domingo, 3 de agosto de 2014

Ángeles Caídos #4: Veinticuatro

Pasé a través de las acciones para alistarme para el día, pero se sentían mecánicas. No podía imaginar la idea de Peter y Agustina juntos. Hasta el momento, no había pensado en preguntarle a Maxi por detalles, y ahora mis preguntas sin responder parecían quemar en mi cerebro. Estaban juntos. Tengo fotos.

¿Qué significa eso? ¿Juntos, de qué manera? No. Confiaba en Peter. Estaba tentada a llamarlo, pero por supuesto que no lo hice. Esperaría hasta ver las fotos.

Paula entró a la cocina y se situó al borde de la mesa. —Estoy buscando a una compañera de compras para hoy después del colegio.

Aparté mi plato de cereal. Había estado perdida en mis pensamientos.

—Yo siempre compro los viernes por la tarde —dijo Paula—. Es como un ritual.

—Quieres decir una tradición —la corregí.

—Necesito un nuevo saco. Algo caliente, pero de moda.

—Gracias por la oferta pero tengo tarea de trigonometría por hacer.

—Oh, vamos. No has hecho tarea toda la semana, ¿por qué ahora? Y realmente necesito una segunda opinión. Esta es una compra importante. Y justo cuando estabas actuando normal —murmuró.

Me levanté de la silla y cargué mi plato hacia el lavadero. —Siempre me adulan.

—Vamos, Lali, no quiero pelear —se quejó—. Solo quiero que vengas a comprar conmigo.

—Y yo quiero pasar trigonometría. Además, estoy castigada.

—No te preocupes. Ya hablé con tu mamá. Ya no estás castigada.

Entrecerré mis ojos hacia ella. —¿Le estás haciendo trucos mentales a mamá?

—¿Sabes qué creo? Que estás celosa que ella y yo tengamos lazos.

Aj.

—No se trata de solo de matemática, Paula. También tengo que pensar. Sobre lo que sucedió anoche, y cómo evitar que suceda de nuevo. No voy a jurar lealtad.

Paula hizo un sonido de exasperación. —Eres justo como mi padre. Por una vez deja de ser tan…

—¿Nephil? ¿Hibrida, rara, accidente de la naturaleza?

Paula apretó sus manos con fuerza. Al final alzó su mentón. El reto y el orgullo destelarron en sus ojos. —Sí. Una mutante, un monstruo, un fenómeno. Justo como yo.

Alcé mis cejas. —¿Así que eso es? ¿Finalmente vas a aceptar lo que eres?

—Las campanas del infierno, sí.

—Me gusta más esta versión de ti —dije.

—Me gusta más esta versión de ti—. Paula se levantó de la mesa. —¿Tenemos una cita o no?

En dos horas, Paula había gastado casi doscientos dólares en un saco, jeans, y unos cuantos accesorios. Ella condujo ya que dijo que no quería que la vieran en mi auto.

—¿Podemos hacer una parada rápida? —le pregunté a Paula—. Está un poco fuera del camino, pero necesito recoger algo de mi amigo Maxi.

Sentí algo extraño ante el pensamiento de ver las fotos de Peter y Agustina, pero quería superarlo de una vez. No tenía la paciencia para esperar a que Maxi las envíe. Desde que  no sabía si él ya las había enviado, decidí ser proactiva.

—¿Maxi? ¿Lo conozco?

—No. No va al colegio. Toma la siguiente derecha, vive cerca de la Bahía Casco —le dije.

Tal vez debería irme. Tal vez esto decía mucho de mis inseguridades, y debería confiar incondicionalmente en Peter. La cosa era que, sí confiaba en él. Pero luego estaba Agustina. Además, si Peter era inocente, y esperaba que con todo lo que habíamos pasado así lo sea, no había nada malo en ver las fotos.

Paula siguió mis instrucciones hacia la casa de Maxi e inmediatamente hizo un sonido de apreciación mientras miraba la arquitectura.

—Este amigo tuyo Maxi tiene estilo —dijo.

—Sus amigos se lo dejaron en su testamento —dije—. No te molestes en salir, solo correré hacia la puerta y obtendré lo que deseo.

—No hay manera. Debo ver el interior —dijo Paula, saliendo del auto antes que pueda detenerla—. ¿Maxi tiene novia?

Sí, yo, pensé. Y estaba dando un trabajo estelar manteniendo la mentira. Incluso mi meda hermana quién dormía en mi casa sabía nada de mi “novio”.

Llegamos a la entrada y tocamos el timbre. Esperamos y lo tocamos de nuevo. Miré por la mirilla y se vio total oscuridad. Qué mala suerte para venir cuando él no estaba.

—¡Hola! ¿Están buscando a un joven que solía vivir aquí?

Paula y yo nos volteamos para ver a una mujer mayor de pie en la acera. Tenía ojotas rosadas en sus pies, ruleros rosados en su cabello y un pequeño perro negro al final de una correa.

—Estamos buscando a Maxi —dije—. ¿Eres su vecina?

—Me mudé con mi hija y su esposo al inicio del verano. Justo al final de la calle —dijo—. Mi esposo, John, ya no está, en paz descanse —nos informó.

Sonreí y me acerqué a ella. —Soy Lali Esposito. Soy amiga del chico que vive aquí, Maximiliano Recca.
—¿Recca? ¡Lo sabía! Sabía que era italiano. Un nombre así grita Italiano. Están invadiendo nuestras tierras.

Paula y yo intercambiamos miradas, y ella rodó sus ojos.

—¿Has visto hoy a Maxi? —pregunté.

—¿Hoy? ¿Por qué lo habría visto ahora? Te acabo de decir que se ha mudado. Hace dos días. Lo hizo en mitad de la noche, justo como un Italiano lo haría.

—Debes haberte equivocado. Maxi aún vive aquí —dije, tratando de mantener un tono calmado.

—¡Ja! Ese chico se ha ido. Siempre paraba solo. Desde el día en que se mudó. Solo un mes rentó este lugar.

—Maxi no estaba rentando. Esta casa es suya.

—¿Eso fue lo que te dijo? —Me miró como si fuera la peor perdedora del mundo—. Mi yerno es dueño de esta casa. Él alquila este lugar.

—Debes estar equivocada —dije por segunda vez.

—¡Busca en Internet si quieres! Eso no miente.

Sentí una sensación terrorífica. Si Maxi se había ido, ¿cómo conseguiría más Devilcraft? Apenas me quedaba, solo tenía para un día más, dos si lo hacía durar.

—Bueno, alguien está mintiendo —dijo Paula—. Creo que es ella. Nunca creo en una mujer mayor.

Apenas la escuché. Llamé al celular de Maxi, rogando que conteste, pero no obtuve nada. Ni su voz diciendo que deje un mensaje.

Cuando llegamos a casa, ayudé a Paula a meter sus compras, y mi mamá bajó las escaleras para encontrarnos.

—Uno de tus amigos dejó esto —dijo, extendiendo un sobre manila—. Dijo que su nombre era Maximiliano. ¿Debo conocerlo?

Intenté no verme tan ansiosa y cogí el sobre. —Es un amigo de Benjamín —expliqué.

Mi mamá y Paula mantuvieron un ojo en el sobre, mirándome a la espera.

—Probablemente solo sea algo que él quiere que le dé a Benja —mentí, no queriendo atraer extra atención.

—Se veía mayor que tus amigos. No estoy totalmente cómoda con la idea de tú saliendo con chicos mayores —dijo mamá.

—Como dije, es un amigo de Benja —respondí evasivamente.

En mi cama, respiré profundamente y rompí el sobre. Saqué varias fotos. Todas en blanco y negro.

Las primeras estaban tomadas de noche. Peter caminando por una calle desierta. Peter haciendo lo que parecía ser vigilancia desde su motocicleta. Peter hablando por un teléfono público. Nada nuevo ahí, desde que ya sabía que estaba trabajando para encontrar al chantajista de Pepper.

La siguiente foto era de Peter y Agustina.

Estaban en el nuevo auto de Peter. Pequeñas gotas de lluvia se deslizaban a través del poste de luz por encima de ellos. Agustina tenía sus brazos alrededor del cuello de Peter, una sonrisa coqueta bailando en sus labios. Estaban atrapados en el abrazo, y Peter parecía no ofrecer resistencia.

Llegué hasta la última foto. Mi estómago pesaba, y sabía que me iba a enfermar. Besándose.

Agustina besando a Peter. Justo ahí en las fotos.

4 comentarios:

  1. Massss quierooo mass me encantaaa no nos puedes dejar asi :)
    @zairasantos7 bessitos

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  2. seguilaaaaa sra verdad eso entonces pitt a estado jugando con lali todo este tiempo le a estado mintiendo viendole la cara estara jugando a dos puntas ? o sera que en verdad le quiere y ama y solo esta haciendocelo creer a agustina para sacarle informacion ? seguilaaaaa

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  3. a que esta jugando peter?

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  4. Queee no puede ser que le este fallando asi a lali maaaaas

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