sábado, 30 de agosto de 2014

Ángeles Caídos #4: Treintaitrés

Benja me llamó apenas Peter y yo estuvimos de vuelta en su casa. Ahora era domingo, justo después de las tres de la mañana. Peter cerró la puerta principal detrás nuestro, y yo puse el celular en altavoz.

—Puede que tengamos un problema —dijo Benja—. He recibido varios mensajes de texto de amigos diciendo que Maximiliano hará un anuncio público a los Nephils más tarde, en el Centro de Atracciones, después que cierre. Después de lo que sucedió esta noche, ¿alguno de ustedes lo encuentra raro?

Peter soltó un par de malas palabras.

—Todos están especulando, y las teorías están por todos lados —continuó Benja—. ¿Alguna idea de qué se trata esto? Primero intentó ser tu novio y ahora esto.

Coloqué mi brazo contra la pared buscando apoyo. Mi cabeza daba vueltas y mis rodillas temblaban. Peter me quitó el celular.

—Te devolverá la llamada, Benja. Haznos saber si escuchas algo más.

Me hundí en el sofá de Peter. Coloqué mi cabeza entre mis rodillas e hice varias respiraciones. —Me va a acusar públicamente de traición.

—Sí —acordó Peter, silenciosamente.

—Me encerrarán en prisión. Intentarán torturarme hasta que saquen alguna confesión de mí.

Peter se arrodilló en frente de mí y colocó sus manos de forma protectora en mis caderas. —Mírame, Ángel.

Mi cerebro automáticamente se puso en acción. —Tenemos que contactar a Pepper. Necesitamos la daga cuanto antes. Necesitamos matar a Maximiliano antes que haga su anunció—. Un sollozo se escapó de mi pecho. —¿Y si no obtenemos la daga a tiempo?

Peter atrajo mi cabeza contra su pecho, gentilmente acariciando los músculos en la parte trasera de mi cuello, que estaban totalmente endurecidos. —¿Crees que voy a dejarlos poner una sola mano en ti? —dijo, con esa misma voz suave.

—¡Oh, Peter! —Mis brazos volaron alrededor de su cuello, las lágrimas calentando mi rostro—. ¿Qué vamos a hacer?

Inclinó mi rostro para que me quede mirándolo. Pasó sus pulgares debajo de mis ojos, secando mis lágrimas. —Pepper vendrá. Va a traerme la daga, y yo asesinaré a Maximiliano. Tú vas a obtener las plumas y ganar la guerra. Y luego te llevaré lejos. Algún lugar donde nunca escucharás las palabras “Cheshvan” o “guerra” de nuevo—. Se veía como si realmente quisiera creer esas palabras, pero su voz vaciló lo suficiente.

—Pepper nos prometió las plumas y la daga para el día lunes a medianoche. ¿Y qué hay del anuncio de Maximiliano de esta noche? No podemos detenerlo. Pepper debe traer antes la daga. Debemos encontrar una forma de contactarlo. Tenemos que arriesgarnos.

Peter se quedó en silencio, pasando sus manos a través de su boca, pensativo. Finalmente dijo: Pepper no puede resolver el problema de esta noche, vamos a tener que hacerlo nosotros—. Sus ojos, determinados, volaron hacia los míos. —Vas a solicitar una reunión urgente con los Nephils más importantes, hazlo para esta noche, y róbate la tormenta de Maximiliano. Todos esperarán que tú lances una ofensiva, que lances nuestras razas a la guerra, y ellos creerán que esta es tu primera movida militar. Tu anuncio derribará al de Maximiliano. Los Nephils vendrán, y por curiosidad, también lo hará Maximiliano. En frente de todos, dejarás en claro que estás al tanto que hay facciones en favor de colocar a Maximiliano en el poder. Convéncelos que tú quieres ser la verdadera líder, y que crees que puedes hacer un mejor trabajo que él. Luego, rétalo a un duelo de poder.

Miré a Peter, confundida. —¿Un duelo? ¿Con él? No puedo pelear con él…él ganará.

—Si podemos retrasar el duelo hasta que Pepper regrese, el duelo no será nada más que apuñalar a Maximiliano, y comprarnos tiempo.

—¿Y si no podemos retrasar el duelo?

Los ojos de Peter cortaron los míos, pero no respondió mi pregunta. —Debemos actuar ahora. Si Maximiliano descubre que nosotros también tenemos algo para esta noche, aguardará sus planes hasta saber lo que estás planeando. No tiene nada que perder. Él sabe que si tú lo denuncias públicamente, él sólo debe apuntar un dedo hacia ti. Confía en mí, cuando descubra que lo estás retando a un duelo, hará un brindis. Es orgulloso, Lali. Y egocéntrico. Nunca cruzará por su mente que tú ganarás. Acordará el duelo, pensando que está todo a su favor.

—Si el duelo sigue, ¿pelearemos con pistolas?

—O espadas. De tu preferencia, pero sugiero pistolas. Será más fácil para ti el aprender cómo disparar que aprender a usar la espada —dijo Peter, calmadamente—.

Sentía que iba a vomitar. —Maximiliano acordará el duelo porque él sabe que puede ganarme. Es más fuerte que yo, Peter. ¿Quién sabe cuánto Devilcraft ha consumido? No será una pelea justa.

Peter tomó mis temblorosas manos entre las suyas y colocó un beso suave contra mis nudillos. —El duelo pasó de moda cientos de años atrás en la cultura humana, pero aun es socialmente aceptable entre los Nephils. En sus ojos, es la forma más obvia y rápida de resolver un desacuerdo. Maximiliano quiere ser el líder del ejército Nephil, y tú harás que él y otros Nephils crean que tú también lo deseas.

—¿Por qué no solo le decimos a los Nephils importantes sobre las plumas? No les importará nada más cuando sean que tengo una forma de ganar la guerra con fuego, y restaurar la paz.

—Si Pepper falla, lo verán como tu fracaso. Acercarse no contará. O te ven como una salvadora por obtener las plumas, o te crucificarán por mentir. Hasta que sepamos con seguridad que Pepper ha tenido éxito, no podemos mencionar las plumas.

Pasé mis manos a través de mi cabello. —No puedo hacer esto.

Peter dijo: —Si Maximiliano está trabajando para los ángeles caídos, y gana el poder, la raza Nephil estará más unida que nunca. Me preocupa que los ángeles caídos usen el Devilcraft para hacer que los Nephils sean esclavos incluso después que termine el Cheshvan.

Sacudí mi cabeza miserablemente. —Hay mucho que arriesgar. ¿Y si fallo?

—Hay más, Lali. Tu juramento a Hank.

Terror se formó en mi estómago. Si quería quedarme en la Tierra con Peter, y preservar la vida de mi madre, debía mantener el título como líder del ejército Nephil. No dejaría que Maximiliano me lo robe.

—Un duelo es un espectáculo extraño y lanzarlo entre dos Nephils de alto perfil, como tú y Maximiliano…sin duda este será un evento del que no podrás perderte —dijo Peter—. Espero lo mejor, que seremos capaces de atrasar el duelo, y que Pepper no fallará, pero creo que deberíamos prepararnos para lo peor. El duelo puede ser tú única salida.

—¿De cuánta audiencia estamos hablando?

La mirada de Peter encontró la mía, la suya era fría y confiada. —Cientos.

Tragué con fuerza. —No puedo hacer esto.

—Te entrenaré Ángel. Estaré a tu lado en cada paso. Eres mucho más fuerte que hace dos semanas atrás, creo que no te das cuenta de lo poderosa que eres. Con verdadero entrenamiento, no como el de Maximiliano que fue pura pantalla, puedes vencerlo—. Peter sostuvo la parte trasera de mi cuello, juntando nuestros rostros. Me miró con tanta confianza que casi rompe mi corazón. —Puedes hacer esto. Es una tarea que nadie envidiará, y admiro que al menos lo estés pensando —habló en mi mente.

—Peter, tengo miedo —susurré.

Me atrajo hacia sus brazos. Besó la parte alta de mi cabeza y acarició mi cabello. No necesitó decirme las palabras para saber que él también estaba aterrado. —No permitiré que pierdas este duelo, Ángel. No voy a dejar que enfrentes a Maximiliano sin saber que puedo controlar las consecuencias. El duelo parecerá justo, pero no lo será. Maximiliano selló su destino en el momento en que fue contra ti. No dejaré que se escape —murmuró con dureza—. No saldrá de esto con vida.

—Si alguien se entera de esto…. —empecé.

Peter me besó, con fuerza, pero con un brillo en sus ojos. —Si me atrapan, significará dejar de besarte. ¿Realmente crees que arriesgaré eso? Sé que no puedo sentir tu tacto, pero siento tu amor, Lali. Dentro de mí. Significa todo para mí. Desearía poder sentirte de la misma forma que tú me sientes, pero tengo tu amor. Nada será mejor que eso. Algunas personas nunca sientes las emociones que tú me has dado. No hay remordimiento en ello.

Mi mentón tembló. —Estoy aterrada de perderte. Tengo miedo de fallar, y de lo que pueda sucedernos. No quiero hacer esto —protesté, aunque sabía que no había otro escape a esto. No podía correr, no podía esconderme. Apreté las manos de Peter—. Prométeme que estarás conmigo todo el tiempo. Prométeme que no me harás pasar por esto a solas.

Peter alzó mi mentón. —Si pudiese hacer que esto se vaya, lo haría. Si pudiese estar en tu ligar, no dudaría. Pero no me quedan opciones, y solo me queda quedarme a tu lado hasta el final. No flaquearé, Ángel, puedo prometerte eso—. Corrió sus manos a través de mis brazos, sin saber que el gesto hizo que me calentara en lugar de consolarme. Casi me trae nuevas lágrimas. —Empezaré a soltar noticias que has convocado a una reunión urgente esta noche. Llamaré primero a Benja, y le diré que lo expanda. No tomará mucho tiempo. Maximiliano escuchará tu anuncio antes que termine la hora.

Mi estómago se sentía revuelto. Mordí mi mejilla interior, luego forcé un asentimiento.

—¿Qué puedo hacer para ayudar? —pregunté.

Peter me estudió, frunciendo ligeramente. Pasó su pulgar sobre mi labio, luego a través de mi mejilla. —Estás helada, Ángel—. Inclinó su cabeza hacia el pasillo. —Vayamos a la cama. Prenderé la chimenea. Lo que necesitas ahora es calor y descanso. También prepararé un baño caliente.

Sin duda, temblores bailaban por mi cuerpo. Era como si, en un instante, todo el calor había sido extraído de mí. Mis dientes rechinaban, y las puntas de mis dedos vibraban con un temblor involuntario y extraño. Peter me colocó en sus brazos y me llevó a su habitación. Abrió la puerta con su hombro, y me colocó en su cama. —¿Una bebida? —preguntó—. ¿Te?

Viendo su rostro, tan ansioso, la culpa me llenó. Sabía en ese entonces que Peter haría lo que sea por mí. Prometió quedarse a mi lado y era como un juramento. Era parte de mí, y yo de él. Él haría lo que sea para mantenerme con él.

Me forcé a mí misma a abrir mi boca antes de arrepentirme. —Hay algo que necesito decirte —dije, mi voz sonando delgada. No planeaba llorar, pero las lágrimas se acumularon en mis ojos. Estaba llena de vergüenza.

—¿Ángel? —dijo Peter, su tono de pregunta.

Había tomado el primer paso, pero ahora me congelé. Una voz de justificación atravesó mi mente, diciéndome que no tenía derecho a soltarle esta verdad a Peter. No en este estado de debilidad. Si me preocupaba por él, debía mantener mi boca cerrada. Su recuperación era más importante que soltar unas cuentas mentiras blancas de mi pecho. Ya sentía esas manos heladas deslizarse por mi garganta.

—Yo…no es nada —me corregí—. Sólo necesito dormir. Y tú necesitas llamar a Benja. —Me volteé en la almohada así no me veía llorar. Las manos heladas se sentían tan reales, listas para cerrarse en mi cuello si decía mucho, si decía mi secreto.

—Necesito llamarlo, eso es verdad. Pero más allá de eso, necesito que me digas qué sucede —dijo Peter, lo suficientemente preocupado para hacerme saber que no podía distraerlo con nada.

Las manos heladas se curvaron alrededor de mi garganta. Estaba muy aterrada de hablar. Muy aterrada de las manos y cómo me harían daño.

Peter prendió la lámpara de la mesa de noche, empujando gentilmente mi hombro, tratando de ver mi rostro, pero yo solo me aparté. —Te amo —solté. La vergüenza me llenó. ¿Cómo podía decirle esas palabras y mentirle?

—Lo sé. Así como sé que estás ocultando algo. Este no es el momento para secretos. Hemos llegamos muy lejos para ir por ese camino —me recordó.

Asentí, sintiendo las lágrimas deslizarse en la almohada. Tenía razón. Lo sabía, pero no hacía más fácil el decir la verdad. Y no sabía si podía. Peter se deslizó en la cama junto a mí, atrayéndome hacia él. Sentí su respiración en la parte trasera de mi cuello, la calidez de su piel tocando la mía. Su rodilla encajaba perfectamente en el hueco de la mía. Besó mi hombro, su cabello negro cayendo sobre mi oreja.

Yo…te…mentí —confesé en sus pensamientos, sintiendo una pared. Pensé que las manos heladas me atraparían, pero por el contrario, empezaron a irse—. Le mentí a la única persona cuya confianza significa más que cualquier cosa. Te mentí Peter, y no sé si pueda perdonarme.

En lugar de demandar una explicación, Peter colocó un río de besos por mi brazo. No fue hasta que presionó un beso en mi muñeca que habló: —Gracias por decírmelo —dijo, silenciosamente.

Rodé, parpadeando con sorpresa. —¿No quieres saber acerca de qué te mentí?

—Quiero saber qué puedo hacer para hacerte sentir mejor—. Acarició mis hombros con círculos, dándome consuelo.

No me sentiría mejor hasta decir todo. No era la responsabilidad de Peter el hacerme sentir mejor, sino la mía, y sentía cada culpa expandirse dentro de mí.

—He estado tomando…Devilcraft—. No pensé que mi vergüenza podía crecer más, pero pareció moverse dentro de mí. —Todo este tiempo lo he estado tomando. Nunca tomé el antídoto que me conseguiste. Lo mantuve conmigo, diciéndome a mí misma que lo tomaría después, después de Cheshvan, cuando ya no necesitaría ser una súper mujer, pero era una excusa. Nunca pensé tomarlo. Todo este tiempo he estado dependiendo del Devilcraft. Estoy aterrada de no ser lo suficientemente fuerte sin él. Sé que debo detenerme, y sé que está mal, pero me da las habilidades que no puedo tener por mi cuenta. Te hice un truco mental, para que pensaras que tomé el antídoto, y…¡nunca me he arrepentido tanto de algo!

Cerré mis ojos, incapaz de ver la desilusión y disgusto que se alzaría en el rostro de Peter. Era lo suficientemente horrible saber la verdad, pero escucharla decir en voz alta era peor. ¿Quién era? No me reconocía, y era la peor sensación que jamás había experimentado. En algún lugar, me había perdido a mí misma.

Finalmente, Peter habló. Su voz tan firme, tan llena de admiración, que me hizo preguntarme si él sabía de mi secreto. —¿Sabías, que cuando te vi por primera vez, pensé: nunca veré algo más cautivador y hermoso?

—¿Por qué me dices esto? —dije miserablemente.

—Te vi, y quería estar cerca de ti. Quería que me dejaras entrar. Quería conocerte de una manera en que nadie más lo haría. Te quería, toda tú. El deseo casi me vuelve malo—. Peter se detuvo, inhalando suavemente—. Y ahora que te tengo, la única cosa que me aterra es volver a ese lugar. Tener que desearte de esa manera de nuevo, sin esperanza de que mi deseo se cumpla. Eres mía, Ángel. Cada pieza de ti. Y no dejaré que nada cambie eso.

Me puse de costado, contra mi hombro, mirándolo fijamente. —No te merezco Peter. No importa lo que digas. Es la verdad.

—No me mereces —acordó—. Mereces algo mejor. Pero estás atada a mí, y puede que también lo superes. —Colocándome debajo de él en un movimiento ágil, rodó encima de mí—. No tengo intención de dejarte ir tan fácilmente, algo que debes tener en cuenta. No me importa si es otro hombre, tu mamá, o los poderes del infierno intentando apartarnos, no voy a ponerlo fácil y no diré adiós.

Parpadeé para intentar secar mis pestañas mojadas. —Tampoco dejaré que nada se interponga entre los dos. Especialmente no el Devilcraft. Tengo el antídoto en mi cartera. Lo tomaré ahora mismo. ¿Y, Peter? —agregué, con emoción—. Gracias…por todo. No sabría qué hacer sin ti.

—Buena idea —murmuró—. Porque no dejaré que te escapes.

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