La mañana siguiente llegó rápido. El golpe
en la ventana de mi habitación actuaba como mi alarma, y rodé para ver a Maxi
detrás del vidrio. Alcé cinco dedos, señalando que estaría afuera en esa
cantidad de minutos.
Técnicamente, estaba castigada. Pero con
Maxi no funcionaría la excusa.
Afuera, se mostraba una oscura mañana, y
froté mis manos para tratar de calentarme. Un pedazo de luna aún se veía. Más
al fondo, un búho chilló.
Cuando estuve llena de sudor, Maxi me hizo
hacer varios estiramientos. Había visto a Paula hacer varios de éstos en su
habitación.
—¿Cuál es el plan para hoy? —pregunté,
sentándome en el suelo con mis piernas esparcidas en una amplia “V”. Me incliné
por la cintura, recostando mi frente en mi rótula, sintiendo un estirón.
—Posesión.
—¿Posesión? —repetí.
—Si los ángeles caídos pueden poseernos, es
justo que nosotros aprendamos a poseerlos.
—No sabía que siquiera esa era una opción.
—Lo es ahora, ahora que tenemos Devilcraft.
He estado entrenando a unos cuantos Nephils, incluido a mí mismo. Superar esta
habilidad será el punto básico para esta guerra, Lali. Si podemos hacerlo
satisfactoriamente, tenemos una oportunidad.
—¿Has estado entrenando? ¿Cómo?
Posesión era posible sólo en Cheshvan. ¿Cómo
podía haber estado practicando la técnica por meses?
—Hemos estado entrenando con ángeles caídos—.
Una sonrisa maliciosa destelló en sus ojos. —Te lo dije: Somos más fuertes que
nunca. Hemos estado recogiendo a ángeles caídos de las calles, por la noche, y
los hemos estado llaveando a los lugares de entrenamiento que Hank organizó.
—¿Hank estuvo involucrado en esto?
—Cogemos a los solitarios, los
introvertidos, los que creemos que no serán extrañados. Les alimentamos con un
prototipo especial de Devilcraft que hace posible la posesión por periodos
cortos de tiempo, incluso cuando no es Chesvan. Y luego practicamos con ellos.
—¿En dónde se encuentran ahora?
—Detenidos en nuestro lugar de
entrenamiento. Mantenemos una barra de metal encantada con Devilcraft, la cual
se encuentra incrustada en las cicatrices de sus alas cuando no estamos
practicando con ellos. Los mantiene totalmente inmovilizados. Como ratas de
laboratorio a nuestra disposición.
Estaba completamente segura que Peter no
sabía nada de esto. Él hubiese mencionado algo si hubiese sabido.
—¿A cuántos ángeles caídos has detenido? ¿Y
en dónde se encuentra el lugar de entrenamiento?
—No puedo decirte la locación. Cuando la
establecimos, Hank, Blakely y yo decidimos que sería más seguro mantenerlo en
secreto. Con Hank muerto, Blakely y yo somos los únicos Nephils que sabemos
dónde se ubica. Es mejor de esa manera.
—¿Vas a llevarme a ese lugar a entrenar? —Estaba
segura que había un protocolo en eso también. O me llevarían con los ojos
vendados o mi memoria sería borrada.
—No es necesario. Traje a una de las ratas
de laboratorio aquí.
Mis ojos se lanzaron hacia los árboles. —¿En
dónde?
—No te preocupes, la combinación de Devilcraft
y la barra en sus cicatrices la está manteniendo cooperativa.
Maxi desapareció detrás de una roca, pero
regresó arrastrando a una mujer, que no parecía más treinta años en escala
humana. Sus piernas, dos palillos de dientes, salían de blancos pantalones
cortos de gimnasio. Maxi la lanzó contra el suelo, su cuerpo inerte recostado
contra la suciedad, como un saco de basura. Aparté la mirada de la barra de
metal. Sabía que ella no podía sentir nada (como todos los ángeles caídos que
no sentían nada físicamente), pero la imagen hizo que los vellos de mi nuca se
ericen.
Tenía que recordarme a mí misma que ella era
el enemigo. Me rehusaba a jurar lealtad a cualquier ángel caído. Todos eran
peligrosos. Cada uno de ellos debía de ser detenido.
—Una vez que le retire la barra, sólo
tendrás un par de segundos antes que ella empiece a pelear. Este Devilcraft en
particular tiene poca vida y no durará en su cuerpo. En otras palabras, no
bajes la guardia.
—¿Ella sabrá que la estoy poseyendo?
—Oh, lo sabrá. Ha pasado por esto miles de
veces. Quiero que la poseas y comandes sus acciones por unos minutos para
acostumbrarte a la sensación de manipular su cuerpo. Adviérteme cuando estés
lista para salir de su cuerpo. Tendré lista la barra de metal.
—¿Cómo entro a su cuerpo? —pregunté,
sintiendo la piel de gallina. Estaba fría y no solo por el frío de la noche. No
quería poseer ángeles caídos, pero al mismo tiempo, necesitaba darle a Peter la
mayor cantidad de información posible sobre cómo funcionaba el proceso. No
podíamos resolver un problema que no entendíamos.
—Estará débil por el Devilcraft, lo que
ayudará. Y estamos en Cheshvan, lo que significa que los conductos de posesión
están muy abiertos. Todo lo que debes hacer es un truco mental. Toma control de
sus pensamientos. Hazla pensar que ella quiere que tú la poseas. Una vez que
baje la guardia, todo se vuelve fácil. Gravitarás haca ella naturalmente.
Entrarás a su cuerpo tan rápido que apenas notarás la transición.
—Ella es tan joven.
—No dejes que eso te engañe. Ella es tan
peligrosa como el resto. Toma, aquí te traje una dosis especial de Devilcraft
que hará que tu primera vez sea más fácil.
No recibí la bebida inmediatamente. Mis
dedos dudaron con deseo, pero los mantuve a mi lado. Ya había tomado suficiente
Devilcraft. Me había prometido a mi misma detenerme, y que le diría la verdad a
Peter. Hasta el momento, no había hecho ninguno.
Miré la bebida azul, y un hambre voraz
pareció gruñir en mi estómago. No quería el Devilcraft, y al mismo tiempo,
desesperadamente lo necesitaba. Mi cabeza daba vueltas. Tomar un poco más no
podría ser dañino. Antes que pueda detenerme a mí misma, acepté la bebida. Mi
boca ya salivaba.
—¿Debo tomarme todo?
—Sí.
Tomé la bebida, sintiéndose tan horrible
como siempre en mi garganta.
—¿Lista? —preguntó Maxi.
No respondí de inmediato. Tenía poco deseo
de poseer a la chica. Yo había sido poseída con anterioridad, por Peter, en una
movida desesperada por salvarme. Mientras estuve agradecida que Peter haya
intentado protegerme, la violación que sentía mientras duró, fue algo que no
quería experimentar de nuevo. O que alguien más pase por ello.
Mis ojos se posaron en la chica. Había
pasado por esto cientos de veces. Y aquí estaba yo, por hacerla pasar por ello
otra vez.
—Lista —dije, finalmente.
Maxi retiró la barra de las cicatrices de la
chica, con cuidado de mantener alejadas sus manos del brillante azul.
—En cualquier segundo —murmuró con
advertencia—. Alístate. Sus pensamientos darán impulsos magnéticos; apenas
sientas actividad mental, entra dentro de su cabeza. No pierdas nada de tiempo
convenciéndola que ella quiere que tú la poseas.
El silencio colgó en el bosque, pesado y
tenso. Tomé un paso hacia adelante, hacia la chica. Las rodillas de Maxi
estaban dobladas, como si esperara tener que saltar hacia la acción en
cualquier momento. Un pequeño destello de energía aterrizó en mi radar, y esa
fue toda la advertencia que obtuve antes que la chica se lanzara contra mí, sus
dientes expuestos y sus uñas arañando como un animal salvaje.
Se retorció contra la suciedad. Mis reflejos
eran más finos, y rodé encima de ella. Busqué sus muñecas, esperando colocarlas
por encima de su cabeza, pero ella me apartó. Alcé la mirada justo a tiempo
para verla brincar en el aire, hacia mí.
—¡Ahora! —gritó Maxi.
Por el rabillo del ojo, lo vi sostener la
barra en caso mi ataque hacia la chica falle.
Cerré mis ojos, buscando sus pensamientos.
Podía sentirlos zumbar, como insectos. Me hundí en su cabeza, apartando todo lo
que venía. Convertí sus pensamientos en una masa gigante y susurré
hipnóticamente: Déjame entrar, déjame
entrar ahora.
Más rápido de lo que esperaba, las defensas
de la chica se apagaron. Justo como Maxi había predicho, me sentí a mí misma
yendo hacia ella, como si mi alma se tambaleara hacia un campo de fuerza
poderoso. No ofreció resistencia. No hubo un momento que defina cuando sentí el
cambio; apenas parpadeé y me encontré a mí misma viendo el mundo desde un
ángulo diferente.
Estaba dentro de ella, cuerpo, mente, alma y
poseyéndola.
—¿Lali? —preguntó Maxi.
—Estoy adentro.
Mi voz me sorprendió; había comandado la
respuesta, pero había salido en su voz. Más alta y dulce de lo que hubiera
esperado de un ángel caído. Era tan joven…
—¿Sientes alguna resistencia? —preguntó
Maxi.
Esta vez, sacudí mi cabeza en señal de
negación. No estaba lista para escucharme a mí misma hablar en su voz de nuevo.
De mala gana completé pequeñas tareas que Maxi me mandaba a realizar.
—He
terminado —dije a través de la mente—. Voy
a salir.
—Un poco más —dijo—. Necesitas más práctica.
Quiero que se sienta como tu segunda naturaleza. Corre otra vez.
Ignorando su pedido, comandé a su cuerpo a
expulsar el mío, y de nuevo, la transición fue tan fácil como abrupta.
Jurando bajo su aliento, Maxi colocó de
nuevo la barra de metal. Su cuerpo cayó como si estuviera muerto, brazos y
piernas golpeando el suelo en ángulos graciosos. Quería apartar la mirada pero
no podía. Me seguía preguntando cómo había sido su existencia en la Tierra. Si
alguien la extrañaba. Si ella sería libre de nuevo.
—Eso no fue suficiente —me dijo Maxi,
claramente enojado—. ¿No me escuchaste decirte que practiques de nuevo? Sé que
es un poco incómodo al inicio…
—¿Cómo funciona? —pregunté—. Dos objetos no
pueden existir en el mismo espacio al mismo tiempo. Entonces, ¿cómo funciona la
posesión?
—Se trata de elementos atómicos y de física.
Solo debes tener fe.
—De acuerdo. Te daré fe. Pero quiero que me
des algo a cambio —dije—. Hay un arcángel vagando por la ciudad llamado Pepper
Friberg. Él clama que un ángel caído lo está chantajeando, y estoy bastante
segura de quién es. Quiero que me obtengas evidencia para atraparla.
—¿Atraparla? ¿Es mujer?
—Las mujeres también pueden ser astutas.
—¿Qué tiene que ver esto con liderar a los
Nephils?
—Esto es personal.
—Muy bien —dijo Maxi, lentamente—. Dime lo
que necesito saber.
—Peter me dijo que cualquier ángel caído
podía estar chantajeando a Pepper por numerosas cosas: páginas del Libro de
Enoch, vistazos al futuro, total perdón en crímenes pasados, información
sagrada y secreta, o incluso el estatus de ángeles guardianes.
—¿Qué más dijo Peter?
—No mucho. Él también quiere encontrar al
chantajista. Sé que ha estado siguiendo pistas. Pero estoy bastante segura que
ha estado buscando en los lugares incorrectos. La otra noche vi a su ex
hablando con Pepper detrás del bar. No pude escuchar lo que dijeron, pero ella
se veía confiada. Y Pepper, furioso. Su nombre es Agustina.
Estuve sorprendida al ver una sombra de
reconocimiento en la expresión de Maxi. Cruzó sus brazos sobre su pecho. —¿Agustina?
Gruñí. —No me digas que tú también la
conoces. Juro que ella está en todas partes. Si me dices que crees que es
bonita, patearé tu trasero.
—No es eso—. Maxi sacudió su cabeza—. No
quiero ser el que te lo diga.
—¿Decirme qué?
—Conozco a Agustina. No personalmente, pero…
—La simpatía de su rostro se profundizó. Me vio como si estuviera a punto de
dar malas noticias.
Había tomado asiento cerca de un árbol para
contar mi historia, pero ahora salté a mis pies.
—Sólo dímelo, Maxi.
—Tengo espías trabajando para mí. La gente
que contrato mantiene un ojo en ángeles caídos que influencian. No es un
secreto que Peter es altamente respetado en la comunidad de ángeles caídos. Es
inteligente, astuto y de recursos. Es un buen líder. Sus años como mercenario
le ha dado más experiencia en batallas que la mayoría de hombres.
—Has estado espiando a Peter —dije—. ¿Por
qué no me lo dijiste?
—Confío en ti, pero no voy a descontar la
posibilidad que él tenga influencia sobre ti.
—¿Influencia? Peter nunca ha tomado las
decisiones por mí…soy capaz de hacerlo por mi propia cuenta. Estoy a cargo de
esta operación —dije, con irritación.
—Punto tomado.
—¿Vas a decirme por qué me estás diciendo
todo esto?
Soltó un suspiro.
—Mientras espiaba a Peter, Agustina saltó en
nuestro radar más de una vez.
Cerré mis ojos, deseando decirle que se
detenga ahí. No quería escuchar más. Agustina seguía a Peter a todos lados, lo
sabía. Pero el tono de voz de Maxi sugería que tenía noticias más devastadoras
por decirme.
—Un par de noches atrás, estuvieron juntos.
Tengo evidencia. Muchas fotos.
Apreté el mentón.
—Quiero verlas.
—Lali.
—Puedo soportarlo —solté—. Quiero ver esta
evidencia que ustedes los hombres, mis hombres, recolectaron.
Peter con Agustina. Viajé por mi memoria,
intentando encontrar la noche en que podría haber sucedido esto. Me sentí
frenética y celosa y desbalanceada. Peter no había hecho esto. Había una
explicación. Le debía el beneficio de la duda. Habíamos pasado por mucho como
para saltar hacia la primera conclusión que se abría a mi paso.
Tenía que mantenerme calmada. ¿Maxi tenía
fotos? Bien. Las analizaría por mí misma.
Maxi presionó sus labios, luego asintió: —Las
haré llegar a tu casa más tarde.
***
¡Chan, chan, chan!
No dejen de pasar por mi otro blog. Hay nuevo post :)
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