viernes, 28 de noviembre de 2014

El Mar de Tranquilidad: Capítulo 12

Mar

Hay veintisiete huesos en nuestra mano y muñeca. Veintidós de los míos se rompieron. Mi mano es una clase de milagro. Está llena de tornillos, e incluso después de varias cirugías, aún no se ve bien. Pero funciona mejor de lo que pensaba que haría. Y no es como si no puedo hacer nada; es solo que no puedo hacer esa sola cosa que quisiera hacer. Lo que me hizo ser yo.

Nunca tuve mucha vida social, incluso desde antes. Después de la escuela, pasaba mis horas en el laboratorio de música o en instrucciones privadas, y mis sábados los pasaba tocando el piano en bodas. A veces era una locura y tenía tres en un día; rara vez tenía un fin de semana libre, pero el dinero era increíble, y era fácil. Cuando no estaba tocando en bodas, tocaba en centros comerciales y restaurantes. Era como una pequeña novela hermosa al inicio. Era la mascota de todo el mundo. No sé si realmente todos sabían mi nombre porque usualmente me llamaban La Prodigio del Piano, lo que estaba bien, porque así era.

Cuando fue el momento de detenerme, ya había ahorrado una buena cantidad de dinero. Lo estaba ahorrando para el conservatorio de música de verano en Nueva York que había estado esperando por tres años, finalmente era lo suficientemente mayor (quince años) para aplicar. Mis padres dijeron que si quería ir tenía que trabajar para ganar dinero, pero eso era un chiste, porque trabajar significaba tocar y eso nunca lo llamaría trabajo. Entre eso y la escuela, las instrucciones privadas y recitales, casi no tenía espacio libre para la vida social, pero era un pequeño sacrificio. Además, si soy honesta, probablemente no era un sacrificio. No iba a las fiestas y era muy joven para conducir.

domingo, 23 de noviembre de 2014

El Mar de Tranquilidad: Capítulo 11

Mar

Cuando llegué a la clase de taller el lunes, el plato azul de Cielo está en la repisa en la parte trasera del salón donde usualmente me siento. Thiago no está en su sitio habitual así que debe de haberlo puesto aquí. Lo veo al otro lado del taller, donde todas las herramientas están. No quiero mirarlo por mucho tiempo para ver qué está haciendo, así que guardo el plato en mi mochila antes que regrese a su asiento. La campana suena y él coge sus herramientas sin mirarme y las cosas son normales de nuevo. Pero la normalidad no dura mucho.

—¡Ey, Bedoya! ¿Es verdad que fuiste emancipado?

¿Emancipado? Miro alrededor para ver quién está haciendo la pregunta. Es un chico idiota que siempre hace preguntas fuera de contexto, se cree el mejor de todos. No me importa mucho quién sea él, sino más bien la respuesta. Thiago asiente, pero no dice nada. Está mirando hacia abajo, trabajando en un dibujo a medida que nos dieron de tarea el viernes. No se molesta en alzar su cabeza.

—¿Eso quiere decir, entonces, que eres libre de hacer lo que quieras?

El Mar de Tranquilidad: Capítulo 10

Thiago

A las 4:00 de la tarde del domingo, suena el timbre de la casa.

Cuando la abro, encuentro a la mamá de Simón con un contenedor de plástico en sus manos.

—Es domingo. Hice salda. Simón me dijo que no vendrías a cenar a casa así que quería dejártela—. Ella sabe que no puedo hacer salsa de espagueti para salvar mi vida y eso me enoja, así que siempre me trae un poco.

—Gracias—. Me hago a un lado para que ella pueda entrar. —Podrías haberle dicho a Simón que me la traiga. No tenías que venir hasta acá.

—Simón desapareció algún lado esta tarde. Probablemente para ver a la chica con la que está saliendo ahora—. Alza sus cejas, preguntándome, y yo mantengo en blanco mi expresión, porque realmente no sé si es la chica que creo que es.

sábado, 22 de noviembre de 2014

El Mar de Tranquilidad: Capítulo 09

Thiago

Simón se estaciona en mi casa justo después de la medianoche e inmediatamente sé que nada bueno saldrá de esto. Dejo el lápiz que he estado usando para apuntar las medidas, y lo observo salir del auto y caminar hacia el garaje.

—Hermano, necesito un favor.

—Claro que lo necesitas.

—Necesito que te lleves a Mar—. ¿Mar? Primero me pregunto a dónde quiere que me lleve a Mar, hasta que miro hacia la pista y entiendo lo que se refiere.

—¿Qué? No hay manera—. Miro a la oscura figura recostada en el asiento delantero del auto. 

—¿Qué le hiciste? ¿Está consciente?

—Nada. No —dice a la defensiva. —Es solo que tomó demasiado.

domingo, 16 de noviembre de 2014

El Mar de Tranquilidad: Capítulo 08

Mar

Thiago Bedoya entra y se dirige directamente a mi mesa en el taller y yo intento no mirar, pero realmente, realmente quiero hacerlo. Es solo que no quiero que él sepa que estoy mirando.

Pronto no tengo más opción porque él está de pie en frente de mí, mirando mi rostro. Lo miro de vuelta y quiero gritar: ¡¿Qué?! Se ve perturbado por el hecho de que yo exista, y que ocupo el mismo espacio en su preciosa clase de taller.

—Yo me siento ahí—dice finalmente, y de nuevo, no suena enojado, solo como si así fueran las cosas y todos deben saberlo. ¿Acaso esto significa que debo levantarme? ¿Moverme?

El Mar de Tranquilidad: Capítulo 07

Mar

Iluminado por las luces fluorescentes, Thiago Bedoya me estudia a través del garaje. Yo no me he movido o alejado la mirada. No encuentro ningún reconocimiento en sus ojos y me pregunto si sabe quién soy. Justo estoy recordando ahora que debo verme como una persona diferente. Mi cabello está atado hacia atrás en una cola de caballo y no tengo maquillaje en el rostro, además estoy cubierta de sudor y de color rosado por el ejercicio. Estoy con ropa deportiva y zapatillas. Me estoy empezando a sentir bastante expuesta debajo de las luces fluorescentes con este chico mirándome.

—¿Cómo sabes en dónde vivo? —Está enojado y no le importa esconder la acusación en sus palabras.

sábado, 15 de noviembre de 2014

El Mar de Tranquilidad: Capítulo 06

Mar

Estoy en la oscuridad y todo lo que hay es dolor. Hay muchas sensaciones juntas. Cada nervio está quemándose. Y luego, hay destellos de todo. Colores, voces, máquinas, palabras rudas. El dolor es constante, rígido, nunca termina. Es lo único que conozco. No quiero despertarme más.

Logro sobrevivir al segundo lunes en la escuela. Creerías que estaría totalmente agotada por ello, pero aparentemente no, porque aún no puedo dormir.

He estado en la cama por dos horas ya; sé que ya son más de la medianoche aunque no pueda ver el reloj desde aquí. Ya he escrito varias líneas en mi libro de composición, pero ni eso ha ayudado a que me dé sueño.

Puedo escuchar que la lluvia fuerte se ha detenido, así que salgo de las sábanas y miro por la ventana. Mi ventana mira hacia el patio y está muy oscuro para ver si aún llueve, así que me dirijo al frente de la casa y miro afuera nuevamente. No hay lluvia visible, así que me estoy cambiando mis pijamas por ropa deportiva. Lo hago sin pensar, ansiosa por correr, cosa que no hago hace varios días. Miro el reloj: 12:30.

viernes, 14 de noviembre de 2014

El Mar de Tranquilidad: Capítulo 05

Thiago

El día se pasa sin ver a la chica de nuevo. Me he maldecido mentalmente por abrir mi estúpida boca en el almuerzo. Tal vez estaba intentando detener a la chica de hacerse enemiga de esas putas. Tal vez sólo quería que Melody se calle porque yo sé que ella es mejor que eso. Tal vez sólo quería que la chica me mire de nuevo.

Me dirijo hacia la sala de teatro, donde estoy haciendo mi trabajo; recuerdo haber dejado mi medidor ahí y debo recuperarlo. Era de mi padre y además es antiguo y muy especial. Una vez que veo que todo esté quedando conforme, me dirijo hacia el estacionamiento.

Estoy casi llegando a mi auto cuando escucho mi nombre.

domingo, 9 de noviembre de 2014

El Mar de Tranquilidad: Capítulo 04

Mar

Vivo en un mundo sin magia o milagros. Un lugar dónde no hay clarividentes o cambiaformas, o ángeles o chicos súper humanos para salvarte. Un lugar donde la gente muere y la música se desintegra y las cosas apestan. Estoy tan presionada contra la tierra por el peso de la realidad, que algunos días me pregunto cómo aún soy capaz de levantar mis pies para caminar.

El viernes por la mañana, la primera cosa que hago es recoger mi horario arreglado. Así que ahora he dejado oficialmente el curso de Introducción a la Música, lo que significa que tengo que pasar ese periodo sacando fotocopias. A este punto, he mejorado con los zapatos, aunque aún duelen un poco. Mantengo la ropa negra así como el delineador, los labios rojos y las uñas negras. Los tacos altos siguen ahí, gritando que soy un espectáculo horrible de puta. Me he estado escondiendo en los pasillos y los baños durante el almuerzo toda la semana. El chico del cuaderno de dibujos que me encontré el otro día (llamado Rama), fue lo suficientemente bueno para darme una lista corta de los mejores lugares para esconderse. Dame un par de días más y probablemente sea capaz de dibujar un mapa con los mejores lugares para desaparecer. Luego puedo vendérselo a más perdedores como yo.

sábado, 8 de noviembre de 2014

El Mar de Tranquilidad: Capítulo 03 (II)

Mar

La cuarta hora no fue tan horrible. El profesor Camilo no me prestó mucha atención, lo que en una clase de catorce personas es bastante difícil de hacer. Revisó mi horario para asegurarse que estaba en la clase correcta y luego me preguntó por qué me pusieron aquí. Ambos nos encogimos de hombros. Luego me dijo que si me quería quedar, podía dejarme ser una asistente o algo así. Es obvio que realmente no me quiere participando aquí, pero creo que me quedaré. Es una pequeña clase donde probablemente pueden dejarme a solas.

Hago todo mi camino hacia el quinto periodo antes de ser enfrentada a mi clase de música. La profesora, la Srta. Ariel, una mujer muy linda y en sus veinte años, nos hace sentarnos en círculo. Es una forma de conocernos a otros, de conversar sobre la clase y nosotros mismos. Cada uno debe decir tres cosas sobre sí mismo y una de esas cosas tiene que ser mentira. Luego la clase debe tratar de averiguar cuál es la mentira. Es algo triste que no vaya a jugar realmente, porque si fuese a jugar, sería increíble. Estoy bastante segura que todos se pondrían a debatir sobre la veracidad de mis respuestas:

El Mar de Tranquilidad: Capitulo 03 (I)

Thiago

La cuarta hora se demora en llegar.

Ya estoy sudando por estar sentado afuera con el sol del almuerzo, pero no habrá mucho aire acondicionado en el taller. Cuando entro, inmediatamente me siento en casa, aunque el espacio se ve completamente diferente que en Junio. No hay herramientas o piezas de madera en cada superficie. O suciedad cubriendo el suelo.

Todos saben que conozco los equipos. Podría enseñar esta clase si quisiera. Lanzó mis libros en la mesa de trabajo de la esquina donde me siento cada año, al menos durante el tiempo donde se espera que nos sentemos. Antes que pueda sacar el taburete que está debajo de la mesa, el profesor Camilo Estrella me llama.

Me gusta el profesor Camilo porque no le importa si él me gusta o no. Él quiere mi respeto y él también lo tiene. Lo que me dice que haga, yo lo hago. Es una de las pocas personas que no le importa esperar cosas de mí. Él ha estado llevando este curso por tanto tiempo como puedo recordar, años antes que llegara aquí, cundo no era más que un curso electivo. Ahora es uno de los programas esenciales en la ciudad. En las clases avanzadas, nuestro trabajo recolecta dinero para los materiales y el equipamiento. Tomamos órdenes, las llenamos y ese dinero se va para el programa.

sábado, 1 de noviembre de 2014

El Mar de Tranquilidad: Capítulo 02

Thiago

Lunes, 7:02 am. Hoy será un día inútil, junto con los 179 días escolares que están por venir. Voy a llegar tarde, apenas tengo tiempo. Me dirijo a la zona de lavandería y saco algunas ropas de la secadora, aunque aún no estén listas (ayer me olvidé de encenderla); pero no tengo tiempo para esperar a que termine. No me queda más que colocarme un par de vaqueros húmedos mientras camino y trato de no tropezar.

Agarro una taza de café y trato de llenarla sin derramar todo; en el proceso, me quemo. Lo pongo en la mesa de la cocina, junto a una caja de zapatos llena de frascos con medicamentos, justo a tiempo para ver a mi abuelo saliendo de su habitación. Camina muy lento, con su cabello desordenado, pero yo sé que no debo ofrecer ayudarlo. Lo odia.

—El café está sobre la mesa —digo, agarrando mis llaves y dirigiéndome hacia la puerta—. Distribuí tus pastillas. Barto está llegando en una hora. ¿Estás seguro que estarás bien hasta entonces?