domingo, 13 de enero de 2013

Ángeles Caídos #3: Cuatro

Arrugué el papel, lanzándolo contra la pared con furia y frustración. No tenía idea de quién podría haber dejado la nota, pero de una cosa estaba segura. Había cerrado todo con llave antes de salir. Y más temprano, había visto que mi madre había cerrado toda la casa, ventanas y puertas. Entonces, ¿cómo había entrado el intruso? ¿Y qué significaba la nota? ¿Una broma?

Al otro lado del pasillo, entré a la habitación de mi madre.

-¿Mamá?

Ella se sentó en la oscuridad.

-¿Lali? ¿Qué sucede? ¿Una pesadilla? ¿Recordaste algo?

Prendí la lámpara, de pronto asustada de la oscuridad y de lo que no podía ver.

-Encontré una nota en mi habitación. Me dice que no crea que esté a salvo.

Parpadeó contra la repentina brillantez, y observé sus ojos absorber mis palabras. 

-¿Dónde encontraste la nota?
-Yo … - no sabía cómo reaccionaría con la verdad – Estaba debajo de mi almohada. No debo haberlo notado antes de meterme a la cama – mentí – No fue hasta que me moví en mi sueño que escuché crujir el papel.

Se colocó su baya y fue hacia mi habitación.

-¿Dónde está la nota? Quiero leerla. El policía Basso debe saber sobre esto ahora mismo – ya estaba marcando el número. 
-¿Alguien más tiene una llave a la casa? – pregunté.
-Soy María José – me señalizó que era el mensaje de voz – Llámame apenas escuches esto. Lali encontró una nota en su cama esta noche. Puede que sea la persona que se la llevó. He tenido las puertas cerradas toda la noche, así que la nota debió ser puesta antes de llegar a casa – colgó – Seguro llamará pronto – agregó – Voy a darle la nota al oficial del frente. Puede que quiera buscar en la casa. ¿Dónde está nota?

Apunté hacia el papel arrugado en la esquina, pero no me moví a cogerlo. No quería ver el mensaje de nuevo. 

-El papel está en blanco Lali – dijo mi madre, cuando cogió el papel.
-¿Qué? – me acerqué para mirarlo.

Tenía razón. La escritura se había ido. La parte de atrás también estaba en blanco.

-Estaba justo aquí – dije, confundida – Estaba justo aquí.
-Puedes haberlo imaginado. Una proyección de tu sueño – dijo mi madre, gentilmente, antes de abrazarme. 

¿Había forma de inventar el texto? ¿Por el estrés? ¿La paranoia?

-¿Él dijo que podía estar alucinando? – pregunté, refiriéndome al doctor.
-Shh – me dijo mi madre, tomando mi rostro en sus manos – Estas cosas seguramente sucederán mientras te recuperas. Tu mente está haciendo lo mejor para curarse, y tenemos que darle tiempo. Sólo como otra herida. Vamos a salir bien de esto.

Sentí las lágrimas pero me rehusé a llorar. ¿Por qué yo? ¿Quién me había hecho esto?

-¿Tienes miedo? – susurró mamá.
-Estoy enojada.

Me metí a la cama, durmiéndome rápidamente. Mi mente empezó a vagar por un túnel oscuro y largo. Dormida, y dada la noche que había tenido, le di la bienvenida. Una puerta apareció al final del túnel. La puerta se abrió a medias. La luz que salía de adentro iluminaba apenas, y hacía brillar una cara muy familiar. Su cabello castaño se curvaba alrededor de sus orejas, húmedo por un baño reciente. Con la piel bronceada, suave y dura, estrechada sobre un cuerpo largo que me llevaba varios centímetros. Un par de jeans colgaban de sus caderas, pero su pecho y pies estaban desnudos y una toalla de baño colgaba sobre su hombro. Nuestras miradas se encontraron, y sus ojos castaños familiares se prendieron en los míos con sorpresa…

-¿Qué estás haciendo aquí? – dijo con voz baja.

Peter, pensé,  mi corazón latiendo rápido. Es Peter.

No podía recordar cómo lo conocía, pero lo hacía. El puente en mi mente estaba tan roto como siempre, pero ante la vista de él, pequeñas piezas empezaron a juntarse. Memorias que pusieron un conjunto de mariposas en mi estómago. Vi un recuerdo de él sentado a mi lado en biología. Otra memoria donde estábamos muy cerca, él enseñándome cómo jugar billar. Otra memoria donde nuestros labios rozaban los míos.

Había estado buscando respuestas, y éstas me habían traído aquí. A Peter. Encontré una forma de darle vuelta a la amnesia. Este no era meramente un sueño, era un pasaje subconsciente hacia Peter. Necesitaba a Peter y lo había encontrado.

-Dime tú.
-Este es un sueño. Sabes eso, ¿verdad?
-Entonces, ¿de quién estás preocupado de que me haya seguido?
-No puedes estar aquí.
-Parece que he encontrado una forma de comunicarme contigo. Supongo que la única cosa que queda es si espero una recepción más alegre. Tienes todas las respuestas, ¿verdad?

Colocó sus dedos sobre su boca. Sus ojos nunca dejaron mi cara.

-Espero mantenerte viva.

Mi mente no podía entender el sueño, no podía leer el mensaje. Lo único que importaba es que lo había encontrado, después de todo este tiempo. Y en lugar que él esté igual de excitado que yo, se muestra frío.

-¿Por qué no puedo recordar nada? – pregunté - ¿Por qué no puedo recordar cómo o cuando..o por qué te fuiste? – porque estaba segura que eso había pasado, sino estaríamos juntos ahora - ¿Por qué no has intentado encontrarme? ¿Qué me pasó? ¿Qué nos pasó?

Peter colgó sus manos en la parte de atrás de su cuello y cerró sus ojos. 

-¿Por qué me dejaste? – continué.
-¿Realmente crees que te dejé?
-¿Qué se supone que debo pensar? Has estado fuera por meses, y ahora, cuando finalmente te encuentro, a la justas puedes verme a los ojos.
-Hice la única cosa que pude. Me rendí para salvarte la vida – su mandíbula se tensó – No fue una decisión fácil, pero fue la correcta.
-¿Rendirte? ¿Así de simple? ¿Cuánto tiempo te tomó tomar esa decisión? ¿Tres segundos?
-Ese fue todo el tiempo que pude, así que sí.
-¿Alguien te forzó a dejarme? ¿Es lo que estás diciéndome?

No habló, pero tenía mi respuesta.

-¿Quién te forzó a dejarme? ¿Quién te asustó tanto? El Peter que conocía no corría de nadie. Yo hubiese peleado por ti, Peter. ¡Hubiese peleado!
-Y hubieses perdido. Estábamos rodeados. Él amenazó con tu vida, y lo hubiese cumplido. Él te tenía, y eso significaba que me tenía a mí también.
-¿Él? ¿Quién es él?

Recibí otro silencio.

-¿Alguna vez intentaste encontrarme? ¿O fue tan fácil – mi voz se quebró – dejarme ir?

Sacando la toalla de su hombro, Peter la lanzó a un lado. Sus ojos llamearon, sus hombros se alzaron y se bajaron con cada respiración, pero tuve el presentimiento que su enojo no estaba dirigido hacia mí.

-No puedes estar aquí – dijo, su voz ruda – Tienes que dejar de buscarme. Tienes que regresar a tu vida, y hacer lo mejor que puedas. No por mí – agregó – Por ti. He hecho todo para mantenerte alejada de mí, y voy a continuar haciendo lo que pueda, pero necesito tu ayuda.
-¿Cómo si necesitara tu ayuda? – solté – Te necesito ahora, Peter. Te necesito de vuelta. Estoy perdida y asustada. ¿Sabes que no puedo recordar ni una sola cosa? Claro que lo sabes. Por eso es que no has venido a buscarme. Sabes que no puedo recordarte, y te deja fuera. Nunca pensé que tomaría la salida más fácil. Bueno, no te he olvidado, Peter. Te veo en todos lados. Veo destellos de negro – el color de tus ojos, tu cabello. Siento tu toque, recuerdo la forma en que me sostenías…. – me quebré, muy aturdida como para continuar.
-Es mejor si no lo sabes – dijo Peter – Es la peor explicación que te he dado, pero por tu propia seguridad, hay cosas que no puedes saber.

Reí, pero el sonido era grueso y angustiado.

-¿Así que es esto?

Cerró la distancia entre nosotros, y justo cuando pensé que me jalaría hacia él, se detuvo. Exhalé, intentando no llorar. Inclinó su codo contra la puerta, justo arriba de mi oído. Olía tan familiar – a sopa y especie – que el aroma trajo miles de memorias tan placenteras que solo hizo que el momento sea más difícil de soportar. Estaba deseosa de tocarlo, de trazar mis manos por su piel, sentir sus brazos aprisionándose contra mí. Quería que su susurro haga cosquillas en mi oreja como si dijera palabras privadas que me pertenecían sólo a mí. Quería tenerlo cerca, tan cerca que no hubiese duda que se escapara.

-Esto no ha terminado – dije – Después de todo lo que hemos pasado, no tienes el derecho de alejarme. No voy a dejarte tan fácilmente.
-Quiero protegerte – dijo Peter.

Estaba tan cerca. Toda la fuerza, el calor y el poder del silencio. No podía escapar de él, ahora ni nunca. Él siempre había estado ahí, consumiendo cada pensamiento, mi corazón en sus manos. Estaba atada a él por fuerzas que no podía controlar.

-Pero no lo hiciste.

Tocó mi mentón, su toque tierno.

-¿Realmente crees eso?

Intenté liberarme, pero no lo suficiente. No podía resistirme a tu toque, antes, ahora o nunca.

-No quiero saber qué pensar. ¿Puedes culparme?
-Mi historia es larga, y la gran parte no es buena. No puedo borrarla, pero estoy determinado a no cometer otro error. No cuando se trata de ti. Hay un plan en todo esto, pero va a tomar tiempo.

Esta vez, me tomó en sus brazos, quitando el cabello de mi rostro y algo dentro de mí se partió con su toque. Lágrimas caliente bajaron por mis mejillas. 

-Si te pierdo, pierdo todo – murmuró.
-¿De quién tienes tanto miedo? – pregunté de nuevo.

Recostando sus manos en mis hombros, inclinó su frente contra la mía.

-Eres mía, Ángel. Y no dejaré que nada cambie eso. Tienes razón, esto no ha terminado. Es sólo el principio y nada de lo que está por venir será fácil – suspiró, un sonido cansino – No vas a recordar este sueño, y no volverás. No sé cómo me encontraste, pero tengo que asegurarme que no lo hagas de nuevo. Voy a borrar tu memoria de este sueño. Por tu propia seguridad, esto es lo último que verás de mí.

La alarma se lanzó dentro de mí. Me alejé, mirando la cara de Peter, aterrada por su determinación. Abrí mi boca para protestar….y el sueño se destrozó a mí alrededor, como si estuviera hecho de arena.

3 comentarios: