domingo, 16 de noviembre de 2014

El Mar de Tranquilidad: Capítulo 08

Mar

Thiago Bedoya entra y se dirige directamente a mi mesa en el taller y yo intento no mirar, pero realmente, realmente quiero hacerlo. Es solo que no quiero que él sepa que estoy mirando.

Pronto no tengo más opción porque él está de pie en frente de mí, mirando mi rostro. Lo miro de vuelta y quiero gritar: ¡¿Qué?! Se ve perturbado por el hecho de que yo exista, y que ocupo el mismo espacio en su preciosa clase de taller.

—Yo me siento ahí—dice finalmente, y de nuevo, no suena enojado, solo como si así fueran las cosas y todos deben saberlo. ¿Acaso esto significa que debo levantarme? ¿Moverme?

¿Dónde? Aquí es donde me puso el profesor y estoy intentando decidir si quiero tener un enfrentamiento con Thiago o debo levantarme y moverme porque nuestra disputa silenciosa ya tiene audiencia. Antes que pueda tomar mi decisión, el profesor Camilo llama a Thiago a su escritorio. Él deja sus libros en ¿mí, o su? mesa, y es un espectáculo tan obvio de ser dueño del lugar, y camina hacia el frente del salón. Veo al profesor Camilo mirar en mi dirección y de regreso a Thiago y asumo que le está diciendo que él me dijo que yo me siente aquí. No sé si Thiago va a superar esto o no.

No voy a darle una oportunidad de ser terco con este tema, así que antes que se voltee para regresar, me muevo. Pero no hay otras mesas vacías. La única en la que estaba sentada era la última.

Hay otros asientos vacíos al lado de gente, pero no quiero sentarme al lado de nadie; se vuelve muy incómodo para mí y para la persona a mi lado. Además, me gusta sentarme al fondo, donde sé que no hay nadie tras de mí.

Hay una especie de mostrador construido alrededor de la habitación, con gabinetes debajo, así que tomo mis libros y los coloco ahí, esperando que pueda sentarme ahí sin llamar la atención. Mientras me siento, veo a Thiago regresando al fondo. Él no me mira pero si habla. Su espalda está volteada al resto de la clase y su voz es baja, así que estoy bastante segura que nadie puede oírlo más que yo.

—No te iba a obligar moverte—. No estoy segura si debo estar enojada que él asuma que tiene el poder para hacerme mover o si debo sentirme mal por malinterpretarlo. Estoy pensando que nunca entenderé a Thiago Bedoya y luego me pregunto por qué me molestaría en intentarlo.

***

—Hay una fiesta esta noche en la casa de Ignacio Pérez Alzamendi. ¿Quieres ir?

Miro a Simón. Estamos en clase de Debate. Es casi las dos y treinta y estoy intentando terminar la tarea antes que suene la campana así no tengo que lidiar con ella esta noche o cualquier momento de esta semana. No sé lo que está haciendo Simón, porque creo que no ha logrado ni una sola cosa en todo este periodo.

¿Qué acaba de preguntarme? ¿Ir a una fiesta esta noche? No era lo que esperaba. Ha estado lanzando todo su material sexual hacia mí desde el primer día de escuela. Y mi contribución ha sido nada más que miradas fijas, gestos con las manos y un par de cosas más. Él intentó hacer que le escribiría con notas hace unos días, pero eso es para información pertinente nada más, no conversaciones.

¿Ir a una fiesta con Simón? ¿Por qué no? Me sorprendo a mí misma, incluso. Pero en serio, ¿por qué no?

De acuerdo, probablemente hayan como cien razones para el no. Porque, enfrentémoslo, probablemente no me esté diciendo para ir por mis anécdotas entretenidas o por mi entusiasmo. Pero al menos con Simón, no me siento asustada, me siento de algún modo en control. Puedo controlarlo. No me asusta, y ahora mismo, quizás eso sea suficiente. Creo que me gusta él. No de gustarme en serio. Pero al menos sí para parar con él, y me pregunto qué dice eso sobre mí. Él es entretenido, y sin duda necesito entretenimiento.

Así que le asiento. Claro, fiesta, por supuesto. Él se ve sorprendido por un momento. Diablos, yo también estoy algo sorprendida de mí misma. Luego la sorpresa se va y la sonrisa de finalmente-dijiste-que-sí, aparece.

—¿Te recojo a las nueve? —pregunta.

Asiento, sacando un pequeño cuaderno de mi bolso y retirando una hoja. Cojo el lapicero que él ha estado sosteniendo y escribo la dirección, porque eso si es aceptable que lo coloque en una nota.
—Probablemente deberías usar negro —se burla mientras yo escribo la dirección. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario