sábado, 26 de mayo de 2012

El Designio del Ángel: Dieciocho

Viajes


Thiago ha estado intentando comunicarse conmigo. Me ha llamado tanto al celular como al número de mi casa; pero, lo ignoro. Mi madre me intenta convencer que hable con él, pero no quiero saber nada. No quiero ser esa chica que deja que el chico la trate como una mierda y sigue a sus pies. Fui al baile de promoción con Thiago Bedoya. No tenía por qué ser mágico, ni romántico, pienso. Podría decir que fue parte de mi trabajo. Pero tampoco tenía por qué acabar la noche tirada en la camioneta de Peter.

Así qué decido que se ha acabado. De ahora en adelante, lo de Thiago será un asunto estrictamente laboral. Voy al bosque, lo rescato, lo llevo hacia dónde sea que él quiera ir, y se terminó. No tengo que ser su amiga ni intentar estar con él.

Aquel día, Ángela me llama para levantar mis ánimos. Me invita a su casa y me muestra otro de sus descubrimientos: ha aprendido a cambiar la forma y el color de sus alas, es increíble...dice que se consigue con la práctica y con el control de la mente. Cuando llego a casa, encuentro a Thiago sentado en los escalones de la entrada. En la mano sostiene una taza que sólo puede ser un té de frambuesa de mi madre. Se pone de pie de un salto.

- Perdóname - dice - fui un tonto, un estúpido, un idiota - suspiro

Tengo que admitir que está guapísimo ahí de pie, reconociendo lo estúpido que es. No es justo.

- ¿Cuánto tiempo llevas aquí? - le pregunto
- No mucho - responde - unas tres horas - alza la taza - recargando el té gratis han parecido sólo dos

Me niego a reírme e ingreso a la casa, donde mi madre inmediatamente se levanta del sofá y se dirige hacia su habitación sin decir nada.

- Entra - le pido y me sigue hasta la cocina - está bien. El trato es este - continúo - no volveremos a hablar del baile, nunca, nunca más

Sus ojos brillan de alivio, cojo su taza y la dejo en el fregadero.

- Empecemos de cero - le propongo
- Está bien
- Soy Mar - le tiendo la mano y sonríe
- Soy Thiago - murmura tomando y mano y estrechándola suavemente
- Encantada, Thiago - digo, como si él fuera un chico normal y no el que veo en mi visión
- Lo mismo digo

Salimos otra vez a la entrada de la casa. Hago más té y llevo una manta para él y otra para mí, y nos sentamos en los escalones a mirar el cielo.

- Las estrellas nunca brillaban tanto en California - dice

A la hora en que mi madre vuelve a salir de su habitación y amablemente nos informa de que ya es tarde y que mañana tenemos colegio, yo ya sé mucho más acerca de él. Sé que vive con su tío, que es dueño del Banco de Jackson. No mencionó a sus padres, y asumí que están muertos, desde hace mucho tiempo. Quiere mucho al ama de llaves, Marta, que ha estado con él desde que tenía diez años. Le encanta la comida mexicana, esquiar y tocar la guitarra.

- Ya hemos hablado mucho de mí - dice al cabo de un rato - hablemos de ti. ¿Por qué viniste aquí? - me pregunta
- Bueno.... - busco una respuesta - por mi madre. Ella quería irse de California, mudarse a otro sitio con menos gente, cambiar de aires. Pensó que sería bueno para nosotros.
- ¿Y lo fue? Me refiero a si ha sido bueno para ti
- En cierto modo sí. El colegio no ha sido fácil, tratar de hacer amigos y eso - me sonrojo - pero, me gusta...me siento integrada
- Sé lo que se siente - dice
- ¿Qué?
- Quiero decir que cuando me mudé aquí, lo pasé mal un tiempo. No encajaba
- ¿No tenías sólo cinco años?
- Sí, pero aún así. Éste es un lugar extraño para mudarse, por un montón de razones, sobre todo si vienes de California. Recuerdo la primera tormenta de nieve, pensé que el cielo se derrumbaba.

Río y me muevo un poco; nuestros hombros se tocan. Siento una descarga, incluso a través de nuestras ropas. Me aparto, pensando: Es trabajo, Mar, trabajo y nada más. 

- Pero ahora te sientes integrado, ¿verdad? – asiente 
- Sí, claro. No me quedan dudas de que éste es mi lugar 

Entonces me cuenta que está pensando irse a Nueva York en verano, por un programa de prácticas empresariales para estudiantes de colegio. Su tío quiere que saque un título en administración de empresas, y que algún día se haga cargo del banco. 

Las dos semanas restantes de colegio, pasan volando. Thiago me llama casi siempre y hablamos sobre cualquier tema. Se sienta a mi lado en clase y bromea todo el tiempo. Un par de veces hasta se sienta a comer en mi mesa, lo que vuelve completamente locas a las Invisibles. En una semana, todos se preguntan si hay algo entre nosotros y yo me pregunto lo mismo. Estoy confundida porque lo de Thiago de pronto se vuelve muy intenso. Justo cuando había decidido tomármelo como un asunto profesional, como un trabajo de ángel y nada más, él parece estar interesado en mí de un modo que me marea. Pero no me invita a salir, no me toca. 

- ¡Camioneta plateada acercándose! – grita Stefano desde arriba 
- ¿Tú quién eres, el de seguridad? – le respondo 
- Algo así 
- Hola forastero – saludo cuando salgo a la entrada de la casa. Thiago sonríe 
- Hola 
- Qué casualidad encontrarte aquí 
- Quería despedirme. Mañana me mandan a Nueva York 
- Genial, vas a la Gran Manzana en busca de aventura. Mi padre vive en Nueva York, pero fui una sólo una vez. Él no hacía más que trabajar, así que me pasé una semana en el sofá viendo televisión. 
- ¿Tu padre? Nunca me hablaste de él 
- Sí, bueno, no hay mucho que contar – se encoge de hombros 
- De mi padre tampoco 
- Esto es un asco – digo – hace sólo dos días que se ha acabado el colegio y todo el mundo se fuga. Tú, Cande, Ángela, hasta mi madre. La semana que viene se va a California por trabajo. Me siento como la única rata lo bastante tonta como para quedarse en este barco que se hunde 
- Lo siento. Te escribiré, ¿te parece? 
- Está bien 

Suena el celular de su bolsillo. Bufa y no contesta. Se acerca un paso hacia mí, acortando distancias. Es como en la visión, como si fuera a cogerme la mano. 

- Mar – dice – voy a extrañarte 

¿De verdad? , pienso. 

- ¡Bluebell acercándose! – grita Stefano desde la ventana de arriba 
- ¡Gracias! – respondo 
- ¿Quién es ese? ¿Tu hermano? - pregunta Thiago 
- Sí. Parece un perro guardián 
- ¿Quién es Bluebell? 
- Pues… 

La camioneta oxidada de Peter estaciona detrás de la de Thiago. Cande se baja y cuando ve a Thiago, disimula una sonrisa. 

- Hola Thiago – saluda 
- Hola 
- Quería verte – dice ella – Peter me está llevando al aeropuerto 
- ¿Ahora? Creí que te ibas mañana. Todavía no he envuelto tu regalo de despedida. Espera aquí – entro corriendo a la casa y regreso con el iPod que le compré – no se me ocurría qué te podía faltar 
- Mar – dice – esto es demasiado… 
- Ya he cargado algunas canciones que te gustarán 

Cande se queda mirando el iPod por unos segundos, y lo guarda. 

- Gracias 
- De nada 

Peter toca el claxon. Cande me mira como pidiendo disculpas. 

- No tengo tiempo, lo siento. Tengo que irme – nos abrazamos 
- Voy a extrañarte mucho – susurro 
- En la veterinaria hay una cabina. Te llamaré 
- Más te vale. Aquí me sentiré completamente abandonada 

Peter saca la cabeza por la ventana del auto. 

- Perdona, hermanita, pero tenemos que irnos ahora mismo. No puedes perder el vuelo 
- Sí, sí – Cande me abraza por última vez y regresa corriendo hacia la camioneta 
- Oye, Thiago – dice Peter - me estás bloqueando la salida – dice – podría girar pero no quiero malograr el césped 
- Está bien, no hay problema – Thiago me mira – yo también tengo que irme 
- Está bien, pero, ¿no quieres quedarte un rato más? – pregunto, intentando que no suene como un ruego 
- No, de verdad, tengo que irme 

Me abraza y durante los primeros segundos es embarazoso, pero enseguida la conocida fuerza magnética se impone y nuestros cuerpos se amoldan a la perfección. Apoyo la cabeza en su hombro y cierro los ojos. Peter acelera el motor, me aparto bruscamente. 

- Está bien, llámame 
- Regresaré la primera semana de agosto – me informa – y, entonces nos veremos más 
- Parece un buen plan 
- Adiós Mar – dice Thiago 

Le hace una seña a Peter y se sube a la camioneta. Saludo a los dos que dan la vuelta y desaparecen en el bosque.

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