sábado, 5 de enero de 2013

Ángeles Caídos #2: Capítulo 19

Después que el policía se había ido con Benjamín, Cande y Rixon habían examinado la cerradura de la puerta delantera. Cande se preguntaba cómo Benjamín había hecho para entrar. Rixon quedó en que él lo arreglaría. Luego de dos horas, cuando mis amigos ya se habían ido, me dejaron sola con mis pensamientos. ¿Benjamín estaba sobreactuando o mañana me enteraría que misteriosamente había sido herido? De todos modos, él no podía morir. Quizás tener un par de heridas, pero no muerto.

Mi concentración fue interrumpida por la necesidad de dormir, pero hice mi mejor esfuerzo para continuar con la información que tenía. Benjamín fue marcado por la Mano Negra, un Nephil. Rixon dijo que Peter era la Mano Negra, un ángel. Casi parecía ser que estuviese buscando dos individuos distintos compartiendo el mismo nombre….

Ya era más de las doce pero no quería dormir, no cuando significaba abrirme a Peter, sintiéndolo cerca. Quería respuestas y aún no había ido a la casa de Peter, y más que nunca sabía que ahí encontraría respuestas. 

Me puse unos jeans, zapatillas, una chaqueta para la lluvia y un equipaje negro. Tomé un taxi hacia la estación y luego caminé hacia la calle que me había dicho Rixon. Me vi frente a dos edificios, ambos de tres pisos. Me metí al vestíbulo del primer edificio. Todo estaba en silencio y asumí que todos estaban en la cama, durmiendo. Subí las escaleras hasta el último piso pero no existía el número de departamento que me había dicho Rixon. Bajé las escaleras trotando, caminé media cuadra e intenté con el segundo edificio. Este era un lugar mucho más escalofriante, un lugar donde nadie conocía al otro, y los secretos eran fáciles de esconder. El tercer piso estaba en calma. Caminé por los departamentos y al final del pasillo encontré el número 34. 

De pronto me pregunté qué haría si Peter estaba en casa. A este punto, sólo podía esperar que no estuviese. Toqué la puerta, pero no hubo respuesta. Intenté con la manija de la puerta y para mi sorpresa, cedió. 
Miré de reojo en la oscuridad, me quedé inmóvil, escuchando si es que había algún movimiento. Prendí la luz, justo dentro de la puerta, pero o los focos estaban quemados o la electricidad había sido cortada. Sacando la linterna de mi equipaje, entré y cerré la puerta.

El olor rancio de la comida en mal estado me abrumó. Apunté la linterna en dirección a la cocina. Una sartén con huevos revueltos, junto a leche de un galón estaba en el mostrador. No era la clase de lugar que imaginaba que Peter llamaría casa, pero esto solo probaba que había muchas cosas que no sabía sobre él. 

Dejé mis llaves y el equipaje en el mostrador y subí mi blusa hasta mi nariz para bloquear el olor. Las paredes estaban desnudas, los muebles dispersos. Un televisor antiguo, probablemente a blanco y negro, y un sofá raído en la sala de estar. Ambos estaban fuera de vista de la ventana, que tenía papel encima. Hice mi camino hacia el baño, era escueto, con una cortina de baño beige que probablemente había sido blanca, y una toalla de hotel. No había jabón, rasuradora, o crema de afeitar. 

Continué por el pasillo hacia la habitación, abrí la puerta. El olor rancio de sudor y cama sin lavar se aferró al aire. Abrí la ventana, permitiendo que ingrese el aire fresco. Había platos con comida seca en la mesa de noche, mientras que la cama tenía sábanas sin lavar. Una pequeña mesa con un monitor de computadora estaba en la parte de atrás. La computadora no estaba y se me ocurrió que Peter se había encargado de ello para no dejar ningún rastro detrás de él. 

Me acerqué a la mesa, abriendo y cerrando cajones. No había nada fuera de lo común, lapiceros, y una copia de las Páginas Amarillas. Estaba por cerrar la puerta cuando una pequeña caja negra al fondo de la mesa atrapó mi ojo. Corrí mi mano debajo de la mesa, quitándole la cinta que la estaba cerrando. La abrí y cada vello de mi cuerpo se erizó.

La caja tenía seis anillos iguales al de la Mano Negra. 

Al fondo del pasillo, la puerta delantera de abrió. Me puse de pie. ¿Peter había regresado? No podía dejar que me encuentre. No ahora, no cuando acababa de descubrir los anillos de la Mano Negra en su departamento. Miré alrededor en busca de un lugar donde esconderme. La puerta delantera se cerró con un sonido suave. Pisadas sólidas cruzaron la cocina. Sin ver otra chance, me impulsé hacia la ventana, abrí mis piernas y lo más silenciosamente posible en la escalera de incendios. Intenté cerrar la ventana detrás de mí, pero los deslizantes se atracaron, rehusándose a ceder. 

Una sombra apareció en la pared del pasillo, acercándose. Me escondí fuera de vista. Estaba asustada de que esto fuera – iba a ser atrapada – cuando los pasos retrocedieron. Menos de un minuto después, la puerta se abrió, se cerró. Un extraño silencio se estableció una vez más en el departamento. Lentamente, me puse de pie. Me así otro minuto más, y cuando estuve segura que el departamento estaba vacío, me arrastré al interior. Sintiéndome de pronto vulnerable, caminé por el pasillo. Necesitaba ir a algún lugar callado, donde podía buscar entre mis pensamientos. ¿Qué me estaba perdiendo? Claramente Peter era la Mano Negra, ¿pero cómo jugaba en la sociedad Nephil? ¿Cuál era su rol? ¿Qué diablos estaba sucediendo?

Lancé mi equipaje sobre mi hombro y me dirigí hacia la salida. Tenía mi mano en la manija cuando un sonido extraño penetró mis pensamientos. Un reloj. El suave y rítmico sonido de un reloj. Fruncí el ceño y me volteé hacia la cocina. El sonido no había estado ahí cuando vine, al menos pensé que no estaba. Escuchando atentamente, seguí el sonido a través de la habitación. Me agaché en frente de la cabina debajo del lavadero de la cocina. Con alarma, abrí la cabina. A través de todo el pánico y confusión, traté de darle sentido al artefacto en frente de mí. Palos de dinamitas con cinta adhesiva. Cables blancos, azules y amarillos. 

Me puse de pie como pude y corrí hacia la puerta. Mis pies chocaron contra las escaleras, iba tan rápido que tuve que cogerme de la barandilla para no caerme. Abajo, hice mi salida hacia la calle y seguí corriendo. Cuando volteé la cabeza, vi un destello de luz un instante antes de que el fuego erupcione de las ventanas del tercer piso del edificio. 

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