lunes, 18 de agosto de 2014

Ángeles Caídos #4: Treinta

Pero no era Benja el que me atacaba.

Mientras tosía y buscaba aire, vi a Maxi moverse para atacar, e inmediatamente me volteé para golpear mi pie contra su estómago. Él cayó hacia atrás, tambaleándose contra el suelo, viéndose sorprendido. Sus ojos se endurecieron. Los míos también. Me fui contra él, contra su pecho y golpeé su cabeza repetidamente contra el suelo. No era suficiente para hacerlo perder la consciencia, quería que estuviera fuera de combate, pero aún capaz de hablar. Tenía muchas preguntas que quería que responda ahora.

Tráeme el cable —le ordené al perro, transmitiendo una figura de éste en su mente así podía entender mi orden.

El perro obedientemente trotó, trayendo el cable en sus dientes, inmune al Devilcraft. ¿Sería posible que este prototipo no le hiciera daño? De todos modos, no podía creerlo, podía hablarle a los animales, al menos a este.

Rodé sobre el estómago de Maxi, y use el cable para amarrar sus muñecas. Quemó mis dedos, pero estaba muy enojada para que me importara. Lo hizo gruñir en protesta.

Poniéndome de pie, pateé sus costillas para que despierte. —Más te vale que las primeras palabras que salgan de tu boca sean para explicarme —dije.

Con una mejilla presionada contra el suelo, sus labios se curvaron en una sonrisa que intimidaba. —No sabía que eras tú —dijo inocentemente, burlándose.

Bajé mi mirada hacia él. —Si no quieres hablarme, te entregaré a Peter. Ambos sabemos que ese camino será bastante no placentero.

—Peter—. Maxi rió. —Llámalo. Adelante. A ver si te contesta.

Miedo helado bailó en mi pecho. —¿Qué quieres decir?

—Desata mis manos y tal vez te lo diré, con detalle, lo que le hice.

Le lancé una cachetada con tanta fuerza que mi propia mano empezó a doler. —¿Dónde está Peter? —pregunté de nuevo, intentando apartar el pánico de mi voz, sabiendo que solo ayudaría a que Maxi gane fuerza.

—¿Quieres saber lo que le hice a Peter…o a Peter y Maxi?

El suelo pareció empezar a inclinarse. Habíamos sido metidos en una trampa. Maxi se había llevado a Maxi y Peter, y luego había venido por mí. ¿Pero por qué?

Armé el rompecabezas por mí sola.

—Estás chantajeando a Pepper Friberg. Eso es lo que estás haciendo aquí, ¿verdad? No te molestes en responder. Es la única explicación que tiene sentido—. Pensé que era Agustina, si lo hubiese visto de otra forma…

Maxi soltó un largo suspiro. —Hablaré contigo después que desates mis manos.

Estaba tan consumida por el enojo, y me sorprendí de encontrar lágrimas quemando en la parte trasera de mis ojos. Confiaba en Maxi. Había dejado que me entrene y me aconseje. Había construido una relación con él, y lo consideraba uno de mis aliados en el mundo Nephil.

—¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué chantajeaste a Pepper? ¿Por qué? —le grité, cuando me miró con total silencio.

Ya no podía golpearlo, apenas podía estar de pie. Mi cuerpo se sentía tan caliente, la traición dolía. Me incliné contra la pared de piedra, respirando profundamente para mantener bien mi cabeza. Mis rodillas temblaban. La parte de atrás de mi garganta se sentía apretada.

—Desata mis manos, Lali. No iba a hacerte daño…no realmente. Necesito calmarte, eso es todo. Quería hablarte y explicarte lo que estoy haciendo y por qué.

—¿Peter o Benja están heridos? —pregunté. Peter no podía sentir dolor físico, pero eso no significaba que Maxi no estuviera usando algún tipo de prototipo de Devilcraft para hacerle daño.

—No. Los até de la misma forma que me has atado a mí. Están molestos como jamás los he visto. El Devilcraft no es bueno para ellos, pero pueden aguantar más tiempo sin efectos negativos.

—Entonces voy a darte exactamente tres minutos para que respondas mis preguntas antes que vaya tras ellos. Si no las has respondido de acuerdo a un nivel de satisfacción, voy a llamar a los perros.
Maxi bufó. —¿De qué estás hablando?

—Puedo hablarle a través de la mente a los animales, Maxi. Como lo hizo el perro que te atacó. No puedo matarte, pero eso no significa que no pueda hacerte arrepentir de lo que has hecho. Primera pregunta: ¿Por qué estás chantajeando a Pepper? Los Nephils no juegan con los ángeles caídos.

Maxi empezó a moverse, intentando rodar sobre su espalda. —¿No puedes desatar el cable así podemos tener una charla normal?

—Tiraste la normalidad por la ventana el minuto en que intentaste estrangularme.

—Necesito mucho más de tres minutos para contarte lo que está sucediendo —Maxi respondió, sin sonar nada preocupado por mi amenaza.

Decidí de mostrarle lo serio que iba esto.

Comida —le dije al perro negro, que se había quedado mirando la escena.

Le envié a su mente la imagen de la carne de Maxi. El perro hundió sus dientes en la parte trasera del brazo de Maxi.

El herido empezó a insultar e intentó apartarse. —¡No podía tener a Pepper metido en ms planes! —espetó finalmente—. ¡Quita al perro!

—¿Qué planes?

Maxi sollozó, tratando de librarse del perro. —Pepper fue enviado aquí a la tierra por los arcángeles para realizar una completa investigación sobre mí y Blakely.

—Porque los arcángeles sospechaban que el Devilcraft no había desaparecido con La Mano Negra, y que tú aún la estabas usando, pero ellos quieren confirmarlo antes de actuar. Eso tiene sentido. Sigue hablando.

—Así que necesitaba una forma de distraer a Pepper, ¿de acuerdo? ¡Quita a tu perro!

—Aún no me has dicho por qué lo has estado chantajeando.

Maxi sollozó una vez más y se movió para evitar los colmillos de mi nuevo perro favorito. —Dame un respiro.

—Mientras más rápido hables, más rápido le daré a mi nuevo amigo algo más que pueda comer.

—Los ángeles caídos necesitaban a Pepper para que encante varios objetos, usando los poderes del cielo. Conocían el Devilcraft, y sabían que Blakely y yo podíamos controlarlo, así que querían aprovechar los poderes del cielo, querían asegurarse que los Nephils no tengan oportunidad en ganar la guerra. Ellos son los que están chantajeando a Pepper.

De acuerdo. Esto también podía tener sentido. Solo había una cosa más que no tenía sentido. —¿Cómo es que tú estás envuelto en todo esto?

—Yo estoy trabajando para los ángeles caídos —dijo tan silenciosamente que estaba segura de haber escuchado mal.

Me incliné más cerca. —¿Te importa volverlo a repetir?

—Soy un vendido, ¿de acuerdo? Los Nephils no van a ganar la guerra —agregó a la defensiva—. Los ángeles caídos harán de todo para estar en lo alto. Y no solo porque intentan usar los poderes del cielo, sino que los arcángeles se llevan bien con los ángeles caídos; ellos consideran que nuestra raza es una abominación, nos quieren desaparecer, y si eso significa aliarse temporalmente con ángeles caídos para lograrlo, lo harán. Sólo los de nuestra raza que se alíen con ángeles caídos tendrán una oportunidad de sobrevivir.

Miré fijamente a Maxi, incapaz de digerir sus palabras. Maximiliano Recca, en cama con el enemigo. El mismo Maximiliano que estuvo del lado de La Mano Negra. El mismo Maximiliano que me entrenó con tanto ahínco. No podía comprenderlo. —¿Y qué hay de nuestro ejército Nephil? —dije, mi enojo aumentando.

—Está condenado. Lo sabes. No hay mucho tiempo restante antes que los ángeles caídos hagan su movida y seamos enviados a la guerra. He acordado darles Devilcraft. Tendrán los poderes del cielo y del infierno…y el respaldo de los arcángeles. Todo terminará en menos de un día. Si me ayudas a lograr que Pepper encante los objetos, te ayudaré. Me aseguraré que la mayoría de los ángeles caídos más influyentes sepan que ayudaste y que eres leal a la causa.

Retrocedí un paso, viendo a Maxi a través de nuevos ojos. Ni siquiera sabían quién era. No podía ser más extraño en estos momentos. —No…toda esta revolución…¿todo mentira? —finalmente logré decir.

—Supervivencia —dijo—. Lo hice para salvarme a mí mismo.

—¿Y el resto de la raza Nephil? —escupí.

Su silencio me dijo lo preocupado que estaba sobre ello. Un encogimiento de hombros desinteresado decía más. Maxi estaba en esto por él mismo, fin de la historia.

—Creen en ti —dije—. Cuentan contigo.

—Cuentan contigo.

Salté. El impacto completo de la responsabilidad pesando en mis hombros pareció golpear contra mí. Yo era su líder. Era la cara de esta campaña. Y mi consejero de más confianza estaba del otro lado.

—No puedes hacerme esto —dije, amenazándolo—. Te expondré. Les diré a todos lo que realmente estás haciendo. No conozco todo sobre la ley Nephil, pero estoy bastante segura que tienen un sistema para encargarse de los traidores.

—¿Y quién va a creerte? —dijo Maxi—. Si discuto que tú eres la verdadera traidora, ¿a quién crees que creerán?

Tenía razón. ¿A quién creerían? ¿A la joven, e inexperta impostora colocada en poder por su padre fallecido, o al fuerte, capaz y carismático hombre que tenía tanto la vista como la habilidad para ser un Dios Romano?

—Tengo fotos —dijo Maxi—. De ti con Peter. De ti con Pepper. Incluso algunas en las que te ves amistosa con Agustina. Te ganaré en esto Lali. Eres simpatizante a la causa de los ángeles caídos. Así lo pondré. Te destruirán.

—No puedes hacer esto —dije, con rabia golpeando mi pecho.

—Estás caminando por un camino muerto. Esta es tu última oportunidad de dar la vuelta. Ven conmigo. Eres más fuerte de lo que crees. Podemos ser un equipo invencible. Puedo usarte…

Solté una risa dura. —¡Oh, ya terminé con todo esto, de ti usándome! —Cogí una piedra grande, intentando golpearla contra el cráneo de Maxi, dejarlo inconsciente e ir por la ayuda de Peter para decidir qué hacer con él después, cuando una sonrisa cruel y retorcida en el rostro de Maxi hizo que parezca un demonio más que un Dios Romano.

—Qué desperdicio de talento —murmuró.

Fue ahí cuando me di cuenta. El cable de sus muñecas no estaba causando que su piel queme de la forma en que lo hacía la mía. De hecho, además de tener su rostro contra el suelo, no se veía incómodo. El cable se liberó de las muñecas de Maxi, y en un instante, estuvo de pie.

—¿Realmente crees que le permitiría a Blakely crear un arma que podría ser usada contra mí? —se mofó, su labio superior curvándose.

Ordenando al cable, lo lanzó hacia mí. Quemazón se deslizó por mi cuerpo, haciendo que caiga con fuerza al suelo, sin aire. Mareada por el impacto, retrocedí, intentando enfocar la imagen de Maxi.

—Creo que te gustaría saber que tengo toda la intención de tomar tu posición de comandante del ejército Nephil —se burló—. Tengo el respaldo de toda la raza Nephil. Planeo dirigir a todos los Nephils directo a las manos de los ángeles caídos. No sabrán lo que he hecho hasta que sea demasiado tarde.

—Hiciste un juramento a Hank de que me ayudarían a liderar a su ejército hacia su libertad, eres un idiota arrogante. Si intentas robarte mi título, ambos veremos las consecuencias de haber roto nuestros juramentos. Muerte, Maxi. No exactamente una complicación menor —le recordé cínicamente.

Maxi rió con burla. —Sobre ese juramento. Una completa mentira. Cuando lo dije, pensé que te haría confiar en mí. Aunque no es que lo necesitara. Los prototipos del Devilcraft que te di han estado haciendo un buen trabajo en convencerte de confiar en mí.

No había tiempo para que su engaño se hunda en mí. El cable lanzó fuego a través de mi ropa una segunda vez. Buscando mi propia sobrevivencia, gateé hacia la pared, escuchando al perro ladrar y atacar detrás de mí y ser lanzado al lado opuesto. La colina empinada, manchada de rocío, me envió rodando y patinando hacia las tumbas más abajo. 

2 comentarios: