viernes, 14 de diciembre de 2012

Ángeles Caídos #2: Capítulo 7

A la mañana siguiente, me obligué a salir de la cama, y después de un rápido paseo por el baño, bajé a la cocina y encontré a mi mamá ya sentada a la mesa. La saludé con un sonoro beso en la mejilla y me senté al frente de ella, cogiendo el bol de cereal que había dejado para mí.

-¿Dormiste bien? – preguntó.
-Sí.
-Me olvidé de preguntarte, ¿terminaste dándole el tour a Benjamín?
-Cancelé – era mejor decir la verdad, bueno parte de ella.

Treinta minutos después, entré a la clase de química para encontrar a Paula ya en la mesa, hablando por celular, completamente ignorando la señal encima de la pizarra que prohibía el uso de celulares. Cuando me vio, me dio la espalda y tapó su boca con la mano, claramente buscando privacidad. Como si me importaba. 

-Yo también te amo – fue lo último que escuché decirle, antes de que guardara su celular – Mi enamorado – me dijo, sonriendo – Él no va al colegio. 

Inmediatamente dudé y me pregunté si Peter había estado hablando con ella, pero él me había jurado que nada había sucedido entre los dos.

-Debe ser difícil salir con un botado – dije.
-Ja, ja. Sólo para que sepas, después de clase voy a enviar a todo el mundo una invitación a mi fiesta de verano para el martes por la noche. Tú estás en la lista. Perderte mi fiesta sin duda es la mejor manera de sabotear tu vida social…no es que te tengas que preocupar sobre sabotear algo que no tienes….
-¿Una fiesta de verano? Nunca escuché sobre ella.
-Eso es porque nunca has sido invitada a una.

De acuerdo, detente. ¿Por qué Paula me estaba invitando? Aunque mi cociente intelectual era el doble del de ella, ella debería haber notado el hielo que existía entre las dos. Eso, y que no compartíamos ningún amigo. O intereses. 

-Caray, Paula. Eso es muy lindo de tu parte. Un poco inesperado, pero aún lindo. Definitivamente intentaré ir.
-Te vi anoche – dijo, inclinándose.

Mi corazón empezó a acelerarse, pero intenté manejar mi tono de voz. 

-Sí, yo también te vi.
-Eso fue algo….loco.
-Supongo.
-¿Supones? ¿Viste el palo de billar? Nunca había visto a alguien hacer eso. Lo empujó hasta el fondo de la mesa. 
-Estaba en la parte de atrás, no pude ver mucho. Lo siento – no quería hablar del tema, era algo incómodo.

Y de todos modos, ¿por qué me estaba invitando a su fiesta? ¿Para tratar de generar algún tipo de amistad y lograr que le cuente algo de lo que sucedió anoche?

-¿No viste nada? – repitió Paula.
-No. ¿Estudiaste para el examen de hoy? – intenté cambiar de tema.
-¿Peter alguna vez te llevó ahí? ¿Alguna vez viste algo así?

Ignorándola, saqué mi libro de texto.

-Escuché que tú y Peter terminaron – dijo, y yo sentí mi cara roja - ¿Quién de los dos decidió terminar?
-¿Importa?
-¿Sabes qué? Si no vas a hablar, puedes olvidar venir a mi fiesta.
-De todos modos no iba a ir.

Rodó sus ojos.

-¿Estás enojada porque estuve con Peter ayer? Porque él no significa nada para mí. Simplemente estamos divirtiéndonos, no es nada serio.
-Sí, realmente se veía de esa forma – dije, con cinismo.
-No te pongas celosa, Lali. Peter y yo realmente somos buenos amigos. Pero en caso estés interesada, mi mamá conoce a un buen terapeuta de relaciones. Déjame saber si necesitas ayuda. Quiero decir, sé que tu mamá tiene este trabajo no tan bueno y…
-Pregunta para ti, Paula – mi voz era una advertencia - ¿Qué harías si te despiertas mañana te enteras que tu papá ha sido asesinado? ¿Crees que el trabajo de tu mamá pagará las cuentas? La próxima vez, antes de que traigas a relucir la situación de mi familia, ponte en mis zapatos por un minutos. 

Sostuvo mi mirada por un largo momento, pero su expresión era tan inerte que dudé que estuviera pensando. 

Después de clase, me encontré con Cande y fuimos a comer algo después de un poco de estudio. Finalmente había decidido contarle que había terminado con Peter y que lo había visto con Paula en el bar. Por supuesto que ella estaba más que contenta que hubiese terminado con Peter, aunque enojada con Paula.

-¿Ese no es Benjamín el sexy? – preguntó Cande, luego de unos minutos.

Benjamín nos había visto sentadas en el restaurante, él estaba fuera del mismo. Nos saludó a ambas a través del vidrio y me hizo una señal para que salga a su encuentro.

-Regreso enseguida – le dije a Cande.
-¿Qué cosa quiere hablar contigo? – hubo un silencio – No, espera, no. No vas a jugar con él. Él tiene problemas, tú misma lo dijiste. Vamos a encontrarte un lindo chico para que te olvides de Peter, pero no Benjamín.
-No estoy jugando con él – dije, levantándome - ¿Qué? – insistí cuando me miró con mala cara - ¿No vas a esperar a que me quede aquí y lo ignore, verdad?
-Sólo apresúrate que me voy a terminar comiendo tu comida – bromeó.

Afuera, caminé hacia donde estaba Benjamín, que había cruzado la pista. 

-¿Sobreviviste?
-Aún estoy aquí, ¿o no? – sonrió.
-¿Mucha emoción para ti? Siento si te dejé colgada. Igual parece que encontraste tu camino a casa.
-No te preocupes por eso – dije – Eso sólo me enseñó a no volver a salir contigo.
-Te lo recompensaré. ¿Tienes tiempo para una mordida rápida? – señaló hacia un restaurante de turistas.
-No puedo, estoy con Cande –le dije - ¿Qué pasó anoche? Después que me fui.
-Obtuve mi dinero de vuelta.
-Nuestro dinero – le corregí.
-Tengo la mitad en casa. Te lo dejaré esta noche.
-¿Y el chico de la camiseta roja? – pregunté.
-Se escapó.
-Se veía muy fuerte. ¿Te pareció? Algo sobre él era…diferente.

Lo estaba probado, para descubrir qué tanto él sabía.

-Sí, supongo. Así que mi mamá está que me presiona en que haga nuevos amigos. Sin ofender, Esposito, pero tú no eres uno de esos amigos. Tarde o temprano voy a tener que alejarme. Ayy, no llores. Sólo recuerda todos los momentos felices que compartimos, estoy segura que serán complacida.
-¿Me trajiste aquí para romper nuestra amistad? ¿Cómo obtuve tanta suerte?

Benjamín rió.

-Pensé que había empezado con tu enamorado. ¿Tiene nombre? Estoy empezando a pensar que él tu amigo imaginario. Quiero decir, nunca los he visto juntos.
-Terminamos.
-Sí, eso es lo que escuché, pero quería saber si era cierto.
-¿Escuchaste sobre mi relación con Peter?
-Una chica caliente llamada Paula me dijo. La ayudé en la estación de gasolina. Por cierto, me dijo que eres una perdedora.
-¿Paula te contó de Peter y yo?
-¿Quieres un consejo? Olvida a Peter. Continua. Encuentra a un chico que esté en lo mismo que tú. Estudiando, jugando ajedrez, coleccionando insectos…y piensa en teñirte el cabello.
-¿Perdón? – Benjamín ocultó una sonrisa.
-Seamos honestos. Las chicas con cabello rojo son responsables.
-No tengo cabello rojo – dije, entrecerrando los ojos.
-Podría ser peor – dijo, sonriendo ampliamente – Podría ser naranja, como las brujas. 
-¿Eres así de imbécil con todos? Ahora ya sé porqué no tienes amigos.
-Un poco rudo, nomás. 
-Para que sepas, yo no juego ajedrez y no colecciono insectos.
-Pero estudias. Sé que lo haces. Conozco el tipo de chica. 
-De acuerdo, tal vez estudio un poco. Pero no soy aburrida…no esa clase de aburrida. Obviamente, no me conoces del todo.
-Claaaaroooo.
-Bien – dije, a la defensiva - ¿En qué cosa estás interesado que yo no busque? Deja de reírte. En serio. Dime una cosa.
-¿Alguna vez has ido a una guerra de bandas? Gritos, música alta. Un montón de gente y sexo escandaloso en los baños. Diez veces más adrenalina que Z.
-No – dije, dudando.
-Te recogeré el Domingo por la noche. Trae identificación falsa.
-No hay problema – dije, ya vería cómo me las arreglaría - ¿Qué debo usar?
-Tan poco como sea permitido.

Me quedé sin aliento.

-Bueno, cuenta conmigo– dije, cuando recuperé el aliento.

Benjamín y yo fuimos por caminos distintos, y encontré a Cande en nuestra mesa, mi donut comido a la mitad.

-No digas que no te advertí – dijo, refiriéndose a mi donut - ¿Qué quería Benjamín?
-Me invitó a una guerra de bandas.
-Diablos.
-Por última vez, no estoy jugando con él.
-Como digas.
-¿Mariana Esposito?

Cande y yo alzamos la mirada a uno de los empleados del restaurante, de pie al lado de la mesa. 

-Disculpa, ¿eres Mariana Esposito? – preguntó.
-Sí – dije, intentando descifrar cómo es que sabía mi nombre.
-Esto es para ti – dijo, entregándome un sobre.
-¿Qué es? – pregunté.
-Un chico entró y me dijo que te lo diera – dijo, encogiéndose de hombros.
-¿Qué chico? – preguntó Cande, buscando alrededor.
-Ya se fue. Dijo que era importante que te lo diera. Pensé que era tu novio. 

Abrí apenas el sobre y encontré un papel, junto a un anillo. Nada más.

-¿Segura que esto es para mí?
-El chico apuntó hacia ti y dijo que te lo diera. 
-Gracias – dije y el chico se fue - ¿De quién crees que sea? – le pregunté a Cande.
-No lo sé.
-¿Crees que fue Benjamín? – dije, sintiendo escalofríos.
-No lo sé. ¿Qué hay dentro del sobre?

Saqué el anillo primero, y lo inspeccioné en silencio. Podría decir que me quedaría suelto, definitivamente era el de un hombre. Estaba hecho de hierro, y en la corona del anillo había una piedra, que tenía el sello de una mano, en forma de puño. La corona era negra y parecía haber sido quemada en algún momento.

-¿Qué diablos…? – empezó Cande.

Se detuvo cuando saqué el papel. Escrito en tinta negra había una nota:

EL ANILLO PERTENECE A LA MANO NEGRA. ÉL ASESINÓ A TU PADRE.

5 comentarios:

  1. AI NOOOO PORFAVOR SUBI MAS, SUBI 4 HOY, MARATON , LO QUE SEA, NO ME PODES DEJAR ASI , QUIERO VER SI PETER VA A ESA GUERRA A PROTEJERLA , QUIERO VER Q PASA CON EL PADRE PORFAA,MAS AHORA YA

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  2. decime que vas a subir otro hoy! dale que siiiii

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