sábado, 22 de noviembre de 2014

El Mar de Tranquilidad: Capítulo 09

Thiago

Simón se estaciona en mi casa justo después de la medianoche e inmediatamente sé que nada bueno saldrá de esto. Dejo el lápiz que he estado usando para apuntar las medidas, y lo observo salir del auto y caminar hacia el garaje.

—Hermano, necesito un favor.

—Claro que lo necesitas.

—Necesito que te lleves a Mar—. ¿Mar? Primero me pregunto a dónde quiere que me lleve a Mar, hasta que miro hacia la pista y entiendo lo que se refiere.

—¿Qué? No hay manera—. Miro a la oscura figura recostada en el asiento delantero del auto. 

—¿Qué le hiciste? ¿Está consciente?

—Nada. No —dice a la defensiva. —Es solo que tomó demasiado.

—¿Mucho de qué?

—Lanzador de llamas—. Evade mis ojos cuando lo dice.

—¿Qué imbécil le da lanzador de llamar?

Me mira sin responder, lo que es suficiente. Es un idiota. Un lanzador de llamar es alcohol puro mezclado con saborizante de cereza.

—¿En qué estabas pensando?

—Sí, de acuerdo, papá. Gracias por el discurso, pero realmente no está resolviendo el problema. Además, ¿cómo se supone que iba a saber que ella no podía manejarlo? Se ve muy acabada. Thiago, en serio. No puedo llevarla a casa así y si llego más tarde de mi hora máxima de nuevo, mamá me romperá las bolas.

Lamentablemente no diré que no. Y él supo eso cuando vino aquí. La pregunta es solo una formalidad. Nunca le digo que no a Simón. Camino hacia el auto y abro la puerta del copiloto. Intento despertarla y preguntarle si puede caminar hacia la casa. Ella se mueve un poco y abre los ojos. Ni siquiera estoy seguro si están enfocados en mí, y luego su cabeza cae hacia adelante contra su pecho como si fuera demasiado pesada para sostenerla, y sé que no hay forma de que ella camine. Apenas se mueve cuando la saco del auto y la cargo para meterla a la casa.

—Mierda, Simón —murmuro.

Él se inclina contra su auto y exhala.

—Historia verdadera.

Mar

Cuando abro mis ojos, me toma un minuto intentar descubrir en dónde estoy.

Y realmente lo intento, en serio, pero no tengo ninguna maldita idea y eso me aterra. Trato de levantarme para quitar el pelo de mis ojos así puedo mirar alrededor e intentar determinar qué diablos está sucediendo. Las únicas tres cosas que sé que pasaron ayer con seguridad son que: uno, alguien ató mi cabello en un nudo, pero en forma de masa; dos, debo haber dormido con mi boca abierta porque algo se ha metido adentro y ha muerto; y, tres, fui absorbida por algún portal que me llevó a un mundo animado donde algo enorme golpeó contra mi cabeza.

Alzo mi mano hacia mi frente y presiono, intentar aliviar un poco el dolor que empiezo a sentir, mientras me voy sentando con esfuerzo. Estoy en el sillón de alguien. Sillón de alguien. Y apenas empiezo a recordar, deseo no haberlo hecho.

—¡Buenos días, Rayito de Sol!

Thiago Maldito Bedoya. No tengo tiempo de descubrir por qué estoy aquí o a qué está jugando con su falsa alegría.

—Qué bueno que hayas despertado. Me estaba empezando a preocupar que tal vez no te sintieras bien. Ya sabes, con todo el vómito de anoche.

Hago una mueca, no sé si por dolor físico o vergüenza. Creo que él se ve entusiasmado por eso, porque continúa.

—No, no te preocupes por tu pequeña linda cabeza —dice, burlándose, luego se detiene y me observa. —Bueno, hoy día, ya no tan linda, y anoche, definitivamente no tan linda, pero aun así, no te preocupes por ella. Rayito de Solo tomó cuatro o cinco toallas para lavarla y creo que el olor se ira después de un día o dos. Por suerte hice lo que pude, pero una cola de caballo tal vez hubiese sido mejor.

Thiago Bedoya limpió mi vomito. Fabuloso. Sin duda está burlándose y disfrutando de esto. No puedo decidir qué es peor, Thiago enojado y en función de papá, o Thiago sarcástico y burlón. Me gustaría golpear a los dos en la garganta ahora mismo, pero no estoy segura de poder alzar mi brazo.

¿Por qué diablos estoy aquí? Lo último que sé es que estaba con Simón, en una fiesta llena de gente, tomando algo que sabía extraño y fuerte. Me miro a mí misma, agradecida de aun usar la misma ropa que anoche. Al menos Thiago no tuvo que desnudarme y dejarme usar sus bóxers. El pensamiento me da un poco de consuelo.

Él no ha dejado de hablar, pero no tengo idea de lo que está diciendo, aunque su voz parece estar dentro de mi cráneo. Aún está hablando sobre la cola de caballo. Algo sobre que es un requerimiento para las chicas borrachas.

No está haciendo nada para bajar su voz. Sin duda está enojado, ¿y por qué no lo estaría? Es una porquería estar un domingo en la mañana, levantado temprano con una chica extraña en su sofá, la misma chica extraña que vomitó en su baño anoche mientras él intentaba sostener su cabello. Creo que voy a tener que cortarlo en pedacitos, especialmente cuando entra a la cocina y regresa con un vaso de agua helada que desesperadamente necesito ahora.

Miro el vaso en su mano mientras me lo ofrece. Es patético. Voy a necesitar como dieciocho de estos vasos. Lo tomo, agradecida de tomarlo inmediatamente. El líquido está en la parte trasera de mi garganta antes de regresarse de nuevo. ¿Qué diablos? Vodka. Lo expulso, ni siquiera consciente de hacia dónde va, y empiezo a tener nauseas. Mi estómago se aprieta y convulsiona pero nada más salta. Miro a Thiago quién me está mirando de una forma que no reconozco.

—¡Mierda! No pensé que te lo tomarías—. Me quita el vaso de la mano. ¿Qué pensaba qué haría con el vaso? ¿Mirarlo? —Pensé que serías capaz de descifrar qué era—. Me mira con disculpas. —Fue una broma. Obviamente una de muy mal gusto —murmura, mientras corre a la cocina y regresa con otra toalla.

Este chico lavará todo el día. Me pregunto cómo hará para explicarle a sus padres. Es un milagro que no estén despiertos, queriendo saber qué está sucediendo. Le arranco la toalla de sus manos y me arrodillo en el suelo para limpiar mi propio desastre. Incluso si este fue su culpa, prefiero no deberle nada más. Él se queda frente a mí, mientras yo limpio lo que queda del vodka que escupí en el suelo.

Alzo la mirada y lo miro, enojada solo por el hecho que él haya presenciado mi humillación, y para colmo le debo su gratitud. Simón, por el otro lado, es otra historia. Le debo un destino que es peor que la muerte. Creo que hubiese preferido que él me abandone en mi puerta para que mi tía me encuentre a que me haya puesto a la piedad de Thiago. Me doy cuenta que lo he estado mirando durante todo mi pensamiento y me pregunto lo que debe decir mi rostro porque ahora me está sonriendo.

Sonriendo. Y es casi una sonrisa real, aunque no puedo decirlo del todo porque nunca lo he visto realmente sonreír. En la escuela él usa siempre la misma expresión, como si nada en el mundo lo tocara.

—¿Quieres mandarme a la mierda, verdad Rayito de Sol? —Aun no ha terminado de jugar conmigo.

Entrecierro mis ojos cuando él vuelve a llamarme Rayito de Sol, lo que es un error porque él sabe que me enoja y tengo una sensación que él está disfrutando al hacerme enojar.

—¿Qué? Rayito de Sol va contigo. Es brillante, caliente y feliz. Justo. Como. Tú.

Y es ahí cuando ya no resisto más. No puedo evitarlo. Así como me siento ahora, como mierda, así de estúpida y enojada que estoy, con Simón, con Thiago Maldito Bedoya y con tragos que saben horrible. La ridiculez de toda esta situación me golpea con fuerza, y por primera vez en mucho tiempo, me río. Tal vez no es una risa verdadera. Tal vez sólo es una risa loca de una chica inestable, pero no me importa, porque se siente bien y creo que no podría controlarlo si quisiera.

Ahora su sonrisa se ha ido. Me está mirando como la chica loca que soy. Puede que lo haya sorprendido. Tú ganas, Thiago. Te lo mereces.

Cuando se va mi histeria, él toma la toalla que usé para secar el vodka y regresa a la cocina. Yo estudio la habitación por primera vez. Es simple. Todo es de madera y nada moderno. Me pregunto si él habrá hecho algo de esto.

Cuando Thiago regresa, está cargando una taza grande de plástico. Me la entrega.

—Agua—. Lo miro. —De verdad esta vez. Lo prometo.

Me las arreglo para tomarme toda el agua junto con una pastilla para el dolor que me ha traído. Luego él se lleva la taza, y sin palabra, regresa a la cocina, regresando un momento después con la taza llena. Me hace tomar esa también, lo que no me hace muy feliz porque solo quiero huir de aquí. Me veo como la mierda, me siento como mierda, y no tengo idea de cómo serán las cosas el lunes. Pero lidiaré con eso más tarde, cuando mi cabeza no esté explotando y yo no esté en el sofá de Thiago.

Me levanto para irme, preguntándome si debo pedirle mi corpiño. Cuando se fue, me di cuenta que no lo llevaba puesto.

—Está en el suelo del baño—. No me mira cuando lo dice. —Parecías realmente disgustada por eso, por alguna razón. Te lo quitaste a través de tu manga, en un movimiento fluido, y lo lanzaste a través de la habitación. Fue bastante impresionante—. Genial. ¿Qué más habré dejado en el baño de Thiago?

Apunta hacia la dirección del baño y yo camino como puedo. Cada paso envía olas contra mis pies y hacia mi cerebro. Cuando llego, mi corpiño se burla de mí desde el suelo en la esquina, entre la bañera y el inodoro. Al menos era uno lindo de color negro y de encaje, porque ropa interior fea es la única cosa que puede hacer que esta mañana empeore. Me arrodillo para recogerlo, y en el proceso, me pregunto si podré subsanar todo lo que ha sucedido.

Thiago no necesita ninguna dirección esta vez. Él no dice nada en el camino a casa y yo no puedo decidir si estoy agradecida por eso o no. Él me deja donde Cielo treinta minutos antes que ella llegue a casa del trabajo. Es suficiente tiempo para bañarme y cambiarme y pretender que todo está bien antes que ella entre.

—Que te sientas mejor, Rayito de Sol—. No me está mirando, pero aún puedo ver que un lado de su boca está curvado hacia arriba mientras cierro la puerta.

Pienso sobre el hecho que él me dejó dormir en su sofá cuando Simón obviamente me dejó abandonada ahí. Él sostuvo mi cabello, limpió todo el vómito, me trajo pastillas para el dolor y estuvo frente a mí mientras me obligaba a tomar medio galón de agua así no me deshidrataba.

No hay nada soleado o brillante sobre mí, pero después de anoche, él se ha ganado el derecho a burlarse de mí esta mañana. Así que sí, creo que al menos por un rato, Thiago puede llamarme cómo diablos quiera. 

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