sábado, 8 de noviembre de 2014

El Mar de Tranquilidad: Capitulo 03 (I)

Thiago

La cuarta hora se demora en llegar.

Ya estoy sudando por estar sentado afuera con el sol del almuerzo, pero no habrá mucho aire acondicionado en el taller. Cuando entro, inmediatamente me siento en casa, aunque el espacio se ve completamente diferente que en Junio. No hay herramientas o piezas de madera en cada superficie. O suciedad cubriendo el suelo.

Todos saben que conozco los equipos. Podría enseñar esta clase si quisiera. Lanzó mis libros en la mesa de trabajo de la esquina donde me siento cada año, al menos durante el tiempo donde se espera que nos sentemos. Antes que pueda sacar el taburete que está debajo de la mesa, el profesor Camilo Estrella me llama.

Me gusta el profesor Camilo porque no le importa si él me gusta o no. Él quiere mi respeto y él también lo tiene. Lo que me dice que haga, yo lo hago. Es una de las pocas personas que no le importa esperar cosas de mí. Él ha estado llevando este curso por tanto tiempo como puedo recordar, años antes que llegara aquí, cundo no era más que un curso electivo. Ahora es uno de los programas esenciales en la ciudad. En las clases avanzadas, nuestro trabajo recolecta dinero para los materiales y el equipamiento. Tomamos órdenes, las llenamos y ese dinero se va para el programa.

Cuando llego a su escritorio, me pregunta sobre mi verano. Está intentando ser educado pero él me conoce lo suficiente que no tiene que preocuparse. He estado en sus clases cada año desde noveno grado. Él conoce mi mierda y me conoce a mí. Todo lo que quiero hacer es construir cosas y ser dejado a solas, y él me permite ambos. Respondo con unas pocas palabras y él asiente, sabiendo que hemos terminado con la pretensión.

—El departamento de teatro necesita que le construyan una estantería. ¿Puedes dirigirte hacia ahí, tomar las medidas, planear todo y hacer una lista de lo que necesitamos? Tráeme tu plan al final de la clase y te conseguiré lo que necesitas. Probablemente lo termines en una semana aproximadamente.

—No hay problema—. Retengo una sonrisa.

La mierda preliminar es la única parte e esta clase que no me gusta y acabo de ser liberado de ello. Lograré construir, incluso si solo son estanterías. Y lo haré lejos de todos.

Cojo mis libros a tiempo para ver a un par de chicos entrando a clase. No son muchos, probablemente una docena, en esta sección. Conozco a todos los que están entrando hasta ahora, excepto por una persona; la chica del patio, la que me estaba observando.

No puede estar en esta clase. Ella debe estar de acuerdo, juzgando su mirada en su rostro mientras escanea la habitación. Sus ojos se entrecierran ligeramente con curiosidad, pero eso es todo lo que veo de ella porque esta vez ella se voltea y me atrapa observándola.

Observo un montón a la gente. Normalmente no es un problema porque nadie realmente me mira, y si lo hacen, usualmente alejo la mirada muy rápido. Pero maldita sea, esta chica es rápida. Sé que es nueva. Si no lo es, se ha hecho alguna transformación drástica e infortunada en el verano, porque estoy más que atento a toda la gente en este campus, y si no lo fuera, igual recordaría a esta chica que viene a la escuela viéndose como una puta. A pesar de todo, estoy fuera de la clase diez segundos después, y estoy bastante seguro que al regresar, ya habrá arreglado su horario.

Me encierro en la sala de utilería donde desean que coloque la estantería por todo el cuarto periodo, midiendo y dibujando planos y una lista de materiales para lo que necesitan. No hay reloj aquí y no estoy listo cuando suena la campana. Guardo mis cosas y salgo hacia el edificio de inglés. Llego a la clase de la Sra. Justina y paso a todos los estudiantes que siguen conversando en el pasillo, utilizando hasta el último segundo para socializar antes que suene la campana.

La puerta está abierta y la Sra. Justina alza la mirada cuando entro.

—Ah, Sr. Bedoya. Nos volvemos a encontrar—. Estuve con ella el año pasado. La deben de haber cambiado de clase de inglés.

—Sí, señora.

—Educado como siempre. ¿Cómo te fue en tu verano?

—Eres la tercera persona que pregunta.

—Ninguna respuesta. Vuelve a intentarlo.

—Caliente.

—Sigue siendo palabrería —sonríe.

—Aún irónico.

—Supongo que ambos somos menos que consistentes—. Se pone de pie y se voltea para recoger sus papeles que están encima del gabinete detrás de ella.

La campana suena y ella aprovecha de colocar sus cosas en su escritorio.

—Será mejor que entren aquí porque les daré amonestación el primer día de clases —dice, acercándose a la puerta y dirigiéndose a los demás estudiantes.

La campana sigue sonando mientras una masa de estudiantes entra a la habitación. La Sra. Justina es dura y no se intimida por chicos populares o los que tienen padres ricos, y ella no quiere ser tu amiga. Pero es casi perfecta, me deja en paz sin ignorarme.

La Sra. Justina empieza a cerrar la puerta justo mientras Simón se desliza por la abertura.

—Ey, Sra. Justina—. Sonríe y guiña el ojo porque no tiene vergüenza.

—Inmune a tus encantos, Sr. Arrechavaleta.

—Algún día, recitaremos poesía para el otro—. Se desliza en una mesa vacía, justo en frente de la clase.

—Así será. Pero la unidad de poesía o es hasta el próximo semestre así que tendrás que aguantarte hasta entonces—. Regresa a su escritorio y saca un papel amarillo de su cajón y regresa hacia él. —No te desilusiones. Tenemos una cita mañana por la mañana. A las seis y cuarenta y cinco—. Le guiña el ojo mientras desliza el papel de detención en su mesa.

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