domingo, 6 de enero de 2013

Ángeles Caídos #2: Capítulo 21

La oscuridad se estaba estableciendo a través del cielo, eclipsando todo el horizonte. Caminé apresuradamente hacia la salida del puerto. Podía ver las rejas más allá, casi por llegar. Estaba empujándome contra la multitud cuando me detuve en seco. A menos de doscientos pies, Benjamín estaba pasando las rejas sus ojos buscando entre el conjunto de personas. Se había dado cuenta que había escapado y estaba bloqueando la única salida fuera del puerto.

Me volteé abruptamente y me mezclé con la multitud, mirando hacia atrás cada pocos segundos para asegurarme que Benjamín no me había visto. Seguí haciendo mi camino cuando terminé hacia el pasillo que me llevaba a la montaña del arcángel, fue ahí cuando vi a Benjamín y él me vio a mí. Estábamos en caminos paralelos, la montaña rusa separándonos. Una chica y un chico tomaron asiento en el juego, momentáneamente rompiendo nuestro contacto de ojos. Tomé ese momento para correr. 

Hice mi camino entre la multitud, pero estaba muy congestionado, haciendo difícil el moverme rápido. 

-Ahí estás – la respiración de Benjamín estaba en mi oído.

Colocó su mano en mi cuello, mandando escalofríos por todo mi cuerpo.

-¡Ayuda! – grité por instinto - ¡Alguien ayúdeme!
-Mi enamorada – explicó él a un par de personas que nos miraron – Este es un juego que jugamos.
-¡No soy su novia! – grité con pánico - ¡Saca tus manos de mí!
-Ven aquí, querida – me colocó en sus brazos – Te advertí no mentirme – murmuró en mi oído – Necesito el anillo. No quiero hacerte daño, Lali, pero lo haré si me obligas.
-¡Apártenlo de mí! – grité de nuevo.

Benjamín colocó mi brazo detrás de mi espalda. Hablé con los dientes apretados, intentando combatir el dolor.

-¿Estás loco? – dije – No tengo el anillo. Se lo di a la policía. Anoche. Anda a conseguirlo de ahí.
-¡Deja de mentir! – gruñó.
-Llámalos tú mismo. Es la verdad. Se lo di a ellos, yo no lo tengo – cerré mis ojos, rezando para que me crea y libere mi brazo.
-Entonces vas a ayudarme a tenerlo de vuelta.
-No te lo van a dar. Es evidencia. Les dije que era tu anillo.
-Me lo devolverán – dijo, lentamente – Si hago un intercambio. Tú por el anillo.
-¿Vas a usarme de rehén? ¿Intercambiarme por el anillo? ¡Ayuda! – grité - ¡Que alguien lo saque de encima!

Algunas personas que estaban cerca casi ríen.

-¡Esto no es un chiste! – grité, sintiendo el terror y la desesperación – Apártenlo de…

Benjamín colocó sus manos sobre mi boca, pero logré ponerme bien de pie y lo pateé en la espinilla. Él soltó un gruñido de dolor y se dobló por la mitad. Sus brazos se soltaron ante la sorpresa del ataque y me liberé. 

De pronto, una explosión se escuchó en mi oído. Me asustó tanto que caí de rodillas. O tal vez actué reflexivamente, porque había otras personas a mí alrededor que también se arrodillaron. Hubo un momento de silencio y luego todos estaban gritando y gateando en toda dirección.

-¡Tiene una pistola! – se escuchó.

Aunque no quería hacerlo, me encontré a mí misma volteando. Benjamín estaba aferrándose a su lado, líquido rojo brillante saliendo de su camisa. Su boca estaba abierta, sus ojos amplios por el aturdimiento. Se inclinó sobre una rodilla y vi a alguien detrás de él, sosteniendo una pistola. Rixon. Cande estaba a s lado, sus manos en su boca, su rostro tan blanco como una blusa.  Hubo una estampida caótica de pies y extremidades y pánico, gritando, y me hice a un lado del camino, intentando evitar ser atrapada. 

-¡Se está escapando! – escuché que gritó Cande - ¡Alguien atrápelo!

Rixon disparó varias veces más, pero esta vez nadie se arrodilló. De hecho, la necesidad de escapar se intensificó. Me puse de pie y miré hacia donde había visto a Rixon y Cande. El eco de disparos aún se escuchaba e mis oídos, pero leí las palabras mientras caían de los labios de Rixon. Por aquí. Alzo su mano libre en el aire. En lo que pareció cámara lenta, peleé contra el tráfico de personas y corrí hacia él.

-¿Qué diablos? – dijo Cande - ¿Por qué le disparaste, Rixon?
-La policía lo está buscando – dijo él – Bueno, eso y porque Peter me dijo que lo hiciera.
-¡No puedes dispararle a la gente sólo porque Peter lo dice! – dijo Cande, sus ojos salvajes – Vas a ir preso. ¿Qué vas a hacer ahora?
-La policía está en camino – dijo él – Sabes sobre Benjamín.
-¡Tenemos que salir de aquí! – dijo Cande, histérica – Llevaré a Lali a la estación de policía. Rixon, anda por Benja, pero no le dispares de nuevo, ¡átalo como la última vez!
-Lali no puede usar las rejas – dijo Rixon – Eso es lo que ellos esperan. Conozco otra salida. Cande, anda por el auto y encuéntranos en el lado sur del estacionamiento.
-¿Cómo van a salir ustedes?
-Por los túneles subterráneos.
-¿Hay túneles debajo de aquí? – preguntó Cande.

Rixon besó su frente.

-Apresúrate, amor.

-Hay una habitación mecánica en el sótano de la casa de la risa – Rixon me explicó mientras trotábamos – Tiene una puerta que lleva a los túneles debajo del puerto. Benjamín puede haber escuchado sobre los túneles, pero si se entera a dónde nos hemos ido y nos sigue, no hay forma que nos encuentre. Es como un laberinto ahí abajo, y continúa por millas – dio una sonrisa nerviosa – No te preocupes, este lugar fue construido por ángeles caídos. No por mí en particular, pero por unos cuantos compañeros. Conozco las rutas de corazón.

1 comentario:

  1. Más!!! No entiendo!! peter donde esta?? Rixon pq hace lo que le corresponde a peter!!! Más me encanta!

    ResponderEliminar