Benja me llamó apenas Peter y yo estuvimos
de vuelta en su casa. Ahora era domingo, justo después de las tres de la
mañana. Peter cerró la puerta principal detrás nuestro, y yo puse el celular en
altavoz.
—Puede que tengamos un problema —dijo Benja—.
He recibido varios mensajes de texto de amigos diciendo que Maximiliano hará un
anuncio público a los Nephils más tarde, en el Centro de Atracciones, después
que cierre. Después de lo que sucedió esta noche, ¿alguno de ustedes lo
encuentra raro?
—Todos están especulando, y las teorías
están por todos lados —continuó Benja—. ¿Alguna idea de qué se trata esto?
Primero intentó ser tu novio y ahora esto.
Coloqué mi brazo contra la pared buscando
apoyo. Mi cabeza daba vueltas y mis rodillas temblaban. Peter me quitó el
celular.
—Te devolverá la llamada, Benja. Haznos
saber si escuchas algo más.
Me hundí en el sofá de Peter. Coloqué mi
cabeza entre mis rodillas e hice varias respiraciones. —Me va a acusar
públicamente de traición.
—Sí —acordó Peter, silenciosamente.
—Me encerrarán en prisión. Intentarán
torturarme hasta que saquen alguna confesión de mí.
Peter se arrodilló en frente de mí y colocó
sus manos de forma protectora en mis caderas. —Mírame, Ángel.
Mi cerebro automáticamente se puso en
acción. —Tenemos que contactar a Pepper. Necesitamos la daga cuanto antes.
Necesitamos matar a Maximiliano antes que haga su anunció—. Un sollozo se
escapó de mi pecho. —¿Y si no obtenemos la daga a tiempo?
Peter atrajo mi cabeza contra su pecho,
gentilmente acariciando los músculos en la parte trasera de mi cuello, que
estaban totalmente endurecidos. —¿Crees que voy a dejarlos poner una sola mano
en ti? —dijo, con esa misma voz suave.
—¡Oh, Peter! —Mis brazos volaron alrededor
de su cuello, las lágrimas calentando mi rostro—. ¿Qué vamos a hacer?
Inclinó mi rostro para que me quede
mirándolo. Pasó sus pulgares debajo de mis ojos, secando mis lágrimas. —Pepper vendrá. Va a traerme la daga, y yo asesinaré a Maximiliano.
Tú vas a obtener las plumas y ganar la guerra. Y luego te llevaré lejos. Algún
lugar donde nunca escucharás las palabras “Cheshvan” o “guerra” de nuevo—. Se
veía como si realmente quisiera creer esas palabras, pero su voz vaciló lo
suficiente.
—Pepper nos prometió las plumas y la daga
para el día lunes a medianoche. ¿Y qué hay del anuncio de Maximiliano de esta
noche? No podemos detenerlo. Pepper debe traer antes la daga. Debemos encontrar
una forma de contactarlo. Tenemos que arriesgarnos.
Peter se quedó en silencio, pasando sus
manos a través de su boca, pensativo. Finalmente dijo: Pepper no puede resolver
el problema de esta noche, vamos a tener que hacerlo nosotros—. Sus ojos,
determinados, volaron hacia los míos. —Vas a solicitar una reunión urgente con
los Nephils más importantes, hazlo para esta noche, y róbate la tormenta de
Maximiliano. Todos esperarán que tú lances una ofensiva, que lances nuestras
razas a la guerra, y ellos creerán que esta es tu primera movida militar. Tu
anuncio derribará al de Maximiliano. Los Nephils vendrán, y por curiosidad,
también lo hará Maximiliano. En frente de todos, dejarás en claro que estás al
tanto que hay facciones en favor de colocar a Maximiliano en el poder.
Convéncelos que tú quieres ser la verdadera líder, y que crees que puedes hacer
un mejor trabajo que él. Luego, rétalo a un duelo de poder.
Miré a Peter, confundida. —¿Un duelo? ¿Con
él? No puedo pelear con él…él ganará.
—Si podemos retrasar el duelo hasta que
Pepper regrese, el duelo no será nada más que apuñalar a Maximiliano, y
comprarnos tiempo.
—¿Y si no podemos retrasar el duelo?
Los ojos de Peter cortaron los míos, pero no
respondió mi pregunta. —Debemos actuar ahora. Si Maximiliano descubre que
nosotros también tenemos algo para esta noche, aguardará sus planes hasta saber
lo que estás planeando. No tiene nada que perder. Él sabe que si tú lo
denuncias públicamente, él sólo debe apuntar un dedo hacia ti. Confía en mí,
cuando descubra que lo estás retando a un duelo, hará un brindis. Es orgulloso,
Lali. Y egocéntrico. Nunca cruzará por su mente que tú ganarás. Acordará el
duelo, pensando que está todo a su favor.
—Si el duelo sigue, ¿pelearemos con
pistolas?
—O espadas. De tu preferencia, pero sugiero
pistolas. Será más fácil para ti el aprender cómo disparar que aprender a usar
la espada —dijo Peter, calmadamente—.
Sentía que iba a vomitar. —Maximiliano
acordará el duelo porque él sabe que puede ganarme. Es más fuerte que yo,
Peter. ¿Quién sabe cuánto Devilcraft ha consumido? No será una pelea justa.
Peter tomó mis temblorosas manos entre las
suyas y colocó un beso suave contra mis nudillos. —El duelo pasó de moda
cientos de años atrás en la cultura humana, pero aun es socialmente aceptable
entre los Nephils. En sus ojos, es la forma más obvia y rápida de resolver un
desacuerdo. Maximiliano quiere ser el líder del ejército Nephil, y tú harás que
él y otros Nephils crean que tú también lo deseas.
—¿Por qué no solo le decimos a los Nephils
importantes sobre las plumas? No les importará nada más cuando sean que tengo
una forma de ganar la guerra con fuego, y restaurar la paz.
—Si Pepper falla, lo verán como tu fracaso.
Acercarse no contará. O te ven como una salvadora por obtener las plumas, o te
crucificarán por mentir. Hasta que sepamos con seguridad que Pepper ha tenido
éxito, no podemos mencionar las plumas.
Pasé mis manos a través de mi cabello. —No
puedo hacer esto.
Peter dijo: —Si Maximiliano está trabajando
para los ángeles caídos, y gana el poder, la raza Nephil estará más unida que
nunca. Me preocupa que los ángeles caídos usen el Devilcraft para hacer que los
Nephils sean esclavos incluso después que termine el Cheshvan.
Sacudí mi cabeza miserablemente. —Hay mucho
que arriesgar. ¿Y si fallo?
—Hay más, Lali. Tu juramento a Hank.
Terror se formó en mi estómago. Si quería
quedarme en la Tierra con Peter, y preservar la vida de mi madre, debía
mantener el título como líder del ejército Nephil. No dejaría que Maximiliano
me lo robe.
—Un duelo es un espectáculo extraño y
lanzarlo entre dos Nephils de alto perfil, como tú y Maximiliano…sin duda este
será un evento del que no podrás perderte —dijo Peter—. Espero lo mejor, que
seremos capaces de atrasar el duelo, y que Pepper no fallará, pero creo que
deberíamos prepararnos para lo peor. El duelo puede ser tú única salida.
—¿De cuánta audiencia estamos hablando?
La mirada de Peter encontró la mía, la suya
era fría y confiada. —Cientos.
Tragué con fuerza. —No puedo hacer esto.
—Te entrenaré Ángel. Estaré a tu lado en cada
paso. Eres mucho más fuerte que hace dos semanas atrás, creo que no te das
cuenta de lo poderosa que eres. Con verdadero entrenamiento, no como el de
Maximiliano que fue pura pantalla, puedes vencerlo—. Peter sostuvo la parte
trasera de mi cuello, juntando nuestros rostros. Me miró con tanta confianza
que casi rompe mi corazón. —Puedes hacer
esto. Es una tarea que nadie envidiará, y admiro que al menos lo estés pensando
—habló en mi mente.
—Peter, tengo miedo —susurré.
Me atrajo hacia sus brazos. Besó la parte
alta de mi cabeza y acarició mi cabello. No necesitó decirme las palabras para
saber que él también estaba aterrado. —No permitiré que pierdas este duelo,
Ángel. No voy a dejar que enfrentes a Maximiliano sin saber que puedo controlar
las consecuencias. El duelo parecerá justo, pero no lo será. Maximiliano selló
su destino en el momento en que fue contra ti. No dejaré que se escape —murmuró
con dureza—. No saldrá de esto con vida.
—Si alguien se entera de esto…. —empecé.
Peter me besó, con fuerza, pero con un
brillo en sus ojos. —Si me atrapan, significará dejar de besarte. ¿Realmente
crees que arriesgaré eso? Sé que no puedo sentir tu tacto, pero siento tu amor,
Lali. Dentro de mí. Significa todo para mí. Desearía poder sentirte de la misma
forma que tú me sientes, pero tengo tu amor. Nada será mejor que eso. Algunas
personas nunca sientes las emociones que tú me has dado. No hay remordimiento
en ello.
Mi mentón tembló. —Estoy aterrada de
perderte. Tengo miedo de fallar, y de lo que pueda sucedernos. No quiero hacer
esto —protesté, aunque sabía que no había otro escape a esto. No podía correr,
no podía esconderme. Apreté las manos de Peter—. Prométeme que estarás conmigo
todo el tiempo. Prométeme que no me harás pasar por esto a solas.
Peter alzó mi mentón. —Si pudiese hacer que
esto se vaya, lo haría. Si pudiese estar en tu ligar, no dudaría. Pero no me
quedan opciones, y solo me queda quedarme a tu lado hasta el final. No
flaquearé, Ángel, puedo prometerte eso—. Corrió sus manos a través de mis brazos,
sin saber que el gesto hizo que me calentara en lugar de consolarme. Casi me
trae nuevas lágrimas. —Empezaré a soltar noticias que has convocado a una
reunión urgente esta noche. Llamaré primero a Benja, y le diré que lo expanda.
No tomará mucho tiempo. Maximiliano escuchará tu anuncio antes que termine la
hora.
Mi estómago se sentía revuelto. Mordí mi
mejilla interior, luego forcé un asentimiento.
—¿Qué puedo hacer para ayudar? —pregunté.
Peter me estudió, frunciendo ligeramente.
Pasó su pulgar sobre mi labio, luego a través de mi mejilla. —Estás helada,
Ángel—. Inclinó su cabeza hacia el pasillo. —Vayamos a la cama. Prenderé la
chimenea. Lo que necesitas ahora es calor y descanso. También prepararé un baño
caliente.
Sin duda, temblores bailaban por mi cuerpo.
Era como si, en un instante, todo el calor había sido extraído de mí. Mis
dientes rechinaban, y las puntas de mis dedos vibraban con un temblor involuntario
y extraño. Peter me colocó en sus brazos y me llevó a su habitación. Abrió la
puerta con su hombro, y me colocó en su cama. —¿Una bebida? —preguntó—. ¿Te?
Viendo su rostro, tan ansioso, la culpa me
llenó. Sabía en ese entonces que Peter haría lo que sea por mí. Prometió
quedarse a mi lado y era como un juramento. Era parte de mí, y yo de él. Él
haría lo que sea para mantenerme con él.
Me forcé a mí misma a abrir mi boca antes de
arrepentirme. —Hay algo que necesito decirte —dije, mi voz sonando delgada. No
planeaba llorar, pero las lágrimas se acumularon en mis ojos. Estaba llena de vergüenza.
—¿Ángel? —dijo Peter, su tono de pregunta.
Había tomado el primer paso, pero ahora me
congelé. Una voz de justificación atravesó mi mente, diciéndome que no tenía
derecho a soltarle esta verdad a Peter. No en este estado de debilidad. Si me
preocupaba por él, debía mantener mi boca cerrada. Su recuperación era más
importante que soltar unas cuentas mentiras blancas de mi pecho. Ya sentía esas
manos heladas deslizarse por mi garganta.
—Yo…no es nada —me corregí—. Sólo necesito
dormir. Y tú necesitas llamar a Benja. —Me volteé en la almohada así no me veía
llorar. Las manos heladas se sentían tan reales, listas para cerrarse en mi
cuello si decía mucho, si decía mi secreto.
—Necesito llamarlo, eso es verdad. Pero más
allá de eso, necesito que me digas qué sucede —dijo Peter, lo suficientemente
preocupado para hacerme saber que no podía distraerlo con nada.
Las manos heladas se curvaron alrededor de
mi garganta. Estaba muy aterrada de hablar. Muy aterrada de las manos y cómo me
harían daño.
Peter prendió la lámpara de la mesa de
noche, empujando gentilmente mi hombro, tratando de ver mi rostro, pero yo solo
me aparté. —Te amo —solté. La vergüenza me llenó. ¿Cómo podía decirle esas
palabras y mentirle?
—Lo sé. Así como sé que estás ocultando
algo. Este no es el momento para secretos. Hemos llegamos muy lejos para ir por
ese camino —me recordó.
Asentí, sintiendo las lágrimas deslizarse en
la almohada. Tenía razón. Lo sabía, pero no hacía más fácil el decir la verdad.
Y no sabía si podía. Peter se deslizó en la cama junto a mí, atrayéndome hacia
él. Sentí su respiración en la parte trasera de mi cuello, la calidez de su
piel tocando la mía. Su rodilla encajaba perfectamente en el hueco de la mía.
Besó mi hombro, su cabello negro cayendo sobre mi oreja.
—Yo…te…mentí
—confesé en sus pensamientos, sintiendo una pared. Pensé que las manos
heladas me atraparían, pero por el contrario, empezaron a irse—. Le mentí a la única persona cuya confianza
significa más que cualquier cosa. Te mentí Peter, y no sé si pueda perdonarme.
En lugar de demandar una explicación, Peter
colocó un río de besos por mi brazo. No fue hasta que presionó un beso en mi
muñeca que habló: —Gracias por decírmelo —dijo, silenciosamente.
Rodé, parpadeando con sorpresa. —¿No quieres
saber acerca de qué te mentí?
—Quiero saber qué puedo hacer para hacerte
sentir mejor—. Acarició mis hombros con círculos, dándome consuelo.
No me sentiría mejor hasta decir todo. No
era la responsabilidad de Peter el hacerme sentir mejor, sino la mía, y sentía
cada culpa expandirse dentro de mí.
—He estado tomando…Devilcraft—. No pensé que
mi vergüenza podía crecer más, pero pareció moverse dentro de mí. —Todo este
tiempo lo he estado tomando. Nunca tomé el antídoto que me conseguiste. Lo
mantuve conmigo, diciéndome a mí misma que lo tomaría después, después de
Cheshvan, cuando ya no necesitaría ser una súper mujer, pero era una excusa.
Nunca pensé tomarlo. Todo este tiempo he estado dependiendo del Devilcraft.
Estoy aterrada de no ser lo suficientemente fuerte sin él. Sé que debo
detenerme, y sé que está mal, pero me da las habilidades que no puedo tener por
mi cuenta. Te hice un truco mental, para que pensaras que tomé el antídoto, y…¡nunca
me he arrepentido tanto de algo!
Cerré mis ojos, incapaz de ver la desilusión
y disgusto que se alzaría en el rostro de Peter. Era lo suficientemente
horrible saber la verdad, pero escucharla decir en voz alta era peor. ¿Quién
era? No me reconocía, y era la peor sensación que jamás había experimentado. En
algún lugar, me había perdido a mí misma.
Finalmente, Peter habló. Su voz tan firme,
tan llena de admiración, que me hizo preguntarme si él sabía de mi secreto. —¿Sabías,
que cuando te vi por primera vez, pensé: nunca veré algo más cautivador y
hermoso?
—¿Por qué me dices esto? —dije
miserablemente.
—Te vi, y quería estar cerca de ti. Quería
que me dejaras entrar. Quería conocerte de una manera en que nadie más lo
haría. Te quería, toda tú. El deseo casi me vuelve malo—. Peter se detuvo,
inhalando suavemente—. Y ahora que te tengo, la única cosa que me aterra es
volver a ese lugar. Tener que desearte de esa manera de nuevo, sin esperanza de
que mi deseo se cumpla. Eres mía, Ángel. Cada pieza de ti. Y no dejaré que nada
cambie eso.
Me puse de costado, contra mi hombro,
mirándolo fijamente. —No te merezco Peter. No importa lo que digas. Es la
verdad.
—No me mereces —acordó—. Mereces algo mejor.
Pero estás atada a mí, y puede que también lo superes. —Colocándome debajo de
él en un movimiento ágil, rodó encima de mí—. No tengo intención de dejarte ir
tan fácilmente, algo que debes tener en cuenta. No me importa si es otro
hombre, tu mamá, o los poderes del infierno intentando apartarnos, no voy a
ponerlo fácil y no diré adiós.
Parpadeé para intentar secar mis pestañas
mojadas. —Tampoco dejaré que nada se interponga entre los dos. Especialmente no
el Devilcraft. Tengo el antídoto en mi cartera. Lo tomaré ahora mismo. ¿Y,
Peter? —agregué, con emoción—. Gracias…por todo. No sabría qué hacer sin ti.
—Buena idea —murmuró—. Porque no dejaré que
te escapes.
Masss quieroo mass :)bessitos
ResponderEliminar@zairasantos7