domingo, 17 de agosto de 2014

Ángeles Caídos #4: Veintisiete

La siguiente noche fue Sábado. Después de decirle a mi mama que me estaba quedando en casa de Cande todo el fin de semana, y que iríamos juntas al colegio el día lunes, Benja y yo hicimos un viaje hacia el Bar del Diablo. No estábamos interesados en la música o las bebidas, solo en el sótano, ahí buscaríamos a Pepper. Me había laceado mi cabello, viéndome más sofisticada y madura. Me había colocado delineador de ojos, pinta labios, tacos y una cartera que denotaba estilo (era de Paula). Benja, por otro lado, se veía duro, fuerte y guapo; con aretes en sus orejas, su cabello corto y su estilo. Fingimos ser novios cuando entramos al bar, mi brazo alrededor del suyo.

Logramos chantajear al que atendía al bar, entregándole una suma bastante grande de dinero. Fue así como nos dejaron pasar, e ir hacia el sótano. No sin antes revisar nuestros cuerpos y cartera por si teníamos armas. La única arma con la que contábamos, era un cuchillo encantado con Devilcraft, por si las cosas no salían bien; por suerte, se encontraba escondido detrás del cinturón de Benja.

En el sótano, se encontraban varias mesas de póker, y sólo una estaba siendo usada. Una con cuatro jugadores; inmediatamente vi a Pepper. Estaba de espaldas hacia nosotros, y no se volteó mientras nos acercábamos; tampoco lo hizo ninguno de sus amigos.

—Estamos buscando a Pepper Friberg —anunció Benja.

—Lo siento, querido, mi estoy ocupado toda la noche —soltó cínicamente Pepper.

Estaba tan metido y envuelto en su juego, que aparentemente no se había dado cuenta que yo estaba al lado de Benja, quién arrastró una silla de una mesa cercana y se sentó al lado de Pepper.

—Tal vez quieras hablar con…Lali Espósito.

Ahora sí reaccionó. Dejó sus cartas, boca abajo, y se volteó. Su cuerpo completo hacia mí, finalmente mirándome.

—Hola Pepper. Ha pasado un tiempo —dije—. La última vez que nos vimos, intentaste secuestrarme, ¿verdad?

—El secuestro es una ofensa federal para los habitantes de la Tierra —dijo Benja—. Algo me dice que también es un castigo en el cielo.

—Mantén baja tu voz —gruñó Pepper, mirando nerviosamente a los otros jugadores.

Alcé mis cejas, hablando directamente en la cabeza de Pepper. —¿No les has contado a tus amigos humanos lo que realmente eres? Aunque no creo que se pongan muy contentos de saber que tus habilidades en el póker tienen mucho más que ve con control mental que suerte o habilidad.

—Mejor hablemos esto afuera —me dijo Pepper.

En el callejón detrás del Bar, yo hablé primero: —Vamos a ponértelo simple para ti, Pepper. Tan divertido como ha sido usarme para llegar a Peter, estoy lista para seguir adelante. La forma en que lo veo, es que solo va a suceder si es que descubro realmente quién te está chantajeando —dije, probándolo. Quería decirle mi teoría, que estaba jugando para un grupo secreto de arcángeles y necesitaba una media excusa para mandar a Peter al infierno. Pero para no lanzarme a la piscina, decidí aguantar y ver cómo lo tomaba.

—¿De qué va todo esto? —dijo Pepper.

—Es ahí cuando entramos nosotros —dijo Benja—. Estamos motivados en encontrar a quien te está chantajeando.

Pepper entrecerró sus ojos hacia Benja. —¿Quién eres tú?

—Piensa en mí como la bomba reloj que está debajo de tu asiento. Si no tomas una decisión de acordar con los términos de Lali, lo haré por ti—. Benja empezó a remangarse la camisa.

—¿Me estás amenazando? —preguntó Pepper, incrédulo.

—Aquí están mis términos —dije—. Encontraremos a tu chantajista, y te lo enviaremos. Lo que queremos a cambio es simple. Jurar para dejar a Peter en paz. Un poco de sangre y unas cuantas palabras harán el truco. —Si lo presionaba para que haga el juramento, tendría que ir hacia los arcángeles y confesar su derrota. Si se rehusaba, solo le daba mayor validez a mi teoría.

—Los arcángeles no hacen juramentos —soltó Pepper.

—¿Expulsan a los ángeles caídos con los que han tenido inconvenientes? —preguntó Benja.

Pepper nos miró como si estuviéramos locos. —¿Qué están delirando?

—¿Cómo se siente ser el peón de los arcángeles? —pregunté.

—¿Qué te han ofrecido a cambio? —demandó Benja.

—Los arcángeles no están aquí abajo —dije—. Estás por tu cuenta. ¿Quieres volver a estar en el cielo y enfrentarte solo a Peter? Vamos Pepper —agregué en su mente—. Dime lo que quiero escuchar. Que esta historia del chantaje es una excusa para completar tu tarea de un grupo deshonesto de arcángeles que quieres deshacerse de Peter.

La expresión de Pepper, de incredulidad, se profundizó.

—Vas a hacer un juramento ahora mismo, Pepper —dije.

Benja y yo nos acercamos a él.

—¡Ningún juramento! —chilló Pepper—. ¡Pero dejaré a Peter en paz, lo prometo!

—Si tan solo pudiésemos confiar en tu palabra —devolví—. El problema es que no reo que seas un chico muy honesto. De hecho, creo que todo este negocio del chantaje es una estrategia.

Los ojos de Pepper se ampliaron con entendimiento. Su rostro empezó a ponerse rosado.

—Déjame ver si lo entiendo. ¿Creen que estoy detrás de Peter por estarme chantajeando?

—Sí —dijo Benja—. Sí, lo hacemos.

—¿Por eso es que se rehusó a verme? ¿Por qué cree que lo quiero encadenar al infierno? ¡No lo estaba amenazando! —chilló Pepper, su rostro poniéndose más rojo—. ¡Quería ofrecerle un trabajo! ¡He estado intentando explicar eso todo este tiempo!

Benja y yo hablamos al mismo tiempo: —¿Un trabajo? —Compartimos una mirada de desconcierto.

—¿Estabas diciendo la verdad? —le pregunté a Pepper—. ¿Realmente tienes un trabajo para Peter…eso es todo?

—Sí, sí, un trabajo —ladró Pepper—. ¿Qué creías? Dios, qué desastre. Nada ha sucedido como debería.

—¿Cuál es el trabajo? —lo presioné.

—¡Como te dije! Si me hubieses ayudado a alcanzar a Peter a tiempo, no estaría en este desorden. Todo esto es tu culpa. Mi oferta de trabajo es para Peter, ¡y para él solo!

—Déjame entender esto —dije—. ¿No crees que Peter te esté chantajeando?

—¿Por qué pensaría eso cuando ya sé quién lo está haciendo? —lanzó, exasperado.

—¿Sabes quién es el chantajista? —repitió Benja.

Pepper me lanzó una mirada de disgusto. —Saca a este Nephil de mi vista. ¿Sé quién me está chantajeando? ¡Sí! Se supone que debo encontrarlos esta noche. Y nunca adivinarán quién es.

—¿Quién? —pregunté.

—¡Ja! Sería lindo si te lo digo, ¿verdad? El problema es que mi chantajista me hizo hacer un juramento de no revelar su identidad. Mis labios están sellados, literalmente. Dijeron que llamarían para darme el lugar del encuentro veinte minutos antes de tener que estar ahí. Si no arregló este desastre pronto, los arcángeles van a expulsarme —agregó, revolviendo sus manos. Noté que ahora estaba asustado.

Traté de mantenerme calmada. No esperaba esta noticia. Me preguntaba si era una trampa. Pero el sudor cubriendo su frente y su mirada desesperada me dijo que no estaba fingiendo.

—Mi chantajista quiere encantar objetos usando los poderes del cielo que todos los arcángeles poseen. Por eso me están chantajeando.

—¿Qué objetos? —pregunté.

Pepper sacudió su cabeza. —Van a llevarlos al encuentro. Dijeron que si los encanto de acuerdo a sus especificaciones, me dejarán en paz. No lo entienden. Incluso si encanto los objetos, los poderes del cielo solo pueden ser usados para el bien. No sé qué ideas malas están creando, pero no funcionarán.

—Y ahí nomás, ¿estás considerándolo hacerlo? —pregunté.

—¡Necesito que salgan de mis espaldas! Los arcángeles no pueden saber lo que he estado haciendo. Seré expulsado. Me arrancarán mis alas y estaré terminado. Estaré atrapado aquí para siempre.

—Necesitamos un plan —dijo Benja—. Veinte minutos entre la llamada y el encuentro no nos da un montón de tiempo.

—Cuando llame tu chantajista, acuerda ir —le instruí a Pepper—. Si te dicen que vayas solo, diles que lo harás. Suena tan cooperativo como puedas.

—¿Y luego qué? —preguntó Pepper, tan cobarde, como nunca me imaginé a un arcángel.

—Y luego Benja irá en tu lugar, atrapará al chantajista y te lo enviará.

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