Estoy de nuevo en casa de Ángela, probándonos los disfraces
para hacer una pequeña presentación sobre nuestro trabajo de la Reina Isabel I.
Soy yo la que representa a la reina y probarme el traje es toda una historia.
- En fin, ¿con qué vas a sorprenderme esta semana? – me
pregunta Ángela después de habernos quitado los trajes
- ¿Qué te parece el concepto de designio?
Esto debí haberle hablado hace tiempo, sólo que no tenía
ganas de hablar del tema. Pero ahora ya le he contado absolutamente todo lo que
sé. Hasta he abierto mi diario de ángel – aquel en dónde escribo todo lo que me
sucede desde que me enteré acerca de mi identidad – y le he dado a leer mis
notas antiguas.
- Define designio – me dice
- Todo ángel tiene un designio que cumplir en este mundo.
Normalmente le es revelado por medio de una visión
- ¿A qué edad tienes esta visión?
- Eso varía según cada persona, suele ser entre los trece y
los veinte. Yo la tuve el año pasado.
- ¿Y, recibes un solo designio?
- Que yo sepa sí. Mamá dice que es la misión para la que nos
han puesto en este mundo
- ¿Y, qué pasa si no cumples con el designio?
- No lo sé – respondo
- ¿Y, qué pasa después de cumplir? ¿Continúas con tu vida?
- No lo sé – repito – mi madre no quiere hablarme de eso
- ¿Cuál es tu designio? – me pregunta. No respondo - ¿se
supone que es un secreto?
- No lo sé. Más bien, es algo personal
- Está bien – dice – no tienes que contármelo
Pero yo quiero contárselo. Quiero hablar del asunto con otra
persona que no sea mi madre.
- Se trata de Thiago Bedoya – abre la boca, en sorpresa
- ¿Thiago Bedoya? – repite
- Veo un bosque en llamas, y a Thiago en medio de los
árboles. Se supone que tengo que salvarlo
- Es difícil de creer
- Lo sé
Nos quedamos en silencio por unos segundos.
- ¿Esa es la razón por la que te mudaste aquí? – pregunta
- Pues sí. En la visión alcancé a ver el auto de Thiago y su
matrícula, y eso nos trajo aquí
- ¿Cuándo crees que ocurrirá?
- Ojalá lo supiera. Durante la temporada de incendios,
supongo
- No me extraña que estés obsesionada con él
- Ángela!
- En historia no le quitas el ojo de encima. Yo creía que
sólo estabas estupidizada, como parecen estarlo todas las chicas del colegio.
Me alegra saber que tú tienes una buena razón
- Bueno, ya hemos hablado bastante de ángeles – digo,
poniéndome de pie – se enfría la lasaña
- Pero no me has preguntado por mi designio – dice ella
- ¿Conoces tu designio?
- Bueno, hasta ahora no sabía que era mi designio. Pero he
estado teniendo esa misma clase de ensueño una y otra vez durante tres años
- ¿Y, cuál es?
- Hay un patio grande, y yo lo atravieso caminando deprisa,
casi corriendo, como si llegara tarde. Hay mucha gente alrededor, gente con
mochilas y tazas de café, así que creo que es algo así como un campus
universitario. Es mediodía. Subo corriendo por unas escaleras de piedra y en lo
alto hay un hombre con traje gris. Le pongo la mano en el hombro y él se gira –
se detiene y respira – y, no lo sé, no sé qué pasa después. Supongo que tengo
que llevarle un mensaje. Hay palabras, cosas que debo decir, pero nunca puedo
recordarlas.
- Las recordarás cuando llegue el momento – le digo
Al día siguiente, es la famosa presentación de Historia Británica.
- Una capa más – dice Ángela – tu pelo es tan…irritante
- Te lo dije
Me llena la cabeza con otra nube tóxica de laca. Empiezo a
toser. Cuando mis ojos dejan de lagrimear, me miro en el espejo. La reina
Isabel me mira desde el otro lado. No parece contenta.
- Creo que deberíamos sacar una excelente nota
- No dudes de ello – dice ella – yo seré la que más hable, no
lo olvides. Tú solo tienes que estar allí de pie y parecer hermosa. Yo soy la
estudiante aplicada que sabe todo sobre la época
Los demás estudiantes se apartan para dejarme pasar mientras
yo sigo a Ángela por el pasillo. Trato de sonreír mientras ellos me señalan y
hablan entre ellos. Nos paramos delante de la puerta de la clase de historia. Ángela
se da la vuelta y se pone a arreglar mi vestido.
Ella entra al aula, y yo me quedo en el pasillo escuchando,
esperando, mi corazón empieza a latir rápidamente. Oigo a Ángela que habla, y
al profesor que responde. La clase ríe de algo que ella ha dicho. Está
explicando la cronología de la vida de la reina. Va a anunciarme después de la
reina María I. Falta un minuto. Respiro hondo. Thiago está ahí dentro, puedo
verlo a través de la ventanita, sentado en la primera fila con la cabeza
apoyada en la mano.
- Y, sin más preámbulos – anuncia Ángela en voz alta –
recibamos a Su Majestad, la reina Isabel I de la Casa Tudor, reina de
Inglaterra y de Irlanda…..Peter, abre la puerta
La puerta se abre y entro al aula con toda la elegancia
posible. Con cuidado de no tropezar con el enorme vestido, me dirijo al frente
para situarme al lado de Ángela. La clase entera parece contener el aliento; me
mira como si fuera la auténtica reina Isabel I que ha viajado a través del
tiempo. De repente me siento bella y poderosa, como si de verdad corriera
sangre noble por mis venas. Ya no soy Bozo.
Foto: La Reina Isabel I
- La reina María ha muerto – anuncia Ángela – larga vida a la
reina Isabel
Y, empiezo mi discurso. Pequeño pero elegante. La clase
permanece en silencio. Miro a Thiago que me observa como si nunca antes me
hubiera visto. Nuestros ojos se encuentran. Sonrío. De pronto, empiezo a sentir
un olorcito a humo en el aire. Por favor,
vete. Le imploro a la visión, pero es inútil. Estoy con Thiago en el
bosque. Lo miro a los ojos. Esta vez está muy cerca, tan cerca que puedo oler
su maravillosa mezcla de aromas. Podría alargar la mano y tocarlo. Pero, me
invade la pena, esa tristeza tan intensa y dolorosa que enseguida me llena los
ojos de lágrimas. Bajo la cabeza y noto que él sostiene mi mano, los largos
dedos de Thiago entrelazados con los míos. Su pulgar acariciando mis nudillos.
Tomo aliento, espantada.
¿Qué significa?
Levanto la vista. Vuelvo a estar en la clase, mirando a
Thiago. Alguien se ríe disimuladamente. El profesor me mira expectante.
- ¿Su majestad? – habla el profesor y de pronto recuerdo lo
que sigue
- Me siento fuerte – me apresuro a decir, sin apartar la
mirada de Thiago y él vuelve a sonreír – sé que tengo el cuerpo de una mujer frágil
y débil – añado – pero tengo la fuerza y las agallas de un rey
- Larga vida a la reina! – grita el profesor, seguido por
toda la clase
No puedo contener la sonrisa. Ángela, más aliviada después
de que he acabado mi parte, empieza a entrar en los detalles del reinado de
Isabel. Ahora sólo debo estar de pie y parecer hermosa, como ella dijo.
- ¿La reina murió virgen? – pregunta Peter, desde el fondo de
la clase
Ángela no vacila. Enseguida explica cómo Isabel utilizaba la
imagen de virgen para volver más atractivo su estatus de soltera.
- Sir Peter – digo de repente, interrumpiendo a Ángela
- ¿Sí?
- Creo que la respuesta correcta es “sí, Su Majestad” – digo.
No puedo permitir que se burle de mí delante de toda la clase
- Sí, Su Majestad – responde con sarcasmo
- Ella no puede hacer eso, ¿verdad? – se dirige al profesor –
no es la soberana de esta clase
- Hoy ella es la reina – dice el profesor – si yo fuera
usted, me callaría
- Deberías quemarlo, Su Majestad – dice uno de los chicos
- Sí, todos los que están a favor de la muerte de sir Peter,
el hereje, levanten la mano – dice Ángela
Todos levantan su mano, excepto Peter, que está en el fondo
con brazos cruzados.
- Ahora que ya está resuelto – continúa mi amiga – hablaré de
la derrota de la Armada Española
[1] El cepo es un artefacto ingenioso, ideado
para sujetar, retener o inmovilizar algo, o alguien, como consecuencia de
alguna determinada conducta del inmovilizado
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