Pasé a través de las acciones para alistarme
para el día, pero se sentían mecánicas. No podía imaginar la idea de Peter y
Agustina juntos. Hasta el momento, no había pensado en preguntarle a Maxi por
detalles, y ahora mis preguntas sin responder parecían quemar en mi cerebro. Estaban juntos. Tengo fotos.
¿Qué significa eso? ¿Juntos, de qué manera?
No. Confiaba en Peter. Estaba tentada a llamarlo, pero por supuesto que no lo
hice. Esperaría hasta ver las fotos.
Paula entró a la cocina y se situó al borde
de la mesa. —Estoy buscando a una compañera de compras para hoy después del
colegio.
Aparté mi plato de cereal. Había estado
perdida en mis pensamientos.
—Yo siempre compro los viernes por la tarde —dijo
Paula—. Es como un ritual.
—Quieres decir una tradición —la corregí.
—Necesito un nuevo saco. Algo caliente, pero
de moda.
—Gracias por la oferta pero tengo tarea de
trigonometría por hacer.
—Oh, vamos. No has hecho tarea toda la
semana, ¿por qué ahora? Y realmente necesito una segunda opinión. Esta es una
compra importante. Y justo cuando estabas actuando normal —murmuró.
Me levanté de la silla y cargué mi plato
hacia el lavadero. —Siempre me adulan.
—Vamos, Lali, no quiero pelear —se quejó—.
Solo quiero que vengas a comprar conmigo.
—Y yo quiero pasar trigonometría. Además,
estoy castigada.
—No te preocupes. Ya hablé con tu mamá. Ya
no estás castigada.
Entrecerré mis ojos hacia ella. —¿Le estás
haciendo trucos mentales a mamá?
—¿Sabes qué creo? Que estás celosa que ella
y yo tengamos lazos.
Aj.
—No se trata de solo de matemática, Paula.
También tengo que pensar. Sobre lo que sucedió anoche, y cómo evitar que suceda
de nuevo. No voy a jurar lealtad.
Paula hizo un sonido de exasperación. —Eres
justo como mi padre. Por una vez deja de ser tan…
—¿Nephil? ¿Hibrida, rara, accidente de la
naturaleza?
Paula apretó sus manos con fuerza. Al final
alzó su mentón. El reto y el orgullo destelarron en sus ojos. —Sí. Una mutante,
un monstruo, un fenómeno. Justo como yo.
Alcé mis cejas. —¿Así que eso es?
¿Finalmente vas a aceptar lo que eres?
—Las campanas del infierno, sí.
—Me gusta más esta versión de ti —dije.
—Me gusta más esta versión de ti—. Paula se
levantó de la mesa. —¿Tenemos una cita o no?
En dos horas, Paula había gastado casi
doscientos dólares en un saco, jeans, y unos cuantos accesorios. Ella condujo
ya que dijo que no quería que la vieran en mi auto.
—¿Podemos hacer una parada rápida? —le
pregunté a Paula—. Está un poco fuera del camino, pero necesito recoger algo de
mi amigo Maxi.
Sentí algo extraño ante el pensamiento de
ver las fotos de Peter y Agustina, pero quería superarlo de una vez. No tenía
la paciencia para esperar a que Maxi las envíe. Desde que no sabía si él ya las había enviado, decidí
ser proactiva.
—¿Maxi? ¿Lo conozco?
—No. No va al colegio. Toma la siguiente
derecha, vive cerca de la Bahía Casco —le dije.
Tal vez debería irme. Tal vez esto decía
mucho de mis inseguridades, y debería confiar incondicionalmente en Peter. La
cosa era que, sí confiaba en él. Pero luego estaba Agustina. Además, si Peter
era inocente, y esperaba que con todo lo que habíamos pasado así lo sea, no
había nada malo en ver las fotos.
Paula siguió mis instrucciones hacia la casa
de Maxi e inmediatamente hizo un sonido de apreciación mientras miraba la
arquitectura.
—Este amigo tuyo Maxi tiene estilo —dijo.
—Sus amigos se lo dejaron en su testamento —dije—.
No te molestes en salir, solo correré hacia la puerta y obtendré lo que deseo.
—No hay manera. Debo ver el interior —dijo
Paula, saliendo del auto antes que pueda detenerla—. ¿Maxi tiene novia?
Sí, yo, pensé. Y estaba dando un trabajo estelar
manteniendo la mentira. Incluso mi meda hermana quién dormía en mi casa sabía
nada de mi “novio”.
Llegamos a la entrada y tocamos el timbre.
Esperamos y lo tocamos de nuevo. Miré por la mirilla y se vio total oscuridad.
Qué mala suerte para venir cuando él no estaba.
—¡Hola! ¿Están buscando a un joven que solía
vivir aquí?
Paula y yo nos volteamos para ver a una
mujer mayor de pie en la acera. Tenía ojotas rosadas en sus pies, ruleros
rosados en su cabello y un pequeño perro negro al final de una correa.
—Estamos buscando a Maxi —dije—. ¿Eres su
vecina?
—Me mudé con mi hija y su esposo al inicio
del verano. Justo al final de la calle —dijo—. Mi esposo, John, ya no está, en
paz descanse —nos informó.
Sonreí y me acerqué a ella. —Soy Lali
Esposito. Soy amiga del chico que vive aquí, Maximiliano Recca.
—¿Recca? ¡Lo sabía! Sabía que era italiano.
Un nombre así grita Italiano. Están invadiendo nuestras tierras.
Paula y yo intercambiamos miradas, y ella
rodó sus ojos.
—¿Has visto hoy a Maxi? —pregunté.
—¿Hoy? ¿Por qué lo habría visto ahora? Te
acabo de decir que se ha mudado. Hace dos días. Lo hizo en mitad de la noche,
justo como un Italiano lo haría.
—Debes haberte equivocado. Maxi aún vive
aquí —dije, tratando de mantener un tono calmado.
—¡Ja! Ese chico se ha ido. Siempre paraba
solo. Desde el día en que se mudó. Solo un mes rentó este lugar.
—Maxi no estaba rentando. Esta casa es suya.
—¿Eso fue lo que te dijo? —Me miró como si
fuera la peor perdedora del mundo—. Mi yerno es dueño de esta casa. Él alquila
este lugar.
—Debes estar equivocada —dije por segunda
vez.
—¡Busca en Internet si quieres! Eso no
miente.
Sentí una sensación terrorífica. Si Maxi se
había ido, ¿cómo conseguiría más Devilcraft? Apenas me quedaba, solo tenía para
un día más, dos si lo hacía durar.
—Bueno, alguien está mintiendo —dijo Paula—.
Creo que es ella. Nunca creo en una mujer mayor.
Apenas la escuché. Llamé al celular de Maxi,
rogando que conteste, pero no obtuve nada. Ni su voz diciendo que deje un
mensaje.
Cuando llegamos a casa, ayudé a Paula a
meter sus compras, y mi mamá bajó las escaleras para encontrarnos.
—Uno de tus amigos dejó esto —dijo,
extendiendo un sobre manila—. Dijo que su nombre era Maximiliano. ¿Debo
conocerlo?
Intenté no verme tan ansiosa y cogí el
sobre. —Es un amigo de Benjamín —expliqué.
Mi mamá y Paula mantuvieron un ojo en el
sobre, mirándome a la espera.
—Probablemente solo sea algo que él quiere
que le dé a Benja —mentí, no queriendo atraer extra atención.
—Se veía mayor que tus amigos. No estoy
totalmente cómoda con la idea de tú saliendo con chicos mayores —dijo mamá.
—Como dije, es un amigo de Benja —respondí
evasivamente.
En mi cama, respiré profundamente y rompí el
sobre. Saqué varias fotos. Todas en blanco y negro.
Las primeras estaban tomadas de noche. Peter
caminando por una calle desierta. Peter haciendo lo que parecía ser vigilancia
desde su motocicleta. Peter hablando por un teléfono público. Nada nuevo ahí,
desde que ya sabía que estaba trabajando para encontrar al chantajista de
Pepper.
La siguiente foto era de Peter y Agustina.
Estaban en el nuevo auto de Peter. Pequeñas
gotas de lluvia se deslizaban a través del poste de luz por encima de ellos.
Agustina tenía sus brazos alrededor del cuello de Peter, una sonrisa coqueta
bailando en sus labios. Estaban atrapados en el abrazo, y Peter parecía no
ofrecer resistencia.
Llegué hasta la última foto. Mi estómago
pesaba, y sabía que me iba a enfermar. Besándose.
Agustina besando a Peter. Justo ahí en las
fotos.
Massss quierooo mass me encantaaa no nos puedes dejar asi :)
ResponderEliminar@zairasantos7 bessitos
seguilaaaaa sra verdad eso entonces pitt a estado jugando con lali todo este tiempo le a estado mintiendo viendole la cara estara jugando a dos puntas ? o sera que en verdad le quiere y ama y solo esta haciendocelo creer a agustina para sacarle informacion ? seguilaaaaa
ResponderEliminara que esta jugando peter?
ResponderEliminarQueee no puede ser que le este fallando asi a lali maaaaas
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