martes, 8 de enero de 2013

Ángeles Caídos #2: Epílogo

-¿Lali?

Intenté abrir mis ojos, pero mientras mi cerebro transmitía el mensaje, mi cuerpo no estaba escuchando. En algún lugar en la parte de atrás de mi mente sabía que la noche era cálida, pero me sentí bañada en sudor frío. Y algo más.

Sangre. Mi sangre.

-Estás bien – dijo el policía Basso mientras gritaba, mi voz sonando estrangulada – Estoy aquí. No voy a irme a ningún lado. Quédate conmigo Lali. Todo va a estar bien.

Traté de asentir, pero aún sentía como si existiera en algún lugar fuera de mi cuerpo.

-Los paramédicos te están llevando a la emergencia. Te tienen en una camilla. Estamos en nuestro camino fuera del parque de atracciones. 

Unas pocas lágrimas corrieron por mis mejillas y abrí mis ojos.

-Rixon. ¿Dónde está?
-Shh. No hables. Te calló la bala en el brazo. Tuviste suerte. Todo va a estar bien.
-¿Benjamín? ¿Lograste sacarlo?
-¿Benjamín estaba contigo?
-Detrás de la caja eléctrica. Está herido. Rixon también le disparó.

El policía Basso le gritó a uno de los oficiales uniformados de pie el lado de la ambulancia. 

-¿Sí, señor?
-Ella dice que Benjamín Amadeo estaba en la habitación mecánica.

El oficial sacudió su cabeza.

-Buscamos en la habitación. No había nadie más.
-Bueno, ¡busca de nuevo! – gritó el policía - ¿Quién diablos es Rixon? – me preguntó a mí.

Rixon. Si la policía no había encontrado a nadie más era porque él había escapado. Estaba afuera, probablemente observando a la distancia, esperando por esta segunda oportunidad conmigo. Agarré la mano del policía.

-No me dejes sola.
-Nadie va a dejarte sola. ¿Qué me puedes decir de Rixon?

La camilla se movió a través del estacionamiento y los paramédicos me colocaron en la parte de atrás de la ambulancia. El policía Basso tomó asiento a mi lado. 

-¿Cómo se ve?
-Él estaba ahí. Anoche. Ató a Benjamín en la parte de atrás de su camión.
-¿Ese chico te disparó? – el policía Basso habló por su radio – El nombre del sospechoso es Rixon. Alto y delgado, cabello negro. Nariz de halcón. Edad veinte.
-¿Cómo me encontraste?

Me memoria recordaba ver a Peter entrando a la habitación. Fue solo un segundo, pero él estaba ahí. ¿Dónde estaba ahora? ¿Dónde estaba Rixon?

-Un llamado anónimo, me dijo que te encontraría en la habitación de servicio debajo de los túneles. No pude ignorarlo. También me dijo que se había encargado del chico que te había disparado. Pensé que se refería a Benjamín, pero me dices que Rixon es responsable. ¿Quieres decirme qué está pasando? Empezando por el nombre del chico y en dónde puedo encontrarlo.

Horas después, el policía Basso disminuyó la velocidad en frente de mi casa. Era alrededor de las dos de la mañana. Había salido de emergencia, limpia y vendada. También había dado mi testimonio, estaba segura que todos pensaban que había alucinado ver a Benjamín. 

Salimos del auto y el policía Basso me acompañó a la puerta.

-Gracias de nuevo – dije – Por todo.
-Llámame si me necesitas.

Adentro, prendí las luces. En el baño, me quité la ropa. Envolví mis vendajes con plástico y entré a la ducha. Mientras el agua caliente se esparcía sobre mí, escenas de esta noche se reprodujeron en mi mente. Todo se había terminado, pero aún había una cosa. La Mano Negra. ¿Sí Peter no era, quién? ¿Y cómo Rixon, un ángel caído, sabía tanto sobre él?

Veinte minutos después, me puse mi toalla y revisé mis mensajes. Una llamada irritante de Cande, demandando dónde estaba; la policía la había botado del parque de atracciones, asegurándole que yo estaba a salvo y que regrese a casa. La otra llamada era de un anónimo, pero reconocí la voz de Benjamín desde el momento en que empezó a hablar. “Si le dices a la policía sobre este mensaje, estaré muy lejos antes de que me busquen. Sólo quería decir que lo sentía una vez más. Y, desde que sé que estás preocupada por mí, pensé que sería bueno decirte que me estoy curando, y estaré como nuevo en poco tiempo – sonreí – Fue lindo conocerte, Mariana Esposito. Quién sabe. Tal vez esta no sea la última vez que escuches de mí. Tal vez cruzaremos caminos en el futuro – hizo una pausa – Una cosa más, vendí mi auto. Muy sospechoso. No te emociones, pero te compré una pequeña cosa con el dinero que me sobró. Escuché que querías un Volkswagen, el dueño lo estará dejando mañana. Pagué por un tanque lleno de gas, así que asegúrate que llegue así”

El mensaje terminó, pero yo aún seguía mirando el teléfono. ¿El Volkswagen? ¿Para mí? Estaba mareada por la sorpresa. Un auto. Benjamín me había comprado un auto. En devolución de su favor, eliminé el mensaje, borrando toda la evidencia. Si la policía lo encontraba, no sería por mí. 

Con el teléfono en mano, llamé a mamá. No iba a posponer más el tema. 

-¿Lali? – respondió con pánico en su voz – Me llegó el mensaje del policía. Estoy en camino a casa ahora mismo. ¿Estás bien? ¡Dime que estás bien!
-Lo estoy ahora.
-Oh, bebé. Te amo tanto. ¿Lo sabes, verdad? – sollozó.
-Sé la verdad.

Una pausa.

-Sé la verdad sobre lo que realmente sucedió hace dieciséis años.
-¿De qué estás hablando? Ya casi llego a casa. No he sido capaz de dejar de temblar desde que terminé de hablar con el policía. ¿Tienen idea de quién es este Rixon? ¿Qué quería de ti? No entiendo cómo terminaste en esto.
-¿Por qué simplemente no pudiste decírmelo? – susurré, las lágrimas en mis ojos.
-¿Bebé?
-Todos estos años me mentiste. Todos estos momentos cuando me peleé con Paula. Todos esos momentos en que nos reímos de su familia por ser estúpida, rica y sin tacto…Cuando llegues a casa, necesitamos hablar. Sobre Hank.

Me preparé una taza de chocolate caliente y me fui a mi habitación. Mi primera reacción fue sentir miedo al estar sola en casa, sabiendo que Rixon podía estar libre. Mi segunda reacción fue quedarme calmada. No pude decir por qué, pero de algún modo, sabía que estaba a salvo. Intenté recordar lo que había sucedido en la habitación momentos antes de caer inconsciente. Peter había entrado a la habitación….Y luego todo se puso en blanco. Lo que era frustrante porque sentía que era importante.

Después de un rato, me rendí con la idea de recapturar mi memoria, y mis pensamientos tomaron un giro de alarma. Mi padre biológico estaba vivo y ahora mismo no tenía deseos de contactarlo, era muy doloroso. Aún me era difícil mantener el rostro de mi padre real en mi memoria, no quería reemplazarlo por otra figura. 

Igual, aún había una pregunta rondando. Hank me había escondido de bebé para protegerme de Rixon porque yo era una niña. ¿Pero y qué pasaba con Paula? Mi…hermana. Ella tenía tanto de su sangre como yo. Entonces, ¿por qué no la escondió a ella también? Intenté razonar, pero no tenía una respuesta. 

Acababa de enredarme dentro de las sábanas cuando hubo un golpe en mi puerta. Coloqué mi taza de chocolate en la mesa de luz. Bajé y miré por la mirilla. Pero no necesitaba la mirilla para confirmar quién estaba al otro lado de la puerta. Sabía que era Peter por la forma en que mi corazón no podía quedarse calmado. Abrí la puerta.

-Le dijiste a Basso dónde encontrarme. Detuviste a Rixon antes de que me mate.

Los ojos de Peter me evaluaron. Por un momento, vi un conjunto de emociones dentro de ellos. Cansancio, preocupación, alivio. Olía a óxido, algodón de azúcar, agua húmeda, y supe que había estado cerca del policía cuando me encontró en la casa de la risa. Había estado ahí todo el tiempo, asegurándose que estuviera bien. 

Envolvió sus brazos alrededor de mí y me sostuvo con fuerza. 

-Pensé que había llegado tarde. Pensé que estabas muerta. 

Enredé mis manos en la parte frontal de su camisa e incliné mi cabeza contra su pecho. No importaba estar llorando. Estaba a salvo, y Peter estaba aquí. Nada más importaba. 

-¿Cómo me encontraste? – pregunté.
-Por un tiempo pensé que era Rixon – dijo – Pero tenía que asegurarme.

Alcé la mirada.

-¿Sabías que él quería matarme?
-Seguía cogiendo pistas, pero no quería creerlas. Rixon y yo éramos amigos – su voz se quebró – Cuando era tu ángel guardián, sentí que alguien quería matarte. No sabía quién, porque estaban siendo cuidadosos. Sabía que un humano no cubriría sus pensamientos tan cuidadosamente, no sabrían que sus pensamientos estaban transmitiendo toda clase de información para los ángeles. De vez en cuando obtenía luz en el camino. Pequeñas cosas que me hacían mirar a Rixon, aunque no quería. Lo hice conocer a Cande porque quería echarle una mirada de cerca. Y también porque no quería darle una razón de que yo estaba tras él. Yo sabía que la única razón por la que te mataría era por un cuerpo humano, así que empecé a indagar en el pasado de Barnabas. Fue ahí cuando descubrí la verdad. Rixon estaba a dos pasos de mí, pero él debe haberse enterado después que yo te encontré y entré al colegio el año pasado. Él quería sacrificarte tanto como yo. Hizo todo lo que pudo para convencerme de dejar atrás el Libro de Enoch así él podía matarte y yo no.
-¿Por qué no me dijiste que alguien estaba intentando matarme?
-No podía. Me despediste como tu ángel guardián. Físicamente no podía intervenir en tu vida cuando se trataba de tu seguridad. Los arcángeles me bloqueaban cada vez que lo intentaba. Pero encontré una manera. Descubrí que podía hacer que veas mis memorias mientras estabas durmiendo. Intenté darte la información que necesitabas para descubrir que Hank era tu padre biológico, y Rixon su vasallo. Sé que crees que te abandoné cuando más me necesitabas, pero nunca me rendí buscando una forma de advertirte de Rixon – su boca se curvó hacia un lado, pero era un gesto cansado – Incluso cuando te mantenías bloqueándome.
-¿Dónde está Rixon ahora?
-Lo mandé al infierno. Nunca más volverá.

Peter miró al fondo, sus ojos duros, pero no enojados. Desilusionados tal vez. Sabía que estaba sufriendo. Había mandando a su mejor amigo, a la única persona que había estado a su lado a pesar de todo, a enfrentar la eternidad de la oscuridad.

-Lo siento mucho – susurré.

Nos quedamos en silencio un momento, ambos reproduciendo nuestra propia imagen del destino de Rixon. Finalmente, Peter habló en mi mente.

-Estoy de corrupto, Lali. Apenas los arcángeles se enteren, vendrán a buscarme. Tenías razón. Realmente no me preocupo sobre romper las reglas. 

Sentí el impulso de empujar a Peter fuera de la puerta. Sus palabras tamborileaban en mi cabeza. El primer lugar dónde los arcángeles buscarían sería aquí. ¿Deliberadamente estaba siendo descuidado?

-¿Estás loco?
-Loco por ti.
-¡Peter!
-No te preocupes, tenemos tiempo.
-¿Cómo lo sabes?

Retrocedió un paso, con su mano en el pecho.

-Tu falta de fe duele.
-¿Cuándo lo hiciste? ¿Cuándo te volviste corrupto?
-Esta noche. Vine aquí para asegurarme que estabas a salvo. Sabía que Rixon estaba en el parque de atracciones y cuando vi la nota que dejaste en el mostrador diciendo a dónde habías ido, sabía que él haría su siguiente movida. Rompí con los arcángeles y fui detrás de ti. Si no hubiese roto el lazo con ellos, Ángel, físicamente no hubiese podido dar un paso adelante. Rixon hubiese ganado.
-Gracias – susurré.

Peter me sostuvo con más fuerza. Quería quedarme en su abrazo e ignorar todo menos la sensación de su cuerpo fuerte y sólido. Pero aún había preguntas que no podían esperar.

-¿Eso significa que ya no eres el ángel guardián de Paula? – pregunté.

Sentí la sonrisa de Peter.

-Soy un contratista privado ahora. Escojo mis clientes, no al revés.
-¿Por qué Hank me escondió a mí y no a Paula? – volteé mi rostro en su camisa así no podía ver mis ojos.
-No lo sé. Paula no tiene tu marca. Hank, sí al igual que Chauncey. No creo que sea una coincidencia, Ángel.  Estás a salvo conmigo – murmuró.
-¿En dónde nos deja esto?
-Juntos – alzó sus cejas en pregunta y cruzó sus dedos, como si rogara por suerte.
-Peleamos un montón – dije.
-También nos besamos un montón.

Peter alcanzó mi mano y empujó el anillo de mi padre por la punta de su dedo y en mi palma, curvando mis dedos alrededor. Besó mis nudillos.

-Iba a dártelo más temprano, pero no estaba terminado.

Abrí mi palma y alcé el anillo. El mismo corazón estaba grabado al envés, pero ahora había dos nombres grabados a cada lado: Lali & Jev.

-¿Jev? ¿Ese es tu verdadero nombre?
-Nadie me ha llamado así en mucho tiempo – acarició su dedo a través de mi labio, mirándome con sus ojos suaves. 

El deseo se derritió en mí, caliente y urgente. Aparentemente sintiéndose de la misma forma, Peter cerró la puerta y puso el pestillo. Apagó la luz principal y la habitación se situó en plena oscuridad, iluminada sólo por la luz de la luna. Al mismo tiempo, nuestros ojos se movieron al sofá.

-Mi mamá va a llegar pronto – dije – Deberíamos ir a tu casa.
-Tengo reglas de a quién llevo ahí.

Me estaba cansando de su respuesta.

-Si me enseñas, ¿me vas a tener que matar? – adiviné – ¿Una vez que esté adentro, nunca me podré ir?

Peter me estudió por un momento. Luego buscó en su bolsillo, sacó una llave de su llavero y lo deslizó en el bolsillo de mi piyama.

-Una vez que hayas entrado, tienes que seguir regresando. 

Cuarenta minutos después, descubrí qué puerta abría la llave. Peter estacionó su camioneta en el parque de atracciones. Cruzamos el estacionamiento de la mano, una briza de verano golpeando contra mi cabello. Justo al norte del arcángel, Peter me apartó del camino. Subimos las escaleras a un almacén. Abrió la puerta y colocó sus manos en mi cintura, su voz suave en mi oído.

-Este parque de atracciones fue construido por ángeles caídos, y es el único lugar donde los arcángeles no se acercarán. Sólo somos tu y yo esta noche, Ángel.

Me volteé, absorbiendo el calor de su cuerpo. Peter alzó mi mentón y me besó. El beso era cálido y mandó un temblor de placer a través de mí. Su cabello estaba húmedo por la lluvia y podía oler un trazo antiguo de jabón. Nuestras bocas se deslizaron sobre la otra. Los brazos de Peter me envolvieron, sosteniéndome con tal intensidad que sólo me hizo querer hundirme profundamente en él. Sorbió un poco de lluvia de mi labio inferior, y sentí su boca sonreír contra la mía. Hizo mi cabello a un lado y me besó justo debajo de la clavícula. Mordisqueó mi oreja, luego hundió sus dientes en mi hombro.
Colgué mis dedos en su pretina, acercándolo. 

Peter enterró su rostro en la curva de mi hombro, sus manos flexionándose sobre mi espalda. Dio un leve gruñido.

-Te amo – murmuró en mi cabello – Estoy tan feliz ahora mismo, como nunca recuerdo haber estado.
-Qué conmovedor – una profunda voz se escuchó en la oscuridad – Agarren al ángel.

Un grupo de chicos jóvenes y altos, sin duda Nephils, salieron de las sombras y rodearon a Peter, retorciendo sus brazos detrás de su espalda. Ante mi confusión, Peter dejó que lo hagan sin resistencia.

-Corre – me dijo Peter en mis pensamientos, cuando empecé a pelear – Los distraeré, tú corre. Llévate la camioneta. ¿Recuerdas cómo prenderla sin llave? No vayas a casa. Quédate en la camioneta hasta que te encuentre….

El hombre que aún estaba escondido, el que ordenaba a los otros, dio un paso adelante. Era alto, delgado, guapo y muy joven para su edad, y estaba vestido impecablemente con un polo sport y pantalones de algodón.

-Señor Hank – susurré.
-Déjame introducirme apropiadamente – dijo – Soy La Mano Negra. Conocía a tu padre Harrisson muy bien. Estoy contento que no esté aquí ahora para verte devastándote a ti misma con uno de los hermanos del diablo. No eres la chica quién pensé que serías, Lali. Fraternizar con el enemigo, burlarte de tu herencia. Incluso creo que quemaste una de las casas seguras de los Nephil anoche. Pero no importa. Puedo perdonar eso – se detuvo – Dime, Lali. ¿Fuiste tú quién asesinó a mi querido amigo, Chauncey?

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