domingo, 31 de agosto de 2014

Ángeles Caídos #4: Treintaicuatro

Las noticias acerca de la reunión que solicité con los Nephils se expandió tal y como imaginamos que sería. Benja estuvo haciendo su trabajo de espía y nos informó que la reunión sería en la ex casa de Hank; no era algo que me gustara del todo. Y tampoco me gustaba el hecho que Peter y Benja habían encontrado la solución para poder estar junto a mí en esa reunión: Peter poseería el cuerpo de Benja (era Cheshvan y podía hacerlo), de esa manera ambos podrían estar conmigo. Fue entonces cuando comprendí lo mucho que significa mi amistad para Benja y lo mucho que también significaba para Peter, él hecho de no dejarme a pesar de lo peligroso que podía ser.

Las horas pasaron muy rápido y de pronto me vi llegando a la ex casa de Hank, o la ex casa de Paula. Me abrió una mujer alta, la cual me guió hacia el comedor. Apenas ingresé, la conversación se cortó. Había seis hombres y cinco mujeres sentados a casa lado de una mesa larga. Unos cuantos Nephils más estaban alrededor de la mesa. También vi a la mamá de Paula; sabía que ella era una Nephil, pero igual me sorprendió verla presente. Encontré el rostro de Benja entre la multitud. Saber que Peter lo estaba poseyendo hizo que mi estómago no se revolviera tanto. Atrapó mis ojos e inclinó su cabeza, en secreto me estaba dando ánimos. Una profunda sensación de seguridad y confianza me llenó. No estaba sola en esto. Peter me cubría. Y ahí también estaba Maximiliano. Estaba a la cabeza de la mesa, usando un cuello tortuga color negro y un fruncimiento de ceño. Sus dedos estaban sobre su boca, y cuando sus ojos se encontraron con los míos, sus labios se torcieron. Sus cejas se alzaron con reto. Aparté la mirada.

—Estamos encantados que hayas convocado esta reunión, Lali —dijo Lisa Martin, una de las Nephils más influenciadoras después de Hank.

—Gracias —me las ingenié decir.

Hizo un gesto al sitio vacío a su lado, dándome a entender que me siente. Caminé hacia la silla, pero no me senté. Tenía miedo de perder los nervios si lo hacía. Colocando mis manos en la mesa para ganar soporte, fui directo al motivo de mi visita.

—Estoy al tanto que no todos en esta habitación creen que soy la mejor persona para liderar el ejército de mi padre —dije—. Sé que alguno de ustedes ya ha hecho una lista de hombres y mujeres que irían mejor con el puesto. —Me detuve, fijando mi mirada en Maximiliano. Él mantuvo mi mirada, pero vi odio detrás de sus ojos—. Y sé que Maximiliano Recca está primero en la lista.

Un murmuro se oyó en toda la sala. Pero nadie discutió.

—No los llamé aquí para discutir mi primera ofensiva en esta guerra contra los ángeles caídos. Los llamé porque sin un líder fuerte y sin su aprobación, no habrá guerra. Los ángeles caídos nos dividirán. Necesitamos unidad y solidaridad. Creo que soy la mejor líder y mi padre pensaba igual. Claramente, no los he convencido. Por ese motivo, esta noche, reto a Maximiliano Recca a un duelo. El ganador liderará este ejército.

Maximiliano se puso de pie de un salto. —¡Pero estamos saliendo! —Su expresión pintaba un perfecto retrato de sorpresa con orgullo dolido—. ¿Cómo puedes sugerir un duelo conmigo? —dijo, su voz con humillación.

No esperaba que hiciera mención a nuestra falsa relación, trabajada bajo débiles argumentos y nunca mostrada como una verdadera relación. Dije fríamente: —Estoy deseosa de derribar a cualquier…eso es lo significa para mí liderar a los Nephils. Te reto oficialmente a un duelo, Maximiliano.

Ni un solo Nephil habló. Había sorpresa en sus expresiones, rápidamente seguida de satisfacción. Un duelo. El ganador se lleva todo. Peter había tenido razón, los Nephils aún estaban ligados al mundo arcaico. Maximiliano trató de mantener normal su rostro, pero vi que sonreía suavemente, como diciendo que él ganaría. Pero sus ojos se entrecerraron con cuidado, tomando sus precauciones.

—No puedo hacer esto —anunció—. Sería traición. Sus ojos se deslizaron por la habitación, como si quisiera comprobar si sus galantes palabras habían convencido. —He dado mi lealtad a Lali, y no podría pensar en hacer un acto que contradiga aquello.

—Como tu comandante, estoy ordenándote a un duelo —repliqué secamente. Aún era la líder de este ejército, maldita sea, y no iba a permitir que él me sobrepase con palabras compradas—. Si realmente eres el mejor líder, me haré a un lado. Quiero lo mejor para mi gente. —Había ensañado las palabras cientos de veces, y mientras estaba dando un discurso  bien practicado, quise decir cada palabra. Pensé en Benja, en Paula, en cientos de Nephils que no había conocido, pero a los que tenía consideración porque eran buenos hombres y mujeres que no merecían ser esclavizados por ángeles caídos cada año. Merecían una justa pelea. Y yo iba a dar lo mejor de mí para darles una.

—Creo que Lali ha dado un punto fuerte —dijo Lisa—. No hay nada más importante que ser líder. Tal vez la Mano Negra tenía razón. —Se encogió de hombros—. Tal vez cometió un error. Llevaremos la cuestión bajo nuestras propias manos y decidiremos de una vez. Luego todos podemos ir a la guerra contra nuestros enemigos, unificados tras un líder fuerte.

Le di un asentimiento, apreciando su comentario. Si la tenía de mi lado, los otros podían sumarse.

—Estoy de acuerdo —dijo un Nephil.

—Yo también.

Empezaron a escucharse más aprobaciones.

—Todos a favor, háganlo saber —dijo Lisa.

Uno a uno, levantaron las manos. Peter fijó sus ojos en los míos, luego alzó su mano. Sabía que lo mataba hacerlo, pero no teníamos más alternativa. Si Maximiliano me retiraba del poder, yo moriría. Mi única oportunidad era pelear, y tratar con todas mis fuerza de ganar.

—Tenemos una mayoría —dijo Lisa—. El duelo se llevará a cabo mañana al amanecer, Lunes. Pasaré la voz acerca del lugar, una vez que se haya determinado.

—Dos días —inmediatamente Peter intervino, hablando bajo la voz de Benja—. Lali nunca antes ha disparado una pistola. Necesitará tiempo para entrenar.

También necesitaba darle a Pepper tiempo para volver del cielo con su daga encantada.

Lisa sacudió su cabeza. —Mucho tiempo. Los ángeles caídos podrían venirse contra nosotros cualquier día de estos. No tenemos idea de por qué han estado esperando, pero nuestra suerte puede que no aguante.

—Y nunca dije nada de pistolas —habló Maximiliano, mirando a Peter y a mí, tratando de adivinar qué teníamos planeados—. Prefiero sables.

—Es la decisión de Maxi —dijo Lisa—. El duelo no fue su idea. Él merece el derecho de escoger el arma. ¿Entonces, decides sables?

—Algo que va más con las mujeres —explicó Maxi.

Me estremecí, resistiendo la urgencia de pedirle ayuda a Peter.

—Lali nunca ha tocado una espada en su vida —argumentó Peter, de nuevo hablando a través de la voz de Benja—. No sería una pelea justa si no puede entrenar. Denle hasta el martes por la mañana.

Nadie fue rápido en apoyar el pedido de Peter. Mi entrenamiento era su menor preocupación. De hecho, mientras más rápido Maxi estuviera en el poder, mejor.

—¿Estás diciendo que tú la entrenarás, Benjamín? —preguntó Lisa.

—A diferencia de alguno de ustedes, no me he olvidado que ella aun es su líder —respondió Peter, con una frialdad en su voz.

Lisa inclinó su cabeza, como diciendo Muy bien. —Entonces está decidido. Dos mañanas desde ahora. Hasta entonces, les deseo a los dos lo mejor.

No me quedé más tiempo. Con el duelo en marcha, hice mi camino hacia la salida. Sabía que Peter tenía que quedarse un poco más de tiempo, para ver la reacción de la habitación y posiblemente escuchar información vital, pero me encontré a mi misma deseando que se apure.

Esta era una noche en la que no quería estar a solas.

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