Es gracioso, en realidad realmente frustrante, que hayamos
ido al centro comercial en busca de accesorios para las chicas, y terminemos
comprando un vestido para mí, que ni siquiera voy a ir al baile. Al menos me
enamoré del vestido: es uno de inspiración griega, sin tirantes, con cintura de
corte imperio y una franja de tela que sube desde el pecho hasta uno de los
hombros. Es azul oscuro, algo más vivo que el azul marino.
Luego de varios paseos por diferentes tiendas, empiezo a
sentirme mareada, así que Ángela y yo entramos a Starbucks y pedimos un café
para cada una, con la esperanza que me ayude a mejorar mi ánimo. El centro
comercial está repleto y no hay sitio donde sentarse, así que nos apoyamos en
la pared mientras tomamos el café, mirando a la gente entrar y salir de las
tiendas. Es entonces cuando lo veo. Un hombre que me observa desde la puerta de
una de las tiendas. Es alto, de pelo oscuro peinado hacia atrás con una cola. Lleva
unos pantalones gastados y una chaqueta marrón que le queda ancha por lo
hombros. Entre toda la cantidad de gente, no me habría dado cuenta de él si no
fuese por la intensidad de su mirada.
- Ángela – digo con voz débil
Me invade una tristeza horrible. Tengo que luchar para que
la intensidad de la emoción no me gane. Mis manos se cierran en puños y me
pongo a llorar.
- Dios, Mar. ¿qué te pasa? – dice Ángela
Intento responderle. Intento vencer la pena para articular
una frase. Las lágrimas caen por mi rostro.
- Ese hombre – susurro
Ángela mira en la misma dirección que yo y se le corta la
respiración.
- Vámonos – pide – tenemos que encontrar a tu madre
Me rodea los hombros y me conduce por el centro comercial. Después
de caminar unos pasos, nos encontramos con mi madre y Cande, que salen de una
tienda con bolsas de compras.
- ¿Qué ha pasado? – dice mi madre
- ¿Podemos hablar contigo un segundo? – Ángela coge a mamá
del brazo y la aparta de Cande, quién no entiende nada – hemos visto a un
hombre – susurra – nos estaba mirando y Mar, de pronto…de pronto…
- Es tan triste – logro decir
- ¿Dónde? – pregunta mi madre
- Detrás de nosotras – dice Ángela – lo he perdido de vista,
pero seguro que está ahí atrás
Mamá regresa dónde Cande e intenta sonreír.
- ¿Todo bien? – pregunta Cande
- Mar se siente mal – dice mi madre – tenemos que irnos
Salimos rapidísimo del estacionamiento. Cuando estamos a
unos pocos kilómetros de Idaho, la tristeza comienza a irse, como un telón que
se levanta. Respiro profundamente.
- ¿Estás bien? – pregunta Cande, que sigue confundida
- Sólo necesito llegar a casa
- En casa tiene la medicina – dice Ángela – se trata de una
enfermedad
- Una enfermedad – repite Cande - ¿qué clase de enfermedad?
- Eh…es un caso raro de anemia – continúa Ángela – a veces
hace que se sienta débil y con nauseas
- Como aquella vez que se desmayó en el colegio – dice Cande
- Exacto. Necesita tomar las pastillas
- ¿Por qué no me lo dijiste? – me pregunta Cande, parece
herida
- Por lo general no suele ser grave – digo – ya me siento
mejor
Cuando llegamos a casa, tres horas más tarde, después de
dejar a Cande en su casa, Ángela y yo nos acurrucamos en la cama, mientras mamá
saca a pasear un rato a Stefano y de ahí regresa.
- No quiero que tengan miedo – dice mi madre cuando regresa e
ingresa a mi habitación – aquí estamos seguras
- ¿Quién era? – pregunta Ángela y mamá suspira
- Era un Alas Negras. Existe la posibilidad de que sólo
estuviera de paso
- ¿Un ángel caído rondando por el centro comercial de Idaho? –
pregunta Ángela
- Cuando lo vi… - al recordarlo me quedo sin habla
- La pena que sentiste es su pena
- ¿Su pena? – repite mi amiga
- Los ángeles no tienen la capacidad de libre albedrío que
tenemos nosotras. Actuar en contra de su designio les causa un enorme dolor físico
y psicológico. Todos los Alas Negras lo sienten
- ¿Por qué’ tú y Ángela no sintieron nada? – pregunto
- Algunos son más susceptibles que otros a su presencia –
dice
- ¿Y, si los vemos, ¿qué tenemos que hacer?
- Hacer lo que hicieron hoy. Correr
Nos quedamos en silencio un momento.
- La forma de protección más segura es no ser descubierta –
dice mi madre
- ¿Y por qué no querías que supiera nada sobre ellos? –
pregunto - ¿por qué no quieres que Stefano lo sepa?
- Porque ese conocimiento los atrae, Mar. Si eres consciente
de su existencia tienes más probabilidades de ser descubierta
Se queda mirando a Ángela, que sostiene la mirada por unos
segundos, antes de desviarla. Ella fue quién me habló de los Alas Negras.
- Lo siento – murmura mi amiga
- No te preocupes – dice mi madre – no lo sabías
guau!!.. me encantaaa!!!
ResponderEliminarsube mass!!
ResponderEliminarme encantaaa
EliminarMe gusta mucho todo esto de ángeles, todavía no logro entender mucho de la relación peter-lali-thiago, pero confió q con el paso del tiempo voy a a saber! Espero más1
ResponderEliminarme encanto!
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