viernes, 29 de agosto de 2014

Ángeles Caídos #4: Treintaidós

Dos horas después, estacioné la camioneta de Peter en su garaje. Peter estaba desplomado en el asiento del copiloto, con el mismo brillo azul aun radiando en su piel. A ratos colocaba su sonrisa cansada mientras hablaba, pero sabía que le tomaba esfuerzo, que lo hacía para tranquilizarme.

Peter y yo nos quedamos en el cementerio con Benja hasta que recuperó la suficiente fuerza para conducir solo a casa. Y el perro negro, a pesar de todos los intentos por hacerlo escapar, incluido el intento de bajarlo de la camioneta de Peter, él se había quedad con nosotros. Rindiéndonos, lo habíamos dejado que venga con nosotros. Luego lo llevaría a un refugio de animales. Pero por más que quería colapsar en la cama de Peter en el instante en que entré a su casa, aun había mucho trabajo por hacer. Maxi ya nos llevaba ventaja, si descansábamos antes de tomar medidas, podríamos terminar rindiéndonos.

Empecé a caminar en la cocina de Peter, tratando de pensar cuál sería la siguiente movida de Maxi.

—Empieza desde el inicio —dijo Peter desde el sofá. Su voz era baja y cansada, pero sus ojos estaban llenos de ira—. Cuéntame exactamente qué sucedió.

—Cuando Maxi me dijo que estaba trabajando para los ángeles caídos, lo amenacé con expandirlo por todo el ejército Nephil, pero él solo rió diciendo que nadie me creería.

—No lo harán —acordó Peter.

Incliné mi cabeza contra la pared, suspirando con frustración. —Luego me dijo que planea volverse el líder. Los Nephils lo aman. Desean que él sea su líder. Puedo verlo en sus ojos. No importa que los advierta, ellos le darán la bienvenida con brazos abiertos. No veo una solución, nos ha vencido.

Peter no respondió inmediatamente. Cuando lo hice, su voz era silenciosa. —Si atacas públicamente a Maxi, le darás a los Nephils una excusa para que se vayan contra ti, eso es verdad. Por lo que esa no es la jugada que debemos hacer.

—¿Entonces cuál es? —pregunté, volteando para mirarlo de frente. Sin duda tenía algo en mente pero no podía adivinar qué era.

—Dejaremos que Pepper se encargue de Maxi por nosotros.

—¿Y Pepper lo hará porque no puede arriesgar que Maxi lo exponga ante los arcángeles? ¿Pero entonces, por qué Pepper no ha hecho que Maximiliano desaparezca de una vez?

—Pepper no va a ensuciar sus manos. No quiere dejar un rastro para que lo encuentren los arcángeles—. La boca de Peter se endureció y frunció el ceño. —Estoy empezando a tener una idea de lo que Pepper quería de mí.

—¿Crees que Pepper esperaba que tú desaparecieras a Maximiliano por él? ¿Esa era su llamada oferta de trabajo?

Los ojos de Peter se deslizaron entre los míos. —Solo hay una manera de averiguarlo.

—Tengo el número de Pepper. Acordaré la cita ahora mismo —dije con disgusto.

—Sabes Ángel, él tiene algo que podría ser útil para nosotros —agregó Peter, pensativo—. Algo que podemos convencerlo que robe del cielo, si jugamos bien esto. He intentado evair la guerra, pero tal vez es hora de pelear. Terminemos esto. Si vences a los ángeles caídos, tu juramento estará completo. Y seremos libres. Juntos. No más guerras, no más Cheshvan.

Empecé a preguntarme qué estaba pensando, cuando la respuesta obvia me golpeó. No podía creer que no lo había pensado antes. Sí, Pepper tenía acceso a algo que nos daría el poder para chantajear a los ángeles caídos, y asegurar la fe de los Nephils en mí. Pero nuevamente, ¿era nuestro derecho el colocar a toda la población de ángeles caídos en riesgo?

—No lo sé, Peter…

Peter se puso de pie y cogió su chaqueta. —Llama a Pepper. Nos encontraremos con él ahora.

***

El estacionamiento detrás de la estación de gas estaba vacío. El cielo estaba negro y también las ventanas de la tienda. Peter estacionó su motocicleta, y ambos nos bajamos. Una forma regordeta salió de entre las sombras y, después de mirar alrededor, vino hacia nosotros.

Los ojos de Pepper bailaron hacia Peter. —Te ves bastante mal, viejo amigo. Creo que es justo decir que la vida en la Tierra no ha sido dulce.

Peter lo ignoró. —Sabemos que Maximiliano es el que te chantajea.

—Sí, sí, Maximiliano. El sucio cerdo. Dime algo que no sepa.

—Quiero escuchar tu oferta de trabajo.

Pepper junto sus dedos, sus ojos fijándose en los de Peter. —Sé que tú y tu novia mataron a Hank. Necesito a alguien así.

—Tuvimos ayuda. Los arcángeles —le recordó Peter.

—Yo soy un arcángel —dijo Pepper—. Quiero muerto a Maximiliano, y te daré las herramientas para hacerlo.

Peter asintió. —Lo haremos. A un precio justo.

Pepper parpadeó, sorprendido. Creo que no esperaba llegar a un acuerdo con tanta facilidad. Aclaró su garganta. —¿Qué tienes en mente?

Peter me miró y yo incliné mi cabeza. Momento de jugar nuestra carta.

—Queremos acceso a cada pluma de ángel caído que está guardada en el cielo —anuncié.

La mueca dejó el rostro de Pepper, y soltó una risa. —¿Están locos? No puedo darles eso. Tomará todo un comité liberar esas plumas. ¿Y qué planean hacer? ¿Quemarlas? ¡Enviarán a cada ángel caído en la Tierra al infierno!

—¿Realmente estarías así de decepcionado? —le pregunté.

—¿Qué importa lo que pienso? —gruñó—. Hay reglas. Hay procedimientos. Sólo ángeles caídos que hayan cometido un crimen serio son enviados al infierno.

—Ya no tienes opciones —dijo Peter, fríamente—. Ambos sabemos que puedes obtener las plumas. Sabes dónde están almacenadas, y conoces el procedimiento para liberarlas. Tienes todo lo que necesitas. Haz un plan y llévalo a cabo. Eso o ve cómo te vas con Maximiliano.

—¡Posiblemente una pluma! ¿Pero, miles? —protestó Pepper.

Peter dio un paso hacia él, y Pepper se encogió con miedo, sus brazos volando para cubrir su rostro.

—Mira alrededor —le dijo Peter, con voz letal—. Este no es un lugar al que quieres llamar hogar. Serás el ángel caído más nuevo y te harán recordarlo. No aguantarás ni una semana de iniciación.

—¿Iniciación?

La mirada oscura de Peter envió un temblor por mi espina dorsal.

—¿Qu…é… de…bo hacer? —sollozó Pepper—. No puedo pasar por ello. No puedo vivir por completo en la Tierra. Necesito poder regresar al cielo cuando quiera.

—Obtén las plumas.

—Pu..e…do ha…cerlo —tartamudeó Pepper.

—No tienes opción. Vas a obtener esas plumas, Pepper. Y voy a matar a Maximiliano. ¿Ya has pensado cómo?

Asintió miserablemente. —Te traeré una daga especial. Matará a Maximiliano. Si los arcángeles vienen tras de ti, e intentas darle mi nombre, cortarás tu propia lengua con la daga. La he encantado. La daga no dejará que me traiciones.

—Lo justo.

—Si vamos a hacer esto, no puedes contactarme. No mientras esté en el cielo. Toda comunicación se apaga hasta que lo acabe. Si puedo terminarlo. Te haré saber cuando tenga las plumas.

—La necesitamos para mañana —le dije a Pepper.

—¿Mañana? ¿Se dan cuenta de lo que están pidiendo?

—El lunes a la medianoche como máximo —dijo Peter.

Pepper asintió. —Obtendré tantas como pueda.

—Necesitas limpiar el almacén —le dije—. Ese es el trato.

Pepper tragó. —¿Cada una de ellas?

Así tenía que ser, de ese modo le daríamos a cada ángel caído una opción: o liberaban a sus vasallos Nephils de su juramento y harían uno nuevo para establecer la paz, o su nuevo hogar sería en el infierno. Ya no importaba si Maximiliano me acusaba de traición, si ganaba la guerra, nada más importaría a los Nephils.

Encontré la mirada de Pepper. —Todas. 


***

¡Lamento mucho la demora! Gracias por comentar y leer.

1 comentario:

  1. Masss quieroo masss:) cuando vas a subir mas? Bessitos
    @zairasantos7

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