento responderle. Intento vencer la pena para articular una frase. Las lágrimas caen por mi rostro.

- Ese hombre – susurro

Ángela mira en la misma dirección que yo y se le corta la respiración.

- Vámonos – pide – tenemos que encontrar a tu madre

Me rodea los hombros y me conduce por el centro comercial. Después de caminar unos pasos, nos encontramos con mi madre y Cande, que salen de una tienda con bolsas de compras.

- ¿Qué ha pasado? – dice mi madre
- ¿Podemos hablar contigo un segundo? – Ángela coge a mamá del brazo y la aparta de Cande, quién no entiende nada – hemos visto a un hombre – susurra – nos estaba mirando y Mar, de pronto…de pronto…
- Es tan triste – logro decir
- ¿Dónde? – pregunta mi madre
- Detrás de nosotras – dice Ángela – lo he perdido de vista, pero seguro que está ahí atrás

Mamá regresa dónde Cande e intenta sonreír.

- ¿Todo bien? – pregunta Cande
- Mar se siente mal – dice mi madre – tenemos que irnos

Salimos rapidísimo del estacionamiento. Cuando estamos a unos pocos kilómetros de Idaho, la tristeza comienza a irse, como un telón que se levanta. Respiro profundamente.

- ¿Estás bien? – pregunta Cande, que sigue confundida
- Sólo necesito llegar a casa
- En casa tiene la medicina – dice Ángela – se trata de una enfermedad
- Una enfermedad – repite Cande - ¿qué clase de enfermedad?
- Eh…es un caso raro de anemia – continúa Ángela – a veces hace que se sienta débil y con nauseas
- Como aquella vez que se desmayó en el colegio – dice Cande
- Exacto. Necesita tomar las pastillas
- ¿Por qué no me lo dijiste? – me pregunta Cande, parece herida
- Por lo general no suele ser grave – digo – ya me siento mejor

Cuando llegamos a casa, tres horas más tarde, después de dejar a Cande en su casa, Ángela y yo nos acurrucamos en la cama, mientras mamá saca a pasear un rato a Stefano y de ahí regresa.

- No quiero que tengan miedo – dice mi madre cuando regresa e ingresa a mi habitación – aquí estamos seguras
- ¿Quién era? – pregunta Ángela y mamá suspira
- Era un Alas Negras. Existe la posibilidad de que sólo estuviera de paso
- ¿Un ángel caído rondando por el centro comercial de Idaho? – pregunta Ángela
- Cuando lo vi… - al recordarlo me quedo sin habla
- La pena que sentiste es su pena
- ¿Su pena? – repite mi amiga
- Los ángeles no tienen la capacidad de libre albedrío que tenemos nosotras. Actuar en contra de su designio les causa un enorme dolor físico y psicológico. Todos los Alas Negras lo sienten
- ¿Por qué’ tú y Ángela no sintieron nada? – pregunto
- Algunos son más susceptibles que otros a su presencia – dice
- ¿Y, si los vemos, ¿qué tenemos que hacer?
- Hacer lo que hicieron hoy. Correr

Nos quedamos en silencio un momento.

- La forma de protección más segura es no ser descubierta – dice mi madre
- ¿Y por qué no querías que supiera nada sobre ellos? – pregunto - ¿por qué no quieres que Stefano lo sepa?
- Porque ese conocimiento los atrae, Mar. Si eres consciente de su existencia tienes más probabilidades de ser descubierta

Se queda mirando a Ángela, que sostiene la mirada por unos segundos, antes de desviarla. Ella fue quién me habló de los Alas Negras.

- Lo siento – murmura mi amiga
- No te preocupes – dice mi madre – no lo sabías

5 comentarios:

  1. guau!!.. me encantaaa!!!

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  2. Me gusta mucho todo esto de ángeles, todavía no logro entender mucho de la relación peter-lali-thiago, pero confió q con el paso del tiempo voy a a saber! Espero más1

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