domingo, 31 de agosto de 2014

Ángeles Caídos #4: Treintaicuatro

Las noticias acerca de la reunión que solicité con los Nephils se expandió tal y como imaginamos que sería. Benja estuvo haciendo su trabajo de espía y nos informó que la reunión sería en la ex casa de Hank; no era algo que me gustara del todo. Y tampoco me gustaba el hecho que Peter y Benja habían encontrado la solución para poder estar junto a mí en esa reunión: Peter poseería el cuerpo de Benja (era Cheshvan y podía hacerlo), de esa manera ambos podrían estar conmigo. Fue entonces cuando comprendí lo mucho que significa mi amistad para Benja y lo mucho que también significaba para Peter, él hecho de no dejarme a pesar de lo peligroso que podía ser.

sábado, 30 de agosto de 2014

Ángeles Caídos #4: Treintaitrés

Benja me llamó apenas Peter y yo estuvimos de vuelta en su casa. Ahora era domingo, justo después de las tres de la mañana. Peter cerró la puerta principal detrás nuestro, y yo puse el celular en altavoz.

—Puede que tengamos un problema —dijo Benja—. He recibido varios mensajes de texto de amigos diciendo que Maximiliano hará un anuncio público a los Nephils más tarde, en el Centro de Atracciones, después que cierre. Después de lo que sucedió esta noche, ¿alguno de ustedes lo encuentra raro?

Peter soltó un par de malas palabras.

viernes, 29 de agosto de 2014

Ángeles Caídos #4: Treintaidós

Dos horas después, estacioné la camioneta de Peter en su garaje. Peter estaba desplomado en el asiento del copiloto, con el mismo brillo azul aun radiando en su piel. A ratos colocaba su sonrisa cansada mientras hablaba, pero sabía que le tomaba esfuerzo, que lo hacía para tranquilizarme.

Peter y yo nos quedamos en el cementerio con Benja hasta que recuperó la suficiente fuerza para conducir solo a casa. Y el perro negro, a pesar de todos los intentos por hacerlo escapar, incluido el intento de bajarlo de la camioneta de Peter, él se había quedad con nosotros. Rindiéndonos, lo habíamos dejado que venga con nosotros. Luego lo llevaría a un refugio de animales. Pero por más que quería colapsar en la cama de Peter en el instante en que entré a su casa, aun había mucho trabajo por hacer. Maxi ya nos llevaba ventaja, si descansábamos antes de tomar medidas, podríamos terminar rindiéndonos.

martes, 19 de agosto de 2014

Ángeles Caídos #4: Treintaiuno

En lo bajo de la colina, alcé la mirada, pero no vi a Maxi. El perro negro me siguió, parecía preocupado. Logré sentarme y luego me paré de un salto para correr entre la masa de tumbas hacia el mausoleo. Para mi sorpresa, el perro corrió conmigo.

—¡Benja! —grité, abriendo de un golpe la puerta del mausoleo mientras ingresaba.

No había ventanas, no podía ver. Impacientemente, empecé a pasar mis manos por todos lados, buscando algo para poder encender alguna luz. Finalmente, encontré la linterna que Benja había traído y que obviamente se le había caído al suelo.

lunes, 18 de agosto de 2014

Ángeles Caídos #4: Treinta

Pero no era Benja el que me atacaba.

Mientras tosía y buscaba aire, vi a Maxi moverse para atacar, e inmediatamente me volteé para golpear mi pie contra su estómago. Él cayó hacia atrás, tambaleándose contra el suelo, viéndose sorprendido. Sus ojos se endurecieron. Los míos también. Me fui contra él, contra su pecho y golpeé su cabeza repetidamente contra el suelo. No era suficiente para hacerlo perder la consciencia, quería que estuviera fuera de combate, pero aún capaz de hablar. Tenía muchas preguntas que quería que responda ahora.

Tráeme el cable —le ordené al perro, transmitiendo una figura de éste en su mente así podía entender mi orden.

El perro obedientemente trotó, trayendo el cable en sus dientes, inmune al Devilcraft. ¿Sería posible que este prototipo no le hiciera daño? De todos modos, no podía creerlo, podía hablarle a los animales, al menos a este.

Rodé sobre el estómago de Maxi, y use el cable para amarrar sus muñecas. Quemó mis dedos, pero estaba muy enojada para que me importara. Lo hizo gruñir en protesta.

Poniéndome de pie, pateé sus costillas para que despierte. —Más te vale que las primeras palabras que salgan de tu boca sean para explicarme —dije.

Con una mejilla presionada contra el suelo, sus labios se curvaron en una sonrisa que intimidaba. —No sabía que eras tú —dijo inocentemente, burlándose.

Bajé mi mirada hacia él. —Si no quieres hablarme, te entregaré a Peter. Ambos sabemos que ese camino será bastante no placentero.

—Peter—. Maxi rió. —Llámalo. Adelante. A ver si te contesta.

Miedo helado bailó en mi pecho. —¿Qué quieres decir?

—Desata mis manos y tal vez te lo diré, con detalle, lo que le hice.

Le lancé una cachetada con tanta fuerza que mi propia mano empezó a doler. —¿Dónde está Peter? —pregunté de nuevo, intentando apartar el pánico de mi voz, sabiendo que solo ayudaría a que Maxi gane fuerza.

—¿Quieres saber lo que le hice a Peter…o a Peter y Maxi?

El suelo pareció empezar a inclinarse. Habíamos sido metidos en una trampa. Maxi se había llevado a Maxi y Peter, y luego había venido por mí. ¿Pero por qué?

Armé el rompecabezas por mí sola.

—Estás chantajeando a Pepper Friberg. Eso es lo que estás haciendo aquí, ¿verdad? No te molestes en responder. Es la única explicación que tiene sentido—. Pensé que era Agustina, si lo hubiese visto de otra forma…

Maxi soltó un largo suspiro. —Hablaré contigo después que desates mis manos.

Estaba tan consumida por el enojo, y me sorprendí de encontrar lágrimas quemando en la parte trasera de mis ojos. Confiaba en Maxi. Había dejado que me entrene y me aconseje. Había construido una relación con él, y lo consideraba uno de mis aliados en el mundo Nephil.

—¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué chantajeaste a Pepper? ¿Por qué? —le grité, cuando me miró con total silencio.

Ya no podía golpearlo, apenas podía estar de pie. Mi cuerpo se sentía tan caliente, la traición dolía. Me incliné contra la pared de piedra, respirando profundamente para mantener bien mi cabeza. Mis rodillas temblaban. La parte de atrás de mi garganta se sentía apretada.

—Desata mis manos, Lali. No iba a hacerte daño…no realmente. Necesito calmarte, eso es todo. Quería hablarte y explicarte lo que estoy haciendo y por qué.

—¿Peter o Benja están heridos? —pregunté. Peter no podía sentir dolor físico, pero eso no significaba que Maxi no estuviera usando algún tipo de prototipo de Devilcraft para hacerle daño.

—No. Los até de la misma forma que me has atado a mí. Están molestos como jamás los he visto. El Devilcraft no es bueno para ellos, pero pueden aguantar más tiempo sin efectos negativos.

—Entonces voy a darte exactamente tres minutos para que respondas mis preguntas antes que vaya tras ellos. Si no las has respondido de acuerdo a un nivel de satisfacción, voy a llamar a los perros.
Maxi bufó. —¿De qué estás hablando?

—Puedo hablarle a través de la mente a los animales, Maxi. Como lo hizo el perro que te atacó. No puedo matarte, pero eso no significa que no pueda hacerte arrepentir de lo que has hecho. Primera pregunta: ¿Por qué estás chantajeando a Pepper? Los Nephils no juegan con los ángeles caídos.

Maxi empezó a moverse, intentando rodar sobre su espalda. —¿No puedes desatar el cable así podemos tener una charla normal?

—Tiraste la normalidad por la ventana el minuto en que intentaste estrangularme.

—Necesito mucho más de tres minutos para contarte lo que está sucediendo —Maxi respondió, sin sonar nada preocupado por mi amenaza.

Decidí de mostrarle lo serio que iba esto.

Comida —le dije al perro negro, que se había quedado mirando la escena.

Le envié a su mente la imagen de la carne de Maxi. El perro hundió sus dientes en la parte trasera del brazo de Maxi.

El herido empezó a insultar e intentó apartarse. —¡No podía tener a Pepper metido en ms planes! —espetó finalmente—. ¡Quita al perro!

—¿Qué planes?

Maxi sollozó, tratando de librarse del perro. —Pepper fue enviado aquí a la tierra por los arcángeles para realizar una completa investigación sobre mí y Blakely.

—Porque los arcángeles sospechaban que el Devilcraft no había desaparecido con La Mano Negra, y que tú aún la estabas usando, pero ellos quieren confirmarlo antes de actuar. Eso tiene sentido. Sigue hablando.

—Así que necesitaba una forma de distraer a Pepper, ¿de acuerdo? ¡Quita a tu perro!

—Aún no me has dicho por qué lo has estado chantajeando.

Maxi sollozó una vez más y se movió para evitar los colmillos de mi nuevo perro favorito. —Dame un respiro.

—Mientras más rápido hables, más rápido le daré a mi nuevo amigo algo más que pueda comer.

—Los ángeles caídos necesitaban a Pepper para que encante varios objetos, usando los poderes del cielo. Conocían el Devilcraft, y sabían que Blakely y yo podíamos controlarlo, así que querían aprovechar los poderes del cielo, querían asegurarse que los Nephils no tengan oportunidad en ganar la guerra. Ellos son los que están chantajeando a Pepper.

De acuerdo. Esto también podía tener sentido. Solo había una cosa más que no tenía sentido. —¿Cómo es que tú estás envuelto en todo esto?

—Yo estoy trabajando para los ángeles caídos —dijo tan silenciosamente que estaba segura de haber escuchado mal.

Me incliné más cerca. —¿Te importa volverlo a repetir?

—Soy un vendido, ¿de acuerdo? Los Nephils no van a ganar la guerra —agregó a la defensiva—. Los ángeles caídos harán de todo para estar en lo alto. Y no solo porque intentan usar los poderes del cielo, sino que los arcángeles se llevan bien con los ángeles caídos; ellos consideran que nuestra raza es una abominación, nos quieren desaparecer, y si eso significa aliarse temporalmente con ángeles caídos para lograrlo, lo harán. Sólo los de nuestra raza que se alíen con ángeles caídos tendrán una oportunidad de sobrevivir.

Miré fijamente a Maxi, incapaz de digerir sus palabras. Maximiliano Recca, en cama con el enemigo. El mismo Maximiliano que estuvo del lado de La Mano Negra. El mismo Maximiliano que me entrenó con tanto ahínco. No podía comprenderlo. —¿Y qué hay de nuestro ejército Nephil? —dije, mi enojo aumentando.

—Está condenado. Lo sabes. No hay mucho tiempo restante antes que los ángeles caídos hagan su movida y seamos enviados a la guerra. He acordado darles Devilcraft. Tendrán los poderes del cielo y del infierno…y el respaldo de los arcángeles. Todo terminará en menos de un día. Si me ayudas a lograr que Pepper encante los objetos, te ayudaré. Me aseguraré que la mayoría de los ángeles caídos más influyentes sepan que ayudaste y que eres leal a la causa.

Retrocedí un paso, viendo a Maxi a través de nuevos ojos. Ni siquiera sabían quién era. No podía ser más extraño en estos momentos. —No…toda esta revolución…¿todo mentira? —finalmente logré decir.

—Supervivencia —dijo—. Lo hice para salvarme a mí mismo.

—¿Y el resto de la raza Nephil? —escupí.

Su silencio me dijo lo preocupado que estaba sobre ello. Un encogimiento de hombros desinteresado decía más. Maxi estaba en esto por él mismo, fin de la historia.

—Creen en ti —dije—. Cuentan contigo.

—Cuentan contigo.

Salté. El impacto completo de la responsabilidad pesando en mis hombros pareció golpear contra mí. Yo era su líder. Era la cara de esta campaña. Y mi consejero de más confianza estaba del otro lado.

—No puedes hacerme esto —dije, amenazándolo—. Te expondré. Les diré a todos lo que realmente estás haciendo. No conozco todo sobre la ley Nephil, pero estoy bastante segura que tienen un sistema para encargarse de los traidores.

—¿Y quién va a creerte? —dijo Maxi—. Si discuto que tú eres la verdadera traidora, ¿a quién crees que creerán?

Tenía razón. ¿A quién creerían? ¿A la joven, e inexperta impostora colocada en poder por su padre fallecido, o al fuerte, capaz y carismático hombre que tenía tanto la vista como la habilidad para ser un Dios Romano?

—Tengo fotos —dijo Maxi—. De ti con Peter. De ti con Pepper. Incluso algunas en las que te ves amistosa con Agustina. Te ganaré en esto Lali. Eres simpatizante a la causa de los ángeles caídos. Así lo pondré. Te destruirán.

—No puedes hacer esto —dije, con rabia golpeando mi pecho.

—Estás caminando por un camino muerto. Esta es tu última oportunidad de dar la vuelta. Ven conmigo. Eres más fuerte de lo que crees. Podemos ser un equipo invencible. Puedo usarte…

Solté una risa dura. —¡Oh, ya terminé con todo esto, de ti usándome! —Cogí una piedra grande, intentando golpearla contra el cráneo de Maxi, dejarlo inconsciente e ir por la ayuda de Peter para decidir qué hacer con él después, cuando una sonrisa cruel y retorcida en el rostro de Maxi hizo que parezca un demonio más que un Dios Romano.

—Qué desperdicio de talento —murmuró.

Fue ahí cuando me di cuenta. El cable de sus muñecas no estaba causando que su piel queme de la forma en que lo hacía la mía. De hecho, además de tener su rostro contra el suelo, no se veía incómodo. El cable se liberó de las muñecas de Maxi, y en un instante, estuvo de pie.

—¿Realmente crees que le permitiría a Blakely crear un arma que podría ser usada contra mí? —se mofó, su labio superior curvándose.

Ordenando al cable, lo lanzó hacia mí. Quemazón se deslizó por mi cuerpo, haciendo que caiga con fuerza al suelo, sin aire. Mareada por el impacto, retrocedí, intentando enfocar la imagen de Maxi.

—Creo que te gustaría saber que tengo toda la intención de tomar tu posición de comandante del ejército Nephil —se burló—. Tengo el respaldo de toda la raza Nephil. Planeo dirigir a todos los Nephils directo a las manos de los ángeles caídos. No sabrán lo que he hecho hasta que sea demasiado tarde.

—Hiciste un juramento a Hank de que me ayudarían a liderar a su ejército hacia su libertad, eres un idiota arrogante. Si intentas robarte mi título, ambos veremos las consecuencias de haber roto nuestros juramentos. Muerte, Maxi. No exactamente una complicación menor —le recordé cínicamente.

Maxi rió con burla. —Sobre ese juramento. Una completa mentira. Cuando lo dije, pensé que te haría confiar en mí. Aunque no es que lo necesitara. Los prototipos del Devilcraft que te di han estado haciendo un buen trabajo en convencerte de confiar en mí.

No había tiempo para que su engaño se hunda en mí. El cable lanzó fuego a través de mi ropa una segunda vez. Buscando mi propia sobrevivencia, gateé hacia la pared, escuchando al perro ladrar y atacar detrás de mí y ser lanzado al lado opuesto. La colina empinada, manchada de rocío, me envió rodando y patinando hacia las tumbas más abajo. 

Ángeles Caídos #4: Veintinueve

Benja condujo hasta la zona de encuentro y mientras él bajaba del auto para encontrarse con el chantajista, yo llamé a Peter. Después de varias timbradas, tocó el contestador. —Benja ya entró. Estoy dirigiéndome hacia mi lugar. Llámame apenas escuches esto. Necesito saber que estás en tu posición.

Colgué, temblando por el frío horrible que estaba haciendo. Coloqué mis manos debajo de mis brazos para calentarlas. Algo no se sentía bien. No era usual que Peter ignorara una llamada, especialmente una mía, durante un momento urgente. Quería discutir esto con Benja, pero él ya no estaba dentro de mi vista. Si lo iba a buscar ahora, podía arriesgarme a malograr el plan. En lugar de eso, me dirigí hacia el estacionamiento que daba pie a mirar todo el cementerio.

Una vez en mi posición, miré hacia las piedras que sobresalían del jardín, de ese tan oscuro que parecía negro. Ángeles de piedra con alas parecían flotar en el aire justo por encima del suelo. Las nubes oscurecían la luna, y dos de las cinco luces en el estacionamiento estaban apagadas. Debajo, el blanco mausoleo radiaba una iluminación fantasmal.

¡Benja! —grité a través de la mente, colocando toda mi energía mental. Pero no hubo respuesta.

Mantuve mi mirada fija en el mausoleo. Un perro negro de pronto estaba cerca de donde estaba, casando que caiga asustada. Un par de ojos felinos me miraban. El perro caminó cerca de donde estaba, se detuvo para gruñirme y luego desapareció de mi vista. Gracias a dios. Mi visión era mejor que cuando era humana, pero estaba lo suficientemente lejos del mausoleo que no podía ver tantos detalles. Una puerta pareció cerrarse, pero eso tenía sentido. Benja debió haberla cerrado detrás de él.

Sostuve mi aliento, esperando a que Benja salga arrastrando a Agustina, herida. Los minutos pasaron. Cambié de posición, intentado que la sangre fluya por mis piernas. Revisé mi celular. Ninguna llamada perdida. Sólo podía asumir que Peter se estaba rigiendo por el plan y observando la reja de entrada del cementerio.

Un pensamiento horrible me golpeó. ¿Y si Agustina vio el destino de Benja? ¿Si sospechaba que él había llevado respaldo? Mi estómago cayó a mis rodillas. ¿Y si había llamado a Pepper para cambiar el lugar de destino después que Benja y yo dejamos el Bar? De cualquier modo, Pepper hubiese sabido y me hubiese llamado. Habíamos intercambiado número. Estaba ocupada con estos pensamientos, cuando el perro negro regresó, dirigiendo un gruñido amenazador hacia mí.

—¡Vete! —siseé, haciendo un gesto con mi mano.

Esta vez, mostró sus dientes puntiagudos. Estaba por moverme haca una distancia segura cuando…

Un cable caliente cortó mi garganta desde atrás, bloqueando mi aire. Me aferré al cable, sintiéndolo cada vez más fuerte. Caí hacia atrás, mis piernas pateando. Desde mi visión periférica, noté una luz azul emanando del cable. Parecía quemar mi piel como si hubiese sido mezclada con ácido. Mis dedos quemaban donde habían tocado el cable, haciendo que duela al cogerlo.

Mi atacante jaló con más fuerza el cable. Luces explotaron alrededor de mi visión. Una trampa.

El perro negro continuó ladrando y empezó a saltar en círculos, pero la imagen empezó a disolverse rápidamente. Estaba perdiendo la consciencia. Con la poca energía que me quedaba, me enfoque en el perro: —¡Muerde! ¡Muerde a mi atacante!

Estaba muy débil para intentar hacerle un truco mental a mi atacante, y aunque nunca lo había hecho con un animal, sin duda era menos poderoso que un Nephil o un ángel caído.

¡Ataca! —volví a probar.

Para mi sorpresa y desconcierto, el perro corrió hacia adelante y enterró sus colmillos en la pierna de mi atacante. Escuché el hueso romperse y una voz varonil. Cerré mis manos alrededor del cable, ignorando la quemazón, lo suficiente para retirarlo de mi cuello. El cable cayó sobre la pista y lo reconocí al instante.

Era el arma de Benja.

domingo, 17 de agosto de 2014

Ángeles Caídos #4: Veintiocho

—¡Qué! ¡No puedes hacer eso! —espetó Pepper—. No estarán contentos, y se rehusarán a trabajar conmigo. ¡Aun peor, irán directamente donde los arcángeles!

—Tu chantajista ya no trabaja contigo. Desde ahora, él o ella negocia directamente con nosotros —dije—. Benja y yo vamos a recuperar los objetos que quieren encantar, y puede que necesitemos tu cooperación en evaluarlos. Si puedes decirnos lo que creen que estén intentando hacer y para qué los quieren usar, la información será valiosa.

—¿Cómo sé que puedo confiar en ustedes? —se quejó.

—Siempre hay un juramento de sangre… —Dejé que la idea quede en el aire—. Juraré sobre mis intenciones y tú jurarás mantenerte alejado de Peter. A menos, por supuesto, que aún seas muy bueno para hacer un juramento.

—Esto es horrible —dijo Pepper—. Qué enredo.

—Benja y yo tendremos a un equipo. Nada irá mal —le aseguré a Pepper, luego agregué una instrucción privada para Benja: —Mantenlo calmado mientras llamo a Peter, ¿de acuerdo?

Caminé hasta el final del callejón antes de marcar. —Soy yo. Tenemos a Pepper—. Escuché a Peter suspirar con alivio. —No creo que lo de doble vida sea un acto —continué—. Tiene un problema serio por apostar. Tampoco creo que esté en una misión de los arcángeles para encadenarte al infierno. Tal vez fue enviado aquí para hacer sus tareas, pero finalmente se acostumbró a la vida humana y de pura apuesta. Ahora, las grandes noticias. Él sabe que tú no lo estás chantajeando…todo este tiempo ha estado tratando de encontrarte para que le hagas un trabajo.

—¿Qué trabajo?

—No dijo. Creo que tiene problemas más importantes. Ha acordado encontrarse con el verdadero chantajista esta noche—. No conté el resto, porque me sentía tan confiada que Agustina estaba detrás de esto. —No sabemos la hora o el lugar todavía. Cuando el chantajista llame a Pepper, vamos a tener un tiempo de veinte minutos. Tendremos que movernos rápido.

—¿Crees que sea una trampa?

—Creo que Pepper es un cobarde, y que está contento que nosotros vamos a ir y él no.

—Estoy listo —dijo Peter—. Apenas sepa hacia dónde nos estamos dirigiendo, los encontraré ahí. Haz una última cosa por mí, Ángel.

—Dilo.

—Quiero encontrarte sana y salva cuando esto termine.

La llamada llegó diez minutos antes de la medianoche. —Sí, iré solo. Sí, encantaré los objetos. Sí, puedo estar en el cementerio en veinte minutos —dijo Pepper, como si fueran líneas aprendidas de un guión.

—¿Qué cementerio? —pregunté apenas colgó—. ¿El de la ciudad?

Asintió. —Dentro del mausoleo. Se supone que debo esperar ahí para más instrucciones.

—Solo hay un mausoleo en el cementerio de la ciudad —dije, dirigiéndome a Benja—. Está justo por la tumba de mi padre. Hay árboles y piedras por todos lados, y estará oscuro. El chantajista no será capaz de establecer si eres tú o Pepper, hasta que sea demasiado tarde.

Benja se colocó la capucha sobre su cabeza, cubriendo parte de su rostro.

—Soy más alto que Pepper —dijo él, dubitativo.

—Camina un poco encorvado, a la distancia no se notará— le dije a Benja antes de dirigirme a Pepper—. Dame tu número de celular, te llamará apenas tengamos al chantajista.

—Tengo un mal presentimiento —dijo Pepper, pasando sus manos por su ropa.

—Estamos yendo preparados —agregó Benja, mostrando la brillantez detrás de su cinturón.

—Devilcraft —los labios de Pepper dijeron con desaprobación—. Los arcángeles nunca pueden enterarse que estuve involucrado en esto.

—Una vez que Benja inmovilice a tu chantajista, Peter y yo entraremos de golpe —le expliqué.

—¿Cómo saben que no tendrán su propio respaldo? —retó.

Una imagen de Agustina destelló a través de mi mente. Ella solo tenía un amigo, y eso era decirlo de buena gente. Qué mal que ese amigo sería el que la descubriría esta noche. No podía esperar a ver la mirada en su rostro cuando Peter golpee un objeto encantado en las cicatrices de sus alas.

—Si vamos a hacer esto, debemos correr —me dijo Benja, mirando su reloj—. Tenemos quince minutos.

Cogí la manga de Pepper antes que pueda escapar. —No olvides el final del trato, Pepper. Una vez que tenemos a tu chantajista, tú y Peter han terminado.

Asintió con seriedad. —Dejaré a Peter en paz. Tienes mi palabra—. No me gustaba el brillo de picardía que pareció flotar momentáneamente detrás de sus ojos. —Pero no puedo hacer nada si él viene a buscarme —agregó.

***

Estoy de vacaciones, por eso tan buena yo vengo a traer varios capítulos jejeje.
Además, el miércoles me voy de viaje hasta el domingo así que les dejaré unos cuantos para que aguanten hasta que pueda subir más.

Muchas gracias por los comentarios :)

Ángeles Caídos #4: Veintisiete

La siguiente noche fue Sábado. Después de decirle a mi mama que me estaba quedando en casa de Cande todo el fin de semana, y que iríamos juntas al colegio el día lunes, Benja y yo hicimos un viaje hacia el Bar del Diablo. No estábamos interesados en la música o las bebidas, solo en el sótano, ahí buscaríamos a Pepper. Me había laceado mi cabello, viéndome más sofisticada y madura. Me había colocado delineador de ojos, pinta labios, tacos y una cartera que denotaba estilo (era de Paula). Benja, por otro lado, se veía duro, fuerte y guapo; con aretes en sus orejas, su cabello corto y su estilo. Fingimos ser novios cuando entramos al bar, mi brazo alrededor del suyo.

Logramos chantajear al que atendía al bar, entregándole una suma bastante grande de dinero. Fue así como nos dejaron pasar, e ir hacia el sótano. No sin antes revisar nuestros cuerpos y cartera por si teníamos armas. La única arma con la que contábamos, era un cuchillo encantado con Devilcraft, por si las cosas no salían bien; por suerte, se encontraba escondido detrás del cinturón de Benja.

En el sótano, se encontraban varias mesas de póker, y sólo una estaba siendo usada. Una con cuatro jugadores; inmediatamente vi a Pepper. Estaba de espaldas hacia nosotros, y no se volteó mientras nos acercábamos; tampoco lo hizo ninguno de sus amigos.

—Estamos buscando a Pepper Friberg —anunció Benja.

—Lo siento, querido, mi estoy ocupado toda la noche —soltó cínicamente Pepper.

Estaba tan metido y envuelto en su juego, que aparentemente no se había dado cuenta que yo estaba al lado de Benja, quién arrastró una silla de una mesa cercana y se sentó al lado de Pepper.

—Tal vez quieras hablar con…Lali Espósito.

Ahora sí reaccionó. Dejó sus cartas, boca abajo, y se volteó. Su cuerpo completo hacia mí, finalmente mirándome.

—Hola Pepper. Ha pasado un tiempo —dije—. La última vez que nos vimos, intentaste secuestrarme, ¿verdad?

—El secuestro es una ofensa federal para los habitantes de la Tierra —dijo Benja—. Algo me dice que también es un castigo en el cielo.

—Mantén baja tu voz —gruñó Pepper, mirando nerviosamente a los otros jugadores.

Alcé mis cejas, hablando directamente en la cabeza de Pepper. —¿No les has contado a tus amigos humanos lo que realmente eres? Aunque no creo que se pongan muy contentos de saber que tus habilidades en el póker tienen mucho más que ve con control mental que suerte o habilidad.

—Mejor hablemos esto afuera —me dijo Pepper.

En el callejón detrás del Bar, yo hablé primero: —Vamos a ponértelo simple para ti, Pepper. Tan divertido como ha sido usarme para llegar a Peter, estoy lista para seguir adelante. La forma en que lo veo, es que solo va a suceder si es que descubro realmente quién te está chantajeando —dije, probándolo. Quería decirle mi teoría, que estaba jugando para un grupo secreto de arcángeles y necesitaba una media excusa para mandar a Peter al infierno. Pero para no lanzarme a la piscina, decidí aguantar y ver cómo lo tomaba.

—¿De qué va todo esto? —dijo Pepper.

—Es ahí cuando entramos nosotros —dijo Benja—. Estamos motivados en encontrar a quien te está chantajeando.

Pepper entrecerró sus ojos hacia Benja. —¿Quién eres tú?

—Piensa en mí como la bomba reloj que está debajo de tu asiento. Si no tomas una decisión de acordar con los términos de Lali, lo haré por ti—. Benja empezó a remangarse la camisa.

—¿Me estás amenazando? —preguntó Pepper, incrédulo.

—Aquí están mis términos —dije—. Encontraremos a tu chantajista, y te lo enviaremos. Lo que queremos a cambio es simple. Jurar para dejar a Peter en paz. Un poco de sangre y unas cuantas palabras harán el truco. —Si lo presionaba para que haga el juramento, tendría que ir hacia los arcángeles y confesar su derrota. Si se rehusaba, solo le daba mayor validez a mi teoría.

—Los arcángeles no hacen juramentos —soltó Pepper.

—¿Expulsan a los ángeles caídos con los que han tenido inconvenientes? —preguntó Benja.

Pepper nos miró como si estuviéramos locos. —¿Qué están delirando?

—¿Cómo se siente ser el peón de los arcángeles? —pregunté.

—¿Qué te han ofrecido a cambio? —demandó Benja.

—Los arcángeles no están aquí abajo —dije—. Estás por tu cuenta. ¿Quieres volver a estar en el cielo y enfrentarte solo a Peter? Vamos Pepper —agregué en su mente—. Dime lo que quiero escuchar. Que esta historia del chantaje es una excusa para completar tu tarea de un grupo deshonesto de arcángeles que quieres deshacerse de Peter.

La expresión de Pepper, de incredulidad, se profundizó.

—Vas a hacer un juramento ahora mismo, Pepper —dije.

Benja y yo nos acercamos a él.

—¡Ningún juramento! —chilló Pepper—. ¡Pero dejaré a Peter en paz, lo prometo!

—Si tan solo pudiésemos confiar en tu palabra —devolví—. El problema es que no reo que seas un chico muy honesto. De hecho, creo que todo este negocio del chantaje es una estrategia.

Los ojos de Pepper se ampliaron con entendimiento. Su rostro empezó a ponerse rosado.

—Déjame ver si lo entiendo. ¿Creen que estoy detrás de Peter por estarme chantajeando?

—Sí —dijo Benja—. Sí, lo hacemos.

—¿Por eso es que se rehusó a verme? ¿Por qué cree que lo quiero encadenar al infierno? ¡No lo estaba amenazando! —chilló Pepper, su rostro poniéndose más rojo—. ¡Quería ofrecerle un trabajo! ¡He estado intentando explicar eso todo este tiempo!

Benja y yo hablamos al mismo tiempo: —¿Un trabajo? —Compartimos una mirada de desconcierto.

—¿Estabas diciendo la verdad? —le pregunté a Pepper—. ¿Realmente tienes un trabajo para Peter…eso es todo?

—Sí, sí, un trabajo —ladró Pepper—. ¿Qué creías? Dios, qué desastre. Nada ha sucedido como debería.

—¿Cuál es el trabajo? —lo presioné.

—¡Como te dije! Si me hubieses ayudado a alcanzar a Peter a tiempo, no estaría en este desorden. Todo esto es tu culpa. Mi oferta de trabajo es para Peter, ¡y para él solo!

—Déjame entender esto —dije—. ¿No crees que Peter te esté chantajeando?

—¿Por qué pensaría eso cuando ya sé quién lo está haciendo? —lanzó, exasperado.

—¿Sabes quién es el chantajista? —repitió Benja.

Pepper me lanzó una mirada de disgusto. —Saca a este Nephil de mi vista. ¿Sé quién me está chantajeando? ¡Sí! Se supone que debo encontrarlos esta noche. Y nunca adivinarán quién es.

—¿Quién? —pregunté.

—¡Ja! Sería lindo si te lo digo, ¿verdad? El problema es que mi chantajista me hizo hacer un juramento de no revelar su identidad. Mis labios están sellados, literalmente. Dijeron que llamarían para darme el lugar del encuentro veinte minutos antes de tener que estar ahí. Si no arregló este desastre pronto, los arcángeles van a expulsarme —agregó, revolviendo sus manos. Noté que ahora estaba asustado.

Traté de mantenerme calmada. No esperaba esta noticia. Me preguntaba si era una trampa. Pero el sudor cubriendo su frente y su mirada desesperada me dijo que no estaba fingiendo.

—Mi chantajista quiere encantar objetos usando los poderes del cielo que todos los arcángeles poseen. Por eso me están chantajeando.

—¿Qué objetos? —pregunté.

Pepper sacudió su cabeza. —Van a llevarlos al encuentro. Dijeron que si los encanto de acuerdo a sus especificaciones, me dejarán en paz. No lo entienden. Incluso si encanto los objetos, los poderes del cielo solo pueden ser usados para el bien. No sé qué ideas malas están creando, pero no funcionarán.

—Y ahí nomás, ¿estás considerándolo hacerlo? —pregunté.

—¡Necesito que salgan de mis espaldas! Los arcángeles no pueden saber lo que he estado haciendo. Seré expulsado. Me arrancarán mis alas y estaré terminado. Estaré atrapado aquí para siempre.

—Necesitamos un plan —dijo Benja—. Veinte minutos entre la llamada y el encuentro no nos da un montón de tiempo.

—Cuando llame tu chantajista, acuerda ir —le instruí a Pepper—. Si te dicen que vayas solo, diles que lo harás. Suena tan cooperativo como puedas.

—¿Y luego qué? —preguntó Pepper, tan cobarde, como nunca me imaginé a un arcángel.

—Y luego Benja irá en tu lugar, atrapará al chantajista y te lo enviará.

domingo, 10 de agosto de 2014

Ángeles Caídos #4: Veintiséis

Nunca creí que Agustina realmente tenía el regalo de la profecía, no después de que había caído del cielo, pero estaba haciendo un buen trabajo últimamente al convencerme de cambiar de opinión. En menos de un minuto, la puerta del garaje de Peter se abrió, y apareció en lo alto de las escaleras. Se veía bastante cansado, y el ver a Agustina en su sala no mejoró su humor.

—Esto no puede ser bueno —dijo, con ojos oscuros.

—Yo iré primero —empezó Agustina.

—Ni te atrevas —dije. Enfrenté a Peter, cortando a Agustina de la conversación—. ¡Ella te besó! Y, Maxi, quién te ha estado siguiendo, por cierto, lo atrapó en una cámara. Imagina mi sorpresa cuando vi eso más temprano. ¿En algún momento pensaste decírmelo?

—Le dije que te besé y que tú me apartaste —protestó Agustina.

—¿Por qué aún estás aquí? —exploté hacia Agustina—. Esto es entre Peter y yo. ¡Vete ya!

—¿Qué haces aquí? —repitió Peter hacia Agustina, su tono afilándose.

—Logré entrar —dijo—. Estaba tan asustada. No podía dormir. No puedo dejar de pensar en los Nephils.

—Debes estar bromeando —dije. Miré a Peter para corroborar, esperando que no vaya a comprarse lo dicho por ella. Agustina había ido esa noche buscando un consuelo, y yo no lo aprobaba.

—Regresa a la casa segura —le ordenó Peter—. Si te quedas ahí, estarás a salvo. Esta es la última vez que te voy a decir que te mantengas fuera de problemas.

—¿Por cuánto tiempo? —Agustina casi solloza—. Estoy sola ahí. Todos en esa casa son humanos. Me ven y se ríen. Puedo ayudarte. Esta vez no cometeré errores. Si me dejas quedarme aquí…

—Anda —le ordenó Peter, de forma dura—. Ya has hecho suficiente problema. Con Lali, y con los Nephils que seguiste. No podemos estar seguros de las conclusiones a las que hayan llegado, pero hay algo certero. Ellos saben que estás detrás de Blakely. Si son inteligentes, también descubrirán que eso significa que tú sabes por qué Blakely es vital para su operación, y lo que está haciendo en su laboratorio secreto. Y armarán otros planes, y eso nos alejará de encontrar a Blakely.

—Solo estaba tratando de ayudar —susurró Agustina, sus labios temblando.

Con una última mirada a Peter, como un perrito triste, se retiró. De esa forma, quedamos Peter y yo a solas. Atravesó la habitación sin dudar, aunque yo estaba segura que mi expresión estaba lejos de ser calmada. Recostó su frente contra la mía y cerró sus ojos. Exhaló, largo y lento.

—Lo siento —dijo silenciosamente y con remordimiento.

¿Lo siento por el beso o lo siento por haberlo visto? Me pregunté, pero decidí no decirlo en voz alta. Estaba cansada de mis celos y dudas. El remordimiento de Peter era tan fuerte que no podía culparlo. Él sólo estaba salvando a Agustina. Era un buen hombre, y él no se daba crédito por ella. Le estaba dando a Agus una segunda oportunidad, algo que en otro momento no lo hubiese hecho.

—Yo también lo siento —murmuré contra su pecho. Sus fuertes brazos se colocaron a mí alrededor—. Vi las fotos y nunca había estado tan enojada o asustada. La idea de perderte era…inimaginable. Estaba tan enojada con ella. Aún no lo estoy. Te besó cuando no debió hacerlo. Por lo que sé, volverá a intentarlo.

—No lo hará, porque voy a dejarlo bien en claro cómo serán las cosas entre nosotros de ahora en adelante. Cruzó una línea, y le haré pensar dos veces antes de volverlo a hacer.

Peter alzó mi mentón y me besó, dejando que sus labios cuelguen mientras hablaba.

—No esperaba llegar a casa y verte —agregó—, pero ahora que estás aquí, no tengo intención de dejarte ir.

La culpa caliente se sintió dentro de mí. No podía estar cerca de Peter y no sentir mis mentiras colgando entre nosotros. Le había mentido sobre el Devilcraft. Aún estaba mintiendo. ¿Cómo podía haberlo hecho? Me sentía avergonzada. Quería confesarle todo, ¿pero, por dónde empezar? Abrí mi boca para decirle la verdad, cuando unas manos congeladas parecieron deslizarse por mi cuello y apretarlo. No podía hablar. Apenas podía respirar. Mi garganta se llenó de materia, como la primera vez que tomé la bebida azul. Una voz extraña se colocó en mi mente, y razonó conmigo. Si le decía a Peter, él nunca volvería a confiar en mí. Nunca me perdonaría. Sólo le causaría más dolor si le contaba. Sólo debía esperar a que termine Cheshvan, y luego dejar de tomar la bebida. Solo un poco más de tiempo, solo unas cuantas más mentiras.

—¿Noche ocupada? —le pregunté a Peter, para cambiar de tema.

Él suspiró. —Y sin encontrar nada sobre el chantajista de Pepper. Sigo pensando que debe ser alguien al que ya he investigado, pero tal vez me equivoco. Tal vez es otra persona. Alguien fuera de mi radar.

—¿Hay alguna probabilidad de que Pepper esté inventando todo? Tal vez realmente no está siendo chantajeado.

Peter frunció el ceño. —Posiblemente, pero no creo. ¿Por qué elaborar todo eso?

—Porque necesita una excusa para encadenarte al infierno —sugerí silenciosamente—. ¿Y sí los arcángeles lo colocaron en esto? Él dijo que está aquí en la Tierra por una tarea de ellos. No le creí al inicio, pero ¿y si es verdad? ¿Y si los arcángeles le dieron la tarea de encadenarte al infierno? No es un secreto que lo quieran hacer.

—Legalmente, necesitan una razón para enviarme al infierno —dijo Peter, acariciando su mentón, pensando—. A menos que hayan ido más lejos y ya no sigan las reglas de las leyes. Pero no creo que toda la población de arcángeles sea corrupta.

—Tal vez es un grupo secreto de arcángeles… —dije y Peter me miró, pensativo.

 Una pequeña sonrisa apareció en el rostro de Peter. —Creo que es momento de encontrar a Pepper y ver qué podemos descubrir.

Asentí. —Bien. Pero vas a hacerlo desde lejos. No quiero que te acerques a él, no desde que estamos asumiendo que haría lo que sea por encadenarte al infiero.

—¿Qué estás proponiendo Ángel?

—Voy a encontrarme con Pepper. Voy a ir con Benja. Ni siquiera pienses en discutir conmigo —dije, antes que pueda decir algo—. Usaste a Agustina como refuerzo muchas más veces de las que yo sepa. Me juraste que era una movida de táctica y nada más. Bueno, ahora es mi turno. Voy a llevar a Benja, y punto.

La boca de Peter formó una línea y sus ojos se oscurecieron. Peter no gustaba de Benja, pero él sabía que no podía decir nada al respecto y ponerse todo celoso; sería un hipócrita.

—Vas a necesitar un plan —dijo, finalmente—. No voy a alejarte de mi vista.

—Benja es más fuerte de lo que crees —discutí—. No va a dejar que nada me pase. Le dejaré en claro que tú y yo vamos bastante en serio.

—Y yo me aseguraré que él entienda que si pierdes algún mechón de pelo, se las verá conmigo. Si es inteligente, sabrá que es una amenaza que se la tomará de corazón.

Sonreí, con tensión. —Entonces, está todo establecido. Lo que necesitamos ahora es un plan. 

***

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viernes, 8 de agosto de 2014

Ángeles Caídos #4: Veinticinco

Estaba sentada en el suelo del baño, mi espalda contra la puerta de la ducha. A pesar que estaba prendido el calentador, me sentía fría. Una botella vacía de Devilcraft yacía a mi lado. Era la última que me quedaba. Apenas recordaba tomarla. Toda una botella vacía, y no me había hecho nada. Ni siquiera podía hacerme inmune al despecho.

Confiaba en Peter. Lo amaba demasiado como para creer que podía hacerme daño de esta manera. Debía haber alguna razón, una explicación.

Un golpe sonó en la puerta.

—¿Tenemos que compartir esto, recuerdas? —dijo Paula.

Me demoré en ponerme de pie. De todas las cosas absurdas por las que me tenía que preocupar, me preguntaba si Agustina besaba mejor. Si Peter deseaba que yo fuera más como ella. Me preguntaba cuándo fue el preciso momento en que regresó a ella. Me preguntaba si él no había cortado conmigo porque sabía lo devastada que estaría.

Abrí la puerta y dejé atrás a Paula. Había caminado cinco pasos por el pasillo cuando sentí sus ojos en mi espalda.

—¿Estás bien? —preguntó.

—No quiero hablar de ello.

—Ey, espera, ¿Lali? ¿Estás llorando?

Pasé mis dedos debajo de mis ojos, sorprendida de encontrar que estaba llorando. Todo el momento se sentía frío y distante. Como si estuviera pasando muy lejos, en un sueño.

Sin voltearme, dije: —Voy a salir. ¿Puedes cubrirme?

Me detuve en mi camino a la casa de Peter. No sabía que le diría cuando lo viera. No quería lanzarme totalmente. No quería reducirme a llorar, tampoco.

Llevé las fotos conmigo, y al final, decidí que con eso bastaría. Se las entregaría y le preguntaría: ¿Por qué?
La decisión se quedó congelada el momento en que vi el auto de Agustina estacionado afuera de su casa. Me detuve a mitad de camino, tragando con fuerza. Un golpe de furia se sentía en mi garganta y salí del auto. Coloqué la llave en la puerta y la abrí, entrando. La única luz venía de una lámpara en una mesa en la sala de estar. Agustina estaba caminando por la ventana del balcón cuando me vio.

—¿Qué haces aquí? —preguntó, sorprendida.

Sacudí mi cabeza con enojo. —No. Esa es mi línea. Esta es la casa de mi enamorado, lo que hace que esa sea exclusivamente mi línea. ¿Dónde está? —demandé, ya caminando por el pasillo que llevaba a la habitación principal.

—No te preocupes. No está aquí.

Caminé por todos lados. Le di una mirada a Agustina que reflejaba incredulidad, disgusto, y amenaza.

—Entonces, ¿Qué Estás Haciendo Aquí? —enuncié. Podía sentir el enojo crecer dentro de mí y no me importó manejarlo.

—Estoy en problemas Lali—. Su labio tembló.

—No pudiste decirlo mejor.

Le lancé el sobre con fotos. Cayó cerca de sus pies.

—¿Qué se siente saber que eres una roba-novios? ¿Eso es lo que te hace sentir bien, Agustina? ¿Llevarte lo que no te pertenece? ¿O es solo el acto de separar parejas lo que disfrutas?

Agustina se arrodilló para recoger el sobre, pero mantuvo mi mirada todo el tiempo. Sus cejas se fruncieron. No podía creer que tenía el atrevimiento de actuar como si no supiera.

—El auto de Peter —rugí—. Tú y él, alguna noche en esta semana, juntos en su auto. ¡Lo besaste!

Rompió el contacto visual justo para ver el sobre.

—No sabes nada.

—Claro que lo sé. No eres tan difícil de descubrir. No tienes sentido de respeto o dignidad. Tomas lo que quieres, te olvidas de todos. Querías a Peter, y parece que lo obtuviste—. Para este entonces se quebró mi voz y mis ojos quemaban. Intenté apartar las lágrimas, pero estaban saliendo muy rápido.

—Estoy en problemas porque cometí un error al hacerle un favor a Peter —dijo Agustina, con voz suave y preocupada—. Peter me dijo que Blakely está desarrollando Devilcraft para Maximiliano, y que el laboratorio necesita ser destruido. Él me dijo que si en cualquier momento obtenía información que lo llevara a Blakely, o al laboratorio, inmediatamente debía contárselo. Hace un par noches atrás, muy tarde, un grupo de Nephils vinieron hacia mí, queriendo que les lea su fortuna. Rápidamente aprendí que eran guardias del ejército de la Mano Negra. Hasta esa noche, había servido como guardia para un poderoso e importante Nephil, Blakely. Esa noche, más temprano, acordaron jugar un juego de póker, aunque los juegos o distracciones estaban prohibidos. Uno de esos hombres dejó su sitio para comprar cartas. Solo jugaron un par de minutos antes de ser descubiertos por su comandante. Inmediatamente fueron despedidos. El líder de estos hombres estaba desesperado por obtener de nuevo su trabajo, por temas de dinero y seguridad. Vino hacia mí, esperando que podía decirle si había oportunidad que pueda obtener de nuevo su trabajo. Le dije primero su destino. Sentí la urgencia de decirle la verdad, que su comandante lo torturaría y debería irse con su familia inmediatamente. Pero también sabía que si le decía eso, perdería toda esperanza de encontrar a Blakely. Así que mentí. Mentí por Peter. Después de todo lo que él ha hecho por mí, dándome una segunda oportunidad cuando nadie más lo haría —sus ojos llorosos me miraban— era lo menos que podía hacer. Lo amo. Siempre lo haré. Fue mi primer amor, y no lo olvidaré. Pero él te ama a ti—. Suspiró. —Tal vez llegará el día en que los dos no estén tan en serio y yo estaré esperando.

—No cuentes con ello —dije—. Sigue hablando. Llega a la parte donde explicas esas fotos.

—El hombre pareció creer mi mentira. Se fue con sus hombres y yo los seguí por una hora. Pensé que estábamos acercándonos a Blakely. Los Nephils voltearon por una calle estrecha y los seguí. Justo entonces, supe que algo andaba mal. Se estacionaron en mitad del camino. Cuatro de los cinco hombres abandonaron el auto. Los sentí a mi lado y detrás de mí, creando una red en la oscuridad para rodearme. No sé cómo se dieron cuenta que los estuve siguiendo. Temiendo que era demasiado tarde, hice la única cosa que podía hacer. Corrí a pie hacia el río. Llamé a Peter, diciéndole todo en un mensaje. Luego caminé hacia la corriente del río, esperando que la turbulencia del agua reduciría su habilidad para escucharme o sentirme. Se acercaron a mí muchas veces. Tuve que dejar el río y correr entre los árboles. No podía decir hacia qué dirección estaba corriendo. Pero incluso si llegaba a la ciudad, sabía que no estaba a salvo. Cuando finalmente Peter me llamó, estaba escondida en un aserradero abandonado. Él vino por mí. Me sacó de ahí. Incluso cuando fallé en encontrar a Blakely—. Se colocó el cabello detrás de sus orejas y sollozó—. Me condujo hacia la ciudad y se aseguró que tenga un lugar seguro en donde quedarme. Antes de salir de su auto, lo besé.

Sus ojos encontraron los míos. No podía decir si brillaron en señal de reto o disculpa.

—Yo lo inicié, y él inmediatamente lo terminó. Sé lo que hace parecer en las fotos, pero fue mi forma de agradecerle. Se terminó antes de que empezara. Él se aseguró de ello.

De pronto Agustina se sacudió, como si hubiese sido jalada por una mano invisible. Sus ojos rodaron hacia atrás, poniéndose blancos por un momento, luego volvieron a la normalidad.

—Si no me crees, pregúntale. Estará aquí en menos de un minuto.